Partida Rol por web

Avanzáis formando un grupo compacto, con Iblirack y Lowenherz en cabeza asestando golpeas al aire y los lanzadores de hechizos ejecutando sus sortilegios para mejorar vuestras posibilidades de victoria.

En el extremo oriental de la formación, Enrielle apresta una nueva flecha y la dispara contra el altar con la esperanza de acertar casualmente a la naga, pero el proyectil se estrella contra la superficie de roca y se hace pedazos.

Aunque la mayoría de vosotros no oís más que el ruido del agua cayendo desde las alturas, el sonido de vuestros propios pasos y los encantamientos murmurados de uno u otro miembro de vuestro grupo, tanto Thorwyn como la arquera creen oír un poco más adelante a la naga siseando sus propios conjuros. El arcanista theiwar incluso cree reconocer un eco de su último hechizo lanzado en los labios de la serpentil criatura invisible.

Cuanto más avanzamos, más expuesta me siento a pesar de hacerlo unidos y mayor es mi temor a que un solo hechizo de la naga termine con todos nosotros. Sin embargo, mis amigos continúan avanzando con valentía y yo no pienso abandonarlos a su suerte en este momento decisivo.

Hasta ahora no he visto ni oído nada, pero sé que tiene que estar ahí porque confío totalmente en los sentidos de Enrielle. Aun así, me esfuerzo por tratar de localizar a nuestro enemigo declarado. Un ser tan ingrato que ha jurado matarnos como recompensa por nuestra ayuda.

Hasta ahora nunca me había atrevido a invocar el chidí naatʼaʼí dilwoʼí, la cacería sagrada en la que se invita a participar a vivos y a difuntos pero creo que la situación lo amerita y toda ayuda que tengamos es poca.

—Desde esta orilla del Río de los Muertos yo clamo por vuestro auxilio, Padre Njiljeeh, cazadores de los que-shu. Acudid a mi llamada, os lo suplico. Sumad vuestras lanzas eternas a nuestra cacería.

Enrielle avanzó unos pasos, deteniéndose varias veces para volver a disparar, pero esta vez no estaba teniendo tanta suerte. Le parecía que la naga se estaba moviendo de un lado a otro su serpentil cuerpo, pues juraría haber disparado al mismo punto. O quizás se retorcía en el suelo, enroscada como una gigantesca y asquerosa culebra. En cualquier caso la escuchaba claramente a través del ruido de la cascada.

— ¡Sigue ahí! Continúa recitando sin parar palabras que no comprendo... — seguía informando la exploradora, señalando vagamente a algún punto cercano al altar, incapaz de ser más concreta acerca de la posición de la naga.

De pronto se quedó quieta, como una gata que cree escuchar una presa distante, y un segundo después ya alzaba el arco con rapidez para disparar una nueva flecha.

- ¡Oh Gilean, bendíceme con tu divino favor para enfrentar al enemigo que amenaza el necesario equilibrio! - Imploró de nuevo al dios de la neutralidad. 

Kylian seguía avanzando junto al resto de sus compañeros de armas, tratando de localizar de donde venían los sonidos que Enrielle parecía estar escuchando. Admiraba su oído, pues él hasta el momento no había logrado escuchar nada y aunque había estado entretenido lanzando bendiciones, no tenía claro si servirían de algo cuando tuviera que lanzarse al ataque, si no sabía dónde estaba su adversario.

El plan era bueno, o al menos era el menos malo que se podía improvisar en el tiempo del que habían dispuesto y teniendo en cuenta que no se esperaban la traición, la mutación ni nada de lo que allí había sucedido. El enano avanzó con el resto del grupo, aguzando el oído y deteniéndose sólo unos segundos para disparar en paralelo a donde disparaba Enrielle, de manera que si fallaba uno el otro tuviera más probabilidades de acertar.

Ojalá pudiera lanzar algún hechizo, pero en esos momentos lanzar el rayo abrasador que tenía en reserva no serviría de nada y el Proyectil mágico no tendría efecto gracias al escudo mágico invocado por la naga aunque lograra acertar, cosa que no haría con un objetivo invisible. No pudiendo hacer otra cosa útil, Thorwyn se plegaba al intento en equipo de acabar con aquel monstruo.

Lowen continuaba al frente del grupo, que avanzaba despacio para acompasar su ritmo a las continuas interrupciones de la marcha propiciadas por sus compañeros, quienes se detenían a invocar la ayuda divina y arcana en diversas formas. Un peculiar espectáculo, pensaba el solámnico, digno de haberse contemplado si no estuviésemos al borde de la muerte.

- Ya estamos cerca. - dijo a sus compañeros con una advertencia - Aguzad los sentidos.

Siguió caminando, escudo en ristre, preparado para golpear en cuanto aquel monstruo emergiese de la negrura que lo cubría.

