Partida Rol por web

Oteé los alrededores en busca de alguna más de aquellas criaturas, pero no había ni rastro. Me acerqué al tronco de un árbol, o lo que quedaba de él, me apoyé como pude, clavé mi espadón en el primer lugar donde pude, y empecé a observar mis heridas.

Seguí el consejo de Martha, saqué mi cantimplora y vertí sobre la herida una cantidad generosa de agua. Veía como la escudera curaba a Angus, que parecía haber sido el peor parado, mientras el Capitán empezó a dar sus órdenes.

- no creo que fuera algo deliberado, los aldeanos no enviarían a propósito a una persona aquí para morir. Al menos, según la joven. Cuando hablé con ella, se me pasó por la cabeza la idea de "sacrificios", y ella se horrorizo al escuchar mis palabras. - miré hacia el Capitán, - pero veo posible que una persona de esa aldea sea la responsable de todo, y haya hecho creer a los demás que el problema está en otro lado. No obstante, dudo mucho que estas criaturas fueran las "Damas del Bosque" de las que me habló la joven, a lo mejor no sería mala idea continuar investigando.

Me levanté con dificultad y resoplando, tenía una herida a la altura del costado, y a cada movimiento notaba pequeños pinchazos. - Este territorio es muy amplio, ayudaré a Alistair a revisar los alrededores. Martha, cura al Capitán, cuando vuelva ya me miras la herida a mí.

Cargué mi espada y con paso torpe por el dolor, me fui alejando de mis compañeros un poco para ver si aún había alguna amenaza por allí cerca.

... Le dedico una ancha sonrisa a nuestra compañera

- ¡Muchas gracias, Hermana Martha!  , la verdad, no sabía que raza era la de estos seres, y menos aún que sus heridas pudiesen causar esa enfermedad. Gracias a la Letanía, creo que estoy a salvo de la infección. ¿Como estáis vosotros? ¿alguno necesita un vendaje o algo?, yo tengo aún unos rasguños, pero gracias a Luminaris no me impedirán seguir con nuestro deber.

Me vuelvo al cadáver siguiendo las órdenes del Capitán, y lo examino con más detenimiento; me fijo también en el fango circundante y en cómo están los matojos en la zona inmediata

- Estoy seguro; este hombre murió aquí; no le trajeron a rastras. Lo que fuere que lo matase, lo hizo aquí. Por tal como tiene manchadas las piernas de barro, que las tiene como nosotros, se internó por su propio pie en esta zona.

Sigo examinando el cuerpo...

- Tiene monedas encima, así que descartaría el robo; y además, lo normal sería que le hubiesen robado en el camino de vuelta al otro pueblo, no fuera de la senda. No, algo o alguien le hizo salir del pueblo en esta dirección; o huía o buscaba algo. La gente del pueblo... , no, no creo que fuese de lo que huía, porque podría haber pedido ayuda, y por lo que parece a través de lo que dice el Sargento, no es un pueblo de asesinos.

.... Me vuelvo al Capitán

- Creo qiue este hombre buscaba algo por aquí; tiene que haber algo en este pantano.- Miro alrededor; no hay nada distintivo, pero también es cierto que apenas hemos patrullado el área y nos hemos encontrado esta escena.

- Capitán, como ordene: Podemos volver a la aldea con el cuerpo de este hombre a darle sepultura; o volver dando un rodeo para aprovechar la luz del día y ver si descubrimos algo más; envolveré como pueda en ese caso el cuerpo y lo portaré a mis espaldas. De momento, mientras os recuperásis, voy a quemar los cuerpos de estas bestias para que no atraigan a sus congéneres con el olor a carroña que están empezando a emitir.

Martha asintió a las palabras de agradecimiento. 

- Me temo que mi dominio de la letanía no me permite curar más capitán. He de descansar unas horas antes de poder realizarla. No obstante tengo algunas pociones que podrían ayudar. - 

Mientras el resto hacía lo que el capitán había ordenador Martha buscó una piedra y se sentó a descansar. Debía reposar cuando usaba la letanía, pues esta a veces todavía la dejaba algo extasiada. Aprovechó para dar un vistazo al pantano. Allí había algo que no cuadraba, algo que no encajaba. Los guls estaban demasiado cerca como para que los aldeanos no sepan nada. ¿Y que es eso de las Damas del Bosque?, para empezar esto es un pantano, no un bosque. Por otro lado estaba el tema del olor, los pantanos no son un campo de flores, pero tampoco huelen como si todo estuviera podrido.

Se apoyo en su martillo para levantarse y suspiró.

