Partida Rol por web

De nuevo Kylian golpeó al aire cuando trató de acuchillar al muerto viviente. Estaba realmente cansado y necesitaba saliena tomar el aire, descansar y recuperar fuerzas. Por desgracia, para que ese momento llegara, tenía al menos que acabar con aquella criatura y encontrar una salida, que esa era arena de otro costal...

Una y otra vez te afanas por atravesar con tu ensangrentado cuchillo las duras escamas de tu adversario, pero esta vez el éxito se niega a acompañarte y tus fuerzas menguan rápidamente.

La única nota positiva es que tampoco tu rival está siendo capaz de superar las defensas sagradas que has invocado a tu alrededor.

- ¡Muérete ya! - Alzó la voz enfadado.

Una cuchillada se incrustó en el cráneo del no-muerto. Su cabeza se abrió como un melón, pero aún así aquella criatura siguió en pie tratando de dar combate al sacerdote. No, no le haría casó. Si Kylian lo quería muerto, tendría que esforzarse más.

Logras asestar una puñalada en la cabeza a tu atacante pero el cuchillo no consigue atravesar su cráneo. Tus fuerzas sobrenaturales te han abandonado y ahora ya no te resulta tan sencillo imponerte físicamente a tu enemigo.

Lo que sí consigues es retroceder a tiempo de esquivar el torpe zarpazo con el que él responde a continuación. Puede que la situación se haya vuelto bastante más complicada pero tú sigues siendo un hombre de recursos.

De nuevo Kylian lanzó un golpe con la daga que se alejó bastante del no-muerto. Había vuelto a fallar y era algo preocupante, pues además de agotado, la fuerza sobrenatural con la que había estado asestando golpes por encima de sus posibilidades, le había abandonado.

Tras los primeros compases de la batalla, parece que la contienda está igualada y que finalmente te has topado con un enemigo a tu altura. Como quiera que sea, lo cierto es que ni uno ni otro conseguís causaros daño mutuamente y, en este escenario, eso es muy peligroso para ti que eventualmente necesitarás descansar y alimentarte. O defenderte de algún nuevo muerto viviente que asome por aquí atraído por el ruido de la refriega.

Kylian conectó una serie de golpes rápidos contra su oponente. Golpe a golpe fue abriéndose paso a sus partes más endebles, pero ahora, sin la bendición de Gilean, cierto era que se hacía cada vez más complicado dañar a esas criaturas.

Poco a poco tus desesperados esfuerzos por imponerte sobre tu adversario van dando sus frutos. Atrás han quedado los tiempos en los que conseguías acabar con ellos de un par de buenas cuchilladas. Agotado y jadeante por el esfuerzo, te afanas por desembarazarte de él.

La única nota positiva es que, hasta el momento, el muerto viviente no ha sido capaz de herirte con sus garras y lentamente va cediendo terreno frente a tu determinación.

Kylian ya sudaba la gota gorda por acabar con aquel ser de ultratumba. Siguió conectando algunos buenos golpes, junto a otros no tan buenos. Por suerte para el sacerdote, aquel no-muerto estaba resultando ser todo un inútil en el combate y era más probable que se hiriera a si mismo con la daga de Valev, que lo hiciera su enemigo a base de mordiscos y arañazos.

Consigues acuchillar una vez más a tu enemigo pero su sangre ennegrecida hace que el arma resbale de tu diestra y a punto está de caérsete al suelo. En un alarde de reflejos, logras recuperarla en el aire con tu mano izquierda.

El hombre-lagarto embiste contra ti, aplastándote contra la pared que tienes a tu espalda y arañando tu pecho en un vano intento de llegar con sus garras hasta tu corazón. Para su desgracia, sus uñas rotas y amarillentas no son rivales para tu dura coraza de acero.

En un alarde de gallardía, Kylian dio un empujón a la bestia y logró el espacio suficiente como para asestarle un navajazo a la altura del bajo vientre, derramando casi de inmediato sus interioridades por el suelo de piedra del laberíntico zigurat. 

- ¿Has tenido suficiente, higo chumbo? - Le preguntó con la esperanza de que en efecto fuera así, aunque supiera que no obtendría respuesta alguna por su parte.

Cansado tras aquel combate, Kylian estaba decidido a acabar con cuántos más de aquellos seres hasta agotar sus fuerzas definitivamente. Por ello oró a Gilean pidiendo de nuevo sus bendiciones y preparándose para el combate. Usaría el símbolo sagrado como último recurso, pues no se fiaba de que no fuera a ser interpretado por el dios de la Neutralidad como una herejía al ser un símbolo de Zeboim. Pensaría en ello, pero más adelante y una vez hubiera agotado todos sus recursos. 

Sin más siguió avanzando a ver a dónde le llevaba aquel camino y si no tenía salida como empezaba a pensar, correría para desandar lo andado y seguir buscando respuestas y sobre todo, una salida de aquel lugar al que todavía no entendía que había ido a hacer. 

Rezas un par de apresuradas oraciones y sigues tu camino unos pocos metros más, dejando atrás a tu última víctima, hasta que desembocas en un largo pasillo que se abre a derecha e izquierda. Suspiras aliviado al no descubrir más muertos vivientes acechándote por el momento.

A tu derecha, el pasillo gira nuevamente seis metros más allá. A tu izquierda, la senda es tan larga que la luz que proyecta tu bastón no basta para que puedas ver dónde termina.

Te das a ti mismo unos segundos para recobrar el aliento y decidir en qué dirección continuar.

Kylian decidió ir hacia su derecha, pues estaba convencido que nada encontraría regresando hacia la entrada del zigurat, la cual sospechaba que estaba en ese dirección. Sin más, corrió hasta la curva de aquel pasillo, y acto seguido esgrimiendo su daga por encima de la cabeza, cargó contra el primer no-muerto que se interpusiera en su camino.

Continúas con paso firme por el pasillo de la derecha y, al doblar la esquina, ves al fondo un nuevo muerto viviente. Avanzáis el uno hacia el otro pero en los últimos metros tu oponente tropieza con su propia cola y tú aprovechas la oportunidad para clavarle la daga hasta la empuñadura.

Kylian lanzó un nuevo cuchillazo contra el torpe no-muerto, pero quién fue torpe en aquella ocasión a la hora de golpear, fue él. El poco espacio que había en aquellos pasillos provocó que se golpeará la pared y eso provocó su error a la hora de hacer aquello que tan bien se le estaba dando, destruir el fruto del mal. 

Cuando tu daga se clava entre las piedras de la pared, tu adversario ve su oportunidad de vengar la cuchillada que le has infligido. Pero una nueva intercesión de tu dios desvía el ataque de sus garras, haciendo que pasen rozando tu mejilla izquierda.

La daga de Valev volvió a catar aquellos fluidos hediondos, tras arrancar un nuevo pedazo de carne purulenta de su abdomen. Por experiencia, el sacerdote guerrero sabía que no iba a caer tan rápido, pero poco le faltaba para reunirse con la gran sierpe que debía tener por dios cuando aún estaba vivo. 

Un ruido a tu espalda te sobresalta. Un segundo muerto viviente desarmado ha ido ganando metros mientras combatías al primero, situándose en tu retaguardia y cortándote la retirada.

A pesar de la adversidad creciente y de la distracción creada por este nuevo adversario, consigues esquivar una vez más la acometida del malherido hombre-lagarto al que combatías en primer lugar.