Partida Rol por web

Luindai, 1 Bran del 433 AC

Alguien os despierta en mitad de vuestro agotado sueño. Lo hace con delicadeza pero con firmeza también. Abrís los ojos y descubrís que todavía es noche cerrada, pero reconocéis la voz de Glinthalas hablándoos en susurros. Tenéis compañía.

Aunque deseabais que no llegara a ocurrir jamás, todos temíais que esto podría pasar; pero no tan pronto. Aun así, casi os sentís afortunados de que vuestros perseguidores os hayan encontrado mientras el elfo de apariencia aniñada montaba guardia. De haberlo estado cualquiera de los demás, sin duda os abrían sorprendido y probablemente capturado mientras dormíais; o degollado.

Glin ha visto al menos dos exploradores goblins montados sobre lagartos gigantes, deambulando por las colinas siguiendo vuestro rastro. Ahora que todos estáis despiertos, también podéis oírlos, dándose instrucciones a voces entre sí despreocupadamente en su incomprensible lengua natal. Y escucháis también las garras de los lagartos arañando las piedras y chasqueando sus feroces mandíbulas.

Todos salvo el arquero silvanisti estáis prácticamente ciegos en la oscuridad. La blanca Solinari ha desaparecido del cielo esta noche y solo las estrellas y la llena Lunitari os ofrecen algo de luz, aunque su resplandor rojizo resulta manifiestamente insuficiente y hace que todo parezca más inquietante y amenazaador.

Después de que la pasada noche apenas lograra conciliar el sueño a causa de un ruidoso búho que anidó en mi tipi, hoy no tardo en caer profundamente dormida.

Los espíritus de mis antepasados me visitan en mis sueños delirantes, airados por haber abandonado a los prisioneros a su suerte en ese espantoso campamento. Y también el alma Ethani se me aparece, llorando sangre porque he traicionado nuestra amistad al no rescatar a su prometido. Ella murió intentándolo y yo la he fallado...

Intento razonar con ella pero mis palabras surgen mudas de mis labios. En realidad no tengo excusas, ni conozco el arte de Briand para embaucar a los crédulos. Ethani me agarra por el hombro y me agita furiosamente mientras su rostro se deforma en una mueca de cólera, se vuelve cadavérico y su boca se desencaja en un silencioso grito de odio que amenaza con engullirnos a todos...

Chillo aterrorizada, pero alguien me pone una mano en la boca para impedir que lo haga. Abro los ojos, alarmada, pero solo veo oscuridad. Ese alguien me chista al oído, me susurra algo y retira su mano lentamente.

—Glin, ¿eres tú? —pregunto a mi vez con un susurro—. Gracias por despertarme, estaba teniendo una horrible pesa... 

No consigo llegar más lejos en mi explicación porque escucho a mi salvador alejándose de mí para despertar al siguiente. Durante unos pocos segundos me quedo ahí tendida sobre el frío suelo de piedra, empapada en sudor y tiritando levemente. Siento los músculos agarrotados y me duelen cuando los obligo a ponerme en pie mientras busco a tientas mi lanza para apoyarme en ella.

«¡Oh, gran hermano Jóhonaaʼéí —invoco en una silenciosa súplica al espíritu solar—, concédeme tu luz.»

Pero los espíritus están furiosos conmigo y a mi alrededor solo hay oscuridad.¹ Resignada a sobrellevar su cólera, me dispongo a hacer frente a cualquiera que sea la amenaza que se cierne sobre nosotros sin la guía de mis antepasados.

