Partida Rol por web

Sintiendo sus energías renovadas gracias al conjuro sanador de Kylian, Lowen avanza con determinación hacia su enemigo. El suboficial de los caballeros de Neraka parece decidido a desembarazarse de Glin antes que de los demás y el escudero solámnico se vale de esa oportunidad para colocarse a su espalda y hundirle su arma hasta la empuñadura por debajo de su negra coraza.

Con la sangre resbalando por la comisura de los labios, el nerakano intenta darse media vuelta pero las rodillas le fallan y termina desplomándose bocabajo sobre el suelo, mientras la vida se le escapa rápidamente a través de su herida mortal.

En el exterior del campamento, todavía se escuchan las voces de los mercenarios que se han congregado a las puertas de la mina. Han dejado de disparar porque ya no os tienen a ninguno en su línea de tiro, pero está claro que no se quedarán ahí de brazos cruzados indefinidamente. Este no es un lugar seguro donde descansar.

Dos serpenteantes túneles parten desde la caverna en la que os encontráis. Uno hacia el este, donde se ven rodadas de carretillas; el otro hacia el sur, desde donde han llegado los refuerzos para la pareja que montaba guardia en este lugar. Ambos pasillos se encuentran ahora en completo silencio y dónde desemboca cada uno de ellos es un absoluto misterio para vosotros.

─Argh, estoy... herido. ─dijo el joven elfo, retrocendiendo hasta la pared más próxima con una mano tratando de taponar la herida causada por el suboficial.

Aquel hijo de perra había abandonado un combate justo (o injusto, en realidad, puesto que Lowen iba sin coraza) y había decidido tomarla con Glinthalas, ahora gravemente herido. El arquero sentía como la vida se le escapaba entre las manos. No era una sensación a la que estuviera acostumbrado... ni a la que quisiera acostumbrarse. Sin embargo, tenían perseguidores y debían proseguír su huída hacia delante. Si tan solo pudieran curarle un poco...

─Hay... hay que seguir adelante... ─dijo tratando de reincorporarse con un gesto de dolor.

Experimento un alivio inmediato en las magulladuras y contusiones provocadas por la caída en el campamento enemigo. Por esta mejoría y por no tener que lamentar heridas por parte de mis enemigos, doy gracias a los espíritus de mis antepasados y en especial a Sahanahráy iiná.

Sin embargo, no todos tenemos la misma fortuna. Lowen, Briand y Glin sentido en sus carnes el mordisco del acero y, aunque los dos primeros han sido sanados de sus dolencias, el intrépido elfo de nuestro grupo todavía padece grandes dolores que me apresuro a apaciguar.

—No, no te levantes, quédate sentado en el suelo y toma mis manos —le pido, mientras tomo asiento frente a él—. Has luchado como un bravo y ahora mereces descansar. Los demás cuidarán de nosotros. Cierra los ojos y visualiza los fragantes prados y las poderosas montañas. Vayas donde vayas, los espíritus de tu pueblo viajan contigo y te observan. Hoy todos ellos se enorgullecen de tu coraje.

Mis manos encallecidas aprietan cariñosamente las suyas, ahora frías y temblorosas a causa de la sangre perdida. Está débil pero es un luchador y pronto mis fueras alimentarán el vigor que le falta, aunque para ello deba entrar en trance.

AH-UH NAYAH OH WA OH WA SHON-DAY OH WA OH WA SHON-DAY CAN-NON NON NOHA AH-UH NAYAH OH WA OH WA SHON-DAY OH WA OH WA SHON DAY YEHA NOHA AH-UH NAYAY TOR SHNA NENA NAY YAYAH NENA NAY YAY YEHA NOHA AH UH NAYAY TOR SHNA NENA NAY YAYAH...

Cuando por fin había terminado de reincorporarse con pie firme, la contienda parecía haber finalizado. Su paso se calmó entonces, dejando que su respiración retomase un ritmo más lento a medida que caminaba descuidando ligeramente la guardia mas sin soltar sus armas. Lluvia nuevamente se encontraba realizando sus ritos que, siendo sincera, de momentos le perturbaban un poco. De no saber que los mismos eran sanadores, de seguro le asustarían por dentro.

