Partida Rol por web

Le dio un chicle de fresa a MJ después de poner en pie la bici –Gracias- Y luego sacó dos paquetes del bolsillo que ofreció al resto de la pandilla. Elodie ya estaba bien, la situación controlada. El músculo triunfó. Y el número, claro. Se subió a su bici azul tuneada con tiras de plastico en las varillas de la rueda trasera y atendió a los retazos de la conversación.

Hannah arrugó un poco la nariz. Esa casa estaba la mar de maja en su sitio, bonita, es un decir, tranquila, no molestaba a nadie. ¿Para qué iban a ir ellos a perturbar su paz? A Hannah no le hacia gracia que nadie la buscase cuando estaba tirada en la cama escuchando música y dibujando.

-Pero no queremos ir, ¿no, Alex? –preguntó, negó, afirmó, así, distraída. Con lo guapo que sería darse un volteo pedaleando sin objetivo, pasarse por el mercado y con suerte “distraer” algunas de las tartas del puesto de la señora Hadgord.

Sin embargo algunos de sus amigos querían demostrar que no tenían miedo de nada.-Yo es que tengo deberes de verano, si no los hago mi madre me esclaviza en la cocina.-totalmente cierto y justificable. 

Hannah se echó un poco para atrás con la bici, así ya se iba preparando para tomar el camino contrario si la cosa se ponía fea. Aunque algo le decía que esta vez no se escaquearía tan fácilmente.

-¿Y si Martha nos cuenta lo que hay dentro? Va, Martha, cuenta, cuenta tu historia.

Lo de los Kirby erea un trola total. Qué mentirosos. Hannah no se lo creía para nada. Confiaba en que sus amiguis no cayesen en semejante trampa. 

—Pues claro que podemos —soltó Sabine, que ya iba embalada después de escuchar a MJ y Alex—. No nos da nada de miedo. Si queremos vamos y nos quedamos una hora o toda la tarde. Si queremos. 

Vio que MJ ya estaba subida a la bici y ella también corrió hacia la suya para levantarla del suelo y pasar una pierna al otro lado. Se aseguró la mochila a la espalda y miró a la melliza malvada.

—¿Cuánto rato aguantaste tú? —le dijo a Martha—. Seguro que no aguantaste ni media hora. Seguro que entraste y saliste corriendo, llorando como una bebé. 

Hizo un gesto hacia Hannah, dándole la razón.

—Eso, cuenta qué hay dentro. Así sabremos si has mentido. Porque a lo mejor ni siquiera has entrado y solo te has asomado por la ventana, pero nosotros vamos a entrar y verlo todo. Y lo sabremos. ¿A que sí, Mike? —dijo, mirando al mencionado, preparadísima para arrancar.

Elodie observaba el rifirrafe verbal que había comenzado entre sus amigos y los hermanos Kirby. Pensó que era su día de suerte si aquello no pasaba a las manos, de nuevo, y se convertía en algo más que palabras. Si bien, todo parecía un pulsito por ver quien era el más valiente. Estaban viendo quien "la tiene mas larga", en palabras de su padre. No entendía del todo la expresión pues los mayores siempre se habían negado a aclarar, pero siempre era ese el contexto.

Miraba a unos y a otros, cual espectadora de un partido de tenis. 

- Si aguantamos dentro hasta que anochezca, entonces me dejaréis en paz para siempre. - se dirigió a los hermanos. Era fácil decir en voz alta esas palabras estando rodeada de defensores. - Una tregua permanente. - y se irguió, mirando a los mellizos y luego a sus amigos, buscando algo de apoyo a sus palabras. No tanto por entrar, que estaba claro que querían, sino por defender su paz cotidiana. Con la cual...¡Podría centrarse en investigar lo del laboratorio!

Cogí el chicle de Hannah con buena gana y me lo metí directo en la boca. Cuando comentó lo de los deberes y el no ir a la casa, la miré un poco entristecida. Tenía la adrenalina bombeando por todo mi cuerpo y de pronto ir a la famosa casa se me hacía la mar de apetecible.

― Venga tía, tienes todo el verano para hacer los deberes y solo esta tarde para callarles la boca a estos dos ―Sabine se sumó a la parte del grupo que parecíamos no tener pegas en ir y alcé los brazos, victoriosa―. ¡Claro que no nos da miedo!

Las chicas empezaron a lanzarle pullitas a Martha preguntando cuánto tiempo había permanecido ella. Lo más seguro es que fuera todo una trola. Le di un codazo suave a Elodie para llamar su atención.