Lowen había dormido inquieto, retorciéndose en sueños desagradables en los que abandonaba una y otra vez a aquellos infelices prisioneros a su suerte. Se había ofrecido a hacer la primera guardia sospechando que no podría pegar ojo, pero el cansancio le había vencido al llegar la segunda. Pese a ello, cuando el elfo le tocó en el hombro, el guerrero saltó como un resorte. Sus brazos buscaron por instinto el mango del pesado mangual, en el que depositaba sus esperanzas si los enemigos les sorprendían dormidos. Se sentía desnudo sin su coraza, y sabía que en esas circunstancias más valía descargar un golpe rápido y letal sobre un potencial enemigo, que mantener una batalla larga en la que recibir muchas heridas por las que desangrarse. Se irguió lo justo, procurando no moverse más de la cuenta para no hacer ruido. Escrutó la oscuridad para intentar averiguar el paradero de aquellos correosos enemigos, pero sus ojos no alcanzaron a ver nada en la negrura que les envolvía.

Miró al vacío en silencio, tratando de discernir algún sonido que le permitiese saber a cuántos enemigos se enfrentaban. Glin había mencionado dos jinetes, pero quizá estos solo fuesen la avanzadilla. Aunque años de aporrear sin piedad yerros en la forja de su padre le habían endurecido el oído, en aquella noche cerrada se podía captar hasta el susurro de la hierba. Después de escuchar un rato, hizo una seña a sus compañeros de viaje, hablando lo más bajo que podía.

- Debemos golpear rápido, con contundencia. - hizo un gesto con el puño, y luego miró hacia la silueta de Glin - ¿Hay algún lugar estrecho al que podamos atraerlos?

Tras la primer ronda de guardia, con el peso de sus ojos obligando a la Noble a buscar una cama, la pobre dama no tuvo más remedio que quitarse su armadura y sus ostentosos abrigos para sufrir una noche más intentando descansar su cuerpo sobre apenas unas pocas telas sobre puñados de hierbas. Le costó conciliar el sueño hasta que no pudo más, y seguramente el elfo podía notar como la joven conservaba el ceño totalmente fruncido mientras intentaba descansar.

Toda esta incomodidad, todo este inmerecido sacrificio... No pudo evitar soñar con su engreída hermana, tras mencionarla en el campamento. Siempre pisoteándola, teniendo el camino fácil, riéndose de ella y regocijándose en su sangre de primogénita... Mientras ella debía arrastrarse y jugarse el cuello por un pueblo que apenas conocía, con tal de poder ganarse algo de lugar y prestigio en su Casa.

No era un mal sueño. Era la dura realidad que la despertaba de nuevo, con su espalda llena de moretones y su rostro de marcas de presión producto de los más suaves pastizales y montículos de tierra. Irónicamente, las voces y compañía de aquellos plebeyos, incluyo en aquella situación, lograban distraerla de todo ello. Concentrándose en lo que debía, buscó con su mano su escudo cercano, e intentando no hacer escándalo de más fue tanteando el suelo en búsqueda de su morral para tomar su linterna sorda.

- Si la enciendo, nos verán. Indiquen cuando estén listos. - Instruyó Le Besco en su mejor y muy fallido intento de disimular el desconcierto y característico mal humor de una joven apenas levantada que había dormido muy poco y mal.

La meditación élfica era una bendición de los dioses. No sólo descansaba el cuerpo en aquellas escasas 4 horas, sino que cada elfo ponía en orden sus pensamientos y sentimientos acumulados durante la jornada previa. Cuando un elfo salía de su estado meditativo, lo hacía plenamente repuesto, sereno, presto a enfretarse a lo que quisiera depararle el destino.

Por desgracia aquella noche, aunque Glinthalas había albergado la esperanza de librarse de un combate, sus perseguidores habían sido eficientes y les habían alcanzado. Afortunadamente llegaron durante su guardia y despertó rápida y diligentemente a sus compañeros de andanzas. Ahora quedaba hacer maldecir su suerte a los rastreadores por haber seguido tan bien al grupo.

Una vez despiertos todos, el elfo se apartó ligeramente del grupo, ocultándose tras una roca para tener tiempo de estudiar a sus enemigos mientras éstos avanzaban a la vez que cargaba una flecha en su arco. Cuando estuvieran más cerca el primero de aquellos reptiles, si todo iba bien, tendría que apañárselas con un ojo menos... 

