Partida Rol por web

—La comida no está envenenada, le doy mi palabra. Si mi palabra significa algo para usted —replica la señora de la casa, con gran aplomo y sin dar muestras de sentirse ofendida por las palabras de Kylian—. Hasta donde yo entiendo la situación, nadie les pide que regalen su fortaleza. Se les agradecen los servicios prestados para recuperarla y conservarla hasta ahora y se les ofrece la posibilidad de venderla al que posiblemente sea el único postor capaz de ofrecer una recompensa justa por ella. Y mi recomendación, si quieren oírla, es que la acepten. Se la merecen.

—Lady Coryn, os pido disculpas en nombre del goblin. Su comportamiento y total falta de educación nos avergüenza a todos. Cree que su fanática convicción de ser la única criatura en posesión de la verdad absoluta, aun cuando sus argumentos continuamente vayan dando bandazos como un bote a la deriva, le permite faltar a la más elemental cortesía.

Incapaz de conmoverme con su infantil pataleta, miro a Kylian con el aprecio que me merece, el que se ha ganado a pulso. Las suyas han sido palabras muy atrevidas, especialmente teniendo en cuenta que le considero el principal responsable de haber convencido a Markham de que nos arrebatase la fortaleza para sus propios intereses.

—Dado que Bugambilia no es sorda y está aquí presente, no creo que necesite que nadie le explique nada —aunque es evidente que al menos uno de los presentes sí necesita que le aclaren la situación—. Puedes explicarle tú mismo a Klunurig por qué has decidido venderle a Su Majestad Imperial las bondades de la ciudadela, instándole a reclamarla. Y sería aconsejable que, entonces, lo hagas con mayor entereza, madurez y serenidad de la que muestras en estos momentos.

»En cuanto a Agapanto o cualquiera de los demás, todos hemos vivido la mayor parte de nuestras vidas fuera de la fortaleza voladora y estoy convencido de que seguiremos haciéndolo aun en el caso de que finalmente decidimos prescindir de ella. Yo no mido ni la grandeza ni la pequeñez moral de ninguno de los presentes en función de su alojamiento, sino de sus actos.

Suspiro profundamente. Hay tanto que me gustaría añadir... Pero me temo que en estos momentos no serviría para alcanzar nuevos consensos visto lo visto.

—Si no os importa, lady Coryn, demos por terminada la velada esta noche. Habéis sido muy amable y hospitalaria con nosotros pero me temo que todos estemos cansados y debemos reflexionar sobre las cosas que aquí se han dicho. Si podéis pedirle a alguno de vuestros sirvientes que me acompañe hasta mis aposentos, os quedaré muy agradecida.

13 H'rarmont 433 AC

La noche en Villa Rosad, la mansión de lady Coryn Brinefolk, no acabó de forma tan animada como empezó. En cierto modo, retiraros a los lujosos aposentos de invitados que la anfitriona de la casa había dispuesto para vosotros, resultó un alivio y una forma de poner punto y final (al menos temporalmente) a las discusiones internas.

Partidarios y detractores de deshaceros de la fortaleza, no os habéis puesto de acuerdo; y todavía falta por informar a Klunurig y Jilhazhí de las intenciones del emperador, por lo que el futuro de Mem todavía es una incógnita por resolver.

Hasta entonces, habéis dedicado la jornada a vuestros propios quehaceres:

Kylian abandonó la mansión de la maga a primera hora de la mañana para encontrar un artífice al que encargar que encantara su símbolo sagrado con gran urgencia y sus pesquisas han dado sus frutos. En el distrito de los templos ha encontrado a un sacerdote de Zyvilin, que le ha asegurado que lo tendrá disponible al alba del día diecisiete. A tiempo para disponer de él antes de que el emperador realice su visita a la fortaleza voladora ese mismo día.

