Partida Rol por web

- ¡Pónganse a cubierto! - ordenó el arbites a Lady Meula y al Académico - protégase con esto - dijo a éste último entregándole su escudo, que colocó encima de la mesa, entre ambos. Sin perder tiempo en comprobar que el sabio seguía sus órdenes, apoyó una rodilla en el suelo cubriéndose detrás de la mesa¹ . Tomó puntería sobre la cara deforme del que había hablado y encomendándose al Emperador apretó el gatillo a fondo² .

Parecía que el arbites había perdido el favor del Emperador desde que habían huido de la Casa de la Ceniza. Cuando disparó a aquel engendro pudo sentir, que la gracia del Divino Emperador a medida que la culata golpeaba contra su hombro y sus balas atravesaban al mutante.

Los proyectiles y disparos surcaron el aire y liberaron su furia contra el cuerpo del brujo deforme que os había amenazado. El mutante alzó los brazos hacia el cielo y emitió un clamor con una voz gutural, como en un intento de usar sus poderes para protegerse, pero debió de fracasar. El cuerpo del mutante cayó impulsado hacia atrás presa de los violentos impactos, todo él teñido de rojo y cubriendo el suelo rápidamente con un charco de sangre, mientras su máscara se deslizaba a un lado de su contrahecho cuerpo...

- ¿máscara? - pensaron todos. Algo había ocurrido aunque no acertabáis a comprender exáctamente el qué. En el lugar donde antes se hallaba el brujo ahora estaba el cadáver de uno de sus otros vasallos, mientras que el propio brujo se encontraba ahora donde antes estaba el desdichado hereje que ahora yacía muerto. Un escalofrío os recorrió la columna cuando la madera de los muebles a vuestro alrededor comenzó a crujir y a pudrirse ante vuestros ojos en cuestión de segundos.

- Estúpidos. Habéis elegido el camino del suplicio. - Repitiendo el gesto anterior, alzó los brazos como si clamara a los cielos y con un potente y antinatural rugido gutural, a continuación los dirigió hacia los acólitos. Al principio no ocurrió nada, pero entonces Hieronymus, Artemius y el académico comenzaron a retorcerse de puro dolor. Cada centímetro de su piel escocía, sus órganos ardían, su misma sangre parecía haberse convertido en punzantes agujas.

Mientras los afectados intentaban sobreponerse al dolor, los vasallos del brujo se lanzaron contra Isolda y Gianna enarbolando afilados cuchillos, pero no llegaron a alcanzarlas. Para sorpresa de todos, de repente el mundo se volvió ingrávido; muebles, libros, vosotros mismos e incluso el cadáver reciente del mutante se elevaron en el aire por igual durante unos momentos, como si de repente os encontráseis a bordo de un espaciopuerto con los sistemas dañados; y sin más, tan súbitamente como había desaparecido, la gravedad volvió, enviándoos a todos de vuelta contra el suelo violentamente.

Todo el mundo estaba ahora desordenadamente tirado en el suelo, las estanterías volcadas y los libros desparramados. Solo el brujo había permanecido con los pies en el suelo durante todo aquello, y en aquél momento se sostenía la cabeza con ambas manos, ligeramente débil o como si sufriera una jaqueca. Aquella anomalía de la disformidad lo había desconcentrado.

Arcturus permaneció callado, ceñudo, como ausente, quizás encajando las novedades o intentando descifrar si las referencias de Artemius a la suerte encerraban alguna dosis de ironía; no se le daban bien aquellas cosas. El tumulto provocado por Cara de Pájaro tampoco lo hizo reaccionar inmediatamente, y cuando tuvo dispuesto el rifle* no disparó al ver la rociada de balas que Isolda, Gianna y Hieronymus enviaron sobre el que Artemius calificó de brujo. Se las prometía muy felices... Durante los siguientes acontecimientos, rápidos como el rayo, bastante tuvo con que el arma no se le escurriese entre las manos. Por quién sabe que demoníacas artes, Cara de Pájaro se... se reencarnó en uno de sus esbirros, y en seguida todos se elevaron ingrávidos y volvieron a caer. Farfullando una plegaria al Omnissiah, Arcturus se apresuró a ponerse en pie** y tirar sobre el maldito brujo, rezando para que la divinidad guiase su mano...***

El brujo había tenido su merecido, su cuerpo debería haber quedado destrozado pero a causa de los poderes ocultos que poseía había cambiado su lugar por uno de sus esbirros, los que aun quedaban vivos corrían hacia nosotros hasta que todos flotamos unos instantes para después caer a plomo sobre el suelo, no había tiempo de quejarse o de pensar que había pasado, el enemigo no tardaría en llegar hasta nuestra posición, con rapidez me pongo de pie mientras disparo sobre el enemigo que estaba delante de mi...

