Partida Rol por web

Al fin estáis fuera de esa maldita casa, unos más enteros que otros, eso si. Rolan se mantiene consciente casi de milagro y eso es algo que todos podéis apreciar: sus heridas son profundas y sangran abundantemente. Mientras bajáis los escalones del porche, la casa sigue crujiendo, quejándose de que sus huéspedes hayan escapado, y aunque sus lamentos no son más que crujidos de madera vieja os provocan escalofríos y sudores fríos. Lo que antes de entrar era una casa señorial y bien cuidada, ahora la podéis ver y es poco más que un montón de tablones de madera carcomidos y mal encajados. No es más que una casa vieja y maldita a punto de derrumbarse, pero contra todo pronóstico sigue en pie, crujido tras crujido. Los niños que antes ocupaban un espacio cerca de la entrada, no están y de echo no hay ni rastro de ellos, ni siquiera unas pequeñas huellas en medio del barrizal. Nada. Vuestras sospechas se confirman y quizá era una trampa de la casa para atraer a nuevas víctimas.

Las nieblas que antes cubrían cada pulgada de terreno, se ha ido retirando, pero siguen ahí como expectantes y parecen estar vigilando atentamente todos vuestros movimientos, esa es la sensación que tenéis. La única diferencia para con la niebla y el terreno es que ahora podéis ver que a vuestra derecha, saliendo del patio delantero de la casa, se abren una serie de calles y callejones repletos de edificios demacrados. Algunos abandonados a todas luces y otros en tan mal estado que no sabríais decir si están habitados o no o la gente de este lugar parece  no cuidar de sus hogares, aunque todavía no habéis visto a nadie. Estáis, por fin, en la Villa de Barovia.

De entre las nieblas se acerca una figura esbelta y ágil, parece un Alto Elfo, una capa ajada ondea muy levemente al andar y una criatura de naturaleza reptiliana, de aspecto cadavérico y demacrada se posa casi inmóvil en su hombro observando sus alrededores con atención y curiosidad, enrosca una larga y fina cola escamosa por uno de los brazos del elfo. la criatura parece ser una especie de pseudo-dragón pero sólo los dioses lo saben. El color de sus escamas no está claro y os surge la duda si este ser ha visto dias mejores o una la maldición que seguro sospecháis que parece ahogar estas tierras le afecta de forma severa y sobrenatural. El elfo se acerca hacia las inmediaciones de la casa, observando como estáis saliendo de ella, su cara no es especialmente amistosa, tampoco hostil pero su porte no es amenazador ni peligroso y es la primera persona con la que os habéis encontrado des de que habéis cruzado esas enormes puertas no hace tantas horas, pero que ahora os parecen, por algún motivo una eternidad.
 

Girandose hacia la casa, Beth observa la ancestral mansión, ahora casi al borde del derrumbe. Comprobando que estén todos ellos afuera, se gira hacia Zook y le dice:

"Zook, por favor, haz los honores." — señalando con ambas manos hacia la casa en una elaborada reverencia.

Había llegado el momento de desatar la furia piromaníaca del gnomo.

Zook salio de una pieza mas o menos, aunque habia sentido el apretar de la muerte en su piel, posiblemente haber venido a esta misión había el mayor error que el gnomo habia echo, pero tenia curiosidad de todo.

"Zook, por favor, haz los honores."
 

- Sera un verdadero placer, y mira que siempre os quejabais de mis habilidades pirotecnicas .... jejeje -

Zook miró la casa, era una ruina, y mejor dicho una trampa en toda regla, y como todo el mundo sabia, la única manera de acabar con el mal era el sagrado y bendito fuego purificador ...

- Drutih, Rolan ... hacer plegarias sobre el fuego purificador que lanzare para acabar con el mal de este edificio ... -

Zook comenzó a recitar salmos y conjuros en lenguaje arcano, sus palabras parecian reververar en sus labios en una especie de eco atronador y silencioso que resonaba en la mente de todos, mientras que los ensalmos y rezos de los dos santurrones del grupo implementaba aun más la intención del gnomo, purificar este lugar con fuego ....

