Partida Rol por web

Apuro otra calada. Bien decían que fumar mata, pero de algo hay que morirse. En los tiempo que corrían, partiendo de que el más deportista y saludable puede espicharla joven de una muerte súbita, mientras un cabrón alcohólico la palma con con 70 años empotrándose a una lumi, irse al hoyo se había convertido en una cuestión de azar más que de probabilidades. 

- Básicamente, si - exhalo el humo - Pero puedes comprobarlo, solo tienes que entrar y preguntar por el caso. No sería ni la primera ni la última que sale por patas de este cagadero - como una servidora. - Así que no les culpo por pensarlo...

Nix estuvo de acuerdo con eso último. ¿Quién no querría irse de allí? Pero no iba a entrar en el juego de escupir el suelo que se pisa antes de tiempo. Su opinión sobre Devil´s Gate podía esperar. Quizá hubiera momento para confidencias y chistes en otro momento.

—Entonces es que piensan demasiado. Que hablen las pruebas, mejor.

Sin duda en aquel lugar se vivía a un ritmo diferente. Pero ese no era su ritmo, así que se dispuso a ponerse a trabajar y se encaminó a la oficina del sheriff. Su mirada se cruzó de nuevo con el ciervo, que al parecer se iba a quedar ahí tirado. La mujer lo había traído. Una oficial de policía. Y le extrañó. Parecía que estaban desperdiciando a una detective en hacer cosas como recoger animales muertos o vigilar carroña hasta que llegara el camión de la basura. Si ese pueblo funcionaba así, la cosa era más que deprimente. Normal que se necesitara al FBI.

—¿Viene, detective? El ciervo no irá a ninguna parte.

Las pruebas... Sin duda, el federal pijito no tenía mucha idea de como funcionaba un pueblo de mala muerte.  Debía reconocer que en el fondo me hacía gracia... con su modales, remilgos y tu traje caro, que mas pronto que tarde se impregnaría de polvo y olores varios.

Parece dispuesto a ir a hablar con el jefe, pero yo me miró y recuerdo que voy de mierda hasta la boca. La invitación no estaba mal, pero no iba  a ningún sitio con esa capa de sangre. Y el olor... Tengo que arrugar la naríz y acabar el cigarro, que finalmente apago contra la suela de mis botas.

- Yo antes de nada voy a quitarme esto de encima... - levanto un poco los brazos, indicando la sangre que pringa mi ropa. Luego voy entrando con él, pero me desvairé a vestuarios, para poder darme un a ducha y cambiarme de ropa. - Si tienes prisa, agente Nix, pues me incorporo después a la reunión. 

No parecía una mujer que tardara mucho en asearse. Una ducha rápida y un cambio de ropa, poco más. T-Rex pensó que la detective podría haber empezado por hacer las cosas bien y, entonces, no habría necesitado darse una ducha. Se encogió de hombros, le daba igual lo que hiciera. Todavía no tenía claro que quisiera solicitarla como acompañante. Quizá hubiera catetos más despiertos en la oficina.

Pero seguramente no. Y se lamentó.

—Iré presentándome y tomando un café. La espero luego.

Y en esas presentaciones y comentarios banales se irían diez o quince minutos, que seguramente era el tiempo que esa mujer necesitaba para quitarse la mierda de encima y unirse a ellos. No tenía pinta de dedicarle mucho tiempo a cremas y maquillaje.

Asiento al federal, conforme y me desvío para vestuarios. Quería quitarme el olor a sangre y cadáver lo antes posible. Desde que salí de la academia he visto, casi, de todo. Pero de ahí a acostumbrarse había un abismo que en la mayoría de los cosas no llegan a superarse. Al menos era un puto animal muerto, claro. Podría ser peor.

Despido al agente Nix con la mano y me alejo. Ya iría después, aunque ese señor quería información y quizá colaboración, y no la iba encontrar aquí. Trajeado y negro... No, no le darían mucha bola. 

La cosa iba a ser rápida. Ropa fuera, duchazo, ropa limpia. La sucia directamente la tiro. 

