Partida Rol por web

Tenían que acabar cuanto antes con la amenaza, y no podían dejar que ninguna de esas alimañas escapara con vida para advertir a sus enemigos. Estaban agotados, heridos y apenas habían tenido tiempo para descansar. Tenían que hacer un último esfuerzo para poder volver a Bellería tras la seguridad de sus muros.

Pero cuando se disponía a acabar con la amenaza que tenía delante, oyó el sonido de la carne y la sangre y vio a Briand recibir una puñalada de la lanza de aquel malnacido. Había subestimado al pielverde. tenían que acabar cuanto antes.

Se confió a Gilean y trató de realizar una maniobra arriesgada, aprovechando el flanqueo de lluvia. Dio una vuelta con el bastón por encima de su cabeza y trató de descargarlo sobre el enorme lagarto para centrar la estocada y tratar de asestar un último golpe a su jinete.

El aguante, la entereza y la fortaleza física y mental de Lowen me producen una enorme admiración. Yo me desmayé cuando uno de estos lagartos gigantes me propinó el primer mordisco. Lowenherz, en cambio ha recibido ya dos y las lanzadas del perverso jinete y todavía se mantiene heroicamente en pie.

En claro contraste, mi único mérito hasta el momento ha sido traer a la refriega la luz que tan desesperadamente necesitábamos para reequilibrar una situación que prometía ser fatal para nosotros.

El monstruo escamoso seguía vivito y coleando. Mientras estuviera activo, era un peligro para sus amigos. Un peligro repleto de puntiagudos y peligrosos dientes. Entre el reptil y los goblins, el enemigo contra el que menos ilusión le hacía enfrentarse al elfo era la montura de los goblins, así que no tuvo mucho que pensar.

Glinthalas cargó mecánicamente una nueva flecha en su arco mientras seguía buscando puntos débiles en la pesada coraza escamosa del monstruo, fijando su aguda vista élfica en el lugar que creía más vulnerable. Una vez cargada la flecha ésta voló a donde el arquero tenía puesta la mirada. ¿Sería capaz de atravesar aquellas resistentes escamas? Eso esperaba, era necesario para la supervivencia de sus amigos.

- ¡Aughh! - Gimió entre dientes la rubia al recibir ese pequeño y desgraciado ataque, ensartado en su delicada pierna. Como si no fuese ya suficientemente desagradable tener que forcejear con un engendro verde, como desayuno tras una siesta muy mal tomada. Cogió su escudo con más firmeza y ambas manos, mientras pisaba su pecho, para estamparlo una y otra vez hasta que desistiese. - Ya... Deja... De... Resistirte!! - Exhaló entre dientes y por lo bajo con cada golpetazo, desahogando todo su estrés con cada uno de ellos y esperando también pudiendo apagarle las luces al trasgo de una vez.

Infalible, Glinthalas dispara de nuevo y su proyectil se hunde hasta las plumas en el cuerpo del sobrealimentado reptil. Las piernas del segundo agonizante lagarto flojean antes de que se derrumbe en el suelo, inerte, dejando a su jinete goblin a vuestra merced.

Con la rodilla destrozada e incapaz de escapar, el trasgoide se dispone a vender su vida tan cara como puede. Lyam intenta asestarle una lanzada pero es repelida por el camisote de mallas del goblin. Este a su vez contraataca, usando su propia lanza contra Kylian. Afortunadamente, el clérigo de Gilean logra esquivarla y atacar a su vez, aunque sin conseguir terminar con el belicoso jinete.

Es Lowenherz quien pone fin al infructífero intercambio de golpes, asestando un mazazo con su mangual que a punto está de arrancarle la cabeza al goblin. Con la mandíbula destrozada, el infeliz sale volando y aterriza a unos pocos pasos de su montura, donde queda tendido.

Para cuando los demás os volvéis para comprobar qué ha sido del otro goblin, lo descubrís comatoso a causa de los sañudos golpes de escudo que una desquiciada Briand le está propinando sin piedad.

