Partida Rol por web

Antes de bajar las escaleras David salió de la habitación de Gregorio pálido, demudado. Cerró la puerta tras él, y se pasó la mano por la cabeza, apartando el gorro para ello. Miró a sus dos compañeros, dudando. 

-Eh... hay algo que... deberíais saber. Está su cuerpo lleno de cicatrices antiguas, con crucifixos, como si hubiera sido objeto en algún momento de un oficio contra el diablo... 

Callóse, era de mal ver pero tampoco tan raro, las gentes de los pueblos eran temerosas, y los exorcismos no abundaban pero oíase de ellos.

Pero cuando estuvieron abajo, y vieron los destrozos, la sangre y los cuerpos, la desazón se convirtió en pavor.

-¡Jahvé nos proteja! -Y eso que no era de mentar el nombre de Dios- ¿Qué ha sucedido aquí...?

Sin embargo su angustia se multiplicó ante la visión del viejo cuentacuentos, su aparente calma, o mejor locura, y sus palabras...

-¿Pe...pero qué... decís... pero...?

Mariana se quedó petrificada al ver aquello. Tan solo unos segundos, lo que tardó el anciano en pronunciar sus palabras para que la muchacha dirigiera su mirada hacia él. Su tranquilidad, la descolocó; pero su reacción no tardó en llegar. La bandida levantó su arma apuntando al viejo. Tuvo que poner todo su empeño en que la punta del virote no bailara causada por los nervios y la tensión que en ese momento recorrían cada parte del cuerpo de Mariana

— Viejo. — Dijo la mujer — ¿Que ha pasado aquí? —

-Dios nos asista.... -murmurío

No esperaba ver tal baño de sangre... literal, pues el tal Vallejo parecía que se hubiese revolvado en ella...

Lórien desenvainó la espada, lentamente, y apuntó con ella al viejo, pues no cabía duda... al menos para el Barón, de que aquel era el felón que había cometido tal tropelíaç

-Hablad antes de que os separe la cabeza del pescuezo, mastuerzo del averno. ¿Quién sois, y a qué ha venido tal masacre de gente inocente? Vive Dios, que, o habláis, u os hago hablar por las bravas, ¡a Fé mía que esto no quedará impune!.

David mentaba a Jahvé, mientras no podía creerse lo que estaba viendo: una escabechina sin igual (y eso que recordaba más gente en la taberna la noche anterior). Mientras tanto, Mariana y Lorién levantaron sus armas contra Vallejo, que estaba allí esperando a que os sentárais junto a él, como ocurrió la noche anterior.

No... sé... -dijo Vallejo, respondiendo a la bandida-. He venido hace poco, y todo esto estaba así. Ahí afuera... -hablaba como si estuviera desorientado, senil tal vez, com si le costase recordar-... ahí afuera hay más gente.

Fue entonces cuando notásteis algo: sus pupilas se volvían blancas, y en realidad todas las partes de su ojo. Y ahora eran tan blancos como sus cabellos, y ello le dió un aspecto terrorífico. Notásteis que su voz cambió y sus dientes salían ahora un poco de su boca, como si se hubieran alargado un instante. Entonces, sin dar cuenta de vuestras armas, y como fuera de sí, se levantó de su silla y se abalanzó contra vosotros, concretamiente hacia don Lorién.

No entendía lo que decía sobre que afuera había más gente, pero... no hubo tiempo de más cháchara, pues el anciano, transformado por a saber que arte demoníaca, se lanzaba sobre él, con ánimo de morder sus magras y nobles carnes.

El caballero, apenas tuvo tiempo para interponer el escudo entre el y el sátrapa este que se lo quería roer cual hueso de jamòn de buen cerdo; no le gustaba luchar, y menos aún, matar, a alguien desarmado, pero en esta ocasión, estaba dispuesto a hacer una excepción...

Mas no por eso no podía dejar de conminarle a que depusiese su actitud, antes de atizarle con el acero...