Ulfgar consiguió localizar a Agapanto, a los guardias silvanesti y su carreta cargada de tesoros en una posada en el extrarradio de la ciudad y ha pasado todo el día en su compañía, realizando transacciones comerciales de diversa índole. Vendiendo aquí y allá obras de arte obtenidas en la guarida del dragón Negro, comprando componentes materiales para encantar armas y armaduras para sí mismo, Enrielle y Kylian...

Ailaserenth se ha pasado buena parte de la jornada estudiando, como de costumbre, su libro de conjuros para asegurarse de estar convenientemente preparado antes de salir a explorar Palanthas. Después, ha pasado el día visitando diferentes tiendas de magia para adquirir el material necesario para fabricar algunos objetos mágicos y transcribir hechizos a su grimorio o a pergaminos de conjuro.

En cuanto a Flechas de Muerte y Bugambilia, las dos se han dedicado desde las primeras luces del día a patear la ciudad en busca de la Legión de Acero. La organización clandestina está muy bien escondida pero, con la ayuda de la piedra de recado y de Sombrasilente, han conseguido dar finalmente con el líder de la Orden en la capital imperial. Alguien que responde al nombre de Terciopelo y que ha accedido a citarse con vosotros a medianoche en un almacén abandonado situado en el puerto, a las afueras de la ciudad.

Ahora es noche cerrada.

Agapanto y los cuatro elfos pusieron rumbo a la fortaleza con la carreta cargada a última hora de la tarde e instrucciones de disponerlo todo para la próxima visita del emperador.

Los demás lleváis media hora esperando a vuestro misterioso interlocutor sin que ninguno de vosotros sea consciente de que en realidad hace ya rato que él os observa desde las sombras. Únicamente cuando se ha cerciorado de que sois vosotros a quienes espera y que no le estáis tendiendo una trampa, abandona su posición ventajosa sigiloso como un felino para salir a vuestro encuentro.

A Enrielle le había disgustado la actitud de Kylian durante la cena de la noche anterior. Por supuesto que le había reprendido por ello, y ahora la relación con él/ella se había enrarecido. Bugambilia por su parte no había dicho mucho al respecto, pero a la joven Legionaria le había parecido que la kender se había apagado un poco más. Comprendía que Bugambilia había podido empezar a considerarlo un lugar medianamente seguro, pues hogar, lo que se decía hogar... no creía que ni en cien años fuera capaz de sentir nada como un hogar.

El caso era que Enrielle había conseguido llevar al Vendaval de Muerte, salvo Klunurig, a la reunión con el agente de la Legión de Acero. Empezaba a impacientarse. Resoplaba y caminaba de aquí para allá, muy pendiente de cualquier movimiento en aquel almacén lleno de ratas. Empezaba a temer algún tipo de confusión o, a lo peor, una emboscada, cuando vio aparecer a quien debía ser aquel Terciopelo.

Le evaluó durante unos segundo y comprobó que estaba sólo. Luego dio un toquecito con el dorso de la mano a Bugambilia para que viera cómo se hacía y se retiró la capucha para que se le viera bien el rostro.

—Siempre es agradable saludar a un hermano, aunque por la naturaleza de mis viajes no es algo que haga con mucha frecuencia. Yo soy Flechas de Muerte, y ella mi aprendiz en El Legado. — dijo señalando a Bugambilia, que miraba de reojo al individuo, llena de desconfianza. Después señaló vagamente al resto del grupo — Ellos son los miembros del Vendaval de Muerte. Gente de fiar.

Avon había salido de entre las sombras con movimientos silenciosos y medidos. Llevaba un rato observando a Flechas de Muerte y al resto de sus acompañantes, unos individuos dispares y en nada sutiles, salvo por la kender. Imitando el gesto de Flechas de Muerte, se bajó la capucha, mostrando su rostro, el cuál exhibía una calmada sonrisa. Pese a la nocturnidad del encuentro, Terciopelo vestía ropajes de buen corte, haciendo honor a su nombre.

