Partida Rol por web

Mientras Nazeh miraba con curiosidad extrema el arma utilizada (que incluso parecía asentir para sí), y mientras Bermudo examinaba con cautela la los estantes con puerta y llavera del Comendador, Casimiro, aún como sumido en letargo, extendió su brazo y cogió la nota que el cadáver del comendador (más bien su mano inerte) tenía agarrada con firmeza (nota que incluso estaba agurrada de la fuerza ejercida). Tras retirarla y observarla un segudo, habló.

Parece una carta -apuntó Casimiro-. Es árabe... -y negaba un poco con la cabeza, dando a entender que él de árabe no sabía demasiado-. Parece tener muy buena letra; quizá alguno de vosotros pueda leerla y... -y miró a Zaif, Nazeh y Abid, mientras extendía el papel hacia ellos, mas no pudieron asir el fragmento, ya que en ese momento se escuchó claramente unos gritos que no procedía de ningún criado, sino mas bien que parecían proceder de la calle,y de varias voces, que no eran sólo una-:

“¡ABRAN EN NOMBRE DEL REY! ¡ABRAN EN NOMBRE DE LA ÓRDEN DE CALATRAVA!"

Oh Santo Dios -murmuró Casimiro. Lo cierto es que cualesquiera que os viera, pensaría, simplemente... lo peor: vuestra implicación en al ver al Comendador muerto-. ¡Hemos de irnos!

- El cuchillo es una gumia árabe, no me cabe duda de que el asesino es un hermano en la fe. Usan normalmente este tipo de cuchillos, es obra de un asesino a sueldo. Letal y muy difícil de atrapar... no es obra de un cualquiera, lo tenemos difícil- dice en un susurro -dejadme ver la carta, sí es árabe, no se me da muy bien la lectura.

Estaba Zaif intentando leer el papel dichoso mas ni siquiera fue capaz de ver si realmente lo habían escrito en árabe o en cualesquiera fuera el idioma, porque algo se le metió en un ojo y encima, al momento comenzaron a sonar voces afuera.
- Creo que debería mostrarnos por donde escapar, Casimiro y que dirección habremos de seguir. Quedarnos en esta estancia sería nuestra sentencia.
No habría nadie en toda Córdoba que no pensase que fuimos nosotros.- dijo Zaif mientras se frotaba el ojo.

Veo como Nazeh se acerca al cuerpo e indica que el asesino puede ser sin duda árabe en base al cuchillo, a al espera de saber que ponía en la carta, era mejor darse prisa.

- Gentiles, es mejor que nos movamos o sino tendremos una batalla que librar, ya que parece que se acerca una comitiva de hombres Y viendo lo que hay dentro de esta habitación dudo que preguntarán algo antes de blandir sus espadas contra nosotros.

Y yo debería informar de la muerte de Juan de Hoces, seguramente los alguaciles quieran investigar la situación, pero puedo convencerlos de que me encarguen dicha misión a mí, pues yo, aunque en estas tierras no ejerzo como tal soy un igual del alguacil mayor.

Diego aún mostraba confusión, más no asco o repulsión por el cuepro del muerto, pues no le asustaba la sangre y estaba acostumbrado a ver cadáveres.

Casimiro, ¿sabe por ventura por donde podemos salir?¿Hay alguna ventana?

Ciertamente, hubiera sido más fácil que el bueno de Nâzeh leyera un latinajo, o a lo sumo un texto griego, pues tan buen era aquella caligrafía en árabe que él apenas pudo reconocer, de los pocos papeles que había ojeado alguna vez, algunas de las letras. Nada que decir de Zaif, que iba por el mismo camino, et que la cara que puso fue poema mayor... Ademas, los hermanos alguaciles Diego y Zaif le inquirían al caballero Casimiro un lugar por donde escapar.

¡No he estado mucho en la Casa del Comendador, señores! -respondió-, Y cuando vengo a verle me recibe en el patio o en éste mismo despacho; No sé qué posibles salidas habrá o como serán sus ventanas o sus puertas... ¡hay que moverse! ¡Nâzeh, coge esa carta y guárdala! ¡La descifraremos cuando estemos a salvo! ¡CORRAMOS A ALGUN SITIO!

