Partida Rol por web

Maldita sea nuestra suerte gruñó. Si hubiese tenido un poco más de aquella esquiva cualidad, habrían encerrado al moro y hubiese sido fácil de liberar más tarde. Para más INRI, los habían encerrado a los tres en una celda, con lo cual la posibilidad de huir estaba reducida. Zaif y él saldrían seguramente libres ¿pero que hacer con el moro? Lo primero (estaba claro) sería soltarle de sus ataduras. Luego ya verían. Sin decir nada pero gruñendo como un oso, el gigantón de Diegocomenzó a deshacer los nudos de las cuerdas.

Al ver al cristiano salir de estampida hizo lo mismo y apretó para no perderle. Cuando por fin pudieron detenerse apenas podía hablar a causa del esfuerzo

- eh... no... no... sé ... lo mío... son... las armas. Igual... habríamos de guardarla... hasta encontrar a alguien... de confianza. Tenemos que pensar en alguna manera... de sacarlos de allí... no podemos abandonarles.

La situación se había complicado, pero Casimiro había conseguido subir al tejado y pensando lo mismo que ello, nos dirigimos al descampado que hay detrás de la casa, lleno de objetos inútiles. 

Dirigiéndome hacía él, le pregunté: - Te encuentras bien? parece que te has hecho algo de daño o no?

Ahora el objetivo era conseguir contactar con Nazeh y Bermudo antes de que los cogieran. 

Las costillas me dolían e incluso cuando me tocaba el pecho tenía la sensación de que alguna de ellas estaría partida. Además de dolorido, estaba triste y abatido, lo más probable era que muriese en aquella maldita cárcel por un encargo que no debía haber aceptado.

El alguacil intentó deshacer los nudos de las cuerdas que me apresaban las manos.- ¿Así que ahora ya no soy el hombre al que buscabais? - le pregunté extendiendo lo brazos, ya que posiblemente esas serían mis últimas horas por lo menos las pasaría con mi sangre volviendo a recorrer los dedos de mis manos.

¿Pero que te has creído?—dijo sin desatar del todo al moro.—¿Qué los soldados son todos tan estúpidos como para no coger a un moro que se ha caído de la casa del asesinado? Si no te hubieses caído nada habría pasado. Pensaba que los monos saltaban bien. Lo fácil hubiese sido sacarte de la cárcel en un descuido si hubiesemos salido indemnes. Tu decides. Te cargamos el muerto y te ejecutan o nos guardas un respeto, te soltamos y vemos como salimos los tres de aquí.

Zaif miraba a uno y a otro alternativamente sin acabar de entender como iban a salir de la penosa situación en que se encontraban. Si bien era cierto que Adib lo tenia peor.
- Diego, hermano mío, ¿Como vamos a hacer para salir de aquí con vida?¿Se te ocurre algo? Y mirando después a Abid preguntó. - Y tú, Abid ¿Dónde pretendias ir volando?

De verdad el cristiano pensaba lo que decía. De verdad creía que si no hubiese caído delante de ellos él y su hermano no habrían acabado en la misma celda en la que ahora se encontraban a la espera de las caricias del interrogador. Aquel hombre que tenía delante de mí no podía ser tan tonto o no habría llegado a alguacil, así que decidí que lo que hacía era mantener una pose de hombre rudo delante mi.

- Como gusten sus meredes.- hice una ligera reverencia mostrando el respeto que pedía. - ¿Mejor así?- Volví a poner mis manos delante de él para que acabara de desatar el nudo.

Luego escuché al otro alguacil, si me hubiera preguntado a mi mismo esa pregunta antes de lanzarme al vacío seguramente no me encontraría en esos momentos en aquella celda.- La otra opción era trepar a los tejados que están mucho más altos, seguro que la caída desde allí es mucho más dura.- suspiré apesadumbrado-  Soy un cazador, no soy un recolector de dátiles.

No entraba dentro de los planes de Bermudo dejar al resto a su suerte.

