Partida Rol por web

Solo una petición. Por favor, agranda también mi ropa -le dije, temiéndome convertirme en todo un espectáculo, y aunque mi desnudez era ya algo cotidiano en el campo de batalla y entre guerreros, no me gustaba ser el centro de atención.

Estar sin botas era una cosa. No tener ropa y mostrar mis curvas en tamaño extra grande, algo muy diferente.

-Aparte de eso, hazlo cuando quieras.

Tarkhan miró a Valyëvan de hito en hito. ¿Hablaba en serio?

—No, no puedo agrandar tu ropa. No es así como funciona el conjuro —reveló el maestro de lo arcano—. Si no quieres que se haga pedazos al agrandarte tendrás que desnudarte.

No lo pudo aguantar más y soltó una risotada.

—¡Por supuesto que agrandaré también tus posesiones, Valyëvan! Incluso tu arma se hará más grande. Es un conjuro muy útil para el combate, no sólo para situaciones como esta.

Pues tendrá que funcionar, mago, si no quieres que tome medidas. No voy a desnudarme ni tampoco voy a dejar que me agrandes desnuda. Simplemente, no me gusta. Así que tú verás lo que haces. O te esfuerzas más, o tendremos que subir, o bien agrandas a cualquier otro, a mí eso me da lo mismo.

La incoherencia del conjuro me había molestado y ahora lo veía un poco diferente a como antes. Si había que escalar... escalaríamos.

No voy a transformarme en un objeto de curiosidad.

Entonces me di cuenta de que estaba bromeando. Enfurruñada, le miré irritada, con él y conmigo misma.

Está bien entonces. Empieza cuando quieras.

«¿Un objeto de curiosidad?» rió Tarkhan para sus adentros. «Curiosidad no es la palabra que yo utilizaría.»

El Gato Sonriente no hizo esa broma en voz alta, tras ver el gesto enfurruscado de la vovit, de modo que, tras asegurarse de que todo el mundo (exceptuando Valyëvan) estuviera atado con la cuerda, lanzó el conjuro de agrandar persona. 

—Allá vamos.

Lo dicho, lanzo Agrandar Persona sobre Valy.
 

Valyëvan creció de forma desmesurada y rápida. Fue una sensación un tanto extraña. Pasó a tener otro punto de visión en un instante y sus compañeros se tornaron enanos en un momento. Antes de decir nada o hacer nada, comprobó su ropa. Aquel mago anzano no había mentido. Su ropa también había aumentado de tamaño, así como todo lo que portaba consigo, incluidas las botas del amarillo, que ahora llevaba en sus pies.

Sin pensárselo demasiado, agarró a sus cuatro compañeros y uno a uno los fue subiendo a lo alto de la roca. Descender no iba a ser difícil y lo consiguieron momentos después sin demasiada dificultad. Una vez hecho aquello, siguió las indicaciones de Tarkhan para teleportarse al otro lado de la roca. Funcionó a la perfección y en un abrir y cerrar de ojos, se encontraba de nuevo junto a sus compañeros.

Su cuerpo había experimentado varios cambios en unos momentos. La magia era una fuerza poderosa que podía alterar la realidad y romper las leyes físicas a su antojo. Por ello era también un arma peligrosa en malas manos.  Valyëvan nunca comprendería los pormenores de aquella poderosa energía que transformaba la realidad. Ella no estaba hecha para ese tipo de cosas. Lo suyo era mucho más sencillo de entender, pura física. Fuerza, peso velocidad y una hoja afilada también podían modificar el cuerpo de cualquiera, partiéndolo en varios trozos.

Fuera como fuera, una vez del otro lado de la roca caída, prosiguieron su camino. Ya empezaba a anochecer y el viento que soplaba en lo alto de la montaña era cada vez más violento. No venía solo, sino que lo hacía acompañado de un frío desolador y había empezado a chispear. Una tormenta en ese lugar podía resultar muy peligrosa para ellos, pues de romper con fuerza, el terreno se volvería resbaladizo y podrían acabar cayendo por el acantilado.

Por suerte, la cima estaba ya muy cerca y antes de que empezara a llover con mayor intensidad, lograron llegar arriba del todo. Se descubrió ante ellos lo que parecía ser una atalaya. Una torre de piedra construida a tenor de su estado de conservación, hace mucho tiempo, se elevaba algunos metros sobre el nivel de la montaña convirtiéndose en un lugar de vigilancia perfecto de todo el valle. Tenía un portón frontal, cuya puerta de madera estaba parcialmente destruida por el paso del tiempo y caída sobre el suelo, semienterrada por la nieve. Una escalera exterior, sin barandilla y de apariencia peligrosa, pues no era más que algunas piedras que sobresalían de la misma torre, circunvalaba la torre hasta su parte superior. 