Mientras Perkins se ducha, incinera su ropa y se pasteuriza bajo el agua, Trevon tiene la oportunidad de conocer al sheriff Gruenwell.

Aquel hombre es un perro viejo, de los que habían vivido todos los tiempos peores y ahora se acomodaban en su cargo retirados de la civilización y los problemas. Ser sheriff de un pequeño pueblo de toda la vida te aseguraba tranquilidad, menos asesinatos, menos robos... Aunque las cicatrices de su cara y muchas de las canas que poblaban su pelo contarían historias de peligros y grandes casos resueltos en tiempos jóvenes. Historias que ni Perkins sospecha.

Cuando ambos entráis el sheriff está sentado en su escritorio con una taza de café humeante al estilo americano. Da un sorbo mientras lee un periódico local donde el titular más escandaloso habla de un zorro que está causando estragos en los gallineros de la zona. Levanta la vista al ver al nuevo.

-Vaya, un foraster... ¿En qué puedo ayudarle?- dice apartando el periódico hacia un lado.

Pese a la ducha, el hedor se me había clavado en la nariz y me tengo que contener para no volver a la ducha y dejarme escaldar dentro. Con un mohín en la cara me rocío de desodorante hasta crear una nube espesa a mi alrededor que me hace toser con espasmos. Salgo después de nuevo al pasillo en dirección hacia el despacho del jefe. Cierro la puerta a mi paso, pues para mi llegada el agente Nix ya está dentro, y miro a ambos con una nota de humor en la mirada. Aunque luego me tengo que poner seria, no me privo de la gracia que me hace la situación.  

En el fondo, esto para mí era una oportunidad. Colaborar en un caso con el FBI podría relanzar mi carrera hundida en un pozo de estiércol, así que me interesaba.  

- Es el federal, Gruenwell. - le digo al jefe – Por lo de la desaparición.  

Nix se giró al escuchar la voz de la detective y asintió con media sonrisa, saludándola.

...sí que ha sido rápida...

Lo había sido. T-Rex había hecho tiempo pero tampoco se había entretenido. Pero, por otro lado, era justo lo que esperaba. Rápida y centrada en otras cosas. Por lo menos se había bañado en desodorante, algo que se podía sentir a dos metros.

—Así es—le tendió la mano al sheriff—. Agente federal Nix. Trevon Reginald Nix.

Su nombre completo era sonoro y, como bien sabía, desagradable para más de un imbécil. «¿Por qué tienen que ponerse nombres de negro?». Que el nombre formaba parte de la cultura era algo que muchos anormales eran incapaces de comprender. Gente que pensaba que lo único normal era llamarse Jim, Jerry, Tim o Johnny. «Nombres de blancos».

Pero no, él era un negro y tenía el nombre que tenía. El mismo que su abuelo materno. Que seguramente lo heredó de su padre o a saber. La memoria falla hasta que alguien en la familia destaca. Y en la suya, Nix tenía claro que sería él. Llegaría alto y sería el primer Nix en destacar su apellido. Ya antes de que llegara ese previsible éxito, se le podía buscar en internet y su nombre aparecería asociado a su apodo en algunos vídeos de Youtube durante su carrera de futbolista universitario.

¿Sería el sheriff uno de esos? A Nix le importaba una mierda. No estaba allí para congraciarse con el abuelo, sino para resolver el caso. Cuando aquello acabara, el sheriff seguiría pudriéndose en su mecedora en el porche y él estaría caminando a la cima.

—El asunto de los Pratchett, sheriff Gruenwell. Me envían para investigar la desaparición. Podría ser un caso de secuestro de menores.

No era «me envían para ayudar». Ni «vengo para asesorar». Nix había llegado a Devil´s Gate a hacerse cargo del caso, como correspondía a lo que era jurisdicción del FBI. Quienes tenían que colaborar y dar facilidades eran ellos.

El sheriff mira al federal como si no tuviera idea de cómo funcionan las cosas en los pueblos. Porque todo el mundo sabe cosas que los no locales no tienen ni idea. Los cotilleos. Las habladurías. Ese cáncer que pudre las comunidades cuando se van de las manos, pero que al tiempo te hacen comprender tantas cosas.

