Partida Rol por web

-No es una cárcel, eso es verdad.

Quien hablaba era uno de los prisioneros encadenados, en una esquina. Debía rondar los cuarenta y tantos, y tenía una gran E dibujada en la frente, pero no con pintura, sino con su propia piel. A diferencia de los demás, no lloraba ni estaba catatónico, sino que parecía haber aceptado su destino.

-Esto lo llaman la Antesala porque es la antesala a la Forja. Y en la Forja hay un destino mucho peor que la muerte. Al fin y al cabo, ya estamos muertos, ¿sabéis?.

Algunos de los otros prisioneros chistaron, asustados, pero él siguió hablando.

-Vosotros tenéis suerte, sois poco más que infantes. Pero yo llevo tres años en la Ciudadela, trabajando para un hijo de puta. La E es de ESCLAVO, ¿sabéis? Si me hubiera recogido otra persona, alguien con más corazón, ahora sería uno de los soldados que nos custodian. Pero como me cogieron los esclavistas y me vendieron, y mi amo ha decidido ahora venderme al Anacreonte para convertirme en ladrillos y argamasa fantasmal... -Fijó su mirada en Arturo-. Porque eso es lo que van a hacer con nosotros, ¿sabes? ¡Ojalá me prostituyeran! ¡Ojalá hubiesen dado a los niños en adopción! Pero... ¿habéis visto cómo reparaban el techo? Los ladrillos y las tejas... Son ellos, ¿sabéis? Son los niños.

-¿Pero qué dices? -farfulló Jose Luis-. ¡Todo eso no es más que una idiotez!

Se volvió hacia la puerta y empezó a darle patadas.

-¡Ha habido un puto error! ¡Yo no soy un fantasma! Yo estoy... estoy vivo... -Perdió la fuerza en las piernas y cayó de rodillas, llorando-. Tenemos que... tenemos que salir de aquí, Carlos...

Oyó la voz del otro prisionero refutándole. Un temblor subió de forma desordenada por su espalda, como si se mezclara conflictivamente con la sensación cálida y explosiva de odio, que amenazaba con dar lugar a más gritos. Sentía como su cuerpo parecía entrar en resonancia con cada cambio de sentimiento, como si proyectara el mismo cada estado de ánimo... cada percepción, cada emoción parecía acometerle de forma diferente a cuando estaba viva, casi sin barreras.

Da varios pasos, teniendo cuidado de no pisar a nadie, mirando los rostros perdidos y confundidos de las mujeres que recordaba eran clientes aquel nefasto día. Se puso frente al esclavo, mirándole fijamente.

-¿Qué mierda sabes tú de todo esto?...- no era una pregunta retadora, no era agresiva, su tono no indicaba un insulto, no, era una pregunta que le estaba carcomiendo las entrañas, al igual que el terror y la ira -...Afuera no vimos niños, solo otros esclavos currando...- y se acerca dos pasos más, sus ojos le miren fijamente, su mano tiembla y la esconde tras su espalda.

-A que te refieres con ladrillos y argamasa fantasmal, habla claro gilipollas... que no me ha gustado nada lo que me estás diciendo...- le dice. La verdad era que nada le agradaba, pero de todos los sitios, aquella prisión, con los estampidos férreos y los gritos vívidos y horripilantes, era el peor. Le tenía de los nervios, como una casa de torturas, trataba de ignorar aquellos lamentos que se iban haciendo insoportables...

A la par que el "común" se acerca al hablador esclavo yo retrocedo impresionado por sus palabras. Impactado. Sin dirigirme a nadie en particular murmuro es . . . es como en el infierno de Dante ¿no? Pero esto no es el infierno . . . ¿verdad?

Empiezo a sentirme preocupado, las cadenas y las palabras del esclavo coinciden pero no he visto niños por ninguna parte. Y los gritos . . .  ¿quién grita?

¿Quién grita? Dime, ¿quién sufre así? Mis ojos miran a José Luis que está conmocionado al parecer.

Le pregunto al hombre encadenado mientras me acerco a la pared. Una imagen me asalta una y otra vez desde que nos metieron aquí. Durante el trayecto hemos atravesado unos y otros varios cuerpos. Es una de las cosas más impactantes que he sentido nunca. Desagradable, molesto. Pero los hemos atravesado. ¿Cómo lo hemos hecho?

Con cuidado, casi con miedo, aproximo la mano a la pared para tocarla o  . . . ver que sucede. Quiero salir de aquí. Pongo mi alma en ese deseo, no quiero ser un esclavo ni un ladrillo. No soy creyente, ¿tengo alma? ¿es solo mi voluntad? No importa como se llame, quiero salir, quiero volver con Claudia.

La voz en la cabeza de Carlos le responde a su pregunta.

-Gritan los que no se defendieron, están siendo sometidos a torturas peores que las que hemos vivido...- su voz parece un susurro débil, asustado.

