Partida Rol por web

Los caballeros no atacaron a Iblirack, el bakali u hombre-lagarto, como inicialmente habían asumido, sino que su casi-muerte se había debido al ataque de un pequeño dragón anfibio y a la ineptitud de un compañero suyo. Algo poco digno, sí, pero comprensible cuando te ves sumergido en el caos de un combate. En los combates a veces pasan cosas que en otros contextos resultarían inconcebibles.

En otro orden de cosas, el hombre-lagarto acababa de revelarles varios datos muy interesantes, a saber:

1) que Iblirack sabía dónde se escondían los caballeros.
2) que un tal "amo" Mohrlex, irascible e impaciente, se beneficiaba del tributo que pagaban los caballeros por estar en el pantano y por usar a los bakali como mano de obra.
3) que el grupo necesitaba la aquiescencia de la Voz del Gran Señor para que les revelara la localización del escondite de los caballeros.
4) que los hombres-lagarto son supersticiosos y las acciones de Lluvia la hacían parecer a sus ojos una reencarnación o enviada de su diosa Krik'klettz.
5) que la Voz del Gran Señor, Esmani, reside en un lugar llamado Mohrlexctlan

Todo muy interesante, sin duda, pero ¿qué aplicación tenía todo aquello en la práctica para el grupo de héroes?

─Lo deseamos, Iblirack, te acompañaremos a Mohrlexctlan para hablar con la Voz del Gran Señor, pero antes acepta el ofrecimiento de Lluvia Estelar, cena con nosotros y descansemos. ¿Es este un buen lugar o nos recomiendas algún otro?

Lowen torció el gesto cuando la lagartija humanoide le dirigió un siseo agresivo. Después se encogió de hombros: parecía que al menos Lluvia le había agradado. La que-shú no tardó en desmentir las creencias del lagarto, aunque con suerte a este le daría igual. No quiso añadir nada más: estaba claro que no le había gustado a aquella cosa.

Por otro lado, les había dado alguna información útil, y quizá pudiese ayudarles a encontrar el campamento de los nerakanos. Pero habían hallado un lugar que parecía ser un paso frecuente de estos, y quizá no tuviesen que arriesgarse a ir con aquel humanoide.

Miró a Thorwyn con gesto interrogante cuando el enano aceptó la sugerencia de aquel lagarto. No quería expresar sus dudas delante de él, pero ya le habían invitado a cenar. Se lo tomó con paciencia, mientras rebuscaba en su mochila las raciones que le quedaban.

Enrielle observaba fijamente al bakali, con una mezcla de curiosidad y respeto.

— Nadie debería ser esclavo de nadie. — dijo simplemente, repitiendo las palabras de Lluvia Estelar mientras guardaba por fin su arco.

Luego miró a sus compañeros captando las miradas interrogantes. Así pues, no iban tan mal desencaminados, pero la situación se complicaba por momentos. Entendía que visitar una tribu de seres lagarto cuyos jefes estaban recibiendo tesoros de sus enemigos le parecía poco prudente, pero no tenían mucho más a lo que agarrarse. Al menos había algo, gracias de nuevo a la bondad incondicional de su compañera.

— Mejor descansemos y hablemos.

Y ciertamente que tenían que hablar, pero también blejos de los oídos de Iblirack. Y por ella lo harían, le pareciese bien a aquel ser o no.

—Essssste lugar esssss tan sssseguro como puede sssserlo en el pantano —responde el hombre-lagarto, aceptando el ofrecimiento de Lluvia Estelar y acompañándoos hasta las chocitas de mimbre—. Esssstamossss lejosssss todavía de Mohrlexctlan. Cuatro díasssss, tressss si remáissss con fuerzzzza y tenemossss la sssssuerte de que nada intente comernosssss por el camino. Viajar de noche essss muy peligrossso.

Se sienta frente al chisporroteante fuego que encendisteis justo antes de encontrarle y empieza a dar buena cuenta de las provisiones que la mística que-shu le ha entregado.

