Partida Rol por web

La goblin tenía una fe infundada en Gilean. Sí, el dios de la neutralidad le había otorgado ciertos dones divinos, nada que no hiciera con otros fervientes creyentes en la neutralidad. No obstante, ella no era un sacerdote cualquiera. Ell era "la Herlado de la Nuetralidad", "el Azote de los Muertos Vivientes", "el Campeón del Zigurat", "la Guía de la Senda" y "la Elegida del Equilibrio". Si Gilean realmente estaba a su lado y le había encargado restaurar el divino Equilibrio... ¿por qué se empeñaba en ignorarla?

- ¡Maldición! - Renegó entre rezo y rezo. - Llevo horas rezando, pidéndote que me devuelvas a Enrielle. ¡Ella es una agente de la Neutralidad! ¡Una especialmente valiosa! Si el pájaro-de-llamas-azules me devolvió a éste plano de existencia, ¿por qué tú no puedes traerme de vuelta a mi amiga?

La goblin estaba realmente indignada. Tampoco pudo obrar el milagro con Lluvia Estelar y ella ni tan siquiera estaba del todo muerta. Gilean no le había abandonado, sino más bien, nunca le había tenido en cuenta. ¿Y si la Senda que devolería el Equilibrio estaba por encima del propio Gilean? Todo empezaba a tornarse incomprensible para Kylian Brickstone. Cuanto más vueltas le daba, más y más se ofuscaba. Y entre esos pensamientos oscuros y aterradores, se quedó dormida.

- ¿Cómo...? - Dijo nada más escuchar una voz conocida, que hacía meses que no escuchaba. 

Se dio media vuelta y vio a una persona que no esperaba ver a su lado. Valev estaba allí junto a ella, abrazándola. No obstante, tenía un aura diferente, esa criatura, espectro o ensoñación, no era su cariñoso y apasionado Valev, lo supo nada más verle. Sin embargo, tampoco tuvo miedo y siguió abrazando aquel subterfugio hecho persona, para que momentos después le desvelara la verdad. Fuera quien fuera, no era Valev, pero si alguien que le ofrecía algo a cambio de lo más valioso para ella, su fe.

- Es cierto que no me escucha. - Le dijo a aquella entidad, fuera quien fuera. - Nunca lo hace y sin embargo yo le ofrezco todo mi ser. Es cierto que me guía... - Se quedo call¡ada y reflexionó. - A su manera, de forma velada y crítptica, pero lo hace... - Suspiró. - ¿Por qué me lo pone tan difícil? ¿Por qué se empeña en arrebatarme siempre a quien más quiero? - Se quedó mirando a aquella entidad y empezó a jugar con su pelo, entrelazando uno de sus afilados dedos, con sus preciosos rizos negros. - ¿Renunciar a mi fe a cambio de aquello que deseo? - Le preguntó. - ¿Qué es lo que tú crees que yo deseo? - Lanzó una nueva pregunta.

—No importa lo que yo crea, querido. Importa lo que quieras tú y llevo escuchándote rezarle a un dios sordo durante demasiado tiempo. Te he oído pedirle que te devuelva a tu amiga muerta pero, ¿es eso realmente lo que deseas? Ambos sabemos que no. Deseas atención, deseas poder, deseas que te amen por quien eres... Y mereces todas esas cosas. Solo tienes que atreverte a reclamarlo.

Aquello hizo reflexionar a Kylian. ¿Era cierto aquello que el falso Valev le estaba diciendo? No lo creía del todo, pero si era cierto que había creado la duda en si mismo. 

- ¿Atención, poder, amor...? - Preguntó, pero no a la entidad, sino a si mismo. - Es cierto que deseo todo eso. Quizás esté en desacuerdo con lo de que ansío poder. Lo que realmente deseo es el poder suficiente para devolver el divino Equilibrio. En eso sí estamos de acuerdo. - Se convenció a si mismo. - Al amor he renunciado. Al menos no hasta que la balanza este equilibrada. Y la atención... Es cierto que me frustra que los agentes de la neutralidad a quien debo guiar, no quieran seguir la senda. - Chasqueó la lengua. 

