Partida Rol por web

Urtzi Chrom se presentó en el lugar indicado un poco antes de la hora establecida. Siempre trataba de ser precavido y no había nada mejor que llevar unos minutos de ventaja para no ser presa del avance imparable del tiempo. Se fue encontrando con los que suponía que serían sus compañeros en la misión que estaban a punto de encomendarle. La situación era un poco tensa y los saludos era breves y poco reveladores. Todos se miraban en silencio a la espera de instrucciones.

Poco después de la hora límite, alguien irrumpió en la sala pidiendo disculpas por el retraso. Una persona un de aspecto un tanto singular parecía ser el contacto que se les había asignado. No tardó en tomar su posición en la mesa para soltarles un discurso un tanto confuso y poco concreto al grupo de acólitos. Urtzi tomaba nota mental de todo lo mencionado por aquel hombre, nunca se sabe cuándo una información puede resultar útil y el adepto prefería siempre disponer de ella en el momento que lo averiguas. Finalmente el discurso terminaba con una pregunta hacia las personas que se sentaban a la mesa. Casi de manera inconsciente, la mente de Urtzi se dispuso a atar cabos para llegar a una respuesta concreta.

-Herejía.- Se sorprendió a sí mismo al haber contestado en alto. Pero ya una vez ha abierto la boca, se aclara la garganta y continúa. -Quiero decir... las personas que no se entregan a la voluntad del Dios Emperador e incluso reniegan de ella, cometen actos de herejía. Es lo que nosotros combatimos, ¿no?- Concluye para complementar su primera respuesta. No dijo nada más y esperó, casi con cierto nerviosismo, no haber interrumpido de manera indebida.

Cuando llegó, se séntó en un lugar cercado al gran asiento. Durante la espera ojeó su libro de rezos y salmos, recitó entre dientes alguno de sus versos y ordenó algunas notas que dentro del mismo guardaba. Todo esto, hasta la llegada del ballestero, que lo recibió en pie, tras haber cerrado su librito con un gesto brusco y contundente. Podría ser una mujer en un mundo de hombres, pero era tan marcial como el que más, devota como el que más y ... mucho más entregada que la mayoría. Su esvelto, delicado y pequeño cuerpo no hacía justicia a la "mala ostia" concentrada, y escondida tras aquella decorada armadura.

Ya estamos. Hablamos de herejía, como el que habla del pan. Fanáticos. Se puso en pie, como mandaban los cánones de su orden, antes de hablar: - No, no le entiendo, Señor Desconocido. La pausa no duró más que un breve instantes, pero existió. Ilustrenos. Ilumine nuestra senda para que el que camina la Senda del Emperador sepa que curso seguir, que enemigos combatir y que objetivos presentar. Las Hermanas se caracterizaban por su pragmatismo a la hora de combatir, así como su salvajismo en el fragor de la batalla. Esta, había sido entrenada como artillero entre Devastadores de Marines, así que su sutileza había desaparecido tras la primera ráfaga de explosiones que causó, mucho tiempo atrás. Tras su comentario se sentó.

En su fuero interior esperaba que un alma consagrada como la suya fuera de las que se podrían salvar, al hacer frente al mal, pero nadie esta totalmente libre de aquello. Por eso era arriesgado estar en el puesto que ostentaban todos. Hacian frente al mal y si no se caí por una razó, podría ser por otra.

Había una vieja frase. "Había soldados valientes, y soldados viejos, pero no había soldados viejos que fueran valientes". Los superados por el temor que regresen a sus hogares y recen por lo demás. Sus recuerdos no eran muy extraños. Ya había asistido a más reuniones ... pero pocas con el IN-formalismo de esta.

Al entrar en la sala aún sostenía el servocráneo con gesto paternal, acunado en mis brazos mientras jugueteaba con los registros de memoria. Entre dientes iba murmurando ligeramente enfadado ante el trato que le habían prodigado a la máquina.

