Partida Rol por web

Era un día como cualquier otro. Aquella nave casi se podía decir que se pilotaba sola. Aunque de no ser por la buena de la capitana, sin duda ya se habrían estrellado hacía mucho, mucho tiempo. La tripulación era realmente curiosa. Un enano mago con armadura. Un gnomo que se creía enano y que estaba muerto, pero no. Un mediano bardo que pasaba más tiempo dentro de un barril que entonando melodías y la capitana, una sensual enana barbuda, pelirroja y de ojos verdes, como solían gustarla a cierto caballero de nombre Alexander.

- ...De hecho en mi culto, había un gnomo que se creía enano. - Confirmó Misty. - Nosotros defendíamos su derecho a ser enano, aunque fuese un gnomo.

¿Qué era un gnomo? Muchos defendían que aquellos extraños personajillos que no eran elfos por su altura, ni enanos por su complexión y que tampoco eran hobbits por su... bueno... definitivamente no eran hobbits, pero que si que eran especialmente hábiles con ciertos trastos mecánicos y otros cachibaches si, esos insufribles cabezones con ciertas habilidades sortílegas, ellos, aquellos tipos raros venidos de otro lugar muy muy lejano eran los gnomos.

- Aunque todo el mundo sabe que los gnomos no tienen matriz... - Tathorn era un enano muy agudo. 

Muy agudo y muy tocapelotas. Su humor no siempre era entendido por todos. De hecho, un muerto no solía tener demasiado sentido del humor. Estar muerto no era algo para tomarse a risa y eso bien lo sabía Jilp Ollas. Si, su nombre tampoco era algo muy afortunado. Lo cierto es que tuvo bastantes problemas de integración en la escuela de ingenieros. Pero esos problemas eran más cosa de los vivos que de los muertos.

- ¡Malditos burócratas discriminadores, sólo porque soy mas pequeño, mas menudo, no tengo barba y me gusten las enanas no quiere decir que no sea enano! - Respondió iracundo el gnomo no-muerto.

- ¡Ahí le has dado... Si te gustasen los enanos sería más creíble! - Una voz en off resonó en la cabeza de Jilip. A veces le pasaba, sobre todo desde que murió.

Ser un enano dentro del cuerpo de un gnomo muerto, no era algo que alguien pudiera asumir con facilidad. ¿Quién no se ha sentido alguna vez disconforme o insatisfecho con alguna parte de su cuerpo? ¿Quien no ha sentido ese deseo de erradicar por completo algún complejo que le atormenta desde muy temprana edad? Mucha gente desconocía en aquella época y en aquel lugar el verdadero sufrimiento de las personas transraza. La lucha entre la raza con la que uno había nacido y con la que realmente se sentía identificado, marcaba sin duda alguna un antes y un después en su vida.

- ¡Y tú, aparta tus pezuñas de esos engranajes, vamos vamos vamos, fuera de la sala de máquinas! - Regañó al bueno de Tathtorn, al que algunos llamaban simplemente Tato.

Tathtorn tenía una manía. No podía evitar tener que descargar su vejiga cada pocas horas. Se trataba de un enano viejo hasta para los cánones enanos. Sin duda alguna, sus kilos y kilos de mala hostia, venían motivados por sus muchas malas experiencias vividas durante su amarga vida en Karak-Belgarosh. Pese a ser un destacado mago de la reputada escuela del famoso mago Tarkhan el Amarillo, nunca alcanzó un cargo de relevancia dentro de la orden. Eso fue lo que finalmente, tras más de cuatro siglos de vida, le catapultó a aceptar un puesto en aquella extraña aeronave voladora.

- Ay ay Guideon ay... - Canturreaba una dulce melodía. 

Se trataba de una melodía que hablaba sobre quien fue un gran Emperador en otro mundo. Historias de niños, cuentos para los muchachos. Un Emperador de los pies a la cabeza y con una gran lanza que era símbolo de su poder y a la vez de su virilidad. La historia decía de él que hasta tres de sus hijos murieron en sus campañas y que su mujer, una chica pelirroja, era más fogosa que el mismo fuego.

- ¡Oye, hazme el favor de recoger mi brazo del suelo y alcánzame el pegamento! - Le gritó Jilip a Tathtorn.

¿Siempre se hablaban así? La respuesta era obvia. No siempre. A veces se hablaban mucho peor y en ocasiones las palabras eran como cuchillas, pero sin el "como", pues volaban hachazos de aquí para allá. Y así fue como Jilip perdió uno de sus brazos la primera vez. El derecho era especialmente molesto. El pegamento no podía hacer milagros y en ocasiones se le caía sin más. Esa era una de esas ocasiones.

