Partida Rol por web

Talbott y Maurice habían salido corriendo hacia el cementerio a atender de inmediato la escena del crimen. El jefe de policía y el poli retirado no habían perdido ni un instante. A su vez, Vivien y Richard, junto con el cura y Mary Stone, la posadera, habían permanecido junto al cuerpo de Katharina mientras Alan Ettringer, el antiguo doctor del pueblo, había salido corriendo rumbo a su casa, muy cercana, con la intención de traer su maletín y los medios necesarios para reanimar a su buena amiga, la antigua profesora.

Dos Passos estaba también capacitado para colaborar con la reanimación de la mujer, pero se hallaba tratando de retener a todos los presentes dentro de la mansión, en donde se había desatado el caos. Corría el peligro de que los asistentes, entre la noticia del asesinato y el infarto que habían presenciado, organizasen una avalancha a causa de la excitación nerviosa y el pavor. Y en medio de la única vía de huída se hallaba el cuerpo casi sin vida de Katharina.

Tampoco podía consentir que se escapasen para acudir al cementerio en masa. ¡Arruinarían la escena de un crimen! ¡Quién sabe cuántas pruebas podrían destrozar!

Y luego estaban los desmayos. Hubo de abrirse paso para recoger del suelo a la apocada maestra, Georgette, quien se había desvanecido por el impacto de la espeluznante visión del ataque de su maestra. La joven había caído al suelo sin sentido y, en medio del caos, había sufrido varios pisotones por todo el cuerpo de vecinos cegados por el caos. No fue sino gracias a la ayuda de Charles que pudo apartar a la muchedumbre para cerrar la puerta y recoger a la muchacha.

Alice había sido literalmente arrastrada por algunos vecinos histéricos que la habían devuelto a la casa a empujones hasta que aterrizó en el suelo. Gracias a su agilidad felina -tantos años bailando debían de notarse de algún modo- logró zafarse de la muchedumbre que amenazaba con aplastarla y se había logrado poner en pie de nuevo, apartándose del colapso del pasillo y, por ende, de la zona de mayor peligro.

Se estaba viendo totalmente desbordado. Él solo no se las apañaba para contener aquella escena de caos que se estaba viviendo. El funeral de Ennis, las reacciones de Lucinda, el comportamiento del ebrio Dwight Goodson, el alarido de Lucinda a Rudy Goodson, el lamentable espectáculo de llanto de Ethel, su posterior asesinato y la abominable escena vivida minutos antes, con los ensordecedores alaridos de Katharina Smith y su consiguiente infarto, todos estos hechos unidos habían desatado la histeria en un pueblo muy poco acostumbrado a sobresaltos.

La gente corría, saltaba y gritaba, tratando de abrirse paso hacia la salida.

Julian se abrió paso a empujones hacia el comedor, depositando a Georgette sobre la mesa, entre copas y platos. No quería dejarla en el suelo. Corría el peligro de ser pisoteada en su inconsciencia por una turba aterrorizada e histérica.

Una vez que la hubo depositado alzó la vista y corrió hacia la zona de riesgo, agarrando violentamente del brazo a las dos únicas personas que pareció encontrar aún dueñas de sus facultades mentales. Su ágil brazo izquierdo aprisionó hasta provocarle dolor el menudo brazo de Alice y con el derecho asió el fornido brazo de Charles.

-¡Necesito ayuda! ¡No voy a poder controlarlos yo solo! ¡No podemos dejarlos salir! ¡Katharina debe recibir primeros auxilios sin miedo a que una turba enardecida la pisotee sin cuidado alguno! ¡Y NO PODEMOS CONSENTIR QUE CORRAN AL CEMENTERIO A DESTROZAR UNA ESCENA DEL CRIMEN! ¡Agitad, calmad, abofetead...! ¡Lo que sea, pero ayudadme a devolver la cordura a este atajo de idiotas!

Con una cara mucho más seria de lo que era habitual en ella Alice asintió y apartando a un lado a Julian se dirigió a la entrada, donde agarro una pesada silla que luego arrastró hasta ponerla junto enfrente de la puerta bloqueando el paso. Se quitó los zapatos, dio un tirón a la cinturilla de la falda para subirla un poco y que no le estorbase, después subió de un ágil salto a la silla.

Acercó los dedos a los labios, inspiró profundamente y lanzó un fuerte silbido que se oyó por encima del barullo general.

-Fffffffffiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu!!!!!! Bien, y ahora que parece que tengo toda vuestra atención vamos todos a calmarnos un poco. De momento  todo lo que sabemos es lo que dijo Katharina y de momento nadie lo ha confirmado, puede que todo sea un malentendido, así que hasta que vuelva el jefe Talbott y nos diga algo, vamos a quedarnos todos aquí con el agente Dos Passos. Para empezar creo que sería buena idea que los caballeros tomaran asiento mientras las señoras preparamos café y tila.

-Y al que intente cruzar esta puerta sin la autorización de Julian, le arrearé tal patada en la cara que la nariz le asomará por la nuca!- Pensó.

