Partida Rol por web

Tus vómitos no han sido solo provocados por las bestias de horror indescriptible. Casi al mismo tiempo que aparecieron notaste un "tirón" mental, como si un cruel gancho de materia psíquica se hubiera cruzado con la masa de tu cerebro en su camino hacia otro lugar. El dolor y la sensación consiguientes fueron indescriptibles, pero al lograr recomponerte fuiste capaz de entender de donde había venido esa súbita sensación.

Se trataba del hombre enmascarado. Era él quien estaba utilizando sus poderes psíquicos para bloquear la puerta y mantenerla en su lugar a pesar de la fuerza bruta que los sabuesos de carne empleaban para intentar entrar al pozo. Fuera quien fuera, parecía que se divertía viendoos sufrir lentamente en lugar de simplemente liberar a la manada entera contra vosotros.

Aquellas rataperros sin pellejo habían hecho estragos en el ánimo de los prisioneros con su única presencia (si bien no tantos como Isolda...). Pero prometían ser mucho, mucho más dañinos todavía. Por suerte, Gianna y el salvaje Marshrek estaban dando la talla, aunque en su frenesí (o realmente los hados estaban contra ellos) habían destrozado sus improvisadas armas contra la más temeraria de las bestias.

La enfermiza risotada de Cara de Pájaro sacó a Arcturus de su ensimismamiento, así como las salpicaduras de vómito del tipo antaño risueño y hablador que estaba tras él y que había ido a parar a su ya muy maltrecha túnica. Se encontró con el rostro demudado de Hieronymus a pocos palmos del suyo, mirando la escena con los ojos desmesuradamente abiertos; resolutivo por naturaleza, ver al arbites así le causó una profunda impresión. Lo agarró del brazo y prácticamente lo arrastró consigo en dirección a una de las compuertas que había a sus espaldas. -Vamos, señor Homron, espabile, por el Emperador...

Hizo lo mismo con el tipo al que no le había gustado su desayuno, que tampoco parecía estar pasando un buen momento ni estar listo para combatir. Al menos podrían intentar, aunque fuera a la desesperada, salir de allí.

-A ver si abrimos una de estas compuertas. Si el Omnissiah me guia bien, si no, tiremos con todas nuestras fuerzas, la herrumbre ha calado en las guias y anclajes...

Artemius se sobrepuso al miedo con un brillo de locura en sus ojos. El shock le había dado una nueva voluntad, una voluntad que emerge desde lo más profundo del subconsciente liberando un nuevo espíritu forjado a partir de los fragmentos del anterior y templado en los fuegos de la demencia. 

-Creo que ya me siento mucho mejor...- dijo mientras se reincorporaba mientras leves hondas de energía empezaban a envolverle- Parece que el marisco del buffet me ha sentado mal...

Miró con sus ojos hacia el hombre de la mascara de pájaro y alzó su dedo hacia él

-Maldito sádico. Vas a pagar por esto...

Comenzó a concentrar cada vez más poder, preparado para desatar la disformidad contra sus enemigos.

Isolda apretó los dientes en una mueca de ira incontrolada y alzó el arma contra uno de los presos que tenía más cerca cuando recuperó la cordura. Bajó la mirada y vio sus manos manchadas con la sangre de un posible inocente, posible porque no lo conocía y sabía que era extraño el ciudadano que era inocente al cien por cien; pero no había hecho nada para que ella lo matara.

Y eso la enfureció más.

Enarbolando el arma improvisada por el adepto de Marte, la sororita se lanzó contra el perro que estaba enzarzado con el salvaje que ella dudaba que fuera solo eso. Lanzó un golpe mientras musitaba plegarias al Emperador para que guiara su mano en un golpe que pudiera hacer una gran cantidad de daño a su rival.

Cuando acabamos de destrozar a la criatura miro durante unos segundos a mi alrededor, me sobresalta el no ver al viejo luchando al lado de la criatura caída, lo veo parado con cara de terror en el mismo sitio que estaba, junto a el Arcturus intenta animarle con sus palabras, pero antes de incluso pensar que hacer otra de esas criaturas consigue atravesar la reja y salta sobre nosotros, con rapidez me cambio de mano el único hueso que me queda y me enfrento con la criatura que se abalanza sobre nosotros.

El arbites contemplaba al perro destrozar el cadáver de uno de los prisioneros, paralizado por el horror, imaginando que ante sus ojos, ese era el destino de Heinrich, viendo como el sargento de la Guardia se debatía y no el joven prisionero desconocido. Poco después era la imagen del propio arbites, que se revolvía inutilmente en el suelo contra la bestia la que Hieronymus contemplaba.

