Partida Rol por web

Despues del aviso y un poco mas calmada porque no parecia personas hostiles sali de mi escondite para acercarme con calma. Habia dejado mi arco y las flechas aparte mostrandome accesible y sin actitud defensiva pero en mi traje de cuero podia verse mi daga y un cuchillo, por si eran necesarios.

- Hola! Soy Aenifer. Dije con poco animo mientras analizaba a los recien llegados.

Por un momento pense en decir mi nombre completo con todos mis titulos, solo para hacer reir a Valy, pero no era el momento de bromas.

Al final y tras saludarnos todos me quede algo curiosa.

- Señor Tarkahn... que es eso? Pregunte señalando al ser de luz.

No queria ser indiscreta o mal hablada pero dudaba que aquello fuese una forma de vida inteligente, era mas probable que fuese algo magico o algun ser de otro plano. Nunca habia visto pero habia escuchado de muchas cosas raras.

Comence a detallas al grupo de enanos. No parecian ser enanos del pueblo de donde veniamos.

-¿Lo ves? Vovits Murmuró a Tarkhan cuando pudieron ver a los de la hoguera.

Lo malo era que habían perdido el factor sorpresa, tal vez por el "hombre antorcha" pero también había sido gracias a él que habían podido seguir al que fuese de aquellos vovits.

A Belbara no le reconfortaba demasiado en un principio el haber llegado a su campamento. Tal vez pensaban cortarles el cuello mientras dormían, así que tenía la mano asiendo la empuñadura de su hacha. Contra todo pronóstico el embajador anzano se puso a entablar conversación con la chica de cabellos rojos. Belbara no pudo evitar una mueca de contrariedad. Para colmo no entendía ni papa de lo que decían. Por eso al ver salir algunos más de sus escondites se puso un poco nerviosa, hasta que apreció que su actitud no era hostil.

Había un hombre sin mano izquierda. O bien es un gran guerrero o un ladrón. En ambos casos alguien de quién cuidarse.

Si el anzano no dejaba de sonreír la enana barbuda no dejaba de estar seria. Observándolo todo y preguntándose qué diantres estarían hablando.

Espero que el pichaloca no se vaya de la lengua.

Pensó mirando de reojo a Tarkhan, que parecía un crío con un juguete nuevo.

Tarkhan estrechó la mano del anciano guerrero. Era un tipo extraño, con un nombre aún más extraño. 

—¿Él? —preguntó a su vez, dirigiendo un cabeceo al hombre de luz—. Es una precaución contra posibles enemigos ocultos. 

Se encogió de hombros. Él tampoco pediría perdón por tomar precauciones. Agitó la mano y el hombre de luz se disolvió en cuatro orbes de luz que se situaron equidistantes alrededor del perímetro del campamento. 

—Vivimos en tiempos oscuros. Un poco de luz es necesaria.

Ensanchó la sonrisa y su mirada pasó a sus compañeros. Sólo entonces se percató de que Belbara lo miraba ceñuda, en un gesto de obtusa concentración. Probablemente estaría pensando algo, cosa que le llevaría mucho tiempo y esfuerzo, sin duda.

—Parece que son amistosos. Acercaos y sentaos —les dijo a sus compañeros primero en lenguaje enano y después, en anzano.

Al ser el único allí que hablaba todos los idiomas, el peso de la diplomacia recaía completamente en él. Hizo lo mismo que aconsejaba y se sentó enfrente de Valyëvan.

—Dijiste antes que estabais de paso —se dirigió a la bárbara, suponiendo que ella llevaba la voz cantante en aquel grupo—. Hace unas semanas encontramos un poblado vovit al sur, arrasado por los trasgos y me preguntaba si...

Titubeó. Describió el lugar y sus alrededores sucintamente antes de preguntar:

—... ¿era vuestra gente o se trataba de una tribu rival?

No somos de aquí -respondí secamente, mirando de reojo a Jacrow, que aún no había hablado. No dejaba de llamarme la atención de que en los momentos en los cuales había que dar un paso al frente, él soliese quedarse atrás.

Vivir en tierra de trasgos no me parece una de las mejores ideas. Si viviese aquí, ya no quedaría ninguno con vida... o bien me habría marchado a otro lugar.

