Partida Rol por web

No se qué responder a Thomas. Yo… e…No se, quise salir de la diligencia y no quedarme encerrada. Lástima que no le golpeé con más fuerza. 
¿Cómo era posible que ese hombre corriese tanto y tan deprisa? No lo comprendo. Pero no importa ahora, azucé a mi caballo y galopamos tras las evidentes huellas que deja Harlan. Me giro en una ocasión y veo, para mi consuelo, que mis dos compañeros cabalgan detrás. 
Hago lo que puedo a lomos de la montura. No es que sea muy hábil montando pero me defiendo. ¿Y por qué dispara ahora al aire? ¿Está loco? Es difícil que nos acierte con el revólver. Yo, en un impulso, desenfundo el recién adquirido, pero lo veo mal tener éxito desde esta distancia, además, lo queremos vivo, ¿no?
Y cuando me dispongo a descender la loma, algo me retiene. Tiro de las riendas. Esa sensación angustiante, ese desasosiego, la presunción de que algo va mal, muy mal. ¿William tal vez? Me giro una vez más. Los miro. Guardo el revólver. Mi caballo se mueve inquieto. 
Un nudo en la garganta. Debemos impedir que escape. Oh, dios mío. Decido descender la cuesta a pesar de los avisos en mi corazón y en mis sienes.

​​​​​​

El maldito Dan había corrido demasiado, ni que tuviese alas en las piernas. Y estaba llamando mucho la atención, quería que le siguiésemos, haciendo varios disparos al aire y gritando, para provocar nuestra persecución. Aquello no pintaba nada bien, ya sabíamos que uno de los atacantes se había ido en aquella dirección, y tal vez habría alguno más escondido.-Alto señorita Moon, esto parece una trampa, nos esta provocando para que vayamos rápido tras el. Seguro que alguno de sus hombres esta oculto esperando a dispararnos. Thomas tal vez puedas acertar a ese cabrón con un buen disparo, esta al alcance de tu rifle, no al de los revólveres.-Y tratando de tener algo de cobertura, examino bien los alrededores a ver si veo donde está escondido alguno de sus compinches. 

Thomas va tras Harlan sin pensarlo demasiado, está claro que no está dispuesto a dejarlo escapar por nada del mundo...

Meredith se detuvo un instante, se preocupó por el hecho de los disparos al cielo, pero azuzó al caballo para bajar con cuidado aquella cuesta. Justo detrás William, herido de gravedad, la invitaba a no continuar, así como a Thomas a que disparase. Lo cierto es que acertar a aquella distancia entre las dos lomas y hondonada de por medio era realmente un gran hito. Tal vez imposible. Además, Harlan no tardó más que unos segundos en desaparecer detrás de la loma.

El muchacho también apretó a su animal y se dispuso a bajar, sin pensar demasiado. ¿Qué había que pensar? Bastante sufrimiento teníais con el hecho de haberlo perseguido y atrapado, y aún más, tratando de devolverlo a las autoridades de Honey Creek. No, no podía escapar.

El muchacho bajó el primero, y tras de sí le siguió Meredith, quien se puso enseguida a la par del ranchero. William quedó esperando en lo alto del cerro, como observando el territorio. Definitivamente, trató de vislumbrar enemigos en derredor... Nada. Alzó su vista a izquierda y derecha; contempló las subidas y bajadas del terreno, los arbustos, las paredes rojizas y verticales del Llano Estacado... Ni rastro de gentes por allí, o caballos, o animales... nada.

Bueno... algo sí.

Algo más.

Cuando William se cercioró que Harlan no contaba con refuerzos, los tres pudísteis notar una vibración en el terreno. Unos más que otros, es decir, Meredith y Thomas, quienes estaban ya a mitad de la hondonada, sorteando arbustos y peñascos, notaron dicha vibración con más fuerza. Una masa oscura y rojiza en movimiento salió tras la colina en la que Dan ya no estaba, rodeándola a través de la hondonada, y se aproximaba a la carrera.

¡¡ESTAMPIDA!!

Aunque habían sido asesinados muchos de ellos, una gran manada de bisontes apareció corriendo en el llano. El terreno era rugoso, irregular  en cuanto a la altura y lleno de obstáculos naturales, tanto que para un caballo sería difícil sortearlos con agilidad suficiente.

