Partida Rol por web

—¿Estás seguro de que esto está funcionando? — le preguntó a su compañero con preocupación al ver aparecer a aquel oso, más grande aún si cabía —Puede que sea el momento de una retirada sutil y educada...

Quería retroceder pero no se atrevía a moverse aún, y menos dejar a Wylas solo ahí. Permaneció alerta, con la mirada fija en aquel oso enorme buscando signos de hostilidad más allá del gruñido hostil, a juicio de Enrielle, que emitía.

- Parece que ese si quiere parlamento. - Dijo la goblin señalando al ursoi de la alabarda. - Tiene un aspecto temible...

Ya estaban allí y no había vuelta atrás. Correr sería inútil si aquellas gentes se tornaban violentas. Son duda, con sus piernas mejor adaptadas a la nieve, les darían caza en poco tiempo. Además, Enrielle había decidido exponerse de más. No iba a dejarla allí tirada si las cosas de ponían esas. Mucho, demasiado le había costado traerla de vuelta de la muerte, como para abandonarla allí a su suerte. Wylas le caía simpático, pero era algo más prescindible. 

- Me acercaré también. - Declaró la sacerdotisa sin mirar a nadie en particular y con una tranquilidad pasmosa. - ¡Menudas patas tiene! - Murmuró para si mientras avanzaba hacia la empalizada.

Reconozco que ver de cerca a los ursoi me impresiona. Son musculosos gigantes a los que ni siquiera los ogros y los sivak les llegan a la altura del hombro. Pero hay algo en ellos que trasciende lo bestial para tender a lo majestuoso, como los grandes felinos.

Y, al igual que los grandes felinos, resultan aterradores. Si cayera en las garras de cualquiera de ellos, podrían troncharme como a una ramita. Especialmente el de la alabarda.

Su repentina aparición me sobresalta y su arma me inquieta. Unos pocos pasos al frente y podría decapitar sin esfuerzo a la pareja de humanos que se han acercado a sus dominios. Por qué la goblin decide adelantarse también es para mí un misterio, cuando lo que me pide el sentido común es marcharme. ¿No ve cómo gruñe el ursoi, irritado con nuestra presencia?

Si el alabardero o cualquiera de los vigías deciden atacar, yo no estoy en disposición de defender a nadie. Así que opto por mantenerme a una distancia prudencial y a la espera de acontecimientos.

—No sé qué es un portal, ni qué son magos —confiesa con naturalidad el gigantón, sin mostrar vergüenza por ello—. Pero el líder de nuestro clan querrá hablar con vosotros antes de decidir si os ofrece su hospitalidad o no.

Mira en dirección a la pareja de elfos que les señalas y que se han quedado más rezagados y gruñe.

—Yo cazo y mato, no curo. Pero si queréis pedirle ayuda a nuestro chamán, yo os haré de intérprete.

El alabardero ursoi avanza unos pasos hasta situarse en medio de las dos secciones interrumpidas de empalizada, obstaculizando el acceso al interior del poblado y gruñendo mientras Wylas continúa tratando de hacerse entender.

Los cuatro hombres-oso que montan guardia en lo alto de la empalizada no os quitan ojo de encima. Y uno de los habitantes de la aldea se aproxima al de la alabarda por detrás, sacando un arpón de hueso de un carcaj que lleva a la espalda.

—Mierda Wylas, ¿qué está diciendo con esos gruñidos? ¿Lo estás entendiendo o no? — con cautela dio un paso atrás y asió por el hombro a su compañero — Creo que no somos del todo bienvenidos aquí. Vámonos y ya veremos qué hacemos.

Observó si retroceder complacía a los osos. Lo que ella entendía del comportamiento de esos gigantescos seres era que estaban dejando claro cuál era su territorio. Lo que esperaba que no se le escapara era que se los quisieran comer. Puede que como a los magos que andaban buscando...

- Si, vámonos. - Dijo Kyliana mientras se aproximaba a sus compañeros.

La parte positiva era que no eran abiertamente hostiles. No les querían allí, pero tampoco parecía que al menos de buena sa primeras fueran a tratar de arrancarles la cabeza de un zarpazo sin mediar palabra. Quizás si regresaban un par de veces tratando de establecer una comunicación, les proporcionaban alguna ofrenda y sobre todo, se comunicaban abiertamente con ellos mediante los dones que Chemosh podía ofrecerle, lograran cierta amistad. Usar la baza de que ellos también los hombres-morsa podía ser inteligente.

- ¡Ya volveremos! - Sugirió a sus compañeros.