Sintió la presión de una mano metálica, de fuerza hidraúlica en el hombro y notó como tiraba de él. El arbites, se dejó llevar, caminando como un sonámbulo, sin poder dejar de mirar aquella escena de horror en la que la bestia devoraba, ahora su cuello, ahora el de Heinrich llenándose el hocico de sangre.

Viéndose avasallado por la bestia Maygar intenta defenderse con sus puños, pero el animal es demasiado ágil para que el salvaje lo atrape con las manos desnudas; sin embargo, en un momento de claridad, o tal vez aún cegada por su rabia enloquecida, Isolda surge como un rayo perforando una pierna del animal antes de que la vea acercarse. La bestia cae herida, pero casi de inmediato se vuelve a poner a cuatro patas, aún dispuesta a luchar a muerte a pesar de las heridas. Confuso, y probablemente hambriento, el animal se lanza de nuevo a por Maygar con sus mandíbulas que podrían haberle arrancado el brazo de una sola dentellada, pero el salvaje se apartó con unos reflejos extraordinarios y apartó al animal de un empujón lo suficiente como para recuperar el equilibrio.

Por otro lado, Gianna se había abalanzado contra el animal que acababa de salir tras la reja antes de que pudiera atacar primero. El animal ni siquiera pareció darse cuenta de que la soldado estaba allí hasta que recibió la cuchillada, apartándose con un gruñido y volviendo a acercarse después con el lomo erizado y enseñando los afilados dientes. El animal se arrojó sin más contra ella, pero el entrenamiento en la guardia imperial la había enseñado a anticiparse a aquellos ataques tan evidentes, y pudo hacerse a un lado antes de que sus zarpas la atrapasen.

Al mismo tiempo, Arcturus comenzó a alejarse en dirección opuesta a las bestias, arrastrando consigo a Hieronymus, que aún no parecía recuperado del shock. Cerca de ellos, Artemius se mantenía inmóvil, aunque recitando algún tipo de cántico o una salmodia en voz baja, muy rápido y de forma ininterrumpida. El resto de cautivos estaban tan inmóviles como el Arbites, y muchos caídos en el suelo; todos observando como Magyar, Gianna e Isolda plantaban cara a las bestias.

Sin embargo, algo en lo alto atrajo la atención de todos. De la nada, un hombre andrajoso con una broncínea y reluciente máscara de chacal apareció corriendo por el borde del pozo enarbolando un par de vibrantes cuchillos con los que atacó al hombre de la máscara de garza, que se defendió de ambos con un solo movimiento de una espada que llevaba oculta bajo sus túnicas. El combate que continuó en lo alto solo pudo ser seguido por el ruido de entrechocar de metal contra metal, ya que ambos contendientes se apartaron de vuestro ángulo de visión, pero en poco después, precedido por el escandaloso ruido de una pesada cadena y unos engranajes, tres escaleras metálicas cayeron desde lo alto, deslizándose hasta el fondo del pozo, desde donde podíais utilizarlas para escapar.

Sin embargo, aquello no solucionaba el problema de los sabuesos, cuya fuerza combinada ya comenzaba a doblar hacia afuera la puerta de la reja que les contenía con un escalofriante ruido. Era cuestión de unos pocos instantes que la manada entera de aquellas bestias se os arrojase encima de una sola vez.

-Bendito sea el Omnissiah.

Quienes le conocen saben que no es el más devoto de los de su orden, pero no puede contener el alivio. Arrastra lo más rápido que puede al arbites hacia la escalera de la derecha, la más cercana de las tres, se cerciora de que se agarre, suba un pie al primer perldaño y lo empuja sin muchos miramientos para que suba. Quién sabe qué les espera arriba... Pero la certeza de lo que les espera aquí abajo hace muy fácil la elección. Sea quien sea, el misterioso Hombre Chacal les ha dado una oportunidad.

-Arriba, vamos, vamos amigo, allí te sentirás mejor.

Se precipita a la segunda escalera, y echa un vistazo a su espalda mientras inicia pesadamente el ascenso. A su izquierda, Isolda, Gianna y Magyar mantienen a raya valerosamente a las bestezuelas, pero quién sabe por cuánto tiempo. Está seguro de que han percibido las escaleras, pero por su bien y el de Hieronymus espera que el viejo se de prisa subiendo. Arcturus controla por el rabillo del ojo a los feroces animales que se agolpan en la rejilla. Respecto a los otros prisioneros... ¿Qué importa?