El golpe final había sido suyo, pero el intercambio había dejado a Lowen malherido, y con la sensación de haber resultado una pobre amenaza para aquellas criaturas. Sin su armadura estaba expuesto, había combatido con el mangual confiando en derrotar a sus oponentes con un golpe devastador, pero el largo enfrentamiento había obrado el efecto contrario. Quizá hubiese algo que aprender, si no se desangraba por el camino.

Agotado y dolorido, se dejó caer sobre una piedra, soltando el pesado mangual a un lado. Necesitaría ayuda médica, salvo que los espíritus de Lluvia Estelar pudiesen recobrar mágicamente sus heridas. Si había otro combate, en ese estado, no podría enfrentarse directamente a sus enemigos.

- Me vendría bien un poco de ayuda con esto. - señaló las heridas que cubrían su torso, tratando de sonreir, pero sin lograrlo.

Tras darle el último golpetazo y haber dormido por completo al sucio trasgo, la joven de Kalaman se reincorporó y se tomó su tiempo para tomar un respiro y aliviarse. Parecía que por fin... Había acabado aquello. Limpió un poco su escudo, mientras sus ojos pesados una vez pasada la adrenalina le imploraban volver a dormir. Mas habían algunas cosas que era menester atender.

- Estimado Lyam, Lowenherz... Acérquense, por favor. - Les solicitó a ambos, mientras se limpiaba también un poco sus manos para posarlas sobre el pecho de ambos guerreros y canalizar la energía curativa de su cinto, mientras recitaba el nombre de su deidad tutelar. Las heridas del joven guerrero parecían bastante profundas, heridas que seguramente el Lowen que conoció el primer día no hubiese sido capaz de soportar. Viendo que aún seguía mal, continuó hasta agotar su poder divino por completo.

- Parece que no puedo más... Tocará volver a descansar. - Suspiró con agotamiento, tanto físico como mental, mientras buscaba limpiarse la palma de sus manos tras tocar sus sucias ropas y petos metálicos. - Glinthalas... ¿Puedes arrastrar los cuerpos un poco lejos del campamento? - Soltó aquella pregunta mientras se rascaba su muy despeinada cabeza y el peso de sus párpados ya le vencían, implorando volver a descansar. Quizás el no haberse espabilado por completo de su sueño había inhibido lo suficiente su usualmente correcta y su lideresa manera de ser.

La educación de la que Briand hace gala al finalizar el combate contrasta vivamente con su aspecto y la desquiciada brutalidad de la que acabamos de ser testigos. Tal vez por miedo a que esa misma locura se vuelva contra mí, opto por guardar silencio y no mencionar nada.

Me siento tan cansada y tan inútil que por una vez no me quedan fuerzas para detenerme a felicitar personalmente a cada uno de ellos o a atender a los heridos. Kylian es un gran sanador y Briand dispone del cinturón mágico que le regalé, así que ambos son perfectamente capaces de ocuparse de Lyam, Lowen, Glin o nuestros atacantes. Imagino que alguno de mis compañeros rematará a los agonizantes lagartos cuyos estertores de muerte resultan tan desagradables y quién sabe si harán lo mismo con los goblins.

—Despertadme si nos atacan de nuevo —les indico, apoyando mi lanza en una roca de buen tamaño para que su luz les permita trabajar en la oscuridad—. Si no, nos veremos por la mañana.

Rasco un poco a Duna detrás de las orejas para tranquilizarla y me dejo caer sobre mi arrugado petate. ¿Es que no voy a poder disfrutar de una sola noche de descanso sereno?

Naʼiidzeeł, trae a mis ojos el sueño que tan desesperadamente necesitan.

El combate había acabado, habían salido victoriosos pero las heridas eran serias. Gracias a la diosa disponían de la reliquia del templo, la victoria alada recompensó con su halito a los vencedores que restañaron sus heridas tras la petición de Briand. 

