Partida Rol por web

Entráis en el edificio, acompañados por Fenris.
Al entrar, un grandísimo recibidor se abre ante vosotros. El suelo es de piedra negra, tan limpia que casi parecen espejos y las paredes de mármol blanco. Dentro veis a gente trajeada de aquí para allá. Al contrario que en el hotel, no parece haber ni cafetería, ni sala de ocio, ni nada parecido, tan solo el recibidor con la recepción al final de éste y dos grandes pasillos a cada lado de la recepción que se fragmentan, dando lugar a escaleras, a las puertas de los ascensores, y a pasillos que siguen hacia las entrañas del piso bajo.
A pesar de todo, no parece haber mucho movimiento por ahí.

Al llegar a la recepción, el recepcionista, un tipo trajeado, calvo y de porte firme, abre ampliamente los ojos y la sonrisa al divisaros.
Recepcionista: ¡Capitán Fenris! ¡Qué sorpresa! No le esperábamos. ¿Viene como guía del grupo de jóvenes? - Pregunta intrigado.
Fenris: Buenos días. Jeje, sí, bueno. Son los chicos con los que he compartido Silfarion bajo el mandato de Lord Montblank. - Dice, con cierto tono burlón. - Son muy buenos chicos, y puesto que hoy estoy exento de obligaciones, decidí tomarme la libertad de traerlos yo mismo.
Recepcionista: Ooooh, ya veo, ya veo. Pues muy bien que lo veo. Es el grupo Lunaestrella, ¿Verdad? - Pregunta revisando unos documentos, ante una formal afirmación de Fenris. - Ahammm... Muy bien, el Rey les espera en el último piso. En la oficina 6d. Que pasen un buen día.
Fenris: Igualmente, y gracias.

Entonces os dirigís a uno de los ascensores.
Ya había varias personas esperándolo, todas trajeadas, portando algunos maletines, seguramente importantes. Al subiros, os pareció una eternidad el ascenso. Paradas en pisos, gente bajando, gente subiendo, hasta que en los últimos pisos ya sólo quedábais vosotros. Casi hasta os dió la sensación de que el viaje en ascensor estaba siendo igual de largo que el que habíais hecho en coche. Aunque quizás también podría atribuírse esa sensación a los nervios de alguno.

Entonces, al fin, el ascensor vuelve a hacer el sonidito de llegada, esta vez al último piso.
Bajándoos guiados por Fenris, intenta ubicarse entre sus pasillos. Al fin y al cabo, esa tarea no era suya en un principio, y le costó un poco encontrar la oficina 6d. Sin embargo, acabáis encontrándola.

Frente a la puerta, hay unos asientos, y justo frente a ella, bloqueándola, se encuentra un hombre de pelo blanco recogido en una coleta, similar al peinado de Fenris. Ese peinado y el kimono negro y blanco que viste os da en seguida la imagen para reconocer al tipo. Es ni más ni menos que Genosuke Taira, y, a pesar de llevar esas ropas desfasadas del japón feudal, es el guardia personal y mano derecha del Rey Yu Xun. Si no era una ilusión o un holograma, era una clara señal de que el que se encontraba tras la puerta era realmente el rey.
Fenris: Buenos días, señor Taira. - Le saluda sonriente Fenris, y mostrando un gran respeto hacia él. Al fin y al cabo, excepto a Lord Evan, no habíais visto a Fenris dirigirse a alguien superior a él en un contexto oficial.
Genosuke: Capitán Dragasta. Usted no tenía la obligación de escoltar al Lunaestrella hasta aquí.
Entonces, Fenris le explicó lo explicado al recepcionista. Argumento que el guardia personal del rey pareció acoger de buenas, aparentemente...
Genosuke: Mmmmh... El rey me comunica... - Seguramente por telepatía. - ...que pase por esta vez. Pero, Capitán, si no vuelva a suplantar las obligaciones de otros.
Fenris: Descuíde señor. No volverá a pasar. - Le contesta, sin perder la sonrisa, aunque ligeramente apurado.