Al final habían podido parar la marcha para descansar de aquella huida interminable, el viaje había sido largo y habían sacado menos información de la que le gustaría a Kylian. Tan solo quedaba esperar que el escudero les ofreciera un mapa más completo de las intenciones y fuerzas de ese atajo de mercenarios y caballeros de Takishis. La sola idea de que aquellos guerreros fanáticos consiguieran resucitar a la reina de la oscuridad era absurda a todas luces. Quebraría el equilibrio en los cielos, un equilibrio que Paladine pagó con su propia sangre, un sacrificio por la balanza. Si esta se torcía de nuevo la libertad pagaría el precio bajo otra tiranía, ya fuera esta de los caballeros del bien o de las fuerzas del mal.

El papel de los fanáticos de Zeboim seguía siendo un misterio, aunque era conocido por todos que fue la diosa de las tormentas la que dio luz a los caballeros, es cierto que durante la guerra de los espíritus Takishis se hizo con ellos bajo el nombre del único Dios. Gilean le había concedido un lugar en primera fila de los nuevos movimientos del ejercito del mal, que tras el auge del emperador en Solamnia suponía de nuevo una confrontación que haría resonar los tambores de guerra.

Y sin embargo, el proyecto de las nidadas de dragones, o de draconianos era inquietante. Tras el dominio de los señores Dragon y de Malys, pocos eran los que seguían surcando sus cielos. Si Zeboim había encontrado una forma de despertar a más dragones, podría cambiar las tornas.

Entre sueños, se debatía en argumentos encontrados, posibilidades y anotaciones que hacía en su mente cuando una voz interrumpió el torrente.- Despierta

Con la boca pastosa y el cuerpo dolorido trató de levantarse, aun era de noche así que no había posibilidad de recibir las bendiciones de Gilean. Lunitari brillaba en el cielo, señora de la magia neutral. Y los exploradores los acechaban, quizás si permanecían ocultos podrían evitar su mirada, al fin y al cabo podían ser solo patrullas alrededor del campamento que nada sabían de su presencia allí. Pero cuando el explorador tomó el arco dispuesto a emboscarlos descartó esa idea con un lamento y un suspiro. De nuevo aquel silvanesti se aprestaba a derramar sangre, algún día tendría que conocer su historia, sobre como se apartó de su pueblo, sobre como se convirtió en un elfo oscuro.

Trató de buscar su ballesta, esconderse como pudo y apostarse en actitud defensiva buscando la poca cobertura que ofrecían arbustos y matorrales. Comprobó que su señora estaba despierta y asintió con la mirada, mientras comprobaba al resto de los miembros de su grupo. Estaban en seria desventaja.

Conmovido por mi silenciosa súplica, el espíritu de la luz del sol se apiada de nosotros y acude en nuestro auxilio en este momento sombrío de temor y zozobra emocional. Y lo hace justo a tiempo de evitarme la voraz dentellada de una de las monstruosas alimañas.

Todavía recuerdo bien nuestro encuentro en Belleria con estas criaturas. Un encuentro en el que estuve a punto de perder la vida a causa de un feroz mordisco que se cerró como una trampa para cazar lobos alrededor de mi muslo. Aun conservo una sonrosada cicatriz como evidencia imborrable de aquel trance fatídico. De no haber sido porque mis amigos consiguieron ponerme a salvo en la fortaleza antes de que muriese desangrada...

Con un estremecimiento, me obligo a dejar de recrearme en el pasado y afrontar el presente con toda su crueldad. Si morimos aquí, todo lo que hemos hecho para reunir información sobre los asaltantes no habrá servido para nada.

Tampoco tengo tiempo para recrearme en la situación del improvisado campo de batalla. Solo se que tengo un monstruoso lagarto gigante pegado a mí y que su jinete está atacando a Lowen. Antes de que el saurio trate de atacarlo también, intento arremeter contra su retaguardia empuñando mi brillante lanza con ambas manos.

Sólo es una herida superficial ─se dijo a sí mismo el elfo─ Sólo superficial...