- No hay nada como la oración de un corazón sincero. Haríais bien en dar gracias a Shinare por sus bendiciones a través de Briand, y hacer una donación al templo de Bellería cuando regresemos. Al fin y al cabo es la diosa del comercio y su sacerdote nos ofreció el cinturón sagrado para rescatar la prosperidad del pueblo y sus gentes. Me gusta ver que ha encontrado a una devota y que ya lo domináis señora. Yo ayudaré a Glinthalas a apartar los cuerpos, tratad de descansar. Si lo necesitáis os puedo dejar mi petate, se os ve más cansada que yo. Tomadlo, está ahí.

Dijo señalando sus pertenencias en una enorme mochila llena de trastos, libros, escritos y un gran estuche de pergaminos.

- Al amanecer debo dar gracias a Gilean en humilde devoción. De que nos haya guiado a la victoria, y nos haya ofrecido nuevo conocimiento en el camino, trataré de redactar un informe de lo que vimos para los caballeros de solamnia. Tomaré la última guardia. 

Dijo observando al elfo, sus músculos serían de ayuda y creía que seguía afectado por el veneno de las arañas que los asaltaron en la cueva. Una desgracia no tener antídoto con ellos, cuando volvieran tendría que preparar mejor su botiquín.

─Los goblins sí, los reptiles... va a ser que no, lo siento, mi señora ─dijo el elfo pícaro con un atisbo de sonrisa burlona.

Era más que dudoso que cualquiera del grupo fuera capaz de mover aquellas cosas monstruosas, ni siquiera Lowen, mucho menos el raquítico Glinthalas. Entendía, claro, que la ausencia de fuego y presencia de varios cuerpos podían atraer a los depredadores, pero sería más fácil cambiar la ubicación del campamento que cambiar de sitio aquellas cosas escamosas.

Sería el elfo el que se encargaría de asegurar la muerte de los enemigos moribundos, con cuidado y efectividad, así como registrarlos de arriba a abajo: símbolos, mensajes, abalorios, armas, dinero... todo. Incluso, si podía, se quedaría de recuerdo con uno de los dientes de los reptiles. Parecía un souvenir interesante, algo con lo que completar una historia de aquí a unos años.

Tras ello Glinthalas reemprendería su guardia allí donde la había dejado, agazapado entre las rocas, moviéndose con cuidado, alerta a sonidos o movimientos extraños, presto a utilizar su mortífero arco en caso de necesidad.

Mientras Briand atiende las heridas de Lowenherz y el escudero de sir Brannthor, Glinthalas se ocupa metódica y eficazmente de ejecutar uno tras otro a todos los enemigos moribundos y registrar sus cadáveres antes de mover los cuerpos ladera abajo ayudado por Kylian.

Contra todo pronóstico, el resto de la noche transcurre en calma; sin que más exploradores enviados por el campamento enemigo acudan a interrumpir vuestro descanso. En cualquier caso, os ponéis en camino tan pronto como comienza a amanecer para alejaros del lugar y de los cuerpos que han empezado a descomponerse.

No os detenéis hasta llegar al pie de las montañas Astivar y entonces solo lo hacéis para comer algo antes de reemprender la marcha. Sin embargo, a medida que vais dejando atrás la cadena montañosa, os sentís más confiados. Si hubieran enviado más rastreadores ya os habrían encontrado. ¿O no?

Para cuando el sol comienza a ponerse en el horizonte, habéis llegado ya a la zona boscosa que marca el límite del territorio de los salvajes. Estáis tan cansados de caminar que casi preferirías enfrentaros a más lagartos gigantes que dar un solo paso más.

Montáis vuestro campamento y la mayoría dais buena cuenta de vuestras últimas provisiones. A la mística que-shu todavía le quedan raciones para un par de jornadas de viaje y el precavido Glin tiene suficientes para llegar hasta Belleria, pero Briand y Kylian agotan las suyas y Lowenherz también, al compartir generosamente lo poco que le quedaba con Lyam.

Tras el descanso reparador, regresa finalmente a mí el carácter dócil, desenfadado y optimista que me caracteriza. Aunque el futuro promete ser tormentoso, estoy convencida de que finalmente terminará saliendo el sol para toda la gente de bien gracias a nuestra participación en todo este asunto.