Observé fijamente a mi interlocutor. A pesar de su capacidad para tranquilizar al resto de su grupo, parecía ocurrirle como a ella. Era la voz cantante solo por las circunstancias. Esa afinidad entre ambos me relajó, aunque no así su demostración de poder. Aquellas luces, que usaba como protección, bien podían ser utilizadas para todo lo contrario, si llegaba el caso. Dos grupos de no-trasgos en tierra extranjera y peligrosa... no dejaba de resultar poco menos que curioso.

Pero vosotros parecéis perfectamente aclimatados a este lugar. Sois precavidos... pero no tenéis miedo ni parece que estéis indefensos. 

- No tengo impedimento alguno en que pasemos la noche juntos. - Intervino el hombre al que Valyëvan presentó cómo Jacrow Geja. - Nos vendrá buen intercambiar algo de información sobre la zona y compartir la hoguera. - Hizo una breve pausa y miró con le ceño fruncido y un ojo entrecerrado a Tarkhan. - ¡Pero nuestros asuntos, son sólo nuestros! - Le advirtió.

- Y vuestros y sólo vuestros, deben ser. - Se inmiscuyó en la conversación uno de los enanos. Uno pelirrojo y con la cata sudorosa. - Thain. - Ofreció su mano a quien la quisiera estrechar. - Capitán de mineros de Karak-Belgarosh. - Se presentó.

- Alex Ryder. - El hombre más joven de los tres que viajaban en aquel grupo aceptó la mano de Thain y la estrechó con fuerza y firmeza, como se estrecha una mano. - Batidor de este pequeño grupo.

- Hithai. - Aprovechó el joven anzano para decir su nombre. - Hijo de Thaitsai. Guardaespaldas de Tarkhan, embajador del Gran Reino Anza en Karak-Belgarosh.

- Marlas. - Habló el último enano que quedaba por desvelar su identidad. - Al igual que usted, señor Ryder, soy explorador, aunque ciertamente,el campo abierto ha demostrado no ser mi fuerte... - Dijo bastante apenado bajando la cabeza, como sintiendo vergüenza.

- Y yo soy Yoon-shun. - Habló la niña anzana, cuando ya nadie pensaba que lo haría. - Becada por la academia mágica del gran O, para que aprenda la senda arcana junto a Tarkhan, aquí en Harvaka. - Sonrió. - Mis más allegados me suelen llamar Rayo de Luna. Vosotros... - Se encogió de hombros. - Podéis llamarme Yoon-shun...

Le di la mano a aquellos que la ofrecieron y salude a los demas.

- Soy Aenifer. Dije al final para los que no habian escuchado mi nombre hasta que llegue hasta Yoon. Sin duda eran magos y aunque tenia mucha curiosidad por esas cosas magicas no parecia el momento ni el lugar.

- Y tu, aprendiz de la senda arcana, puede llamarme Aenifer! setencie al final ya que no parecia tan amable como su maestro.

Maravillada por el efecto visual de las bolas luminosas que se separaban para iluminar nuestro perimetro me acerque al embajador.

- Señor Tarkhan tal vez sea mas prudente apagar esas luces si le parece, ya que estoy segura que algun enemigo puede verlas a la distancia y eso podria acabar con la paz de la noche.

Nadie queria mas sorpresas.

Por otro lado ya Valy habia indicado que no eramos de alli, veniamos del Sur, de las tierras calidas y no parecia ser necesario mas detalles. Los enanos que nos acompañaban tampoco parecian del pueblo enano que habiamos visitado el dia anterior asi que para que mencionarlo.

Me acerque al enano pelirrojo de barba. De hecho tal vez fue muy indiscreta ya que me quede mirandole como si fuese un cachorro con dos colas o 4 orejas. Algo digno de curiosidad y es que no era para menos. O bien era un enano con senos o era una enana con barba. Tenias mis dudas pero de momento no abri la boca para no meter la pata aunque la seguia con la mirada con divertida curiosidad.

Tal vez no era una enana si no algun tipo de armadura. Si, seguro era eso.

Intercambiar informacion seria lo mas inteligente pero Jacrow podria ocuparse de eso con el embajador. Yo seguiria viendo a los enanos. No parecian tan divertidos y amables como los del pueblo.