-Patanes... El nucleo de oscilación esta echo un desastre, las juntas oxidadas... ¡Pobre y diligente siervo del dios máquina! Tranquilo, te dejare como nuevo en un periquete.- Mi mirada se desvió al ver que no estaba solo, mientras miraba por encima a los presentes a traves de mi máscara multifacetada. Guardias imperiales (grasientos soldados irrespetuosos con el equipamiento), adepto (un chupatintas que seguro no metería las narices en los asuntos del tecnosacerdocio. Por su bien), asesino (sin comentarios), un psíquico (seguro que este no es el mas cuerdo de los presentes), un arbitres (al menos no tendría las pulgas de los soldados)... Y una hermana de batalla.

Mi mirada se quedó enganchada en el contorno de la servoarmadura que envolvía esa irrelevante masa de carne. Un modelo refinado por los artífices a cargo de su orden, fuera la que fuese. Con algo de suerte y según los datos que tenia respecto al fanatismo de esas mujeres, sufriría heridas... Y yo estaría cerca para echarle un ojo mas de cerca a esa deliciosa armadura.

Por lo visto entró un viejo mientras inspeccionaba de lejos la servoarmadura y mientras los demás hablaban yo me quedé prendado con el arma del inquisidor. Una ballesta inquisitorial... Rara. Muy extraña. Posiblemente en su interior contenía un modificado echo a partir de un bolter modelo Goodwin y munición muy especial. El día mejoraba por momentos.

-Hummmm Bendita sea la mente tan estrecha como para dudar.- Comenté al oirles hablar sobre herejias. Mi conocimiento sobre el credo imperial era escaso en su mejor momento, pero sin duda se esperaba de mi que apoyara como un demente más a estos fanáticos religiosos. Yo adoraba al Dios Emperador bajo la forma del Dios maquina, de modo que mi credo era en sí una herejía. Aceptada, reconocida y apreciada, sin duda. Pero para los locos todo lo que no sea su credo es objeto de duda.

El arbites se había sentado cerca del fondo de la sala, alejado de la silla más alta que dominaba la escena. Eso le permitía ver quién entraba y quién salía y observar, sin ser observado, como se removían en las sillas los demás durante una sesión. Había mucha gente en esta sala, muchos más de los habituales para un grupo de acólitos, que no solía tener más de cuatro o cinco miembros. A alguno de ellos creía haberlos visto de pasada en el edificio del Tricornio alguna vez, pero salvo Heinrich, eran todos para él, unos desconocidos.

Observó, no sin cierta sorpresa la extraña entrada del delgado hombre de aspecto anciano. Con los brazos cruzados sobre el pecho, se limitó a guardar silencio mientras los demás hacían acto de palabra. La mirada ceñuda, indescifrable.

El arbites se sorprendió más de lo que dejó entrever, tras la entrada del hombre de la túnica. Era muy raro que un individuo del Ministrorum pudiera moverse con tanta libertad dentro del Tricornio. Sin duda, el culto al Emperador era seguido por todos los miembros de la Inquisición, pero las relaciones entre ésta y el Ministrorum con frecuencia eran tirantes, por puntos de vista opuestos en asuntos particulares y por creerse solapadas en sus atribuciones y poderes. El viejo arbites sospechaba, sospechaba de todos y de todo, pues ese era su trabajo, pero en este caso, sospechaba que el viejo enjuto era más de lo que su túnica hecha pedazos dejaba entrever. ¿Sería éste el Inquisidor Vorn? tal vez. Su arma bien parecía inquisitorial, por lo cuidado y caro del diseño y por la extravagancia de éste. ¿Quizás era uno de sus acólitos de mayor rango? dificilmente, podría haber enviado al interrogador Havelock.

El arbites se centró en evaluar los gestos del hombre, su forma de hablar, su forma de colocarse tras los comentarios de los adeptos. Del hombrecillo de las gafas que parecía un sabio, como uno de los maestros de la Schola de su infancia, la mujer del brazo armado del Ministrorum, el adeptus mechanicus vestido de rojo, que parecía a los ojos del arbites tan extraño como lo había sido Veriax Toreb y al que no habían visto desde que su hundiera la mina.