- No tenemos demasiado tiempo. Éste debió representar su último refuerzo. Los siguientes vendrán por fuera tan pronto concluya nuestra distracción exterior. - No se tardó en decir, mientras observaba el cuerpo inerte del caballero que parecía ser el oficial en el suelo. Poseían una ventana de tiempo demasiado limitada y ya habían logrado entretenerlos demasiado. - Debemos apresurarnos. Uno de los sitios debe contener los huevos, el otro los prisioneros. Lowenherz, Mística, diríjanse cuanto antes por ese túnel. Glinthalas y mi persona inspeccionaremos el otro. - Instruyó con notorio apuro en su voz, señalando al primer dúo propuesto hacia la cavidad del este, aún con la batalla concluida no podían olvidarse de lo tensa de su situación.

Encarando ella hacia el sur, sin demasiadas intenciones de esperar cualquier duda o vacilación, se detuvo un instante para hablar con el clérigo. - Kylian, por favor vigile la entrada. Es nuestra única vía de salida, de ser rodeada será menester saberlo cuanto antes para abortar nuestra misión de inmediato. - Confiándole aquella responsabilidad, antes de continuar a paso ligero hacia el interior de la caverna.

Durante aproximadamente treinta largos segundos mis sentidos se apagan mientras transfiero mi propia energía vital a Glinthalas. En ese tiempo dejo de ver, dejo de oír e incluso dejo de sentir las manos de Glin entrelazadas con las mías. En mi cabeza todavía retumba la salmodia tribal que mis labios inmóviles son incapaces de seguir pronunciando.

AH-UH NAYAH OH WA OH WA SHON-DAY...

Pero, poco a poco, las intromisiones del exterior van penetrando a través del místico trance con una voz irritante y autoritaria que termino reconociendo como la voz de Briand. Por suerte, todavía no soy capaz de entender lo que dice.

También la visión regresa paulatinamente a mis ojos abiertos y distingo al infalible arquero silvanesti totalmente repuesto de sus heridas. Le dedico una sonrisa cansada y suelto sus manos. Ahora son las mías las que están heladas a causa de la trasmisión energética.

En otras circunstancias también me preocuparía de atender a nuestros enemigos derrotados, pero en estos momentos puedo sentir la presencia de Ethani urgiéndome a no perder el tiempo con ellos y a liberar a su prometido. El espíritu de la jovial kender asesinada por los goblins debe ser escuchado para que pueda continuar su viaje hacia el Más Allá. Ese fue mi compromiso al venir aquí y pienso cumplirlo aunque para ello tenga que agotarme a mí misma.

—¿Entonces, por dónde vamos? —pregunto a mis compañeros, mientras me reincorporo del suelo.

Lo primero que Lluvia Estelar sintió al regresar de su trance místico fueron las manos del joven elfo todavía entrelazadas con las suyas. Glinthalas no la había abandonado en ningún momento.

─Gracias ─dijo simplemente cuando percibió que la bárbara volvía en sí y era capaz de entender sus palabras.

Luego se giró hacia la autoproclamada líder del grupo y su gesto se volvió adusto, duro... élfico. Había vivido mucho, mucho más que sus compañeros de aventuras. Y no estaba dispuesto a perder a nadie. No ahora, no así.

─Os quiero muertos... ─aseveró Glin en tono profundo e inesperadamente duro─ de viejos. No aquí. No nos separemos, se nos da bastante bien cuidar los unos de los otros. Empecemos por un pasillo y si nos equivocamos al menos habremos ganado algo de tiempo. Ya volveremos al otro. Pero nuestro éxito se ha basado en seguir juntos. Por separado no vamos a sobrevivir. Lady Briand, escoged el pasillo, pero iremos todos juntos ─afirmó.