- Es un placer conocerte, Flechas de Muerte. Tus hazañas son bien conocidas en la Legión, y no pocas de ellas han llegado a mis oídos.

Observó con curiosidad a la kender, en especial cuando fue presentada como aprendiz. No era frecuente ver a miembros de su pueblo en la Legión, pero Terciopelo no era de los que se dejaban llevar por los prejuicios.

- Encantado. - le dijo, y luego sonrió al escuchar el nombre de aquel peculiar grupo - El vendaval de muerte, ¿eh? Quien no podría confiar en un grupo con ese nombre. - les miró - Yo soy Terciopelo, enlace de la Legión en Palanthas. Pero mi hermana ya os lo habrá contado. - le guiñó un ojo a Flechas de Muerte.

Después de aquello, les hizo un breve gesto con la mano izquierda - la derecha la llevaba oculta tras la capa, que llevaba envuelta parcialmente por delante del torso - invitándoles a seguirle.

- Busquemos un lugar tranquilo para conversar. La noche de Palanthas está llena de oídos indiscretos. - hizo una floritura, guiándoles hacia el interior del almacén - Ha llegado a mis oídos que habéis tenido el privilegio de conocer al Emperador en persona. Sin duda habrá sido una velada muy interesante. Y, por supuesto, habréis oído hablar del desastre de la flota...

Dejó la frase en el aire, mientras se adentraba entre unos sacos de pescado en salazón, buscando un lugar oculto con unas bancadas de madera donde podrían sentarse, y, con un poco de suerte, poner en común sus objetivos.

Saber que muy probablemente acabaremos perdiendo nuestra actual residencia no me disuade de buscar los componentes necesarios para fabricar la bañera que merezco. Al contrario, la situación enciende mi creatividad para ir mucho más allá y empezar a diseñar mi propia fortaleza volante. ¿Y si pudiéramos conseguir que el emperador financiase para nosotros una versión más funcional a cambio de quedarse con la descomunal Mem? Algo que pudiera satisfacernos a todos, conservando aquello que nos complace del castillo pero desechando lo que no tiene uso o resulta contraproducente.

Por supuesto, necesitaré consensuarlo con todos y especialmente con Ulfgar, que en conocimiento y experiencia arquitectónica me aventaja. Tal vez pueda ayudar a los demás a dar forma a sus sueños presentándoles los míos propios. Pero tanto mi deambular por Palanthas como los torpes borradores de mi futuro hogar deben esperar hasta que tengamos el encuentro nocturno que Flechas de Muerte ha acordado esta noche.

Aunque somos muy distintos, resulta imposible no admirar en ella su sentido del deber, su buena voluntad, su sencillez, su carácter amable y su pragmatismo. En otras circunstancias no me hubiera aventurado ni loco en la periferia metropolitana a horas tan intempestivas, pero siendo la legionaria quien ha dispuesto este encuentro, no asistir sería una imperdonable falta de respeto por mi parte.

—Es un placer conocerle, señor Terciopelo —me siento ridículo llamándole así, pero los miembros clandestinos de la Legión de Acero parecen disfrutar con esa clase de apodos—. Yo soy Ailaserenth Sëlanar de Silvanost, Mago de Alta Hechicería, aunque le veo tan bien informado que seguramente ya sabrá todo eso incluso sin necesidad de fijarse en mi túnica blanca.

Opto por pasar por alto su mención a nuestro encuentro nocturno con el emperador Markham, temiendo que Kylian rompa a llorar de nuevo, y me centro en lo que nos ocupa.

—Precisamente por eso estamos aquí, por el ataque a la armada imperial. Esperábamos que pudiera ayudarnos a llevar ante la justicia a los responsables. Las autoridades de la ciudad parecen creer que la Legión de Acero está mejor informada que ellas mismas sobre la identidad de los atacantes. ¿Algún rumor digno de crédito que pueda servirnos como punto de partida?