― Apunta, apunta lo que diga, que cuando estemos en la casa verificaremos si dice la verdad.

Ella sacó unas agallas que no recordaba haberle visto nunca y se enfrentó directamente a los hermanos, pidiendo una tregua permanente si aguantábamos en la casa Jenkins hasta el amanecer. Cuando Elodie nos miró, asentí sonriendo y levanté ambos pulgares, dándole mi apoyo.

Hanna no parecía querer ir a la casa Jenkins. Era normal, quizá sería aburrido, pero no podíamos achantarnos.

—Si estos dos nos desafían, debemos aceptar. Otra cosa sería ser... —niñas niñas de mamá niñitas maricas —la mente de Alex pasó por todas las posibles apodos, pero en los últimos meses había comprobado que las niñas eran valientes y no sabía realmente qué era un marica— ser como vosotros. Será aburrido, no nos dará miedo. 

Escuchó a Sabine repetirlo, las chicas podían ser valientes también pero Hanna no quería entrar. No sería por miedo, no le gustaban los desafíos.  

—Puedes quedarte fuera haciendo los deberes... ¡Y lo más importante! —¿Es que nadie se daba cuenta?— no pienso dejar mi bici con vosotros fuera. O entráis con nosotros o no vamos. 

—Los primeros que salgan, pierden el partido— eso era lo justo— y dejáis en paz a Elodie de todas maneras, que este año todavía no he mandado al hospital a nadie y el entrenador me dijo que un buen lineback tiene que hacerlo con los que tiene delante. 

El recuerdo del entrenador explicando como debía comportarse le había llegado al alma. Sólo llevaba seis cervezas y le decía al oído —Vamos grandullón. ¡Tienes que mandar al hospital a TODOS  los que se pongan delante de tí! ¡Sin piedad! —pero a Alex luego no le gustaban los gemidos de los huesos rotos...

Mike había estado escuchando la conversación en silencio, muy serio. Poco a poco, iba quedando claro que los Kirby iban a conseguir que la pandilla les siguiera el rollo, y a él no le hacía demasiada gracia. No porque le diera miedo la casa Jenkins, si no porque le irritaba que aquellos dos abusones se salieran con la suya. Además, eran tan mezquinos que podían jugársela de alguna manera una vez estuvieran allí, e incluso si no lo hacían, esa casa tenía sus peligros. No iba a aparecer un fantasma a través de una pared, pero el riesgo de que les cayera una viga de madera en la cabeza tampoco era algo agradable...

—Parece que no va a quedar más remedio si queremos que nos dejen en paz —respondió a Sabine, encogiéndose de hombros—. Pero Alex tiene razón, vosotros dos también entraréis. Como para fiarnos de lo que podáis hacer si os quedáis fuera...

Sólo les faltaba colarse en tropel en un sitio prohibido y que poco después "alguien" se chivase a algún adulto de lo que estaban haciendo. Mike no tenía ninguna gana de caer en una jugarreta de los Kirby que les hiciera estar una semana castigados, sin poder quedar para salir juntos por el pueblo.

Agarró el manillar y colocó un pie en el pedal, listo para ponerse en marcha.

—¿Vamos? —preguntó, dedicando a los Kirby una sonrisa sin mucha simpatía.

Martha miraba a aquella panda de chiquillos de forma seria, pues aquellos niñatos se estaban poniendo revoltosos, todo porque tenían a una mole des músculos y una matona de poca monta entre ellos. No parecían creerla y a ella en realidad le daba igual. Lo que el grupo no esperaba es que buscara con un dedo dentro de su cuello una cadena oscurecida por el tiempo y tirara de ella, mostrándoles un camafeo.

-¿Pruebas? Je- dijo mostrando aquella pequeña joya que colgaba de su cuello, dejándola expuesta sobre su camiseta. -Esto me lo llevé de dentro, enanos miedicas. Así que claro que he entrado, os enseñaré por dónde colaros y todo- hinchó ligeramente el pecho, como si estuviera haciendo un favor al grupo de amigos.

Luego Elodie pidió una tregua y, aunque Martha pareció pensarlo, no pareció convencer a la melliza.

-Si te quedas dentro hasta que anochezca y me traes algo interesante, veremos eso de dejarte en paz, ¿trato?- renegoció con una sonrisa maliciosa en sus labios.