Avanzáis con lentitud, tanta que a vuestro guía hombre-lagarto le cuesta mantener ese paso y acaba adelantándose unos pocos metros al grueso de vuestras fuerzas; dando hachazos a diestro y siniestro por si casualmente su hacha de batalla se topa con la naga. Por suerte o por desgracia, eso no ha sucedido por el momento.

Kylian continúa elevando sus plegarias a su deidad tutelar. Lluvia Estelar hace otro tanto a sus espíritus ancestrales y una solitaria lanza translúcida aparece flotando junto a ella, a su izquierda.

Ahora que os encontráis mucho más cerca del altar, varios de vosotros escucháis con claridad a la naga recitando las palabras de un nuevo encantamiento. Sin embargo, ni siquiera Thorwyn es capaz de identificarlo. Lo que sí hace el enano es disparar rápidamente en dirección al sonido bisbiseante y lo mismo hace Enrielle un instante después.

El virote de Thorwyn se pierde entre las aguas turbulentas de la cascada. En cambio, la flecha disparada por la exploradora de la Legión de Acero, parece impactar contra un muro invisible situado directamente frente a ella a unos siete u ocho metros después de abandonar su arco. Lo cual os confirma que vuestro enemigo está ya muy cerca. Exactamente dónde es  un misterio, porque parece moverse de acá para allá en la estrecha península del altar.

Aguzo el oído por si acaso consigo determinar dónde se esconde nuestro enemigo. Por un instante he creído oírle pero es sigiloso y se escabulle de nosotros.

Yo sigo caminando e implorando la intercesión de los legendarios cazadores de mi pueblo, aunque reconozco que ralentizo mi paso, temerosa de toparme con un enemigo que en tamaño, en poder y en ingenio es superior a mí. No estoy capacitada para medirme cuerpo a cuerpo a semejante monstruosidad pero, para mi tranquilidad, estoy rodeada de amigos mucho más preparados que yo.

Kylian seguía sin tener la más remota idea de dónde estaba la naga. Por ello decidió sacar uno de los pergaminos de su estuche, el cual había dispuesto con un indicador de color para localizarlo y sacarlo lo antes posible. 

- ¡Oh Gilean, bendice el arma de mi camarada para que sea dura y afilada como nunca antes! - Alzó la voz a la vez que recitaba el pergamino y caminaba para no romper la formación. 

El maldito ruido de la cascada impedía escuchar con claridad lo que decía la naga. La invisible naga. Ojalá hubiera tenido entre su repertorio de hechizos uno para volver visibles cosas invisibles. No poder hacer nada mágico, después de la cantidad de años que había empleado aprendiendo hechizos, le hacía sentir francamente inútil a Thorwyn. No le quedaba nada más que recurrir a viejos instintos y habilidades que le hubiera gustado dejar aparcados en su vida.

Frenado por el pesado mecanismo de recarga de la ballesta pesada, el enano quedó retrasado del grupo, su arma cargada nuevamente, eso sí, avanzando de nuevo tras el guerrero del grupo, aunque dejando paso a los demás. Casi prefería tener una posición que le permitiera volver a disparar la ballesta en cuanto tuviera oportunidad y una idea más segura de por dónde andaba su enemigo. El círculo se cerraba, sí, pero no tanto como fuera deseable. No podían todavía descartar ninguna posición...

Enrielle se detuvo de repente. La sangre se le heló en las venas y el vello se le erizó. Un segundo más tarde, el relámpago centelleó hacia ella de las garras de la terrible bestia que ahora se hacía visible, aún con una figura distorsionada.

Sus músculos saltaron un instante después tratando de esquivarlo, y luego se contrajeron dolorosamente al soportar la descarga. O parte de ella, pues gracias a los espíritus de Lluvia El y la protección del dios de Kylian, tan neutral como él.

Sin embargo, no se daría cuenta de ello en ese momento, y por encima del dolor y la carne chamuscada por el relámpago, trató de sobreponerse y alzar el arco para disparar.

Lowen se sobresaltó enormemente al ver aquel rayo cegador surgiendo de la nada, y volando sin piedad hacia ellos. Por un instante, temió que le alcanzase y le electrocutase, pero su blanco era Enrielle.

- ¡Cuidado! - gritó, pero fue innecesario, pues los reflejos de la exploradora le permiteron echarse a un lado evitando un destino funesto.

Aquello desveló el lugar en que se encontraba su enemiga. La criatura infecta estaba cerca, demasiado, y la espada de Lowen vibraba ahora con una fuerza propia imbuida por las invocaciones mágicas de Kylian.

- ¡SOLAMNIA! - gritó entonces, y se arrojó sobre la criatura.

Sabía que debía cerrarle el paso, enfrentarla antes de que fuese tarde. No tenía tiempo de echar mano de su poderoso mangual, así que avanzó espada en mano, aún protegiéndose con su escudo pero abandonando momentáneamente la formación, aunque confiaba en que sus amigos continuasen con él. Todos salvo Enrielle, que ya ensayaba nuevos disparos.

