Partida Rol por web

¿Cómo se suponía que iban a vencer a un ejército de seres cabríos? Habían tratado de esconderse, pero no habían tenido tanta suerte como para que ni uno de ellos les descubriese. ¿Por qué aquella semielfa de cabellos rojos se había lanzado en un ataque de buenas a primeras? ¿Tal era su sed de sangre? ¿Acaso era estupidez? Si habían tenido alguna opción distinta a luchar acababa de esfumarse. 

Belbara no quiso empezar a atacar la primera, confiaba en que el embajador anzano supiese valorar a aquellas criaturas tan bien como había calibrado a los enanos. Sí, con sus pelajes, pezuñas, cornamentas y pupilas rectangulares resultaban mucho más extraños que la enanidad, y también mucho más feos, pero tal vez, a pesar de ser un pueblo guerrero, no tuviesen nada contra ellos directamente. Quizás se habían detenido a comprobar si el peligro les había alcanzado, o incluso a avisarles de que el mismo demonio les pisaba los talones. Claro que lo más probable es que terminasen siendo lo que parecían, unos cabrones de cuidado, pero enfrentarse en batalla a ellos era un suicidio.

Hemos huido de una enorme horda de trasgos para enfrentarnos a manos de un ejército de hombres bestia. Genial, simplemente brillante. Escupió al suelo Malditos elfos, se creen invencibles. ¡Necios!

Mantuvo el hacha en su mano, pues ya asía la empuñadura hacía un rato, cuando estaba decidida a usarla contra Valyëvan, y observó alrededor, si las rocas les permitían crear un efecto de embudo, lo cual podría ayudarles para enfrentarse contra aquel gran número de bestias, aquello no parecía funcionar en aquella ocasión, pues subían por ellas con suma facilidad y ya tenían a tres o cuatro en posición elevada, con clara ventaja sobre ellos.

-Y bien, ¿algún truco o idea? ¿o los quemamos vivos?- Preguntó a Tarkhan en un susurro.

Tal vez tengamos comida para días, la carne de cabra no es nada despreciable... 

Bromeó para sus adentros.

-Esa estúpida vovit nos va a sentenciar a muerte a todos-

—¿Truco? —repitió Tarkhan con una sonrisa de medio lado—. Me temo que es momento de "hacerlos desaparecer" a la manera enana.

Los hombres cabra no se lo pensaron. Nada más ver a aquellos extraños seres ocultos entre las rocas, se decidieron a atacar. Los primeros en recibir la ira de aquellos seres caprinos fueron Marlas y el Embajador. Aquellos híbridos entre un humano y una cabra arremetieron contra ellos mientras balaban de forma grotesca. Los golpes de sus mazas fueron directamente a impactar contra sus objetivos, y dolieron. Ya parecían seres fuertes e imponentes a simple vista, pero sus poderosos golpetazos lo confirmaron.

Thain también sufrió el ataque de otro de aquellos seres. Sin embargo logró esquivarlo con cierta facilidad. Suerte tuvo Yoon-shun, pues aquel ser caprino la tenía más cerca. Su pequeño tamaño no representaba una amenaza y quizás por eso no la tomó con ella. Fuera como fuera el combate estaba servido y lo cierto era que estaban en inferioridad numérica y con pocas probabilidades de salir ilesos.

Aquellos cornudos no iban a dialogar, había quedado claro. Pero Belbara sabía también que no habían posibilidades de vencer. Los enemigos eran muchos, demasiados, y aún si no resultasen grandes guerreros el cansancio terminaría por abordar les haciendo que sucumbir bajo el arma del adversario fuese ganando probabilidades.

-¡Hay que salir de aquí!- gritó a enanos, humanos y semielfos. -¡Todos juntos!- y es que creía firmemente que si no se dividían tendrían más oportunidades de salir de esa.

Belbara murmuró unas palabras mientras gesticulaba con sus manos y finalmente alzaba los brazos arriba.

De pronto un enorme muro de luz se creó de la nada envolviendo a cuatro de aquellos hombres bestia. Belbara no esperaba mucho de aquel conjuro. Al fin y al cabo se trataba de un simple hechizo que podía deslumbrar a sus enemigos y evitar que pudieran ver a través del muro. Nada les impedía traspasarlo ni actuar con cierta normalidad una vez lo hubieran hecho. No obstante, la enana intuía que se trataba de bestias estúpidas y posiblemente supersticiosas, con pocos conocimientos sobre magia. Quizás de aquella forma quedaran desorientados y no se atrevieran a traspasar aquel inofensivo muro... quizás...

Yoon-Shun veía que la amenaza era grande. No confiaba demasiado en las habilidades de Belbara, pero entendía lo que pretendía. La única manera que tenían para salir de aquella, era mediante el control mágico de la situación. Cuantos menos de aquellos seres caprinos tuvieran posibilidades de golpearles, más posible sería huir de aquella situación.

