Partida Rol por web

El ranger Norris no se quedó junto a los demás al llegar a los carros, y decidió perseguir a los indios. Pero estos no pararon y siguieron huyendo a pesar de ser sólo un jinete el que les seguía. Se giraron un par de veces, por lo que eran conscientes de la situación del ranger. Más no aminoraron el paso.

Los demás bajaron de los caballos y echaron un vistazo a los cadaveres. Ell predicador cogió una pala de una de las carretas y buscaba un sitio para hacer un agujero, la Sarah vigilaba y O'Callaghan examinaba los cadaveres.

A ninguno les faltaba la cabellera, aunque eso no quería decir nada pues no todos los indios hacían aquellas barbaridades. De hecho estaba prohibido por las naciones Sioux, aunque se sabía que algunos radicales de la Confederación Coyote son capaces.

Lo que sí que se dio cuenta el charlatan, no obstante, es el hecho de que todos los muertos, once en total contando a los niños, fueron golpeados hasta morir por algo contundente, algo grande como un mazo. Ninguno lo hizo por armas de fuego. De hecho pueden verse algunas pistolas y rifles rotos por el suelo. Uno de los carros, el que está en llamas, está partido en dos. Todos lo cadaveres parecen ser de los que iban en la caravana, no hay ninguno de un indio. Aunque es raro que ninguno de los disparos que escucharon diese a los asaltantes. De hecho, O'Callaghan encontró varias balas aplastadas. Como si hubiesen chocado contra una roca o algo igual de duro.

Mientras tanto. El predicar se había alejado a un lado para comenzar a cavar unas tumbas. Estaba agitado pues todas aquellas muertes, en especial la de los niños, le habían afectado. Pero al mirar al suelo para clavar la pala pudo darse cuenta de unas huellas extrañas. Eran tres juegos de huellas de pezuñas, bastante grandes, y bípedas además. Parecían correr y lo cierto es que con una buena zancada. Sin duda el Señor, en su aflición, le había llevado a ese lugar para que viera aquello. Las huellas se dirigían en otra dirección distinta a la de los indios.

El predicador se apoyó en la pala para examinar las huellas. Luego miró en la dirección en que se alejaban¹.

—No los mataron los indios. Fue otra cosa. Pezuñas... Algo diabólico atacó esta caravana. Lo seguiremos después de enterrar a los muertos.

Escupió en el suelo y comenzó a cavar con más ahínco. El Señor lo había llevado hasta allí para vengar las muertes de aquellos inocentes y erradicar el mal que vagaba por aquellas tierras. Y a fe que cumpliría sus dictados.

- Deteneos en nombre de la ley. Deteneos os digo.

- ¡Ayooooo Estrella! Hacer justicia a esas pobres gentes depende por entero de tí. Que no se diga que no te dejaste la piel mi alazán bravío.

Norris puso a Estrella al galope y dejó bien visible en su pechera su insignia de ranger.

Tal para cual, un caballo osado para un jinete osado.

Sarah se acercó para ver las huellas de las que hablaba Amon y, después de un vistazo, fue a sacar un par de palas a la carreta.

—¡Oye, James!  —le arroja una de las palas —sera mejor que nos demos prisa.

Comenzó a clavar la pala en el suelo. Le gustaba leer el Epitafio, porque le parecían divertidas las ocurrencias de los columnistas. Pero que ese tipo de cosas pudiera ser real convertía en verdaderas historias de horror algunas de las historias más hilarantes. Duendes, chupacabras, zombis... Solo de imaginarlo le erizaba la piel. A un hombre se lo podía matar con plomo, pero a aquellas cosas, no sabía.

James tomó la pala que le tendían con cierta pesadez mas, una vez se guardó la baraja de nuevo, se dispuso a la tarea obedientemente.

—No están heridos por balas, y por lo que me pareció ver hace un momento, parece que algo muy grande y pesado les hubiera golpeado… ¿Un invento de esos raros? También vi las balas que dispararon estos pobres desgraciados tratando de defenderse… Hechas añicos como si hubieran chocado con algo muy resistente... Tiene que ser uno de esos inventores de la mierda de piedra fantasma lo que los ha atacado. —No tardó en decir tras un par de paladas. Llevaba un tiempo elucubrando en silencio qué podía significar lo que había visto, y una vez llegó a la conclusión más evidente, la dijo en voz alta.

Mientras el resto de la cuadrilla averiguaba algunas cosas y empezaba a cavar, el ranger estaba persiguiendo a los indios con gran tesón.
El caballo pegó un buen acelerón de repente pese al peso que llevaba, y enseguida acortó distancias. Los pieles rojas,  al ver que que se les acercaba alguien, parecieron preocuparse y los dos que iban en retaguardia se giraron con sus arcos en las manos. Ambos dispararon y, a pesar de la dificultad del movimiento por ir cabalgando, una de las flechas se clavó en el duro guardapolvos de Norris y la otra se agachó justo antes de que le impactaran.

- ¿Pero? ¿Pero? ¡¡¡ Maldita sea !!! No me disparéis ¡¡Salvajes!! Que vengo en son de paz.

Norris no sacó las armas ni redujo la distancia, pero se preparó para esquivar si le volvían a disparar. Arrancó la flecha del guardapolvos y luego  mostró una palma abierta.