- ¡Oops! ¿Ese era tu brazo? Se lo di de comer al mediano. - Sonrió pon picardía ante la broma que acababa de formular.

Porque evidentemente Jilip Ollas pensó que lo decía en tono de broma. Nadie era tan idiota como para joder así al ingeniero de la nave en la que sobrevolaban Gea. ¿Qué harían si se averiaba el motor, el tetanobium necesitaba estabilizarse o algún engranaje se salía de sitio? Desde luego con un brazo menos, Jilip Ollas podría hacer más bien poco.

- Lo siento, no como brazos. - Dijo el mediano que salió del barril donde pasaba gran parte de si tiempo.

Filbert no solía meterse en medio de las discusiones entre Jilip y Tathtorn. De hacerlo, sabía que acabaría mal parado, pero en aquella ocasión, había sido el enano de la barba blanca y la mala hostia, quien le había involucrado sin él quererlo. Lenguaguda portaba un brazo podrido de gnomo en la mano. Su cara era de pocos amigos. Mientras componía, no le gustaba que le lanzaran trozos de alguien. Era algo que al menos en su país natal, era de muy mala educación. Aunque conociendo las costumbres de Karak-Belgarosh... nada le extrañaba.

-  No sé lo que comen los medianos. - Intervino entonces el enano. - ¿Pienso de gato?

Sí, a Tathtotn le iba la marcha. Parecía que discutir con sus amigo era lo que más le gustaba en la vida. Lo cierto era que a un enano con problemas de próstata, pocos otros placeres le quedaban y la cerveza no abundaba en las alturas. El único barrila repleto hasta arriba, en vez de contener ese mágico y sagrado líquido alcohólico, contenía un estúpido mediano.

- ¡Ya le habías dado de comer mi salchicha, el brazo lo necesito imbécil, recupéralo! - Le recriminó furibundo el no-muerto.

Si, algunas horas atrás Tathtorn lanzó la salchicha de Ollas al barril de Filbert. Un acto mezquino y sin escrúpulos sin duda alguna, pero muy divertido en algunos ambientes donde el humor negro era bien apreciado por la gente que los frecuentaba. ¿Qué hizo el mediano con dicho elemento alargado y pellejudo? Sin duda alguna, ningún lector quisiera saber tal cosa, por lo que no será aquí escrita.

Aquello no le gustó ni un pelo de barba enana al bueno de Tathtorn. No solía recibir insultos. Menos de un maldito gno muerto que se creía enano. ¡Nunca llegaría a la suela de los zapatos del enanos menos varonil de todos los tiempos! ¿Se atrevía a llamarle imbécil? ¡Aquella afrenta no podía quedar en aguas de borraja. Abrió el visor de su yelmo, el cual chirrió de forma desagradable y mostró su aún más desagradable rostro enfadado.

- Perdona... ¿Qué me has llamado? - Preguntó aún sabiendo perfectamente lo que le habían llamado y a la vez que levantaba  la visera de su yelmo.

Jilip miró con desdén a ese cabeza de pacotilla. Sabía bien que cuando se levantaba la visera del yelmo es que las cosas se ponían serias. Fue entonces cuando empezó a sentir como que algo le forzaba a alejarse del enano calvo y barrigudo. Era una especie de... animadversión. ¿Le estaba expulsando? ¡Joder si, la estaba expulsando!

- Mira tu, la armadura tiene cara. Te llamé imbécil, es lo que dicen las runas que tienes encima si las lees en el orden adecuado. - Señaló las runas en orden aleatorio. - ¿No es tu nombre? - Con aquello se intento... ¿Excusar?

Fuera como fuera, el poder que emanaba del clérigo cuando agarraba su símbolo sagrado y gracias al poder divino que le confería su dios patrón, comenzaba a arrinconar al gno muerto contra la borda del barco. Julip retrocedía sin saber muy bien que era lo que le hacía retroceder.

- Claro, la capitana se va a comer y todos se meten con el enano más pequeño del barco. - Tocó laa borda con la espalda- ¡Anda, tírame y veremos cuanto tiempo puedes mantener a la la nave en el aire... Imbécil!

Y entonces cayó por la borda.

Una dulce melodía comenzó a salir del interior del barril donde reposaba el mediano.

¡Ohh lucha de titanes! 