- FUEGO PURIFICARDORRRRRRRRR ..... - Zook comenzó a lanzar fuego puro de sus manos, ciento de briznas de puro fuego que se lanzaban con furia y ira hacia el interior del edificio haciendo prender cada centimetro de la casa y jaciendo que ardiera con rapidez desde dentro. 

El elfo se detiene a unos metros de las llamas, sin hablar aún. Su mirada, ausente, reposa sobre el fuego, mientras su mano derecha cae sobre el pomo de su estoque en un gesto no especialmente amenazador, pero aun así, vigilante. Con la izquierda acaricia las escamas de su fiel amigo, buscando un ronroneo que nunca llegará. 

"Mira lo que los hados nos mandan, Dargundil" piensa, ocultando con éxito una mueca de desprecio detrás de su gesto adusto. "Apenas pasan de un grupo de patéticos mortales, ni uno de ellos digno de más que una mirada. Pero tendrán que servir, Dargundil, viejo amigo. Tendrán que servir."

Si incluso el rey sol Ivariniel Moonflower luchó junto a humanos y enanos para destruir a Orcoth el Caníbal, y si los propios hijos de su devota y santa reina decidieron compartir el lecho con aquellos patéticos seres, ¿quién era él, un misero siervo de la Corona, para rechazarlos? "Además, sabes muy bien que su valía en la batalla no debe menospreciarse. Hasta la más patética bestia puede acabar con el mejor guardián de Eternión, ¿verdad Dargundil? En la batalla no triunfa la pureza de sangre, como bien sabemos, mi amigo".

Cuando decide girarse hacia los aventureros, estos pueden notar que sus gestos son delicados, precisos y serenos, los de alguien ágil y diestro... Pero hay algo que le hace distante e impreciso, como si flotase a cierta distancia de todo, perdido en un lugar muy lejano. Solo es cuando su mirada decide centrarse en algo, como en ellos ahora, que abandona esa ausencia y se torna punzante e inquisitiva. "Han sobrevivido a la casa... Más que muchos. Sí... Más que muchos".

- Man erin, viajeros - saluda a los recién llegados, sin mostrar ni una sonrisa, en un tono frío y neutro.

Al hablar, su voz resuena con un tono hermoso, igual que hermosos son su rostro pálido y su cabello negro como la noche. Hay algo onírico en él, como un sueño incómodo y desagradable que al tiempo no deja de ser atractivo. Pero todo se enmascara por una distancia enmarcada por su pose erguida, su levísima inclinación de cabeza y su casi imperceptible desdén.

Y por lo ajado de su apariencia. Parece alguien que haya cruzado el mundo de vuelta y media, dos veces. Sus ropas están grises por el tiempo, su capa apenas parece estar echa de retales. Resulta evidente que el elfo ha dejado de preocuparse por sus ropajes. Pero, si que conserva todavía cierta pulcritud: sus manos y uñas están cuidadas con esmero, se nota que mantiene una escrupulposa higiene y su cabello lacio sigue impoluto, brillante ante las llamas. El viejo orgullo de su pasado aún perdura en él.

- Yo soy Durathil, comandante de la guardia de la Isla Verde, arrastrado a estos lares por el infortunio y la desgracia - explica brevemente, en un común afectado y arcaico. Es obvio que no es su primera lengua-. Y hete aquí que es esa desgracia la que me lleva hasta vosotros, oh, aventureros. Así pues, si no os importa que os maquet... Inquiera. ¿Que motivos os han llevado a las tierras de Barovia?

Tras preguntar, el elfo que se ha presentado como Durathil, permanece en su posición, tranquilo, mientras deja que sus afilados ojos púrpura recorran a los seis aventureros de uno en uno.

