Elen asintio alegre a las palabras de su compañera, era el momento de regresar a casa. Mientras caminaban con la leña no podia evitar ver el curioso modo de moverse de Flabmon, como flotaba y bailaba graciosamente en el aire, tenia muchas ganas de sostenerla una vez mas con sus manos, ella era tan pequeña y delicada, tan linda, era la mujer mas afortunada del mundo.

Su mente de escritora empezo a trabajar, ya tenia a una heroina, ahora solo necesitaba una trama, con todo lo que habia pasado no se le ocurrian mas que cliches y tramas simplificadas, en otras palabras no tenia nada interesante de momento, esperaba que con el tiempo pudiera hilar una buena historia.

Ya llegando al campamento pudo ver que Elhen y Bran estaban con Sylveon, lo que si le parecio curioso es que el compañero de Elhen tambien habia cambiado, dejo ese detalle para mas tarde, se acerco con los brazos cargados de todas las ramas que podian llevar sus brazos y les dijo a sus compañeros que vigilaban a Sylveon:

-Buenas noches, ya trajimos la leña. Con esto podremos aguantar la noche.

Apenas habia terminado de hablar cuando de los arbustos salieron los humanos Elen y Ivan con sus respectivos compañeros. Ante las preguntas de su querida Elhen solo pudo negar con la cabeza, luego le explico:

-No, no son enemigos, son sus compañeros, parece que tambien han digievolucionado como yo.

No se lo podia creer, creia que el era el unico que habia evolucionado. No importaba, habia que demostrar que no solo se trataba de evolucionar, si no de como lo usas. Ante sus compañeros digimons solo les dirigio una mirada curiosa, se acerco a ellos y les dijo:

-Parece que tambien lo lograron chicos ¿eh?.

Cuando llegaron a aquel improvisado campamento, Flabébé dejó la leña que habían encontrado con suavidad en la arena, y sonrió a todos los presentes, balanceándose en su flor, totalmente divertida.

—Flabébé, para serviros— dijo, alzando los pequeños brazos, presentándose—. Yo antes era Flabmon— indicó—. Con las hojas en la cabeza. He digievolucionado— añadió con un deje de orgullo.

Aunque se arrepintió después de decirlo, pues el digimon Sphemon seguía estando en su primera evolución, y no había cambiado de forma desde que se habían separado. Torció un poco el gesto, y esperaba poder decirle alguna palabra de ánimo.

Pero, ante la aclaración de Trapinch, no pudo sino asentir, y decir:

—Eso es— dijo, sonriente—. Fue muy intenso, porque estábamos en peligro por un mono chillón— comenzó a relatar—. Bueno, se encargó de él Larvitar— añadió, siendo justa—. Y lo hizo con un mega chillido— bailó en su flor, entusiasmada—. Fue genial. Sentimos ese poder dentro, una fuerza para poder ayudar a los humanos…— Flabébé no tenía muy claro cómo explicarlo, pues aquello había que experimentarlo, y no narrarlo, por lo que dejó las descripciones para quien tuviera mejor labia que ella.

Se acercó a Elen, y le sonrió, dando vueltas con la flor mientras el viento la ayudaba a desplazarse.

—Ahora encenderemos el fuego, Elen, ya lo verás— prometió el digimon, aunque no las tenía todas consigo.

Fénix estuvo tentada de tocar aquel digimon imán, por mera curiosidad. Quería saber si podía llegar a pegarle una pequeña descarga, como los carros metálicos de los supermercados, o, por el contrario, podía dar un ligero cosquilleo sin llegar a sobresaltar.

Sin embargo, un nuevo estornudo le despejó aquella idea de la cabeza, y miró a Fennekin, sonriendo.

—Será mejor que volvamos— dijo con voz congestionada—. Ya tenemos el agua.

Negó con la cabeza cuando Magnemite se dirigió a ella, y sonrió.

—No te preocupes— respondió, encogiéndose de hombros—. Se me pasará. Sólo es agua.

Agua horrible, húmeda, y mortífera, pensó, con un deje de amargura.

Siguió caminando, mirando el gracioso paso de Fennekin, cuando escuchó las palabras de Klaus, y vio la chaqueta.

—Uaaa, gracias— dijo Fénix, poniéndosela de inmediato, sin fijarse demasiado si la valía o no, y se abrazó, notando que el frío menguaba—. Sirve, sirve, gracias— hizo una pausa, y miró a Klaus—. Sí, yo también espero que haya un fuego calentito— dijo, abrazándose más fuerte—. Todos lo necesitaremos para pasar la noche.

