Partida Rol por web

- Hemos hallado la casa manga por hombro -dice sentándose-yo creo que alguien más le buscaba y fueron a su casa. Parecía como si hubiese habido una buena pelea. Igual lo han encontrado, decía que es posible que sólo encontremos un cadáver.

El tabernero, al ver que ambos grupos de nuevos clientes se conocían, se volvió con más bebida, que añadió a la mesa por si alguno de ello quería probar. Mientras que pensaba que aquel era su día de suerte, Casimiro maldecía por dentro...

¡Maldición! -murmuró al oir que su casa estaba desvalijada-. Ese malnacido parece una sombra... -dijo ya un poco en alto-. Parece que ese Bonilla siempre está delante de los nuestros pasos... ¡Grrr...!

Y en el momento en que el bueno de Casimiro pronunció la palabr "Bo-ni-lla", casi todas las miradas de los fulanos que andábanse magreando con las prostitutas como con desplante hasta en pleno suelo levantaron su vista, poniéndola sobre la de Casmiro, pues habíanle oído. Algunos la mantuveron, mientras que otros la agacharon cuando os dísteis cuenta de aquel detalle...

Nuevamente el calatravo volvía a hacer gala de una discreción que la mejor cortesana de palacio o del mejor espía del reino nazarí desearían para si, pensé con sorna. Todo el sigilo tirados por el suelo con una simple frase a destiempo. Ahora, el Bonilla tardaría escasos minutos en enterarse de que le estábamos buscando. Cada minuto que pasaba en compañia del calatravo estaba más seguro de que acabaría apuñalado, desangrándome en algún oscuro callejón por su culpa.

Casi mejor habría sido entrar en aquel antro con un cartel que dijese "Busco al bonilla". Sonreí al pensar eso, estaba seguro que eso habría mucho mejor porque dudaba que entre aquella recua de maleantes y prostitutas hubiese alguno supiese leer.

Me puse en pie. Poco quedaba ya por ocultar.- Sí. Todos lo habéis oído, y habéis oído bien. Buscamos al Bonilla. Estamos dispuestos a gratificar, y bastante bien, a quien nos ayude a encontrarlo.- Dije bastante enfadado por la insensatez de la que hacía gala el caballero castellano siempre que podía.

Otra vez no.

Bermudo movió la cabeza negando ante la nueva metedura de pata y raudo llevó la mano al hacha por si tuviera que usarla. Sólo habían pasado unos instantes que habían salido de una mucho peor por culpa de las bravatas del moro, y ahora de nuevo iban a verse envueltos en otra parecida. Sólo esperaba que en esa ocasión sí hubiera alguien lo suficientemente míserable, aunque a la vista estaba que miserables y arrastrados eranlo todos, para aceptar vender al tal Bonilla, al cual todos parecían temer, por un par de monedas.

Si ésta es la discreción de la que teníamos que hacer gala, no quiero imaginarme qué hubiera pasado si hubiéramos tenido permiso para meter todo el ruido que nos hiciera falta.

El Justo esperó preocupado alguna reacción de aquellos parroquianos.

Cuando escuché a Casimiro y vi la reacción de los parroquianos pensé:

Tierra, trágame...

Pero cuando escuché a Abid me acordé de un refrán:

Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña.

Así que dicho y hecho, me dejé escurrir en mi asiento y me metí debajo de la mesa. De paso, pegué un vistazo a ver si alguien se arrastraba hacia la puerta, o algunos pies inquietos intentaban salir de aquel tugurio...

Si de esta no encontrábamos al tal Bonilla, o lo habían matado o se había desplazado de ciudad, ya que no sería por las distintas técnicas que usaban mis compañeros para encontrarlo.

Me giro y estoy atento a las reacciones de los allí presentes.

Cuando todavía no había salido mi asombro por las palabras de Casimiro fue que Adib, hasta entonces muy prudente, se levantó y se dirigió a toda la chusma que disfrutaba del establecimiento. Yo me levanté  también y mirando al tabernero dije: - Y ésta vez serán más de dos maravedies. 

Dicho esto, paseé la mirada por toda la concurrencia por si había algún movimiento, a parte del de Yurem, hasta que volví a mirar al mesonero.

Mientras Zaif apelaba a más dinero (cosa que el tabernero negaba con su gesto de bajar la cabeza, pues antes no había aceptado), Yurem parecía vigilar por si alguno de aquellos fulanos intentaba escabullirse, aunque, ciertamente, todos vosotros estábais más cerca de la entrada de cualesquiera de ellos. Cuando Abid habló, todos le siguieron con la mirada, y algunos de aquellos se miraron entre sí. Sólo uno de ellos pareció atreverse a hablar, sentado en un taburete, con una de las prositutas sentada aún en sus propias rodillas.

Hace dos días* Miguel llegó a este mesón... -el tipo miró al tabernero, quien carraspeó y bajó un poco la mirada-, y comenzó a sacar maravedíes para gastarlo en vino. Decía con soberbi y orgullo que un buen trabajito (y bien pagado), era la razón de ello... Esa noche se marcho muy tarde, y desde enteonces no se le ha visto por aquí -con ello daba a entender que esos fulanos de la taberna también la frecuentaban con asiduidad, tanto como para estar seguro de las palabras de quien lo contaba-. Pero... "por la boca muere el pez", habríase de haber dicho mejor el Bonilla, puesto que aun bebiéndose los vinos y alardeando, es sabido por todos que desde hacía un tiempo le debía a un matón ciertos dineros... y tal vez... tal vez el matón se los haya cobrado...