"Lo sé, lo sé... Podrían ser sus siervos... Pero si hemos vivido tanto, Dargundil, no es por nuestra falta de honor. Criaturas patéticas o no, debemos mantener las reglas de la cortesía".

Hawke, que aplaude y vitorea el espectáculo de Zook desafiándolo a ver si puede pegar fuego a través de esa ventana, o si puede darle a aquella marca en la pared despintada, no reparó en el elfo hasta que este habló.

El monje lo miró de pies  a cabeza con sospecha.

—¡Hey! Otro fantasma ha salido de la niebla— informa al grupo para luego dirigirse al elfo.— Lo lamento, señor fantasma. No vamos  a rescatar a ningún bebé de su casa, ni a buscar nada que no sea un lugar para descansar. Nuestra buena voluntad ya me ha traido al borde de la muerte tres veces en el día de hoy. 

Apenas observó cómo la casa comenzaba a incendiarse, sus ojos recorrieron el pueblo lentamente, aprovechando que la niebla se había disipado un poco. Era un pueblo fantasma, cada casa era un reflejo de esa mansión que hace unos instantes pareció tan lujosa. Se acercó hacia donde estaba el paladín, quien había sufrido muy feas heridas. Incluso sangraba en abundancia y sus ojos se mostraban erráticos.

-Rolan está mal- dijo y alzó la mirada, encontrándose con la extraña y enigmática figura del elfo. Era un ser extraño y teniendo en cuenta todo lo vivido, la reacción de Hawke era justificada-. Tranquilo Hawke- dijo sin perder de vista al extraño-. Fuimos contratados… Pero en el camino tuvimos más de un percance.

Casandra observó las ropas del elfo, su arma, su pose, no pareció hostil solo… asqueado de alguna manera. Como si hablarles le hiciera sentir algún aroma especialmente molesto. Seguramente era bastante capaz de sobrevivir, sus botas parecían gastadas, lo mismo que su ropa, pero también daba la impresión de ser un noble que se encontró desnudo de repente y le robo la ropa a un mendigo. Curiosa mezcla.

-Pero creo que ningún mensajero habría podido salir de aquí con vida.

Aunque al enano le costase admitirlo, estaba disfrutando viendo como aquel infecto lugar ardía hasta los cimientos. Por una vez, la manía de quemar cosas del gnomo había valido de algo. Pero solo eso. POR UNA VEZ.

Cuando la casa ardió hasta que no quedó nada, volvieron al camino, para ver como un elfo les miraba. ¡Lo que faltaba, un elfo! ¡Normal que les dijesen que había que purgar el mal de toda esta zona! ¡Si tienen elfos!

Pero lo peor no es que hubiese un elfo ahí plantado. No, era que encima les hablaba. Por supuesto, era como todos los estúpidos elfos. Altivo, mirando por encima del hombro y todo el tiempo con cara de que alguien le había restregado mierda por debajo de la nariz.

Cuando les preguntó que qué hacian ahí, el clérigo solo pudo contestar—. Purgando de mal esta zona. Es para lo que nos han hecho venir —dijo secamente, mientras miraba de arriba a abajo al elfo—. ¿Y tú que haces aquí? ¿Acaso eres también mal a eliminar, o solo estás comiendo flores o abrazando árboles, o esas cosas que os gusta hacer a los elfos?

Tras la perorata al elfo, miro al resto del grupo, para decir—. Debemos encontrar un lugar donde reposar. El estúpido de Rolan parece que se ha tirado de cabeza contra todas las cuchillas de la salida. Necesitamos un buen asado y una cerveza que no esté aguada...

Beth no dejaba de observar a Rolan. Las heridas del paladín le preocupaban, ya que como Casandra decía él había sido el que peor había salido parado, y ella no dejaba de pensar que era culpa suya. Si tan sólo no hubiese hecho caso de aquellos niños...

Las crecientes llamas que incineraban la casa brillaban ardientes y, con expresión sombría, arrojó su bastón hacia la casa para que fuese pasto de las llamas. En esos momentos, de entre la niebla aparecía un extraño desconocido. Beth le observó, dudando de si era otro truco más de la niebla que les había llevado acechando desde que llegaron a ese hostil lugar.