Lo primero que hago nada más despertar es atender la herida de Glin. Anoche, durante la refriega, no reparé en que había sido alcanzado por una jabalina goblin y ahora me siento un poco culpable por no haberle prestado más atención entonces y me sorprende que ninguno de los demás lo hiciera tampoco. Lo siguiente que hago es llamar a los espíritus del agua para que hagan brotar de entre las piedras un pequeño manantial con el que llenar nuestras cantimploras, dar de beber a nuestras mulas y lavarnos. Solo entonces estoy en disposición de ponerme en marcha y así lo hago.

Cada paso que nos aleja del campamento enemigo aligera el temor de mi corazón y me da alas para llegar cuanto antes a Balleria. Sea lo que sea que mis compañeros pretenden hacer allí, cuanto antes lleguemos antes podremos regresar a rescatar al prometido de Ethani. Me he reconciliado con ella en mis sueños y le he prometido que lo haría para que pueda navegar tranquila por el Río de los Muertos, siguiendo su cauce y dejándose llevar por su corriente.

Cuando la jornada acaba y nos disponemos a acampar, me alegro de haber dejado atrás el terreno pedregoso de las montañas y estar de nuevo en terreno llano donde plantar mi acogedor tipi de pieles curtidas.

—Mañana deberíamos dar un amplio rodeo para evitar volver a pasar por el lugar donde fuimos emboscados por los caníbales. Eso posiblemente demore un poco nuestro regreso a Belleria pero será una ruta más segura y me imagino que deseáis evitar problemas tanto como yo —sugiero a mis compañeros durante la frugal cena que todos compartimos—. Y no son solo los salvajes lo que me inquieta, también la escasez de comida. Sería bueno que intentásemos cazar y forrajear en el bosque cuanto podamos o no llegaremos muy lejos antes de que el hambre nos trastorne, como les ha ocurrido a muchos cazadores de mi tribu durante los meses más cálidos del año cuando deambulaban por las Praderas de la Arena.

- Gracias... - Murmuró, medio que balbuceó mientras buscaba nuevamente su lugar para dormir y continuar descansando... Cosa que realmente necesitaba.

Pese a su agotamiento, su sueño no fue de lo más reparador, aún sin su armadura puesta y con tanto algodón como pudiese colocar bajo su delicado cuerpo; continuaba siendo todo un tormento para quién acostumbraba a descansar sobre superficies mucho más acolchadas, e infinitamente más protegida de la intemperie. Levantarse y volver a vestirse con su armadura y ropas de noble fue una tarea dura, así como volver a peinar su cabello y arreglar un poco su rostro. Probablemente necesitase ropas nuevas de regreso, aunque no por ello se permitiría seguir luciendo como un plebeyo durante el resto del trayecto.

Otra larga marcha precedió. Con su nueva armadura y armamento de guerra, el peso extra se hacía sentir con las millas y millas, de momentos preguntándose cómo Lowenherz o Kylian estaban acostumbrados a cargar y marchar con tanto peso o aún más en todas sus travesías. En momentos como éstos realmente echaba de menos su carruaje personal, allá en Kalaman. Probablemente no había caminado tanto en toda su vida como en esta última semana.

Sus raciones parecían ser las últimas. Nunca hubiese imaginado tener que comer tantas, y aunque los giros del destino siempre resultaban ser mucho más duros para ella... Guardaba fé y confianza en la diosa de la victoria del comercio. Quizás era lo único que la mantenía mentalmente estable después de tales momentos. Todo este esfuerzo, al menos brindaría prosperidad y ganancia para su nombre... Debía hacerlo, o de lo contrario no podría ser más que una emisaria en toda su vida.

- ...No es una mala idea. La ausencia de signos parecería indicar que no han sido capaces de continuar siguiendo nuestros rastros, al menos por lo pronto. Mientras tanto, será mejor que descansemos fuera de los límites aparentes de su territorio. - Sugirió apoyando la moción, aunque optando por no comentar acerca de la búsqueda de comida salvaje. No era algo que había hecho en su vida, ni pensaba hacerlo... Si la Que-Shu se mostraba predispuesta a hacerlo, sería mejor que ella se encargase de. 