El arbites había sonreído, brevemente, aún así fue un error. Los disparos habían atravesado al líder de los cultistas y sin embargo, quien cayó abatido resultó uno de sus lacayos, literalmente destrozado por las balas. El arbites alzó una ceja incrédulo y entonces el edificio se sacudió y cayó al suelo, antes de poder entender qué había ocurrido un calambre eléctrico le atravesó de arriba a abajo haciéndole retorcerse epilépticamente.

Intentó gritar, pero tenía los dientes apretados, cerrados como un cepo. Sólo era capaz de mover una pierna, aquella que había perdido y reemplazado por una biónica, haciendo fuerza con ella consiguió arrastrarse y erguirse hasta ponerse de rodillas detrás de la mesa. A cubierto y sudando esperó que el dolor cediera.

Le había dado, sabía que le había dado y que las heridas eran graves; pero los poderes disformes no entendían de lógica alguna y nunca podrían llegar a ser comprendidos por nadie, por eso una parte de su cabeza lo eliminó para no darle vueltas, simplemente había ocurrido e intentar comprenderlo no era algo para ella.

Isolda iba a echar mano de su arma cuerpo a cuerpo cuando se lanzó ese acólito sobre él; pero el verse alzada ligeramente para estamparse en el suelo fue algo que no vio venir y que la dejó completamente aturdida. Rápidamente se puso en pie y desenfundó el revolver con la otra mano y seguidamente disparó con el láser de duelo a uno de esos acólitos que se habían acercado demasiado.

Artemius intentó resistir el poder lanzado contra él, pero el inesperado vuelo le impidió concentrarse correctamente.

-Brujo de los coj...- dijo mientras se levantaba pesadamente y preparándose para lo que pudiera venirles.-Cara de pájaro, no vuelvas a hacer eso. PRIMER AVISO.

Viendo que se estaba produciendo un tiroteo eligió guardar sus poderes para lanzar algo que protegiera al grupo en caso de que fuese necesario...

El inesperado fenómeno causado por los poderes del psíquico había llevado el caos al campo de batalla, no solo los acólitos estaban aturdidos o confusos, los propios vasallos del brujo se levantaron del suelo dudosos, aunque tardaron poco en volver a avanzar con intención de enzarzarse con Gianna e Isolda en un combate cuerpo a cuerpo.

- No, idiotas, esperad mi señal... - el quejido del brujo fue interrumpido por un graznido de dolor cuando el disparo de Arcturus le rozó las costillas, dejando a la vista bajo su túnica un brillante blindaje que a pesar de todo no había sido capaz de protegerle por completo del disparo láser concentrado. Ignorando a sus lacayos, que ya se habían lanzado a combatir, el brujo se refugió tras uno de los muebles cercanos, y con una mueca de ira y un clamor gutural señaló con un dedo acusador al tecnosacerdote, que comenzó en el acto a sentir más que simple cansancio, un agotamiento más allá de lo que podía proporcionar el mero esfuerzo físico, como si sus músculos se desinflasen, sus huesos se negasen a sostenerlo y su mente se embotase, y que ni siquiera sus implantes lograban ayudar a soportar.

Mientras tanto los enmascarados se habían arrojado contra las dos mujeres frente a ellos, demasiado apresurados por levantarse del suelo, no habían podido enarbolar sus armas con habilidad, y aunque habían obligado a sus oponentes a luchar a una distancia muy corta, por culpa de la interrupción anterior solo podían forcejear con ellas.

Al principio parecía que Isolda había derribado a uno de ellos. Un disparo a plena potencia en el centro del pecho que habría hecho retroceder a un grox, pero tras unos instantes sin aliento, el enmascarado había continuado su lanzada contra la sororitas. De algún modo, aunque resollaba y trastabillaba como un borracho, seguía en pie y dispuesto a combatir.

Al mismo tiempo escuchásteis tras vosotros un súbito abrir de puertas. Lady Melua había retrocedido tras vosotros y parecía que tenía intención de huir en ese mismo momento por la salida más cercana.

Te sorprende lo indecible ver cómo tu oponente es capaz de levantarse tras semejante disparo. Has disparado muchas armas en tu vida y no te cabe duda que la que empuñas va sobrada en potencia para su tamaño. Sin embargo al forcejear con tu oponente y verlo de cerca comienzas a comprender.