Bien, podéis tomar asiento. - Os dice el guardia personal, indicándoos los asientos de la pared con la mano, mientras lleva la otra apoyada en el mango de su katana.
Ahora el Rey Xun os recibirá uno a uno. Entraréis cuando yo os diga y saldréis cuando él os diga. ¿Entendido? - Ordenó más que dijo, con un tono serio y frío, que para nada podía aliviar la tensión de los examinados. - Estaréis en presencia del Rey de la Orden Haze. Más vale que os comportéis.
Y, haciendo una breve pausa, os examina con la mirada. Una fría mirada que casi hasta sentís cómo os toca cada vez que deposita en vosotros sus ojos. Cosa que hará siempre que le toque entrar a otro.
Señala con el dedo a uno de vosotros, y dice con el mismo tono átono y frío:
Tú, puedes entrar. - Mientras abre la puerta para dar entrada al escogido.

la sala a la que entras es bien espaciosa. Se respiraba un silencio tranquilo (O tenso) dentro de ella. Fuera, por la ventana, casi se podían ver hasta los límites de la isla voladora que era el Avelibre, la vista era fantástica. Sólo parecía haber lo que hay en la imagen, mesas, sillones de telas aparentemente cómodos...

Pero, todo aquello carecía de l más mínimo interés, viendo a la persona que dentro estaba.
Allí, plantado de pie, en el centro de la sala, estaba él. A simple vista, no parecía más que lo que veías, un hombre de rasgos asiáticos, delgado, con expresión bonachona, te miraba fijamente con una sonrisa. Estaba erguido, y sus manos detrás de su espalda. Él en sí mismo no denotaba nada más. Tus pensamientos, emociones y el posible tembleque de las piernas o el pequeño tic de nerviosismo que podrías tener no han cambiado desde que entraste, así que no parece estar ejerciendo sorbe ti ningún poder mental, físico o anímico. Aunque, seguro creías, que sería capaz de hacerlo.
Y ahí, plantado frente a ti, el líder supremo de toda la Orden Haze, desde hacía ya cientos, miles de años, te dedica sus primeras palabras:
Hola Adrastos.

la sala a la que entras es bien espaciosa. Se respiraba un silencio tranquilo (O tenso) dentro de ella. Fuera, por la ventana, casi se podían ver hasta los límites de la isla voladora que era el Avelibre, la vista era fantástica. Sólo parecía haber lo que hay en la imagen, mesas, sillones de telas aparentemente cómodos...

Pero, todo aquello carecía de l más mínimo interés, viendo a la persona que dentro estaba.
Allí, plantado de pie, en el centro de la sala, estaba él. A simple vista, no parecía más que lo que veías, un hombre de rasgos asiáticos, delgado, con expresión bonachona, te miraba fijamente con una sonrisa. Estaba erguido, y sus manos detrás de su espalda. Él en sí mismo no denotaba nada más. Tus pensamientos, emociones y el posible tembleque de las piernas o el pequeño tic de nerviosismo que podrías tener no han cambiado desde que entraste, así que no parece estar ejerciendo sorbe ti ningún poder mental, físico o anímico. Aunque, seguro creías, que sería capaz de hacerlo.
Y ahí, plantado frente a ti, el líder supremo de toda la Orden Haze, desde hacía ya cientos, miles de años, te dedica sus primeras palabras:
Hola Ethan.

la sala a la que entras es bien espaciosa. Se respiraba un silencio tranquilo (O tenso) dentro de ella. Fuera, por la ventana, casi se podían ver hasta los límites de la isla voladora que era el Avelibre, la vista era fantástica. Sólo parecía haber lo que hay en la imagen, mesas, sillones de telas aparentemente cómodos...

Pero, todo aquello carecía de l más mínimo interés, viendo a la persona que dentro estaba.
Allí, plantado de pie, en el centro de la sala, estaba él. A simple vista, no parecía más que lo que veías, un hombre de rasgos asiáticos, delgado, con expresión bonachona, te miraba fijamente con una sonrisa. Estaba erguido, y sus manos detrás de su espalda. Él en sí mismo no denotaba nada más. Tus pensamientos, emociones y el posible tembleque de las piernas o el pequeño tic de nerviosismo que podrías tener no han cambiado desde que entraste, así que no parece estar ejerciendo sorbe ti ningún poder mental, físico o anímico. Aunque, seguro creías, que sería capaz de hacerlo.
Y ahí, plantado frente a ti, el líder supremo de toda la Orden Haze, desde hacía ya cientos, miles de años, te dedica sus primeras palabras:
Hola Diokles.

la sala a la que entras es bien espaciosa. Se respiraba un silencio tranquilo (O tenso) dentro de ella. Fuera, por la ventana, casi se podían ver hasta los límites de la isla voladora que era el Avelibre, la vista era fantástica. Sólo parecía haber lo que hay en la imagen, mesas, sillones de telas aparentemente cómodos...