¿Quién se proclamará vencedor

en esta batalla por el amor

del apuesto mediano?

Y asomó la cabeza desde el interior del barril, mientras tocaba el laúd con soltura y observaba con estupor como el gno muerto Jilip de la familia Ollas, caía por la borda del barco volador gnomo.

- ¡Yo! - Dijo con una sonrisa en lo labios, la cual no se vio, pues su larga y espesa barba enana la tapaba. 

Él era el ganador de aquel duelo del que hablaba la melodía del bardo. Entonces encontró una galleta dura y reseca. Una galleta que perteneció al perro del Tathtorn y que bueno, quizás le gustase al cantarín compañero del barril.

- ¡Ven aquí, chico! - Y le ofreció la galleta. Pues seguía sin saber que carajo comía un mediano.

- ¡Oh, disculpas pero no como eso! - Respondió Filbert a la oferta.

Fue entonces cuando miró por la borda. El gno muerto estaba cayendo todavía, pero logró engancharse con uno de sus brazos, el único que le quedaba a un cabo que pendía de la nave.

- ¿Te hecho una mano? - Le preguntó el mediano haciendo hondear el putrefacto brazo de Jillip.

- ¿Y qué comen los medianos? - Preguntó, genuinamente interesado, mesándose las barbas.

Por suerte para el gno muerto ya casi tocaba el suelo. El barco estaba amarrado a unos pocos metros sobre su cabeza. Sin embargo, al saber que momentos atrás Tathtorn había lanzado su preciada salchicha al barril del mediano,  su peocupación iba en aumento. ¿Qué haría sin su bien más preciado? Porque hasta los gno muertos tienes sus necesidades.

- ¡No digas salchicha! ¡Por el amor de los dioses no digas salchicha! - Rezaba desde su colgante posición el gno muerto. 

Quisó cruzar los dedos, pues era un tanto supersticioso, pero no controlaba el brazo que le habían arrancado y el otro sujetaba su cuerpo para no caer al abismo, que por otra parte, no hubiera sido tampoco algo muy grave a estar a pocos metros del suelo. No obstante, tan solo pudo cruzar los dedos de los pies. De ambos pies para ser más concretos.

- ¿Quiere saber que como? - Preguntó el mediano. - Mire, ahí por ejemplo lo podrá ver. - Señaló hacia tierra firme y Tathtorn se acercó a la barandilla del barco y miró hacia abajo. Allí se encontraba pendiendo de una cuerda a escasos centímetros del suelo, el bueno de Jillip. - Gamusinos, mopis y otras criaturas semejantes... - El enano se acercó a la posición de Filbert. - ¡Ahí va uno bien gordo!

Y en cuanto el enano se asomó, Filbert lo lanzó por la borda. No obstante, el magonano tenía una carta debajo de la manga y rápidamente conjuró un sortilegio de volar. Así como bajó subió y se colocó frente al mediano. Lo agarró de la cintura y lo lanzó de la nave.

Y en cuanto el enano se asomó, Filbert lo lanzó por la borda. No obstante, el magonano tenía una carta debajo de la manga y rápidamente conjuró un sortilegio de volar. Así como bajó subió y se colocó frente al mediano. Lo agarró de la cintura y lo lanzó de la nave.

- Menos mal que los medianos rebotan. - Pensó en voz alta, demostrando que sabía lo mismo de ese aspecto que de la alimentación de los medianos. Tathtorn nunca aprobó Mecánica del Mediano en la Universidad de Ank Morpork*.

Con las piernas lejos de su cuerpo, llegado a este punto del prólogo por alguna razón el gno muerto perdió las piernas, puede que de tanto apretar los dedos de los pies, el gnomo vio con pavor como el mediano se le echaba encima. 

- ¡No rebotan, imbécil! - Dijo alzando el puño al aire. 

Si, su único puño. Al final el gno muerto cayó al suelo y no, no rebotó. Entonces trató de arrastrarse con el brazo que le quedaba. ¿Hacia donde? ¡Quien sabe! Y lo cierto es que el mediano cayó gracilmente hasta el suelo, aterrizando sin más contratiempos. Para eso tenía un sombrero de caía de pluma. Y lo hizo sobre el gnomo.

- ¿Ves como yo tenía razón, gilipollas? - Le gritó al gnomuerto.

No había rebotado, pero tampoco había caído mal. ¿Tenía razón? Eso era lo de menos. Cuando Tathtorn creía que tenía razón, la tenía. ¡Y cuidado a quien tratara de convencerle de lo contrario!