Decididamente, aquella actitud y su forma de hablar eran la de un miembro del Ministorum, pero más allá de eso no lograbas apreciar nada que delatase su auténtica posición o identidad.

Sin embargo había algo que si creías entender con claridad, el tipo en cuestión tenía que ser un miembro activo de la inquisición. 

Me aseguro de estar en la sala de reuniones correcta, la Z-4. Al ver que hay más personas convocadas a la reunión me siento un tanto incomodo "nadie me dijo que vendría más gente" La entrada del anciano junto con su discurso no pudo hacer otra cosa que sorprenderme. Al oír como alguno de mis compañeros pronuncian la palabra "herejía" me pregunto si realmente entienden el significado que hay detrás de esas letras, una persona no se levanta y decide ser un hereje y destruir todo lo que le rodea, no... la caída del alma suele ser un proceso lento, lleno pequeñas tentaciones e incluso puede que buenas intenciones, pero con malos medios. Los seres de la disformidad pueden esperar toda una vida humana con tal de corromper un alma que consideren interesante... -emh... claro que le entiendo, y por supuesto que el Dios Emperador velara por nuestras almas... pero... si que importa que la fe de las personas se mantenga; dar la vida en el nombre del imperio es un acto heroico y memorable, en cambio, sacrificar el alma es un acto deleznable y un solo hereje en el seno del imperio puede hacer más daño que mil soldados asaltando una fortaleza. Seguiría hablando, puesto que la integridad del "alma" es un tema que me preocupa mucho y a menudo ronda mis pensamientos, no en vano las personas con mis habilidades estamos especialmente expuestos a la corrupción, pero al estar delante de extraños me siento un tanto cohibido. Espero que el anciano se sienta aludido por el comentario de la hermana y diga si es o no el Inquisidor Severus Vorn

Heinrich entró en la sala en la que los habían citado. Había llegado con su viejo compañero de armas, y al ver que este se quedaba en las últimas posiciones, lejos del llamativo asiento con el águila, no pudo sino estar de acuerdo con tal decisión y se sentó cerca del arbitres. Y es que, siendo como era Heinrich, no le gustaba estar muy a la vista de la gente, no si podía evitarlo.

Poco tardó en aparecer un curioso anciano, que junto con la gran cantidad de acólitos allí congregados, planteaban una duda en la cabeza del soldado. Si pasó lo que pasó en la mina, a donde solo mandaron 4 acólitos...que tienen reservado para tamaño grupo.

Las ideas que se le pasaron por la cabeza a Heinrich hicieron que un escalofrío le recorriese la espalda. Se acercó al oído de hierónymus y le susurró algo. Tras esto se fijó en la curiosa arma del anciano, sin duda de buena manufactura, y que llamó la atención del guarda imperial, que se puso acomodó en su asiento y escuchó a las palabras del viejo, enarcando una ceja y negando con la cabeza ante su última pregunta, pero sin contestar en alto.

-Esto pinta mal para nosotros, creo.

Orionus termino de entrenar, se ducho en su piso y cogió un cuchillo de combate. En su profesión pocas veces iban desarmados y escondió el arma entre su uniforme informal de soldado. También era muy previsor a la hora de llegar a una entrevista o misión por eso acudió a la dirección veinte minutos antes, entro y se sentó en una silla al final de la mesa en la dirección contraria de la silla del anfitrión así tenia una visión excelente para vigilar a todos los convocados y tener una perspectiva privilegiada en la sala de reuniones.

Llegando tan pronto Orionus estaba solo e inmóvil mirando la poca decoración de la sala de reuniones. Pasado unos minutos empezaron a venir más personas que no esperaba tampoco venían mal según la peligrosidad de la misión tendrían que organizar un equipo.

Cuando entraban los candidatos o miembros de la misión Orionus los saludaba con un leve gesto con la cabeza, moviendo la de arriba a abajo. Ya estaban cuatro personas, accedió una quinta con apariencia de avanzada edad, porte firme y segura expresión. Ese hombre se sentó también al final de la mesa eso que enfrente de él. Seguía viniendo más gente hasta que durante unos diez minutos termino supuestamente a menos que no fueran puntuales los citados a la reunión.

