Partida Rol por web

Die Glocke

Ragnarok (Escena Final)

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08/06/2019, 15:04
Hagall Wirth

Llegados al acuerdo ahora tocaba exprimir cada segundo, había mucho que hacer, mucho que preparar, mucho que dejar resuelto, muchos asuntos que dejar en orden.
Los representantes nativos de cada región presentaron sus respetos a la emperatriz y marcharon a cumplir con sus compromisos de cara a la batalla. Hecho esto Hagall fue directa a poner remedio a una tarea pendiente pospuesta por demasiado tiempo: sus feligreses.
Ofició un blot en los jardines con una asistencia sorprendentemente concurrida, casi todos los alemanes de Sigfrido estuvieron presentes. Juntos cantaron como una sola voz los mismos himnos que entonaron durante el viaje de ida a Venus. El que canta sus males espanta. La batalla que se les venía por delante era doblemente difícil, era también una lucha interna contra lo que fueron, contra las que fueron sus convicciones hasta ayer.

Por supuesto pasó por su casa.
Por primera vez en lo que a ella le parecían eones estaba sola.
Paseó por ella observandola, acariciando las repisas, regó las plantas (Ara las tenía bien cuidadas), puso incienso en el altarcillo y luego se quedó sentada en uno de los “sofás” mirando en dirección del megarón, donde una vez estuvo frente a frente con Jürguens... cuan elástico y extraño es el tiempo, hasta le costaba reconocerse a si misma en ese recuerdo tan lejano. Sonrió y volvió a la cocina para hacer dos cosas que, desde que era emperatriz, le habían estado prohibidas: Cocinar y limpiar el polvo ¡Que gran alivio poder hacer las cosas por si misma! Sin protocolo, servidumbre ni cortesanos revoloteando. Fue... su modo de despedirse de esa vida, esa hermosa vida breve pero feliz. Nidhogg también estaba contenta de volver, corrió a su rincón en la cama y allí que se hizo un rosco arremolinando las sábanas, le gustaban tan poco los pomposos cojines de palacio como a su madre.
Duró poco en el improvisado nido pues Ara apareció al rato con un cesto de manzanas. El futuro. La niña, como buena niña que era, estaba llena de curiosidad y preguntaba más de lo que podía responder un sabio. Quería saberlo todo del palacio, de los nuakis, de la embajada, la batalla, la coronación... quería que se lo contara como se contaban las grandes epopeyas, con arquitecturas imposibles, números disparatados, bellos protagonistas y gestos portentosos. Así pelaron las manzanas, las cortaron y las mezclaron con la masa. Sentadas, esperando que los pasteles se hornearan Hagall partió una manzana por la mitad, observó el corazón lleno de semillas y sonrió interiormente. La cortó en gajos para repartirlos entre las tres, tres... tres hijas de Eva compartiendo la fruta del conocimiento. Tragó saliva, había llegado el momento, ese momento...