William observaba ahora, preocupado, cómo Meredith y Thomas estaban en una encrucijada. Habían caído en el anzuelo que Harlan había ideado (que le había salido bien): ¡provocar una estampida!

Ganado, ganado a fin de cuentas: se las había visto en peores situaciones en el rancho, así que el joven ranchero manejó su caballo con naturalidad y el animal pareció estar a la altura. 

Dan Harlan iba a tener que jugar mucho mejor sus cartas si pretendía detener al decidido Thomas Redwick, quizá una bala entre ceja y ceja sería lo único capaz de detenerle. No estaba dispuesto a mirar atrás siquiera, ni por preocuparse por sus compañeros: no había ido hasta allí por ellos, sino por aquel cuatrero descarado. 

No se molestó en increpar verbalmente al huidizo Dan, no le escucharía con aquel jaleo de todos modos. 

Lo que me parece una mala idea acaba siéndolo. Antes de descender la loma, lo se. Se que algo malo, muy malo, peor quizá que el asalto a la diligencia está por venir. Bueno, peor para nosotros, que a  Martin sí que se lo llevó una maldita bala. 

Con todo, decido seguir persiguiendo a ese malnacido. Que sea lo que dios quiera.

Me quedo helada entonces, cuando escucho retumbar al trueno. Y los veo, a todos ellos, a esos magníficos animales en estampida que amenazan con acabar con Thomas, conmigo y con nuestras monturas. Miro un segundo hacia William, que por fortuna aguanta en el caballo. Después, con ojos aterrados, enfoco a los animales que corren perseguidos por el diablo en nuestra dirección.

Me quedo sin aliento, acabo por reaccionar y clavo espuelas en mi caballo.

-¡Corre, corre!

El caballo voló y yo galope tras Thomas usando mi mejor destreza y suerte. Arriba, sudorosa, con el temor tamborileando en mis sienes, grité de júbilo.¡Lo conseguimos, lo conseguimos!

Ahora queda esperar a que pasen todos los bisontes y ver si William consigue alcanzarnos. Y nosotros a ese bastardo de Harlan. Con precaución, que dispone de un revólver y de seguro que sabe manejarlo.

Su presentimiento de una trampa inminente estaba sobradamente justificado. Sus compañeros siguieron adelante, a pesar de su advertencia, y a punto estuvieron de pagar muy cara su imprudencia. Justo cuando estaban en la parte baja un estruendo como de tormenta comenzó a escucharse, su intensidad iba aumentando. Una estampida de búfalos, menos mal que tanto Thomas como Meredith consiguieron mantener la calma y ponerse a salvo. Un error podría haberles salido muy caro. Ambos lograron subir hasta el cerro por donde había desaparecido el maldito Harlan.

Solo podía esperar a que pasaran los animales, en su estado arriesgarse a cruzar era una locura, cualquier pequeño fallo le costaría la vida. Así que con paciencia se dispuso a esperar, y mientras trato de mejorar el vendaje de su fea herida. Hasta que no pudiese extraer la bala, así como coser y desinfectar la herida, iba a tener que andar con mucho cuidado, ya que su vida pendía de un delgado hilo. No se molesto en gastar sus pocas fuerzas en gritar algo a sus compañeros, estaban demasiado lejos y el ruido de la estampida haría imposible que le escuchasen.

El muchacho se procuraba la precaución de buena manera. Era experto, a su corta edad, en el manejo de los caballos (al menos de su cuidado...) y sabía bien por dónde podrían tratar de avanzar la masa de búfalos. Thomas se lanzó rápidamente hacia un pequeño alto, presionando a su caballo un instante. El animal le hizo caso, y se subió al terraplén, donde, efectivamente, ningún animal trató de pasar por ahí. Por su parte, Meredith se guió, tal vez, de su instinto más que su experiencia en términos de reses. Azuzó al caballo y dejó atrás los peñascos y arbustos de camino antes de que los búfalos la arrasaran por encima... Todo ello era observado por William, quien sabía que, en el caso de haberse atrevido a bajar por allí, podría haber sido pisoteado por la estampida dado su grave estado de salud.

Finalmente la intensa oleada de reses pasó de largo, dejando tras de sí una gran polvareda y un conjunto de arbustos pisoteados, además de centenares de huellas de sus cascos sobre el polvo del camino a modo de rastros.