Glinthalas agradeció la ayuda de Lluvia sinceramente, una vez más asombrado al ver cómo sanaban sus heridas por arte de magia. Aquella mujer, además de la curación, le aportaba paz y seguridad. De todas las personas del grupo, seguramente era la que más valoraba como compañera. Los demás eran competentes en sus áreas, pero la humilidad y buen hacer de la que-shu eran algo que el joven elfo echaría en falta sin duda. Sus ideas preñadas de sentido común también resultaban reconfortantes.

─Estoy de acuerdo, demos un rodeo, no nos interesa toparnos con esos caníbales y dudo que manden una patrulla para localizar a nuestros rastreadores tan pronto, les llevamos muchas horas de ventaja.

Teniendo agua, la perspectiva de pasar hambre no le inquietaba, compartiría las raciones que le quedaban sin reparos. La sensación de estómago vacío había sido una compañera fiel durante más tiempo de lo que le gustaría confesar. Su infancia había sido dura, pero también le había convertido en quien era y, ahora, por primera vez en su vida, se enorgullecía de estar haciendo lo correcto, de estar ayudando por algo bueno, poniendo sus habilidades, adquiridas con tanto esfuerzo y sufrimiento, al servicio de un bien mayor. Pasar hambre era la menor de sus preocupaciones. Ya se darían un festín cuando llegaran a la fortaleza de Belleria.

Tras realizar las oraciones de la mañana, se acercó al campamento para escuchar las opiniones de sus compañeros. La verdad es que tenía ganas de volver cuanto antes al pueblo de Bellería, cuando se disponía a solicitar la intervención de su Dios para sanar las heridas de Glinthalas, la salvaje se le adelantó. Apelando a la fuerza divina de su corazón, y sus espíritus. Realmente era fascinante como las ideas paganas de los espíritus que nacieron a causa del cataclismo siguieran vivas, y encontraran en las enseñanzas de Goldmoon respuesta a su voluntad. Algún día le gustaría preguntarle sobre esos dones, como los aprendió, cual era el marco completo de sus creencias.. ¿Eran espíritus familiares, elementales o una mezcla de ambos?¿Existían los espíritus tótem guardianes de la tribu? Había tanto que desconocía, sin embargo ahora debían centrarse en el camino.

- Estoy de acuerdo en dar un rodeo, lo último que queremos es otro asalto de los salvajes que viven en estos bosques. Aunque tal vez otro contacto con ellos aportara más información sobre su tribu.

La idea de tratar de forrajear no le pareció descabellada, y trató de aplicar el sentido común para atraer alguna presa o cazar alguna codorniz o liebre despistadas con su rápido juego de muñeca y sus dardos voladores o su ballesta. Necesitaban comer carne, y aprovechó sus conocimientos sobre naturaleza para tratar de encontrar bayas, hongos o plantas que les fueran de utilidad para complementar la dieta.

De nuevo, se dispuso a poner un pie frente al otro y seguir su camino.

Lowenherz había asistido asombrado al milagro que hizo desaparecer sus heridas, dejando de ellas tan solo las ropas rasgadas que más tarde tendría que llevar a remedar. El guerrero hizo un gesto de agradecimiento a Briand, aún sin aliento para hablar, pues el recuerdo del dolor no se disipaba tan fácilmente como el impacto de este en su físico.

A la mañana siguiente, Lowen se levantó de un humor taciturno, calzándose su armadura tan pronto como tuvo fuerzas para ello. La batalla de la noche anterior había hecho mella en su ánimo, al poner de manifiesto lo fácilmente que podían caer si eran sorprendidos de aquella manera. Reflexionaba sobre el enfrentamiento, y sobre cómo había confiado en sus brazos para combatir, sin prestar atención a su defensa. ¿Había pasado tanto tiempo embutido en aquella armadura que se le había olvidado cómo eludir un golpe? ¿O era la oscuridad su enemiga, y también el fruto de su torpeza?