El tono del elfo no admitía réplica, de la misma manera que su alma no admitía señor. Puede que hasta el momento hubiera consentido en hacerle caso por conveniencia, pero nunca había hecho nada en contra de su voluntad. Y ahora no iba a empezar. Le había hecho una concesión a la noble ─que seguro que no vería─, pero lo había hecho en beneficio de una decisión rápida.

Con una última estocada, Lowen había rematado a aquel suboficial. El guerrero se había dado un baño de sangre, y sentía que algo se transformaba dentro de él. Aquella fuerza nacía quizá del logro obtenido recientemente. Soñaba con ser un caballero de Solamnia, y ahora luchaba para convertirse en el azote del mal. Extrajo la espada del cuerpo de su enemigo sin saña, y lo dejó reposar en el suelo, mirándolo un instante. Después limpió el acero, y lo envainó.

- Luchaste con fiereza, siervo del mal. Descansa ahora y paga por tus pecados.

Mientras sus amigos departían sobre qué hacer, Lowen corrió a recuperar su mangual y el saco con su armadura. Comenzó a ceñirse esta tan rápidamente como podía. Sus amigos discutían sobre qué hacer, Lluvia invocaba el poder de los espíritus una vez más, y alguien dijo algo sobre separarse.

- Estoy con Glin, no debemos separarnos. - dijo él, con firmeza - Y mucho menos debe quedar alguien solo atrás, a merced de las ballestas de esos mercenarios.

Señaló al túnel por el que se veían las marcas de las carretillas.

- Los prisioneros estarán por ahí, abriendo nuevas grutas. - y añadió - Y por el otro lado estarán los huevos de dragón. Los caballeros venían de ese lado, y a buen seguro que se alojan cerca de su bien más preciado.

Seguía colocándose las piezas de la coraza mientras reflexionaba.

- Rescatar a los reos es importante. - dijo con pesar - Pero la destrucción de esos huevos es más acuciante. Si hemos de morir todos aquí, que al menos sea haciendo el mayor bien posible. Diría que vayamos en esa dirección. - señaló el pasillo por el que habían emergido los caballeros.

Era la primera vez que Lowen se oponía abiertamente a una orden de Briand. Dado su orígen humilde, se sentía impelido a obedecer a la noble. Pero, desde que le nombrasen escudero, algo había cambiado en él. Ahora sentía que se debía a algo más grande, y así actuaba.

Mientras Kylian ayuda a Lowen a ponerse su coraza, Briand y Lluvia Estelar vigilan los movimiento de los mercenarios congregados en el exterior de la cueva. Allí hay al menos una docena de ellos armados con mazas y ballestas que discuten atropelladamente entre sí como si estuvieran faltos de un liderazgo claro que les indicase qué hacer a continuación.

Por el momento, la contemplación de la carnicería que habéis perpetrado les disuade de intentar entrar por la fuerza por temor a que los acribilléis desde el interior, pero es probable que no tarden en reunir refuerzos o en encontrar alguna herramienta que les ayude a echar la puerta abajo. Y, cuando eso ocurra, ninguno de vosotros querréis estar aquí.

Glinthalas aprovecha el tiempo de espera para adelantarse en solitario e internarse por el pasillo sur, por el que han ido apareciendo caballeros de Neraka. El camino es de roca natural, ensanchado artificialmente para dar cabida a un hombre corpulento sin esfuerzo en aquellos puntos en los que el pasaje era más angosto. El túnel se ramifica al cabo de unos cuantos metros en dos direcciones: una que continúa hacia el sur y otra que lo hace hacia el oeste. El pasillo lateral es recto y desemboca en lo que a simple vista parece ser algún tipo de dormitorio comunal del que no surge ningún sonido. El camino del sur continúa serpenteando y resulta imposible saber qué hay más adelante sin avanzar por él, pero el sigiloso elfo escucha un llamativo ruido de agua en esa dirección.

Temiendo ser sorprendido por fuerzas enemigas si se aleja demasiado de sus compañeros, Glin regresa junto a ellos para contarles lo que ha visto y oído.