- No, claro que no. Pero tampoco podemos actuar a lo loco. Lo primero será averiguar dónde se llevan a los otros, y tampoco estaría mal encontrar alguien que supiera leer lo ahí escrito. ¿Conoces a alguien de confianza?

No, no... estoy bien -dijo Casimiro ya recomponiéndose un poco y mirando a todos lados-. Por fortuna aguanté las embestidas; ha sido más el susto y la situación... ¡Don Juan de Hoces muerto!

¡¡SILENCIO!! -gritó un alguacil que hacía la ronda por las cárceles del patio interior-. La voz resonó casi con eco, pero pronto se diluyó en el vacío. Al poco tiempo, una media hora después, el caballero de calatrava que os había arrestado junto con dos alguaciles se os personó tras los barrote.

Hemos hecho algunas averiguaciones -os dijo-. No sé qué relación tenéis vosotros dos, alguaciles -a los hermanos Zaif y Diego-, pero estábais ahí en el lugar de los hechos... y averiguaremos el porqué -su cara era de pocos amigos-. En cuanto a ti, infiel -le dijo más seriamente a Abid-, serás colgado en la Morería*, para dar ejemplo a los tuyos y quizá a alguno de tus cómplices, de la pena por atentar contra cristianos y contra la Órden de Calatrava. ¡¡¡GUARDIASSS!!!

Se personaron cuatro alguaciles que salieron de una de las dependencias del patio interior (que no era cárcel) y con la mano en el pomo de sus espadas os abrieron la puerta de barrotes y os comenzaron a escoltar por el patio. El calatravo también iba. Y en éstas que dos yendo delante et que dos detrás, salísteis a las calles de Córdoba de nuevo, y comenzásteis a caminar por entre las calles de San Nicolás, rumbo a San Juan y la calle de las Morerías. El de Calatrava iba también a paso de ganso, a un lado, a vuestra diestra.

Se agachó un momento y no fue solamente para recuperar el aliento, también lo hizo para colocar la cabeza entre las rodillas y poder pensar mejor en dónde podrían ir y con quién podrían hablar oara dilucidar el contenido de la nota y para enterarse del lugar en el que se habían podido llevar a sus camaradas de armas.

Eso mismo, Don Juan de Hoces muerto, no se que turbio asunto esta ocurriendo, pero la trama se enreda cada vez más. Tenemos que buscar a Nazeh para intentar continuar con la investigación. Estas palabras las dije mientras me acercaba a él y la ofrecía mi brazo como apoyo. 

A Zaif no le estaba agradando la situación pero por lo menos se encontraba con las manos y las piernas libres, por si tuviera que usarlas.
Estaba preocupado por Abid, más no se le ocurría forma ninguna de ayudar al musulmán.
Mientras caminaban, iba mirando alternativamente a Diego por si le hacía algún gesto y a cualquier movimiento que pudiese hacer algún compañero de aventuras. Si bien esperaba que nadie volviese a caer del cielo como anteriormente había sucedido... y si así tenía que ser, al menos que cayera de pie.

Moro...Eres cazador susurró Diego aprovechando un momento en el que el guardia miraba para otro sitio, probablemente para pavonearse ante los que allí estaban ¿Qué tal corres con las manos atadas?
El árabe no era del completo gusto de Diego, pero tampoco le desagradaba y era mejor que saliese vivo. Aunque para conseguirlo, tenía que jugarse el pescuezo, cosa que ya tenía perdida si no hacía nada, de todas formas. Zaif y él también se la jugarían, aunque obviamente no tanto como el árabe cuyo nombre desconocía.

Peor que si las tuviese desatadas.- Respondí.- Pero podré defenderme.

Los batidores debíamos correr y movernos deprisa para sacar las presas y llegar al lugar correcto en el que disparar cuando fuese el momento en el que las liebres pasaban por nuestro lado. El problema era que no estaba en pleno monte, sino en una ciudad que no conocía, pero cualquier cosa era preferible al final que me esperaba.