—No me habéissss dicho a qué habéissss venido a los Grandesss Páramosss. ¿A cazzzzar caballerossss? No encontraréissss muchosss por aquí. Lo que sssssí abunda como lassss malassss hierbassss ssssson losssss assssquerosossss goblinssss.

Un pantano peligroso, pues, según lo que daba a entender Iblirack. Si por él vagaban dragones anfibios, no debía ser precisamente un lugar donde relajarse. Bueno, un lugar con tantos mosquitos, humedad y calor era imposible calificarlo de confortable, eso estaba claro.

─Maldición, todas las cosas que llevaba para viajar están el mi segundo caballo, que se quedaron con tus amigos de la caravana... ─comentó mirando a la bárbara que-shu─ Os invitaría gustoso a un vaso de cerveza tostada o incluso a brindar por nuestras supervivencia con mi botella de hidromiel élfica, pero no llevo encima ni una sola ración de viaje, manta o tienda. Mataría por una bolsa de contención donde haber podido transportar todos los trastos sin que hubieran pesado apenas nada. Un objeto maravilloso, ciertamente. Todavía no lo puedo fabricar... Ah, Lluvia, la mochila la identificaré mañana por la mañana si no partimos pronto, o por la noche de lo contrario, tengo que memorizar el hechizo de Identificar, ahora mismo tengo preparados otros hechizos...

En efecto, el enano no había traído consigo ni una sola ración, con lo que se convertía en una carga más para el grupo. Si no podían cazar algo por el camino, pasaría bastante hambre. 3 ó 4 días eran bastantes sin comer...

Sé muy bien lo que es pasar hambre y penalidades; y también lo agotadora que resulta cargar con una mochila pesada cuando no se tiene la fuerza descomunal de nuestro Lowen. Por eso me resulta imposible no simpatizar enseguida con la situación de Thorwyn y compartir con él lo poco que tengo.

Atrás ha quedado mi acogedor tipi, pero he traído conmigo un par de mantas que me apresuro a extender en el suelo para que todos podamos sentarnos en ellas. Y sobre ellas deposito los frutos que he ido recogiendo a lo largo de la jornada por el pantano. Deberían ser suficientes para saciar su apetito y el mío pero si a Enrielle o a Lowen les faltan también provisiones, no dudaré en echar mano de las mías para que ninguno de ellos sufra el despiadado mordisco del hambre. Y, por supuesto, comparto también mis menguantes raciones de viaje con mi alegre Jiłhazhí devenido en cría de león.

Después, haciendo uso de la magia de los espíritus, conjuro un manantial de agua fresca y pura en el que todos podamos llenar nuestros odres y calmar nuestra sed.

Mientras todos disfrutamos de la cena en paz y concordia, no tengo reparos en sincerarme con Iblirack.

—Los caballeros de Neraka y sus secuaces han atacado muchos asentamientos pacíficos, matando a sus habitantes y robándoles lo que tenían. Los hemos seguido hasta aquí desde el otro extremo de la región, desde más allá de las montañas Astivar —saco mi arrugado e impreciso mapa y le señalo la ubicación aproximada de Belleria—. Los caballeros tenían en las montañas un campamento muy grande, con goblins, humanos y draconianos, pero ese campamento ya no existe. Lo destruyó un dragón —no entro en detalles sobre por qué la enloquecida Ysalla hizo tal cosa—. Teníamos entendido que encontraríamos a los supervivientes escondidos en algún lugar de este pantano pero, ¿dices que no hay muchos humanos por aquí? Sé que no puedes decirnos donde se esconden, pero le demostraremos a tu pueblo que somos dignos de confianza y que no tenemos nada en contra de los poderosos y orgullosos bakali de los Grandes Páramos. Al contrario, estaremos felices de liberaros de la esclavitud y la tiranía de aquellos que no saben reconocer el respeto que merecéis como señores del pantano.

Enrielle se sentó sobre las mantas con las piernas cruzadas y puso su mochila delante.