- Sí, demos un rodeo. - dijo con cierta resignación. El poder concedido a Briand a través de aquel cinturón había restañado sus heridas una vez, pero solo los dioses sabían si esto sucedería de nuevo.

Miró a Lluvia, observándola con admiración. La mística no era diestra con la lanza que portaba, pero sus dones les habían dado luz en la oscuridad y ahora sus conocimientos del campo permitirían que el grupo avanzase y, quizá, encontrase algo de comer. En medio de aquel erial, los conocimientos de Lowen, adquiridos en años en la forja, parecían muy poco útiles. El guerrero tomó aire, obligándose a recuperar su orgullo y su honor.

- Confiamos en ti, Lluvia. - dijo, dándole una palmada en el hombro. - Vamos, hay camino por recorrer.

Después de aquello, Lowen se aproximó a Lyam, interesándose por su estado de salud.

Aunque temíais que los salvajes de la zona o más goblins os atacaran al caer la noche, lo cierto es que los turnos de guardia se suceden uno tras otro con monótona tranquilidad y el amanecer os encuentra descansados y plenamente repuestos; aunque algo hambrientos.

Todos coincidís en que caer en una nueva emboscada de los nativos que viven en esta región sería algo indeseable y no os cuesta trabajo convencer a Lyam de que es lo mejor para el grupo. Durante su cautiverio él sostiene que no se topó con ningún sanguinario lugareño, pero lo achaca a que estos seguramente se sentirían intimidados por el tamaño de las fuerzas enemigas y solo se atrevieran a atacar a pequeñas partidas de intrusos desprevenidos.

Describiendo un amplio rodeo para evitar los bosques donde los salvajes os emboscaron, Lluvia Estelar os guía a través de los agrestes caminos, encomendándose a los espíritus de sus antepasados y esforzándose por borrar vuestras huellas a medida que avanzáis. De tanto en tanto se detiene para indicaros qué setas recoger y qué bayas salvajes evitar si no queréis enfermar, con la ayuda de Kylian, quien también está versado en plantas venenosas.

Hacia el mediodía encontráis un campo de tréboles donde pastan vuestras mulas y habéis logrado juntar hortalizas suficientes como para preparar un pobre estofado que sacie vuestro apetito al final de la jornada, posiblemente aderezado con algo de la carne seca que todavía tiene Glinthalas.

Afortunadamente, las perspectivas de cena se vuelven más halagüeñas a media tarde cuando la mística que-shu descubre las huellas de un gordo jabalí y sigue su rastro hasta localizarlo hozando tras unos arbustos. Parece que los dioses os sonríen.

La caminata bordeando la arboleda resulta muy agradable en esta época del año, con el cielo despejado y una fresca brisa que baja de las montañas que dejamos a nuestra espalda. Se hace fácil olvidar que una tribu de caníbales viven en las inmediaciones y que un ejército de goblins y asesinos han acampado a menos de dos jornadas de aquí.

Todo esto me recuerda a los vagabudeos que nos trajeron a Duna y a mí desde las Praderas de la Arena hasta Belleria, solo que con mejor compañía. Es un lujo poder aprender cosas nuevas del leído Kylian y disfrutar de las caras de ilusión que pone Glinthalas con cada pequeño hallazgo comestible que hacemos o persiguiendo a las asustadas ardillas con las que nos topamos.

Aunque la cena sea modesta, estoy convencida de que la disfrutaré porque nos la habremos ganado con nuestro trabajo duro. Sin embargo, tengo la sensación de que con ella no conseguiré satisfacer las necesidades del formidable Lowen, ni borrar de Briand su expresión de perpetuo desagrado ante cada raíz bulbosa o ante cada pequeño roedor capturado.

Quizá por eso redoblo mis esfuerzos por encontrar para todos ellos una cena a la altura de su heroísmo y de las dificultades que, juntos, han conseguido que superemos. No dudo de que en Belleria nos aguarda un homenaje digno, pero necesitamos una subida de moral ahora y no dentro de los cuatro o cinco días que tardaremos en alcanzar la población.

