Partida Rol por web

Glinthalas no era un cazador, era un pícaro, urbano, casi humano. No se le daban bien los bosques, aunque sus habilidades podían ser útiles en cualquier entorno. Escogida la pieza a conseguir, el elfo avanzó despacio, con cuidado, aprovechando cada obstáculo en el camino para interponerlo entre el jabalí y él, acercándose paulatinamente hacia su espalda.

Una vez en posición el joven elfo cargó su arco, lo tensó y la flecha salió disparada hacia el animal, pero aquel bicho tenía una piel dura como una armadura y la flecha nada pudo contra ella. Los ojos como platos, Glin cargó a toda prisa una nueva flecha y con mucho menos cuidado que con la anterior, disparó su arco con la esperanza de impactarle antes de que pudiera reaccionar.

Mala idea, reconoció justo a continuación. Había disparado una segunda flecha porque era su instinto, pero así como el jabalí podía hacer oídos sordos a una flecha que no le hubiera causado daño alguno, una segunda que sí le acertara...

─¡¡Mieeeerda, no ha salido bien, no ha salido bien!! -dijo el elfo mientras se movía con cierta prisa hacia las posiciones del resto del grupo.

Me alarmo al ver a Glin y también a Briand avanzar hacia el jabalí en lugar de atacarle desde una distancia prudencial, seguramente ignorantes de que el desarrollado olfato de estos animales no solo les sirve para encontrar trufas.

Por desgracia, no puedo ponerme ahora a llamar su atención a voces sobre este hecho y no me queda más remedio que mantenerme donde estoy, a la espera de que nuestro infalible arquero nos de la señal para disparar todos sobre la desprevenida bestia.

Lowen observaba la escena de caza desde un segundo plano. Tomó su arco largo, preparando una flecha, pero dejando a su vez que fuesen los más silenciosos los que tomasen posiciones para disparar al jabalí, ya que suponía que las flechas del avezado Glinthalas, apoyadas quizá por alguien más, serían suficientes para garantizarles una buena presa. Por otro lado, el ruido que hacía su armadura (que de ningún modo desvestiría esta vez) podría arruinar el factor sorpresa. Así pues, esperó pacientemente. Cuando vio la expresión de sorpresa en el rostro del elfo, así como la flecha rebotando contra la piel de la criatura, fue cuando realmente empezó a preocuparse. Cargó el arco, soltando un proyectil por encima de Glin y del resto de sus compañeros, que voló demasiado lejos de aquel animal. Realmente había sido bastante infructuoso todo, y ahora tenían un problema.

- ¡Detras de mi! - dijo con decisión a sus compañeros, al tiempo que echaba mano del escudo y de la espada. Más valía estar preparado para resistir la carga de aquel animal salvaje.

Dio un par de pasos hacia delante*, interponiéndose entre la bestia y sus amigos.

Mientras los demás aprestan sus armas a distancia, Glinthalas y Briand avanzan hacia el jabalí con ánimo de sorprenderlo. Los dos se mueven silenciosos como gatos y, afortunadamente, mientras lo hacen el viento les sopla de cara lo que impide que el animal detecte su olor.

A una señal del arquero elfo, todos disparáis vuestros arcos y ballestas mientras lady Le Besco aguarda junto a Glin para protegerlo de las posibles represalias de la bestia. Uno tras otro, los proyectiles fracasan en su intento de abatir a vuestra presa; solo el disparado por Kylian consigue hacer diana y atravesar su dura piel, haciendo que la criatura se de la vuelta con un furioso gruñido.

Lo que veis emerger de entre los matorrales es un especímen más alto que Glinthalas de pie, cuyo arqueado lomo está erizado y dotado de una protección ósea que también adorna su cabeza. Sus grandes colmillos se ramifican como las astas de un ciervo y sus ojos desprenden un fulgor rojizo y maligno que os hiela la sangre. Sea lo que sea, no es un jabalí corriente, eso está claro.¹

Viendo a la monstruosa criatura, Glin dispara rápidamente una nueva flecha y, en esta ocasión, sí consigue atravesar la dura piel del jabalí. Sin embargo, éste parece más furioso que debilitado por los disparos recibidos.

Siguiendo el consejo de Lowenherz, el arquero silvanesti retrocede a la carrerra buscando la protección de su compañero. El corpulento guerrero ha cambiado ya el arco por su espada y su escudo y avanza con determinación hacia la primera línea de batalla.