─Perdón, un momento... ─se disculpó Wylas al ursoi, girando la cabeza hacia sus compañeros─ Chicos, estoy teniendo una conversación civilizada con este ursoi. Que, según me dice, aunque los ursoi sólo hablan la lengua de los ursoi, ha viajado más allá del Muro de Hielo y ha aprendido la lengua de los hombres que viven en las Praderas de la Arena. Y lo primero que ha hecho es aclararme este punto y preguntarme si le entendíamos. Cosa que hago ahora mismo, pero por tiempo limitado, así que dejad de ponerme nervioso y dejadme hablar con su líder, por todos los dioses... ─dijo el solámnico girándose hacia atrás, hacia sus compañeros, tratando de tranquilizarlos, o al menos de conseguir que no crearan un conflicto diplomático indeseado. *Muy * indeseado.

»El que viene creo que debe ser el líder del clan. Hablará la misma lengua que este guerrero y no sé si entenderá nuestro idioma o le tendrán que traducir. Así que estaos calladitos y dejadnos hablar tranquilos. Gracias.

Wylas se volvió hacia los ursoi y sonrió, pero ni se le ocurrió enseñar los dientes en el proceso. Eso era el tipo de descuido que podía crear un conflicto diplomático. Enseñar los dientes en el mundo animal solía ser una amenaza y no sabía cuánto de animales había en los usos sociales de los hombres-oso.

»Y tienen un chamán, que tal vez pueda atender al elfo. Este ursoi se ha ofrecido a hacer de intérprete.

Y de nuevo se giró hacia el poblado, prestando toda su atención al ursoi con el que había entablado conversación y también al recién llegado. Por la conversación deducía que se trataba del líder del clan y que debía decidir si les ofrecía hospitalidad o no. No era el momento de hacer tonterías.

»Lo siento, de verdad, mis compañeros son gente nerviosa. No comprenden lo que decís y creen que estoy en peligro. Cosa que, entiendo, como mínimo, todavía no se ha decidido. No deseo ofender. Y, en cualquier caso, agradezco que me escuches. Yo me llamo Wylas, ¿y tú?

Enrielle soltó el hombro de Wylas, algo avergonzada. Unió las palmas de las manos y bajó la cabeza en señal de disculpa. Pues sí que estaba haciendo progresos, aunque el ursoi del arpón ese no le gustaba ni un pelo.

Se giró hacia Kyliana, que venía más allá acercándose trabajosamente, y le hizo el gesto de guardar silencio llevándose el índice a los labios agrietados por el frío.

— Ya has escuchado a Wylas. Ni se te ocurra hacer nada peligroso, como lo de Klunurig de mear a nadie ni nada parecido. O rezar en voz alta a Chemosh. 

​​​​Y esperó, algo más aliviada, a que terminaran de hablar. Puede que el charlatán lo consiguiera al final, quién lo hubiera dicho después de la murga que les había dado la noche anterior.

Cada vez son más los hombres-oso que se van congregando en la entrada de la muralla con la intención de cerrarnos el paso y defender su asentamiento de nosotros. O así lo entiendo yo a juzgar por sus expresiones y sus gestos de echar mano a sus armas. Lo más seguro es que nunca hayan visto gente como nosotros y por eso estén todavía decidiendo cómo reaccionar a nuestra llegada.

Veo a Wylas dándose media vuelta y diciéndole algo a la goblin, pero no consigo entender lo que le dice. Podría acercarme para escuchar mejor, pero no tengo ninguna intención de arriesgarme a moverme y alterar a los vigilantes lugareños. En lugar de eso, opto por emplear un sencillo truco que Freya ya utilizó durante el asalto a la fortaleza de Mirivale.

—¿A qué estamos esperando? —pregunto en un susurro con la esperanza de que solo mis compañeros puedan escucharlo—. Parecen una raza acostumbrada a defenderse de amenazas de todo tipo, no solo de las climatológicas. Y tengo la sensación de que no nos quieran aquí. ¿De verdad deseáis enfrentaros a unos guerreros que os doblan en estatura y os cuadruplican en número?

- Wylas puede llegar a ser muy persuasivo. - Respondió Kyliana a través del canal arcano abierto por el elfo. - Puede que hasta consiga que nos dejen pasar y nos inviten a un té. Aunque no se si queremos eso... Yo he propuesto marcharnos e intentarlo otro día, cuando se acostumbren a nosotros. A ver que pasa...

