Partida Rol por web

Mariana no sólo atrancó la puerta, sino que movió una de las mesas allí tumbadas para evitar que nadie entrase en el edificio de la posada. Después los tres subísteis arriba. El las habiaciones superiores fuísteis peinando las habitaciones una a una:

La primera, la de Teresa, estaba cerrada, pero podía empujarse*. Desde fuera pudísteis ver un jergón, unas tablas en la pared y enseres aquí y allá, pero ni rastro de Teresa. En la habitación de al lado estaba el ya frío cuerpo de Gregorio, en el que minutos atrás, antes del combate, David había entrado. Más allá estaba el de los dos tipos, quien Mariana había estado inspeccionando un poco la noche antes (sin lograr averigura demasiado). Ésta habitacion estaba cerrada por dentro (y era imposible abrirla sin fuerza). Y la última de la misma fila era una habitación libre, con un jergón limpio.

Enfrente de estas cuatro estancias estaban vuestras dos habitaciones (que seguían como las habíais dejado), y a un lado la sala común, similar a como la encontrásteis cuando echásteis un vistazo antes de bajar (algunos enseres aquí y allá, como si la gente hubiera marchado a la carrera o con prisas).

Mariana golpeó con fuerza con su puño la puerta cerrada. No para derribarla, sino para llamar la atención de quien pudiera haber dentro.

— Eh ! ¿Hay alguien dentro? Salgan si están allí o tiraremos la puerta abajo — Lo cierto es que en caso de no obtener respuesta lo haría. Ya no solo por ver si había alguien dentro o no. Sino porque ciertamente la curiosidad sobre que podría haber dentro le carcomía en su interior.

Decidió en todo caso darles algo de tiempo. Primero miraría por la ventana. Era una buena posición para ver el lateral de la posada y la choza que había fuera. Quizá hubiera más cadáveres, esperaba que no hubiera más como el viejo Vallejo. Más tarde podría revisar las pertenencias de la sala común. 

Se puso detrás de la enérgica bandida, admirando tanto su contundencia de carácter como las de sus curvas. No podía dejar de ser quien era, a pesar de la horrible situación.

-Mariana, ¿habláis en serio cuando decís que echaréis la puerta abajo...? No es que no os vea capaz, mujer, más, si necesitáis ayuda... 

Se lo pensó dos veces.

-...aquí el barón os la puede dar. Es buen mozo, y joven.

Pero en fin, no era momento de chanzas, ni de jolgorios. Así que mudó su rostro de nuevo, y él mismo golpeó la madera con su puño.

-¡ABRID, MALDITA SEA!

Se quedó mirando unos instantes a David...

-Y gordo, mi buen amigo, os ha faltado decir que, además, gordo... que a fín de cuentas, es una de las cosas importantes a la hora de echar una puerta abajo... estar entrado en carnes ayuda... pero de todos modos, antes intentemos la diplomacia

Se acercó un poco a la puerta, y soltó su vozarrón

-¡VAMOS A ECHAR LA PUERTA ABAJO! ¡ÉCHENSE A UN LADO O LES APLASTARÁ!

Retrocedió todo cuanto pudo, teniendo que meterse en la habitación de enfrente para ello, pensaba embestir cual murlaco... y necesitaba espacio...

-¡Ea! ¡a por la puerta!

Ninguna respuesta obtuvieron Lorién y Mariana. Si hubiera alli dentro alguien, debía habérseles comido la lengua el gato...

Mientras estábais arriba, trantando de inspeccionar las habitaciones, unos golpes en la parte inferior de la posada os llamaron la atención. Era la puerta de entrada: alguien llamaba. Y lo hacía con fuerza.

¡Holaaa! ¡Que abra alguien! ¡Hay muertos aquí fueraaa! -gritó una voz masculina-. ¡Oigaaan! Era como si trataran de averiguar quién habría en el interior de la Barquera.

-¿Habéis oído? ¡Alguien está en la puerta, abajo! ¡Lorién, Mariana, probad de una vez a abatir ésta! 

Con el hombro dolorido David duda entre esperar a ver qué hacen sus compañeros o bajar de nuevo. Tampoco quiere dejarles solos siendo que no saben lo que el cuarto encierra...

Oyó antes de embestir la llamada a la puerta de abajo... y antes de que el bueno de David bajase a responder, le contestó:

-Espera a que intente echar abajo la puerta... no sea que sea necesario liarse a tajos con algo ahí dentro...

Respiró hondo, focalizó la puerta, y echó a correr hacia la puerta; corta carrera la suya, pero asó lanzado, hombro por delante, el golpe fué tal, que los groznes se rompieron, el cerrojo no aguantó, y la puerta, se jodió.

... con lo cual el Barón entró en la habitación, incapaz de frenar su impulso....

Mariana apuntó con su ballesta al interior del cuarto por si había alguien. En caso negativo se asomaría a la ventana.

— ¡¡ Quien anda ahí !! — Dijo abriendo la ventana y apuntando hacia la esquina por donde debería aparecer quien hubiera llamado a la puerta.

Andábase preocupado David. Fue el primero en oir que abajo había alguien y estaba impaciente por acabar lo que estaban haciendo arriba. Instante después os hicísteis a un lado, y Lorién embistió la puerta con todo su cuerpo y su armadura. Ésta se le clavó un poco, y algún que otro moratón se le quedaría en los hombros, pero la puerta cedió tras el impacto de la embestida. El barón casi cae de bruces una vez dentro, y pudieron entonces ver el interior. Mariana llevaba apuntando varios segundos con su ballesta.