Enrielle enarcó una ceja y sonrió. El Emperador podía saber lo que habían hecho gracias a Lady Coryn y tal vez por ese motivo no se había parado a pensar mucho al respecto, pero que en la Legión de Acero se hablase de ella le resultaba muy distinto. Sabía que no era lo correcto, pero no podía evitar hincharse de orgullo y vanagloriarse en su interior.

—¿Ah, sí? No será tanto. —  respondió a Terciopelo. Su media sonrisa escondía cierto nerviosismo. — En cualquier caso, parte del mérito que me atribuyen es de mis compañeros. Sin ellos estaría criando malvas desde hace tiempo.

Se dejó guiar al lugar donde conversarían con algo más de comodidad.

—Sí, reconozco que fue una noche interesante. Y sorprendente en muchos aspectos. — comentó acerca de la cena con el emperador sin entrar en detalles. —Pero vayamos a lo importante...

Enrielle echó un último vistazo por encima de su hombro con la antorcha mágica en mano antes de adentrarse en el escondrijo y sentarse en alguno de los viejos sacos malolientes que habían allí apilados. Miraba el rostro de Terciopelo iluminado por su luz, esperando la respuesta a la conveniente pregunta que acababa de hacer Ailaserenth.

Una vez acomodado en una bancada, Terciopelo contempló con interés a aquellos peculiares visitantes. Que acudiesen todos juntos a un encuentro como aquel era cuando menos peculiar. No pasó por alto las evasivas sobre la cena con el Emperador, pero tampoco insistió en ello. Sus interlocutores iban al grano.

- El Emperador tiene mucha confianza en la Legión de Acero, y no es para menos, ya que nuestra organización ha hecho no pocas cosas por las gentes de este reino. Sin embargo, nos sobreestima si cree que tenemos las respuestas sobre un evento tan sorprendente. - hizo una pausa teatral - El hundimiento de la flota de Palanthas. La verdad es que resulta casi imposible de creer.

Sonrió, no sin cierta ironía. Quizá un poder colosal y silencioso se hubiese materializado de la nada para destruir toda la flota, desapareciendo tal cual había llegado.

- Decidme, maese Ailaserenth, vos que sois mago. ¿No dejaría un fenómeno mágico de tal magnitud un rastro arcano que pudiese sentirse por alguien adecuadamente dotado? ¿No tiene vuestra orden pistas sobre este asunto?

Se mesó la barbilla, esperando una respuesta.

- Lo cierto es que mis informadores no han averiguado, por ahora, gran cosa. Pero tengo a varios de ellos trabajando en este asunto. La auténtica pregunta sería... ¿a quién beneficia semejante desastre?

Sus informaciones eran limitadas, y sus sospechas, algo que no se atrevía a formular en voz alta, y menos delante de tantos individuos ajenos a la Legión, por más de fiar que fuesen.

La goblin, como en otras ocasiones, se mantuvo al margen de presentaciones y saludos y no fue hasta que la conversación empezó a fluir hacia el tema que había propiciado la reunión, cuando por fin optó por intervenir.

- Perdón por si no me he presentado antes. - Dijo el gnomo. - Estoy algo dispersa últimamente. - Se excusó refiriéndose a si misma en femenino. - Mi nombre es Kylian. No tengo un apodo como tienen en su orden, sino muchos, pero no creo que sea relevante... - Descubrió en ese preciso momento que me estaba dando vueltas innecesarias al asunto y cortó de golpe. - Si no han podido averiguar gran cosa, con la extensa red de contactos que tienen... ¿Cómo podríamos nosotros descubrir la causa de tal desastre? - Le preguntó a Terciopelo, aunque más bien la pregunta era para si mismo. - Dígame: ¿qué es lo que han investigado hasta ahora? ¿Han hablado con testigos? ¿Han estado en la zona dónde se hubieron los barcos? ¿Qué es lo que no han hecho para averiguar lo sucedido? - Lanzó una serie de cuestiones al aire. - Cuando se descartan todas las posibles causas, la restante, por improbable que sea, es la causa real. Debería, de ser posible, darnos más detalle. Se lo agradeceríamos. 