-Ara... hay algo que quiero decirte antes de irme, es algo muy importante que quiero que recuerdes- la miró con aire de maestra -Tenemos por delante grandes retos... retos que... dan miedo, pero tenemos que ser valientes- calló por un segundo ordenando lo que quería decir -El miedo no sirve para nada, es un instinto primitivo que nos paraliza y de eso se aprovechan quienes quieren subyugarnos. Nunca dejes que el temor a lo desconocido, a la incertidumbre o al sufrimiento te frenen. Toma esa energía y usala para avanzar. Estudia, observa, escucha, conoce gente, se curiosa, experimenta, explora, aprende y no dejes que otros decidan tu vida. La vida es un regalo, un don demasiado valioso como para desperdiciarlo. Tu vida es tuya y, puesto que eres tú quien va a vivirla, solo tu tienes el derecho a decidir sobre ella y sobre ti misma. Elijas lo que elijas hazlo siempre libremente. Puede que en algún momento te equivoques, errar es humano, pero que esas equivocaciones no te desanimen. Asume la responsabilidad de tus errores, medita sobre ellos, extrae lecciones de ellos y rectifica. Todos tenemos derecho a rectificar...- parpadeó conteniendo la emoción –Otra cosa de la que debes huir es del odio. El odio, como el miedo, nos vuelve ciegos e irracionales. Cuando sientas miedo u odio preguntate porque lo sientes, pon esos sentimientos en cuarentena y ponles remedio, sobreponte. El miedo y el odio son formas de esclavitud y no hemos venido a la vida para ser esclavos de nada ni nadie. Si mantienes tu mente y tu corazón libres, tú seras libre y nada podrá cambiar eso. Pero no seas egoista, en este mundo no estas sola, perteneces a una comunidad. Tu libertad no puede construirse avasallando la de los demás. Ellos sienten y padecen igual que tu. Además de nada servirán tus logros y conocimientos si no los compartes. Morirán contigo. Comparte tu sabiduría, tu experiencia, tus virtudes y tus talentos, ayuda, comprende, participa, deja que se apoyen en ti y apoyate tu también en ellos. Encuentra el equilibrio entre el yo y el nosotros. Crecerás tú y crecerán ellos y juntos construireis un futuro mejor.
Y por último y tan importante como todo lo que te he dicho, ama. Nada es más poderoso que el amor, no hay mejor brújula, ni nada te hará más feliz. Solo si has amado y sido amada, cuando llegue la hora final, sabrás que has vivido y ha merecido la pena-

Con esas escogidas palabras Hagall Wirth decantó toda su vida en lo que esperaba que fuera su legado.
-¿Porque lloras?- preguntó Ara al verla con los ojos enrojecidos. Hagall le acarició una mejilla con la dulzura de una madre -Oh mi niña... si supieras cuanto te quiero... cuanto has cambiado mi vida...- la abrazó con todas sus fuerzas y las mejillas llenas de lágrimas. Nidhogg emitió un quejido tierno e infantil y se sumó al abrazo.

En ese momento Rudolf llegó a casa -¡Que bien huele! El perfume llega hasta la plaza...- se detuvo al verlas comprendiendo la importancia del momento -Sí es verdad, saquemos los pasteles o se quemarán- la rubia hizo de tripas corazón y fue a la cocina en un intento poco exitoso de disimular -He echo varios- dijo de espaldas -dos para cenar esta noche, otro para que se lo lleve Ara a casa y la otra es...- él la interrumpió tomandola del hombro. Hagall hacía esfuerzos ímprobos por mantener el tipo pero a él no podía engañarle.
Desde el sofá, mordisqueando su manzana, la pequeña espiaba a la pareja -Nunca he visto a mis padres hacer esas cosas- hacerse cariños o tratarse con ternura -de mayor quiero un novio como el suyo- le susurró a Nidhogg no demasiado bajo. Hagall sonrió por el comentario y acarició a Rudolf, quien lamentaba tener que apremiarla.
La sacerdotisa ultimó los preparativos de las tartas y dio instrucciones a Ara para que las repartiera -No te los comas por el camino- le advirtió -Y cuidado de no perder la nota- la destinada a Bernstein llevaba un mensajito.
Antes de cerrar la puerta Hagall se tomó un segundo para observar por última vez su hogar.