— Y yo mataría por esa cerveza tuya, enano. Pero ya habrá tiempo de brindar cuando salgamos de aquí. De momento habrá que conformarse con agua. En cuanto a raciones, a mí me quedan para ocho días. No es que nos sobren, pero estoy gustosa de compartirlas contigo. Al fin y al cabo, si no llega a ser por tí no estaríamos aquí. Lo único que hace falta es que nada intente comernos por el camino...

La exploradora escuchó a Lluvia Estelar. Ella se había convertido en la mejor conexión que tenían con los bakali, o al menos con aquel que había prometido interceder, de modo que la apoyaría en todo aunque personalmente tuviera ciertas reservas de contar demasiados detalles de su misión.

Lowen escuchó con cierto pesar a Thorwyn hablar de su falta de provisiones. Revisó su mochila, y vio que aún le quedaban para varios días. Él mismo había pasado bastante hambre en su viaje a través de las montañas, y no deseaba volver a encontrarse en una situación parecida.

- A mí también me quedan provisiones, podemos compartirlas entre todos para asegurarnos de tener qué comer. - dijo con tranquilidad - Pero me temo que si debemos pasar cuatro jornadas para llegar al asentamiento de los bakali, se nos agotarán por el camino. Quizá deberíamos forrajear un poco antes de partir.

Miró al lagarto, preguntándose de qué se alimentaría. Seguramente, de carne cruda que cazaría en aquella ciénaga.

- ¿Hay cosas que se puedan cazar por aquí? ¿Qué coméis los bakali?

Confió en que la respuesta no fuese "goblins".

Disfrutáis de la cena y de una instructiva conversación con Iblirack acerca de la variada dieta de su pueblo, que va desde los insectos a los caimanes, pasando por batracios, frutas, huevos, aves... y prácticamente cualquier cosa que pueda encontrarse en el pantano; incluidos intrusos de otras razas.

Os promete que a vosotros no os comerá porque viajáis con Krik'klettz pero, por algún motivo, no os resulta una promesa muy tranquilizadora; tal vez porque tampoco habla en nombre de toda su tribu.

Desconfiando de vuestro guía, insistís en establecer turnos de guardia de dos horas aduciendo que preferís estar prevenidos por si acaso vuestra hoguera atrae a algún depredador. Y, antes de iros a acostar, registráis el contenido de la mochila rescatada por Lluvia Estelar del almacén.

Encontráis una resplandeciente cadena dorada muy fina adornada con ópalos de fuego y jacintos alternados que emite un débil aura de evocación; muy parecida a la que el arcanista de vuestro grupo detecta en una trabajada varita de madera. También una delicada pulsera de perlas y plata que, aunque no es mágica, Thorwyn determina que posee un valor material que ronda las novecientas piezas de acero. Y, además, unos elegantes ropajes tejidos con hilos de oro y plata con filigranas tan finas como telarañas que emanan una débil aura de ilusión.

Al amanecer, antes de poneros en camino, forrajeáis por las inmediaciones del asentamiento bakali en busca de algunos alimentos guiados por Enrielle y Lluvia. Conseguís algo de fruta para vuestro desayuno y un conejo bastante escuchimizado pero suficiente para alimentar a vuestra leonina mascota.

Aunque la conversación con Iblirack resulta entretenida, no hay ningún aspecto de ésta que le sorprenda: ni la dieta de su pueblo (incluyendo otras razas sintientes), ni el pseudo-endiosamiento de Lluvia, ni su promesa de no comerse al grupo.

Lo que sí despierta el interés del enano es el contenido de la mochila que la bárbara tuvo a bien traerse del almacén. Una gran elección, seguro que sus espíritus le ayudaron. Desde luego era fácil detectar magia en aquellos objetos... y la pulsera de perlas y plata resultaba bastante impresionante también. Y, además, siempre podía utilizar las perlas de dicha pulsera para los hechizos de identificar del resto de objetos.

─Si os parece desengarzaré las perlas que necesito para el hechizo de Identificar para los 4 objetos encantados: mochila, cadena, varita y ropajes.