- Yo soy Durathil, comandante de la guardia de la Isla Verde, arrastrado a estos lares por el infortunio y la desgracia - explica brevemente, en un común afectado y arcaico. Es obvio que no es su primera lengua-. Y hete aquí que es esa desgracia la que me lleva hasta vosotros, oh, aventureros. Así pues, si no os importa que os maquet... Inquiera. ¿Que motivos os han llevado a las tierras de Barovia?

"Saludos, viajero. Estamos aquí en busca del burgomaestre. Hemos sido llamados para proporcionar nuestra ayuda, pero nos hemos encontrado un pueblo lleno de misterios y peligros. Y, como dice maese Barbahelada, ¿qué tipo de infortunio te ha visto arrastrado hasta este lugar maldito?"

Con expresión sombría, todo el grupo estaba en las últimas y, definitivamente necesitaban encontrar pronto un lugar donde descansar y poder lamer sus heridas. Observó a un lado y a otro de la calle con incomodidad, en busca de algún signo de vida de algún habitante del pueblo, y no encontró ninguno. La ansiedad carcomía a Beth por dentro, y le costaba mantener su atención en la conversación.

Me levanté al ver acercarse a Cas y a Beth con cara de preocupación, intentando aparentar que las heridas no me habían afectado en lo más mínimo. Incluso consegui encogerme de hombros y sonreir al oír la palabras de Drutih, tal y como habría hecho si me hubiese resbalado con una cáscara de plátano.

Estoy bien, nada que un descanso no pueda remediar. Era cierto, por supuesto.  No habría para ninguno de nosotros largas convalecencias, ni dolorosos vendajes, ni reahabilitaciones.  La luz iba de nuestro lado y, con ella, la curación y el remedio.

La casa ardía satisfactoriamente delante nuestro, su miserable estructura gemía y restallaba al calor de las llamaradas de Zook.  La malvada determinación que ocultaba la casa era injustificada y arbitraria, era un mal sin motivo y sin razón de ser que  no hizo sino reforzar mis principios, aquellos que me hicieron emprender este viaje.

Una presencia nos salió al paso, suspiré inicialmente, teniéndome haber encontrado al dueño de la casa o a un nuevo y agresivo encuentro.  Sus palabras no eran hostiles, sin embargo, y su actitud, si bien era fría, también era cortés.  Era un elfo, de aspecto curtido, seguramente un hechicero de algún tipo, como muchos de los de si raza.

Saludos, Ebreth Tel'Quessir. Dije tal y como me habían enseñado los elfos de Thethir. Hablaba con soltura pero sonaba rústico y forzado, asesinando las sutiles entonaciones del idioma. Esperé educadamente a que el elfo contestara las preguntas de Drutih y Beth.  Y que reaccionara o ignorara los comentarios sarcásticos de Hawke.

"Todos a una, Dargundil" piensa el elfo, mientras escucha cada una de las frases que los recién llegados le dedican. "Sin orden ni concierto, agitando sus bocas sin ton ni son". Desconfianza, respeto, prudencia, e insultos. Todo ello mana en su dirección. Su mirada se clava en el enano un largo instante, sin gesto alguno. No hay nada que el enano pueda leer en él, nada, excepto notar como los afilados ojos del elfo le escrutinan con una intensidad palpable. 

Luego, simplemente, le ignora, sin mayor gesto que dirigirse a los demás. "Recuerda lo que nos decía el maestro Vardanel: deja a la basura que te enfrente al nivel del suelo, menos a los enanos, ellos ya se arrastran por esas alturas".

Lo lamento, señor fantasma. No vamos  a rescatar a ningún bebé de su casa, ni a buscar nada que no sea un lugar para descansar. Nuestra buena voluntad ya me ha traido al borde de la muerte tres veces en el día de hoy. 