La situación ahí fuera se está volviendo más complicada por momentos y dudo mucho que consigamos salir por donde hemos entrado. A menos que consigamos acabar con todos ellos situándonos en un lugar ventajoso desde el que combatirlos sin que su superioridad numérica resulte determinante. Aquí, donde estamos, seremos presa fácil si logran entrar y ni siquiera el acorazado Lowen podrá detenerlos.

—Te seguimos, Glin. Solo espero que esos huevos de dragón no estén en el fondo de un lago o algo así. Yo no sé nadar y estoy segura de que me hundiría como una piedra si tuviera que bajar a buscarlos.

Intento coger una de las antorchas que iluminan las paredes, puesto que las mías se han quedado en las alforjas de Duna. ¡Mi pobre Duna! A saber qué la habrán hecho esos malditos cortabolsas de ahí fuera... Me temo que, después de todo lo que hemos tentado a la suerte últimamente, esta vez si que hemos perdido a nuestras bestias de carga para siempre.

─Voy a seguir el camino que pasa junto al dormitorio de donde vinieron estos ─dijo el elfo refiriéndose al grupo de guardias que habían acudido a la entrada para intentar acabar con ellos─ Id avanzando, que nadie quede rezagado.

Si hubiera recibido otro tipo de entrenamiento Glin hubiera aprovechado el tiempo improvisando algún tipo de trampa, pero lo que sabía hacer (y no lo hacía nada mal) era deslizarse por las sombras en extremo silencio, incluso en un entorno como aquel, en el que cada paso resonaba como si fuera un ejército. Esa cualidad ahora le vendría muy bien. Siempre y cuando, claro está, siguiera habiendo algo de luz con la que poder seguir avanzando.

Ironías de la vida, él que abogaba por permanecer juntos, ahora se destacaba en solitario. Y, sin embargo, no se sentía mal por ello: exponía su vida, no la de los demás. Y era bueno en lo que hacía. Ninguno de los componentes del grupo podría avanzarse como él sin anunciar su presencia a los cuatro vientos. De hecho, incluso llevándoles varios metros de distancia, se sentía eclipsado por los ruidos que generaban...

- ...Muy bien. Pero nadie morirá hoy. - Suspiró y sentenció sin más, los dos hombres del grupo parecían aferrados a una decisión que ella consideraba insensata, o carente de suficiente pensamiento. Hombres... No había tiempo para discutir, sin embargo, y de alguna manera u otra concluirían con su objetivo principal, el destruir los huevos. Sólo esperaba que su suposición fuese correcta y no encarasen por el camino equivocado, de lo contrario les tocaría retirarse apresuradamente con las manos vacías. Al ir juntos, había que ser realistas, restaban nulas posibilidades de soltar a los esclavos luego. Al menos Lowenherz comprendía esa parte, aunque sacrificar sus propias vidas por ello, aún le parecía inaceptable.

Mientras el guerrero se calzaba su pesada coraza, la noble se dedicó a desamarrarse el escudo del antebrazo y hacerlo nuevamente contra su espalda. Envainó su espada, y preparó en sus manos su larga arma de asta. Si el camino a seguir se volvía tan estrecho como el arquero aseguraba, le sería de mayor ventaja estratégica. Aunque dudaba que quedasen amenazas aguardando de ese lado, lo peor que temía, era el tiempo y se estaban tomando demasiado.

Más allá de eso, era cuestión de avanzar y terminar con su trabajo tan pronto les sea posible. Pasó de los dormitorios improvisados de la guardia, poco le interesaban ahora., y continuó con rumbo firme hacia el sendero más húmedo de la gruta.

Lowen asintió a las palabras de Glinthalas, y sonrió ante la determinación de Briand. Alguien moriría hoy, seguro, incluso sin contar a los que ya habían masacrado. La cuestión era si serían ellos, o sus enemigos.

- Sigue Glin, vamos tras de ti. - susurró.