Acarició el rostro de la entidad y le miró directamente a sus ojos negros penetrantes. Era sin duda un hombre de moralidad distraída. Su mirada no engañaba. Era un hombre capaz de cualquier cosa por puro interés. Y sin embargo... Había sido siempre tan dulce con él, que no podía echarle nada en cara. 

- Quiero a Enrielle de vuelta. - Le dijo. - Quiero que sea fiel a mi causa. - Le pidió. - Y quiero andar la Senda por fin. - Añadió. 

Estaba postergando demasiado ya sus asuntos. Debían volver al estúpido cenagal al que Klunurig consideraba si hogar. Debían matar al gusano negro y así liberar los escamosos seres que poblaban el pantano. Tenía que volver con el chamán del Zigurat y ofrecerle la cabeza del dragón, para que así las tribus se unieran entorno a su Campeón, ella y una vez liberados y bajo una misma bandera, le ayudarán a recuperar el equilibrio.

- ¿Sabes lo que quiero? - Le dijo ya sin tapujos y abandonando los susurros. - Si es así, dámelo.

—Ah, querido... Pero, ¿qué hay de lo que yo deseo? —responde con sensual ternura y sonrisa pícara— Me gusta tu arrogancia. Crees que hasta las mismísimas estrellas han sido hechas solo para iluminarte. Que los dioses te sirven a ti y no tú a ellos. Que cuando te arrodillas para rezar, son ellos quienes en realidad se arrodillan ante ti para obedecer tus órdenes y te contraría que te sirvan sin antes decirte "sí, ama". Entrégate a mí y te daré ese poder que afirmas no ansiar: poder sobre la vida y la muerte.

- ¿Tú lo ves así? - Preguntó curiosa. 

Lo cierto era que el falso Valev le había hecho reflexionar. Nadie, salvo quizás Threltheax y Threltheax desde luego no era ninguna entidad divina, le había otorgado título alguno y ella los ostentaba sin ningún tipo de duda. 

- ¿Realmente soy una arrogante que me creo una divinidad? - Se quedó pensativa. - Está tratando de confundirme, de hacerme creer alguien que no soy. - Negó con la cabeza. - Pero si me va a devolver a Enrielle...

Sin duda estaba ante una encrucijada. Quizás la mayor de toda su vida. Alguien había atendido sus plegarias, pero como de costumbre, ese alguien no era Gilean. No obstante, tenía por fuerza que ser un ser divino. Un dios. Un dios con capacidad de jugar con la vida y la muerte, un dios mentiroso y un dios por ende malvado. 

- ¿Eres tú Chemosh? - Le preguntó de forma valiente. - Utilizas el subterfugio para encandilarme. Me haces promesas sobre el regreso de un ser querido y me tientas a seguir un camino perverso. - Se puso muy seria. - ¡Revélate ante mi! - Le ordenó.

El cuerpo de Valev se deshace entre tus dedos y te encuentras contemplando un remolino de negrura tan profunda que te resulta imposible ver nada a tu alrededor.

—Sí, querido, ese es uno de mis muchos nombres —reconoce la oscuridad, en su aterciopelado susurro—. Estoy cansado de que me teman. Hombres y mujeres en el filo de sus vidas sollozando por que les conceda unas semanas más de vida, unos días, apenas unas horas. Ambiciosos nigromantes se postran ante mí codiciando el poder sobre la vida y la muerte que solo yo puedo otorgarles. Ancianos y temblorosos archimagos me suplican para que les conceda la inmortalidad y evitar así que todos sus conocimientos se marchiten y se los lleve el viento como las hojas de los árboles en otoño.

- Tiene sentido. - Se sorprendió pensando aquello. 