- Cogamos unas ramas de los árboles y atemos una de nuestras túnicas a ellas para transportar el cuerpo y la cabeza del gul. Cuidado con cortaros sus dientes. -

Aunque el capitán había dado las órdenes, algo había en el pantano que se les olvidaba...

Aquél cadáver no hacía más que añadir más misterio a lo que sucedía en aquellas tierras. Los Templarios se tomaron un breve respiro mientras teorizaban sobre lo que pudo haber pasado y trataban de sacar algo en claro de todo aquello. Pero, si algo sabían cierto por completo, es que la clave de todo el asunto debía de estar en algún lugar del pantano.

Una débil luz dorada salió de las manos de Martha cuando está recitó la Letanía de Restauración sobre su compañero. Las heridas cicatrizaron rápidamente, dejando tan solo una marca blanca que desaparecería en unos días. Aunque Alistair y la propia Martha también tenían algunos rasguños, el capitán y el sargento eran los que peor pinta tenían, aunque se mantenían firmes haciendo gala de su gran fortaleza. Un remache antes de continuar, pero, seguro que sería de agradecer.

Los Templarios debatían que curso de acción seguir, con algunos abogando por regresar a la aldea y presionar más a sus habitantes, o seguir adentrándose en el pantano en busca de aquellas "Damas del Bosque" a las que los lugareños parecían tenerles una mezcla de temor y reverencia.

Entretanto, Bellator y Alistair se separaron un poco para investigar los alrededores, mientras los demás limpiaban la escena de la batalla para impedir que más necrófagos se sintieran atraidos por los cuerpos. Los cuerpos ardieron con sorprendente facilidad para el ambiente en el que se encontraban, y pronto una buena hoguera se alzó allí donde los habían apilado.

Terminada aquella tarea, se pusieron a preparar el cuerpo del hombre muerto para su transporte, pero este estaba más deteriorado de lo que parecía, pues en un pantano y otros ambientes húmedos todo se desgradaba a mayor velocidad, además de los mordiscos de los gules. Cuando trataron de alzarlo, arrancaron los brazos del mismo, los huesos deteriorados crujiendo al romperse. El resto cayó al agua y se hundió en ella.

A medida que Alistair y Bellator se adentraban en el pantano en busca de alguna pista más, una sensación de malestar se fue apoderando de ellos. Había algo podrido allí, pero no lo notaban con el olfato, sino con ese misterioso sexto sentido que todo Templario poseía y que lo advertía de cuando se hallaba cerca de una gran maldad. Podían discernir aproximadamente la dirección en la que se encontraba el origen de dicha sensación, pero cuando dieron un par de pasos, se detuvieron ante lo que habían visto. En varios de los árboles más adelante, llevando hacia el centro del pantano... había cosidas orejas humanas.

Descansando como estaba sentada en aquella piedra, Martha previó, pero no pudo detener, lo que sucedió con el cuerpo del mercader. El cuerpo estaba demasiado deteriorado como para que pudieran transportarlo sin más.

En la aldea había quedado claro que poco más podrían sacar sin forzar a los aldeanos. Puede que funcionara, pero, estando ya en el pantano, sería mejor registrar bien la zona para no tener que estar haciendo viajes de más. Cuando antes solucionaran aquello, antes podrían salir de aquellas tierras tan poco acogedoras.

Aquél asesinato no encajaba con nada de lo que sabían hasta ahora. ¿Puede que se tratara de una mera casualidad? ¿Qué podría haber llevado a un mercader ambulante a querer adentrarse en una tierra tan peligrosa? Estaba claro que allí había algo más de lo que parecía a simple vista.

Alistair hizo un alto para curar al capitñan justo después de encender la hoguera... recitó las palabras en honor a Luminaris y la plegaria surtió efecto. Abrió los ojos para mirar la pira; era curioso ver como se elevaba el humo junto al olor a carne podrida quemada; ardían bien, probablemente porque los gules estaban resecos.

Recuperar el cuerpo del mercader estaba siendo una odisea y el templario estaba deseando encontrar al responsable de esto, explicarle el dogma de Luminaris y volverse por donde había venido: lejos de esta ingrata aldea y esta ciénaga maloliente.

Cuando vio las orejas dijo:

-¿Cómo? ¿Quién haría esto? ¿Y para qué? - se acercó a las mismas buscando alguna pista

Angus se había llevado muchas sorpresas a lo largo de su vida... y ahora tenía que sumar otra mas: no se esperaba que el cuerpo estuviese en tal grado de descomposición. Aparentemente, estaba bien, e incluso pudo examinarlo,... pero fue levantarlo, y deshacerse. En este pantano, las cosas parece que no duran mucho.