Aquella escena parecía más propia de una película que de la vida real. De no ser por los diálogos, cualquiera diría que se trataba de uno de esos filmes provenientes de la silente industria cinematográfica.

De pronto, todo el mundo se detuvo. Allí estaba Georgette, sobre la mesa del comedor. Alice, subida a una silla con la falda ligeramente remangada y silbando clamando por silencio. Charles sujetaba a Toby Ettringer, el hijo del antiguo doctor, para evitar que se liara a golpes con el tabernero Barney Drumm. La gente corría, gritaba, y aullaba, y de pronto, tras el silbido, sobrevino un momento de quietud.

Todos comenzaron a mirarse unos a otros, como tratando de averiguar qué estaba pasando, como aquel que acaba de despertarse de una pesadilla y se encuentra completamente desubicado. La desorientación era pasmosa. De pronto, algo rompió el silencio. La enfermísima Barbara Flaherty comenzó a reír a carcajadas. Su risa resultaba tan incongruente que la mayoría de los presentes no podían hacer otra cosa más que mirarla, estupefactos. Al cabo de unos instantes, su marido se unió a ella en las carcajadas, y alguno más de los presentes se sumó, mientras algunas de las damas comenzaba a llorar a lágrima viva.

Aún había histeria, pero al menos el revuelo se había calmado. Ya no habría avalancha, ya nadie invadiría la escena del crimen. Que rieran, que lloraran, pero que aguardaran tranquilos.

Julian se aproximó a Alice. La expresión de su rostro mostraba cuán complacido estaba por el resultado del silbido de la bailarina. El alivio que sentía era tal que no habría podido expresarlo con palabras.

-Alice, tengo que llamar al forense. Debe presentarse de inmediato en el cementerio. Por favor, mientras Charles controla a la horda de chiflados, trata de localizar a Dwight Goodson y a su hijo Rudy entre el gentío. Supongo que aún no se han enterado de la muerte de Ethel y deberían saberlo cuanto antes.

-Charles, te quedas a cargo del manicomio, que no se te escape ninguno.- Dijo Alice introduciéndose entre el gentío dando buen uso a sus codos y tacones para abrirse paso. No era un sistema muy elegante, pero lo había aprendido en Hollywood y desarrollado ampliamente en los numerosos  castings a los que había acudido. Cuando se adjudicaba el papel se acababa el casting, así que las primeras chicas que hacían la prueba tenían una clara ventaja sobre las demás. Había convertido su técnica para dar discretos empujones, clavar afilados tacones que provocaban una cojera nada vistosa, o verter accidentalmente el contenido de su taza de café en las blusas nuevas de sus rivales en un arte.

Se movió como un tiburón entre un banco de peces, lanzando tímidas sonrisas avergonzadas y sentidas disculpas a las víctimas de sus arteras mañas mientras buscaba a los Goodson. Tendría que llevarlos a alguna sala tranquila para informarlos de todo. Resopló hacia arriba, removiendo su flequillo ¿Dónde se habrían metido?

Charlas estaba blanco por los nervios, todo aquello le sobrepasaba, no era un tipo precisamente de acción, así que se sobresalto cuando la srta Whitman dijo su nombre sacando lo de su ensimismamiento.

Las palabras del jefe de policía esa mañana le habían intimidado, y eso que eran amables palabras de ánimo y llenas de preocupación por él y los suyos. Había demasiada gente allí, así que optó por una solución pragmática.

Señores, por favor, presten me un momento su atención dijo hablando en voz alta  y claramente a todos los blanquitos que lo rodeaban usando las manos a modo de megafono, su voz se impuso al gallinero que reinaba en la sala Hemos de facilitar la tarea a las autoridades, así que formen grupos de 5 personas, que cada cual se preocupe por sus 4 compañeros en ese grupo, de no perderlos de vista y de que no se alejen de la casa, aquí estamos seguros  

Luego añadió
¡Si no encuentras un grupo avancen al centro de la sala y se formarán grupos aleatorios!

Las personas, como borregos, fueron obedeciendo las órdenes de Charles, agrupándose y vigilándose unas a otras, como si estuviesen asustadas, como si alguien fuese a apuñalarlos por la espalda en cualquier momento.

Desde lo alto de la escalera puedes ver a Lucinda Ennis, tranquila, observándoos como si fueseis monos de feria. Apoyada en la barandilla, altiva, por un momento establece contacto visual contigo, aunque te da la impresión de que en el fondo no te está mirando, que su vista te traspasa hasta centrarse en la pared.

Cuando miras atrás, ves lo que está contemplando en realidad. Es una foto familiar de Henry Ennis cuando era más joven, sentado en el sofá de la sala de estar. A su lado está sentada su esposa, el vivo retrato de cómo será Lucinda pasados unos años. A sus pies juegan dos niñas bellísimas. Una de ellas es Lucinda, de eso no te cabe duda. La otra es... ¿Una hermana gemela? ¿Había tenido Lucinda una hermana? Algo recordabas del pasado... ¿Un secuestro? ¿Un asesinato? Algo de ese calibre. Pero había sucedido un buen número de años atrás.

