Partida Rol por web

Echo un vistazo al interior de la casa, tras entrar a la zaga de Nix y el detenido. Aun con la pistola en la mano, me mantengo alerta.

- Echaré un vistazo... - le digo a Nix y procedo a hacer una inspección de la casa, empezando por las habitaciones.*

El señor no dice nada, pero es la casa que habla por él. Al caminar el suelo chirría ligeramente bajo vuestro peso, pues estaba hecho de madera, como la casa al completo. Otro ruido no procedente de la casa contesta al chirrido. De algún lugar hacia el interior se oyen golpes rítmicos.

Los ruidos parecen provenir de la cocina.

-No deberían ir ahí- dice el señor Pritchett.

Al llegar a la cocina, que huele a todo menos a comida, con cacharros por medio sin fregar y comidas a medias de comer en sus comienzos de descomposición, encontráis una puerta llena de cadenas y candados. Por raro que parezca, no hay insectos dando cuenta de los restos.

Aquella cocina no es lo peor que he encontrado en mi historial como policía, pero igualmente el hedor a comida casi descompuesta hace que arrugue la nariz. En el fondo, debíamos esperar algo así, dadas las jodidas facultades mentales que parecía tener Pritchet. 

El hallazgo de la puerta ya es bien diferente. Intercambio una mirada con Nix.

- Maldito hijo de puta ¿los tienes ahí? - le digo al tipo, acercandome para comprobar si las cadenas van con candado.- Abre la puerta. 

Hay un par de candados en las cadenas.

-Es mejor que no bajéis ahí, aún estáis a tiempo- responde el señor Pritchet, como una advertencia, pero también mira serio a Perkins por sus insinuaciones.

Nix se acercó siguiendo a la detective, pistola en mano. Había algo muy extraño allí, algo anormal en aquella situación. Incluso dentro de los cánones de todo lo que llega a ver un agente federal a lo largo de su carrera, Nix sentía que algo ahí era demasiado distinto.

—Joder...—maldijo, moviendo la cabeza en una negación cansada, pesada.

Había candados y la detective se acercó a comprobarlos.

—Las llaves, amigo, las llaves. Ahora. Como esto sea lo que parece, más te vale colaborar. Las llaves.

El hombre se resistió ante aquella petición. Por unos segundos tuvo un debate interno, en el que peleaban varios demonios que vosotros enseguida ibais a comprender si bajabais por esas escaleras. La cuestión era dejaros hacerlo o no. ¿Demostraría así su inocencia? Antes de que cualquiera de vosotros tuviera que obligarle sacando una de vuestras armas de sus cartucheras, os tendió una pequeña llave que guardaba en su bolsillo.

-A vuestra discreción...-  susurra con un tono ligeramente amargo y un tormento escondido.

Nix tomó las llaves mirando a Pritchett con desaprobación.

...qué habrás hecho, hijo de puta...

—Bien.

Hizo un gesto a Perkins para que estuviera atenta y se afanó con los candados, prestando atención a cualquier sonido que pudiera llegar del otro lado.

Si antes se oían ruidos al otro lado de la puerta, han dejado de escucharse. Nyx abre los candados y quita las cadenas sin mucha dificultad. El señor Pritchet no era un profesional ni nada, por lo que estaban puestas de cualquier manera, como las trampas de su "jardín".

Al abrir la puerta veis el comienzo de unos escalones que bajan a la oscuridad, un sótano bajo la casa.

Si Nix se ocupa de abrir los candados, yo mantengo mientras a Pritchett encañonado con pistola. Bien podía este cabrón salir corriendo a la mínima que nos descuidaramos, ahora que le habíamos descubierto.

El sonido se hace escalera abajo y...

- ¿Señora Pritchett? Somos la policía - acabo diciendo, porque ahí habia alguien y no podía ser otra persona. Era un caso de alterado domestico de libro.

De abajo no llega otra respuesta que no sea el silencio. Quien quiera que haya no contesta porque no puede o porque no quiere.

Si probáis el interruptor no parece funcionar, la verdad es que no parece haber nada de luz en el interior de la casa.

Bajar sin poder ver no tenía sentido ni servía para nada. Nix sacó del cinto la útil linterna LED táctica que solían llevar los agentes en campaña*. Discreta, ligera y relativamente potente, era una herramienta necesaria en la mayoría de los registros, ya fuera para buscar un paquete oculto en un maletero de noche o registrar una nave abandonada.

La encendió e hizo un rápido chequeo circular en las escaleras.

Luego se giró y miró a Pritchett.

—No se olvide de quién tiene las llaves de esas esposas, amigo. No le valdrá de nada salir corriendo. Quédese ahí.—ordenó. Volvió a mirar a las escaleras.—Cúbreme.