- En tal caso, permítanme que les acompañe hacia el lugar que buscan - asiente hacia el estrambótico monje. "¿Que opinas, Dargundil? El caos es una ola que hay que navegar, pero ese hombre resulta demasiado extraño, ¿no crees?" piensa, observando por un momento a su interlocutor. Al menos, parece más estable que aquel remedo de miniatura arcana piromaniaca... "Debemos tener cuidado con las bestias inestables, viejo amigo..."

El mago echa a caminar, con pasos ligeros que parecen flotar sobre el suelo sucio y embarrado. Al avanzar, se arrebuja en su capa desgastada y se echa la capucha sobre el rostro, encubriendo sus rasgos de los viandantes. 

Saludos, viajero. Estamos aquí en busca del burgomaestre. Hemos sido llamados para proporcionar nuestra ayuda, pero nos hemos encontrado un pueblo lleno de misterios y peligros. Y, como dice maese Barbahelada, ¿qué tipo de infortunio te ha visto arrastrado hasta este lugar maldito?

Arundiel devuelve una mirada a la mujer, fría y distante. Parece la única forma en la que sabe mirar, pero en su asentimiento cuando devuelve el saludo, hay cierta deferencia. "El respeto debe agradecerse con respeto".

- El destino, como a todos - murmura en una voz suave y helada-. Y el deber. Pero mis infortunios quedan ya muy lejos, muy muy lejos... - concluye, con cierta tristeza, mientras aprieta el pomo de su estoque con rabia. "El recuerdo se difumina, Dargundil... ¿Por qué? ¡¿Por qué?!" piensa, su ceño fruncido en la crispación. Agitó el rostro antes de continuar -. El burgomaestre... Podrán saber más en la taberna, lo más seguro. Quizás allá podamos debatir sobre los destinos y los deberes de cada uno.  

Saludos, Ebreth Tel'Quessir.

El elfo observa al hombre, malherido. "Debe ser el tal Rolan". El único que conocía el protocolo, reconoció el elfo, devolviendo una cortes reverencia hacia él. 

- Síganme, viajeros - les comenta, mientras recorre las calles de la villa de Barovia con paso ligero.

Zook estaba demasiado distraido quemando un edificio maldito, las lenguas de llamas destrozaba todo aquel ligar y por primera vez casi les suplica que quemaran aquel edificio, no como en la mansion de Goster, ni la posada de Riunas, ni como cuando quemo el monasterio de la perdición .... en esos casos se enfadaron con ál apesar que gracias a el acabaron con la amenaza, a lo bruto pero si destrido todos los enemigos, y los edificios y documentos ... y, pero eso ya era lo de menos habian cumplido su objetivo.

Cuando las llamas ya se extinguía note la presencia de un orejas picudas blanco como la leche ... seria otro fantasma, seguramente, despues de los niños azules, no se fiaba demasiado ... pero el grupo aprecia que hablaban con el.

 El gnomo miro al tio blanco y no pudo evitar decir algo que seguramente se habia dicho ya, pero el no habia escuchado ...

- Y tu quien eres ??? no tienes pinta de Burgomaestre ... no de ser vivo tampoco, pero estas andando ... un fantasma o un zombi ... la verdad es que tenemos el dia completo sobre el tema  ... asi que por favor, dejanos primero ir a beber a la taberna y despues nos sueltas las malas noticias ... porque no tienes pinta de dar buenas .. aunque ... ahora que lo pienso conoci a un elfo como tu , lo llamabamos Elric el elfo medio muerto ... bueno tal vez estaba totalmente muerto y lo mato un experimento ... pero me recuerda a ti por su palidez mortecina ..., jejeje -

Tania la sensación de estar hablando con un puto bardo, pero no de los divertidos que querían ligarle en las tabernas (momento en el que decidía largarse de ahí roja como un tomate) sino de los que cantaban a los amores trágicos y tenían una lagrima siempre a punto de caer pero sin llegar a hacerlo nunca. Todo eso unido a su forma de mirar, como si ya hubiera visto todo y nada le sorprendería, su grácil rostro y esbelta figura, le daba un aire a estatua antigua que había cobrado vida solo para ellos.