Artemius terminó sonoramente su letanía para conjurar la disformidad y lanzar uno de sus poderes

-!!REPULSA ISTUD CUM VIS INGENTIA¡¡

Las fuerzas del inmaterium se conjuran perfectamente y gracias al entrenamiento en la schola psykana Plex pudo controlarlas sin sufrir ningún percance en el proceso. Un hueso de los que hay por el suelo sale despedido a gran velocidad hacia el perro con el que combatía una de las mujeres de aquel variopinto grupo. Sin embargo, a pesar de todo el esfuerzo el efecto de las drogas antipsíquicos aún le nublaba la mente impidiendo que el proyectil diese en el objetivo.

-VAMOS, HACIA LAS ESCALERAS.

Dicho eso empezó a retroceder despacio hacia la salida. 

Isolda escuchó ese sonido y apartó la vista un momento para ver como bajaban esas escaleras. Tenían una salida y ahora era cuestión de cogerla; pero no podían huir todos a la vez.

-Yo subo la última, subid ya -dijo mientras intentaba golpear al rival, con un ataque algo vago. Luego intentó que se echara un poco atrás, azuzándole; pero no pareció afectarle de ninguna manera. La tocaría salir de allí corriendo.

El arbites se maldeciría en silencio más tarde por haber sido incapaz de reaccionar de otra forma ante la amenaza. Se fustigaría en la intimidad y rogaría al Emperador por el valor que no había tenido e imploraría su perdón. Sin embargo, en aquel momento, el arbites apenas fue consciente de lo que hacía. Quizás aún corrían venenos por sus venas, quizás el reciente trauma quirúrgico no había pasado por completo.

Hieronymus colocó una mano detrás de otra y un pie detrás del otro sin ser consciente de sus actos, saber que estaba haciendo, hacia donde se dirigía, obnubilado por completo, sólo la constante y férrea presión de Arcturus le impelían a continuar.

Enzarzada en mi propio combate a duras penas escucho las palabras de Isolda; aunque no era como si el animal fuera a dejarme marchar así como así. El primer perro había caído muy fácilmente, pero aquél segundo animal era más duro de lo que parecía. Aquél trozo de hueso no iba a ser bastante, de modo que simplemente lo empujé a un lado y retrocedí pegada a la pared, intentando buscar las escaleras con la mano libre sin perder de vista al animal.

Apoyado ahora por la hermana de batalla, Magyar intenta abalanzarse sobre el animal para inmovilizarlo, pero de nuevo la bestia es muy rápida para él. Solo después de escuchar las palabras de Isolda decide retirarse y dejar que haga ella el trabajo, apartándose de los animales y dirigiéndose también hacia las escaleras en pos de escapar.

Mientras tanto, el resto de cautivos solo habían tardado unos segundos en pasar de mirar hacia las escaleras con total estupefacción a lanzarse hacia ellas como alma que lleva el diablo. Los pocos que habían alcanzado una escalera se encontraban subiendo lo más rápido que podían, mientras los que habían quedado tras ellos tiraban de las ropas de los que trepaban y gritaban por su vida.

Al mismo tiempo, el sabueso que Gianna había apartado contra la reja del pozo se había sacudido el entumecido cuerpo y había levantado la cabeza en busca de su presa. En un instante, su cabeza se giró hacia las escaleras, encogió su cuerpo preparado para abalanzarse, y de un colosal salto cayó entre Gianna y Magyar, acometiendo contra uno de los vociferantes cautivos que forcejeaba por ser el siguiente en subir por la escalera, ignorando totalmente a los otros combatientes, que contemplaron horrorizados en primer plano cómo aquél hombre era despellejado vivo y abierto en canal en unos segundos.

Por último, Isolda continuaba esquivando con gran habilidad las fieras dentelladas de la bestia en solitario, conteniéndola mientras el resto intentaba escapar

Plex miró a su alrededor viendo como la gente empezaba a subir las escaleras. Viendo como todos ponían rumbo al exterior decidió cubrir la retirada de los demás.

-Yo también os cubro- dijo mirando a la mujer del brazo mecánico- No perdáis tiempo

Dicho esto empezó a lanzar letanías frenéticamente a fin de volver a concentrar el inmaterium para su beneficio. 

-vis vostris da nobis sed libera nos a malo

Tragó saliva sonoramente, la espalda contra la pared, empujando a un arbites inoperante hacia arriba y rogando al Omnissah para que ninguna de aquellas infames bestias se fijara en él. Lanzaba miradas ansiosas hacia los otros prisioneros, deseando oscuramente que los desconocidos sustituyeran a Isolda y Gianna como carnaza de los animales. Incluso Magyar y el desconocido que parecía poseer siniestras habilidades psíquicas se estaban ganando su simpatía en ese momento...

Ese no era ni su día ni su momento. No es que destacara demasiado en el combate cuerpo a cuerpo, pues lo suyo era usar su sagrado bolter; pero ahora no estaba consiguiendo nada, bueno sí, evitar que la convirtieran en almuerzo, al menos por el momento.