—Yo soy Hallbeard Ojosangriento —se presenta el ursoi, señalándose la larga cicatriz vertical de su enrojecido ojo izquierdo—. No tienes que disculpar a tus amigos, mis camaradas están tan intranquilos como ellos. Las gentes del hielo viven a algunas jornadas y no es habitual que ninguno venga hasta aquí, pues ya han aprendido que este es ahora nuestro hogar. Pero vosotros no sois como ellos, oléis distinto —se fija con mayor detalle en la pequeña figura de Kyliana que avanza hacia donde os encontráis—. Y eso no es una cría de humano.

Se gira hacia su derecha, dándote momentáneamente la espalda para encarar a la figura armada con un arpón que se le acerca por detrás.

—Guarda eso —le ordena secamente—. Piden la hospitalidad de la manada y Roaghnir decidirá qué hacer con ellos, no tú.

Gruñendo visiblemente molesto con la reprimenda, el arponero retrocede unos pasos hacia la tienda de campaña más cercana sin quitaros la vista de encima.

Haciendo caso omiso de él, Hallbeard te devuelve su atención.

—Si me seguís, os llevaré hasta el líder del clan —te asegura, apartándose lo suficiente como para que podáis pasar.

─Si algo puedo afirmar es que no somos "gentes del hielo". Somos distintos, sí, bien distintos... ─comentó en voz justo lo suficientemente alta para que Ojosangriento le pudiera oír y, de hecho, fue decreciendo cuando éste intervino para calmar los ánimos por su lado, con el arponero─ Gracias. Un momento ─dijo al úrsido para, a continuación, girarse de nuevo hacia sus compañeros más atrasados.

»¡Kyliana! ¡Dile a los demás que estamos bien, que vamos a reunirnos con Roaghnir, su líder del clan! ─dijo a voz en grito, en parte para informarles y apaciguar los ánimos, en parte para librarse de la caótica criatura ahora conocida como Kyliana.

No quería ni imaginarse en lo que podía convertirse una reunión con gente nerviosa y con gran capacidad destructiva combinada con alguien tan capaz de exaltar los ánimos como era la clérigo goblin.

»Te sigo, Hallbeard Ojosangriento ─dijo finalmente avanzando con paso decidido hacia el hueco que había dejado el enorme ursoi.

- ¡Parece que Wylas ha logrado una audiencia! - Gritó la goblin con todas sus fuerzas. - ¡Voy a ir con él! ¡No importa que vengáis! 

Acto seguido empezó a mover sus cortas patas todo lo rápido que le permitía la nueve y las molestas pero eficaces raquetas que llevaba en los pies, tratando de reunirse con el diplomático del grupo. Aquel tipo estaba siendo realmente útil y resolvía los problemas de una manera pacífica. Demasiado quizás para su gusto, pero desde luego mucho menos peligrosa que los métodos que solían usar los miembro del Vendaval.

La respuesta que me llega de la sacerdotisa goblin me tranquiliza. Nada apunta a que mis compañeros tengan intención de enfrentarse a los corpulentos lugareños y parece que planean retirarse de forma pacífica.

Imagino que sus intenciones deben ir en esa misma línea cuando Wylas primero y después Kyliana se ponen a gesticular y dar voces, aunque el significado de sus mensajes se lo lleva el viento y lo único que me llegan son palabras sueltas e inconexas cuando no meras sílabas carentes de significado.

Por eso no entiendo nada cuando veo que tanto Wylas como Kyliana hacen ademán de avanzar hacia la empalizada.

—¿Nos ofrecen su hospitalidad? —pregunto por medio de la magia a mis compañeros más adelantados, pidiendo su confirmación.

Supongo que así será, porque no puedo imaginar que nadie sea tan temerario de tratar de entrar en el poblado sin haber sido invitado. La alternativa es que una y otro se dispongan a combatir contra los ursoi, pero no seré yo quien aseste el primer golpe.

- Puede que su hospitalidad no, pero al menos nos van a escuchar. - Le dijo al goblin a través del canal arcano. - Venid si queréis o acampad de nuevo. Como gustéis...

Enrielle escuchó la voz del elfo como si le estuviera susurrando al oído. Se acordó de Thorwyn, que hacía lo mismo y siempre le había resultado incómodo. Fue a responderle, pero Wylas anunció que en efecto habían conseguido audiencia. Si era una trampa o realmente estaban dispuestos a acogerlos estaría por ver.

—Bien hecho, Wylas. Ni siquiera yo lo hubiera hecho mejor. — le dijo con un asentimiento. Se giró hacia los demás e hizo señas para que se acercaran. Levantó el pulgar al mago, que seguía dudando con sus susurros mágicos. — Pero esperemos a los demás, ¿no?