Una vez pasan los últimos búfalos, y sin más enemigos a la vista. No hay tiempo que perder y William se dirige tras los pasos del joven Thomas, no podemos dejar que Harlan escape. Ve con agradecimiento, como Meredith se ha quedado para ver si necesitaba ayuda.-¡Muchas gracias por esperarme! No me encuentro bien Meredith, pero no podemos dejar que el maldito Harlan se nos escape. No creo que pueda seros de gran ayuda, pero aun puedo disparar y entre los tres deberíamos poder atraparle. Me preocupa que otro de sus matones pueda unírsele, ya que escapo del tiroteo.-Y se dispuso a la caza de Harlan, si iba andando muy lejos no podía estar. Tendrían que tener los ojos bien abiertos, ya que tenía un arma y sabía usarla.-Vamos, no puede estar muy lejos.-

El joven Thomsa echó la vista atrás un instante. Allí atrás había quedado el rastro de la estampida, pero más arriba, en el cerro desde donde había avanzado antes, la figura de un herido Williams le hacía dudar. Si le esperaba ese malnacido de Harlan escaparía. La recompensa, la última palabra de su padre (su intención de entregarle)... se iría al traste. Asi que espoleó a su caballo y comenzó a subir el montículo, tratando de rodearlo como podía, donde el animal podía pisar y escalar mejor. Por su parte, Meredith se apiadó del pistolero, y regresó a su lado. Seguirían avanzando, pero al ritmo que la actual salud de William requería. Ambos vieron, minutos después, cómo Thomas subía hasta el cerro donde antes Dan disparó al aire para provocar la estampida. En pocos segundos desapareció más allá.

Avanzaste por el siguiente cerro. Ahora veías una depresión de terreno, donde los arbustos verdes seguían destacando sobre el terreno polvoriento, rocoso y rojizo.  Una especie de arroyo seco se dibujaba en la base de aquel cerro, hacia el cual ahora viajabas. No veías a Dan Harlan, pues la orografía era irregular, y podría haberse ocultado tras alguna roca. Eso sí, no muy lejos, hacia delante y hacia abajo, se dibujaba un diminuto rancho visto desde tu posición. La fina alambrada se distinguía, una vivienda y dos cobertizos juntos se erigían en su interior. En realidad era más pequeño que el tuyo (el hasta ahora de tu padre, y que por derecho ahora quedaba a tu merced).

El sol seguía calentando sobre tu cabeza y entonces sentiste algo en tu interior.

Un deseo de venganza, de frustración y de ira. Mucha ira. Ese desgraciado de Dan Harlan había trastocado tu vida por completo. Encima había burlado vuestra custodia, os había insultado y burlado antes de provocar la estampida y para colmo aún no estaba en vuestro poder. Mucha más ira sentías..., así como un dolor en tus manos, sobre tus nudillos.

La piel de éstas comenzó a volverse roja, como si la hubieras refregado con un estropajo o lija. Y después comenzó sangrar, espontáneamente. Algo en tu interior florecía, y era una sensación que ya habías vivido antes... Las manos comenzaron a agrietarse en esa zona de rojez, y las uñas de tus dedos comenzaron a crecer un poco. No sabías qué estaba pasando, pero te sentías fuerte, mucho más fuerte...

Meredith se retrasó un poco hasta esperar a William. El estado del pistolero no era bueno, pero al menos era estable. Avanzar por aquel terreno a pie era una locura, pero hacerlo a caballo no era nada fácil (ya habíais visto el tesón de Thomas, un muchacho jovencísimo, durante la subida tomando sus riendas, y aún así le había costado). El caso es mientras subíais volvísteis a escuchar un zumbido.

Ahora era menos atronador, pero más agudo.

Eran cascos de caballos, entremezclados con chillidos... Un momento, ¡Indios! Sabíais bien que el Llano Estacado estaba habitado por nativos Apache. William conocía a esta etnia, y también había pisado esta meseta tiempo atrás. Meredith había estudiado el Oeste (lo poco que aún se sabía de él, a través de relatos y artículos, y entendía el peligro de cruzarse por ellos).

Los sonidos de sus gargantas a la carrera os presagiaban lo peor, pues eran un total de ocho (tal vez diez). ¡Maldición! Aparecieron en dirección contraria al sentido dela estampida, descolocándoos, y de manera transversal. Antes no estaban allí, antes William no los había podido ver. 