Súbitamente apareció en la sala otro hombre tan longevo o más del que tenia de frente y con una presencia desaliñada. Ese hombre se disculpo por el retraso, nos identifico por nuestras profesiones, formulo unas preguntas y manifestó una exposición enrevesada y con signos reveladores entre el bien y el mal. Estaba claro que ese hombre era el anfitrión y un detalle muy importante que estaba armado.

A Orionus no le gustaba meter la pata y no contesto, solo escucho los comentarios en voz alta de los asistentes en la sala de reuniones.

Largos pasillos decorados con cuadros que mostraban las hazañas del Imperio del Hombre, Santos Imperiales inmortalizados en piedra esculpida y extensas salas repletas de gente atareada que lucían el uniforme del Oficio al que pertenecían, el Palacio Tricorne no tardó en arrancar una ligera sonrisa de mi rostro tan pronto como accedí a el, al fin y al cabo no pude evitar realizar una fugaz comparativa entre el Cuartel de la Colmena Sibellus y el Centro de Operaciones de la Santa Inquisición en el planeta en el que me encontraba.

Había acudido a la reunión ataviada con la armadura anti-fragmentación que en su día había llevado tantas ocasiones en el campo de batalla cuando aún servía al Martillo del Emperador, en un lugar en el que la mayoría de individuos portaban ropajes con preferencia a los colores oscuros era de esperar que la decorada armadura teñida de un vivo color anaranjado provocara sin hacerse mucho de rogar miradas de lo más variadas, respetuosas o burlescas todas eran correspondidas con mi total indiferencia pues poco tiempo podía perder ya que la hora del comienzo de la reunión se acercaba a pasos agigantados.

El pergamino que me había sido otorgado demostró tener información fidedigna, y tras muchos cruces y pasillos, me hallé ante la puerta que daba a la sala de reuniones Z-4, mi diestra se dirigió con confianza hasta el panel que desbloqueaba la entrada hacia la sala, no sin antes comprobar por puro instinto que mi pistola laser y mi casco se encontraban en el cinturón, mi rostro luchó por no dejar escapar una expresión de total confusión al concienciarme de el absoluto contraste que presentaba la sala en la que me encontraba con respecto al resto del Palacio, sencillamente, la habitación estaba totalmente fuera de lugar.

Las miradas se posaron sobre mi persona, advirtiéndome de que no estaba sola en la reunión, siete personas se repartían entre los asientos del lugar y por unos instantes devolví las miradas sin pararme a mirar a alguno de ellos mas tiempo del debido para no incomodar a alguno de los presentes, si había algo que deseaba evitar por encima de todo era causar una impresión negativa entre los integrantes del evento si bien no era ingenua, los juicios premeditados eran inevitables en este tipo de ocasiones.

-Pax Imperialis-mi saludo en tono neutro fue seguido por el gesto del Águila, fuera cuál fuera la procedencia de cada uno de ellos mi saludo pretendía ser universal y comprendido por todos, pues extenso era el Imperio pero más numerosas a los planetas que lo conformaban eran las costumbres que sus billones de habitantes poseían, todas en cierto modo unidas a la figura del Emperador de Terra.

Mi mirada se posó sobre la silla que parecía presidir a las demás mientras me dirigía hacia la mesa, la tensión se palpaba en el aire y podía escuchar perfectamente el sonido de mis pasos que finalmente me llevaron hasta una de las sillas cercanas a la adornada con el águila bicéfala, dando la casualidad de encontrarme al lado de la Adepta Sororitas a la cuál dediqué una breve inclinación de cabeza en señal de respeto antes de tomar asiento el cuál con sinceridad era de lo más tosco comparado con la silla donde presuponía que debía de sentarte el Inquisidor o probablemente uno de sus oficiales de confianza en caso de que no tuvieran el honor de compartir la sala de reuniones con el mismísimo Inquisidor en persona.