-Creo que está exagerando las cosas, agente Nix- dice ante lo del secuestro. –El señor Pratchett está muy afectado por la partida de su mujer, pero está claro que no tiene nada que ver con el asunto. Ya me encargué yo mismo de preguntarle personalmente y no sabe nada.

Estaba claro que Nix debía ver al jefe como un paleto con cargos. Que lo era, pero en el fondo, tras varias capas de grasa, sudor y piel de paleto, existía una persona en la que se intuía había pasado por mil y un sin sabores en la profesión. Eso había que reconocérselo. En lo que se haya convertido ahora es caso aparte, quizá todo tuviera un motivo. Posiblemente Gruenwell tuviera sus razones para desear ahora acabar sus días así. En paz. ¿Quién podía culparle?

En cambio, yo no esperaba verme así. No de momento al menos. Hacer carrera como mujer en esta profesión era un deporte de alto rendimiento. Como escalar por un barranco por el que no cesan de tirarte pedradas desde arriba, ya sabes, para joderte un poco y que no puedas llegar muy lejos. Las pedradas, metafóricamente hablando, venían en forma de prejucios y clichés. Como mujer te encajonaban y quitarse de encima la etiqueta era arduo y costoso. 

"Bien, tenemos las sospechas de un antro de prostitución encubierta. Vamos a meter un cebo que se haya pasar por chica interesada para intentar pillarles. ¿Perkins?"

Vuelvo al momento al que estamos, después de un trance pasajero a cuento de a saber qué. Nix se topa con lo que ya le advertí. Podría decir algo al respecto, pero creo que el turno de palabra está en el federal.

Bien, caso resuelto.

Era lo que estaba diciendo el sheriff. Previsible. Pero, en realidad, no le correspondía al jefe de policía local determinar cuándo se cerraba un caso.

Sobre todo si no habían investigado una mierda.

Nix no alteró el gesto. No estaba allí para darle la razón al sheriff y volverse a casa. Eso lo habría solucionado con una llamada telefónica y se habría ahorrado muchos kilómetros y las previsibles molestias que estaban por llegar. Estaba allí para salvar vidas y evitar daños. Eso era lo único que importaba.

—Bueno, espero que eso sea cierto. Ojalá el pequeño de los Pratchett no haya sido secuestrado. Pero para confirmarlo tendré que hacer algunas preguntas. De por sí es llamativo que a un padre lo aparten de su hijo y no ponga una denuncia en contra de la madre. Ella es libre de irse de casa y hacer la vida que quiera. Pero cuando hay un menor implicado y un padre indolente… quizá merezca la pena hacer algunas preguntas más.

Se acercó a la cafetera como si fuera suya y se sirvió una taza.

—No le robaré su tiempo, sheriff Gruenwell. Seguramente tenga usted importantes casos por resolver —dijo, apoyado en la mesa del café con actitud relajada, dejando caer la vista en el periódico del sheriff. Casos importantes los cojones. Allí tenían a una policía formada para el rango de detective desperdiciada recogiendo carroña—. Solo estoy aquí para avisarle de que el FBI trabajará en la zona. En principio no creo que eso afecte a su trabajo, y no creo que de momento necesite mucho más que una mesa en una esquina. Si es que llego a usarla.

Bebió café. T-Rex marcaba territorio porque podía hacerlo. Miró a la detective.

—Lo que sí necesito es un enlace. Un compañero que me acompañe por la comarca. Sus agentes conocen a todo el mundo aquí, supongo. Eso facilitará mi trabajo y me perderá de vista más rápido—no esperó a que el sheriff le diera permiso—. Detective Perkins, ¿está usted disponible? Me vendrá bien su preparación.

Nix se desenvolvía bien, si. Era experto en una disciplina que a los federales se les daba bien: invadir y usurpar. Pero en ese caso particular, no sería yo quien me quejara. Entre pasar más semanas de hastío y poder colaborar con el FBI en algo que podría ser una bocanada de aire fresco, la opción a escoger es jodidamente obvia. 