-¡SUBID YA! -gritó a sus compañeros, pues ella se estaba quedando ahí para retener a esos seres antes de largarse corriendo ella en esa dirección.

El arbites se aferraba a la escalera con ambas manos apretando tan fuerte que tenía blancos los nudillos. Alzó la pierna y colocó el pie en el primer escalón mientras notaba en su espalda como Arcturus le empujaba cada vez con más urgencia. El abundante sudor de su frente le goteó en los ojos. El arbites parpadeó varias veces y el escozor pareció despejarle un poco, sacándole del estado de catatonia y terror que le atenazaban. Intentó subir la escalera pero fue incapaz de levantar la pierna, incapaz de alzarse desde el suelo.

Miró hacia abajo y contempló a través de su ropa desgarrada el extremo metálico de su pierna protésica. Sin embargo ésta se negó a moverse. El arbites concentró en ello toda su fuerza de voluntad, pero fue incapaz de hacer que ésta respondiera.

Quedó entonces dominado por la furia y ya no por el terror.

- ¡MALDITA SEA! ¡ARCTURUS! ¿¡CÓMO SE MUEVE ESTA MALDITA COSA!? - Gritó, incapaz de mover la pierna, maldiciéndo la extremidad protésica y sin soltar ambas manos de la escalera, tan enfurecido como desesperado.

Con los nervios al límite, no me había permitido el lujo de perder de vista al animal en ningún momento. Cuando el animal saltó en mi dirección ya estaba tensa preparada para recibir el ataque, pero en lugar de ir a por mi la bestia me había ignorado, lanzándose contra otro de los cautivos. Era como si los animales no reconociesen contra quién combatían, o como si estuvieran tan confusos como nosotros, pero aquello no importaba si al final iban a matar todo con lo que se encontrasen.

El cazador estaba al otro lado de la bestia, demasiado entretenida devorando como para prestarnos atención. Le hice un gesto con la cabeza y cuando me respondió del mismo modo supe que ibamos a repetir el ataque contra el primero de los animales.

Esperando solo un momento a que Maygar se preparase, me lancé contra el lomo de la criatura, dispuesta a clavar el trozo de hueso donde pudiera hacerle daño.

Con la bestia bloqueándole el paso, Magyar buscó una alternativa que encontró cuando su mirada se cruzó con la de Gianna y le hizo un gesto muy reconocible con la cabeza. Con la calma de un adiestrador de serpientes, Magyar se puso en cuclillas en total silencio para recoger otro trozo de hueso del suelo sin atraer la atención del convenientemente distraído sabueso. Entonces atacó Gianna y Magyar se apresuró a apoyarla. Entre los dos lograron encajar varios golpes, pero el animal gruñó de dolor y rabia y se los sacudió de encima como moscas molestas. El animal estaba herido, pero ni por asomo tanto como cuando antes habían acabado juntos con el primero de ellos.

El sabueso volvió a gruñir furioso, y tras un momento de duda se abalanzó sobre Gianna, lanzando una dentellada demasiado rápida que le rasgó la pierna con sus colmillos antes de que pudiera apartarla. La herida era aparatosa y le dolía, pero por suerte aún podía mover la pierna sin problemas.

Al mismo tiempo, Isolda continuaba forcejeando con el mas alejado de los animales, pero había demasiados dientes y garras a los que prestar atención. Mientras evitaba las poderosas mandíbulas de la criatura, sus garras buscaban su torax provocándola varias heridas menores, pero que juntas resultaban muy dolorosas.

Al otro lado del pozo, Arcturus continuaba sus intentos por lograr que Hieronymus subiera por las escaleras alejandose de allí, lográndolo a duras penas, mientras que Artemius continuaba sus extraños rezos en en voz baja pero recitados apresuradamente.

Mientras subía la escalera, la mente de Hieronymus por fin se iba despejando un poco, lo justo para reconocer un poco lo que había a su alrededor. Frente a él, un enorme panel de controles quedaba iluminado por una pictopantalla rajada que solo mostraba ruido de estática, y sobre ese panel había un cuerpo indudablemente muerto, ya que su espalda ha sido cortada limpiamente de arriba abajo en profundidad, dejando un denso charco de sangre a su alrededor. No había rastro de los enmascarados, ni el chacal, ni la garza.

El golpe que recibió la sororita la hizo soltar un grito de dolor antes de poder cerrar la boca y apretar los dientes contra su rival. No era algo bueno, todo eso era una mierda; pero tenía que aguantar. Se giró un momento para ver como iban sus compañeros y vio que el psíquico seguía allí. No iba a dar mucho más tiempo porque tampoco podría aguantar mucho más, aguantaría unos segundos más y luego se largaría de allí.