Una vez convenientemente encauzados los asuntos manteriales del grupo gracias al poco reconocido esfuerzo del enano, Ulfgar, fiel a su naturaleza enana, pasó un tiempo cuadrando la contabilidad en un cuadernillo que se había comprado al efecto. Satisfecho consigo mismo y por haber resultado de utilidad a los héroes de Mem, finalmente se reunió con ellos, recibiendo la noticia de la próxima visita a un compañero de Enrielle con una mezcla entre alegría y preocupación. Aquellos asuntos que se trataban a espaldas de todos tenían un aura turbia difícil de mejorar. Sería por un bien mayor, seguro, pero ¿sería algo que era necesario ocultar? En este caso, sin duda. Y tampoco la cabía duda que ese tipo de trabajos "clandestinos" podían llegar a salvar muchas vidas, o la entereza de un reino... como causar la pérdida de otras tantas vidas o causar la caída de gobernantes, gobiernos o reinos enteros.

Cruzado de brazos, vigilante, ceñudo, el ingeniero enano no cruzó apenas ninguna palabra durante la espera. Y aún cuando la conversación hubo comenzado se resistió a intervenir e ella. Al principio, al menos.

─Sinceramente, apostaría por una conjunción de intereses. El Imperio Solámnico tiene muchos enemigos... y unas fronteras muy amplias. Como dice Kylian, nos falta información.

—Si yo conociera ya las respuestas que hemos venido a buscar a este lugar, puede tener la certeza de que no habría acudido aquí esta noche solo para disfrutar del placer de su compañía —suspiro con resignación, temiéndome que este nuevo encuentro vaya a resultar menos fructífero de lo que esperábamos—. Por supuesto, los Magos de Alta Hechicería tenemos constancia de que ha habido magia divina involucrada en este ataque, pero también elementos más mundanos. Y sabemos también que el ataque no se ha producido en un único lugar, sino que se han hundido barcos de forma prácticamente simultánea en diversos puntos de la costa solámnica. Investigar todos ellos requeriría un tiempo y unas redes de información que no tenemos pero que, confiamos, sí tenga la Legión de Acero.

»Estoy de acuerdo con maese Eisbart en que son muchos los que podrían beneficiarse de la debilidad de Solamnia: Los minotauros son la respuesta más obvia como principal potencia marítima del continente con su propio imperio en expansión. Los goblins que atacan las fronteras orientales. Incluso los mercaderes ergothianos, supuestamente aliados, para aumentar así su influencia sobre Solamnia poniendo en valor su propia flota naval. Y seguramente haya docenas de otras naciones que podrían no lamentar este ataque. Si consideramos sospechoso a cada individuo que pueda obtener algún beneficio personal de esta situación, ya podemos abandonar la investigación.

Hasta el momento hemos aportado mucha más información a nuestro interlocutor de la que hemos obtenido de él y solo espero que se digne a contestar alguna de las preguntas que mis compañeros y yo mismo le hemos formulado.

Enrielle frunció el ceño, decepcionada.

—¿Nada? ¿En tres semanas no habéis encontrado nada? — preguntó incrédula e impaciente — Solamnia tiene muchos enemigos, y como bien se ha dicho no podemos identificar al autor por lo mucho que salga beneficiado de este ataque, aunque lo tengamos que tener en cuenta. Tendremos que salir ahí fuera y meternos en el barro nosotros mismos. — se echó hacia atrás para apoyar la espalda en unos sacos llenos de lo que fuera y se cruzó de brazos — Además de lo que te ha preguntado mi amigo Kylian, ¿no habéis encontrado ningún indicio que apunte a clérigos de Zeboim? — preguntó a Terciopelo.