Esperó un poco a que el resto se acercara antes de seguir a Wylas.

Aunque solo hemos caminado un par de horas esta mañana, la perspectiva de acampar nuevamente me resulta tentadora. Cualquier cosa es mejor que seguir esperando aquí, a pie firme, a la intemperie.

Lo que no tengo tan claro es que los ursoi vayan a ver con buenos ojos el que yo me ponga a levantar un refugio a la entrada de su poblado. Y tampoco me convence que nos dividamos, quedando así más expuestos a las numerosas amenazas que existen en el Límite del Glaciar.

No es que la idea de verme rodeado de formidables hombres-oso en mi actual situación me resulte atractiva, pero es un aliciente el que al menos no nos hayan atacado hasta el momento. Tal vez porque reconocen que unos y otros estamos al servicio de la misma dragona y temen despertar su cólera si nos agreden.

Sea como fuere, el caso es que me resisto a abandonar a Wylas a su suerte en compañía de tan temibles interlocutores y prefiero estar presente en la conversación aunque no sea más que como testigo mudo de lo que allí se trate.

Escoltados por el alabardero ursoi, acabáis cruzando todos juntos la empalizada y adentrándoos en el poblado. Aquí las viviendas son sencillas cabañas de madera y simplemente tiendas de campaña hechas con pieles curtidas. Miréis donde miréis, podéis ver al clan de hombres-osos realizando sus tareas cotidianas: limpiando pescado, tejiendo redes, cuidando de sus cachorros...

Vuestra llegada no pasa ni mucho menos desapercibida y todo el mundo, especialmente las crías, deja sus quehaceres para observaros, gruñir y señalaros. Os cruzáis con un par de decenas de ejemplares adultos pero, a juzgar por el número de viviendas, es posible que la población sea el tres o cuatro veces mayor.

Por la empalizada y la torreta de vigilancia que se alza en el centro del poblado, no parece que este sea un asentamiento temporal, aunque el predominio de las tiendas de campaña sobre las cabañas sí da esa sensación.

El poblado solo tiene dos calles, si es que se puede llamar así a los senderos de nieve pisoteada, que son paralelas entre sí. Cada una de ellas parte de uno de los dos huecos en la muralla y ambas se unen en el extremo norte del poblado, donde varios ursoi pertrechados con picos y carretillas trabajan perforando la helada colina.

Sin embargo, vosotros no llegáis hasta allí pues vuestro guía os acompaña hasta una cabaña circular situada en la intersección de las dos calles. Junto a ella hay un pequeño fuego de campamento y unas cuantas mantas y pieles dispuestas a su alrededor.

El alabardero gruñe algo y os señala la hoguera indicando de forma inequívoca que os quedéis ahí, como Wylas os confirma. A continuación, se dirige hacia la entrada de la cabaña circular.

Wylas estaba exultante, acababa de lograr, probablemente, su mayor éxito en temas de diplomacia. Hasta el momento y mientras no se torciera la situación, había logrado que los miembros de una especie humanoide que ni siquiera hablaba su idioma accediesen a entrevistarse con ellos para, al menos, juzgar si se les concedía hospitalidad.

─Bueeeeno, pues aquí estamos, todos reunidos alrededor de una hoguera... Pero que nadie se ponga a cantar, esta gente está nerviosa con nuestra presencia, no les déis ninguna excusa... En otro orden de cosas, maese túnica blanca, decidme que hoy habéis memorizado el Comprensión idiomática. No sé cuánto más durará el mío y odiaría no poder entender lo que dicen. Ojosangriento, el guerrero ursoi con el que he estado hablando, nos traducirá a su líder, que tiene que decidir si nos da hospitalidad o no. Y me gustaría que decidiera que sí. De momento parece que lo estoy haciendo bien, agradecería que nadie hablara si no se le invita a la conversación, ¿de acuerdo? A vos, maese túnica blanca, os haré una seña si noto que se me acaba el hechizo, ¿de acuerdo? Vamos, que si vas lanzando el hechizo ya, casi mejor, seguro que el tuyo dura muchísimo más que el del triste pergamino que tenía...

Y nada, ya estaba, había que esperar, entrar discreta y educadamente, presentarse, convencer a alguien de dieta carnívora/piscívora que pesaba 8 ó 10 veces más que cualquiera de los del grupo de que no eran comida y que era una buena idea que les ofreciera hospitalidad. Ya podían tener un alto concepto de la hospitalidad, porque sino estaban bien arreglados. Pero basta con que algo sea posible para que pueda suceder, ¿no?