Y allí encontrásteis, tendido en el interior de la alcoba, el cadáver de uno de los dos extraños tipos, ahora tumbado en el suelo, con un cuchillo incrustado en su pecho (Mariana reconoció, y así lo comentó, de que era su propio bracamante). La única ventana de la habitación estaba abierta mientras azotaba la ventisca hacia el interior. El resto de la habitación presentaba muestras evidentes de una pelea o altercado allí...

¿Holaaa? ¡Aquí no hay nadie, Prisca! ¡Alguien ha venido y los ha matado a todos, a quienes haya dentro también! -Entonces la voz de abajo la reconocísteis: era Hilario, el pastor con el que habíais quedado al día siguiente para batir los bosques cercanos. Con él debía estar su hermana Prisca-. ¡Larguémonos! ¡Vámonos, Prisca! -y su voz ya no se oyó más-.

Asomóse David a la ventana, junto a Mariana, y con su vozarrón de marinero curtido gritó a Hilario, al que acababa de escuchar:

-¡EH! ¡HILARIO! ¡ESPERAD, PARDIEZ!

No se detuvo a aguardar respuesta, sino que una vez hubo gritado giróse y descendió las escaleras a toda velocidad para desatrancar la puerta principal.

Se quedó mirando la ventana... seguramente el otro indivíduo había saltado por ella, no sin antes matar a su acompañante.. Lo que le extrañó, es que fuese con el bracamante, pues de haber sido como el bribón que despacharon abajo, lo habría matado a dentellada limpia... extraño...

Oyó las voces fuera, y a David despondiendo... no quedando nada más por explorar en el piso superior... habría que bajar, no quedaba otra.

-Venga, bajemos y que entre el aire fresco.... Y no asustéis a los pastores, no sea que piensen que hemos sido nosotros los autores del entuerto...

Se dirigió a las escaleras; quedaba algo más que hacer dentro de la casa, de todos modos, pero quedaba tranquilo por saber que de arriba, no había nada que temer...

-Si no hay nadie más acechando en la cocina, no bodega que no conozcamos, salgamos de aquesta casa de muerte

Todavía tenían a dos personas sin localizar. El otro hombre misterioso y el segundo caballero además de Lorien. Por otro lado la tranquilidad de Hilario perturbaba los pensamientos de Mariana. ¿Todos muertos? ¿Y ya está?

Mientras Lorien y David bajaban a retener a Hilario y Prisca, Mariana entró en la sala común. Quería buscar las posibles pertenencias del caballero. Si estaban allí es que había salido a toda prisa. Si no... quizá estuviera implicado en todo eso. Nadie se iría con el temporal entrada la noche.

Además... quizá pudiera encontrar algunas monedas. En cualquier caso dejó la ventana del pasillo abierta, por si podía escuchar algo del exterior. Aunque fueran gritos.

Andábase Mariana y David asomados ahora a la ventana. Y pese a que el judío voceó el nombre del pastor nada pudo hacer, puesto que la ventana de la habitación en la que estábais daba a la parte norte del edificio, y la entrada estaba en la parte sur. Sin embargo, bien que podrían haberlo aún así oído los pastores (pero para eso sería mejor bajar abajo). Eso sí, cuando miraron por tal ventana, encontraron tres tipos muertos fuera ya de la tapia de La Barquera. Tres hombres yaciendo allá en el suelo, embebidos en sangre. Desde vuestra altura, poco podíais averiguar sobre su muerte (a excepción que debió ser violenta por sus posturas y la sangre vertida). Uno de ellos no era sino el compañero del tipo acuchillado (por lo que ya sabíais que ambos misteriosos yacía muertos).

El caso es que Después de David, bajó Lorién, tal vez algo más calmado que su amigo, pensando en que podría haber, tal vez, alguien más por doquier, aunque su intención no era sino marcharse de La Barquera. Y que atrás quedó Mariana, que mientras aún sus dos compañeros estaban arriba, que se internó en la sala común, y bien que pudo acertar a ver un par de bolsas de dineros allí arrojadas (tal vez por la salida con prisas de sus dueños). Tras embolsarse los maravedíes* y abrir la ventana del pasillo. Ninguna pista encontró del caballero Román de Burgos, el único que había dormido allí y hablado con su compañero Lorién en el salón de abajo.

Cuando la bandida se agenció los dineros, no tuvo a más que bajar abajo. Lorién y David estaban ya apartando la mesa que ésta había colocado instantes antes, y abrieron la puerta definitivamente. Al hacerlo, la puerta de la posada se abrió, fruto de la ventisca (pese a que no nevaba), y pudísteis salir afuera de nuevo. No había rastro allí de Hilario y Prisca y, presumiblemente, habrían regresado a Cardenal, no lejos de allí.

Ahora bien, mientras estábais en la puerta de la Barquera**, algo os intranquilizó un poco. Notábais un ligero rumor, como si alguien se aproximara allí. Pero no era alguien en concreto.

De Hilario no vieron ni la sombra, seguramente había huido del terrible escenario como alma que lleva el diablo. Aquel sitio acogedor y cálido al que habían llegado hacía sólo una jornada, era ahora un baño de sangre.

-Hay que echar un ojo por aquí fuera también. Los establos, la cabaña. Temo que encontremos una matanza igual a la de la casa, pero hay que hacerlo, quizá haya alguien aún con un resto de aliento. En cuanto a los animales... si las gentes han sucumbido de tal manera, a fe que poco podemos esperar de ellos.

El judío se encogió de hombros, mirando a su alrededor, temblando mitad por el frío mitad por la impresión.

-Deberíamos encaminar nuestros pasos hacia el cercano pueblo de Cardenal, allí delante. Hay que hablar con sus autoridades, y con Hilario y su hermana. No nos ha oído llamarle. Por cierto... ¿Os parece que escucháis algo...? No sé... ¿será mi cabeza...?