Lowen sacó el arco largo, colocando una flecha en la cuerda para estar listo para disparar si algo surgía en su camino. Desde allí resultaba complicado saber cuál era el camino correcto, si es que había alguno. El rumor del agua atraía, quizá les diese una opción de huir, pero el elfo llevaba la iniciativa y Lowen no pensaba separarse.

Glinthalas toma la delantera una vez más pero, en esta ocasión, todos los demás le seguís a través de los pasadizos subterráneos hasta llegar a la encrucijada que se bifurca en dos direcciones.

Mientras el intrépido elfo continúa su avance en solitario a partir de este punto, los demás tenéis ocasión de echar un rápido vistazo al acuartelamiento. Una amplia estancia excavada en la roca y provista de una decena de sencillas camas de madera con colchones de paja y un pequeño baúl situado a los pies de cada una de ellas.

Los arcones de madera no están cerrados pero tampoco descubrís en ellos más que algunas mudas no demasiado usadas, un par de dagas de aspecto bastante corriente y unas pocas piezas de acero.

No tenéis mucha ocasión de examinar la estancia con detenimiento antes de que Glin regrese junto a vosotros con noticias de lo que ha visto más adelante.

El temor a ser descubierto por ellos hace que no te detengas demasiado en examinar la estancia con mayor detenimiento antes de que regresar junto a tus compañeros con las noticias de lo que has visto.

Lowen relajó momentáneamente el esfuerzo de su brazo, dejando el arco y la flecha apoyados sobre un camastro. En lo que volvía Glinthalas, se afanó en rebuscar por el suelo por si hubiese alguna trampilla que ocultase algo. También comprobó el peso de los arcones, para ver si estos se podían mover.

- Con esto podemos improvisar una barricada, si tenemos que defendernos aquí de nuestros enemigos. - comentó, mientras se afanaba por mover uno de ellos - Con suerte podremos contenerles largo rato.

Miró a su alrededor, procurando identificar estrechamientos del terreno donde pudiesen defenderse con mayor facilidad. Lo único que le preocupaba es que allí dentro eran como conejos en la madriguera: cualquier fuego les obligaría a salir, quedando a merced de sus enemigos.

Dejar atrás la carnicería de jóvenes aspirantes a caballeros supone para mí un alivio. Tantas vidas truncadas, tantas almas furiosas y sin descanso... Esta cueva será un lugar atormentado durante años, estoy segura.

Sigo a nuestro guía lo mejor que puedo, intentando sin demasiado éxito chocar lo menos posible contra las paredes del estrecho pasillo. Por desgracia, cuando no tintinea mi camisote de mallas, son mi lanza o mi escudo quienes se golpean contra algún saliente.

Que no nos salga ninguna nueva amenaza al paso solo evidencia que Briand tenía razón en cuanto a que no quedan más defensores. Lo más probable es que estemos tomando tantas precauciones en vano, pero aún así es mejor pecar de precavidos y viajando en tan buena compañía es fácil sentirse segura.

Los despojos terrenales de los escuderos asesinados me provocan una gran intranquilidad y no deseo ni apropiármelos, ni tocarlos siquiera. Los espíritus sienten un fuerte apego por sus posesiones personales y no tengo intención de disputarle a nadie ni unas cuantas mudas sucias, ni unos cuchillos, ni un puñado de monedas.

Lo cierto es que deseo salir de este dormitorio cuanto antes y es un alivio ver regresar a Glin de una pieza.

—Cuéntanos, ¿qué has visto? ¿Has encontrado los huevos o los prisioneros, o debemos volver por donde hemos venido?

Glinthalas regresó con paso liviano hasta el grupo. Estaba recubierto ligeramente de humedad (que no sudor si uno pretaba suficiente atención). Al llegar sonrió a la dulce Lluvia, tan fuera de lugar allí, tratando de transmitirle tranquilidad.