Emprendió el camino de vuelta sola (bueno, con Nidhogg). Se había despedido de su parroquianos, de Sigfrido, de Ara, de su casa, y ahora tocaba hacerlo de Venus y de su moto. No lo dudó y volvió al lago de Jat, donde paseó por la rivera y subió a ver caer la tarde desde la peña mientras la kimlar buceaba. Recordó algunas cosas que la pelirroja le dijo en su “sueño” y que en su momento no entendió, cosas sobre como, cuanto más próxima estuviera su “cita con el destino”, sentiría el tiempo reescribirse. Que viviría vidas que nunca fueron ni serán, pero que son porque le pesarían en el corazón. Como un romance diferente con Fegelein, uno que estaba claro en su memoria y que sin embargo no era el suyo. Sin partido, sin guerra, sin traumas, sin miedos, sin angustia... ella estudiante de universidad y él carpintero. Jóvenes como otros cualquiera, quizás solo un poco más osados, libres y apasionados, que se conocían por casualidad. Que salían a bailar, que iban de picnic y tenían que ingeniarselas para tener intimidad ¡Que bello de haber sido posible! El calor de esa otra vida se mezclaba con el suave roce del agua en la piel de la kimlar. Ese frio acuatico trajo también otro frió, cortante y desolador, un frío futuro, un frío de nieves perpetuas en una cueva y en el alma, con la sola compañía de unos huesos desenterrados, eternamente esperando. Un futuro de castigo kármico.
La pelirroja (de la que no sabía pronunciar el nombre porque no había sido dicho con los labios) le advirtió que sería confuso “A todas nos pasa*, úsalos para valorar tu presente” y eso hizo. La luz le trajo a la memoria el grillen-picknicken* con motivo de los compromisos de Müller y Schinkel, los jóvenes de Sigfrido se tostaron al sol mientras bailaban, jugaban en el agua, bebían, flirteaban y reían. Ella misma se permitió ser joven, de toda su vida aquel era su día favorito, el único sin atisbo de sombra. Volvió a temblar, despedirse de la vida iba a ser mucho más difícil de lo que imaginaba. Hundió los dedos en el musgo y llenó los pulmones de aire, allí descansarían sus restos, así lo había escrito en su testamento. Su cuerpo putrefacto alimentaría la tierra, de ese modo seguiría sintiendo el sol y la brisa del lago en las hojas de las plantas.
Le sorprendía lo rápido y profundamente que se había enamorado de Venus, solo en el Tibet había sentido algo similar pero sus ojos siempre miraron a las estrellas, quizás en las cumbres se sentía más cerca de algo que la llamaba, el lugar al que pertenecía. Que sus huesos descansaran allí era por tanto lo natural.
Nidhogg volvió junto a ella sacudiendose el agua antes de pedirle que le acariciara la coronilla. La criaturita sentía el pesar en el corazón de su madre y la sospecha de la muerte. Los kimlares morían a la vez que sus padres humanos de shock psicosomático, Hagall quería creer que la sobreviviría y acompañaría a Rudolf.
Rudolf... tenía que volver a palacio, quería estar con él, todo el tiempo posible...