El tiempo comenzó a pasar sin que el silencio del que se había apoderado la habitación fuera quebrado por algún comentario o observación, pues si yo misma me había dado cuenta de que la hora indicada había pasado, los demás individuos también compartirían la misma inquietud en esos momentos, ¿Dónde estaba el Inquisidor?, llegaba tarde, algo no muy común.

Fue entonces cuando mi rostro volvió a luchar contra el apremio de adoptar una mueca de total confusión por segunda vez en un intervalo de diez minutos, pues el hombre que acababa de entrar parecía ser el Inquisidor y no era como se lo esperaba, tenía un aspecto...no muy formal para el tipo de situación para la que los habían hecho llamar a todos, a medida que hablaba escuchaba en completo silencio, asintiendo con un leve cabeceo ante la disculpa por llegar tarde y dando el beneficio de la duda ante la pregunta final, esperando pacientemente a que la conversación avanzara hasta el punto en el que se nos informara por qué exactamente se nos había hecho llamar.

- Si y no - continuó hablando en un tono de impaciencia - no hablo de a lo que os enfrentáis con vuestras armas, hablo de a lo que os enfrentáis con vuestro corazón y vuestra cabeza. ¿Cuántos conocéis los salmos de alabanza al Emperador? no me cabe duda que todos. ¿Cuantos los recordáis cuando enfrentáis el peligro? ¿para qué sirven los predicadores y confesores de nuestra fe si no es para que los mantengáis presentes como debe ser? -

Aquél tipo era un purista como pocos quedaban en el imperio, un fanático, y hablaba con completa convicción de sus palabras. Ni parecía darse cuenta de la presencia del tecnosacerdote.

- Y sin embargo aquí estoy yo, relegado a las tareas de un simple mensajero y obligado a presenciar como se escogen a los enviados poniendo su fuerza por delante de su fe. ¡Bah! Entiendo que esta debe ser la idea que tiene Severus de un castigo para mi. -

En ese momento llamaron a la puerta, deteniendo la diatriba sin fin del hombre. Eran unos simples funcionarios parecían querer introducir algo en la habitación.

- Bien, llegan a tiempo, déjenlos ahí, al otro lado -

Los funcionarios se apresuraron a ordenar una sucesión de cajas en una mesa algo apartada, tras lo cual dieron algo parecido a una placa de datos al hombre y se fueron

- De acuerdo... ¿por donde iba? -

- Ah, por supuesto, la misión. - dijo al cabo de unos segundos. Rebuscó un instante en su túnica hasta sacar un aparato pequeño que puso sobre la mesa y emitió una imagen holográfica de un planeta.

  - Ésto, es el mundo colmena de desarbolada. Y esto... - la imagen dio paso a la de una ciudad colmena - es la capital del planeta con el mismo nombre. Hace casi un año llegó el primer informe solicitando reforzar la presencia de agentes de la ley en el planeta debido a que bandas criminales comenzaron autenticas batallas campales en la subcolmena. - tras cada frase el anciano dejaba un momento de silencio y os miraba a todos uno por uno, atento a vuestra expresión.

- Durante mucho tiempo no hubo más noticias, fue hace apenas 2 meses cuando nos enteramos de que aquellos incidentes no habían hecho más que aumentar en magnitud. Las bandas dejaron de atacarse entre ellas e iniciaron ataques contra los accesos a la colmena media, estando a punto de invadirla cual horda de mutantes o sectarios en plena rebelión. -

- El Gobernador, preocupado más por su estatus que por la seguridad de la colmena, contrató con la ayuda de las dos familias nobles más importantes del planeta a varios de comerciantes independientes como mercenarios para proteger los accesos, y prohibió y bloqueó la entrada al brazo militante del imperio. Pretendía evitar que cundiera el pánico entre los nobles menores y el pueblo llano, y lo consiguió, pero la situación se mantiene en un delicado equilibrio. Los mercenarios apenas pueden hacer más que contener a las bandas de la subcolmena y no pueden ni pensar en entrar allí para acabar con esta locura. -

- Sabemos de esto porque uno de los comerciantes independientes es nuestro contacto, y nos ha proporcionado una información que nos preocupa en extremo y que el gobernador planetario ha ocultado. Las bandas están equipadas con armas de la guardia imperial, y aún peor, con armas de origen desconocido igual de potentes. -