─Un poco más adelante hay una estancia lateral vacía. Tras ella, hacia el sonido del agua, hay una sala grande inundada de vapor y del sonido de burbujeos. Ese ruido seguramente ocultará el vuestro al acercarnos, si los dioses nos sonríen de una vez. Hay dos draconianos con alas doradas o cobrizas haciendo guardia ahí. Llevan grandes cimitarras. Tal vez podríamos lanzar una andanada de flechas antes de que puedan reaccionar... ─sugirió el elfo.

La puntería del arquero del grupo en situaciones similares empezaba a ser francamente buena y eso podía allanar considerablemente la dificultad de aquel enfrentamiento, pero era poco realista pensar que abatirían a esa pareja de escamosos con tanta facilidad. Presentarían batalla y no sería nada agradable.

─Vamos antes de que consigan entrar los de fuera. Salvo que queráis intentar contenerlos aquí, claro está... Aunque me parece que donde están los draconianos tiene puntos de ser donde están incubando los huevos.

La noble escuchó al reporte del silvanesti, y arqueó ligeramente una de sus cejas sin mucha expresión adicional ante alguna de las palabras de éste. Por su propio bien, asumiría que se refería al olor de su perfume que pudiese delatar su presencia, y no a que estuviese insinuando que la joven portaba con un mal olor.

- Acabemos con ellos rápido entonces. El tiempo no nos apremia. - Sentenció con seriedad acompañando el sentimiento del elfo, y dispuesta a avanzar por el estrecho pasadizo con su ronca en frente. Tenían que avanzar y hacerlo con celeridad, por muy ventajoso que pudiese ser el preparar el terreno a su favor, debían asumir un enfrentamiento directo. Cada minuto que invirtiesen podían pagarlo con peores condiciones para su escape.

Lowen sonrió al elfo, dándole una palmada en la espalda en reconocimiento al trabajo bien hecho. Realmente Glin representaba muchas cosas que no se alineaban con la Medida, pero era indudable que era valeroso, y sus habilidades tenían una importancia inimaginable en aquellos momentos.

- Mi único temor es que nuestros enemigos de la puerta logren traspasarla pronto. Aquí quizá podamos atrincherarnos, usando las armaduras y los arcones como barricada. - suspiró, mirando inconscientemente a Briand a la espera de que dictase nuevas órdenes. Su autoridad parecía haberse debilitado un poco, pero en sus mentes la noble seguía gozando de cierta preponderancia - Me parece bien atacarlos con flechas y abatirlos. Si vamos a hacer esto, que sea pronto.

Trató de pegar el oído al túnel, para ver si captaba algún sonido. ¿Estarían intentando echar abajo la puerta?

Los arcones de madera de la habitación son pequeños, de unos treinta por sesenta centímetros. Lo suficiente como para guardar algunos pocos efectos personales y lo bastante ligeros como para que Lowenherz pueda moverlos con facilidad si lo desea aunque probablemente no obstaculizarán demasiado el paso de los mercenarios una vez que consigan entrar.

Aun así, Lowen se afana en amontonarlos todos en el pasillo junto con algunos catres para ralentizar el avance enemigo, incluso aunque eso pueda dificultar también vuestra retirada. A continuación, se sitúa en primera línea y Briand va detrás, con su ronca. Glin y Lluvia Estelar les siguen con sus respectivas armas de proyectiles preparadas y Kylian cierra el grupo, armado con su recio bastón y mirando continuamente hacia atrás.

De este modo, pasáis de largo la segunda estancia que lo único que contiene son tres camas, un escritorio y una silla. Os deteniéndoos apenas lo justo para comprobar que se encuentra desocupada también y seguir vuestro camino.

Un sonido burbujeante aumenta a medida que avanzáis por el pasillo y no tardáis en descubrir una estancia cubierta de vapor de agua que os dificulta la visión. Dos figuras corpulentas, los draconianos a los que Glinthalas se ha referido anteriormente, están apostadas no muy lejos de la entrada pero el vaho os impide ver qué hay más allá.

Aprestáis vuestras armas para lanzar la primera andanada de proyectiles cuando escucháis a la pareja cuchichear entre sí y girarse hacia vosotros con sus grandes alfanjes.