La inquietante aparición trae a mi mente recuerdos de los cuentos contados por los ancianos de mi tribu bajo la luz de las estrellas. Tragedias llenas de heroísmo y mitología de un tiempo pasado, en la que yo siempre había creído a pies juntillas. Por eso seguramente no me sorprenda tanto como a los demás el hallazgo del reencarnado y legendario Bisóodi.

Estoy convencida de que hemos sido escogidos para vivir los acontecimientos que les están reservados a los grandes héroes de todos los tiempos y no puedo evitar sonreír al pensar en la cara que pondrán los míos cuando les hable de cómo dimos muerte a este monstruo por segunda vez.

—¡Padre Njiljeeh! —aúllo exultante— Sé tú mis manos para que pueda emular tu proeza.

Y el bondadoso espíritu escucha mi plegaria, guiando mi puntería para que consiga acertar al jabalí y clavarle un virote entre las costillas.

Lamentablemente, sé bien que eso no bastará para acabar con el terrible Bisóodi, así que me apresuro a amartillar un nuevo proyectil en mi ballesta. Disparo de nuevo, pero lo hago con tanta precaución por no acertar a los compañeros enzarzados en combate cuerpo a cuerpo con el monstruo, que mi saeta vuela más de un palmo por encima de su lomo sembrado de púas óseas.

Kilion observó con los ojos como platos cuando la enorme bestia amaneció entre las ramas como un brutal sol de bestialidad, cargado de colmillos y cuernos que asomaban por su dura piel. era un jabalí, de eso no cabía ninguna duda, pero parecía salido de los mismos abismos. 

- ¡Gilean sea alabado! No esperaba un desafío así para poder comer.

Inconscientemente se llevó la mano a su símbolo de madera, con el gran libro de toryl grabado en su superficie. Necesitarían de su guía para superar esa prueba. otra más en la que deberían ser forjados para demostrar su valor y afilar su voluntad para los desafíos que aguardaban en el horizonte. 

- ¡Esta es una prueba solo para los más aguerridos héroes! Demostrad que los dioses y los espíritus no se equivocaron al prestarnos su ayuda. Gilean, guardián del equilibrio, señor de los caminos escogidos por voluntad propia. Guíanos en estos momentos de necesidad y préstanos tu cayado para guiarnos en la batalla ¡Arma espiritual!

Una fuerza de luz carmesí, signo de la neutralidad, se materializó justo en el flanco derecho de aquella monstruosa bestia. Un cayado, símbolo de los sabios y los viajeros. Empezó a dar vueltas en el aire, comandado por un guerrero invisible para ayudar en la batalla.

Guarecido tras la reconfortante presencia del musculoso y protector Lowen, Glinthalas recuperó la compostura y se giró para encarar de nuevo al jabalí. Debían abatirlo cuanto antes. Respiró profundamente mientras se auto-convencía de que debía permanecer al lado de sus amigos y no huir a toda velocidad, como le reclamaba su aguzado instinto de supervivencia. Si mataban a alguno de sus compañeros se arrepentiría de haberse ido hasta el fin de los tiempos.

Así pues, el elfo arquero aguantó la respiración mientras centraba su atención en la cabeza del terrible jabalí e intentó acertar a un ojo, aunque con todo ese movimiento el tema estaba complicado...

El clérigo de Gilean invoca el auxilio de su dios y un bastón de pura energía divina se materializa frente al jabalí para golpearlo brutalmente en el hocico. Con los morros ensangrentados, la enfurecida bestia se lanza entonces en una enceguecida carga, embistiendo y atravesando al arma inmaterial sin causarle daño alguno antes de arremeter brutalmente contra Briand.

La joven noble de Kalaman trata de golpear a la mole que se le viene encima con su ronca, pero el arma impacta contra las protecciones óseas del monstruo sin lograr atravesar su carne. Lady Le Besco es derribada, corneada y pisoteada sin piedad por la bestia y parece un milagro que todavía siga consciente a juzgar por su destrozado aspecto, pero todos tenéis la certeza de que no aguantará mucho más si no hacéis algo de inmediato.

El primero en reaccionar es Lyam. Sin pensárselo dos veces, el escudero solámnico se lanza a la carrera contra el flanco izquierdo del jabalí, pero también su arma se estrella contra las placas de huelo que protegen el cuerpo del monstruoso animal.

Desde una prudencial distancia, Lluvia Estelar se encomienda a los espíritus de sus antepasados y su afortunado disparo de ballesta consigue hacer diana esta vez en uno de los cuartos traseros de la criatura.