¿Qué matón? -dijo secamente Casimiro, que sabíais que tenía fiero "pronto" e impulsivo era-.

El Tío Arrancacepas... -dijo sonriendo pícaramente el sujeto pensando en cómo y de qué manera se podría estar cobrando sus benefecios del Bonilla-.

¡JO-DER! -dejó soltar Casimiro abriendo sus ojos y expresando tremenda sorpresa al oir ese nombre-.

Cuando uno de aquellos maleantes respondió, no podía creérmelo. La suerte que, de momento, estábamos teniendo era increíble. Pero también sabía que tarde o temprano, los que confían demasiado en su suerte lo acaban lamentando.

Por la expresión del calatravo deducí que el tal Arrancacepas era bien conocido en la ciudad y no precisamente por sus obras de caridad o por dejar dinero en el cepillo de la iglesia.

¿Sabemos dónde seguir preguntando? - inquirí a Casimiro.

Parecía que en aquella ocasión habían tenido más suerte que en el pórtico de la iglesia y uno de aquellos bribones había decidido desatar su lengua sin contemplación. Mas lo que contaba no parecía favorecerles demasiado, si el tal Bonilla había sido quitado de en medio a saber de dónde sacarían más información. Pero un nuevo nombre salió a relucir, y menudo nombre, el cual podía aportar una pequeña luz a la investigación, que por lo que se veía sólo los traía de paseo de un lugar a otro.

- Arrancacepas... -Pronunció lentamente mirando a Casimiro, el cual por su expresión parecía conocer al fulano.- ¿Eso es bueno o malo para nosotros?

Al ver que no habría pelea, vuelvo a subirme a mi asiento disimulando como si  hubiese recogido alguna cosa.

Arrancacepas, mmm, no me suena de nada.

Les miré encogiéndome de hombros:

-La primera vez que lo escucho...

Parecíamos el perro y el ratón, ahora al escuchar el nuevo nombre de la persona que debemos de buscar, se me cae el alma a los pies, otra vez buscando a un matón. Al escuchar ese nombre, Casimiro puso una cara de circunstancia, algo le sonaba el nombre.

- De que te suena el nombre? le dije mirando a Casimiro. Yo al ser extranjero por estas tierras, desconocía todo él.

- Bueno, bueno, bueno. Parece que ese Bonilla mató al jurado a cambio de una suculenta recompensa. El tal Arrancacepas es el que ha ido a darle matarile para que no hable y no diga que fue él quien le contrató. Por tu reacción Casimiro supongo que conoces a ese matón. No me lo digas, está conectado con las altas esferas, trabaja para alguien importante y ordenó el asesinato del jurado al mindundi del Bonilla por encargo del señor importante para el que trabaja -muy propio de cristianos, pensó para sí mismo.

Si, eso parece Nâzeh -dijo Casimiro-, mas no quiero creer que el Bonilla esté muerto, siendo nuestro último hilo de donde tirar...

¿Eso es bueno o malo para nosotros? / ¿Sabemos dónde seguir preguntando?

Es, sencillamente, el criminal más peligroso de la ciudad -comenzó a decir el calatravo con la vista perdida en aquellos tipos ruinosos de la taberna-; el que controla y dirige a la mayor parte de las bandas de desarrapados de San Lorenzo. Un tipo... un tipo al que le tiene miedo incluso el propio Concejo de Córdoba... Sus manos... ¡Dios Santo! Sus poderosas manos pueden matar sin dudar a todo aquel que se oponga a sus deseos, que yo lo ví de cerca... pero más se le debe temer por la su influencia, pues... controla buena parte de las bandas de rufianes, criminales y “baldíos” de esta zona. Y tal ese poder que incluso los caballeros de las Órdenes Militares -hizo una ligera pausa, porque se estaba refiriéndo incluso a la Órden de Calatrava a la que profesaba lealtad- y los criados de las más grandes familias nobiliarias de Córdoba se lo pensarían al menos dos veces antes de buscarle las cosquillas a este cabrón... Yo mismo me enfrenté a él una vez, y casi no lo cuento...

El fulano que antes se dignó a pronunciar el nombre de "Arrancacepas" asentía a toda las explicaciones de Casimiro, puesto que de acuerdo estaba con todas esas maldades y descripciones que hacía del susodicho; más es que si hubiera el de Calatrava comentado otra barbaridad o exageración poco verosímil, aquel ruinoso hubiera asentido también, pues de todo podía esperarse si venía del Arrancacepas... Parecía que os metíais, como se dice ne la actualidad "de Málaga a Malagón"

Rezo por que el Bonilla vuelva aquí a invitarnos a algún vino -decía con sarcasmo, pues sabía que si había caido en manos de aquel peligroso criminal poco tenía que hacer-. Cualesquiera en la collación podrá decirte que si miráis al final de la calle del Palomar... en la última casa... veréis donde vive "el Tío"...

Escucho con atención las palabras de Casimiro respecto a este nuevo malandrín que tenemos que cazar, según parece es una especie de guía espiritual para todos ellos, el secuaz más importante de la ciudad, y la cara de Casimiro se torna más preocupada cada vez que suelta más información de ese tal "Arrancacepas".

- Y dice usted, Casimiro, que logró enfrentarse a él, pero siendo siete hombres diestros en el combate seremos suficientes para reducirlo, ¿no es así?

Mi suerte no cambiaba, aun mas, iba de mal en peor.

Hundí mi cara en medio de mis dos manos aun con ganas de volver a esconderme debajo de la mesa mientras escuchaba a todos los demás preguntar.