Sin embargo, algo os llamó la atención. Tenían sus rifles en la espalda, y los que llevaban hachas no las portaban en las manos, sino que también las llevaban colgadas al hombro o sobre el caballo. Uno de ellos, el cual llevaba lanza, cabalgaba feroz, pero su arma no estaba en posición de ataque. Enseguida os alcanzaron, pues un intento de huida no era plausible. Por contra, lejos de tratar de rebanar vuestras cabelleras, cuando estuvieron a poca distancia se detuvieron. Formaron una fila a unos diez metros de vosotros, en la falda del montículo que había escalado Thomas hacía unos minutos.

Los indios se miraron entre ellos, y luego miraron alrededor. El nativo de la lanza cabalgó unos pasos hacia vosotros, sin intenciones hostiles. Cuando estuvo a cinco metros colocó su lanza a un lado, sobre una especie de pelliza que la sostenía sobre la montura. Luego hizo gestos con sus manos.

Primero se tocó la cabeza, como simulando un sombrero. Luego levantó su mano hacia delante, mientras pronunciaba algo así como "¡PO!, "¡PO!,"¡¡PO!!"

Al parecer iba a ser un viaje muy movidito e interesante, aun estaban tratando de subir al cerro tras el cual habían desaparecido primero Harlan, y luego Thomas, cuando de nuevo ruido de caballos. Los indios, y un buen grupo, era inútil tratar de huir, les habían visto y llegarían en un momento. Ni se le pasó por la cabeza oponer resistencia, eran unos ocho y no parecía que fuesen a atacarles, de momento. Uno de ellos se adelanto y comenzó a realizar una serie de gestos, pero William no consiguió saber que era lo que quería decirles.-Parece que nos quiere decir algo, pero no termino de entender que puede ser. A ver si usted consigue entenderle.-Y esperó a ver si la joven periodista era capaz de entender lo que trataba de decirles el indio, nada podía hacer, solo esperar. Ningún gesto agresivo, y dejando claro que no tenían intenciones hostiles.

Me quedo pálida y muerta ahora mismo. Miro a William como esperando alguna reacción de él, pero, ¿qué podría hacer el pistolero? ¿Y yo? Por un segundo pienso en azuzar al caballo y emprender la huída al galope. Para descartarla después, el terreno y la velocidad de la partida de indios...no teníamos oportunidad.

Dios bendito. Había escuchado relatos de indios y sus costumbres. Había hablado con uno que era explorador del ejército. Sin embargo ningún contacto con los salvajes en su propia tierra.

Espero, demudada y atemorizada, pretendiendo aparentar seguridad. Mirando de reojo a Wil entretanto ese indio, el jefe quizás, nos pide algo...

-Yo tampoco acaba de comprender qué dice...

El nativo, que parecía el jefe de aquella pequeña escuadra, se desesperaba un instante. "¡PO!, "¡PO!,"¡¡PO!!", repetía, una y otra vez, pero vosotros sólo levantábais las cejas, esperando que no cambiaran de parecer y se hicieran a las armas. Y no lo hicieron.

El jefe Apache levantó su cabeza, apretó sus labrios, y respiró hondo. No había manera de comunicación. Tras pasarse la lengua por los labios miró hacia atrás, hacia sus séquito, y habló en alto en su propia lengua. Hizo un gesto para que se acercaran, con el brazo en alto. Entonces todos espolearon sus caballos con avidez, y enseguida formaron un círculo entre vosotros.

El jefe indio se acercó a William, quien ahora tenía bien visibles las vendas* sobre su brazo (las cuáles sobresalían sobre los pliegues de su camisa.

¡Ar-ma! ¡Ar-ma! -repetía el jefe, señalando las heridas de William-. No esperaba que le entendiéseis, sino que daba a entender el hecho de que compredía el fatídico estado de salud de William. Entonces el líder nativo se giró, cogió su lanza, y la alanceó. Aquel movimiento era claro, e iba directo a vosotros: quería que les siguiérais. Lo hizo una vez más, para asegurarse.

¡¡Eaa!! Entonces el círculo de indios se deshizo, y avanzaron en la dirección y sentido de la marcha de la estampida anterior (justo por donde ellos habían venido). Ahora Meredith tenía un buen capítulo (tal vez dos) ya escrito para su próxima novela, y William una buena anécdota que contar en un saloon (el cómo unos Apaches, lejos de buscar vuestras cabelleras, habían empatizado con vosotros).