-¡Va de retro! ¡No ose atacarnos a nos, o nos le daremos de lo nuestro, lo suyo, y de lo mío, el acero!!!

— Mierda — Dijo Mariana al ver al viejo.

No dudo, en cuanto comenzó a avalanzarse sobre Lorien apretó el disparador de su ballesta y dio un paso hacia atrás, tratando de buscar algo de cobertura con alguna mesa caída, o quizá detrás de la barra de la taberna.

El marino no era ni de lejos tan buen cristiano como el de Castrovallejo, lo que no era de extrañar, siendo judío. De modo que viendo la faz del viejo cuentacuentos cambiar de tal manera, afilándose los colmillos y blancos los globos de los ojos, no se lo pensó dos veces. Y más siendo que estaba ya Vallejo lanzándose contra ellos. 

Cargó con su bramante contra el transformado anciano, con todas sus fuerzas. No pensó en que quizá debieran dejarlo con vida para interrogarle, como hizo el Barón, más que le pudo el miedo y la situación, fuera de todo razonamiento.

-AAAAAHHH!!

Turno 1:

La primera en actuar fue Mariana. Lo cierto es que amenazaba con su ballesta al viejo Vallejo, ahora algo más cambiado. Apretó la llave y el virote se activó, pero éste fue totalmente desviado, rebotando en la pared, sobre la chimenea. Además, la propia ballesta se le escapó de las manos, fruto del impulso y el mal disparo*

Acto seguido, tanto don Lorién como David cargaron contra el tipo. Ni uno ni otro logró acertarles, pues al parecer no habrían de estar acertados, fuera porque andábanse recién levantados o tal vez la rapidez de movimiento del viejo fuera la causa. Y sus filos ambos viajaron y cortaron el aire.

Finalmente, que el viejo levantó sus manos, abrió su boca y enseñó sus dientes y colmillos, algo más exageradamante largos de lo normal. Parecía como si quisiera clavarlos en el caballero militar. Claro que, un golpe de escudo en un movimiento de brazo acertado lo empujó para atrás: su escudo de madera había logrado parar el embiste.

-¡Maldita sea mi torpeza!  -El buen Barón estaba enfadado, por su propio fallo en atacar con la espada a un ser, por no decir tipo, desarmado; por unos instantes podía verlo, entre lance y lance, y la transformación del viejo era espantosa; diríase que fruto de un acto del demonio, y obviamente, era menester acabar con ello...

Atacó de nuevo con la espada, pero con buen cuidado de no descuidar la guardia, pues como podía apreciar, "eso" no se andaba con remilgos a la hora de clavar el diente...

Su carga había servido más bien poco, o nada, a fuer de ser sinceros. Y entonces, ¡pardiez que aquello sí fue inesperado! El anciano cuentacuentos se estaba mutando en una bestia tal como la que mentaran frente al fuego, ¡gruesos y largos colmillos de lobisome!

No se entretuvo a pensar el judío, que no tenía tiempo ni ganas de darle vueltas, sino de salvar la piel.

-¡Maldición! ¡Barón, ataca, por Jahvé!

Y eso hizo él con su bracamante, rogando que esta vez sí acertara de lleno.

Mariana estaba demasiado acojonada por la imagen de Vallejo como para agarrar con todas sus fuerzas el arma, que al dispararla y por el movimiento inherente de esta calló al suelo. Por su mente pasó la idea de que podría haber dado a uno de sus compañeros y pudo ver como le temblaba su mano derecha. 

Gruño y apretó el puño. Solo conocía una forma de que se le fuera el miedo. Meterse en todo el berenjenal. Su cuerpo reaccionaría solo.

Así, agarro su clava con púas y se lanzó a golpear a Vallejo sin pensar más que en hundirle su arma en el mentó con un ataque desde abajo acompañado de un grito bastante impropio para una señorita delicada como era ella.