No habiendo restos que enterrar, pues el pantano lo acogió en su seno, cuanto menos, le dedicó una plegaria a quien quisiera que realmente fuese el fallecido, para que su alma alcancase la Luz y la Paz.

Otra sorpresa, en este caso agradable, fue descubrir que el humo resultante de la incineración de las bestias, al menos, mantenía a raya a las moscas que pululaban. Por desgracia, era alejarse ed los restos humeantes, y éstas volvían a su baile habitual ante su vista. Al final, te acostumbras, pensó.

Parecía que todos estaman mediantamente bien, o al menos, mantenían una estoica compostura; con rasguños diversos. En un momento antes de salir, se aplicó un vendaje para terminar de curarse las heridas que la Plegaria de la Hermana Martha sanase anteriormente. tras ello, se encaminó tras el grupo de avanzada, que estaban detenidos ante una especie de arboleda...

...arboleda macabra, pues en los árboles, había cosidas orejas humanas.

Al igual que el Hermano Alistair, no pudo dejar de soltar una exclamación:

--¡Por el Amor de Luminaris!, ¿que siginifica esto???

... inmediatamente pensé en quienes serían los desafortunados dueños de las orejas, y en quien y para qué las pondría ahí de ese modo...

Me fui alejando del grupo con la intención de buscar nuevas amenazas. Notaba algo, algo dentro de mí me estaba alertando pero no sabía por qué. Pensé que seria la herida, el dolor me estaría jugando una mala pasada, pero entonces, acercándome a uno de los troncos podridos que crecían en esas aguas pantanosas, vi una escena macabra.

Orejas cosidas a la corteza... vi como Alistair se estremecía al verlo, y Angus apareció detrás de nosotros, teniendo la misma reacción.

Tuve que buscar una roca donde apoyarme y descansar, la herida cada vez me dolía más y al estar en el costado, no podía hacer ningún movimiento sin sentir punzadas. Saqué mi cantimplora de agua y volví a humedecer la herida, para a continuación sacar mis vendas y hacerme un apaño. Cuando terminé, volví a mirar aquel árbol, - ¡Capitán, debería ver esto! - dije alzando la voz para que el Capitán me escuchara a la distancia a la que se encontraba respecto a mí, - Esto no lo han hecho los Gul. Esas criaturas no serían capaces de coser así las orejas. Hay algo o alguien inteligente por aquí, que claramente no quiere que se le moleste. - añadí mirando a Angus y Alistair en lo que el Capitán y Martha llegaban hasta nuestra posición.

Martha estuvo pensativa un rato, no demasiado... el tiempo apremiaba y aquel lugar no era el mejor para reflexionar. 

- Esta claro que eso no es obra de los guls. En cualquier caso... ¿Que hacía el mercader en el pantano? Creo que si seguimos investigando por esa dirección - Dijo señalando hacia las orejas - Daremos con el quid de la cuestión - 

La escudera se puso en pié. 

- ¿Alguien podría prestarme una venda? - Dijo tocándose la pequeña herida. - No es suficiente para una poción ni una letanía. Será mejor guardarlas para lo que podamos encontrar... allí.

Cuando se hubo aplicado la venda* guardó su martillo y se colocó junto a sus compañeros... Era la hora de investigar que pasaba en aquel pantano

Como bien decía Bellator, aquello no podían haberlo hecho criaturas como los gules, que se movían guiados únicamente por sus instintos básicos. Claramente, lo que fuera que había hecho aquello no era amistoso con los humanos, de modo que era su misión buscarlo y destruirlo.
 

Aquello había tomado un cariz mucho más turbio rápidamente. Fuera cual fuera la historia del pueblo, ya hubiera algo que se llevara a los aldeanos o fueran simplemente desvarios de una mente joven y dañada, ahora quedaba bien claro que en aquél pantano habitaba algo que no era amigo de los humanos. Algo inteliegente, además, pues ningún monstruo sería capaz de realizar una obra como aquella.

El grito de Bellator atrajo rápidamente al resto, que observaron también las macabras decoraciones. Las orejas estaban parcialmente cubiertas de sangre seca, y en los árboles también podían verse manchas de ella. No era fácil de percibir, pues había muchos árboles en los que podía verse las orejas clavadas, pero parecían seguir un camino que se adentraba en el pantano. Recuperados del combate, y tras aquél nuevo y siniestro descubrimiento, el capitán Rogal dio orden de seguir hacia adelante y descubrir hasta dónde llegaba todo aqullo.