La carga de aquella bestia fue tan brutal como prometían sus colmillos, y a punto estuvo de desjarretar a su señora como una liebre de campo. por suerte seguía con vida, pero debían actuar con cautela. Sin duda no podían volver a subestimar aquel jabalí salvaje. Debería acercarse al cuerpo a cuerpo y mantener a la criatura a raya. Dejó que la fuerza del bastón espiritual del conocimiento siguiera su ráfaga de golpes mientras apelaba de nuevo a su patrón celestial.

Sacó un trozo de pergamino y lo llevó a la frente, recitando las sagradas escrituras de Toril.- O Gilean , tu que guardas el libro del conocimiento, entre la luz y la oscuridad. Guía mi camino y se mi escudo en esta batalla.

El pequeño pergamino se deshizo, al tiempo que un aura de luz carmesí lo rodeaba, cálida y acerada. Debía proteger a sus compañeros si querían portar luz a los caballeros para desterrar las sombras y equilibrar la contienda. Avanzó con paso firme y aguardó desafiando a la bestia con la mirada. Cuando encontrara un hueco cargaría directamente contra su flanco. Luchando en formación  cerrada para hacer frente a la terrible bestia y proteger a los arqueros y los heridos que se resguardaran en retaguardia.

¿Aquella cosa era realmente... Normal? Nunca había visto ni cazado animales salvajes en su vida, pero a medida que se acercaba, aquella bestia se veía mucho más maciza y aterradora de lo que esperaba. Aún esperando con su lanza firme y lista para que aquel jabalí como lo llamaban, se empale a sí mismo en su carga... Pronto comenzaba a arrepentirse de su decisión y autoconfianza.

Y así lo había cobrado. Aún llevándose el enorme tridente por delante, la noble había sido incapaz de sostenerlo con suficiente firmeza como para destrozarlo y su fuerza pronto se vio abrumada por la del demoníaco animal. Saliendo despedida contra el suelo y comenzando a escupir su sangre azul no sólo pro su boca, sino por el enorme agujero en su abdomen producto de su brutal cornada.

Agonizando y tendida sobre el suelo, soltó rápidamente su mano izquierda del asta para acercarla temblorosamente hacia su profunda herida. - Shi... Nare... - Balbuceó por lo bajo, con sus temblorosas fuerzas físicas restantes, mas con gran fuerza espiritual y de fe, implorando a su diosa con todo su ímpetu que le diera una segunda oportunidad a su leal creyente. Ella no podía caer allí. Su deber en este mundo estaba lejos de ser terminado, así como la prosperidad que le correspondía traer.

Reabrió los ojos. Recuperó su aliento, de manera brusca y agitada. Aún tenía al enorme cerdo encima. Con desespero, buscó rodar hacia atrás para levantarse tan pronto pudiera, y no quedar indefensa de nuevo.

Implorando la intercesión de Shinare, Briand siente cómo el vigor regresa a su destrozado cuerpo. Las heridas se cierran al instante y el color regresa a sus mejillas. Rodando ágilmente por el suelo, consigue apartarse de su atacante un metro y medio y, desde su nueva posición, incorporarse de un salto.

Glinthalas aprovecha para disparar de nuevo sobre el jabalí, pero su flecha solo consigue clavarse superficialmente en su carne y hacerle un rasguño.

Quien sí consigue herirle con mayor severidad es el bastón encantado conjurado por Kylian. Una vez más el callado sobrenatural se materializa frente al animal, para castigarle los morros.

Espada en mano y con el escudo fuertemente embrazado, Lowenherz avanza hasta colocarse hombro con hombro con Lyam para cubrir junto al escudero solámnico la retirada de Briand de la refriega. La certera estocada acuchilla sin piedad el costado izquierdo de la bestia, haciendo que se gire colérica contra el guerrero.

La embestida con los ramificados colmillos atraviesa brutalmente las defensas de Lowen, encontrando huecos en sus defensas en varios lugares y perforándole el estómago con una herida profunda. No cabe duda de que la bestia está moribunda a causa de los disparos y golpes recibidos, pero precisamente por eso parece ser ahora más peligrosa que nunca.

Ni la lanzada de Lyam, ni la siguiente saeta disparada por Lluvia Estelar consiguen hacer mella en la carne del enloquecido jabalí, quien ahora se ensaña brutalmente con Lowen.

Pudiendo recuperar su percepción de la situación tras recomponerse, tanto física como mentalmente, pudo notar como Lowenherz estaba sufriendo en su lugar y el escudero Lyam nuevamente demostraba su limitada efectividad en combate, junto lo que parecía ser una manifestación de la creciente fe de su clérigo. Aquel monstruo ya comenzaba a flaquear, mas aún así prefirió no darle segundas chances.