Cierto era que Kylian no tenía miedo a la muerte. Al fin y al cabo la muerte solo era otro paso más en la senda de la vida que conducía a una senda diferente, la de la no-vida. Al ser algo inevitable, pues si algo tenía claro ela goblin era que la Senda nunca se detenía, no tenía sentido tener miedo. Si Chemosh representaba a la Muerte, tampoco podía temerle o al menos no quería, pues antes o después tendría que darle cuentas. 

- Te vi en el Zigurat, pero entonces no te reconocí. - Le dijo sin tapujos y tuteando a una deidad, como si hablar con un ser divino fuera algo habitual para ella. - Triunfé en el Zigurat a base de fe y la fe me ha llevado hasta donde estoy ahora. Fe en la Neutralidad, una causa más grande y noble que yo mismo y que el propio Gilean que me ha estado guiando de forma críptica y retorcida. - Habló de la forma más sincera que pudo. - He cambiado. La gente cambia, pero no he flaqueado ni una sola vez en cuanto a mi objetivo. Y no lo haré ahora. - Afirmó rotundamente. - La Neutralidad es más importante que yo, que Enrielle y que Gilean. - Asintió con la cabeza. - El sufrimiento y la recompensa no me importan. Y si Gilean no puede ayudarme y tú si, no tengo inconveniente en servirte. No obstante, la Senda será recorrida contigo o sin ti, pese Gilean o con su ayuda. Mi determinación es más fuerte que cualquier otra cosa y solo la muerte física y no su avatar sobre Krynn, podrá detenerme.

—Me gusta escucharte... Hablas de la Neutralidad como una fuerza mayor que la de los propios dioses. ¿La Neutralidad eres tú? ¿La libertad de hacer lo que desees cuando lo desees sin el encorsetamiento de las normas morales? ¿Qué es para ti esa Neutralidad?

No percibes asomo de duda en su voz. Más bien, genuina curiosidad. Casi como si desease aprender de ti.

- La Neutralidad es el equilibrio en el eje mal-bien y en el eje ley-caos. - Respondió como si de un asunto matemático se tratara. - La Neutralidad es la garantía de que las fuerzas contrarios están igualadas. Es la fianza de que Krynn siga rodando sin que ninguno de los poderes que pugan por su control, se imponga sobre el resto. Es la seguridad de que todo sea como debe ser. - Pese a lo abstracto que sonaba todo aquello, ella sabía bien a qué se refería. El concepto por el que le había preguntado era algo que tenía bastante claro, pese a que en gran medida se basaba únicamente en la fe de que así debía ser. - En gran medida, la Muerte es una forma de Neutralidad. A todos llega por igual antes o después. No creo que seáis tan diferentes Gielan y tú, aunque ni tú mismo lo admitas. - Se atrevió a ningunear al mismísimo Chemosh. - Piénsalo. ¿No es en realidad la muerte una forma de Neutralidad justa e inevitable? 

Esa pregunta, ¿era para la infinita espiral de oscuridad que tenía delante o era para si misma? Si era para la goblin, ella no la respondió y en cambio se mantuvo inmóvil y en silencio mirando en dirección a la entidad divina que se le había aparecido.

—De acuerdo con tus propios parámetros, sí, yo creo en la armonía de la Muerte y de la No-Muerte. Porque ese equilibrio del que hablas está roto. ¿Has mirado el cielo? Faltan las constelaciones del Dragón de la Platino y de la Reina de los Dragones. Seis dioses en el lado de la Luz, seis dioses en el lado de la Oscuridad y siete en esa supuesta y engañosa Neutralidad. ¿Es eso a lo que sirves, a la pasividad omnímoda del Bibliotecario? La Luz y la Oscuridad se han destruido la una a la otra para que Él pueda reinar sin mover un dedo, sin contestar una plegaria... ¿Dónde está ese holgazán dios de la Neutralidad ante el que te humillas? Yo te lo diré: lo ve todo y no le importa nada. Él y los suyos ya han triunfado. Han impuesto la Neutralidad sin luchar por ella y, al hacerlo, han permitido que el equilibrio se rompiera.

