Partida Rol por web

Tras presentarte, en la puerta de la calle, no encontraste respuesta. Allí parecía no haber nadie. La vivienda, además, estaba cerrada, pues era fácilmente comprobable. Cuando giraste el cuello  hacia el este, viste, al fondo de la calle, el tumulto de gente que al principio se agolpaba en la entrada del pueblo. Te diste cuenta de que tus dos nuevos pupilos provisionales (Severino y Baldomero), entraban en la tal casa, mientras los congregados se hacían a un lado (ellos no te vieron a tí).

Consternado por las palabras con que aquellos ancianos campesinos habíanles transmitido su pesar - Baldo, ¡ala maño!, me voy'a quedar aquí con'estos rendíos. Vet'a por el Gonzalo - tomó la confianza y que en una silla sentó el suyo cansado trasero. 

Con calma, aunque con volumen suficiente como para enterar a media aldea, trató de quitar angustia a el Francisco y la Carmen. Sin la presencia del prior poco más podía hacer - Como diga lo de el Miguel salen flechaos y d'un zarrapoton l'arrancan la cabeza - que por menos de un rumor, que hombres han visto su cuello en una horca.

- Mejor. – dijo, desciñendo su mano del mango de su arma, sin dejar de mirar mal a los presentes.

Una vez parecía sosegarse la angustia generada por el incidente, Baldomero decidió custodiar a su compañero, al menos, hasta llegar aledaño a la casa, donde brevemente se distanciaron. Apoyándose con un brazo en el marco de la entrada, el hombre miraba con indiferencia a los consternados padres de la hija desaparecida, mientras se rascaba sin ninguna sutileza el trasero.

Y ante el pedimento del almogávar, rechistó, dejando salir un profundo suspiro. - Vooooy. – respondió posteriormente, para darse la vuelta, y alejarse hacia la iglesia, en busca de Gonzalo.

Pasaron unos minutos de estancia dentro de la casa cuando, Baldomero, salió de ella. Entonces se dirigió a la iglesia, siendo aquella su intención, desandando así sus pasos. Sorpresa tuvo cuanod se encontró, al final de la calle, delante de una vivienda, al prior Gonzalo. El bandido vió que tenía vendas en su pecho (o al menos debía tenerla, pues divisó la parte inferior del pecho, bajo la camisilla, vendada).

Mi hija -te decía el padre ahora mientras esperaban a que regresara Baldomero con el prior-, mi hija Maribel es una moza normal y corriente, en edad casadera, mire vos... -añadía-. Pero desde unos días antes de San Juan andaba un poco rara, enferma quizás, comía poco y pasaba el día encerrada en casa. ¿Y cómo saben vos, y ese prior, don Severino, que aquí ocurría algo? -preguntó con interés ante tu explicación de que os habían enviado allí-.

Quitábase el suyo capacete, que siempre recubría la cabeza para protegerle de serios golpes y ocultar algunas vergüenzas - ¿Y eso pues?, q'una cordera'sté encerrada no es bueno, no señor. La juventud es pa'ir de propio por to'l Yepes y eso de no zampar es muy raro - que ya rascaba con gozo. Las eccemas invadían el nacimiento de su cabello, que ya muy poco tenía del que preocuparse y que a peor ritmo iban las reconquistas de los reinos del Sur. Habíase aliviado para pensar con más lucidez  - Rondaba a el Miguel dijo el maño este de los vinos, ¿q'a podido pasar pues? - en lo que aquellos pobres padres contábanle - ¡Jódo!, ¿no tendría mal d'amores la Maribel?. A mí me s'atascan las tripas cuando me pasa y sin comer que m'e quedado más de una vez - acerca de su hija. La información que guardaba para sí, que Andrés con dificultad acabó por revelar, inclinábale a creer que la muchacha podría haberse metido en un problema.

La curiosidad no era de la suya propiedad, que un desconocido en casa no es habitual y bastante aguantaban el Francisco y la Carmen en su estado. Mirándoles a los ojos por vez primera - No'stán abandonados y el Señor a todos nos da luz. Lo mío es la batalla porque soy'un zote y'un patán, por eso fiz cosas malas y ahora quiero servir p'al pueblo bajo guía sagrada del Prior. El misterio esté del Yepes llegó a Toledo y desde l'abadía os prestan auxilio, maños. Vamos'a'ncontrar a la Maribel, pero se decía d'un puñado de desapariciones, ¿quien más s'a'sfumao?- reveló la tarea que habíanle encomendado para expiar sus pecados.

Saludándolo desde la lejanía al reconocerlo, alzando la mano mientras se acercaba a paso no muy vívido, Baldomero se reencontraba con Gonzalo.