-Vamos pequeña, hay algo que tengo que hacer antes de irnos

Caminaron hasta el altar de piedra, el lugar donde vieron venusianos por primera vez. Lo rodeó deslizando los dedos por las aristas, sintiendo la textura y el frío de la piedra. Se detuvo en el centro como si fuera a oficiar y soltó aire con fuerza por la nariz ¿Porqué después de una vida de sufrimiento tenía que renunciar al paraíso? -¡QUE LE FOLLEN AL VALHALLA!- gritó -No quiero ser una valkiria, estoy harta de muerte y de servir a los hombres ¡QUIERO VIVIR MALDITA SEA! ¡Quiero... quiero nadar por las mañanas, hacer el amor por las noches, quiero coronar todas las cumbres de Venus y ver infinitos atardeceres, oir los cotilleos de las mujeres en la plaza, salir a comprar el pan, regar las plantas, reir, comer y beber con mis amigos, chinchar a Bernstein, ver crecer a Nidhogg y a Ara... quiero... soñar... … no quiero morir... joder...- estaba enfada con el universo, muy enfadada, tanto que gritó llena de rabia. Se llevó las manos a las sienes atormentada por el miedo, las dudas y el dolor. Un dolor y un miedo como no había sentido nunca ¿Y si no había nada? ¿Y si nadie la estaba escuchando? ¿Y si eran solo motas en el vasto universo y todo era puro azar? ¿Y si nada importaba? Tal sentimiento de insignificancia y absurdo la estremeció en lo más profundo y lloró. Siempre deseó la nada, no sentir, no pensar, no saber, no ser... Buda habría estado orgulloso de su desapego, sin embargo esa filosofía ahora le repelía, pareciendole fruto de la amargura de quien no había tenido la fuerza de lidiar con la realidad. Un anhelo inmaduro y paradójicamente egoísta. En el azaroso sinsentido que probablemente era el universo las circunstancias se habían concatenado para hacer posible contra todo pronóstico, no solo la vida, si no la vida de cada individuo, sería por tanto desagradecido rechazar el privilegio de semejante regalo... Entonces que? ¿Huir? Esconderse bajo una piedra y vivir una vida de cobardes? Pero a donde ir? ¿Y los demás? El egoísmo otra vez asomando las narices, costaba distinguirlo del instinto de supervivencia... tan irresistible... Pero por más que lo deseara Kammler no iba a desaparecer, la única huida útil era hacia adelante, hacia él, cualquier otra cosa sería prolongar la agonía inútilmente. Inspiró mocosa volviendo a mirar la mesa de altar -Una vida por todas las demás, un sacrificio... Blut und Boden*...- el corazón se le puso frenético, sintió pánico, mareo, frío y nauseas, el impulso de salir corriendo. Le dio la espalda al altar, apretó los ojos y los puños...
Volvió a ponerse de cara
...
-No lo llamarían sacrificio si fuera fácil. Sin renuncia, sin dudas y sin dolor carece de valor-
Sacó su daga y se hizo un corte en la mano. Dejó que la sangre goteara sobre el altar mientras revivía ese primer encuentro, la inauguración del altar, su “consagración” y los cientos de ritos en Wewelsburg y su propia consagración como sacerdotisa. Era su sino, había nacido para eso. Las lágrimas se mezclaron con la sangre y con ella dibujó sobre la mesa la runa del tapiz del destino* -Escucha mi voz madre, maestra y destructora. Bébete mi sangre, tritura mis huesos, trágate mi alma, bórrame de la memoria como si nunca hubiera existido- exclamó solemne mirando a la luna -Pero antes permíteme aplastar a Kammler y darle a Venus la victoria. Sea este mi último blot, ya no tengo nada más que darte-

Hubo un rumor de hojas mecidas por el aire y pájaros. Respiró hondo, hubiera dioses o no, le hubieran escuchado o no, daba igual había dado su palabra.
Nidhogg le lamió la herida y Hagall le sonrió, ya habría tiempo para la muerte tocaba la hora de los vivos. Se subieron a la moto y disfrutaron del trayecto.

Daman la esperaba a la entrada de la ciudad y la escoltó hasta palacio. Había presenciado muchas recepciones jubilosas acompañando al Fuhrer y a Himler pero ninguna tan emocionante como las dos que llevaba hoy, nunca antes le habían importado nada las personas a su alrededor y por eso lloró. Sentía sobre sus hombros el peso de las esperanzas de todos los venusianos.
En la cour d´honour las últimas luces de la tarde proyectaron la sombra de Halaf que ya había levantado el vuelo. Casco en mano observó el maravilloso espectáculo de la nave surcando el cielo sobre ellos, arremolinando el aire y titilando como una montaña de diamantes. La invadió una sensación de asombro indescriptible, parecido a eso que una vez describió Stendhal*. Cuanto la rodeaba superaba con mucho cuanto Edgar Rice Burroughs (y ella misma) había soñado en sus novelas. Fue como un despertar de repente a la realidad, alcanzar una hiperconsciencia de... de todo. Rajpur tembló levemente al arrancar motores haciendo que le hormigueara el estómago igual que cuando despega un avión. Frente a ella la guardia que la acompañaría en la batalla final y su amado Fegelein para recibirla. Pasó revista con gesto amable sin entretenerse demasiado, todos los allí presentes tenían ganas de romper filas y quemar todos los cartuchos posibles esa noche. Echó una última mirada a la moto antes de adentrarse en palacio, Rudolf, Daman, y posteriormente Adeline, siguieron sus pasos resumiendole los últimos informes. Parecía extrañamente distraída o risueña, se sacudió el polvo de la ropa, se desabrochó la chaqueta y el cuello de la camisa y se quitó los mitones mientras caminaba ajena al stress de los que la rodeaban ¿Era esa la paz que dicen que se experimenta antes de morir? Llegando a la puerta de sus aposentos se giró y dijo con aire desenfadado -Que tal si nos aseamos tranquilamente, nos ponemos cómodos y disfrutamos de la cena?-. El “entourage” se quedó con un palmo de narices al verla tan tranquila, no era normal en ella ser tan... risueña. Sonrió y los dejó mirandose entre ellos, el raro silencio fue interrumpido por Nidhogg quien llamó a Rudolf emitiendo uno de sus característicos chasquidos-chillidos. El teniente parpadeó y siguió al animalito tras despedirse, nunca hubiera esperado ser recibido con un apasionado beso. Hagall no era dada a esa espontaneidad pero él que era un hombre curtido en batalla pilló al vuelo que estaba pasando. Mañana podrían estar muertos. Se miraron y como la primera vez se dejaron llevar pero con la ventaja de quienes ya conocen el terreno, no hubo pensamientos siniestros ni prudencia, solo amor desesperado.
-Te amo ¿Lo sabes?- Rudolf respondió -Claro que sí-.