El federal se paseaba como pedro por su casa por el despacho del sheriff, a riesgo de que este se encabrone y le ponga las cosas difíciles. Pero, pese a ello, yo pruebo:

- Bueno, si Gruenwell no tiene problema, podría ser en enlace - digo, con los brazos cruzados y asintiendo. Si colaba, colaba. 

El sheriff niega, para él perdíais el tiempo. No pone problemas en que te lleves a Perkins, quizás como mujer la veía un poco más un estorbo que una ayuda, pensamiento de vieja escuela.

-No, claro, Perkins le guiará y ayudará en todo lo posible- ni una palabra añade sobre su preparación, la cual también dudaba. Pero conocía el carácter hosco de Perkins como para pensar que le habían regalado su diploma en la academia por su cara bonita.

-Seguro que fue la hermana de la señora Pratchett la que os llamó, es la única que no parece entender cómo marchan las cosas aquí- niega para sí. ­­-Como si estuviera en su casa, agente- extiende ambos brazos, ofreciendo su comisaría como vuestro posible puesto de trabajo si así lo necesitas.

Todo marchaba. El federal estaba satisfecho. Ya tenía compañera y sitio en la oficina del sheriff. Que seguramente no llegaría a usar, pero era necesario en cualquier caso.

Los familiares de los desaparecidos serían los primeros en ser interrogados, como mandaban los cánones. El marido, la hermana, quien fuera. Luego, vecinos, compañeros de trabajo, amigos. A partir de ahí, a tirar del hilo. Pura rutina policial.

Para ello necesitaría la ayuda de la detective. No era imprescindible, aunque siempre facilitaba las cosas presentarse acompañado de una figura local conocida.

—Muy bien, sheriff, gracias. La detective y yo ya habíamos trabajado antes en un caso, el del ciervo muerto —bromeó—. La colaboración entre departamentos es importante.

Le tendió la mano al sheriff.

—Empezaremos en cuanto suelte el equipaje. ¿Algún sitio por aquí donde tomar un buen desayuno y hospedarme?

Nix lo imaginaba: una pensión fría y desangelada. Aunque quizá se llevara una sorpresa. En algunos pueblos de mala muerte había encontrado hotelitos con encanto llevados por gente encantadora. ¿Sería el caso de Devil´s Gate?
 

El jefe parece conforme con la colaboración y yo asiento a sus palabras. Permaneciendo impasible de puertas para fuera, pero en el fondo estaba satisfecha.

- Si, el agente Nix me echó un cable con el ciervo. En la puerta está - informé zanjando el tema - Le indicaré donde puede hospedarse para que deje las maletas y le acercaré al Joe`s para que desayune, y después nos pondremos manos a la obra. - termino de dar el parte.-Pero antes... ¿Cual es la versión de la hermana de la señora Pratchett?

La comunicación de Gruenwell conmigo había sido la justa, así que no tenía ese dato. Suponía además a Nix le interesaba, aunque no preguntara, y que el jefe había dado importancia nula a aquella mujer. Solo era una mujer.  Eso nunca cambiará en Devil´s Gate.

El sheriff se tiene que reír con lo del caso del ciervo muerto.

-Ya me parecía que Perkins había acabado demasiado rápido con ese tema- dice de buen humor. –Puede descansar en el Feilding Hotel. Tiene sus años, pero la señora Rosedale lo tiene siempre limpio y con alguna habitación a punto para imprevistos- el hotel Feilding era de las pocas cosas para “turistas” de aquel lugar.

El sheriff no contaba muchas cosas a Perkins, las declaraciones de la hermana de la señora Pratchett no era lo único.

-Qué va a decir, tonterías- niega el sheriff sin dar más información y en ese momento coge el teléfono para coger una llamada. Parece que a algún granjero de la zona se le cayó una valla con una de las tormentas de estos días y se le escaparon un par de ovejas.

Nadie sabía cómo se mantenía ese lugar, pues el que había puesto un hotel en aquel agujero, no había pensado en realidad en los posibles clientes que podría traer. A lo largo de los años había acabado en las manos de la familia Rosedale, la viuda Rosedale ahora lo llevaba sola como podía.