Billy dejó hablar a su hermana, asintiendo en las partes en las que debía hacerlo para darle veracidad a sus palabras. Él no había entrado porque tenía que vigilar fuera, pero reconocía que aquel colgante que había encontrado era muy chulo y quizás hasta valía algo en una tienda de empeños de la ciudad.

-Os acompañamos, pero alguien tiene que vigilar- dijo Billy ante lo de entrar todos.

No querían tampoco que los vieran pasearse en bici con aquellos niños, qué iban a pensar el resto en el instituto si se juntaban con chicos que no eran guays. Sobre todo cuando habían rechazado ir a tantos eventos de otros chicos más populares, no los mellizos no querían quedar como una panda de nerds.

-Pedalead rápido- cogió su bici. -Y yo no quiero tu bici, ni nada, si mi bici es mucho mejor- y Billy tenía razón, porque las bicis de sus hermanos las habían traído de la ciudad de la que vinieran y eran bastante modernas, de esas de montaña y con marchas.

Los mellizos no esperaron mucha más charla y comenzaron a pedalear subidos en sus bicis. El día era propicio para dar una vuelta por el pueblo. Dejaron atrás la plaza del ayuntamiento donde se encontraba también la biblioteca. Callejearon entre los barrios residenciales del noroeste, pasando por la puerta de la escuela primaria y una leve brisa les refrescó en ese primer día de verano.

Podían oler la hierba recién cortada de los jardines. Oían las risas de otros niños jugando en las calles, mezcladas con algún bicho que pasaba zumbando por sus oídos cuando tomaron velocidad siguiendo a aquellos hermanos. La sensación de libertad en esos segundos era indescriptible y algo que recordarían siempre. Aunque en ese momento la preocupación y la emoción de entrar en un lugar prohibido era todo en lo que podían pensar.

Martha y Billy pegaron un frenazo frente a la puerta principal. La verja oxidada les impedía pasar a aquel jardín descuidado que había crecido salvaje al otro lado.

La casa Jenkins era de estilo colonial y un día perteneció a la familia Jenkins, que trajeron la industria maderera a Romeo hará más de un siglo. Pero con la llegada de las máquinas, los Jenkins vendieron el aserradero y dejaron abandonada la casa colonial, marchándose de la noche a la mañana. O eso es lo que se decía, la gente de Romeo no comprendía cómo no habían vendido aquella casa, quizás algo horrible había pasado dentro. Los chicos del instituto cuchicheaban sobre la muerte del hijo de los Jenkins a manos de su padre, con una de las sierras que se usaban antes en el aserradero y que lo había enterrado seguro en el sótano del lugar. Que de ahí salían esos gritos por la noche.

Martha miró hacia la puerta principal, pero bajo de la bici y recorrió el muro exterior hasta dar con un lugar donde había un hueco bastante pequeño. Las raíces de un árbol habían crecido de tal forma que aquel muro de piedra no había podido contenerlas.

-Se puede pasar por ahí- señaló el agujero. -Bueno, yo pude pasar- se cruzó de brazos.

Sus amigos eran más valientes que listos. Se dejaron convencer por los Kirby, que de alguna manera se salían con la suya. Y encima la malvada de Martha imponía sus condiciones. Enseñando un adorno de vieja en su cuello.

-Eso es de tu abuela. -que a ella no se la daban. Pero MJ la animaba, Mike se ponía en movimiento, Sabine que quería, Elodie buscaba un trato, y Alex…¿dónde estaba la lógica de: si nos desafían tenemos que aceptar? 

Un desganado "bueno" y una mueca torcida salió de su boca. Luego explotó un globo de su chicle, se encogió de hombros y se pudo en marcha cerrando el grupo.-Vaya rollo. 

A la carrera. Zumbando el plástico de los radios de la bici. Molaba mucho. Pero mucho el clac clac clac frenético. Aceleraron,  menos mal que las bicis casi eran parte de sus propios cuerpos. En un plis plas ya estaban frenando frente a la verja de la mansión. Hannah a veces pasaba por allí, aunque no se fijaba mucho, la casa no entraba en sus planes de vida. Hasta hoy. Se bajó de su bici y metió la cara entre los hierros de la verja.

-Da un poco de yuyu. Pero está guapa, no le importa lo que piensen de ella. 

Por supuesto no entró la primera. Ni la segunda. Observó por donde lo hicieron los primeros, lanzó una lánguida mirada a los hermanos y, encogiéndose de hombros, y que no quedaba otra, probó de colarse por un agujero.