-¿Hay una taberna en este sitio?- obviamente el conocía el lugar, quizás había tenido que vivir un tiempo, pero de momento no tendrían más respuestas, parecía gustarle el drama. Ayudó a Ronan a levantarse, a pesar de no contar con tanta fuerza como para levantarlo por sí misma, al menos le serviría de sostén-. Lo siento Drutih, dudo que tengan buena cerveza…

Estaba dispuesta a seguirle, sobre todo si era una fuente de información que pudiera ayudarles a terminar de conocer que había pasado en ese pueblo. El aire mismo estaba cargado de maldad y ellos decidieron por voluntad propia internarse en él.

—¿Taberna? ¡Si! Marca el camino, por favor y gracias— dijo Hawke con una sonrisa amplia para luego voltearse hacia Cassandra—No creo que importe que no sea buena, necesitamos algo que nos distraiga del dolor muscular...¡Como un dolor de hígado! ¡Jajajaja!— bromeó Hawke que, tras ver la casa arder y teniendo la expectativa de una cena, estaba ya mejorando su humor. Sin embargo, su risotada sonora quedaba fuera de lugar en un lugar tan siniestro. No hubo eco, ni ninguna respuesta inmediata, la inquietante niebla simplemente devoró el sonido con su silencio tranquilo pero casi acechante. Hawke rio de nuevo, pero esta vez  bastante más bajo, y más bien de los nervios que por la gracia. Tenía la sensación de llevar un par de ojos clavados en la nuca, ojos que lo miraban con fastidio y reproche.
Quizá no los llevara en la nuca, quizá fuera el elfo que tenían en frente. Pero de cualquier manera, quería llegar a esa taberna, así que se dispuso a seguirlo.

La casa arde distraídamente bajo las llamas arcanas de Zook, que hace gala de su particular... ¿arte? La estructura de la casa no tarda absolutamente nada en cosumirse y derrumbarse por completo una vez las vigas de madera se han consumido en el fuego. Un montón de madera calcinada y piedras ocupa el solar de la casa. Sin embargo tal como acaba de caer la última piedra y tras unos breves minutos de 'paz', leves crujidos parecen salir de lo más profundo de las ruinas de la casa, leves y débiles, pero constantes...

El misterioso elfo se presenta a si mismo, ofreciéndo al grupo guiarles hasta la posada, la única que hay en la villa de Barovia y poder lamerse sus heridas tras la "cálida" bienvenida que les ha dado el Valle de Barovia. Las calles de la villa están poco transitadas si no contamos la permanente niebla que habita el lugar, pero por el camino podéis ver algunos humanos que van de un lado para otro, sin ningún tipo de pirsa ni ningúna emoción en su rostro. No es una expersión como la de Arundiel Durathil al que acabáis de conocer, que es fría y distante... no... és más bien una expersión vacía, desprovista de cualquier tipo de sentimiento. Esas expresiones impávidas y casi muertas hacen juego con sus andares apenumbrados y tristes. Si miráseis a alguien lo suficientemente de cerca y le miráis a los ojos casi podríais decir que están vacíos, desprovistos de alma, igual que títeres a los que les mueven con hilos invisibles... pero claro, eso es una tontería... ¿no?.

Durante todo el camino tenéis la sensación de que alguien os vigila muy de cerca, pero sin embargo no se ve a nadie mirando por ventanas o escondido en algún callejon, ni siquiera veis a nadie caminando distraídamente detrás vuestro. Solo la maldita niebla y un constante susurro etéreo, liego e ininteligible que bien podría ser el viento. No tardáis mucho en vislumbrar un único haz de luz que lanza algo de iluminación en la plaza principal, su brillo parece una sólida columna en la espesa niebla. Sobre la robusta puerta de madera, un signo torcido cuelga de forma precaria, proclamando que esta es la taberna de la Sangre en la Viña.