A la mañana siguiente el enano despertaría con las primeras luces, sino antes, y se puso a estudiar su grimorio con ansiedad. Sabía, por supuesto, lo que estaba buscando. Entre los hechizos que memorizaría para aquella jornada se aseguró que estuvieran dos Identificar, de manera que pudiera haber comprobado las capacidades de los objetos mágicos en sólo 2 jornadas. Y tras estudiar se dedicó, mientras sus compañeros forrajeaban, a identificar el primer objeto: la mochila.

Enrielle observaba con detenimiento cómo la cría de león que los acompañaba se comía el magro conejo que habían logrado cazar. Distraídamente se daba ocasionales manotazos para aplastar los enormes mosquitos que los hostigaban día y noche.

— ¿Lo has traído de tu tierra, Lluvia Estelar? — preguntó con curiosidad. Nunca había visto animales como ese donde ella se había criado.

Luego miró alrededor, entre las chozas.

— Bueno, El del Pecho Fuerte, dijiste que había que remar varios días para volver con tu gente. ¿Supongo que tenéis alguna otra barca por aquí...?

Lowen se encogió de hombros cuando Thorwyn pidió permiso para usar las perlas del collar para sus sortilegios. Si aquellos artefactos (que eran, decían Lluvia y el propio Thorwyn, mágicos) podían ayudar en la misión, conocer sus propiedades bien valía el sacrificio de algunos bienes materiales. Mientras el enano se centraba en su estudio, Lowen quiso echar una mano a la búsqueda de alimentos, pero ciertamente aquel no era su terreno, y estorbaba más que otra cosa, por lo que al final desistió, volviendo al campamento y asegurándose de que no se dejaban nada.

Se acomodó un rato, descansando y reflexionando sobre el viaje que les esperaba y las provisiones que tenían. Si los bakali comían caimanes, eso debía significar que había caimanes por allí, y eso no le gustaba. Pero pensó que podía valer la pena tener algo con lo que defenderse de ellos. Su mangual era un arma poderosa, pero no penetraría bien en el agua. Y quien sabe, quizá pudiese pescar alguna otra cosa. Así que, aprovechando el tiempo, buscó juncos largos y finos, y también alguna rama de cáñamo o similar, que pudiese cortar con facilidad. Arrancó los materiales ayudado de su espada, y luego se sentó y se puso a trabajar, tratando de engarzar la punta de su daga en el asta de aquella lanza para así disponer de una herramienta de pesca.

- No tiene pinta de que haya mucha corriente para mover una barca por aquí, pero si vemos algo que pescar, tal vez podamos alcanzarlo. - dijo, optimista.

Encuentro fascinantes las explicaciones del hombre lagarto sobre las costumbres de su pueblo y, aunque algunas de ellas me horrorizan, intento no exteriorizarlo porque yo misma he sido víctima de los prejuicios de aquellos que no comparten las tradiciones de los que-shu. Está claro que los bakali son unos auténticos supervivientes y que están dispuestos a cualquier cosa para arraigar en un territorio tan hostil como lo es este pantano.

Es una agradable sorpresa para mí recibir la llegada del amanecer sin que nada nos haya atacado desde que salimos de Robann. No es que confíe en que esta situación vaya a prolongarse mucho en el tiempo, pero es agradable haber podido disfrutar de un sueño reparador bajo los techos de mimbre de estos pequeños refugios.

La búsqueda de almuerzo no resulta muy productiva, pero sonrío al ver cómo Jiłhazhí da buena cuenta de nuestra modesta pieza de caza, moviendo enérgicamente su cola como muestra de entusiasmo.

—No, lo rescatamos de las Astivar —me limito a comentar con Enrielle cuando ella me pregunta sobre su procedencia.

Tampoco tengo demasiado interés en entrar en muchos detalles ahora mismo sobre las condiciones en las que se produjo este rescate.

—Creo recordar que a nuestra llegada vimos una gran balsa de madera cerca de uno de los cobertizos —señalo en la dirección en la que me pareció verla por última vez—. Supongo que deberíamos seguir adelante antes de que se nos haga de noche.