Por ello se concentró y comenzó a recitar las palabras mágicas. - ¡Cetis labentia firmam! - Pronunció las palabras arcanas y mientras realizaba  extraños movimientos con las manos de manos, mientras dejaba caer al suelo unos extraños trozos de lo que parecía ser cecina de cerdo.

Belbara fue testigo de como los hombres bestia que habían quedado en el interior de su muro de luz parecían desconcertados y miraban con respeto aquella extraña opaquidad que les había rodeado. La enana sonrió, parecía que aquello podía mantenerles a raya al menos por un tiempo. Quizás el tiempo necesario para poder escapar. 

Era el momento de Tarkhan. El mago anzano era una persona que se había mostrado muy prudente hasta el momento. No parecía alguien peligroso, pero si que poseía algunos trucos interesantes. Los que habían viajado a su lado lo sabían bien, pues ya les había librado de un problema muy similar en el pasado. Era el momento de que volviera a demostrar su valía.

Tarkhan apretó los dientes cuando recibió el mazazo en el hombro. Sintió el dolor lacerante bajándole por el hombro pero, afortunadamente, no le había partido la había partido la clavícula. Instantáneamente, el mago dio una orden mental y apareció unos metros más allá como por ensalmo. 

Levantó la mano. Dolía, pero tenía la suficiente movilidad para lanzar un hechizo. Extrajo con su mano izquierda unas hojas de col fermentada de su bolsita de conjuros y recitó las palabras de poder de uno de sus conjuros más poderosos: 

—Ast menciptakan halimun, suh pusing.

Los rostros caprinos de los mestizos expresaron de nuevo confusión cuando vieron las densas volutas de vapores verdes y amarillentos que brotaron de las manos abiertas de Tarkhan y formaban una nube ondulante sobre el campamento. En el instante siguiente, los hombres bestia se derrumbaban tosiendo y vomitando entre violentas convulsiones.

—¡Vamos! ¡Huid todos! ¡Yhoon, corre!

El anzano se aseguró de que la niña iba detrás de él antes de echar a correr.

Acción rápida: Tarkhan utiliza tobilleras de desplazamiento (1/2 cargas) para teleportarse a G5.

Acción estándar: Tarkhan lanza nube apestosa (ver mapa)

Acción de movimiento: Tarkhan huye en dirección oeste (saliéndose del mapa por la izquierda evitando pasar cerca del hombre cabra en F2).

El conjuro que el anzano lanzó sobre una zona en la que se encontraban cuatro de aquellos hombres bestia, fue del todo efectiva. Aquellas bestias comenzaron a toser y a vomitar de forma aparatosa. Los cuatro seres acababan de quedar fuera de combate hasta que se recuperaran de aquella indisposición.

Además, los otros hombres bestia afectados por aquel extraño muro permanecieron confundidos en el interior del área afectada. No sabían cuanto iba a durar aquel efecto inesperado, pero de momento había resultado bastante útil. Al final  eran pocos los hombres cabra que quedaban en condiciones de pelear. La magia había surtido efecto y tenían una oportunidad de huir.

Y llegó el turno de actuación de Aenifer. La pícara tenía que elegir entre atacar o bien escapar. Aunque en su camino de huida tenía algunos de aquellos enemigos preparados para asestarle un buen golpe.

Cuando solo pensaba que la sangre iba a correr y realmente me preocupe por aquellos enanos la magia de aquellos dos personajes me dejo sorprendida y cual niña pequeña me quede un instante maravillada por semejante despliegue de habilidad. Ya habia visto magia antes, pero siempre me sorprendia como si fuera algo realmente fuera del alcance de mi entendimiento aunque me maravillaba por igual.

Estaba claro que aquel movimiento solo nos daba un margen de tiempo para escapar aunque dudaba de que sirviese de mucho, pero habia que aprovecharlo y tras silbarle a Valy corri en direccion opuesta al anzano. Habia unos arbustos alli y de seguro podriamos alejarnos, podria esconderme o flanquear para poder hacer uso de mis flechas de una manera mas calmada. Sabia que Valy no iba rechazar una pelea, pero ella no era tonta, quedarse en el medio era estar rodeados y si el anzano se iba al oeste era mejor ir al este. En el peor de los casos separariamos al enemigo y eso era bueno para nosotros.

Mientras avanzaba vi aquella criatura sobre la colina. No me iba a dar oportunidad de esconderme asi que tras detenerme tense mi arco y dispare viendo como la flecha unia la distancia entre ambos. Casi podria jurar que apenas le haria daño.

- ¡Jajajajaja! - Eliferum Anjo comenzó a reír como enloquecido. - ¿Ésto es lo que los dioses me tenían reservado? - Y soltó una nueva carcajada. - ¡Ygg, que gran momento de gloria me has concedido! - Imploró a los cielos. - ¡Yrg, que me lleve a diez por delante antes de que me den una bella muerte! - Y riendo enloquecido cargó contra uno de aquellos seres caprinos.