Ser agrandada fue una experiencia desagradable. De repente, todo pasó a estar a una gran distancia de su mirada y también a un muy pequeño tamaño, tanto que fue inevitable que pensara en lo poderosa que me había transformado. Pero fue solo una fracción de segundo lo que duró aquella idea. Como guerrera, valoraba tanto la fuerza como el honor, y no había honor en la victoria segura, sino en la derrota cambiante.

Cogí a mis compañeros con sumo cuidado para subirlos a la montaña, tal y como habíamos quedado, y una vez realizado, el mago me devolvió a mi tamaño normal. Todo estuvo mejor entonces.

-Ha sido... interesante -le dije únicamente, cuando me hube teletransportado con ellos.

Una vez superado nuestro obstáculo, proseguimos nuestro camino y llegamos a lo que parecía ser una estructura de vigilancia, antigua, semi-derruida, pero perfectamente válida todavía, por la que se podía ascender utilizando lo que antaño habría sido una escalera y que en aquellos instantes era todo un reto.

-Desde luego, hay que tener valor para subir por ahí, pero llegados a este punto, no es eso lo que debe faltarnos, y sería interesante ver desde lo alto todo lo que nos espera delante... y lo que dejamos atrás.

Mientras estábamos allí, empecé a oler una sustancia extraña en el ambiente, algo que ya había olido antes, aunque muy pocas veces.

-Huelo a cloro. No sé qué diantres significará, pero eso es lo que me parece -dije en voz alta, esperando que alguien lograse entenderlo.

Tarkhan retrocedió unos cuantos pasos.

—Eh... la única criatura que conozco que huele a cloro es verde, tiene escamas, alas, lanza una nube de gas tóxico y no nos gustaría encontrárnosla ahí dentro. 

No podia mas que sorprenderme por el alcance de la magia de aquel hombre, incluso no me hubiese importando desnudarme yo solo por vivir aquella experiencia que seguro agrandaria mi existencia.

Pero fue maravilloso ver crecer a mi amiga aquien hice un saludo despues de sentirme pequeña frente a ella. Ahora entendia porque los enanos eran tan mal humorados teniendo que ver a todos hacia arriba.

Llegar hasta alli tampoco habia sido sencillo. La preocupacion estaba reinante entre todos despues de ver rastros de fogatas y otros restos que gente descuidada dejaria por la montaña. Lo peor era pensar que no fuesen gente... trasgos lo mas seguro.

Pero que interes podian tener ellos en aquellas ruinas?

Sin duda Belbara no habia contado todo pero no importaba, ya no estabamos alli por reliquias, oro o fortuna, y llegar a las ruinas antes de anochecer nos podia dar un lugar con techo donde descansar aunque no me importaba usar la cuerda de nuevo. Tal vez Valy no iba a caber siendo de ese tamaño. Aquella idea me perturbo un poco, si podia aumentar de tamaño tal vez tambien aumentaba su terquedad. Una pasada.

En todo caso Valy podia ver alrededor mejor que nosotros y asi se lo pedi antes de subirme y estar pendiente de que Yoon no tuviese problemas.

- Cloro? Aqui? Dije distraida.

No tenia sentido oler cloro hasta que el mago hizo aquel comentario. Sin duda desconocia muchas cosas que el si, nunca habia escuchado una criatura que escupiera cloro y no queria averiguarlo ahora.

- Tal vez debamos apurar nuestro ascenso, la fortaleza puede ser un buen lugar para descansar y estar seguros.

A menos que el olor viniese de alli.

Hice una mueca al pensar en aquello.

La semielfa pelirroja creció una barbaridad, era monstruosamente gigante, pero por suerte estaba de su lado, al menos por ahora.

Belbara se sintió insignificante cuando la alzó a la roca con suma facilidad, pero contuvo su orgullo y trató de demostrar su valía al descolgarse de la roca. Los enanos estaban familiarizados con las paredes de piedra, algunos eran verdaderos expertos en la escalada, pero Belbara no era minera, ni constructora... así que su pericia en eso dejaba un poco que desear. Bajó de la roca con su pesada armadura, la que producía más ruido al chocar contra la roca que las del resto de compañeros, y un par de movimientos, en su intento de parecer ágil, la dejaron en una posición un tanto ridícula. Iba refunfuñando en voz baja, y de nuevo de pie, junto al resto, los miró severamente, lista para responder a cualquier mofa con su mal genio.

Continuaron ascendiendo por la montaña, y de nuevo el viento intenso y helador caía sobre ellos. Belbara se arrebujaba en sus ropas, había solución para eso, pero mejor era aguardar para cubrir al más débil.