La señora Rosedale era muy amable, siempre olía a algo recién horneado y su gusto por la moda era un tanto peculiar. La mujer lleva unas gafas de culo de vaso y se encuentras tras una recepción hecha al completo de madera y con un color oscuro de más, debido a varios barnizados para mantener el material.

-¿En qué puedo ayudarles?- dice cuando os ve entrar en la recepción. -¿Te has echado novio Perkins? Es un chico muy guapo y muy apuesto… ¿Buscáis una habitación íntima para los dos?- le guiñó un ojo sin mucho disimulo abriendo la boca al mismo tiempo, aumentado por el cristal grueso de las gafas, haciendo si cabía aquel gesto más caricaturesco.

Parecía que el día empezaba bien. Había dormido poco y se había acercado a un animal muerto y pestilente, pero el sheriff está por colaborar o, por lo menos, por no interferir. También había conseguido el apoyo de la detective Perkins. Y cuando temía que acabaría en un motel de moqueta mojada, ahí se descubrió un anticuado pero entrañable hotelito de provincias.

Todo bien.

La señora loca que los recibió tenía pinta de simpática y de no cortarse un pelo con las bromas rijosas.

–¡Por favor, señora! No sea descarada. Esta es solo nuestra primera cita—respondió con simpatía mientras sacaba la placa—. Soy el agente Nix, del FBI. Le pregunté a la amable detective por el mejor hotel de la comarca y me ha traído al suyo. Necesito habitación para unos días. ¿Qué le parece? ¿Tendrá una para este cansado agente de la ley?

Nix sabía que la complicidad con ese tipo de señoras era garantía de mejores almohadas y trozos más grandes de tarta casera. Así como confidencias sobre interesantes cotilleos de la ciudad.

La señora enseguida sonríe al federal. Los chicos apuestos con traje le pirraban, eso era así.

-Oy, joven, hoy en día no es como antes. Ni se necesita una cita para eso... Fíjate que mi vecina Nelly me ha contado que hay hasta una cosa en los móviles para buscarse una aventura de una noche, por cercanía. Cómo son los tiempos de ahora. Y antes nos miraban mal por darnos un beso en la calle. Yo soy moderna, si queréis una habitación por unas horas os hago precio- la mujer parecía convencida en su versión del tinder y en que quizás venías a lo que veníais.

Al enseñar la placa, se ríe de buen humor.

-Claro, agente, le dejaré la mejor habitación que tengo. Con cama de matrimonio claro- ella sigue con su idea prehecha. -Por si Perkins se lo piensa, que la chica debe sentirse sola desde que vino de la ciudad. Hay poca gente joven- dice en "confidencia" al federal, entre susurros que Perkins oye perfectamente.

¿Demasiado tiempo? Su puta madre. Tengo que sonreír, aprentando mucho la mandíbula, sonriendo, para no lanzarme con una patada voladora y reventarle la cara. La llamada telefónica corta el momento tenso, caso que agradezco, anunciando algún problema mierdosamente local. Miro al federal con cara de "Salimos de aquí ya". Acto seguido, abandono el despacho del jefe.  

El Feilding Hotel no era el peor sitio donde podías dormir. La decoración rancia del siglo pasado y el perfume a vieja te golpeaba la cara al cruzar el umbral hasta recepción. Pero era cien veces mejor que despertarse por la noche porque has notado un mordisco en el culo de algún ser procedente del colchón, o que este huela a culo de camionero, o que haya manchas olorosas en las sábanas... Si, mucho mejor. Incluso incluyendo el factor maruja de la dueña, que te lo tenías que tomar ya con humor. 

Nix parecía captar perfectamente una mecánica, ganándose la simpatía de aquella señora,  que por otro lado ahora estaría mojando braga-faja.  

- Uy, no se crea, tengo un muy buen consolador – le digo a la señora Rosedale para disipar su preocupacion por mi soledad, mirando después a Nix – Te espero aquí mientras te instalas, voy a echarme un piti.