»¿Eso eres tú? ¿El paladín del Equilibrio Quebrantado? Si lo eres, entonces túmbate a esperar la muerte y languidece en tu victoria. Ya habéis ganado. Deja que todo siga su curso sin intervenir... ¿Por qué quieres deshacer lo que se ha hecho? ¿Por qué quieres que devuelva a la vida lo que ha muerto? Te considero muchas cosas, pero no un hipócrita. Y si no lo eres, entonces deberías estar luchando por traer de regreso a la Reina de los Dragones y restaurarla en la firmamento junto a su némesis.

- El equilibrio no es un asunto de cantidad. - Se atrevió a contradecir al mismísimo Chemosh. - Sino de poder. - Le aclaró. - ¿Podrían cien hormigas aplastar a un elefante? - Le hizo reflexionar, pero no le dejó responder. - La respuesta lógica sería, que no estamos hablando de seres de muy diferente poderío. Pero... ¿Podrían los elfos que cuidan de la fortaleza, acabar con Ailaserenth? Te puedo asegurar que no. - Le rebatió. - No digo que no pueda luchar por el retorno de la Reina de los Dragones si eso condujera al equilibrio, pero no estoy seguro que el equilibrio esté allí. Necesito seguir caminando la senda para decidirlo.

—Yo tengo la eternidad para esperar tu decisión, querido. Tu amiga, no la tiene, como tampoco tiene capacidad para hacerlo. ¿Decidirás tú por ella o dejarás que siga su curso por el Río de las Almas? ¿Te entregarás voluntariamente a mí o seguirás rezándole a un dios al que no le importas?

- El equilibrio no tiene por fuerza que estar en el hecho de restaurar a la Reina de los Dragones en lo alto del firmamento. - Respondió tras reflexionar a conciencia sobre lo que Chemosh le había propuesto. - Eso tampoco quiere decir que haya equilibrio entre los diferentes dioses ahora mismo. - Afirmó rotundamente. - Hay diferentes vías, Sendas las llamo yo, para alcanzar el Divino Equilibrio. Las descubriré antes de que llegue mi hora de abandonar Krynn. - Sentenció. - Para ello necesito a Enrielle y si tú me la devuelves, te serviré. A ti y a nadie más. - Le aclaró. - Puede que en el transcurso de mi Viaje descubra que en efecto, restaurar a la Reina de los Dragones otorgue equilibrio... estabilice la Balanza, pero eso será algo que yo decida y nadie más, ni siquiera es algo que tú puedas decidir por mi. 

Hablar de esa manera a un Dios era algo atrevido y seguramente peligroso. No obstante, si Chemosh había acudido a ella, era porque realmente estaba interesado en que le sirviera de alguna forma. Kylian sabía que Chemosh se subordinaba en cierta manera a Thakisis y que le había jurado lealtad, no obstante, el trato de Kylian no sería nunca con la Reina Dragón, sino únicamente con el Nigromante. Antes de traicionar a la Senda, prefería la muerte.

- Este es el trato que puedo aceptar. - Le respondió. - Trae de vuelta a mi amiga y yo serviré a tu propósito sin contradecir la Senda del Equilibrio. - Expuso finalmente. - Al fin y al cabo, si has contactado conmigo, no estarás en contra de mi obra y de alguna manera estarás complacido con mis actos pasados. ¿Me equivoco mucho?

—Estoy satisfecho con tu obra, querido. Cada vida que tú o tu amiga habéis arrebatado, ha sido una ofrenda para mí. Y confío en que seguiréis proporcionándome grandes satisfacciones durante mucho, mucho tiempo.