Trataba de quitarle importancia a una herida considerable. Sólo una o dos más como esa y acabaría desmallado. No podía permitírselo, el grupo le necesitaba. Sin el arquero del grupo sus fuerzas quedaban en desventaja.

Glinthalas se deslizó entre las rocas intentando ahogar su dolor antes de que se convirtiera en algo más que un quejido sordo. Buscaba mantener su cobertura, mantenerse entre las sombras mientras localizaba otro punto flaco en la estructura blindada del gran lagarto. Si acababan con aquel monstruo, los goblins estarían más cerca de buscar su propia huida que la muerte de sus compañeros.

Y con esta idea en mente, una nueva flecha surcó el aire emitiendo un silbido en su rápida trayectoria hacia el ser escamoso.

Con la oscuridad rodeándoles, Lowen podía sentir las palpitaciones de su corazón mientras escuchaba acercarse cada vez más a aquellos enemigos invisibles. Briand hablaba de encender su lámpara, pero, por alguna razón no lo hacía. Los enemigos estaban casi encima, y entonces se produjo el destello, uno de luz blanca que cegó a Lowen por un instante, impidiéndole ver el tajo que se cernía sobre él. Apretó los dientes cuando sintió el corte, aún percibiendo que era superficial. Tenía a la criatura encima, y no portaba su armadura para protegerse. Aún así, gritó para atraer la atención de la bestia.

- Ven a por mi, ¡vamos!

De reojo, veía a Lyam tendido en el suelo. Pero él no podría atenderle, al menos no de momento. Tendría que confiar en sus amigos para aquella tarea. Blandiendo con rabia el mangual, dedicó un golpe al trasgo que montaba al lagarto, que apenas llegó a barrer el aire.

Cuando la luz apareció en manos de la salvaje pudo ver las fauces del enorme lagarto desgarrando la carne del escudero. Si moría toda aquella excursión sería un fracaso, necesitaban saber lo que había visto, lo que sabía de su enemigo. Tenía que sobrevivir. Dejó la ballesta en el suelo, tomó el bastón y se encaminó de nuevo a la batalla, desprotegido y ante otra de esas bestias colosales de escamas y dientes. Quizás se reuniría con Gilean antes de tiempo pero era su decisión. 

Avanzó un paso esgrimiendo su nuevo cayado y empezó a darle vueltas como un letal molino para tratar de descargar dos golpes sobre la cabeza de la bestia. Uno descendente y una contra directamente contra su mandíbula.

- Que Gilean nos guíe.

Frustrada e incapaz de hallar el vial de aceite en su morral, renegando con su inútil lámpara mientras se espabilaba durante unos segundos, poco tiempo le quedó para reincorporarse con la alerta de la luz naciente de Lluvia y la alerta de que ya se encontraban siendo atacados.

Sus ojos buscaron de un lado a otro, mientras dejaba el aparato en el suelo y observaba a su miembro a escoltar realmente malherido. Por muy inmerecido que resultase escudar a su escudero, Briand era consciente de que sin él no habrían obtenido nada de todo aquello sino todo su riesgo en vano. Debía cubrirlo, y con esto en mente buscó adelantarse para poder colocarse a su lado y brindarle espacio.

- Sir Lyam ¡Cúbrase! - Soltó con un débil aliento mientras buscaba colocar su escudo por delante. Con su mano libre, buscó aprovechar el momento justo de descuido de su jinete trasgo sumido en la penumbra, en pos de buscar derribarlo de su montura y entorpecer sus ataques con sus movimientos y gran pericia para repelerlos.

El infalible arquero elfo se mueve sigilosamente entre las rocas y dispara una segunda flecha contra el tuerto lagarto. El proyectil se abre paso a través de las duras escamas de su cuello y la criatura comienza a boquear y a producir sonidos espumosos mientras se ahoga con su propia sangre.