- Nada no entiendo nada.  - guarda la carta- Yo voy a buscar su estudio, todo esto es muy raro y es posible que tenga algún documento que pueda aclararnos algo. Luego saltaré la tapia y desapareceré. ¿Alguien viene conmigo?

Yo me quedaré.—decidió de pronto Diego— Es sabido por mis superiores que iba a venir, y por tanto estaré libre de sospecha cuando vean mis armas limpias y sepan de parte de quien vengo. Casimiro ¿Crees que ha sido algún Calatravo el responsable?

Por mucho que había intentado quedarme al margen, parecía que no había forma de hacerlo. Alguien había movido muy bien los hilos para que pareciéramos los culpables del asesinato del comendador. En esos momentos, a mi modo de ver, solo nos quedaba una opción, correr para evitar que nos atraparan y nos acusaran de un crimen que no habíamos cometido. Ya habría tiempo de pensar quién y por qué.

Mientras Nâzeh volvía a entrar al estudio de Juan de Hoces y Diego decía que se quedaría, yo me lancé escaleras arriba. Esperaba encontrar un camino al tejado y una vez allí evaporarme por los tejados cordobeses sin dejar el menor rastro.

Al escuchar las palabras de Diego, me doy cuenta de la valentía que tiene ese hombre, ojala podamos conocernos mejor en un futuro.

De nuevo había que escapar, y al ver como sale Abid de la habitación, le sigo sin dudarlo para ver dónde podemos escondernos.

- Lo siento caballero, pero será mejor poner distancia de por medio entre ese cadáver y nosotros. Dije mientras salía de la habitación.

Al escuchar las palabras de su hermano diego, Zaif recordó de pronto que también era alguacil. - Diego, hermano mío, si tú te quedas yo te acompañaré. No deseo que nos volvamos a separar. Recuerda que yo también soy alguacil, al igual que tú. Además si las cosas se ponen feas, yo te ayudaré y podrás ayudarme a mí. ¿Qué me dices? No voy admitir un no. dijo Zaif asiendo a su hermano por un brazo.

Por supuesto, hermano.—Diego se sentía orgulloso de su hermanastro. Que su padre hubiese sido un hijodemofeta había sido lo mejor que había podido pasar a Diego, pues disponía de un hermano fiel y una hermosa hermanastra. Además la infidelidad era culpa de su padre, no de la árabe con la que se había encamado, que por otra parte tampoco era tan grave pues era sabido que el hombre que no obtenía placer en casa debía buscarlo fuera.— Nosotros los entretendremos. Vamos fuera

Ni siquiera tuvo tiempo de comentar la falta del libro en la estantería cuando oyéronse voces procedentes del patio. Bermudo levantose raudo y, mirando el cadáver de don Juan, diose cuenta que no era buena idea permanecer mucho más tiempo allí, con toda seguridad sería a ellos a quienes acusarían y mal asunto sería si, además de aquella muerte, enterábanse de todo lo acontecido hasta el momento.

Miró en derredor para buscar una vía de escape y, al comprobar que Diego y su hermano se quedarían para hablar con los representantes de la ley, aquello daríales algo de tiempo para huir de allí. No le importaba demasiado dejar a aquellos dos allí, al fin y al cabo eran alguaciles como aquellos que ahora gritaban y tendrían menos problemas que el propio Bermudo.

Sin pensarlo dos veces salió del estudio del comendador buscando otra habitación en la cual pudiera esconderse mientras entraban los alguaciles para, una vez ellos allí dentro, intentar salir por pies. Y si el cuarto en el que entrara tuviera ventanas al exterior entonces sería una señal que la Fortuna estaba de su lado.

Nâzeh, ávido de pensamiento, fue el primero que no dudó el largarse de allí*, fuera como fuera. Casimiro negó a Diego que supiera si un hermano Calatravo hubiera podido hacer lo que había ocurrido, y pensaba únicamente en la esposa y ese criado converso de gran porte como principales figuras responsables. Mas lo primero parecía ser el huir, que no el debatir...

