Partida Rol por web

Al ver que los matones se largaban despues de su numerito, Speedy saludo ligeramente a sus compañeros con la mano en un grsto que podia ser tanto un "hasta luego", un "de nada", o simplemente el intento de mantener el equilibrio de un borracho y se marchó tarareando por una calle lateral en busca del coche utilitario y del piso de Frog.

—No gracias... Tendré que venir otra noche entonces —le dijo sacando un billete de 10$—. Quédese con el cambio.

Echó un vistazo en derredor fijándose en los gorilas y tras valorar que no había mucho que hacer, se largó del lugar para reunirse con sus compañeros. Confiaba en que el asunto con el par de mujeres no hubiera ido a más.

Tuvieron que pasar unos segundos para que a Rambo se le pasara el susto por le show de Antonio y la paranoia por la emboscada fallida. 

- Joder joder - dijo alejando sus manos del arma para no liarse a tiros - Antonio chaval, sino montas ese pollo ahora mismo... no quiero ni pensarlo. 

Miró a Frog

- Yo que se que cojones eran esos... - se encogió de hombros - Vámonos a casa antes de que se lie gorda.

INTERLUDIO

Eliza subió las escaleras sudando. Necesitaba meterse algo y lo necesitaba ya. El temblor de las manos hizo que le cayesen las llaves pero mientras se agachaba a recogerlas alguien abrió la puerta.

—¿Pillasteis al tipo? Llevaba un buen...

Aquellos zapatos eran muy caros y nuevos para ser de Saul o Rodrigo. Su primer instinto fue echar a correr pero las piernas le temblaban demasiado y cuando una mano firme la agarró por el pelo supo que su oportunidad había pasado. Gritó con todas sus fuerzas sabiendo que en aquel edificio nadie abriría su puerta para ver lo que sucedía. Mientras la arrastraban al interior vio, de refilón, el cuerpo de Rodrigo en el suelo en medio de un charco de sangre. Sabía que era él por la ropa, pero era imposible reconocer en aquella masa amorfa la cara de su actual amante.

—El señor Bonet está muy enfadado. Te dijo de forma explícita que no quería que visitases ninguno de sus locales. Y tú has incumplido ese contrato.

Era la voz de Luca. Eliza lo conocía perfectamente: no se podía razonar con Luca, era como un robot, un exterminador. Lo peor que te puede pasar si molestas a Bonet. Intentó balbucear algo pero se dio cuenta de que no era capaz de hablar. Ni siquiera tuvo capacidad de pensar en lo patético que resultaba que se estuviera meando encima del terror.

—Tu nuevo novio llegó a molestar a nuestro cliente. Lo cual es bueno para ti. Podría ser peor. Si hubiera una denuncia...

El golpe en el estómago fue tan fuerte que se quedó totalmente sin aire. La había soltado pero ella se tambaleaba intentando aferrarse a la mesa. El otro le dio una patada en el culo que la hizo caer de bruces. Si fuera alguien normal intentaría seducirlo. Incluso en ese estado podría conseguirlo. Pero Luca era peor que un animal: si quería algo de ella lo tomaría sin miramientos y con mucho dolor.

—No es nada personal Eliza. El señor Bonet ya te ha olvidado. Es como quien tiene un pájaro y lo suelta de su jaula porque su canto es molesto. Deberías agradecer que me haya pedido que intente no marcarte de forma definitiva. Sabe que te ganas la vida con tu aspecto. Eso quiere decir que no te odia, simplemente te quiere lejos.

—Me... alejaré...— dijo intentando recuperar algo de aire —Dile que... lo entiendo... le pido perdón... me iré de... Las Vegas.

Sintió una bota que le pisaba la mano. Aulló mientras los huesos de los dedos crujían al romperse.

—Claro que te irás.— dijo el otro impasible —Pero yo te voy a dar motivos para no querer volver nunca más.

Y entonces fue cuando de verdad empezó el dolor...

Jueves, 19:00h

Estaban en el piso de Arnold, de nuevo alrededor de la mesa.

Estaba todo listo para que empezase la función. Cada uno de ellos repasaba su parte del plan y se aseguraba de que todo estaba bajo control. Iban a entrar en acción en menos de una hora.

Nadie quería decirlo pero todos estaban nerviosos. Si algo se torcía ya sabían como se las gastaban los Bonano y, sobre todo, Jason Bonet. Pero hasta el momento todo había ido como la maquinaria de un reloj.

Tic, tac... ahora llegaba el gran momento.

Rambo iba vestido con las pintas adecuadas. Había echado un ojo el día anterior y no le era difícil imitar la forma de vestir de los matones de Bonano. Iba a encargarse de la seguridad del local aquella noche.

- ¿Todos preparados? - preguntó - Si queréis hacer un cambio en los planes hablad ahora o nos ponemos en marcha con todo el arsenal.