- Jao. Vengo en son de PAZZZZ. - Añadió con voz pontente.

La cuadrilla había dejado de ver a Norris, aunque aún se podía entrever la polvareda que dejaban los caballos. Tampoco se escucharon disparos. Aunque si eso era bueno o malo no se sabía.

La tierra era bastante dura para cavar en condiciones, pero nada que con empeño y perseverancia no se lograse. Aunque la situación era sin lugar a dudas sombria y extraña.

Norris se arrancó la flecha un poco dolorido, pero afortunadamente no había logrado atravesar su guardapolvo especial. Trató de gritar a los indios, pero estos no le hicieron caso.
Bueno, no le hicieron caso como él esperaba. Ya que los dos indios de antes volvieron a dispararle. Uno de ellos parecía tener muy buena punteria, ya que volvió a impactarle nuevamente.

- Lo he intentado por las buenas. - Norris sacó el revolver y apuntó al indio que no paraba de acertarle con sus flechas- Pero si queréis hacerlo por las malas, lo haremos por las malas. - Amartilló el percutor de su Colt Thunderer alineando sus ojos con la mirilla y al otro lado cruzando su mirada con la del indio.- Os lo pediré por favor... por última vez... ¿queréis contarme lo que habéis visto?- Su insignia brillaba en su pechera.

Los indios seguían sin hacer caso a Norris. O no le entendían o era muy tozudos. La placa que sacó no parecía hacer mucho efecto sobre ellos, no debían saber qué era, aunque sirvió para que dejaran de dispararle y azuzaran a sus caballos.

Eran buenos animales, y los indios no estaban tan gruesos como el ranger, por lo que a poco que se pusieran podrían distanciarse.

Sarah comenzó a sacar los cuerpos de las carretas para apilarlos y así descansar un poco. No estaban tiesos por lo reciente, pero sin duda, era bastante tétrico. Sobre todo los infantes.

—¡Como en Idaho! —respondió mientras tiraba del brazo de una mujer para recostarla del carro —Es posible que un aparato deje unas marcas así... ¿Qué opina usted, Padre?

Norris disparó un mal disparo. - Lo siento Estrella, te toca apretar el paso- y vaya si lo apretó. Corrió como un demonio sediento de hacer justicia a aquellos pobres colonos.

Aunque parecía que los indios iban a escapar, Norris no pensaba dejarles hacerlo. Así que él también espoleó a su montura y la leal Estrella respondió igual de bien que antes y pilló a los pieles rojas que se quedaron un tanto atónitos al ver llegar a su lado a un caballo llevando a un rostro pálido tan gordo.
Sin posibilidad de escapar, los indios sólo pudieron hacer una cosa. Cogieron su tomahawk y se prepararon para la batalla.

Solo necesitaba derribar a uno. Cooper y James eran unos diablos, seguro que habían oído su disparo y venían en su auxilio. Con derribar a uno y esperar a los refuerzos sería suficiente. Uno que no pudiese escapar y al que hacerle preguntas. Apuntó con su revolver para encarar a los indios que se le venían encima y entonces le vino a la mente Agnes cuando le decía que no tenía que ser tan tozudo y que a veces se ponía agresivo defendiendo su punto de vista. Sí, tal vez se había propasado al disparar a esos salvajes. No iba a correr el riesgo de matar a cinco indios que quizá no tenían información y tampoco tenían la culpa de ser unos salvajes ignorantes. Desamartilló su colt y dio media vuelta con triste resignación.

- Lo siento Estrella, tanto correr para dar la vuelta.

Norris era osado y valiente, pero tampoco era un suicida. Se había alejado bastante de los carromatos, y no parecia que le siguiese nadie más. Por lo que se tendría que enfrentar a cinco indios él solo. Puede que le saliese caro.
Así que el ranger frenó a su caballo y dio media vuelta en dirección a donde se encontraba el resto de la cuadrilla.

Para su alivio los indios no le persiguieron y reanudaron su marcha. Aunque a un paso más lento y vigilantes por si volvía en algún momento.

No bien llevaban medio hoy cuando todos escucharon un disparo en la lejanía. Shara reconoció el sonido de un colt Thunderer, el que llevaba Norris.
La cuadrilla se quedó expectante pero no hubo ningún otro. ¿Sería aquello bueno o malo?

Esperaron un poco más, y cuando ya estaban por montar e ir a por el ranger pudieron ver un rastro de polvo que se acercaba. Era un solo jinete. Norris volvía.

Norris llegó algo apenado. - Los indios no han sido nada colaborativos. Son unos salvajes. - Examinó su guardapolvo con fastidio y ayudado del cuchillo extrajo dos puntas de flecha. - Ntsss, unos salvajes.

¿Habéis averiguado algo?¿Hay algún rastro que seguir?

—No había mucho que averiguar —resumió O'Callaghan—. Una mala bestia mecánica, en mi opinión, es la que ha montado todo este asunto. He visto balas aplastadas como si se hubieran disparado contra un muro de hierro, y todos los muertos... Perdón padre. Todos los difuntos, parecen muertos por algún golpe fuerte.

Dejó caer entonces la pala al considerar que las tumbas eran lo suficientemente profundas.

—Creo que esto ya está... Padre, por favor diga unas palabras y les enterramos a todos. Después retomamos nuestro camino, por los indios parece que no hay de qué preocuparse.