Partida Rol por web

En el fragor de la batalla parecia que ibamos ganando. Cuanto tiempo mas podian quedar inmobilizadas aquellas criaturas. No lo sabia. Uno de los guerreros del otro grupo parecia haber caido y para mis adentros esperaba que no fuese grave, desde donde estaba no podia saberlo. 

Mire a Alex tras su aviso y solo un instante me tomo reflexionar. El tenia razon, poco faltaba para que el resto de las cabras saltaran sobre nosotros, teniamos que huir cuando aun era posible y aprovechar la confusion pero una rapida mirada al campo frente de mi era suficiente para llenarme de coraje. Valy acaba de matar al que yo habia herido y los enanos luchaban con una furia vital que daba miedo, irnos en ese momento era balancear la lucha hacia el enemigo y lo que mi corazon no podia permitir abandonar a mi hermana de lucha, ella no se rendiria y yo no podia dejarla alli. 

- Te volviste loco Alex!!!! Si nos vamos ellos mueren! dije con indignacion. 

Y por ellos me referia a todos, tanto nuestro grupo como al Anzano con los enanos. 

Molesta tense mi arco y dispare contra la cabra que luchaba por enfocarse cerca de aquel enano de cabellos rojos (Belbara) Era facil apuntar, ya que la flecha pasaria por sobre la cabeza del enano para llegar al objetivo. Al ver la flecha vuelo dude de que fuera a darle, asi que decidi correr hacia el enano, si lograba ponerme detras de la cabra podrias flanquearlo, hariamos mas daño y si algo salia mal Alex deberia estar tras de mi. Al menos eso esperaba.

Porque no dispare hacia donde estaba Valy, simple, confiaba en sus habilidades y sabia que ella podia sola, aquel enano de pelo rojo no tanto.

Eliferum lanzó un ataque contra el hombre bestia que seguía impidiéndoles el paso a él y a Valyëvan. Por desgracia, en esta ocasión el ataque erró. El bárbaro no se las veía todas consigo. Hasta ahora, los extraños sortilegios que habían lanzado sus compañeros y enemigos no caprinos, había mantenido a raya a aquellas bestias, sin embargo, su efecto no iba a ser eterno y tarde o temprano los cornudos acabarían por rodearles de nuevo y en esa ocasión ya sería muy difícil escapar con vida.

- ¡Valyëvan, creo que debemos huir ahora que podemos! - Le sugirió. - ¡Hacerlo más tarde será imposible! ¡Aunque si quieres morir aquí...! - Soltó una risotada. - ¡...yo me apunto!

La flecha que acababa de lanzar Aenifer, pasó rozando el casco que portaba Belbara en combate. Sin embargo, también pasó unos pocos centímetros por encima del hombre bestia que seguía escupiendo bilis y que aún permanecería así unos segundos más cuanto mínimo. Pero también era evidente que en cuanto se les pasara aquel efecto, cuatro hombres bestia más se sumarían a la ofensiva y difícilmente saldrían bien parados de aquella.

Fue también entonces cuando Jacrow comenzó a retirarse, pero en su retirada se encaró con otro de los hombres bestia. Concretamente el mismo contra el que estaban peleando Valyëvan y Eliferum. Aprovechando la ceguera del enemigo contra el que estaba luchando hasta hacia unos instantes, realizó un amplio rodeo para salirle a la espalda aquella bestia y lanzarle un golpe desde aquella ventajosa posición. Algo salió mal, pues el cabrón se dio la vuelta antes de recibir el hachazo y pudo esquivarlo, aunque no sin llevarse una pequeña magulladura de recuerdo.

- ¡Matalo Valyëvan! - Le gritó. - ¡Mátalo y huyamos!

La palabra huir estaba ya en boca de todos. Al oírla en los labios de Eli, asentí. Esa breve distracción me hizo perder el primer golpe, pero no el segundo, que lancé con todas mis fuerzas.

Por desgracia, aquella criatura, aquella cabra, hombre, o demonio salido de entre las rocas, iba a tardar en caer.