Pero, todo aquello carecía de l más mínimo interés, viendo a la persona que dentro estaba.
Allí, plantado de pie, en el centro de la sala, estaba él. A simple vista, no parecía más que lo que veías, un hombre de rasgos asiáticos, delgado, con expresión bonachona, te miraba fijamente con una sonrisa. Estaba erguido, y sus manos detrás de su espalda. Él en sí mismo no denotaba nada más. Tus pensamientos, emociones y el posible tembleque de las piernas o el pequeño tic de nerviosismo que podrías tener no han cambiado desde que entraste, así que no parece estar ejerciendo sorbe ti ningún poder mental, físico o anímico. Aunque, seguro creías, que sería capaz de hacerlo.
Y ahí, plantado frente a ti, el líder supremo de toda la Orden Haze, desde hacía ya cientos, miles de años, te dedica sus primeras palabras:
Hola Himeko

Entró todo lo tranquilo que pudo, como un tempano de hielo. Intuía que el rey sabría muchas cosas de el, como estaba, como se encontraba... su estado de animo, sus pretensiones sus sueños... y su sed de venganza.

Apartó de su mente esos pensamientos y se arrodillo levemente ante el Rey - Saludos Mi Rey - dijo con solemnidad

Lo cierto era que la situación bastaba para poner a prueba los nervios de cualquiera. Empezando por lo imponente del edificio para seguir con la presencia del señor Taira. Secretamente, desde muy niño, había sentido una admiración más que patente por aquél hombre, si bien nunca lo había comentado a nadie. Quizá fue por aquello que me decidí por aprender japonés y estudié a fondo aquella cultura. Su presencia de por sí me puso todavía más en guardia, esforzándome por parecer serio, correcto, profesional...

El colofón, claro está, fue el Rey. En efecto, todo el nerviosismo reconcentrado por los largos días de espera había hecho mella, hasta el punto en que notaba el vello de mi nuca erizado, amén de un ligero temblor en las manos, que sentía sudorosas por debajo de la armadura. Al menos todo lo sudorosas que podrían estar bajo el malogrado tejido que el sheene de mi interior se había ocupado en consumir cuando apenas era un recién nacido. 

Cuando recibí el saludo, taconeé el suelo poniéndome firme, tras lo que realicé una cortés reverencia. Muy sentida, con los ojos cerrados, obligándome a mí mismo a controlar mis emociones. 

-Su Majestad, es un honor estar ante vuestra presencia. Soy Adrastos Hermokrates, capitán del equipo Lunaestrella. A vuestro servicio. 

Buenos dias, majestad Respondo con una profunda inclinacion de cabeza, a la japonesa. La verdad es que no son nervios lo que tnego, pero llegar a una situacion que se ha estado esperando tanto tiempo no deja de hacer estar en una cierta tension, sobre todo incrementada por los minutos de espera

El rey levantó levemente la mano al ver tu reverencia.
Por favor, no es necesario. Dejemos hoy la formalidad a un lado. Espero que Genosuke no os haya metido mucho miedo en el cuerpo, a veces puede ser demasiado estricto. - Dijo con tono tranquilo, esbozando una afable sonrisa y emitiendo una leve risa. - Dime, ¿Qué tal estás?

El rey levantó levemente la mano al ver tu reverencia.
Por favor, no es necesario. Dejemos hoy la formalidad a un lado. Espero que Genosuke no te haya metido mucho miedo en el cuerpo. - Dijo con tono tranquilo, esbozando una afable sonrisa y emitiendo una leve risa. - Dime, ¿Qué tal estás?

El rey te responde con otra inclinación de cabeza, mientras mantiene su expresión tranquila y bonachona...
Dime, ¿Qué tal estás?

Asintió con brevedad - Genosuke no has indicado con profesionalidad como deben ser las cosas - le respondió con una ligera sonrisa - Estoy bien, aunque es innegable que he tenido épocas mejores - comentó mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios... una sonrisa sin humor, sin ganas de hacerla - pero hay gente peor. ¿Y usted? ¿Como está? - le preguntó por cortesía.