Agradezco que Thorwyn haya reconocido las propiedades mágicas de la mochila y constato por mí misma que, aunque es bastante más pesada que la mía, su peso no aumenta a medida que la vamos llenando de cosas. Todo un auténtico prodigio.

18 Corij 433 AC

Una vez que Enrielle y Lluvia Estelar se aseguran de haber acabado con las exitencias alimentarias de la zona, que Thorwyn termina de estudiar detalladamente las capacidades de la mochila encantada y que Lowenherz fabrica una lanza perfectamente funcional a partir de su daga, os encaramáis a la balsa con el hombre-lagarto haciéndoos de guía.

Las dimensiones de la embarcación son reducidas para los cinco (los seis, contando a Jilhazhí), así que os apelotonáis en su interior y os valéis de las largas pértigas para ayudar a impulsar lentamente vuestro vehículo por las fangosas aguas del pantano. Aunque no tarda en hacerse patente la incompetencia de la mística que-shu en esta tarea, tanto Lowen como Iblirack compensan sobradamente su incapacidad, ayudados por los notables esfuerzos de Thorwyn y Enrielle en la zona de popa.

De este modo avanzáis de forma lenta pero constante durante horas sin encontrar más resistencia que la que el embarrado lago os ofrece, ni peligros mayores que los cocodrilos que pasan junto a vuestra nave nadando perezosamente y sin dar muestras de prestaros la menor atención.

Sobre vuestras cabezas, Nudillos va y viene o describe círculos a vuestro alrededor sin alejarse demasiado de su ama y chillando cada vez que descubre algo que llama su atención. Es la enésima vez que lo hace y casi os sentís tentados a ignorarle cuando descubrís algo en la cercana orilla.

Vuestro guía os urge a acercaros pero cuando os encontráis a unos veinte o treinta metros la escena se muestra con nitidez hasta para las vistas menos agudas. Podéis ver un pequeño campamento similar al que habéis dejado atrás esta mañana, con cuatro pequeñas cabañas de mimbre. En el exterior, los cuerpos desmembrados y destripados de cinco bakalis y un sexto que todavía permanece con vida, blandiendo valientemente su lanza contra el asesino de sus congéneres.

Al principio identificáis a la alada criatura reptiliana de color gris verdoso y de unos cinco metros de longitud con un especímen adulto de dragón, pero pronto os dais cuenta de que no tiene extremidades delanteras y de que su cola está rematada en un poderoso aguijón similar al de un escorpión. Sea lo que sea, de lo que no hay duda es de que se trata de la bestia más grande con la que ninguno de vosotros se haya topado hasta la fecha.

Sentís el impulso de alejaros de allí pero está claro que el pequeño campamento bakali no resistirá mucho tiempo y que la criatura ya ha reparado también en vuestra cercana presencia.

—Debemossssss cazzzzzar a essssse wyvern —anuncia Iblirack con un entusiasmo que los demás probablemente no compartáis—. Vivo. Esss un gran honor para un bakali capturar a un wyvern y convertirlo en ssssu montura. Y esss mejor combatirlo mientrassss essssté en tierra que volando. Vamossss, remad, remad antesss de que sssea él quien venga a por nosssssotrossss.

Enrielle abrió los ojos como platos al ver a la gigantesca criatura, tan alta como una casa, y la mano fría del miedo le apretaba el estómago.

— ¿Vivo? ¿Estás loco? ¡Pero mira lo que ha hecho con tus compañeros...! Maldita sea, y va a por el sexto... — Enrielle miró a sus compañeros y se puso a remar hacia la orilla, negando con la cabeza conforme se arrepentía de lo que estaba haciendo. 