El providencial disparo sin duda logra evitar temporalmente el fatal desenlace de Lyam, que había quedado a merced del monstruo. Atrapado bajo el corpachón del reptil, el escudero forcejea hasta lograr liberarse y se arrastra tratando de alejarse tanto como le resulta posible.

Kylian se adelanta para escudar a Lyam, asestando una lluvia de bastonazos sobre el moribundo lagarto en un intento de aligerarle su tránsito al otro mundo.

Briand acude también en su auxilio, sujetando su pesado escudo de madera con la mano izquierda y agarrando con la derecha al jinete goblin para descabalgarle de su agonizante montura. La superior complexión física de lady Le Besco, consigue arrancar al lancero de su silla de montar y derribarlo violentamente contra el suelo, donde queda tendido de espaldas tras recibir un fuerte costalazo.

Jadeando ruidosamente a causa del golpe recibido, el trasgoide blande su jabalina contra Briand en un intento de quitársela de encima. Por fortuna, la noble de Kalaman logra interponer su escudo en el último instante y evitar así la lanzada.

Entretanto, el segundo jinete goblin arremete una vez más contra Lowen. El guerrero consigue esquivar a tiempo la feroz acometida y que reducir el ataque mortal a un nuevo rasguño que desgarra su camisola y la tiñe de escarlata. Sin embargo, la sanguinaria montura aprovecha para asestarle una espantosa dentellada en la pierna que a punto está de hacerle caer. Malherido y desequilibrado, Lowenherz intenta asestar un golpe con su mangual al lancero goblin, pero la bola de acero barre el aire sin llegar a alcanzarlo.

Angustiada por la situación de su admirado compañero, Lluvia Estelar busca la retaguardia del lagarto y le acomete con su brillante lanza. Por desgracia, su arma araña las duras escamas de la criatura sin conseguir atravesarlas.

Con algo de dificultad, había logrado derribar al goblin al suelo y asestarle un buen golpe con el taco de su bota en su mentón. Su escudo se alzó hacia la enorme bestia que montaba, para ver como ésta era derribada por un último flechazo de Wyrmslayer. Sólo quedaba su contendiente en el suelo, y un rápido vistazo a su costado aseguraba que la otra amenaza se encontraba ocupada con otros dos guerreros. Eso quería decir que mientras neutralizase a su objetivo, el escudero estaría a salvo.

Tras su rápido análisis y asegurarse no estuviese bajo amenaza, no dudó en tomar el borde superior de su escudo con la otra mano, e intrépidamente asestarle un bruto golpe descendente con su borde inferior buscando acabar con la horrenda vida de aquel trasgo.

Temiendo por la suerte de mis compañeros y la mía propia, intento hundir mi lanza en el cuerpo del hambriento saurio que trata de comerse a Lowen. Por desgracia, todavía no me he recuperado de la pasada noche de insomnio y de la larga caminata de ayer y las fuerzas me fallan a la hora de perforar su escamosa piel.

Soy dolorosamente consciente de que no soy rival para una criatura así y solo puedo encomendarme a los espíritus de mis antepasados para que guíen mi mano. Pero ellos todavía están furiosos conmigo por haber abandonado al prometido de Ethani a su suerte.

La única esperanza que me queda es que Glinthalas y los demás consigan desembarazarse rápido del segundo lagarto monstruoso y acudan en nuestro auxilio.

Parecía que la situación estaba controlada y Briand tenía al goblin contra las cuerdas, sin embargo su ojo de sanador podía ver que Lowen estaba sufriendo un duro castigo por parte del otro atacante. Otra de esas moles de escamas y colmillos que cabalgaban los malditos pielverdes.

Volviendo a esgrimir su bastón en el aire, concentró todas sus fuerzas en un único golpe sobre la tez de aquel animal, tal vez así conseguiría atravesar sus defensas y conseguir quebrar algún hueso o infligir daño alguno. Con paso decidido movió hacia delante para tratar de atraer la atención de aquella bestia sedienta de sangre.