Retomando su mano izquierda sobre el extenso mango de su arma de tres puntas, Briand tomó todo el aire que pudo y comenzó a atacar a la bestia en las maneras defensivas que conocía, asestando golpes contra su cornamenta para entorpecerla y dedicando pequeñas pausas a sus ataques para retroceder brevemente y buscar desviar cualquier ataque con movimientos semi giratorios con su arma. Debía mantener las distancias con ese animal, más de lo que incluso su enorme arma le podía ofrecer. Porque no se permitiría a sí misma recibir otra cornamenta de esa magnitud.

Juntos, frente a la enorme bestia parecía que podrían acabar con la amenaza, respirando hondo y protegido por la fuerza de su dios avanzó hasta los guerreros que estaban en primera fila para restañar las heridas de su compañero. Dejando que el azote de Gilean acabara con el salvajismo descerebrado del jabalí y con otro de esos cayados en su mano extendió la otra para tocar la espalda del aprendiz de caballero.

- Has escogido desafiar al mal en la batalla ¡Gilean! Restaña sus heridas para que pueda seguir su camino. Señor del conocimiento, insufla fuerzas a su alma.

Una luz rojiza iluminó su mano que extendió un torrente sanador sobre la piel del bravo guerrero.

De nuevo se exponía en primera línea, confiado esta vez por la protección de su armadura y por embrazar su escudo. Y sin embargo, Lowen fue incapaz de ver venir el golpe de la bestia, cuyos cuernos se colaron por su costado allí donde la coraza era más débil. Gruñó de dolor, maldiciendo su suerte por haber sufrido una nueva estocada. Abandonando su excesiva protección, se lanzó a una nueva ofensiva confiando en que la criatura cayese derribada pronto, ya que daba la sensación de estar malherida. Sus ataques, debilitados por la cornada mortal, resultaban futiles.

- Ser maldito, ¡vuelve al averno del que has salido!

Lowen miraba a su alrededor, confiando en que quizá las flechas de sus aliados terminarían el trabajo.

Observo horrorizada cómo primero Briand y después Lowen son atacados sin piedad por el pavoroso descendiente de Bisóodi. Siento la tentación de correr hacia ellos a aliviar el dolor de sus heridas pero esta no es una batalla en la que el tiempo juegue a nuestro favor.

Con cada ataquel del monstruoso jabalí, cae uno de mis compañeros y yo no puedo mantenerlos en pie a todos. Por fortuna, tampoco es necesario porque Briand cuenta con el cinturón encantado que le regalé y Lowen con la magia curativa de Kylian.

Lo mejor que puedo hacer es seguir perseverando con mis disparos y, aunque no soy una gran tiradora, confío en que el espíritu del padre Njiljeeh guiará mi mano para alzarnos con la victoria que tanto necesitamos.

El elfo intentaba por todos los medios tener un tiro limpio, uno con el que acabar con aquella bestia feroz que parecía salida de un cuento. Uno de miedo. Pero por más que lo intentara no había manera: sus compañeros se interponían una y otra vez, maniobrando alrededor del jabalí mientras éste tampoco estaba precisamente quieto.

Pese a todo Glinthalas apuntó lo mejor que pudo y se concentró en disparar la flecha en el momento justo. Esperó y esperó durante largos segundos ─que a él le parecieron una verdadera eternidad─ hasta que por fin creyó ver su ventana de oportunidad... y la flecha voló libre de la tensión de su arco hasta perderse entre la inmensidad verde del bosque.

Tratando de no empeorar la situación había disparado demasiado algo y un poco desviado. Al menos, eso sí, no había acertado a ninguno de sus compañeros.

Agachándose temerariamente a recoger su ronca del suelo, Briand se arriesga a ser corneada por el desquiciado jabalí pero éste se encuentra tan entretenido ensañándose con Lowenherz, que apenas presta atención a la noble de Kalaman, algo de lo que no tarda en arrepentirse. El arma de tres puntas se hunde profundamente en su carne, haciéndole chillar de dolor.

Las heridas son tantas y tan graves que parece un milagro que el animal todavía continúe en pie, pero lo hace contra todo pronóstico. Glinthalas intenta poner fin a esta situación anómala con un nuevo disparo letal, pero su flecha vuela unos centímetros desviada y se pierde entre la maleza.