Tenía la túnica chamuscada y vuelta cenizas allí donde había impactado el disparo, y no lo protegía ninguna armadura. Es más, casi la totalidad de su piel estaba cubierta de tatuajes negruzcos con los símbolos del caos que en ese momento emitían un débil brillo que parecía latir alrededor de la masa de carne quemada que exhibía ahora en el centro del pecho.

-Demonio -gruñó cuando el encapuchado se lanzó sobre ella. Sabía que no era nada humano en ese momento porque las heridas que le había causado deberían de haberlo matado, y seguía ahí. Evadió un par de golpes y luego amagó un golpe con la rodilla, generando el suficiente espacio para disparar ambas armas sobre el brazo y pierna izquierdos con los que parecía intentar cubrirse ese ser. Mostró los dientes en un gesto de furia antes de intentar ver como andaba la situación.

-¡TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ YA! ¡NO SABEMOS CUANTOS SON O CUANTOS ESTÁN FUERA! -había insistido en dos ocasiones para que sacaran a la noble y al académico, pero parecía que nadie quería poner a salvo a las dos únicas personas que podían ayudarles a terminar su jodido deber para poder largarse de allí cuanto antes.

Aún sintiéndose debilitado en extremo, el tecnosacerdote quiso probar puntería de nuevo sobre el enemigo, con ningún tino. Desalentado, siguió el llamamiento de Isolda, señalando al académico la salida que ya tomaba Melua. -Dejadme cubriros, no sabemos quien estará ahí delante- dijo, jadeando por el esfuerzo.

Artemius empezó a pensar que la idea de abandonar la sala de Isolda era bastante acertada, pero antes decidió dar algo de cobertura a sus compañeros.

-Camaradas, ¿recordáis lo que hice cuando aquellos perros al poco de salir del pozo en el que nos tenían?- dice refiriéndose a cuando lanzó el poder de fogonazo- Pues volved a hacer lo mismo 

-MAGNA LUX CAECUM ILLE- De la palma de su mano sale un estallido de luz que ilumina la sala. Aprovechando los segundos que le da se pone a pensar a que clase de peligro se están enfrentando antes de volver a hablar con sus compañeros- Flequillo recto, Matona- dice dirigiéndose a Gianna e Isolda- ¿Nos cubrís mientras salimos?- sin esperar respuesta pone rumbo a la puerta siguiendo a la noble y agarrando el brazo del Académico blanco para que le siga.

El arbites tomó aliento y con un esfuerzo se puso en pie a pesar del temblor que aún recorría su pierna "buena". Se apoyó sobre la mesa, junto al aterrado académico.

- ¡Maldita sea Melua! ¡cuidado! - el arbites había visto la distribución de la capilla al entrar y la puerta que había abierto la noble debía dar paso al gran atrio central. Huir por allí podía no ser seguro, era probable que los asaltantes hubieran entrado por aquella puerta y si había más, sin duda estarían allí.

Pero el arbites, que hubiera preferido enfrentarse al enemigo por un sólo frente no tenía tiempo para expresar sus dudas. Apoyó los codos sobre la mesa y tomando de nuevo puntería sobre el maldito líder de los sectarios abrió fuego esperando que de nuevo el Emperador guiara sus balas.

El enemigo no había caído y ahora se debatía con ella con todas sus fuerzas para clavarle aquél cuchillo suyo, pero no iba a desperdiciar todos los años de formación militar para terminar perdiendo contra un hereje cualquiera que le saliese al paso. Mientras mantenía aquella afilada hoja lejos de si, Gianna se concentró en asegurar el disparo y presionó el gatillo con el arma dirigida hacia el brazo de su agresor.

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Todo ocurrió en pocos segundos. Las guerreras de la guardia imperial y el adepta sororitas estaban demasiado ocupadas enfrentándose contra los enmascarados, y los disparos de Arcturus no atinaban su blanco a causa de su súbito cansancio. Entonces el psíquico Artemius utilizó sus poderes.

El destello de luz invadió la habitación volviéndolo todo completamente blanco y ausente de sombras por un momento. Los enmascarados resultaron afectados de inmediato, tapándose los ojos con las manos visiblemente doloridos por la luz que apenas había sido bloqueada por sus máscaras. Quien no pareció afectado fue el brujo, quien implacable continuaba mirando directamente a Arcturus con el brazo extendido tras su parapeto y una expresión cruel en el rostro. Fue entonces cuando los disparos del arbites lo alcanzaron. Una tras otra, la ráfaga de balas destrozó su débil protección y le penetraron bajo la piel, que pronto se tiñó de rojo junto con su túnica.