Más cómoda, y olvidando el odio momentáneo por el agua, siguió caminando, mirando a los dos digimons, como si fuera la primera vez que los viera.

—Parece un sueño— dijo de pronto, sonriente—. De hecho, hasta hace poco lo creía. ¿Digimons? ¿Un mundo tan raro como éste? ¿Criaturas extrañas?— fue diciendo, divertida—. Es una locura. Pero, mola mucho— confesó, mirando a su alrededor—. No sé qué o quién nos ha traído aquí, y puede que Slyveon no os diga mucho al respecto, pero no puedes negarme que es toda una experiencia— terminó riendo entre dientes.

Cuando lo mencionó, Fénix también miró a Magnemite, y se preguntó cómo podría hacer levitar las cosas, y más aún, el horrible agua. 

Fénix e Klaus regresaron junto a un par de digimons diferentes. Fénix estaba calada hasta los huesos, pero llevaba la chaqueta de su acompañante por encima, y ésta se agarraba fuertemente a ella. Estaba claro que tenía mucho frío y que necesitaba una buena fuente de calor para secarse. Junto a ellos iban Magnemite y Fennekin, y a su vez, una masa de agua deforme, pero transpartente y fresca, volaba acompañándoles. Algo estaba haciendo el digimon electro-imán para mantenerla a su lado. Pero al menos, ahora todos podrían beber hasta saciarse y poder pasar una noche algo más cómoda.

Solo faltaba que los demás regresasen con el fuego y la comida, porque la noche se les estaba echando encima.

Sylveon parecía estar en mejor estado, y una buena cantidad de sus compañeros junto a unos digimos desconocidos, ya habían regresado al campamento. Aquello indicaba que la medicina del extraño digimon ya había recuperada, y que los demás habían conseguido leña suficiente para encender un buen fuego.

Solo quedaba que regresaran el resto, porque se les estaba echando la noche encima.

Con santa paciencia se disponia, sonriente, a explicar los tecnicismos del juego. Era y siempre habia sido una chica bastante activa y deportiva, era imposible esperar aburrida a que los maderos quemaran, pero la teoria no llego muy lejos cuando de pronto sintio el suelo desmoronarce bajo sus pies.
Aquello no pintaba nada bien, y aunque instintivamente busco asirse a los maderos buscando algo de sostén al ver aquel extraño animal, casi con los mismos maderos termina convertida en psicopata mientras blandía el improvisado bate buscando distancia.
-Totomon.
Atino a pronunciar aquella palabra como si en eso se le fuera la vida, cuando su compañero pasa frente suyo clavando sus colmillos en el contrincante, una luz cegadora, la vibración en el transmisor. 
¿Era Totomon? Todo fue tan rápido, pero su corazón le decía que si y allí se batía con aquel animal para protegerla.
-Aaaahhhhhh Emula el grito de guerra de su amigo blandiendo el madero como una poseída, sabiendo que si bien no tenia la fuerza de aquella mandíbula trabajaría entonces para  demostrar un fuerte unido, impetuoso equipo que trabajaba juntos.
-Largate, por tu propio bien o vas a terminar como papilla. Le gritó amenazante al atacante, instando a que se retirara  de lo contrario ella misma terminaría cumpliendo su promesa.

Pudiera haber gritado un gracias, mientras Alex lo lanzaba cual proyectil contra la araña, pero toda su atención estaba concentrada en Miguel y en la cercanía del peligroso arácnido.
En su corazón, ahora rebosante de alegría,  Treeckymon había escuchado a Miguel darle instrucciones.
¡Golpealo! Había dicho. En tierra será mas fácil luchar con ella.
Todo resumía en la confianza que ahora depositaba en el, y Treeckymon no lo podía defraudar. Ahora analizaba, estudiaba pausadamente a su oponente, con aquella calma helada y un brillo singular en la mirada.
Atacaría al insecto dispuesto ,a una vez y por todas, alejarlo de su preciado elegido.

Totodile saltó hacia atrás después de clavar sus colmillos en la tortuga. Estaba muy enfadado, pero no sólo porque esa criatura quisiera comerse a Nagisa, si no porque su mordisco no parecía haber tenido efecto.

¡No toques a Nagisa! ¡Vete, vete de aquí, tortuga!