-...somos unos inútiles, no nos opusimos cuando era el momento, solo hablamos... y por hablar... en unos momentos seremos nosotros los que griten...- le recuerda lenta, débilmente, como si cada palabra con voz quebradiza saliera para que él pudiese entenderla

Las paredes eran completamente sólidas para ellos. A diferencia de aquellas paredes del otro lado (el lado vivo), éstas, fantasmales, no podían ser atravesadas por ningún otro medio que la apertura de la puerta. Eran tangibles y reales, con un tacto parecido al que habían tenido al otro lado.

El esclavo frunció el ceño ante los exabruptos de Arturo y prefirió contestar a Carlos, por haber sido mucho más educado.

-Los niños rara vez sobreviven aquí. Cuando mueren no están preparados para soportar todo el horror que les espera como fantasmas y la mayoría caen y se convierten en Espectros. Algunos logran, con mucha voluntad, resistir, pero es bastante raro que lo logren. La mayoría es capturada por los segadores y son traidos aquí, a la Forja. ¿Sabéis por qué gritan? La Forja es el castigo más cruel que puede inflingir a un criminal, pero también se hace a aquellos que no han tenido suerte y han llegado en época de necesidad. Yo morí hace tres años en un hospital, tras sufrir un ataque al corazón. Cuando desperté y me sacaron de la Placenta, me estaban esperando. Me pusieron cadenas y me vendieron como esclavo. Y aún así fui afortunado.

Los gritos se acallaron y sólo resonó el martillo, rítmico.

-En este lugar no hay materias primas, que se diga. Sólo cuando algo es destruido al otro lado cruza el Manto hasta aquí. Así que cogen lo que pueden. Y lo único que nunca falta son almas. Este cuerpo nuestro no es como el otro, cuando vivíamos. Éste es distinto. Se llama Corpus. Si sabes cómo, puede ser transformado de muchas maneras. Así me dibujaron la E en la frente. En la Forja lo que hacen es transformarnos en objetos inanimados. Ladrillos, argamasa, tejas y vigas, eso necesitan ahora. Acaba de haber un Maelstorm y necesitan reparar la Ciudadela. La Forja te despoja de todo lo que te hace un individuo, Sombra incluida. Así, al menos, ninguno de los nuevos se unirá a los Espectros ni serán arrastrados al Olvido. Ese es nuestro destino.

Miguel sintió un fuerte escalofrío recorriéndole la nuca. No de modo fisiológico, sino puramente psicológico. El miedo comenzó a inundarle. Así como inundaba a todos los demás (él podía sentirlo claramente), lo estaba llenando a él también.

 Nos conducen a una prisión guardada por guardias con espadas y por un perro espantoso "esto es de locos"

Y el espectáculo dentro es casi peor, todas esas mujeres y hombres en un estado lamentable de desesperación "no puedo rendirme, no debo rendirme" dedico toda mi voluntad a no caer en la desesperación, afortunadamente las palabras de uno de los que venian conmigo me animan un poco, alguien mas piensa en escapar de esta locura

A continuación escucho en silencio lo que dice el esclavo, miro con horror mis manos ¿me van a convertir en un ladrillo en esa forja?, una sensación de nausea hace que me doble sobre mi mismo, pero no es una nausea ni nada físico, es como si la sensación de horror y desesperación se materializase en mi estomago

"no puedo rendirme"

Mas para no ceder que por otra cosa doy unos pasos adelante

-pero aunque seamos la única materia prima, es un desperdicio, yo puedo ser mucho mas util en mil formas diferentes que convertido en ladrillo, es ridículo. Seguro que se podra reclamar a alguien ¿no?-

Cuando Miguel se volvió hacia la gente (o fantasmas, ya no sabía como lamarlos) una vez se incorporó tras ser lanzado al interior de la oscura celda, el pánico volvió a apoderarse de él. No podía creer que estuviese en una de sus peores pesadillas: mutulaciones, torturas, esclavismo. Y las palabras del prisionero con la letra E escrita en la frente no ayudaron a tranquilizarle. ¿Estaba definitivamente muerto? ¿Era un fantasma? ¿Un esclavo? ¿Le iban a fundir y a convertir en materiales de construcción o a explotar durante años?

Como si algien acabase de accionar un resorte, el hombre en bata se lanzó sobre la puerta de la celda y comenzó a aporrearla con fuerza.

-¡DEJADME SALIR! ¡DEJADME SALIR! -gritó sin descanso hasta que comenzó a hiperventilar. Sabia que ya no era un sueño, por lo que tampoco tenía ningún control sobre lo que sucedía a su alrededor, y, además, había demasiada gente en aquel lugar tan estrecho.

Todas sus fobias volvieron a aflorar al chocar contra la realidad de su destino.

la forja, la ciudadela, espectros, corpus, el manto, maelstrom, la placenta, la sombra, el olvido . . . demasiada información de golpe. Pero lo prefiero a la ignoranacia, ya iremos desenredando el ovillo.

Me acerco de nuevo al preso encadenado.

Pero . . . por lo que dices esto no ocurre siempre. No todos acabamos aquí ¿no? ¿Cómo podemos salir de aquí? ¿Podemos ayudarte? Así tu podrías ayudarnos a nosotros.

Muerto.

Estoy muerto.

Definitivamente muerto.