Lejos de tranquilizarme, la reaparición de la naga me inquieta casi más que cuando no podíamos verla. Su cuerpo vibra de una forma extraña, como si estuviera a punto de estallar en cualquier momento, e incluso en mi ignorancia soy capaz de confirmar que mis predicciones eran ciertas: ha usado todo este tiempo para lanzarse encantamientos del mismo modo que nosotros lo hemos hecho de tal forma que nuestra ventaja ahora mismo es más que dudosa.

El relámpago que conjura me trae recuerdos de la dragona azul Ysalla y su pavoroso aliento mortal. Me quedo paralizada por el espanto, incapaz de moverme, pero lo suficientemente entera como para suplicar a mis espectrales ancestros que se sumen a esta batalla decisiva.

Bien, por fin la bestia se manifestaba. Como era de esperar, el hechizo de invisibilidad no era tan poderoso como para ocultarla incluso después de haber realizado un ataque. Desde luego, aquel relámpago contaba como ataque. Pero había sido un hechizo, con lo que su reserva de los mismos continuaba menguando. Pronto tendría que recurrir al combate físico puro y entonces le vencerían. Esperaba.

Con esos turbios pensamientos en mente, el enano dio un paso para acercarse a su objetivo y apuntó nuevamente su ballesta, aún con la complicación añadida de la imagen de la naga oscilando de un sitio a otro. Pero Thorwyn conocía el hechizo que estaba usando la naga, sabía cómo funcionaba aunque no fuera capaz de lanzarlo y su analítica mente hizo un arduo trabajo en tratar de averiguar dónde se encontraba realmente haciendo una suerte de media geométrica de la posición de sus imágenes. No debía disparar donde veía la imagen de la naga, sino donde, de media, debía estar.

El pivote de la ballesta salió con la abrumadora potencia característica del artefacto bélico que lo disparaba, en una linea recta que unía la punta de su arma con un lugar aparentemente vacío en aquel momento... e impactó.

- ¡Oh Gilean, que tú bastón espiritual castigue con dureza a mis enemigos! - Exclamó el sacerdote mientras seguía avanzando hacia la criatura traicionera que les había tendido aquella emboscada que sin duda iba a ser su fin. 

El bastón espiritual se unió a las armas mágicas que había convocado la chamán y lanzó un palazo contra el alargado cuerpo del ser. 

Kylian armado con su bastón se acercó todo lo posible a la naga. Ahora iba a recibir su merecido.

No podía ser. El muro invisible que había levantado aquel monstruo sencillamente no dejaba pasar sus flechas. Maldito mil veces él y su condenada magia.

Un nuevo relámpago centelleó entonces. A punto estuvo de volver a saltar para esquivarlo, pero pronto vio que no era ella a quien aquel maldito ser quería volver a freír.

De nuevo aprestando dos flechas, la exploradora volvió a intentarlo. ¡Alguna tenía que atravesarlo!

Cuando veo al horripilante monstruo mirar en mi dirección y apuntar sus nuevas garras hacia mí, no necesito saber qué es lo que está conjurando para tirarme al suelo. Sin embargo, mi acertada intuición no me salva del latigazo eléctrico que sacude mi cuerpo de pies a cabeza y me deja tendida en el suelo en medio de violentos espasmos y con la carne ampollada allí donde he sido alcanzada.

De mis labios solo sale un quejido penoso, pero no necesito decir nada para que el último cazador espectral se dirija raudo a cobrarse su presa. Los tres fantasmales que-shu acometen con sus lanzas a la invencible naga, pero ninguno de ellos consiguen herir a la invulnerable criatura. Sin embargo, yo no les presto atención a ellos, sino a la pobre Enrielle, cuyas quemaduras parecen tan dolorosas como las mías propias.

Como puedo, me arrastro por el suelo hacia ella y me aferro a sus tobillos, mientras musito con tono reverente el nombre de Sahanahráy-iiná, el Espíritu de la Vida, para que alivie el dolor de su cuerpo electrocutado.

Lowen se agachó como buenamente pudo, tratando de eludir los relámpagos que surgían de entre los dedos de aquel monstruo. Aunque logró evitar parcialmente su impacto, parte de la energía se transfirió a su armadura, causándole un shock momentáneo. Apretó los dientes, luchando contra el dolor, y decidió desembrazar su escudo y soltar su espada, echando mano del pesado mangual, con el que se sentía infinitamente más cómodo. Lo blandió sobre su cabeza, tratando de adivinar el lugar en que estaba la naga, y descargó un golpe en esa dirección. Sin embargo, los constantes parpadeos le desequilibraron, y su pesada arma fue a barrer el aire y golpear el suelo, arrancando algunas astillas de piedra en el proceso. Aquello no pintaba bien para los héroes...