El manco corrió alejándose de la formación y descargando un poderosos ataque contra uno de aquellos hombres cabra. No se lo vio venir y el golpe le impactó de lleno en un hombre abriendo una herida, aunque por desgracia no fue ni muy profunda ni muy grave.

Para ese entonces, una flecha ya había volado desde el arco de Aenifer, rozando el cuello de otro de sus enemigos y salpicando de sangre el suelo. Acto seguido la pícara se movió alejándose todo lo que pudo del combate. Aquello iba a ser una desbandada...

De pronto Jacrow se concentró el el hombre cabra que tenía justo delante e invocó las fuerzas divinas que albergaba en su interior. No tuvo que hacer nada más que pronunciar una sola palabra y la magia en la que sus dioses le habían imbuido hizo el resto.

- ¡Tenebris! - Gritó y entonces el enemigo que tenía delante, dejó de ver cualquier cosa. Sus ojos se cegaron.

A mi alrededor, todo se volvió un auténtico infierno.

Los hombres cabra iniciaron el ataque con sus mazas, pero no contaban con la magia de aquella barbuda, Belbara, que creó un muro de luz que al menos los desorientó durante un instante, para a continuación recibir otro conjuro y empezar a vomitar como si hubiesen olido un pak'taq. El líder y la niña huyeron aprovechando el desconcierto. Eso me irritó.

En un combate, huir era siempre la última opción, sobre todo cuando había más de los tuyos en liza. Si salía de aquello, se las verían conmigo. 

Mientras elevaba mi hacha para abalanzarme sobre uno de los grupos, vi como Aenifer cargaba el arco y lanzaba una flecha hacia una de las bestias, encontrando un hueco por el que huir. No muy lejos de mí, Eli reía a su peculiar estilo, buscando la muerte honorable atacando a los que estaban en la colina. Jacrow actuó con otro conjuro, creando así una situación ideal para huir o atacar.

El mundo se movía a mi alrededor mientras mis ojos y mi mente analizaban a velocidad hiperlenta todo lo que sucedía, escogiendo un curso de acción. Finalmente, me decidí. Me lancé en furia contra el que había herido Aenifer, lo cual me permitiría, primero ayudar a Eli y después, reunirme con ella más lejos.

Me giré hacia Jacrow y Alex, y les grité para que me siguiese. Yo abriría hueco y así podríamos salir de allí.

-¡Vamos, Jacrow, Alex! ¡Corred detrás de mí!

Thain vio que el hombre cabra que tenía delante estaba en una situación un tanto resbaladiza. Aprovechó entonces para asestarle un fuerte golpetazo con su hacha. El filo del hacha se incrustó en su hombro derecho traspasando armadura, piel, músculo y fracturando la clavícula de aquel ser. Un poco más y le hubiera llegado al corazón matándolo en el acto. La cara y la barba, así como la ropa del capitán de mineros se llenaron de sangre de cabra, para regocijo de éste.

- ¡Jajajaja! - Soltó una risotada. - ¡Hoy cenaremos cabrito a la brasa!

- ¡Plana aperta vosmet! - Alex recitó unas palabras mágicas. Viendo como estaba la situación, él también iba a aportar su granito de arena para que todo el mundo pudiera huir de ahí sin que sus perseguidores pudieran hacer nada por atraparles. 

Tras recitar las palabras arcanas, de pronto una maraña de plantas surgió entorno a una serie de hombres bestia que todavía no habían quedado afectados por ninguno de los anteriores conjuros lanzados. Aquellos hombres cabra no sabían con quien se estaban metiendo...

Alex corrió tras los pasos de Aenifer. No la iba a dejar sola ni mucho menos. Si tenían que correr, lo harían juntos, no había invertido tanto tiempo en volver a encontrarla como para dejarla ahora vagar sola por aquel lugar tan peligroso.
 

Uno de los hombres bestia se desplazó hacia el norte buscando un objetivo al que aplastar con su garrote. Sin embargo, su velocidad estaba muy mermada debido a las plantas que mágicamente habían brotado de la tierra le impedían desplazarse con normalidad. No había andado demasiado cuando resbaló y cayó al suelo de forma avergonzarte.

Otro de los hombres cabra cargó contra Hithai. Esgrimía una maza que portaba en alto y cuando logró impactar contra el anzano, la inercia de su carrera le ayudó para causar un potente impacto.

Marlas esgrimiendo su urgrosh asestó dos golpes. Uno con su hacha y el otro con el pico. Sin embargo, el hombre bestia que tenía enfrente, pudo zafarse de ambos ataques con increíble facilidad.

- ¡Yo cubriré la retirada! - Gritó aquel enano orgullosamente estúpido. - ¡Corred, huid!