- Así que al final se te ha tratado esa herida, ¿no, prior? ¿cómo va la recuperación? – dijo, mientras posaba su mirada en la zona vendada, para después mirar con brevedad a su alrededor. – ... ¿A dónde fue ese malandrín? ¿ya se te ha escapado? – cuando entonces, recordó el por qué había vuelto a buscarle. – Ah, por cierto... te buscan en la casa de las lloreras. Hemos dado con los padres de una desaparecida. No es por calumniar, pero... se dice que se fue de la aldea por su propia voluntad con un tal Miguel... y eso.

Por la forma en la que se rascaba la cabeza y el tono de absoluta indiferencia en sus palabras, se intuía el interés que tenía todo aquel asunto para el bandido.

PNJOTIZADO.

Pues sí, mira, hijo -entonces me estiré las prendas para que viera las vendas en el pecho-. Me ha cosido el sacerdote en su sacristía. Hmmm... Eso mismo acabo de saber yo -dije mirando a Baldomero-. Pues el tal Miguel vive en esta misma casa, pero no está, acabo de llamar. ¿Y quién dice que me espera? Ah sí, los padres de esa muchacha también desaparecida. El padre Alfón me ha hablado también de esa familia. Vamos para allá.

Entonces os dirigísteis a la vivienda de la que venía Baldomero. Estaba al final de aquella calle, casi a la entrada del pueblo. Tras unos segundos, los vecinos apostados en la puerta se apartaron, y miraron al prior, sus prendas, y todos sintieron la presencia eclesiástica allí.

Una vez dentro, Severino vió entrar a sus compañeros. Los padres de la joven aún charlaban con él, y el prior Gonzalo y Baldomero se reunieron allí. El interior era sencillo y sin apenas muebles, como el clérigo comprobó.

Buen día tenga vos -dijo el padre, pues la madre seguía llorando, ahora sentada en una silla-. ¿Es usted el prior amigo de estos dos buenos hombres? ¿Sabe algo de mi hija? -le preguntaron a Gonzalo sin perder tiempo-, dicen sus amigos aquí presentes que venían de Toledo na'más que a ver lo que pasaba aquí...

Aún un poco confuso con todo lo que pasaba en el pueblo, Gonzalo no empezó las pesquisas donde él pensó, pues el tal Miguel estaba, en principio, fugado , que no desaparecido, con la hija de la casa en la que Baldomero le había metido.

En sus propias cábalas estaba cuando el padre de la muchacha lo sacó de ellas con una pregunta muy directa.

-Buen día, señor. Efectivamente, soy el prior Gonzalo. Hasta el monasterio han llegado noticias de desapariciones en este pueblo, y el abad, preocupado, me ha mandado a ayudar. De momento de su hija solo se que está desaparecida. - dijo mientras ponía un gesto como de disculpa-. Pero haré todo lo posible por encontrarla a ella, y a los demás desaparecidos. 

Hizo una equeña pausa y buscó un sitio donde sentarse, y lo señaló pidiendo permiso antes de sentarse.

-Verán, acabo de llegar al pueblo, después de un pequeño infortunio en el camino, y aún no he tenido tiempo de indagar nada. Todo lo que ustedes puedan contarme sobre estas desapariciones y sobre su hija, será un buen comienzo.

La esposa de Miguel, María. Y también sus dos hijos, niños los dos, Antonio y Juana. Ésto es una desgracia. Miguel no está, siempre anda en el bosque de acá para allá -decía el padre-. No se le ve desde hace días, suponemos que está buscando a la desesperada a su familia. el hombre sacó un pañuelo y se secó las lágrimas, las primeras que le salían, puesto que había de hacerse el miembro fuerte del matrimonio con respecto a su esposa.

¿No le habrán comío'los lobos? -decía un muchacho que asomaba a la ventana-. Era delgado, con flequillo hasta las cejas, y una capucha. Lo ví correr hasta el bosque cuando se marchó, hace días, como un loco. De su hija -les dijo a los padres mientras os hizo una reverencia a modo de saludo educado-, nada he visto -narró el muchacho a los destrozados padres-.

Gracias Pere, -le respondió el padre-. Vete a casa, éstos señores se encargan... Mi hija -ahora habló a Gonzalo-, desapareció la noche de San Juan, y no se la volvió a ver. Su familia al día siguiente, creo recordar. Miguel se subía por las paredes... Y es que dicen que el lobo, ahora, ha llegado al bosque. En pleno verano -el pobre hombre se mordía los labios, como preguntándose porqué otro mal les acaecía en Yepes ahora-.

Raudo levantábase de la silla al ver entrar por la puerta al buen prior, que sencillo remiendo cubríale la suya herida y que la edad no perdona - ¡Gonzalo!, ¿cómo tiene las tripas?. Te se van'a cansar los muslos, repantinguese prior - como para estarse de pie por mucho rato. Cedió el asiento y marchó junto a Baldomero - ¿Qué pasa pues?, l'abrás contado todo m'imagino, maño - recolocándose el capacete, que mucha gente había en reunión y algunos de ideas muy malas, que por menos comezón diríanle leproso.