Al menos parecía que no tenían intención de atacarles, menos mal, ya que poco podrían haber hecho para defenderse de un grupo tan numeroso. Y aunque parecía que no eran capaces de entender que es lo que el que parecía su jefe trataba de decirles, no por ello se volvieron contra ellos. Con paciencia indicaron mi herida y la palabra arma. Y nos indicaron que teníamos que seguirles, tan solo podíamos seguirles a donde quisieran llevarnos.-Parece que quieren que les sigamos, y mejor hacerlo, no podríamos escapar aunque quisiéramos, así que Thomas tendrá que arreglárselas solo de momento.- Y siguió a los apaches, indicándole con un gesto a Meredith que hiciese lo mismo.

No todo era malo, los vendajes habían conseguido parar la hemorragia y la herida le dolía menos. Se encontraba bastante mejor que hace un rato, cuando pensaba que en cualquier momento caería al suelo desmayado. Pero el hecho de tener que seguir a estos apaches, era cuando menos inquietante, que podían necesitar de ellos. ¿Cuáles serían sus intenciones? Mejor poner una sonrisa en la boca y tratar de animar a su compañera. Ya verían como terminaba todo esto, de momento poco podían hacer.

-Sí, no nos queda otra. Tenemos que acompañarles -dije, resignada. ¿Prisioneros o invitados? 

-¿Te encuentras bien? ¿Podrás aguantar? 

Cabalgué rodeada de indios. Madre mía. Qué aventura si salía viva. E intacta. Ejem. Me lloverían ofertas de todas partes, seria reconocida no solo en USA sino hasta en Europa. Me invitarían a cenas y galas. Aunque, ¿yo quería eso? No se. De momento tengo material para unos buenos relatos. Y lo que está por venir.

Pues eso. Cabalgué entre los indios. "Cabalgando con indios". "Entre indios" ."Con Apaches". Ya buscaba un título para mis artículos y relatos.

Ambos sabíais que, aunque no estábais atados de pies y manos literalmente, no podíais escapar de la influencia de aquellos Apaches. Mientras Meredith pensaba en qué podría sacarse de allí para ofrecer a sus lectores, William analizaba la situación y estaba algo mejor gracias a las vendas (al menos ahora no le escocía la herida por efecto del calor).

Cuatro de los nativos de la tribu Apache Lipán detuvieron un poco el trote, y tomaron sus rifles con una mano mientras sujetaba con fuerza la crin de sus caballos. El resto, unos seis, avanzaba flanqueando al tipo que había tratado de mantener con vosotros contacto (claramente el líder de la escuadra).

Tras avanzar unas tres millas hacia el oeste por un camino entre varias cumbres, atravesar un par de arroyos. Quince minutos después entrásteis en una explanada abierta, rodeada de una zona arbórea junto a una pequeña ciénaga y protegida por una pared rocosa. Habíais llegado a su campamento.

Éste se organizaba de una manera irregular. Sus viviendas no eran sino los típicos tipi en forma de cono, construido con largas varas de pino cubiertas con pieles de bisontes, que antaño habían adoptado de otras etnias nativas. El campamento estaba ocupado por familias, niños y niñas por doquier y mujeres y hombres que no portaban armas como vuestros "anfitriones".

Aquellos pobladores contaban con perros, que utilizaban para transportar madera o vasijas de agua, y en un lateral había varios lienzos de pieles de bisonte y antílope puestas a secar al sol (ya perfectamente curtidas y listas para manipularse). Un par de ancianos afilaban flechas, y otro más untaba sus dedos en un ungüento y se lo aplicaba en la cara a varios niños de no más de siete años que le miraban a su alrededor. Un grupo de mujeres separaba una gran colección de plantas silvestres (una de ellas el famoso nabo de las praderas, que William conocía como un alimento para necesidad extrema), y las introducían en cestas de mimbre y las clasificaban junto a varias hogueras repartidas en el campamento. La vida nativa fluía en aquel lugar.

Entonces la comitiva que os escoltaba se detuvo, esperando a que bajáseis. Los pobladores os miraban, y algunos se acercaron para veros, intrigados.