Algo extraño, muy extraño estaba pasando. De repente y sin más ni menos, todo el mundo había empezado a hablar en su propio idioma, pero por alguna razón se entendían entre sí aún sin tener que ser así.

Tarkhan fue el primero en percatarse de ello y arrugó el gesto borrado de golpe su sonrisa. Se llevó la mano a la punta del bigote y comenzó a enrollarlo mientras le lanzaba una acusadora mirada a Yoon-shun.

Era cosa de magia sin duda alguna. Alguien tenía que haber lanzado un conjuro sin que él se diera cuenta y tenía que ser un aliado, pues había estado atento a sus enemigos. No quería que precisamente pasará lo que acababa de pasar, que alguien usará la magia sin su permiso y parecía ser que al final quién lo había hecho ni era otra que su aprendiz.

La niña sonrió alegre y sin maldad aparente. Parecía estar orgullosa de lo que acababa de hacer. Se tocó con la yema del dedo índice dos veces sobre la cabezota suya. -

Comprensión idiomática, maestro. - Dijo la joven. - Si, se que es un conjuro de alcance personal... - Le leyó la mente a su maestro. - ...Pero he utilizado su enorme carisma natural, como foco arcano y bueno... ¡Éste es el magnífico resultado! - Sonrió feliz. - ¡No yo me esperaba que resultara tan bien! - Hizo una pequeña pausa. - Supongo que sus dotes de Embajador han potenciado sus efectos.

Como siempre, y a pesar de lo que pensara el resto, prefería escuchar y callar a hablar. De repente, todos se habían puesto a presentarse como si aquello fuese un mercado. Sin duda alguna, nuestro encuentro era poco menos que curioso y no necesariamente malo para ninguno, pero yo prefería ir siempre sola, sobre todo ahora que me sentía precisamente así, gracias a la aparición de Alex.

Sí, desde que habíamos comenzado este viaje, mis sensaciones habían ido aclarándose. Ya no se trataba de si Alex estaba o no con Aenifer por un motivo diferente. Era mucho más sencillo. El momento de Aenifer había llegado. Era como tener un hijo y saber que tarde o temprano, debía abandonar el hogar materno.

Pues bien, en el caso de mi amiga, ese momento había llegado y Alex era el motivo escogido. Puede que le saliesen bien las cosas, puede que le saliesen mal, pero nada de eso quitaba que poco a poco, ambas nos habíamos ido distanciando. Sí, siempre seríamos amigas, pero jamás volveríamos a sentirnos como antes.

¿Y encima ahora se nos unía más gente?

En mi interior, negué categóricamente mientras miraba al suelo y hacía extraños e indefinidos dibujos en la tierra. Jamas me había sentido tan sola como en aquellos instantes.

¡Y de pronto les entendía! O todos habían aprendido vovit de repente, o ellos habían aprendido el idioma de los enanos, claro que también podía tratarse de magia..

-Yo soy Belbara- dijo su nombre y nada más, no le parecía oportuno dar más detalles sobre ella. -Parece que los trasgos salen y los demás entramos... - miró alrededor con suspicacia, como tratando de descifrar algo más allá de las sombras que rodeaban la luz de la hoguera y las esferas.

Llevaba una armadura ya no tan limpia como cuando salió de su hogar, el cabello y barba pelirrojos trenzados y adornados con elementos dorados,¿Sería realmente oro?. Miró a Aenifer, básicamente porque la mujer se acercó a ella. Belbara también la observó, no había visto vovits antes, bueno sí, pero eran diferentes cuando estaban vivos.

Tarkhan enarcó una ceja extrañada en dirección a Aenifer. Los vovits habían hecho una fogata, y no habían hecho nada particular para esconderla. No tenía claro por qué la luz mágica iba a atraer a visitantes indeseados que no fueran atraídos por el fuego del campamento.

Los vovits era una cultura poco ducha en las artes arcanas, eran mucho más comunes los chamanes y los sacerdotes. Era posible sólo hablara la superstición.

El Gato Sonriente de Anza sonrió.

—Por supuesto, tienes razón. No me había dado cuenta. 

