La garita de vigilancia de la puerta principal es el cúlmen del aburrimiento. sin electricidad, ni calefacción ni aire acondicionado, las guardias consisten en aburrirse y esperar.
1742 Sábado 9 de Noviembre, 2002.
Chapelle está de guardia, junto a Sternn. No se puede decir que una guardia en Nebraska en pleno Noviembre sea algo agradable. Es un coñazo, a pesar de la parka y del pasamontañas y los guantes, salir aunque sea un segundo del cuartucho que hace de garita es un suplicio. Y encima el M16 pesa un huevo.
Sternn se asoma a la ventana a echarse un cigarro antes de hacerte un gesto con la mano.
Los demás podéis estar por los alrededores haciendo algo o simplemente leer sin participar. A vuestro gusto ;-)
- Eh, Chapelle, asómate - Tira el cigarrillo al suelo y lo aplasta con la bota. - Se acerca alguien...
Por la carretera, ya en sombras, se ven claramente las luces de dos vehículos dirigiéndose a la base.
Cornelius se incorpora y adopta una postura más marcial que la que mantenía sentado en la silla. El aburrimiento de las guardias era terrible, pero era lo que ordenaban y el que ordena manda. Dirigió la vista a los coches que se acercaban, sin soltar su fusil. No creía que fuese nada, por supuesto, pero el reglamento es el reglamento.
A ver quien viene... comenta Cornelius, aburrido.
Poco a poco, mientras cae la noche, los dos vehículos se acercan por el camino desierto. Son dos grandes furgonetas negras, con matrícula militar, aunque no reconoces el indicativo. Stern se inclina un momento hacia Chapelle.
- Te toca ir a ti. Yo ya hice las comprobaciones del camión de lavandería la semana pasada.
Acto seguido, con el incómodo fusil cruzado sobre el pecho, dad dos pasos y levanta una mano en un gesto de detenerse. Obedientemente, las furgonetas se detienen a 10 metros de la entrada.
Cornelius se acerca al primer camión, con el arma echad al hombro. Pura rutina, piensa. A ver cuando se acaba el turno y nos vamos de aquí. Antes de darse cuenta ya está junto a la ventana del condurctor.
Buenas. Identifiquense, por favor
El conductor baja la ventanilla, con evidente cara de disgusto ante el frío del exterior.
- Si. Aquí tiene...
Te entrega una carpeta de documentación más gruesa que el listín telefónico, pero con un enorme "TOP SECRET" estampado en rojo en la portada. Los papeles parecen estar en orden, son unos permisos de traslado temporal de material de la USAF, sin especificar. Vienen dos científicos del USAMRIID y dos soldados.
Correcto, señor, puede seguir adelante.
Que raro. Pero de nuevo, su trabajo no era cuestionar ordenes, sino cumplirlas. Hizo un gesto a su compañero para que levantase la barrera. Aquello no era asunto suyo.
Ambas furgonetas cruzan la barrera, alejándose hacia al Torre de Control, donde aparcan. De la segunda furgoneta veis salir don soldados fuertemente armados y cubiertos con trajes de protección, que se sitúan haciendo guardia a ambos lados del vehículo.
- ¿Crées que serán de la CIA? - Sternn da una vuelta a la garita sin mucha prisa. Se detiene de nuevo junto a Chapelle y saca otro cigarrillo. - Seguro que vienen por lo de las luces...
Cornelius levantó una ceja, extrañado ¿Luces? ¿Que luces?
- Tu no llevas mucho aquí, ¿verdad? - Le da una calada al cigarrillo y te ofrece la cajetilla - A veces se ven luces... extrañas. Ya sabes, cosas que se mueven por el aire cuando se supone que no debía haber nada allí. ¿No te has pasado nunca por la Torre de Control en una guardia? Ramírez tienen una colección flipante de fotos. Pero no se lo digas al Mayor: Dicen que hace unos diez años, mandó un informe al Pentágono, y que le mandaron a alguien del proyecto Blue Book. Desde entonces, aquí paz y después gloria. - Mira al cielo, como si esperase ver algo más que la oscuridad aterciopelada de la noche - Pero a mi me parece que son pruebas de aviones secretos. ¿Por qué si no iba la Fuerza Aérea a mantener esta base aquí, abandonada de la mano de Dios, sin un alma en cincuenta kilómetros a la redonda?
Se da la vuelta y se planta en medio de la carretera, mirando tranquilamente las furgonetas y los dos guardias enmascarados que las vigilan.
Cornelius se encogió de hombros. A saber. Para los curritos como yo, ver, oir y callar. Ya sabrán ellos lo que se traen entre manos.
- Si, supongo que tienes razón...
1911 Sábado 9 de Noviembre, 2002.
Parece haber pasado una eternidad, pro apenas han sido dos horas. No estáis muy seguros de qué ha ocurrido (La explosión, el apagon, Mansetti, las visiones), pero da la impresión de que os deslizáis cuesta abajo hacia la locura.
Al dejar el jeep en la puerta, junto a la garita, podéis ver claramente lo que ocurre.
Tres compañeros están junto a la barrera, rodilla a tierra y fusil al hombro, apuntando. Bajando lentamente por la colina, tres pequeñas figuras, desproporcionadas, exrtañas.
Alienígenas.
Se acercan lenta y metódicamente, sobre sus piernas delgadas, balanceándose apenas. sus enormes cabezas muestran dos ojos ovalados, negros. La piel grisacea parece azula con el brillo de la extraña luz que les acompaña, una esfera flotante de pura luz que ilumina su avance.
Alienígenas.
Pequeños. Cabezones. Grises.
Alienígenas.
23-> Viene de [Los Hangares]
Me cago en... Cornelius se quedó mirando, boqueabierto, sin creerse lo que veían sus ojos. ¿Qué hago? Joder, ¿Que hago? Lo que más le gustaba del ejército era que uno no tenía que pensar, con hacer lo que le mandaban bastaba. Ahora necesitaba desesperadamente que un alto rango le dijese que demonios debía hacer uno en caso de invasión alienígena.
Aun con su fusil en las manos, el afroamericano se quedó observando, sin pestañear, mientras su arma descansaba plácida. El desconcierto de su dueño era total.
"¡¿Que carajo pasa?¡"
Figuras humanoides se ven acercando hacia la garita. Figuras humanoides y una esfera de luz.
Tomo mi arma y apunto, pero la misma no dejaba de temblar.
-¿Quien esta a cargo?- pregunto a los tres guardias apostados alli. -¿Cuales son nuestras ordenes?-vuelvo a preguntar.
Inmediatamente dirijo mi mirada hacia el sargento.
-¿Que hacemos ahora?, ¿llamamos al general?-
El Mayor sale de la garita, sosteniendo aún el auricular de la radio de campaña, sin apartar la vista del trio de figuras que se acercan lentamente.
- No... no tenemos comunicación. No hay lineas. Ni siquiera de radio...
Su rostro muestra sorpresa y un mudo y frío terror brilla en su mirada. Lo imposible está ocurriendo. Allí, en Platte, el lugar menos preparado del mundo.
Las tres criaturas se siguen acercando, con su extraño ritmo pausado, iluminados por la fantasmagórica luz azul.
A pesar del viento gélido, el sudor comienza a empapar las frentes de los que sostienen las armas.