No me jodas. Si eres yo déjate de recriminaciones y piensa, es lo único que se nos da bien. Bastante raro me siento sin gafas y viendo. Siento como si mis ojos fueran pelotas de pinpon.

¿Qué sabes tú que no sepa yo? Venga, dime lo que sepas y conseguiremos salir de aquí. Hay mucho trabajo que hacer.

-Somos- corrigió la voz interior de Carlos -Si tan sólo hubiésemos hecho algo antes... si tenemos otra oportunidad, deberíamos usar todo lo que tenemos, no solo las palabras...- parecía que se deleitaba un poco recriminando.

-Sabemos lo que sabemos... si... tenemos que salir de aquí. Cuando la puerta se abra, ese es el momento... podemos distraer al enorme sabueso, si... podemos usar a algunos de los otros prisioneros. Ninguno vale más que nosotros. No... Usemos al común... usemos al mutilado... usemos a Jose Luis... no valen la pena... no... ellos no saben lo que es sufrir, no... no como nosotros. Es el momento de que lo sepan... usemos a alguno, de distracción, que las mandíbulas de aquel perro mastiquen algo que no sea nosotros... mientras nosotros huimos, mientras corremos, si, mientras nos alejamos, mientras vamos en busca de Claudia...- y pronuncia las últimas palabras con lentitud, haciendo énfasis en el nombre de Claudia.

-Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda...- empezaba a decir -... hablas demasiado, mucha mierda. Maelstromos*, sombras, espectros, se te llena la boca de palabrotas elegantes... maldito gilipollas... - dijo empezando a desesperarse también, siente como ahora su corpus, si recordaba el nombre que le había dado el prisionero a su nuevo cuerpo, se agitaba con emociones oscuras, con angustia, con miedo, con terror, con verdadero pánico y desolación.

Tomó por las ropas del cuello al prisionero, apretando con fuerza para levantarlo levemente. En el fondo no quería dañarle, lo sabía, no de nuevo, no caería de nuevo en aquello... iba a pagar por sus faltas, por sus crímenes, pero en su momento. No ahora, no así, no siendo martillado y torturado en lo que llamaba la forja. Se estaba dejando llevar por aquella sensación embriagante, estaba experimentando cada uno de estos sentimientos con gran intensidad y rudeza.

-Cállate ahora cabrón de mierda... no nos confundas más... si de algo estamos seguros, es que no queremos ir a donde sea que nos vayan a llevar, a las forjas como tu dices. Me importa un pito lo que hagan, tantos gritos indican que no son buenos...- y se acercó a él

-Debe haber alguna forma de salir de aquí... alguna puta manera... y espero que estés dispuesto a darnos ideas...- y mira hacia atrás -Al menos se ve que sabes más que todos los otros gilipollas que vienen conmigo...-

-¿Salir de aquí? -El prisionero soltó una risita-. No se puede salir de aquí. ¿Has visto cuántos soldados hay ahí fuera? Tienen espadas de acero negro, espadas que duelen de verdad, como estas cadenas.

Su sonrisa parecía propia de un demente, de un hombre loco que ha aceptado su destino.

-Para salir necesitaríamos un milagro. Estamos en mitad de una Ciudadela con la Ley Marcial activada. ¡No hay nada que hacer!

Los martillos se detuvieron. Por un momento se escuchó el silencio, el amable y delicioso silencio. Luego, pasos, y las cadenas abriéndose.

La puerta se entreabrió y la figura de un soldado que empuñaba una antorcha (cuyo fuego azulado crepitaba de verdad, como el fuego naranja de la vida) se recortó en la penumbra.

-Atrás todos -ordenó con voz de hierro. Miró alrededor y señaló a Jose Luis, que no dejaba de lloriquear-. Cogedlo a él.

La puerta se abrió un poco más y una soldado le tomó del antebrazo y lo arrastró hacia fuera, a pesar de que Jose Luis se debatía como un pez ahogándose en aire. Los ladridos del perro llenaron la celda de nuevo.

-¡A mí no! ¡Cogedlos a ellos, ellos están muertos! ¡Yo no! -Jose Luis se sujetó a la pared y clavó sus uñas en ella, arañándolas con un chirrido espantosa-. ¡Carlos! ¡Ayúdame, Carlos!

No hay reclamaciones en el Infierno, hijo. Pero una cosa es segura: tienes que salir de aquí. Como sea. No querrás acabar en la Forja, ¿verdad? Yo no quiero eso para ti. Aún tienes la posibilidad de redimirte pagando por tus pecados, Eduardo. Tienes que hacer algo.

Hola, susurró una voz desconocida. Soy la Sombra del idiota del arañazo en la cara. Parece que tu Psique es la única con el músculo y la disposición para hacer algo y evitar que acabemos todos convertidos en ladrillos. Te sugiero que le animes a salir de aquí por la fuerza. Para la próxima vez que abran esa puerta, tenemos que lanzarnos afuera.

Arturo sintió que la voz en su cabeza parecía murmurar algo, demasiado bajo como para que él pudiese percibirlo.

 -si, tenemos que salir de aquí, espoleare a este necio hasta que salga enloquecido-