Avon no pudo menos que enarcar una ceja ante el tono de aquel elfo arrogante, que aparecía en su territorio exigiéndole información como si él fuese un simple lacayo del Emperador. No le gustaban los prejuicios, pero aquel túnica blanca parecía ser un representante vivo de todos los dirigidos contra su raza y su orden. No obstante, sonrió, no diciendo nada más, y retornando la atención hacia su hermana, que también parecía impaciente.

- Tranquila, hermana. - sonrió con calma - Naturalmente que hemos hecho averiguaciones. Solo he dicho que ninguna de ella es relevante, porque ninguna pasa del mero rumor. Por desgracia, estos acontecimientos han ocurrido lejos, y todo lo que mis agentes han podido obtener hasta ahora han sido historias, un tanto increíbles, sobre cómo la flota ha sido hundida simultáneamente en varios lugares. Esas historias podrían coincidir con una intervención de la diosa Zeboim, sin duda.

Suspiró, observando al resto de miembros de aquel peculiar grupo. El peculiar gnomo (¿gnoma? Avon no lo habría adivinado, pero su vocecilla aguda coincidía con esa impresión) le arrojaba preguntas sin parar, mientras que el enano proponía una colaboración. Avon hizo un gesto con las manos, refrenando la conversación.

- El desastre de la flota es un problema que concierne a la Legión de Acero, pero solo en la medida en que la debilidad solámnica puede derivar en un mayor sufrimiento para las gentes humildes que viven en este reino. Mi preocupación son los pescadores que estarán a merced de los piratas minotauros cuando faenan, o los campesinos que quedarán expuestos a la maldad de los goblins si el Imperio se desestabiliza. Pero la Legión no podrá a sus agentes, al menos no a los que dependen de mi, al servicio incondicional del Emperador, en especial si todo este asunto resulta ser una maniobra dirigida a satisfacer sus ansias expansionistas.

Inspiró un momento, observando la reacción de sus interlocutores. Confiaba en que al menos Flechas de Muerte compartiese sus objetivos, como hermana de la Legión que era.

- Ciertamente, algunos de mis enlaces podrían ponernos en contacto con testigos directos del desastre, algunos de los cuales son retenidos ilegalmente por figuras de autoridad de esta ciudad. Pero, como bien sabéis, la información es un bien muy preciado, y la Legión de Acero no dispone de otra fuerza más que esta. De modo que, para que nuestra colaboración pueda prosperar, he de estar seguro de que compartís nuestros valores. O, al menos, de que no estáis frontalmente en su contra.

Si lo que buscaba este individuo era la atención de un público numeroso, ya lo ha conseguido. Nosotros buscábamos información que no tuviéramos y por el momento no hemos recibido ninguna.

—Déjenos evaluar a nosotros la relevancia y la veracidad de esos rumores. Compártalos con nosotros para que así podamos determinar también hasta qué punto son creíbles —le pido al reservado Legionario con la misma distante educación que hasta ahora, tratando de no dar muestras de la exasperación que sus constantes evasivas me causan—. No se le pide a la Legión que se ponga al servicio de nadie, ni que cambie sus preocupaciones, ni que arriesgue sus vidas, ni que atienda otros intereses más que los suyos propios... Se le pide únicamente que comparta lo que sabe con la misma transparencia con que nosotros lo hemos hecho.

»Por supuesto, si usted no está en disposición de ofrecernos ninguna información, agradeceremos que al menos tenga la bondad de remitirnos a aquellos que sí podrían estar mejor informados o más predispuestos a colaborar. No tenemos nada a favor de los minotauros, ni nada en contra de los pescadores y campesinos locales, pero tampoco tiempo para atender a todos los necesitados de Ansalon. No tengo ningún interés en disputar a la Legión de Acero el monopolio sobre las obras de caridad. Cuanto antes sepamos dónde están los enemigos de Solamnia, antes podremos poner fin a sus fechorías para que los humildes (y los menos humildes también) puedan continuar con sus vidas.