Tarkhan dio un par de palmadas teatrales y las esferas de luz se apagaron en silencio.

Y de pronto parecía que todo el mundo entendía a todo el mundo, pese a que Tarkhan les seguía oyendo hablar a unos enano y a otros en vovit. El embajador miró a Yhoon-Sun con cara de pocos amigos. Lo que había hecho era fascinante, digno de estudio. Él no sabía como hacer algo así. Pero lo último que necesitaba una alumna del talento de Rayo de Luna era que le alentaran a improvisar por su cuenta. 

—Creí haberte dicho hace no mucho que la magia no es ningún juguete —dijo tirándole de una oreja—. No puedes improvisar así, podríamos haber terminado todos con el pelo morado, o convertidos en sapos, en el mejor de los casos. Debes controlar lo que vas a hacer antes siquiera de pronunciar la primera palabra de poder.

Miró a su alumna largamente.

—Quiero que hagas un ensayo de veinte páginas sobre el hechizo que acabas de lanzar y si es posible repetirlo sin usarme a mi ni a otro mago como foco arcano y sin incrementarlo de esfera.

Tras asegurarse de que Yoon lo había entendido, se dirigió a Jacrow Geja.

—Muy bien, Jacrow. ¿Y qué información tenéis sobre la zona?

- Si maestro... - Dijo la muchacha bajando la cabeza. - Pensé que podía resultar u... - Resopló. No iba a replicar a su maestro de nuevo.

Por muy útil que hubiera resultado aquel conjuro, al fin y al cabo había desobedecido a Tarkhan. En ésta ocasiones no parecía haberse enfadado demasiado, pero aún así, le había vuelto a fallar se nuevo empleando un conjuro sin consultarle. Un error a todas luces.

- En cuanto pueda lo haré... - Le dijo en referencia al ensayo. Al fin y al cabo, lo hubiera hecho bien o mal, acababa de suceder encontrar una nueva forma de lanzar un conjuro. Era algo que nadie había hecho antes y algo de lo que estar orgullosa.

- Ya que lo pregunta, anzano... - Le dijo con cierto tono despectivo. Al fin y al cabo vovits y anzanos no se llevaban bien desde tiempos inmemoriales. - ...le diré lo que creo. - Hizo una breve pausa con la clara intención de crear expectación. - Hemos dejado atrás el valle de los trasgos y estamos subiendo una montaña. Y bueno... Pocos trasgos había en el valle. Aunque peleamos con algunos de ellos hace una semanas más al norte. - Desveló. - Podía contar más, pero espero reciprocidad, así que cuénteme algo usted... - Le lanzó un cabezazo al aire. ¿Qué quería decir? No se es fácil de descifrar. - Por ejemplo... ¿Qué hacen aquí? No creo que se hayan perdido.

—Y reciprocidad tendrás, amigo: nuestros asuntos son nuestros.

El anzano hablaba con suavidad, pero con firmeza. Y ahora no sonreía. 

—Hemos dejado atrás las tierras del lago negro y estamos subiendo una montaña. Y bueno... pocos trasgos nos hemos encontrado en el valle. Aunque nos atacaron hace unas semanas más al sur.

Ahora sí, sonrió. Había dicho esencialmente lo mismo que Jacrow, cambiando unas pocas palabras y sin faltar a la verdad ni una sola vez. La información que había revelado a los vovits era, por supuesto, inútil con toda probabilidad. Exactamente igual que la que había proporcionado Jacrow a la delegación de Tarkhan. 

—Y ahora, amigo, si estás dispuesto a ello, podemos empezar a intentar ser el uno útil para el otro o me temo que llegaremos rápidamente a un punto muerto.

Se encogió de hombros, como si tampoco le importara demasiado si eso llegaba a suceder. 

- Estamos buscando unas viejas ruinas enanas... - Intervino Eliferum en la conversación sin que nadie le hubiera preguntado. Las miradas de Alex y Jacrow se posaron sobre él con gesto furibundo. No parecían precisamente muy contentos con que el Anjo hubiera desvelado sus planes y éste lo notó de inmediato. - ...ehmm. - Iba a decir algo para tratar de arreglarlo, pero no se le ocurría nada.