-Huid vosotros! ¡Necesitáis a alguien que os cubra la retirada! ¡Os seguiré en cuanto pueda! -les grité. No quería morir hoy, pero de ninguna manera iba a permitir que lo hicieran los demás pudiendo evitarlo.

De reojo, mientras continuaba la lucha, vi a Aenifer que se había detenido para ayudar con sus flechas. Había sido más inteligente que yo al escapar, pero también había regresado a por los demás. Era una buena amiga. 

Apreté los dientes, casi tanto como los dedos en la empuñadura de mi arma, y continué lanzando ataque tras ataque, intentando hacer retroceder al bastardo.

Thain se sabía muerto. Sus fuerzas escaseaban y sólo le quedaba la opción de lanzar un último ataque y caer rendido o tratar de huir y ser avasallado por la espalda. Evidentemente, el jefe de mineros eligió la opción lógica, morir matando. 

El pelirrojo alzó su hacha sobre su cabeza. La blandía con ambas manos y su rostro era la viva imagen de la furia que llevaba dentro. Sin pensárselo mucho más, lanzó un golpe contra una de las bestias. Sin embargo, no tuvo suerte. El hacha golpeó contra el suelo y acto seguido Thain se desplomó inconsciente.

Alex chasqueó la lengua al ver que Aenifer no iba a salir de allí ahora que tenían la oportunidad. También tenía claro que Valyëvan no iba a marcharse fácilmente del lugar, con lo que sólo le quedaba una opción. Allanar el camino a la bárbara para que pudieran salir todos por patas, lo que era sin duda alguna, lo que deberían haber hecho desde un buen primer momento.

Sin más, armado con su espada larga, Alex cargó de nuevo hacia el campo de batalla, esta vez en dirección opuesta a la de Aenifer y arremetió contra el hombre bestia contra el que estaban peleando Valyëvan, Jacrow y Eiferum. En cuanto acabaran con él, podrían largarse. Al menos eso esperaba.

El ataque del explorador cogió por sorpresa a aquella bestia. Sintió como el filo de Alex penetraba en su piel y le hizo girar toda la atención hacia él. Se veía en un momento rodeado, seguir peleando era sin duda un suicidio para él, pero igual aquella ser caprino no lo veía de igual forma y seguía luchando hasta la muerte.

- ¡Valyëvan, debemos irnos! - Le exigió. - ¡De lo contrario Aeny tampoco se moverá de tu lado y moriremos todos!

Dos de los hombres bestia que habían logrado desembarzarse de sus diferentes afecciones mágicas, arremetieron contra el explorador enano. En las circunstancias físicas en las que se encontraba, difícilmente podría sobrevivir a aquello, pero escapar tampoco era una opción, así que se mantuvo firme.

Un garrotazo voló cerca de su cabeza y luego un hachazo a punto estuvo de cercenarle un brazo. No obstante, pudo retirarlo justo a tiempo antes de que se lo amputaran. Había sobrevivido a aquella embestida, pero seguía estando rodeado cada vez por más de aquellos extraños monstruos a los que los enanos de Karak-Belgarosh, conocían como demonios.

Entonces reaccionó. Insistió en acabar con el mismo hombre cabra contra el que ya había estado goleando. Primero el hacha se incrustó en en torso de la criatura y luego el pico entre sus costillas. Esa sería posiblemente la última factura que Marlas le pasaría a alguien en su existencia. 

Finalmente, uno de los hombres cabra que permanecía aturdido por el hedor de la nube mágica que Tarkhan había lanzado contra él, dejó atrás su indisposición y cargó con furia contra Aenifer. El golpe fue muy duro y la joven pícara, a punto estuvo de perder el equilibrio y caer de espaldas, pero finalmente se repuso. Ahora tenía un grave problema, pues no esperaba tener que combatir cara a cara con aquella bestia y quizás hubiera resultado más inteligente salir de ahí por patas cuando tuvo su oportunidad.