El remolino de negrura comienza a desvanecerse y también lo va haciendo la voz aterciopelada, que suena cada vez más y más distantes.

—Tus decisiones, tus acciones y las consecuencias de esos actos siempre te pertenecerán.

La promesa, la amenaza, queda resonando en tu memoria.

Al mirar hacia abajo descubres que tu medallón, recientemente reforzado con poderosos encantamientos, está cambiando. El libro abierto se cierra, se retuerce, colapsa sobre sí mismo... y su apariencia amorfa comienza a conformar poco a poco la apariencia de una sonriente calavera.

Fue algo bastante traumático para la goblin. Pese a que había llevado la negociación con bastante soltura, se habían tocado temas muy profundos, que afectarían al futuro inmediato de la sacerdotisa, pues había renunciado a lo más sagrado para ella, su fe. 

Gilean ya era historia en la Senda que recorría Kylian. Necesitaba realizar una profunda metamorfosis para continuar con su obra. No podía hacerlo sin Flechas de Muerte y por eso tuvo que aceptar un mal menor, si es que cambiar la deidad patrona absolutamente neutral de uno por otra escorada claramente hacia el mal, era un mal menor...

- Si ha vuelto habrá valido la pena. - Se dijo a si misma. 

Acto seguido se acercó al cadáver de Enrielle y se arrodilló a sus pies. Durante unos instantes observó su pecho buscando algún signo de vida.

- Si el pecho se eleva, es que vive... - Se dijo sin demasiada esperanza. - ¿Confiar en el dios de la Muerte ha sido un error? - Se preguntó. 

Nada sucedía. El pecho de Enrielle seguía inmóvil. No se movía, no respiraba. No obstante, algo si había cambiado. Podía ser una simple imaginación, pero el olor a putrefacción que desprendía el cuerpo sin vida de Enrielle, ya no hedía como antes. Al menos esa era la impresión que Kylian tenía. 

- ¿Pero qué...? - Se preguntó la bibliotecaria cuando el cabello de su difunta amiga empezó a perder color en varios mechones que tenía en el flequillo. - 

- ¿Enrielle...? - Le llamó. Aquel cambio repentino quería decir algo. - ¿No me has engañado Chemosh? - Murmuró esperanzada. 

Y entonces, Enrielle abrió la boca de forma repentina y tomó una violenta bocanada de aire. Kylian sonrió. Aquello era la evidencia de que había valido la pena hacer tratos con Chemosh. Miró de nuevo el pecho de su amiga y... ¡Respiraba! 

- No estoy segura... - Le respondió sonriente. - Si, supongo que soy Kylian, aunque... ¿Quién es Kylian realmente? 

Tras todas las transformaciones que había sufrido, ya no estaba muy segura de quién era, quién fue y tampoco de quién acabaría siendo. Lo único que tenía claro era que la Senda estaba cada vez más clara para ella y su determinación era más firme su cabía. 

- Olvídalo. - Le dijo al fin. - Son fanfarrias de una vieja loca. - Tomó aire.

Tocaba explicarle a Enrielle lo que había sucedido en realidad. Sin duda estaba desorientada y no alcanzaba a entender la realidad de lo que había sucedido en la emboscada.

- Estuviste nadando en el río de las almas. He intercedido por ti para que regreses con nosotros. - Trató de ser sensible con el asunto. Morir no era algo que agradase a nadie. - Todavía tienes cosas que hacer aquí en Krynn. Tú lo sabes, pues al final era tuya la decisión de regresar o no y elegiste volver. - Hizo una breve pausa para que Enrielle asimilara lo sucedido. - Tuve que tomar una decisión que puede que condicione el resto de mi vida y puede que me ha hecho vulnerar todas mis creencias, pero no le arrepiento, pues tú estás aquí y sin ti no podría continuar caminando la Senda. - Sonrió de forma sincera y volvió a abrazarla. - Vamos a ver al resto. Te están esperando...