Mis antepasados cazadores deben pensar lo mismo que yo, puesto que me conducen hasta nuestra desprevenida presa. Con una sonrisa, les muestro a mis compañeros mi oscura palma extendida y junto lentamente las yemas de los dedos sin doblarlos para indicarles que guarden silencio. Al menos, en mi tribu lo hacemos así de modo que me parece un gesto de lo más natural.

—Oh, Padre Njiljeeh. Oh, Gran Cazador —invoco en un susurro reverencial al espíritu de la caza al que mis ancestros han rendido culto desde la noche de los tiempos. Tomo un puñado de tierra y lo lanzo al viento esparciéndolo sobre nuestras cabezas—. Si te complace la presa que hemos escogido para ti y deseas que vertamos en tu nombre su sangre en la tierra para que puedas beberla, guía nuestros ojos y nuestras manos para que podamos honrarte con este sacrificio sagrado.

Sin decir una sola palabra más, ato a Duna a un árbol cercano para que no espante al puerco, echo mano de mi ballesta y me quedo esperando a que Glin nos de la señal para disparar al unísono. Si alguien puede abatir a ese gordo jabalí ese es nuestro joven elfo con sus flechas infalibles, pero no le abandonaré a su suerte intentándolo.

Eran estos pequeños pormenores, realmente una tortura para la joven Noble. No poder dormir ni comer bien, tener que caminar tantas millas... Con el pasar de los días, el malestar no tardaría en acumularse al punto de afectar severamente su humor e imagen, o peor aún, enfermar. Aunque contaba con el séquito sanador de Kylian y quien también poseía tales capacidades, Lluvia Estelar... Mostrar cualquier signo de vulnerabilidad era algo que a toda costa debía evitar. Por ello debía portar su mejor rostro, aunque sea uno frío, para enmascarar su calvario.

Si bien tener que recoger y alimentarse de frutas silvestres podría considerarse algo un tanto humillante, el hambre sería algo que no podría aguantar por mucho y si no se alimentaba, su voluntad tardaría aún menos en quebrarse. Era fortuito el poder contar con la sabiduría de la Que-Shu para sobrevivir allí, y por mucho que no quisiese admitirlo, el sabor de las bayas era algo refrescante ante el de las secas raciones. Por suerte no debía ensuciarse demasiado en el proceso.

Así continuaron, hasta que eventualmente dieron con el refugio de una carnosa bestia cornuda. El elfo les dió una seña y parecía estar tentado en cazarla. Semanas atrás, se habría negado rotundamente ante una situación así... No obstante, su estómago consentido extrañaba el sabor de un jugoso y bien asado filete, y últimamente había tenido que ensartar su filo en cosas mucho más horrendas y potencialmente peligrosas.

Sin necesidad de añadir palabra, dio su permiso con una seña y preparó su enorme arma de asta. Aquel animal, aunque distraído, se lo veía como uno feroz y que seguramente no huiría al recibir agresión. Aguardaría cerca del tirador, para poner su ronca en el camino una vez la criatura decidiese cargar contra el cazador.

Kylian escuchó las oraciones de lluvia, con más atención incluso que la figura de su presa que masc¡ticaba ruidosamente unas raices entre ronquidos. Una figura familiar, como un panteón familiar pero hecho por figuras espirituales ¿Nacería esta creencia ante la desaparición de los Dioses tras el cataclismo?¿Eran una representación distorsionada del mismo panteón que regía los cielos? La fuerza que emanaba de su fe, de su corazón, era innegable.

Más tarde le preguntaría sobre Njiljeeh, sobre sus atributos y en que momentos se requería de su ayuda ¿Se le invocaba en la guerra o solo en la caza de presas? Trató de centrarse de nuevo en la tierra, agazaparse y observar su cena. O se concentraban o se quedarían solo con la sopa sosa y aguada hasta llegar a Bellería.

Pero quería coordinar sus ataques con el cazador. Se apostó, amartilló la ballesta y esperó la señal para lanzar sus proyectiles. Si uno se avanzaba podría significar perder a su presa.