Mientras todo eso pasaba. Uno de los hombres cabra que se encontraba rodeando el cuerpo inconsciente de Thain, se agachó junto a él y sin más sacó un cuchillo afilado y agarrando del pelo al enano, le rebanó el cuello. Así fue la muerte de Thain, capitán del cuerpo de Mineros de Karak-Belgarosh. Una muerte deshonrosa, por la forma, pero no por su actitud ante el combate, que fue en todo momento digna de su linaje. Pero al fin y al cabo, ese había sido su final. Un triste final alejado de los suyos y de su patria.

El hombre bestia que había sido rodeado por Valyëvan, Jacrow, Eliferum y Alex se vio muy estrecho y simplemente escogió el camino más rápido para salir de ahí y conservar la vida. Eso les dejaba el terreno libre para correr hacia el este y dejar atrás a aquella manda de seres infernales con aspecto caprino. Pero quedaba Marlas...

Y fue entonces cuando el explorador enano, tras librarse de nuevo de un ataque de uno de aquellos eres, agotó su suerte recibiendo un impacto directo en el rostro que hizo estallar su cara en una lluvia de sangre y dientes. Marlas se derrumbó en el suelo, había caído como un héroe. De igual manera que lo hizo Thain momentos antes y el anzano Hithai unos pocos segundos atrás. 

A Belbara no le gustaba nada todo lo que estaba sucediendo. El olor a sangre la enfurecía, porque sabía que en su gran mayoría era sangre de sus hermanos. Aquellos hombres bestia merecían la más cruel de las muertes, porque ni tan siquiera le parecían buenos guerreros, no eran adversarios dignos de respeto. Su forma de luchar era brutal, simplemente disponían de una fuerza abrumadora, habían derrotado a varios enanos, al joven anzano y tal vez también a alguno de los vovits, pero el comportamiento de aquellos cornudos del diablo era sucio y rastrero. No tenían honor, siquiera creía que luchasen por otra causa que el mero hecho de matar. Ese debía ser su motivo final, matar cuanto pudiesen y reducirles a polvo, sin importar nada más. Eran animales, descerebrados, peludos, feos y apestosos.

La clériga de Brook aferró con fuerza su hacha, la cual Lucía varias runas que le daban un aspecto más sagrado del que realmente parecía merecer su arma, pero no para Belbara. El hacha era el arma predilecta de su dios, y con aquellas runas de su fé consagraria a Brook la sangre cabrona que derramaría.

Allí estaba la tosca bestia tratando de acabar con la vida de la grácil semielfa. A los elfos se les daba bien bailar, pero de nada servía si te sorprendían por la espalda.

Maldita sea.

Le daba rabia ayudar a alguien que descendía de aquellos traidores de orejas picudas, pero no era estúpida, y ahora mismo el enemigo era aquel hombre cabra. Habría podido pasar de largo, abandonando a su suerte y habilidades a la espigada Aenifer, pero sentía rabia por las pérdidas, deseaba partir en dos a aquel hombre cabra.

Al menos la mitad de su sangre es humana. Quien sabe, tal vez tenga algo que salvar, aunque su piel no sea dorada"

Belbara tenía algunas cosas muy claras. No tenían por qué ser una verdad universal, eran simplemente la verdad de esta enana tozuda como una mula.

Alzó su brazo y descargó su hacha contra el hombre bestia, sin emitir grito alguno, apretando los dientes y con la furia marcada en su rostro, pero mejor en silencio, no era necesario avisarle de que el filo de Brook descendía desde el mismísimo cielo para asestarle un golpe mortal.

Estaban perdiendo el tiempo. Thain, Hithai y Marlas habían caído para nada. No se habían retirado ninguno de ellos salvo los dos anzanos, Tarkhan y Yoon-shun. Ese era la vía inteligente. Sacrificar a unos pocos, que por otra parte iban a caer igualmente, y el resto tratar de salir por patas de aquel lugar. Pero no lo habían hecho y una vez había caído la primera línea de defensa, los hombres bestia habían cogido de nuevo posiciones y presentaban una amenaza todavía mayor, pues los efectos de los conjuros empezaban a pasarse.