Los deseos de Lowen se hicieron realidad, y la monstruosa criatura se giró contra él, descargando una violenta dentellada que le hizo lamentar haberla provocado. El guerrero gritó de dolor, lamentando el no haber tenido tiempo de ceñirse su armadura. Veía a Lluva intentando rodear a la bestia en busca de un ángulo desde el que alancearla. Se encomendó a los dioses, vivos y muertos, mientras preparaba un nuevo mazazo, que armó desde arriba con un golpe descendente cargado de rabia y promesas de muerte.

- ¡Aaaaaah!

El primer lagarto caía al segundo flechazo. Teniendo en cuenta el tamaño del monstruo y el de las flechas, bien se podía dar el elfo por satisfecho. Su jinete, enzarzado en combate con Briand, tenía todas las de perder. Pero quedaba otro monstruo escamoso de gran tamaño...

Deslizándose sigilosamente con sus livianos pies élficos, Glinthalas cambió de posición mientras preparaba una nueva flecha en su mortífero arco. Al llegar a su destino se ocultó un segundo, asomó al siguiente y dejó que la flecha volara hacia el reptil, rezando a los dioses para acabar con la vida del monstruo antes de que éste acabara con la vida de sus compañeros.

Después de abatir al primero de los monstruosos lagartos, Glinthalas se mueve ágilmente entre las rocas para parapetarse tras una roca casi tan alta como él mismo. Desde esta posición le resulta complicado tener una buena visión de la batalla, pero también se encuentra protegido de cualquier nuevo proyectil que alguien intente lanzarle.

Aprestando una nueva flecha, el joven silvanesti hace su tercera diana consecutiva pero no contra su moribunda víctima, sino contra el costado del reptil que se está ensañando con Lowen. La bestia ruge, furiosa y dolorida, soltando a su presa al hacerlo.

Cuando la flecha de Glin le pasa silbando por encima de la cabeza, Lyam se incopora del suelo. Dolorido, ensaya unos pocos pasos temblorosos antes de arremeter con la lanza prestada a la encolerizada fiera. Sin embargo, los coletazos de la criatura le obligan a mantener las distancias sin lograr atravesar su carne.

Quien sí consigue alcanzar al reptil es Kylian, situándose hombro con hombro con Lowenherz y golpeándole en el hocico con su robusto bastón de roble.

Viendo que la vida se le escapa a su montura, el jinete goblin emplea una vez más su lanza para acometer al corpulento guerrero de vuestro grupo. Sin su armadura ni su escudo, Lowen es un blanco fácil para los ataques enemigos, pero su admirable resistencia física le convierte en un adversario muy difícil de abatir.

Por desgracia, sus adversarios parecen decididos a acabar con él, pues el malherido lagarto le lanza una nueva dentellada que a punto está de arrancarle las tripas.

Al límite de sus fuerzas pero todavía beligerante, Lowenherz contraataca blandiendo su pesado mangual en un desesperado movimiento descendente. La cabeza de acero de su arma impacta durante contra el trasgoide, machacándole la rodilla derecha. El infeliz aúlla de dolor mientras intenta desesperadamente que su montura retroceda.

Desde la retaguardia, Lluvia intenta poner fin a la vida del animal con su lanza luminosa, pero tampoco en esta ocasión logra que la afilada punta atraviese las escamas de la bestia.

Por su parte, Briand forcejea con el enemigo derribado pero el goblin es más tenaz de lo esperado. El hombrecillo patalea y se revuelve en el suelo como un gato panzarriba, malogrando los esfuerzos de la rubia noble por aplastarle la cabeza con su escudo. Y no solo consigue frustrar los esfuerzos de lady Le Besco, sino también clavarle su lanza en una pierna durante el forcejeo.

Lowen rigió de dolor al recibir nuevas heridas de sus adversarios. Había puesto todo su empeño en un golpe que se prometía devastador, pero que no alcanzó la potencia que necesitaba para aniquilar a sus oponentes. Reuniendo sus exigua fuerzas, armó un último ataque contra el infame lagarto que amenazaba con devorarle vivo.