Abid corrió con su Nâzeh escaleras arriba, al tiempo que Durán, sin tampoco mucho pensarlo, hizo lo propio. Bermudo tampoco es que lo pensara demasiado, y dándole un vistazo a su expresión que pudiera deducirse que no querría el quedarse allí abajo**. Mientras los descritos subían al segundo piso, Casimiro fue detrás de ellos, pero en medio de la escalera del patio se paró al conocer las intenciones de Diego, y luego su hermano Zaif, que no eran sino quedarse allí.

¡SEÑORES! -dijo Casimiro, advirtiéndoles algo nervioso-. El concejo es eficaz, ¡su castigo es severo! Ajusticiarán al primero que vean cerca del cadáver de nuestro buen don Juan de Hoces, ¡os relacionarán! ¡Subid, os lo ruego!

Y se quedó allí, "a media escalera", esperando oir la respuesta de los heramos alguaciles.

No os preocupéis por nosotros, pero más os vale ser rápidos, pues les diremos que hemos visto huir a alguien. No hay tiempo. ¡Marchaos!

Diego parecía convencido. Era la juventud y la confianza la que hablaba por el pero su porte de gran tamaño y las pruebas evidentes de que no había tenido nada que ver contarían para ellos. Pues no era su intención centrarse en pelear y si no ofrecían resistencia no los atacarían.

¡¡¡¡Maldita sea!!!! ¡Bastardos!¡NO HUYAIS ASESINOS!—gritó para dar mas credibilidad al asunto.

- Lo que tenga que ser, será, Casimiro. No os preocupéis ya se nos ocurrirá como solucionar este entuerto. ¡Vamos!, ahora daros prisa. Contestó Zaif a las palabras del calatravo con una sonrisa en la cara. Estaba muy contento de la respuesta de su hermano. Rápidamente se asomó a la puerta a ver si veía algo... o alguien.

¡MALDITA SEA! -gruñó el alto un Casimiro fuera de sí, desencajado, desesperado por poder convencer a los hermanos alguaciles-. Dudó un instante, apretando y rechinando sus dientes, si quedarse a intervenir abajo, pero sabía que era harto improbable que si aquellos eran las fuerzas de armas del Concejo, hicieran caso alguno a razones (sobre todo viendo el cuerpo sin vida del Comendador de Hoces).

Fue entonces cuando subió junto al resto del grupo.

Dos árabes y tres cristianos huyendo escaleras arriba de unos gritos que, desde el exterior, proferían rendición. Vísteis cómo Casimiro os seguía el último en el ascenso, mientras abajo quedaban Diego y Zaif, hermano con hermano. Oísteis entonces que ya en el patio interior de abajo (donde comenzaba la escalera que acabábais de tomar para ascender) iban llegando personas, guardias o alguaciles segurmente, pues las voces que daban no eran normales

¡Hemos de buscar una salida que buscar una salida! -anunció el calatravo. Entonces echó una mirada hacia abajo, puesto que fue el último en subir, y remitió al final-: ¡¡YA SUBEN!!
 

¡¡ALTOOO!! -Una voz indicó el preludio de la llegada al patio interior (donde estábais) de seis hombres bien uniformados, pertrechados y armados-. Dos de ellos eran alguaciles (pues vísteis el uniforme original de los alguaciles de Córdoba, mientras que los otros cuatros (de los cuáles de uno de ellos salió el grito a viva voz), poseían en su pecho, en el sobreveste, la misma cruz roja que la de Casimiro: eran caballeros Calatravos. ¡¡VOSOTROS DOS, QUIETOSS!! -estábais en pleno patio interior, junto a la escalera-. Fue entonces, cuando los dos alguaciles fueron al estudio del comendador, mientras que dos calatravos miraron escaleras arriba, y vieron de soslayo que alguien escapaba ascendiendo.

¡¡Hermanos calatravos!! -gritó uno de los alguaciles mientras volvía-. El comendador de su órden... ¡¡LO HAN ASESINADO!! -entonces alguaciles y militares de dios os roderaon, espadas en mano, y os miraron. Uno de ellos ordenó a ters calatravos perseguir a los de arriba, mientras que éste y los dos alguaciles se queron con vosotros, esperando una mínima respuesta. La cosa se os complicaba, según mirábais sus caras.