Sabine se rio, coreando con su risa la respuesta de Hannah sobre el camafeo. ¿Quién decía que eso lo hubiera sacado de dentro? Nadie. Se lo podía haber inventado perfectamente. 

En cuanto estuvieron todos listos, dio la primera pedalada y empezó a volar con su bici. Le gustaba coger velocidad, toda la que podían, y entonces apartar los pies de los pedales sintiendo el viento en la cara. Era una sensación genial, pero esta vez no perdió mucho el tiempo con esas cosas porque estaban los mellizos malvados y porque tenían un objetivo: la casa Jenkins. 

Frenó con un derrape al llegar a la entrada y aún sin bajarse del todo de la bici, miró hacia dentro. 

—No me da nada de miedo —anunció, sin darse cuenta de que al decir eso sin que nadie le hubiera preguntado, parecía justo lo contrario—. Ni un poco. 

Se bajó de la bici y examinó el agujero, pero enseguida arrugó la naricilla. Sabine era flaca, pero muy larga, bastante alta para su edad y con brazos y piernas largos. No iba a caber por ahí ni de coña. 

—Buah, por ahí imposible —declaró, y se puso a examinar el muro—. Yo creo que podría subir por aquí… a ver… —Pero lo veía más difícil de lo que le había parecido en un inicio—. ¿Me echáis una mano? —pidió, mirando principalmente a Alex, que era tan grande y fuerte—. ¿Alex, me ayudas?

Lo que tenía el pequeño saquito de maldad era una prueba irrefutable de que allí había estado. Así que había partido y debían jugar. Pedalearon hasta el lugar, donde había una verja que superar. 

—Daba más miedo en invierno el as... bueno. Que no da miedo. 

Tenían que pasar por la verja 

—Claro que te ayudo, Sabine —dijo Alex poniendo pie a la chica. Juntó las manos y las ofreció para que ella pisara allí como si fuera un escalón y pudiera subir. Una vez allí la levantaría y podría pasar por encima del muro. 

Pedalearon durante un rato detrás de los Kirby, y Mike negó con la cabeza fastidiado mientras la brisa le revolvía el pelo. Esos dos les iban a chafar el día, estaba seguro. Pero ya no había vuelta atrás, si no querían que los mellizos les trataran de rajados durante meses. 

No tardaron en estar frente a la vieja casa Jenkins, y una vez que la tuvieron delante, a Mike le hizo todavía menos gracia todo aquello. Antes se lo había tomado a broma, pero una cosa era invocar al diablo y otra verlo llegar. El lugar era realmente siniestro, y no era raro que circularan rumores perturbadores sobre él.

Se quedó un momento contemplando la vieja casa, mientras el resto empezaba a buscar lugares por los que sobrepasar la verja. Miró a un lado y a otro del camino para asegurarse de que nadie les veía colarse allí, y finalmente dejó la bici y se acercó.

—Por el hueco no paso ni de casualidad —dijo—. Así que... no va a quedar otra que trepar.

Mientras Hannah se colaba por el agujero y Alex ayudaba a Sabine, Mike se frotó las manos y saltó para intentar agarrarse a la parte de arriba del muro. Era más complicado de lo que parecía. Tras un par de intentos, lo consiguió al fin y se encaramó a la pared, pero no sin llevarse un buen rozón en la rodilla izquierda a cambio.

—¡Au! Mier... —apretó los dientes, mirándose la piel enrojecida y de la que ya brotaban algunas gotitas de sangre—. Pues empezamos bien...

Elodie se sintió un poco frustrada ante el fracaso de la negociación. Era evidente que la matona solo quería un trofeo de la casa abandonada y que, pese a dárselo, había alta probabilidad de que la hostilidad continuase. Si bien, no tuvo demasiado tiempo para replicar, ante la puesta en marcha rápida del grupo siguiendo a los hermanos.

Recopiló los libros tan rápido como pudo y los resguardó en el interior de su mochila, para después cargarla a la espalda. Su aptitud para el ejercicio físico no era la mejor, así que siguió a los demás echando los higadillos para no perder a la pandilla por el camino.

La visión de la casa era bastante inquietante. No era la primera vez que la había visto, pero si la primera que estaba frente a ella con intención de entrar. 

No es que no le llamara la atención, solo no estaba entre las primeras posiciones en su lista de prioridades que desentrañar... ¿Sería verdad lo de los asesinatos? En su momento las investigaciones no le llevaron a ninguna conclusión clara.