—¿Retenidos en contra de su voluntad? — bufó Enrielle — Solamnia y sus estúpidas leyes. ¿En qué cabeza cabe retener a un superviviente? Al menos lo tendremos localizado para poder hablar con él. Por lo demás, no puede decirse mejor. El interés de La Legión de Acero es velar por la protección de los que soportan las injusticias, ninguna otra cosa. Y la rigidez de Solamnia de nuevo dañándola desde dentro. Bah.

Se levantó de un salto con ganas de ponerse en marcha, aunque no había sitio donde ir.

—Hablaremos con tus enlaces, hermano. Disponemos de un salvoconducto firmado por el mismo Emperador para poder hacer las indagaciones que tengamos que hacer sin que nos pongan trabas, aunque nunca se puede estar seguro.

Miró brevemente a Ailaserenth. Tras su frialdad, la Legionaria ya empezaba a percibir que el elfo estaba cansándose de no obtener de aquel encuentro lo que se esperaba. Las cosas no se podían hablar tan a la ligera, y era normal dar rodeos en este tipo de acciones clandestinas.

—Puedes estar seguro, hermano Terciopelo, de que perseguen los mismos valores. —aunque no siempre podía poner la mano en el fuego a este respecto. Al menos no estaba Klunurig — De lo contrario, no diría que confío mi vida a ellos sin pensarlo. Dinos qué rumores son esos para poder ponernos en marcha lo antes posible.. — insistió.

El elfo seguía reclamando información, y Avon podía percibir cierta impaciencia en su distante tono, aunque no demasiada. Por fortuna, la respuesta de su hermana legionaria fue más entusiasta.

- Bien, me alegro de ver que la Legión sigue conservando su espíritu allá donde va. - sonrió - Y sin duda un salvoconducto de nuestro amadísimo Emperador nos abrirá muchas puertas.

Se rascó la barbilla. Había mucha información confusa, pero una clara injusticia que reparar, y sin duda sería el lugar correcto para empezar su búsqueda.

- Llegaron a la ciudad ciertos supervivientes de una flota que se encontraba maniobrando cerca de Mirivale. Según se cuenta, los navíos se descontrolaron y descollaron contra unas rocas, naufragando. Por alguna razón, los supervivientes fueron apresados y puestos en manos de los Hermanos Huérfanos de Paladine...

Chascó la lengua. Si Paladine levantara la cabeza, sin duda fulminaría con un rayo a esos impostores que malograban su nombre con torturas y sangre. Ventajas de investirse las ropas de un dios muerto, suponía Terciopelo.

- Esos infelices no han tenido bastante con haber sufrido el naufragio, parece ser. Pero, con un poco de suerte, podremos librarles del tormento y averiguar algo más. Reunámonos mañana, con discreción, y abordemos este asunto.*

Después de aquello, se puso en pie, mirando en derredor. Ya llevaban un rato allí, y no era conveniente prolongar la reunión en exceso.

- Otra cosa, hermana: sed extremadamente cautos. Quizá sea pura coincidencia, pero cualquiera que haya orquestado un ataque semejante sobre una flota tan extensa y dispersa, necesariamente ha de conocer su disposición. Y las cartas de navegación de la flota, todos sus secretos, descansan en Palanthas. Eso quiere decir que los enemigos de Solamnia quizá tengan agentes aquí. A medida que nos acerquemos a ellos, se volverán más peligrosos. Vigilad vuestras espaldas, y moveos con discreción.

─Entonces está decidido, mañana hablaremos con los supervivientes ─aseveró el enano, convencido de que sería un buen punto para iniciar la búsqueda─ Y no dudo que haya esos agentes enemigos en Palanthas, pero sí dudo que puedan acabar fácilmente con nosotros. Si logramos acercarnos a ellos lo suficiente, tenemos más a ganar que a perder, bien podría ser el caso que su aparición nos sirviera para estirar del hilo. Pero para eso habría que cazar a alguno con vida.