—Entonces, repasemos —volvió a insistir Sneaky, era la tercera vez que lo hacían y extrañamente el guión iba variando sutilmente con cada repaso¹ cosa que hacía que el cerrajero volviera a insistir. Cada uno tenía sus propios demonios y aquellos eran los de Peter Lombard.

—Entramos con una separación de varios minutos, el primero va a por fichas y confirma que la bolsa sea buena. Los demás entramos y nos posicionamos para reducir a los gorilas rápido, ¿cierto? Entonces, mientras Speedy sale y deja el coche listo, vigilando la entrada desde el exterior, tiro pa'dentro y me pongo con el juguete.

Inspiró con fuerza y de manera sonora antes de preguntar:

—¿Hasta aquí me dejo algo?

- No. Yo me coloco en la barra. Los barmans muchas veces son seguras encubiertos o tienen un rma. Me encargo de él y abro la parte de atrás para la salida. Desde allí también tengo buena posición para amenazar a los gorilas de la sala si se ponen idiotas. El coche está aparcado donde toca, y el coche B también está en posición. 

Speedy hablaba como si ya estuviera conduciendo a 150 millas por hora. Tenía un birra entre manos. Sin abrir; primera vez desde que le había visto. No movía el pie pero estaba claramente tenso. Vestía lonqie suponía que para él era ropa elegante. Una americana Americana de pana y tejanos con zapatos de cuero acabados en punta. No destacaría en exceso en el local, peor cualquiera podía leer "apostador adicionado"  en su aspecto. 

- Si hay que reducir dejadme a mi al más grande. Yo les doy una ostia que se queda en el sitio ahí mismo. - golpea su puño contra la palma de su mano. 

—Amigo... Ya sabes que soy más de la sutileza¹, por eso conviene reducirlos rápido y sin convertir eso en un embrollo.

Arnold estaba pensativo. El plan estaba claro pero después de ese encuentro en los alrededores empezaba a dudar del plan. Joder, al final siempre acababa dudando del puto plan.

—¿Pensáis que esos cabrones estarán jodidos por...? —dejó la pregunta en el aire y señaló el fajo de billetes que estaba sobre la mesa—. Nah, no me hagáis ni puto caso. Está todo claro Peter... entramos, hacemos nuestro trabajo un rato y luego, pam, la pasta y nos largamos.

Deslizó una palma sobre la otra para señalar que saldrían pitando de allí tan rápido como Speedy pudiera poner sus niñas en movimiento... y eso era muy rápido.

Se pusieron en marcha.

El primero en llegar fue Arnold, que había logrado entrar contratado como croupier. El local acababa de abrir y estaban preparándolo todo. Le encargaron revisar las barajas, la mesa, ver que no faltara de nada. Había otros dos hombres y una mujer para las mesas restantes. A él le asignaron la que estaba entre las puertas de los baños. Pudo cambiarse en el almacén antes de ir a su mesa. Había un sólo barman en el local y, tal como le había dicho ayer el otro a Sneaky, no era el mismo. Tampoco los croupiers repetían mesa hoy, así que nadie le reconocería... salvo el tipo de las fichas: el encargado. El tipo, que llevaba un maletín bien grande, se quedó un momento mirando a Frog cuando entró escoltado por tres de los matones de los Bonano que lo flanqueaban. Era evidente que se había dado cuenta de quien era pero ¿sospechaba algo? No era tan raro que los croupiers sin trabajo vagasen por las mesas de juego de la ciudad. Una casualidad como otra cualquiera de Las Vegas. El de la maleta se quedó quieto junto a la puerta de la oficina mientras Arnold seguía revisando las barajas. Fue, sin duda, uno de los minutos más tensos del timador hasta que el otro se metió en la oficina seguido de dos matones de los matones, quedando el tercero en la puerta.

Fue éste quien indicó a John, a su llegada, donde debía ubicarse: en la puerta para tenerlo todo controlado. Según le decía el tipo él se pondría en la puerta de la oficina mientras los otros dos permanecían dentro. Nadie le preguntó por su arma pero el ex-militar se dio cuenta de que llevaba una pistola automática en su sobaquera.

Pero aún no había llegado el plato fuerte: los de California. Esos traían la pasta que se iba a sumar a la que ya tenía ahí la banca.

Antonio esperava fuera. Entraría en un  rato y apostaría parte d els ganancias del día anterior. Eso le hacía puta gracia a Rambo,  pero era el mejor plan. Tampoco era mucho. Probablemente perdería y eso le relegaria a la barra. Desde ahí podía acercarse al matón de la puerta o al barman fácilmente. La pistola que llevaba le molestaba. No estaba acostumbrado a las armas y estaba intranquilo con ella en el macuto donde llevaba la pasta. Mientras esperaba se fumó el tercer pitillo mientras le asaltaban montones de dudas por enésima vez. 

Las fichas pasaron varias veces por delante de su cara pero no se podría decir que Arnold las hubiera contado, como le habían pedido. Estaba atento del entorno, localizando los movimientos del personal hacia o desde la habitación donde estaba la caja fuerte.