¿Acaso estaría Lucinda observando aquel retrato como una muestra de todo lo que tuvo y ya no poseía? Nadie quedaba de esa foto, salvo ella.

Localizas a Dwight sin mucho esfuerzo. No parece haberse enterado de nada. Está en la sala de música, en donde reposaba el féretro de Henry Ennis. Se ha caído sobre una inmensa maceta y dormita la borrachera como un inocente bebé de más de cien kilos. La incipiente barriga le asoma a través de los botones de la camisa manchada de tierra.

En aquellos momentos nadie más había en aquella sala. Solo tú y el embriagado marido de la difunta.

El viejo Henry Ennis, inmortalizado en su juventud era algo imponente, si viviera para ver su casa convertida en un circo el día de su funeral le turbaría la vergüenza durante meses.

Charles se acercó a Lucinda, tras el esfuerzo de abrirse paso entre la gente, en ocasiones entre empujones y esgrimiendo disculpas a diestro y siniestro.

Disculpe señorita dijo al acercarse a ella ¿Se encuentra bien?

Charles no había tratado nunca demasiado  con la hija de el señor.

La muchacha se santiguó mirando fijamente el féretro de Ennis. Después se acercó al dormido Dwight con paso firme. No sin mucho esfuerzo bajó al hombretón de la maceta y se arrodilló a su lado. Le limpió como pudo la tierra y le colocó bien la camisa para tratar de devolverle algo de la dignidad perdida.

-¿Menuda te has pillado Dwight? –

Salió un momento a por una de las cubiteras de los Drumm. Un poco de agua helada le vendría estupendamente. Empapó su pañuelo, lo estrujó y procedió a pasárselo delicadamente por la frente y las mejillas a Dwight.

-Dwight, Dwight, despierta.- Le dijo con voz suave.

Lucinda por fin se percató de tu presencia, absorta como estaba en la contemplación del cuadro. Con desdén bajó la vista hacia ti, un par de escalones por debajo de ella. Su rostro no trascendía emoción alguna.

-¡Oh, sí! Ahora me encuentro mucho mejor- respondió, inerte, sin vida- Mucho, mucho mejor.

Dwight gurgutó algo ininteligible antes de volver a caer en un estado de sopor. Un par de empujones después, por fin fue capaz a abrir un ojo.

-¿Eh, qué? ¡Hip! ¿Eh? ¿Dónde estoy?- te mira, extrañado- ¿Ethel? ¿Rudy? ¿Dónde... hic... están mi mujer y esa bala perdida? ¡Hic!

El hombretón intenta levantarse de la maceta pero no lo logra. Tiene el culo literalmente encajado en el inmenso tiesto.

Julian se abre paso hacia ti. En su rostro puede leerse una sincera expresión de agradecimiento por haberle ayudado a controlar la situación. Se le había escapado de las manos, y de no ser por ti y por la pseudo actriz, posiblemente no habría podido mantener tranquila la escena.

-El forense ya ha llegado con su equipo- te dice, como si fuese algo realmente de tu incumbencia- Necesito que alguien los guíe hacia la escena del crimen. ¿Podrías acompañarlos al cementerio?

Julian se abre paso hacia ti. En su rostro puede leerse una sincera expresión de agradecimiento por haberle ayudado a controlar la situación. Se le había escapado de las manos, y de no ser por ti y por el chófer de raza negra, posiblemente no habría podido mantener tranquila la escena.

-El forense ya ha llegado con su equipo- te dice, como si fuese algo realmente de tu incumbencia, mientras te ayuda a sacar a Dwight de la maceta, cada uno tirando de un brazo- Necesito que alguien los guíe hacia la escena del crimen. Se lo he pedido al tal Liberty, pero no confío demasiado en que cumpla la tarea- había cierto matiz de racismo en sus palabras, pese a que el joven agente era uno de los menos separatistas del pueblo- ¿Podrías acompañarlos al cementerio? Yo me quedaré aquí con Goodson. Voy a ver si lo despejo a base de café para comenzar a interrogarlo.

La actitud pasiva y apática de la muchacha le dejo un tanto descolocado cuando el ayudante del sherif se acerco y su petición por lo poco apropiado de que los acompañara él al cementerio le hizo dudar sobre si el hombre quería librarse de él para hablar a solas con la señorita.

Por supuesto dijo a Julian asintiendo Pero, si me permiten sigerir lo, quizá toda esta gente se tranquilizara más si su anfitriona tratara de calmarlos.

Dicho lo cual se alejó a hacer lo que le habían pedido no sin cierta suspicacia.

-No te preocupes por eso Julian, los llevaré hasta allí.- Dejó el pañuelo empapado en manos del policía y se encaminó a la puerta. Antes de salir se giró con expresión preocupada. - Ten mucho tacto cuando se lo digas. Es un buen hombre.-