El que hablaba era un enano duro. Escuchado sin su debido contexto, sabiendo algo más de él, o de ellos, bien podría pensarse que era un fanfarrón. Uno de aquellos que decían el socorrido "que vengan a por mi si se atreven" pero que sería mucho mejor que no se acercaran demasiado, porque acabarían mal. Pero Ulfgar realmente estaba convencido de lo que decía: si les atacaban, no sólo sobrevivirían al ataque, además tendrían la oportunidad de capturar a alguno de los atacantes y obtener una información de la que todavía carecían.

14 H'rarmont 433 AC

Con la inestimable guía de Terciopelo, deambular por Palanthas resulta una experiencia de lo más agradable. Él conoce las posadas más discretas, las tabernas que ofrecen la cerveza con mejor relación calidad-precio, las curiosidades históricas de los monumentos más destacados de la ciudad y los atajos por callejones para evitar el gentío de la capital.

El Templo de Paladine se encuentra en el interior de la muralla que rodea la ciudad antigua, al oeste de la Plaza Central y al norte de donde estuvo el Robledal de Shoikan, ahora desaparecido junto con la torre de Alta Hechicería que protegía.

Se dice que hace una década el dios Paladine renunció a su divinidad para que el príncipe élfico Silvanoshei pudiera matar a Takhisis. Se dice también que ahora vaga por el mundo bajo la forma de un mortal.

En Palanthas, un grupo de fanáticos que se hacen llamar los Inquisidores Huérfanos de Paladine, se han instalado en el antiguo templo determinados a preservar la verdad y la moral en el Imperio Solámnico en memoria del caído soberano de los dioses de la Luz.

Fundada hace apenas dos años, no es una congregación numerosa pero sí respetada y temida en la capital; con una influencia creciente que comienza a expandirse por el resto de Solamnia.

Con las credenciales del emperador en vuestro poder, se muestran solícitos con vosotros y dispuestos a ofreceros su versión de los hechos. Una versión muy detallada y concienzudamente obtenida y manuscrita en varios tomos en los que se refleja el nombre y tipo de cada navío involucrado, los nombres y procedencia de los oficiales al mando, el armamento y tripulación de cada barco, una recreación aproximada de la bitácora de abordo con información de fechas y puertos en los que la armada fondeó...

Obviando los pormenores, la versión breve es que doce naves de guerra partieron del puerto de Caergoth hace algo más de un mes para realizar prácticas militares. Navegaron la costa occidental de Solamnia de acuerdo con lo previsto y atracaron por última vez en el puerto de Mirivale. A las pocas horas de haber abandonado dicha ciudad, la tripulación se sublevó contra sus mandos para hacerse con el control de las naves. Aquello derivó en una confrontación entre leales al Imperio y sublevados, que acabó estrellando accidentalmente las naves contra los arrecifes y causando la destrucción de todos los barcos.

Unos pocos amotinados supervivientes fueron rescatados por los pescadores de Mirivale que faenaban en la zona. Llevados a Palanthas e interrogados bajo tortura acerca de las causas del motín, algunos de los sublevados declararon en su delirio que la flota había sido atacada por una monstruosa tortuga marina que hundió dos barcos de guerra. Aterrorizada, la tripulación de los barcos restantes se había amotinado tratando de escapar. Los oficiales intentaron en vano de mantener el control de sus hombres, algunos ordenaron incluso abordar los barcos en fuga provocando una lucha fratricida que terminaría con el naufragio de todas las naves.

Los amotinados fueron conducidos de regreso a Caergoth, juzgados y ajusticiados públicamente como traidores al Imperio. Aunque los detalles de su traición no se han hecho públicos para no alarmar a la población y os agradecen que vosotros mantengáis la misma discreción.