Sujetó pistola y linterna con posición de soporte y se dispuso a bajar, despacio, tanteando la solidez de cada peldaño.

—¿Hay alguien ahí abajo? ¿Señora Pritchett?

La idea de Nix era dejar al tipo solo, pero a mi eso no me parecía una idea demasiado buena. Le miro arrugando el entrecejo cuando veo sus intenciones. Bien podía salir corriendo aun estando con las esposas. 

- Espera, Nix, no creo que sea buena idea dejarlo solo. - le digo, tratando de detener su marcha y buscar una alternativa respecto al tipo antes de bajar. 

La alternativa ya la busco yo, sacando mis propias esposas y con toda la intención de dejarlo doblemente encadenado a alguna tubería, radiador, barandilla, cualquier cosa que pueda aguantar los envites de un hombre buscando escapar. 

El señor Pritchett queda encadenado a uno de los radiadores de la casa, los cuales tienen pinta de viejos pero sólidos. Mientras Nix tienta los escalones que son de madera, pero no tienen pinta de ceder fácilmente. Nadie responde desde abajo, no se oye ningún ruido ahora.

Cuando ambos bajáis la luz de la linterna de Nix deja entrever. Aunque lo que el haz de la linterna tiene que mostrar está bastante lejos de ser algo agradable o lo que buscaban. La cosa que se encuentra tras una jaula en el sótano chilla con disgusto al ser iluminado.

-¡No le dejen salir!- grita desde arriba el señor Pritchett, con un cierto deje de desesperación.

—Pero qué cojones...

Lo que se esperaba el agente Nix era muy diferente de aquello. Una matanza. Una familia encadenada. Incluso una mujer enjaulada, por qué no. No era la primera barrabasada que encontraba en un sótano. Los hijos de puta pueden ser muy originales en sus desvaríos, incluso siento todos tan previsibles.

Pero eso no.

Para empezar porque, a primera vista, no era ni siquiera una persona. ¿O sí? En pueblos como aquel, los cruces entre hermanos paletos durante generaciones seguro que daban resultados lamentables. Y eso de ocultar las vergüenzas familiares en el sótano, la buhardilla o el cuarto del fondo tras siete cadenas era mucho más común de lo que la gente normalita se cree. Que aquello de la jaula fuera un pariente no era descabellado.

—¡Maldita sea, Pritchett, más te vale empezar a hablar!—ordenó Nix, bajando muy poco a poco hasta el suelo.— ¡¿Qué coño es esto, Pritchett!?

Un paso más, apuntando con el arma.

—¡Eh! ¡Oye! ¿Estás bien? ¿Señora Pritchett? ¿Es usted?—por un instante se sintió estúpido. Ni siquiera sabía si eso era la desaparecida.

Ni siquiera sabía si eso era una persona que pudiera entenderle.

La criatura os grita cuando le habláis, no parece ser consciente tampoco de qué queréis decirle. Ese chiquillo se os clava en el cerebro, revolviéndoos las tripas y causando hasta una arcada en vuestros cuerpos. Era lo más desagradable que podíais escuchar en vuestras vidas, como si afectase a todo vuestro organismo.

-¡Ellos se la llevaron!- grita Pritchett desde arriba. -¿No querían la verdad?- suelta una carcajada más amarga y delirante que divertida. -¡Enciendan la batería o esa cosa se os meterá en la cabeza!- os aconseja.

Al lado de aquella jaula hay una gran batería cuyos cables están conectados a las rejas, seguramente por seguridad de que ese bicho no saliera de ese lugar, si es que podía hacerlo.

Soy incapaz de hacer o decir nada que no sea mirar aquella cosa con la cara desencajada, en un gesto a caballo entre el miedo y la incredulidad. El surrealismo de la situación me hace pensar, por momentos, que estoy teniendo una puta pesadilla y voy a despertar en cualquier momento... Pero no, no despierto. 

- Me cago en mi puta vida... - apenas logro musitar, tratando de digerir de una forma imposiblemente lógica lo que contemplan mis ojos.

El grito corta toda digestión, cuando me perfora las sienes y me descompone todo el cuerpo. Me noto a punto de vomitar todo el contenido de mi estomago y algo dentro de mi, algo irracional e impulsivo, me obliga a apuntar aquella cosa con el arma y a acercarme a enchufar la maldita batería. 

- ¡Alumbra aquí! - le pido a Nix.

Enchufar la batería hace que la jaula se cargue con electricidad y esa cosa sufra una descarga, la cual hace que caiga de culo al suelo y al menos pare de chillar. Que la cosa se calle ya es un alivio, aunque no explica ni qué es ni qué hace ahí.