- Vuestra misión será entrar en el planeta y descubrir de donde proviene el armamento suministrado a las bandas criminales. Se les proporcionará unas identidades de mercenarios. Solo las necesitaréis para superar el bloqueo, una vez sobre el planeta ni el mismísimo gobernador planetario podrá expulsar a un grupo sin enfrentarse a la ira de la inquisición. En cualquier caso aconsejo precaución al usar vuestra verdadera identidad. -

Sobre el gobernador os advierto, no perdáis el tiempo actuando como sus superiores, aunque no pueda expulsaros del planeta aún tiene más influencia que todos vosotros juntos.  -

- Por último - hizo un gesto con el brazo hacia las cajas que habían entrado hacía un minuto.

- Cabe la posibilidad de que tengan que entrar en batalla contra las bandas insurgentes, o enfrentarse a otras dificultades. Hemos preparado equipo especializado para cada uno de ustedes en función de sus aptitudes. Usenlo adecuadamente.  -

Cada cada era de madera negra como el carbón, parecían talladas a mano, y tenían formas en relieve que hacían referencia a vuestra ocupación. El martillo de la guardia imperial, el símbolo del adeptus mechanicus... además, cada una tenía uno de vuestros nombres en un elegante lacre rojo que cubría el pestillo, y que tendríais que romper para abrirla.

- Mañana a primera hora partirán en una nave rumbo al planeta. ¿Preguntas? -

EQUIPO DE ARCTURUS:

• 2 baterías láser (arma básica)
• 1 batería láser de alta potencia (arma básica)
• 2 baterías láser (pistola)
• Manto Antifragmentación (Armadura)
• Claves para utilizar el servocraneo que le ha entregado el mensaje.
  Datos: Servocraneo monotarea mensajero, equipado con pictograbador y mapas de Desarbolada.
• Botiquín (con inyectos y 6 estimulantes)
• Microcomunicador (1 km)

EQUIPO DE GIANNA

• 1 granada de humo (de mano)
• 20 cartuchos de escopeta
• 10 cartuchos perforantes de escopeta (Daño +1, Pen +2)
• Tunica (aspecto similar al manto antifrag, sirve para ocultar la armadura de la guardia imperial)
• Microcomunicador (1 km)

EQUIPO DE HEINRICH

• 15 cartuchos perforantes de escopeta (Daño +1, Pen +2)
• 2 baterías láser (pistola)
• Túnica para cubrir la armadura de la GI
• Microcomunicador (1 km)
• Crédito por 200 tronos (este es el concepto de la inquisición de "dar el sueldo")

EQUIPO DE HIERONYMUS

• Porra de Escarcimiento "Castigadora" (tiene los atributos de una porra normal, su daño no es primitivo)
• Guantes Compensadores de Retroceso (permiten disparar un arma básica con una sola mano sin penalizador)
• Multillave (+30 tiradas de Seguridad, solo funciona con cerraduras modernas)
• Manto Antifragmentación (Armadura)
• Detector de Salvaguardia (Actúa como alarma contra entornos perjudiciales, tiene 4 niveles: seguro, soportable, peligroso y mortal)
• Microcomunicador (1 km)

• Crédito por 250 tronos (este es el concepto de la inquisición de "dar el sueldo")

EQUIPO DE ISOLDA

• 24 proyectiles bólter
• 35 proyectiles sólidos
• 2 baterías láser (pistola)
• Manto Antifragmentación
• Adoratorio portatil
• Microcomunicador (1 km)

EQUIPO DE ORIONUS

• Rifle láser de largo alcance + mira láser
• 1 granada de fogonazo fotónico (de mano)
• 2 baterías láser (arma básica)
• 2 baterías láser (pistola)
• 30 proyectiles sólidos
• Inyector con 3 dosis de Frenzonia
• Manto Antifragmentación
• Sintepiel
• Rezón (100 m)
• Capa de Camaleonina
• Microcomunicador (1 km)