Descartó de inmediato ascender por el muro, así que buscó algún agujero entre el mismo y el suelo que le permitiera colarse sin mucha dificultad. Al fin y al cabo, su silueta era bastante menuda. Ya lo decía su madre, y su abuela... Por eso siempre le instaban a que se comiera un segundo plato de la ración de turno... Y las raciones de la abuela eran consistentes.

Atisbó un hueco en la parte baja del muro. En su momento sería algún punto de desague para que el jardin no se inundara durante las tormentas. Ahora, erosionado por el tiempo y algún que otro animal, parecía una gatera incrustada en la piedra. La estudió y empezó a atraversarla, hasta que se dio cuenta que su cuerpo se hallaba atascado en mitad. Quizás la raciones de la abuela si estaban surtiendo su efecto...

- Chicos, creo que tengo un problema. Estoy atascada - dijo, pidiendo ayuda, con la mitad del cuerpo en el interior del jardin y los pies hacia la calle.

Después de la batalla verbal con los Kirby, arranqué en la bici para seguir a mis amigos y los matones, sin apartar la mirada de la maldita Martha para vigilar que no se le ocurriera hacer algo más a Elodie o a cualquier otro. Cuando llegamos delante de la casa, más que miedo sentí algo de pena: una casa tan grande y tan bonita, haber acabado así… Tan desaprovechada… Los ricos de verdad que no saben lo que tienen.

Dejé la bici tirada en el suelo y me acerqué a la valla, examinándola. Algunas de mis amigas se acercaron al agujero, pero yo prefería trepar. Me arremangué las anchas mangas de mi camisa a cuadros, escupí en mis manos, cogí carrerilla y salté lo más alto que pude. Me agarré con todas mis fuerzas y cual monete llegué a la cima en un santiamén. Me di la vuelta, contenta, esperando ver al resto de mis amigos saltando la valla y las vistas fueron… Decepcionantes.

― Qué bien empieza la aventura… -murmuré, rodando los ojos.

Como Alex parecía estar ayudando a los que intentaban saltar la valla, me dejé caer al otro lado y me arrastré hasta el agujero en el que Elodie se había atascado. Aunque la escena era bastante graciosa, intenté aguantarme la risa le tendí la mano:

― Venga, dame las manos y yo estiro, tú inténtalo con todas tus fuerzas. Ya verás que es fácil.

Así que la agarré con fuerza y tiré de ella para tratar de que al menos Elodie pasara y desatascara el agujero.

El grupo comenzó a replantearse cómo había podido pasar Martha al otro lado por aquel agujero tan diminuto. Ninguno de ellos parecía arreglárselas para pasar por él. Ni soltando sus mochilas y tratando de escurrirse ajustados parecía una opción practicable. Elodie de hecho quedó atascada y MJ aprovechó que pudo saltar por encima con facilidad para sacarla de un tirón, el problema es que salió con brazos y codos raspados y sangrando levemente.

El resto pareció pensar que saltar por encima era más fácil, sobre todo con ayuda de Alex. Era la opción lógica pues era el más fuerte del grupo, el problema es que Alex no medía lo suficiente su fuerza. Se las arregló para usar su mano como escalón improvisado para Sabine y Hannah, pero el empujón extra que les dio para que llegaran al otro lado hizo que estas cayeran de culo magulladas. Al menos no había sangre a la vista.

No tuvo tanta suerte Mike, que trató de pasar por su cuenta y se llevó un raspón en la rodilla. Iban a tener serios problemas cuando llegaran a casa magullados y con la ropa con algún roto que otro. Pero eso ahora no era problema porque se encontraban dentro del jardín.

Enseguida pudieron imaginar lo bonito que hubiera sido el jardín en otra época. Las plantas crecían salvajes ahora, pero muchas de ellas tenían flores de diferentes colores. También había crecido espino y zarzas entre las plantas más inofensivas de las que tenían que cuidarse. En medio del jardín había una vieja fuente, con un ángel coronando en lo alto y con un agua verde estancada que no olía demasiado bien.

La casa era sin duda imponente y aquellas ventanas oscuras parecían mirarles como ojos vacíos. Alrededor no se oía ni el cantar de un ave y la leve brisa que les acompañaba en el camino parecía haber desaparecido, dejando paso a un calor pegajoso.

Los hermanos Kirby les miraban desde el otro lado del muro que habían tenido que saltar. Esperando a que se internaran en la casa para no sentirse engañados, si les habían dicho que entrarían, querían asegurarse de que así fuera.