Seguro Valyëvan, va casi desnuda

Pero lograron llegar a la cumbre. Allí una triste torre vigía les esperaba, pero Belbara temía que poco cobijo podría darles. Y entonces se dijo lo del cloro. Sabia bien a que se refería el mago, no había visto ninguno en persona pero sí los había encontrado en libros.

-Maldita sea- farfulló mientras buscaba con la mirada restos que pudiesen reflejar que habian sido recubiertos de ácido. Tal vez así pudiesen intuir por donde se movía aquella bestia y con cuánta frecuencia.

La pícara del grupo no pudo evitar ir acercándose poco a poco hacia el torreón. La puerta del mismo le llamaba portentosamente la atención. Mientras el resto debatía acerca del posible origen de aquel extraño olor a cloro, el cual estaba bastante bien localizado gracias a la sabiduría arcana de Tarkhan y confirmado con aquel "maldita sea", formulado por la enana, Aneifer simplemente hizo lo que mejor se le daba, pasar desapercibida.

Fue algo instintivo, pero en un abrir y cerrar de ojos se encontraba frente a la puerta del torreón olisqueando lo que podría encontrar del otro lado. Fue tan rápida que incluso a Valyëvan se le escapó del control al que solía tenerla sometida y por un instante la perdió de vista. No fue hasta que la joven vovit se encontró en el interior del torreón, cuando el resto se percató de su ausencia.

La puerta estaba entreabierta, por lo que Aenifer tan solo tuvo que empujarla levemente para pasar del otro lado. Lo hizo de forma sigilosa y aunque las bisagras de la misma estaban oxidadas, no chirriaron. Una vez dentro observó que se encontraba en un espacio bastante diáfano. Unas escaleras de caracol ascendían hacia el piso superior, aunque éste estaba parcialmente derrumbado y había escombros amontonados en los extremos de la planta baja. En el suelo observó ramas, paja y huesos. Muchos huesos. Así como restos de armaduras, espadas y trozos de tela raídos. 

- ¿Dónde se ha metido Aenifer? - Preguntó una preocupada Yoon-Shun. 

El anzano, la enana y la bárbara miraron a su alrededor y acto seguido se miraron los unos a los otros. No había ni rastro de su compañera de viaje. ¿Dónde se había metido? Era algo difícil de decir. ¿Se habría caído por el acantilado? En ese caso habría chillado. ¿Se la habría llevado un dragón verde? No podía ser lo habrían visto. ¿Entonces dónde estaba? La puerta del torreón ahora estaba abierta.

Pánico. Eso fue lo que sentí al oír y comprobar por mí misma que Aenifer no estaba con nosotros. Si algo le ocurría a ella, si la perdía, todo aquel viaje sí que habría sido un completo fracaso. No podría soportar vivir sin también fallaba en lo único por lo cual me encontraba allí, que era cuidar de ella. Jamás me lo perdonaría.

¡Pero qué... ! ¡AENIFEEEEER! -grité, una vez y después varias más, girando sobre mí misma y mirando a todas partes.

Cuando vimos que la puerta del torreón estaban abiertas, saqué mi arma y me lance a toda velocidad hacia ella, olvidándome del sigilo y de cualquier cosa que no fuera encontrarla.

¡AAAAAAAAAH!

Esperaba mi grito de guerra, aunque era sobre todo un grito de terror por mi parte, resonara por todas partes y me ayudase a encontrarla.

Una vez en el interior del torreón y tras varios segundos allí escuchas claramente como Valyëvan empieza a gritar y oyes pasos de alguien que se acerca a la carrera hacia la entrada que acabas de franquear.

- ¡Pero qué... ! ¡AENIFEEEEER! - Grita tu amiga. - ¡AAAAAAAAAH!

Aquellas ruinas eran enigmaticas y llenas de una belleza en si misma aunque derruidas y llenas de escombros, restos de huesos y demas, no por ello perdia solemnidad, y asi absorta en mi curiosidad innata me adentre en el torreon sin darme cuenta que dejaba atras a mis compañeros.

La llamada de Valy al final, me hizo regresar para saber que habia pasado. Era poco probable que ella sola se metiera en problemas asi que tal vez habia pasado algo que fuese mi culpa y eso me dejo un mal presentimiento.

- Valy, aqui estoy!!! Y regrese a por ella.

- ¡¡¡Valy, aqui estoy!!! - Se escuchó la voz de Aenifer y salió del interior del torreón.

Tarkhan se tensó como la cuerda de un arco. Su mirada se elevó de Aenifer a los cielos, como si se temiera ver remontar al dragón de un momento, y es que el hecho de que la vovit gritara sólo podía significar dos cosas: que la fortaleza estuviera vacía... o que la habían descubierto.

Elijo 10 en percepción para un total de 13.