De nuevo, el avance se encontrón con la resistencia del terreno, aunque poco a poco se iban acostumbrando e iban sabiendo donde pisar para evitar una caída. Los árboles parecieron cerrarse aún más sobre ellos, trayendo más oscuridad a la tierra. Se volvían también más viejos y enfermos. Algunos parecían tan podridos que un golpe podría hacer que se deshicieran del todo. Siguieron viendo orejas todo el camino, lo que indicaba que iban en la dirección correcta, aunque daba la sensación de que estas se extendían por todo el cenagál.

En un determinado momento, empezó a alzarse una niebla blanca y espesa, aunque por el momento no llegaba a elevarse más allá de sus muslos. El chapoteo del agua y el crujir de los árboles o de cuando pisaban una rama caída fueron los únicos sonidos que les acomapañaron en su travesía. Y entonces, de repente, en vez pisar el fango del fondo, lo que notaron bajo sus pies fue la dura piedra, demasiado lisa como para ser natural. Estaban caminando sobre losas. No tuvieron que avanzar mucho más para verlo. Delante de ellos, el estrecho pantano se abrió de repente, un claro rodeado de árboles en el que entraba algo más de luz. Y en medio del claro, unas viejas ruinas, una construcción de piedra mucho tiempo antes derruida, con forma circular.

Las paredes de los lados y la más cercana a ellos parecían haber caido del todo, pero la del lado contrario todavía se alzaba, aunque con evidentes desperfectos. La forma circular creaba la sensación de que la piedra se cerraba sobre el centro de aquella construcción. Al acercarse a las ruinas, pudieron ver que en medio del círculo, había una especie de pedestal de piedra. Y clavado sobre el mismo, había un cuchillo de hoja triangular, completamente negro. Sobre la piedra había restos de sangre.

El capitán había utilizado las vendas que llevaba en su equipo para terminar de curar sus heridas, luego de seguir el consejo de Martha de limpiarlas para que la enfermedad que contagiaban los guls no lo afectara. Y una vez dispuesto se preparó para seguir el viaje.

Las ordenes que había impartido se vieron truncadas cuando el cuerpo que querían recuperar se deshizo y se perdió en el fondo del lodazal de aquel pantano. Más luego, cuando escuchó la voz de su Sargento y se acercó donde él, solo para ser testigo de la atrocidad apersonada en aquel extraño arte realizado con orejas humanas. Tropezando un poco por el fango, y afectado más de lo que le hubiera gustado ante aquella barbarie, Rogal se dirijió a los suyos con la orden de seguir adelante y descubrir adonde llevaba todo eso.

La nueva travesía los llevó aquella construcción de piedras en aquel claro.

Al parecer, a partir de ahora deberemos improvisar, pero mantengamos la calma y la concentración. Y por sobre todo, no se dejen sorprender. Rogal sospechaba que cualquier plan que realizaran a partir de ese momento se vería frustrado, como los que habían querido llevar a cabo hasta ahora. Y que lo que sea que estaba robando aquellas orejas para armar esas extrañas artes que pretendían disuadir a los intrusos, querría agregar las orejas de los templarios a su obra.

Desde que vieran las orejas y soltase la explamación, Angus permaneció en silencio; todo era extraño, sureal. Las orejas en los árboles parecía que marcaban un camino, que el grupo siguió, hasta llegar a la estructura pétrea con altar... un altar impío con un cuchillo, aparentemente ceremonial de sabrificios sangrientos.

La incursión en el pantano, había pasado de ser una caza de bestias, algo bastante más serio. No sabían a que se enfrentarían, pero encontrarse un culto extraño, desafiaba cualquier espectativa que Angus pudiera haberse planteado.

Al igual que sus compañeros, siguiendo las instrucciones del Capitán, se puso en guardia, manteniendo los sentidos alerta y el cuerpo en tensión. Sus ojos buscaban cualquier presencia enemiga. Se sentía en un lugar en que podían ser atacados desde cualquier dirección, por lo que procuraba tener la espalda cubierta, y vigilar los sectores que no estuviesen siendo protegidos por sus compañeros.

- Esto no me gusta; no se quien hace sus sacrificios aquí, pero pueden venir en cualquier momento.

Se intentó fijar en los detalles para intentar averigüar algo que no haya detectado inicialmente

Martha caminó junto a sus compañeros, más acostumbrada a cosas terrenales y mucho menos oscuro permaneció en silencio y un tanto asustada. A pesar de la formación todavía era una escudera, una aprendiz con cierto poder... pero sin la experiencia ni el aplomo de sus compañeros.