Un ardiente fuego en la chimenea proporciona un atisbo de calidez a los pocos clientes que hay en su interior, casi todos os miran poco o mucho cuando entráis, pero ninguna de ellas hace ademán de querer haceros caso. Estos incluyen al tabernero, tres mujeres sentadas juntas con ropas de colores, muy parecidas a aquel que os entregó la carta hace ya... ¿cuanto hace? realmente parece haber sido una eternidad. Hay también un hombre joven sentando solo en una esquina del local dando sorbos de una copa de vino, ni siquiera ha levantado la vista de la copa, Arundiel quien lleva aqui algo más de tiempo que los demás lo conoce, el hombre es Ismark Kolyanovich, el cual resulta que es además el hijo del burgomaestre de la villa, Kolyan Indirovich. Cuando todos los demás han dejado de observaros, cosa que no ha tomado más que unos pocos segundos, Ismark alza la vista hacia vosotros y os hace señas para que os acerquéis a su mesa, su cara parece algo más... "viva" que la del resto de Barovianos.

(Ismark Kolyanovich)

Beth observa la pequeña villa a medida que la cruzan siguiendo al misterioso elfo. Claramente descontenta con la brevedad de sus respuestas, se mantiene en silencio, sumida en sus propios pensamientos, dedicando un par de miradas inquietas hacia Rolan y Casandra, pero es Hawke quien le hace sonreír con sus despreocupados comentarios.

En otras circunstancias, Beth hubiera estado encantada de entrar en una taberna, pero los oscuros acontecimientos del día sumados al frío ambiente de la taberna templan sus expectativas y se limita a acercarse a la barra de la taberna silenciosamente:

"Saludos, buen hombre." — dice mientras desliza dos piezas de plata a través de la barra — "Una ronda para mí y mis amigos. Acabamos de llegar y estamos sedientos tras un largo viaje."

El frío ambiente de la taberna no es el ideal, pero a estas alturas necesitan un buen trago. Dirigiéndose de nuevo junto a sus compañeros, espera a que lleguen las bebidas pacientemente escuchando lo que los demás tengan que decir, el misterioso hombre que les ha hecho señas no le inspira ninguna confianza y no se atreve a acercarse sola.

Intentó sonreír con las tonterías de Hawke, quien tenía poco con lo que bromear saliendo por muy poco de las “fauces” esa enorme cosa putrefacta que casi le devora. Era un alma despreocupada o se hacía ver así con los demás, como si tuviera que ser siempre el alivio a esa situación tensa y funesta. Tenía sus defectos, pero era un gran compañero.

La caminata por ese pueblo se asemejaba al recorrido que hicieran las almas antes de llegar al otro mundo. Un mundo oscuro y grisáceo de tristeza pura. Ahora que veía aquello, “Aru” parecía el alma de la fiesta. No podía evitar sentir lastima por esa gente, como si estuvieran más allá de la vida y la muerte, un término medio horrible y antinatural. ¿Qué clase de maldición les atormentaba? ¿Eran así por esa niebla? No dejaba de mirar por sobre su hombro, totalmente segura de que algo les seguía de cerca. Pero solo veía callejuelas mugrosas y casas vacías.

Por suerte la taberna, llamada adecuadamente Sangre en la viña, parecía algo menos deprimente que el resto del pueblo. Un poco al menos. La exploradora recorrió el lugar con cautela, aunque todos tenían el mismo aire de desdicha y melancolía, uno solo pareció reaccionar, llamándoles.

Sus ojos se encontraron con Beth, quien también tenía sus dudas sobre el tipo ese, pero si algo caracterizaba a Casandra, era enfrentar los peligros de frente. Al menos esperaba que el tipo no quisiera ligar, para eso nunca estaba preparada.