Totodile se hinchó, como si quisiese parecer más grande. Pero, segundos después, se vio que no era esa su intención. Un potente chorro de agua salió de su boca, buscando dar en la tortuga que estaba amenazando a su querida humana.

Elhena parecía comprender. Así que su pokémon no era el único que podía cambiar de forma. Asintió mientras se acercaba a los respectivos humanos a los que protegían esas criaturas, y empezó a hablar con ellos.

¿Y vosotros habéis hecho algo para que ellos cambien? A mi Trapinch me ha dicho que le he dado el poder necesario para cambiar, pero no lo entiendo, yo no le he dado nada. ¿Y vosotros? ¿Habéis hecho algo en particular?

Lo único que parecían tener todos en común era que habían cambiado justo cuando los humanos a su cargo estaban en peligro. ¿Quizá era eso? ¿Sólo cambiaban si sucedía eso? Un escalofrío recorrió a Elhena. No era una idea muy agradable.

El rubio llegó, no solo, acompañado de Fénix cuya condición no era la mejor precisamente, Fennekin, un zorro rojo, y Magnemite, un ser de metal que levitaba y tenía un flujo dinámico de líquido transparente a su alrededor. Presumiblemente lo que fueron a buscar. - Muy buen trabajo Magnemite, en cuanto repartamos el agua podrás descansar, pero mientras, necesito que aguantes un poco, solo un poco más. - Le dijo el joven a su compañero gris con tono cansado, había sido un viaje no breve la verdad.

En el campamento, pudo vislumbrar que habían más, no obstante todavían faltaban más por llegar. - Ya estamos aquí y hemos traido agua, espero que sea suficiente. - Hizo una brevísima pausa y con tono preocupado preguntó - ¿Y el resto? ¿No faltan el vaquero, el hombre mayor y la chica de rasgos asiáticos? - Obvio que en aquel momento no recordó sus nombres, se tuvo que valer del rasgo más llamativo de cada uno para poder así nombrarles, o especificar a quiénes se refería.

Y no acababa ahí, habían otras criatura que anteriormente no había visto, las observó curioso reservando las distancias, faltaría más. - ¿Y ellos? - Preguntó con intriga pese a que la respuesta ya la imaginaba. - ¿También han cambiado? - Es entonces cuando le vino la pregunta de la joven de pelo azul.

Se quedó pensativo un segundo, mirando primero a la chica, para después desvíar su atención a Fénix. - Bueno, la verdad es que no lo sé muy bien, fuimos atacados y de repente cambiaron. Ahora parecen más fuertes, su aspecto es totalmente distinto, sin embargo en mi opinión los veo más, ¿cómo lo diría? Capaces, sí, más capaces. - Respondió a al cuestión como buenamente pudo, no era tan sencillo dar con la respuesta, fue lo que en su opinión creyó más razonable.

Se encogió de hombres, sin saber muy bien como continuar la conversación en aquel punto. Aún así, preferió preguntar, otra obviedad pero necesitaba estar convencido. - Entonces, ¿a vosotros os ha pasado algo similar? Quizás sea por mera supervivencia, o el deseo de proteger, pero no lo entiendo, a ellos los acabamos de conocer como quien dice. - Con descarada incredulidad añadió una posible teoría, o una respuesta, una posible explicación a una de tantas dudas que le corroía por dentro.

De repente tuvo en cuenta otro detalle, tantas cosas en la cabeza le distraían de la realidad. - Otra cosa más, habrá que hacer un fuego, yo no tengo ni idea, Fénix está empapada y necesitará calor, si no se resfriará, y no creo que tengamos a mano medicamentos o algo por el estilo. - De nuevo añadió, disconforme, si eso llegase a pasar sería un problema para todos, y por supuesto para ella misma.

No quería dar apariencia de que estaba mal o algo así, o de que el frío estaba siendo excesivo cuando tampoco hacía mucho que el sol estaba comenzando a desaparecer, pero, aun con todo, no podía evitar sentir unas garras horribles perforándola, del frío que notaba.

Se tocó la nariz con la palma de la mano, y se sorprendió cuando se la notó fría como un témpano, además de congestionada. No quiso darle mayor importancia, y se terminó encogiendo de hombros, pensando que no era más que algo pasajero, que se le pasaría en cuanto entrara un poco en calor, junto a los demás.

Agitó un brazo a modo de saludo, sonriente, mirando a todos, y contempló a aquel extraño digimon, Sylveon, quien parecía mucho mejor que la última vez que lo vieron. Se alegró de que estuviera bien, y, por ende, de que estuviera más dispuesto, quizá, a contarles más cosas de ese extraño mundo en el que acababan de aterrizar.