Ocurrían dos cosas: una, que el maldito lagarto loco que los guiaba remaba al lado contrario de donde ella, por impulso, querría marcharse. Y dos, que a la velocidad que navegaban con aquellos troncos mal atados que hacían de balsa, cuando terminara el aperitivo iría por ellos

— Tenemos que ayudarle, pero ya veremos lo de la montura, Pechofuerte. — resopló con fuerza — Ahora que está en tierra es más vulnerable, o luego vendrá a por nosotros... — dijo a su grupo, pero la voz firme se le fue debilitando conforme el enorme monstruo parecía crecer más y más ante sus ojos...

Siento auténtica vergüenza propia ante mi debilidad a la hora de empuñar la pértiga que impulsa la balsa, hasta el punto de que el pobre Thorwyn tiene que acudir a reemplazarme ante mi inutilidad. Así que me quedo sentadita y calladita en mitad de la embarcación, acariciando la cabeza de Jiłhazhí y procurando molestar lo menos posible para pasar tan desapercibida como pueda, mientras me mortifico en silencio por ser un lastre para mis amigos.

Por eso ni siquiera levanto la cabeza cuando escucho los chillidos del halcón en el cielo encapotado hasta que Iblirack nos insta a tomar parte en no sé muy bien qué cacería. Es entonces cuando me asomo entre los fornidos cuerpos de mis compañeros y descubro el espantoso escenario que se presenta frente a nosotros.

Cuerpos flotando en la orilla o tendidos sobre charcos de su propia sangre. Y una enorme criatura dracónica que trae a mi memoria recuerdos de la terrible Ysalla y de la muerte de Glin. Solo quiero cerrar los ojos e imaginarme que estoy en cualquier otro lugar, pero dudo mucho que ese deseo infantil vaya a salvarnos de las fauces de ese monstruo.

Oigo a Enrielle maldecir por lo bajo y afirmar que nuestras esperanzas de salir vivos aumentarán si nos enfrentamos a esa criatura mientras se encuentre en tierra. Estoy totalmente de acuerdo con ella. Si esperamos a que se coma a todos los hombres lagarto y después venga a por nosotros, vamos a tener que combatirla con armas a distancia y perderemos nuestra mejor baza: mi Lowen y su mangual.

—Oh, Gran Bisonte Ayání, concédele a nuestro campeón las fuerzas necesarias para impulsarnos rápidamente hasta la orilla —imploro al magnánimo espíritu, alzando mis manos hacia el oscuro cielo.

El enano enarcó sus pobladas cejas al ver la imagen dantesca de enorme ser escamoso acabando con seres escamosos de tamaño medio. Un Wyvern, un primo lejano de los verdaderos dragones, no era mucho menos peligrosos que aquellos. Sí, carecían del famoso y característico aliento de los dragones, pero tenían otros recursos para aniquilar a sus presas. Y, si los cuentos eran ciertos, casi cualquier cosa podía convertirse en su presa.

Thorwyn simplemente asintió a las palabras de Enrielle y acompasó las paladas que daba para dirigirse a la orilla más cercana. Cuando aquella cosa acabara con el 6º bakali y les detectara iría directamente a por ellos y más les valía entonces estar en tierra firme. De lo contrario, incluso un ataque infructuoso podía acabar con ellos en el agua, o, incluso peor, con el bote girado. Y el enano albino podía ser muchas cosas, pero lo que seguro que no era, era ser un buen nadador.

Lowen observó a la criatura con desagrado, mientras impulsaba el bote con la pértiga hacia tierra firme. Tras él, Lluvia invocó de nuevo a sus ancestros y Lowen pudo sentir que la fuerza de estos se trasladaba a sus brazos, dándole brío a su remada, que se tornó más fuerte.

- Vivo o muerto, Ilbrack. - dijo con energía y confianza - ¡Esa bestia será un rival formidable, sin duda! Vamos, hay que alcanzar tierra firme cuanto antes. Dejad que yo encare a la bestia, flanqueadla.

El solámnico se afanó en remar, sintiendo el pesado mangual a su espalda. Los recientes enfrentamientos habían acrecentado su confianza, y no podía esperar al momento de invocar a los antecesores solámnicos y enfrentarse a aquel monstruo.