Todos contuvieron la respiración por un segundo, pero el milagro, o la maldición que emplease el brujo la primera vez no le sirvió en aquella ocasión. Tal vez fuese porque sus dos lacayos restantes se estaban retorciendo por el dolor de sus ojos, o porque había desperdiciado sus poderes utilizándolos contra el tecnosacerdote, pero ante vosotros el brujo estaba totalmente ensangrentado, con su brazo derecho colgando inerte en una posición extraña; aún vivo, pero casi moribundo.

- ¡Insectos inferiores! - graznó apretando con fuerza el puño de su único brazo útil mientras volvía a invocar los poderes disformes. Haciendo un ademán, como si desgarrase el aire con su mano, apareció una grieta física flotando a su lado, como si la realidad fuera un espejo rasgado y al otro lado se podía distinguir emborronado y a duras penas el edificio en el que os encontrábais visto desde fuera - ¡Os mataré, juro que ninguno saldrá vivo de aquí! - y tras aquella enfurecida declaración atravesó aquella grieta y desapareció.

Los enmascarados que quedaban no estaban en condiciones mucho mejores que el brujo que los había abandonado. Tanto Isolda como Gianna habían aprovechado la oportunidad para descargar sus armas sobre ellos, y aunque aún se mantenían en pie y se estaban recuperando de su desconcierto inicial, sin el brujo para apoyarles parecía que todo lo que podían hacer para luchar era enarbolar sus respectivos cuchillos.

Isolda se tapó la la vista un momento aprovechando que su enemigo estaba en el suelo y dio un paso atrás para separarse de su rival, y cuando volvió a mirar no estaba el brujo a su vista.

-Cuidado, no sabemos por donde puede salir -dijo mientras apuntaba con su revolver y pegaba un disparo al que estaba tumbado, intentando asegurarse de que estuviera bien muerto- Rojo, Viejo, salir con el académico y con la señora ya, Gi  y yo somos las últimas.

- Rojo, Viejo, salir con el académico y con la señora ya, Gi  y yo somos las últimas -

- ¡No! - respondió el arbites - acabad con ellos, coged sus cosas. Luego nos iremos - ordenó mientras se echaba el rifle a la espalda colgando por la correa y desenfundaba el cuchillo. Sus enemigos estaban cansados, heridos y sin líder. Aún así no podrían dejar a aquellos dos a sus espaldas. Acabar con ellos no les retrasaría mucho más y la posibilidad de hacerse con equipo e información valía la pena.

Cargó contra el cultista que se enfrentaba a Isolda.

El tecnosacerdote respiró aliviado cuando el arbites tiroteó a aquel repulsivo brujo pájaro, y lo miró un instante con gratitud. No se lo pensó demasiado, y siguió a Melua, al Académico y a Artemius. Se acomodó el rifle con mediana discrección cuando pasaron a la amplia sala contigua, aparentando una normalidad totalmente impropia. Miraba a todos lados con aprensión. Se sentía... dolorido no era la palabra, más bien cansado, abotargado, como... como deshinchado. Tras un carraspeo, hizo un gesto a los que ya habían salido para que frenaran el paso, y se quedó más bien cerca de la puerta por la que esperaba ver salir en breve al resto de su célula. La situación había sido dantesca, y aunque parecía controlada, por el Omnissiah que no quería dejar de ver los rostros de aquellos con los que tantas situaciones extremas había vivido ya.

Artemius prefería huir de ahí, los poderes manifestados por esos brujos eran difíciles de manejar y más peligrosos que los propios hechizos en si. Aunque ya no estaba los servidores de los demonios son ladinos y traicioneros, prefería huir antes que verse las con más cultistas l algo peor. 

--Creo que voy a hacer caso a la dama- dice dirigiéndose al arbites- Si las fuerzas de seguridad vienen ante  el escándalo puede que nos traten como sospechosos.- sin decir más a sus compañeros hizo caso de la orden de la sororitas y afianzando su tenaza en torno al brazo del académico salió corriendo por el pasillo en pos de la noble- ¡MELUA, ESPERA. SOLA NO ESTÁS SEGURA!

Parecía increíble que el enmascarado no hubiera caído contra el disparo de su potente pistola, pero aprovechando que estaba distraído por el destello de luz del psíquico, Gianna se apartó de su alcance y continuó disparando ráfaga tras ráfaga láser en un intento por acabar con él definitivamente.