Uno de los hombres bestia se acercó a Eliferum y le asestó un duro golpe, que el manco no pudo esquivar de forma alguna. Otro de los hombres cabra cargó contra Jacrow. Por suerte, aquel extraño vovit si logró esquivar la embestida. No obstante, las cosas se ponían feas de verdad. Si no empezaban a correr a la de ya, se presagiaba una matanza. Pero... ¿les permitiría su honor enano o de vovit retirarse de un combate? Esa era una buena pregunta...

Estaba cara a cara con aquellos cornudos y aquel enano de barba roja que peleaba con furia desenfranada podia ser formidable pero ni el ni yo eramos suficientes para esto. Aquellas bestias pronto dejarian de estar atontadas y caerian mas de los nuestros. No podia sentirme responsable por ellos pero aun podia salvar a aquel enano.

Tense mi arco y dispare nuevamente sabiendo que el tiempo se acababa y tal vez nuestra suerte.

- Tenemos que salir de aqui, le grite al enano de barba roja.

Apenas me miro le señale hacia el norte. Yo no era cobarde pero teniamos que tomar el control de la batalla y la unica forma era tener alguna ventaja sobre el terreno o huir para un mejor momento. Alex apoyaba al resto y era el momento de reagruparnos.

Espere por la reaccion del enano antes de dejarle solo.

Eliferum golpeó con furia sobre el hombre bestia que tenía frente a él. El golpe impactó directamente sobre su objetivo abriendo un tajo con muy mala pinta en su costado. Sin embargo, sería insuficiente como para tumbarle. El vovit miró un momento a su espalda. Vio entonces que la mayor parte de sus compañeros seguían peleando. Toda la ventaja que habían ganado para tratar de alguna forma de que la mayor parte de ellos escapara, se estaba yendo al garete.

- ¡Pero que mierdas hacéis! - Gritó terriblemente enfadado. - ¡Salid corriendo ya! ¡Yo viene a morir a este lugar, pero vosotros no! ¡No hagáis que muera en vano o sino os perseguiré en el otro mundo hasta mandaros al carajo!

Jacrow escuchó atentamente las palabras de aquel hombre valiente. Miró un momento a los ojos de éste y asintió con la cabeza. Acto seguido siguió sus indicaciones a la perfección. Jacrow comenzó a correr alejándose del combate y sin mirar atrás. Sin embargo, en su carrera, al pasar junto a Valyëvan y luego junto a Alex, les invitó a seguir sus pasos.

- ¡Vamos! - Le dijo a Valyëvan. - ¡Que el sacrificio de Eli no sea en vano!

- ¡Corre idiota! - Fue menos elegante con Alex. - ¡Corre por lo que más quieras!

Jacrow huyó. Mientras todos se batían en retirada, los hombres-cabra se iban reorganizando y estaban acabando con todos, uno por uno, pero cuando me disponía a salir de allí, vi que que Eli no solo se había quedado aislado sino que estaba haciendo de parapeto para el resto de nosotros.

Las palabras de Jacrow sobre el sacrificio y todo lo demás me importaban un pimiento. Él buscaba su muerte en combate... y yo no iba a dejarlo solo. O nos salvábamos los dos, o ninguno, y a la porra todo lo demás.

La vida era algo por lo que pasábamos casi sin darnos cuenta. Apenas dejábamos una ínfima huella en la tierra por la cual caminábamos, en la forma de historias, suspiros o corazones rotos, y no tenía tiempo de preocuparme por vivir cuando era la muerte quien venía a buscarme.

Si me quería, allí me tendría.

Así que me quité con furia el brazo de Jacrow y me lancé, con todo, a por el trasgo que iba a atacar a Eli. 

-¡MUERTEEEEE VEN POR MIIII! -exclamé, en un atrevido grito de furia como jamás había hecho