Conocía el trabajo de croupier no ya por haber estado en ese lado muchas veces si no más bien por estar justo en el otro. Sabía como funcionaba una mesa de juego.

Pronto estuvo todo dispuesto y levantó la mirada en busca de las posiciones de los otros tres. Solo quedaba esperar a la llegada de la pasta y se abriría la ventana de oportunidad.

La llegada de los californianos fue de lo más cutre: cuatro coches de gama alta que descargaron a los individuos entre risas y efluvios de borrachera. Nueve tipos tipos de mediana edad que venían haciendo ruido y riéndose, vestidos con trajes caros pero sin ninguna elegancia, luciendo puros y alahajas. Nuevos ricos con ganas de emociones fuertes. El tipo de la puerta de la sala de cambio le hizo un gesto a John para que estuviese atento. Rambo se fijó en que uno de los californianos, que parecía menos propenso a la risa, llevaba una mochila de cuero que agarraba con firmeza. La pasta. En efectivo. No podía ser de otro modo porque en un tangana ilegal no vas a pagar con talones ni tarjeta American Express.

El de la bolsa iba directo a la sala de cambio mientras los otros se repartían por las distintas mesas de juego.

Ahora sí que estaba todo el dinero en el local.

Rambo miró a sus compañeros a la espera de una señal para liarla. Recordaba las palabras de Frog sobre que aquello tenía que ir con cuidado y cautela, que no se podía liar una pardísima. Respiró dos veces y aguantó el instinto de coger la pasta y salir corriendo aprovechando la confusión. 

Cuando los californianos entraron aprovechó para echar un vistazo dentro y hacer contacto visual con sus compañeros.

La pasta ya estaba en el local así que la fiesta acababa de empezar. Arnold comenzó a recibir californianos borrachos en su mesa y las fichas empezaban a volar de un lado a otro. Estaba nervioso pero veía las cosas claras en su cabeza. Solo había que esperar a que esos californianios estuvieran un poco más calientes y comenzar la operación.

En ese momento entró Sneaky.

Realmente no había que ser milimétricos con la entrada, pero en cierta manera Peter Lombard se sentía como si padeciera algún tipo de TOC, llevaba diez minutos alternando miradas entre la entrada del garito y su reloj: se habían comprometido a dejar un decalaje de 5 minutos entre cada entrada de los miembros del equipo.

Se pasó la mano por el pelo dejando entrever una pulsera de oro, tan hortera como cantosa, también llevaba una camisa roja de cuellos largos que asomaban sobre el traje. Miró en derredor y volvió a dirigirse al extremo de la barra que había ocupado en el día anterior. Debía vigilar al barman y al de seguridad que previsiblemente estaría en la puerta. Hasta entonces, perfil bajo... Y después el golpe.

Miró entonces a Frog como queriendo darle una señal de confirmación, y entonces dio un par de palmadas sobre la barra.

—¡Camarero! Una Miller's —pidió en un tono algo más alto de lo habitual buscando alzarse sobre la música disco que sonaba en aquel momento.

Speedy entró en el local a una velocidad que par alos que le conocian sería su equivalente a estar parao. Andaba normal, como una persona estandar en vez de pasos rapidos y su tap tap tap tap habitual. Cualquiera que le conociera sabia que estaba histérico por dentro. andaba lento porque podia explotar si se movia más deprisa. Le pesaba el macuto. tanto por la pasta que llevaba como por la pistola que habia en el fondo del mismo junto a los mandos a distancia. 

Sabia que tenia que esperar 15 minutos entre la barra y las mesas, observando las jugadas antes de ir a cambiar sus fichas y asi parecer que era un ojeador que buscaba oportunidades. 

Y vaya si habia oportunidades. En cuanto empezaron a salir las manos se dio cuenta de que los empresarios estos eran malisimos! Vamos, cualquier habitante de Nevada se daria cuenta de eso a la legua. Vaya manera de apostar mal y al tun tun. Speedy pensó que algunos de ellos probablemente no sabian las reglas de lo que estaban jugando, ni en la mesa de poker ni en las de blackjack. Su sobrina Lourdes les podria deplumar facilmente a casi todos. 

Vio como uno de los cropuiers les estaba dando cancha y unos de ellos ganabas para su albororto. regocijo ... e incremeneto de apuesta, momento en que empezaron a no ganar ya tanto... Sonrió. Bien jugado croupier. Vio la cara de alucine contenido de Frog. Sabia que poco le faltaba por gritarles que qué cojones estaban haciendo con esas apuestas, peor se contenía: era un profesional. 

Speedy fue moviendose lento por la sala, observando y con el cubata en la mano, el cigarrillo en la otra y el bolso bien controlado cruzado enfrente de si mismo. Queria correr a acabar ese plan y correr afuera a sentarse en el asiento de un coche, que es donde se sentia a gusto, pero sabia lo que se jugaba. Tenia que esperar a hacer los movimientos adecuados por mucho que le costara....