-Saludos…- comenzó con prudencia, apoyando una mano en su cimitarra y sonriendo de costado-. Acabamos de llegar al pueblo. Necesitamos información y usted parece… mas vivo- por algo no era ella la que empezaba las conversaciones, tenía una forma algo directa con ciertas cuestiones que no llegaban a agradar las personas o una timidez extrema cuando era algo íntimo. Una rara combinación en alguien que se veía tan ruda.

El clérigo llegó pesadamente a la taberna. No por nada, sino porque ahora iban junto a un elfo. Un estúpido y altivo elfo, como todos.

Mientras dejaba sus cosas junto a una mesa, escuchó como la bruja pedía bebida, así que añadió—. Eh, Beth. Pide también algo de comer. Rolan necesita recuperar fuerzas...

Cuando por fin se derrumbó en la silla, abrió su mochila, para empezar a sacar las cosas que habían logrado sacar de aquella casa. Al menos, las que no les había rapiñado los demás. Era hora de repartir.

Por supuesto, en ningún momento quitó un ojo de encima al elfo. Que mucha altanería, pero seguro que quería meter la mano en el botín. Como les encantaba hacer a los elfos.

Gracias, Dru. Sonreí débilmente al enano cuando éste recordó que pudieran algo de comer.  Mi atención se centró en la gente de la taberna..y mis ojos se centraron en el tipo que nos hacía señas.  

Voy a ver qué quiere.  Rolan no era un hombre de libros y ciencia, pero conocía a la gente. O eso creía. Que nos invite a algo. Añadí con un guiño hacía Casandra y el cercano Zook.

Me planté delante de la mesa en unas pocas zancadas  Los brazos  plagados de heridas aún abiertas cruzados sobre mi pecho.  

Y bien? Cuál es el negocio? dije con tono serio. Parecía ir bien vestido*, sus ropajes quizás cuesten más de lo que ganaba una familia humilde en todo el invierno. Pida bebida y comida para siete.. señor...?

Miro lo sucedido sin entender del todo que demonios estaba pasnado, pero sigo al grupo hasta la taberna.

El elfo era raro, parecia un cadaver, pero estaba claro que el hombre del bar que nos miraba pretendia meternos en un lio y eso a Zook no le gustaba si no conseguia meterle fuego a un castillo o un palacete, tras la casa, eso era lo unico que podria animar a Zook a aceptar otra aventura suicida en aquellos lugares.

- Roland, espero que estes bien, esa casa  no amtara a nadie mas y como aparezca de nuevo, la quemare de nuevo, jejeje -
 

 Que nos invite a algo.

- Eso como minimo, sino que ni se acerque, JAJAJA, y bueno ... salimos de la casa y todo los ponene ojitos ... acaso tenemos oro callendo de los bolsillos? - digo sorprendido por el interes del elfo y del otro humano 

—¿Quién ha muerto?— susurró a sus compañeros al entrar en la taberna. Hawke podía entender que afuera el clima resultara deprimente, pero estos lugares son los puntos de reunión, de fiesta, de chisme y de comentarios atrevidos en las villas. Y sin embargo, era tan silencioso como el resto del lugar. Pareciera que realmente hubieran entrado por un velorio, salvo por el hecho de que los muertos estaban fuera de sus cajones.

Rolan necesita recuperar fuerzas...

—Claro, hombre. Porque yo me alimento de rocío y los enanos solo comen piedras ¿No? 

Otra broma, también inocente, totalmente discordante con el ambiente del lugar. Decidió que lo mejor para sacarse esa sensación sombría de encima era conocer mejor a los locales, para poder entender mejor a su público. Y justamente uno de ellos los estaba llamando.

Hawke se acercó hasta la mesa de Ismark, se sentó frente a él y lo saludó con una sonrisa bastante comedida para lo que acostumbraba.
—Buenas...¿Tardes?— era dificil saber el momento del día con aquella infernal niebla, además, sentía como si hubiera pasado una eternidad dentro de la casa, por lo que realmente no tenía idea de la hora—Soy Hawke.