Alzó un pulgar en dirección a Magnemite, quien había sido capaz de traer todo el agua él solito, a través de sus poderes.

—Ese digimon es genial— dijo, sonriente, dejándose caer en la arena, resoplando, como si acabara de terminar una maratón—. Me he caído a un río, y por casi me ahogo— resumió, divertida ahora, a los demás, mientras se frotaba la nariz con el dorso de la mano, y se apretujaba más en la chaqueta de Klaus, mientras éste también respondía—. Es que no sé nadar— añadió, sacando un poco la lengua, como si aquello le dispensase por haber sido tan insensata de ponerse en la margen de un río para ir a por agua—. No pensé; simplemente, actué— y rompió a reír, mientras le indicaba a Fennekin que se acercara para que se sentara a su lado.

Contempló al resto de los digimons, y se sorprendió al ver que también habían cambiado, como los de Klaus y ella misma. Eran más grandes, con formas más definidas, de diversos colores, y tenían apariencia de poderosos.

—Seguro que ahora acabaríamos con aquellas avispas horribles— sonrió al recordarlo, aunque no pudo evitar un ligero escalofrío.

Asintió varias veces con la cabeza ante lo hacer un fuego, y alzó de nuevo un pulgar en la dirección de Klaus, mostrando un conformidad.

—Sí, sí, leña hay— dijo, observando el montón que había—. Va, que alguien la encienda— indicó, cruzándose de piernas en la cómoda arena—. Podemos contar historias de miedo después— añadió, sonriendo, entusiasta. 

Zzí.

Asintió ante las palabras de ánimo de su compañero y ahora sentía que debía esforzarse más.

De haber tenido mejillas, se habría sonrojado por las palabras de sus compañeros de viaje hasta el momento.

En su lugar sencillamente parpadeó y zumbó, con el agua gravitando a su alrededor. Se sentía orgulloso de su propia actuación y, sobretodo, por poder ser útil a su compañero, a todos. Y no dudó en expresarlo en voz alta.

Vozzotrozz fuizzteiz valientez... -zumbó- Nozzotroz necezitábamozz ayudar... Hicimozz lo necezario... ¿Dónde dejo el agua?

Preguntó, aquello estaba gastando sus energía y, desde luego, en cuanto terminase iba a gastar un buen rato recargándose.

Iba a responder a Flebébé cuando de pronto vio aparecer al Magnemite con el agua en una extraña burbuja y al ver al agua un escalofrío le recorrió su pequeño cuerpo.

No se el motivo por el que hemos cambiado, no creo que los humanos tuviesen que hacer nada, ya que cuando yo cambié aquel digimon había atacado a Iván, y quedo inconsciente en el suelo, por lo que tuvo que ser algo diferente.

Tras volver a mirar al resto, dijo:

Faltan aquellos que fueron a por comida, deberíamos ir a ver si les ocurre algo.

El pequeño miró a unos y a otros, espcialmente aquellos que cambiaron. Los observó con curiosidad e intriga en sus ojos negros. - Bueno, aquí no ha pasado nada, Bran y yo nos quedamos a proteger a Sylveon, por suerte no pasó nada. -  Por suerte así fue pese a que no cesaba en preguntarse repetidamente si él también hubiese cambiado si las cosas no fueron diferentes. Era posible.

Cuando Larvitar comentó las respectivas ausencias su pregunta anterior pasó a un segundo plano dejando la actuale en su gelatinosa cabeza. - Espero que estén. y Nagisa se fue con Totomon a por piedras, creo que quería hacer un fuego. También espero que ella esté bien. - Comentó preocupado, habían peligros, muchos peligros en su mundo.

Antes de que Nagisa fuese capaz de arrearle con el palo al camello, Totodile le lanzó un poderoso chorro de agua. El digimon le devolvió el gesto lanzándole un poderoso chorro de fuego, y durante unos instantes ambos digimons tuvieron que hacer fuerza para lograr vencer al otro. Finalmente el ganador fue Totodile, que con su poderosa pistola de agua logró enviar por los aires a su rival.

El digimon había logrado proteger a su compañera, y ahora todo a su alrededor estaba salpicado entre llamas y charcos de agua. Era momento de prender fuego a uno de los palos y hacer la antorcha que llevaban buscando desde que habían salido.