Tan ensangretado como su atacante, Lowen intenta hundir su espada sobre el lomo de la criatura en una estocada mortal pero su arma es desviada por las impenetrables planchas óseas que recubren algunas zonas de su cuerpo porcino.

Consciente de que su vigoroso compañero no aguantará mucho más, Kylian acude tan deprisa como puede en su auxilio, invocando el poder curativo de Gilean y obrando el pequeño milagro sanador que Lowen tan desesperadamente necesita. El hechizo llega justo a tiempo, pues una nueva embestida del jabalí con sus ramificados colmillos a punto está de partir en dos al guerrero. Solo la oportuna intercesión divina logra evitar la tragedia pero, a causa de las masivas hemorragias que sufre su cuerpo, Lowen es incapaz de sostenerse y se desploma en el suelo, sumiéndose en la apacible bendición de la inconsciencia.

Lyam aprovecha la situación para buscar la retaguardia de la bestia y acosarla desde allí, hundiendo su lanza prestada en la carne de la criatura y obligándola a apartarse del cuerpo inerte de Lowen.

Desde la relativa seguridad que le proporciona la distancia entre ella y el jabalí, Lluvia Estelar coloca un nuevo virote en su ballesta y logra hacer diana en el cuerpo de la criatura. Por desgracia, ésta se resiste a morir.

¡Otra más, otra más! ─exclamó mentalmente el elfo, tremendamente estresado por la situación.

Resulta curioso el cambio de percepción que se sufre en situaciones de gran ansiedad, cuando la violencia se desata y la supervivencia se decide en segundos, sino en décimas de segundo. Por un momento el joven elfo vio como su flecha se perdía en la espesura, pero para entonces el arquero ya tenía una nueva entre manos, sus plumas acariciando la yema de sus dedos.

Aquella flecha ─¿la segunda? ¿la tercera? ¿la cuarta? Era difícil saberlo, los disparos se le juntaban en la memoria por el caos del combate─ debía impactar. Todas debían, claro, pero esta vez era crucial: Lowen había caído. Sin el musculoso guerrero para interponerse entre aquel monstruo y ellos el grupo estaba condenado, sólo era una cuestión de tiempo. Llegado el momento el pícaro tal vez pudiera recuperar viejos hábitos y arrancar a correr con todas sus fuerzas para ponerse a salvo... pero no sería aquel día.

Glinthalas todavía maniobraba alrededor de la bestia, esquivando los movimientos de sus compañeros, cuando Lowen cayó. Aquello era una desgracia, pero también una oportunidad. La bestia la tenía de cara, mirándole, flanqueada por los numerosos combatientes. Aquella sí era su oportunidad. No la desperdició.

La bestia prosiguió con su embestida enloquecida, cabeceo tras cabeceo contra el aprendiz de caballero. A pesar de la voluntad de lowen, salvando las defensas que ofrecía su armadura y su instrucción militar. Clavó de nuevo sus pesados colmillos en su carne acabando con el bravo guerrero en el suelo, pálido y sudoroso, totalmente inconsciente.

De nuevo, sujetando el símbolo sagrado de su cuello, tocó el cuerpo ahora inerte de su compañero para insuflarle nuevas fuerzas. Nadie le negaría la oportunidad de forjar su propio destino y enfrentar las pruebas para ser caballero.

- Gilean, padre del conocimiento, ofrece nuevas fuerzas a este guerrero. Necesitamos de su fuerza para mantener el equilibrio, otro guerrero del bien en tiempos aciagos.

De nuevo una luz rojiza se extendió por la piel y la armadura de Lowen, devolviendo la sangre a su cuerpo maltratado, cerrando las heridas e influyendo nuevas fuerzas para seguir el combate.

Armada con su lanza de tres puntas, Briand acomete una vez más a la criatura con la esperanza de acabar con ella de una vez por todas. El arma de asta se hunde profundamente en el costado derecho de la criatura, atravesando carne, tejidos y pulmón.

Vomitando sangre y gruñendo como un poseso, el jabalí se revuelve tratando de morir matando pero una flecha de Glinthalas pone fin a su agonía antes de que tenga ocasión de vengarse de algún otro de vosotros. La saeta, disparada prácticamente a bocajarro, le entra a través del ojo izquierdo y desaparece por complejo en el interior de su cráneo.

Antes incluso de que el animal haya terminado de derrumbarse, Kylian ya está atendiendo a Lowenherz con diligencia y éste no tarda en recuperar la conciencia y descubrir a su monstruoso verdugo yaciendo sin vida a sus pies.