Los angustiados padres revelaron algo más de información, ahora que el santo hombre le asistía - To'stá relacionado con el Miguel ese, no me fio prior. Que la cordera no le dab'a'la cuchara y poco era de salir, ¿eso's mal de amores pues?. El Andrés, q'ace un vino de primera, estaba guslumeando en San Juan y vio a la Maribel irse con el Miguel, que ahor'a'perdido toda su familia. Muy raro, prior, muy raro  - que bastante confianza daba envuelto en hábitos. Aprés, un zagal asomábase por la ventena para poner el oído - Pastorcillo, ¿q'haces ahí asomado?. Correr p'al campo solo sirve para escorromoñarse por los caminos, ¿es lobero el maño? - e indicar el paradero de Miguel, que los lobos habían llegado y eso era trabajo de cazadores. Ante tanto misterio, bien parecía que Dios habíase decidido por castigar Yepes con su infinita sabiduría y que hasta a quien todas las sospechas apuntaban desapareció.

-Entiendo, entiendo...- comentó en prior como toda respuesta al comentario inicial del padre, mientras hacía sus propias cábalas con toda la información que le venía.

Escuchó tanto a los padres, a sus compañeros de viaje como al joven Pere, en el cual su cabeza se fijo. La inocencia de un crío y los ojos de un pastorcillo en los que seguramente pocos reparen por su juventud. A mayores...podía no ser nada, ero que el padre lo despachara al momento, hizo saltar la alerta del dominico.

Al término del relato, llamó sobremanera la atención del cura el hecho de que citaran que el lobo llegase al monte. Elevó las cejas y preguntó con mucho extraño:

-¿Desde cuanto hace que tenéis lobo por las inmediaciones?

Entre estas que habló Severino y citó a los loberos, y su menté volvió a enlazar sospechas...Es cierto que Gonzalo no creía mucho en la leyenda de los loberos, pero si en la maldad de las personas que se escudaban en semejantes cuentos. Uizá no fuera mucho, pero al menos ya tenía por donde empezar.

Baldomero vio acercarse a Severino hacia él, y lo recibió con un fuerte manotazo en el hombro.  - Sí... de lo que me acuerdo. – respondió seguidamente, encogiéndose de hombros.

Contemplando la situación, el bandido, aunque desmañado, pensaba, a su modo. - A lo mejor deberíamos dar una vuelta para investigar, por el camino que dijo el Andrés. Si esos dos se fueron a pesar de las bestias... – respondió a lo que dijo el chico. - ¿Lobos? Esos me los como yo pa’ desayunar. De un hachazo los suelo dejar tiesos y listos pa’ servir de comida. – concluyó con una mueca pretenciosa, y una mano al mango de su gruesa hacha.

El muchacho se marchó de la ventana, dió la vuelta a la casa y se asomó a la puerta de la vivienda. Después respondió a lo que le preguntásteis.

No es lobero nadie, señores, que nadie aquí en Yepes trata con lobos, ¡Dios no lo quiera! Se dice que por las explanadas ha venido el lobo, ahora en verano, cuando no es época. Yo no he visto aún en el bosque ninguno de ellos, y espero no verlo, claro.

Se hacía tarde, y el padre de Maribel os pidió que saliérais de la vivienda. La mujer habría de tranquilizarse, y ambos dos iban a comer algo, lo que algunos vecinos, según os contó, le habían traído por la mañana (algo de queso, pan y carne frita y algo de vino).

Ayúdenos, Prior -le suplicaba a Gonzalo-, y hágalo ya, tenemos ambos una edad y no queremos disgustos...

Yo puedo llevarles al bosque, si quieren -dijo el joven Pere-. No está lejos de Yepes. Eso sí, sólo antes de que anochezca, claro -matizó-.

Afuera ya daban las dos de la tarde, y el sol comenzaba su larga bajada.

Gonzalo se levantó con algo de esfuerzo y agarró las manos del padre de Maribel con fuerza.

-Déjeme decirle que haré todo cuanto esté en mis manos y en las de mis buenos compañeros - dijo soltando una de las manos y señalando a Severino y a Baldomero.- Pero no puedo asegurarle nada más que eso, al menos, de momento.

Dicho esto, se dirigió hacia la entrada, haciendo una pequeña mueca con la cabeza a sus dos ayudantes invitándolos a ir con él y, mientras salía, se dirigió al pastorcillo:

-Pere, bien aceptaré esa ayuda tuya, nadie mejor que un mozo de la zona para acompañarnos a investigar los alrrededores, así de paso nos cuentas todo los que has dicho que viste.

Hizo una pequeña pausa, hasta estar fuera del oído de la familia de Maribel.

-Si bien antes, hemos de parar en algún sitio a comer algo y descansar. Se lo pediría al párroco, pero ha salido del pueblo y tardará en regresar, quizá hasta la noche. Guíanos Pere, a donde puedan ofrecerle consuelo a nuestras bocas y nuestras piernas, al menos durante una hora. Creo que Severino y Baldomero estaréis de acuerdo, no?