Trató de fijarse en aquel lugar, y mantenerse cerca de sus hermanos...

A cada paso que dábamos nos acostumbrábamos más a esas tierras pantanosas, se podía notar que íbamos ligeramente más rápido que cuando empezamos, pero siempre con la cautela necesaria en este tipo de situaciones en las que en cualquier momento alguien o algo puede asaltarte.

De repente, noté como el barro bajo mis pies se transformaba en solida piedra, que continuaba por un sendero de baldosas. Mientras avanzábamos no paraba de preguntarme si por ese camino encontraríamos a esas Damas del Bosque. Desde luego el descubrimiento de las orejas y el camino de piedra no era cosa de los guls, sino de algo inteligente, perfectamente podría tratarse de las Damas, lo que también estaba claro que fuera lo que fuera lo que estuviera detrás de todo aquello, no era amistoso.

Seguimos andando hasta divisar un pequeño claro, una zona donde no había árboles, sino una estructura de piedra, y en el medio de toda aquella estructura vimos lo que parecía un pedestal con restos de sangre y un extraño cuchillo. Que rabia me daba algunas veces tener razón, algo dentro de mí me llevó a pensar en sacrificios cuando hablé con la joven de la aldea, y parecía que había dado en el clavo.

- Está claro que aquí se están haciendo sacrificios, y quien sea que los esté haciendo, ha invertido mucho tiempo y esfuerzo en convertir este lugar en lo más inhóspito posible. No le gustará vernos aquí merodeando. Deberíamos estar alerta.

Las orejas en los árboles tal vez fueran un ritual o simplemente... una señal de advertencia. En todo caso, sin duda quienes habían hecho eso tenían algún motivo para ello y pronto lo descubrirían. Avanzaron con muchas penalidades y dificultades por la ciénaga hasta llegar a la zona de la neblina y piedras.

Al llegar a los alrededores el capitán dio la orden de mantener la calma y la concentración. Difícil. Alistair echó un vistazo alrededor intentando ver algo más pero al mismo tiempo alerta..buscaba enemigos, pero también le extrañaba que nadie de la aldea le hubiera mencionado esto, al fin y al cabo, las orejas podían ser de los desaparecidos:

-No os extrañe que esas orejas sean de los desaparecidos... lo raro es que nadie de la aldea nos haya comentado este sitio, tampoco nos hemos adentrado tanto y ellos conocen el pantano - hizo memoria, ¿tenía el cadáver del mercader las orejas?

Alerta ante el menor indicio, Angus fue capaz de notar algo extraño. El agua parecía vibrar a intervalos regulares, de manera apenas perceptible a causa de la niebla que la cubría. Aquellas ondas que sentía formarse por toda la superfície solo podían indicar una cosa. Algo se acercaba. Algo grande.

Al acercarse a observar las ruinas y el altar, pudo percibir también que la sangre del pedestal y del cuchillo, aunque seca, no debía de llevar más que unas horas, un día como mucho, desde que se había derramado. Allí había sucedido algo al mismo tiempo que ellos llegaban a la aldea.

Había algo raro en aquellas ruinas, y no solo se trataba de aquella especie de altar profano. Las mismas piedras que conformaban la pared trasera tenían una disposición rara, como si alguien las hubiera colocado y recolocado en varias ocasiones. ¿Había algo oculto detrás de ellas?

Aquél altar sin duda había sido construido por alguien, y aún era más evidente que estaba siendo utilizado para prácticas que evidentemente la Iglesia de la Creación, y por ende su brazo armado, no podían consentir ni permitir. Quien fuera el que estuviera detrás de todo aquello, debía ser llevado ante la justicia. Lo que en el caso de los seres malignos, significaba la espada de un Templario.

Aquél cuchillo de hoja negra claramente era una pieza clave de las prácticas que se llevaban a cabo en ese altar. Tenía aquél peculiar color debido a que estaba hecho de obsidiana, un material muy afilado, pero también muy frágil.

Sin más pruebas que lo que tenían ante sus ojos, era difícil saber quién era el causante de tales actos, pero sin duda debía de hallarse cerca, o, al menos, en algún momento regresaría a aquél lugar.

Había algo raro en aquellas ruinas, y no solo se trataba de aquella especie de altar profano. Las mismas piedras que conformaban la pared trasera tenían una disposición rara, como si alguien las hubiera colocado y recolocado en varias ocasiones. ¿Había algo oculto detrás de ellas?