Increíble, parecía muy amable y simpático... ¿Sería algún truco para relajar la tensión del entrevistado y, entonces, meter el dedo en la brecha? Durante unos segundos dudé enormemente. Había que tomar una decisión... Tirarse a la piscina, como se dice coloquialmente. Sonreí, aún levemente nervioso. 

-Ah... De acuerdo, Majestad... A decir verdad el señor Taira me ha dado una gran impresión. Aunque no lo he dicho nunca siempre me ha parecido un hombre admirable y un ejemplo personal, por lo que su presencia me ha desconcertado... -miré hacia un lado, pensativo-. Aunque si le puedo ser sincero me ha decepcionado un poco que sea tan serio... Claro que, ¿quién puede culparle? Cuando estoy trabajando yo también soy muy serio. Ajajaja... -una risa nerviosa que empezaba a echarse en falta. Cerré los ojos, llevando una mano a la nuca-. Pero respondiendo a su pregunta, estoy bien, Majestad. Un poco nervioso, en realidad... No sabía muy bien cómo afrontar el día. Ahm... ¿Y usted? 

- Yo... yo... - Consigue balbucear de forma torpe mientras observa la grandeza del hombre que tiene frente a sí. El Gran Maestre de la Orden. El rey de todos los Hazes. El ser vivo con más poder que jamás hubiera pisado la Tierra. Como hombre no era tan impresionante como Ethan hubiera esperado, pero como símbolo... Como símbolo era todo lo que se podía esperar de él. El peso del tiempo que emanaba de su presencia era abrumador.

Ethan, bloqueado, se limitaba a observar al rey con los ojos bien abiertos y sin apenas pestañear, con una sonrisa bobalicona en la cara y un ligero temblor en los pies.

El Rey Yu Xun esboza lo que parece una pequeña y breve risilla comprensiva ante tu enmudecimiento.
Tranquilo Ethan. - Te dice con una voz calmada y suave, como la melodía de un arpa. - Imagino cómo debes sentirte. Espero que Genosuke no te haya metido mucho miedo en el cuerpo, a veces es un poco estricto, jeje.
Entonces, levanta la mano lentamente, señalando a los sillones de la habitación.
Ven, ¿Quieres sentarte? ¿Te apetece algo de beber o de comer?

Ah, yo estoy bien. Gracias por preguntar. - Te resopnde con un tono tranquilo y suave, como la melodía de un arpa. Lo cierto es que su tono era tan suave que hasta aprecía hacer menos pesado el ambiente.
Antes de empezar. ¿Quieres sentarte? ¿te apetece algo de beber o de comer?

Bueno, no me negare ante un poco de agua, tengo la garganta algo seca - le dijo mirandole con calma, sentía el efecto de aquella embriagadora voz y conseguía que Diokles se relajara - Estaría bien sentarnos sino le parece mal

El rey ensancha su sonrisa al oírte hablar sobre su guardaespaldas personal de forma admiradora.
Sí, puede que parezca algo serio. Pero cuando lo conoces puede llegar a ser más simpático de lo que llegas a creer al principio. - Da un pequeño suspiro. El tono de su voz es tan suave t tranquilo como la melodía de un arpa, incluso sólo al oírle hablar parece que la tensión del ambiente disminuya. - Es una buena persona. Me alegra ver que le admiras, puedes creerme cuando te secundo al considerarle un ejemplo.

Jeje, yo estoy bien. Gracias por preguntar. - Te agradece. - Bueno, antes de empezar, dime. ¿Te apetece sentarte? ¿Quieres algo de comer o de beber?

- Si, si, gracias - Responde al momento y algo apurado. El nerviosismo iba remitiendo, pero era sustituido por el sentimiento de pequeñez que le inspiraba la figura del rey. Ese hombre, si se le podía llamar así, era tan perfecto en sus movimientos, tan comedido, tan armónico, que Ethan se veía extremadamente torpe y vulgar a su lado.

- Muchas gracias por el ofrecimiento, majestad - Agradeció de nuevo cuando se acercaron a los sillones, aunque esperó a que el rey tomara asiento para sentarse él. - Pero no creo que sea capaz de comer o beber nada ahora mismo. - Añade para su propia sorpresa con total y absoluta sinceridad.