Embriagados de ese romanticismo de caída libre acudieron a la cita con sus amigos y quizás por estar... “sensibles” se dieron cuenta de las miradas entre Daman y Adeline. Fue una cena más animada que de costumbre y completamente informal, como si estuvieran en su casa en Sigfrido. Sin servicio revoloteando alrededor (habían recibido la noche libre desde que la reina entró por la puerta) picotearon, bebieron y dieron buena cuenta del struddle. Por un rato consiguieron olvidarse de todo y ser solo unos amigos que se lo pasan bien juntos. Solo gente normal.

Hagall no quiso arruinar el ambiente, le había costado toda una vida tener un momento así, por eso al mismo tiempo que daba la noche libre al servicio dejaba encargado que repartieran unos sobres con suma discreción: Copias de su testamento acompañadas de cartas para cada uno. Para haber sido una persona que permaneció en absoluto silencio hasta llegar a Venus era sorprendente lo prolija que se había vuelto su escritura, puede que, precisamente, porque llevaba demasiado tiempo callando.
Que su corazón se hubiera ablandado no quería decir que dejara de ser cerebral y metódica, razón por la que había hecho tantas copias y las depositaba en manos tan distintas. El viejo orden y los intereses personales siempre estarían acechando y, aunque sabía que nunca se cumplían el 100% de las últimas voluntades, sabía que haciendo partícipes a muchos su voz no podría ser ocultada.

Al final bebieron un poco de más (los chupitos de Blauer Stern pegaban fuerte), salieron a tomar el aire y las parejas se perdieron entre las columnas y las flores. No fueron los únicos con la misma idea, en la inmesidad de las terrazas, los patios y los jardines de palacio sonaba el eco de las risas entre besos. Que suerte para ellos que las noches venusianas fueran tan largas.
Hagall y Rudolf, ya que habían resuelto el aprieto de la pasión al principio, disfrutaron de la mutua compañía sin hablar mucho. Las palabras molestan cuando dos pueden mirarse profundamente a los ojos y acurrucarse juntos. Se acariciaron, se hicieron arrumacos, respiraron el aliento el uno del otro y poco a poco cayeron en brazos de Morfeo.
La kimlar y su madre se miraron justo antes de cerrar los ojos. Terminaba su último día. Habían estado vivas casi el mismo tiempo, lo sentía porque hubiera sido un tiempo tan corto, pero ambas estaban de acuerdo en que había sido una buena vida.

Notas de juego

*Referencia a otros personajes jugados con Targul, relacionados de uno u otro modo entre ellos
*Barbacoa alemana
https://imgur.com/RPysdjD
*Vuelta de tuerca al lema alemán usado por los nazis https://es.wikipedia.org/wiki/Blut_und_Boden
*Runa tapiz: https://imgur.com/xtvyjyD
https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADndrome_de_Stendhal
*

A ver si con esto se reanima el jefe ;)