Partida Rol por web

Freya no pudo evitar enarcar una ceja ante el discurso de Wylas. Por lo que a ella respectaba, el mago bien podía haber estado intentando matarles cuando decidió desencadenar el fuego arcano en un espacio tan limitado. Mientras ella se jugaba literalmente el pellejo delante del monstruo helado. Pero no dijo nada. Algo en el tono de aquel picaruelo que les acompañaba sin motivo aparente desde su periplo en el mar hizo que se contuviese. Quizá la sonrisa simpática. En todo caso, no se confió del todo, manteniéndose alerta por si el mago comenzaba a conjurar en cuanto lo liberasen. 

Túnicas blancas... bah. Si sus actos estuviesen a la mitad de la altura que su superioridad moral, el mundo sería un lugar maravilloso.

Freya no pudo evitar recordar cómo, durante su apresurado aprendizaje mágico, había coqueteado con las facetas más oscuras de la magia. Incluso, durante su prueba, había sentido la tentación de vestir el negro. Solo la insistencia de su instructor la había alejado de la nigromancia... y solo temporalmente.

La conversación se desarrollaba, y la qualinesti no pudo sino escuchar con incredulidad todo cuanto sus compañeros decían. Nada de lo que decían tenía sentido. ¿Criaturas que borraban la existencia misma, haciendo caer en el olvido a sus víctimas? Puede que ella no fuese una gran erudita, pero, si algo así existiese, al menos habría oído hablar de ello...*

- ¿Puedes preparar ese bebedizo que hizo tu amiga? - preguntó a Enrielle - Si esa es la respuesta, tal vez el túnica blanca debería beberlo...

No tenía inconveniente en que aquel peligroso aparecido bebiese un bebedizo hecho con una piedra negra salida de una aparición del yermo helado.

- Tranquila Freya. - Intervino Kyliana. - Como hemos dicho, ya hemos presenciado cosas parecidas y borrados de memoria. - Sonrió mostrando sus afilados colmillos a la elfa. - Hemos estado en muchos sitios, ¿sabes? Sobre todo yo. - Soltó una carcajada. - ¿Podemos adecentar este lugar y tratar de descansar? - Preguntó. 

Por lo que respectaba a Kyliana, el asunto estaba zanjado. Al menos por el momento. No creía que Enrielle pudiera reproducir el zumo de piedra que creara años atrás Lluvia Estelar, así que sólo les quedaba investigar aquel asunto en un lugar más adecuado como una biblioteca o un laboratorio de alquimia. Si el elfo queria recuperar sus recuerdos, más le valía no hacer nada raro y quedarse con ellos.

- Cuando haga una mejor temperatura, podemos pensar que hacer con nuestras vidas, pero así como estamos ahora, creo que o bien Lady Coryn nos ha tendido una trampa, o éste elfo tenía mucho más que ver en el asunto del portal, de lo que recordamos... - Reflexionó. - Puede que descansando recuperemos algo de memoria... - Se encogió de hombros.

Tras ventilar el refugio y reparar lo mejor que podéis su deteriorada puerta, regresáis a las literas sin demasiados ánimos de seguir durmiendo. ¿Cómo descansar, sabiendo que hay un peligroso mago elfo suelto capaz de prenderle fuego a todo en cualquier momento? ¿Cómo descansar, sabiendo que un grupo de desconocidos ha entrado en tu casa y ha tratado de matarte? ¿Cómo descansar, sabiendo que en el exterior pululan criaturas tan temibles que incluso la muerte es preferible a enfrentarse a ellas?

Con el frío que entra a través de la agrietada y chamuscada puerta, vuestras reservas de leña se agotan poco después del amanecer. Pero no os ponéis en movimiento hasta algo antes del mediodía, cuando las temperaturas parece más soportables.

Para entonces, el incógnito mago elfo continúa sin recobrar la memoria, ni los demás habéis averiguado de él nada más de lo que supisteis anoche.

Lo que sí recordáis es que lady Coryn os dio una brújula encantada con el camino a seguir. Una brújula que aparece entre las pertenencias del silvanesti, reforzando vuestra hipótesis de que originalmente ya formaba parte de vuestro grupo.

Uno con la esperanza de que halléis una cura para su memoria perdida y otros con el deseo de disponer de un techo sobre vuestras cabezas cuando el sol empiece a ocultarse, lo cierto es que todos reemprendéis camino hacia el norte.

Durante las siguientes cuatro horas avanzáis sin interrupciones, con el viento helado soplando en vuestros oídos y Enrielle guiándoos por las rutas que parecen resguardaros mejor de él. El sol todavía está alto y calculáis que deben quedaros unas tres o cuatro horas de luz.

Sin embargo, Freya detiene vuestro avance al haber dejado de sentir desde hace ya un buen rato a su mascota rebullendo en su mochila. Para cuando se aventura a comprobar cómo se encuentra, descubre que el animalillo está agarrotado e inerte. Congelado, más muerto que vivo.

Freya se maldijo a sí misma por su despiste. Con la tensión de tener a aquel mago desconocido y peligroso entre ellos (aparentemente un aliado al que habían olvidado, algo que le seguía costando creer), se había olvidado por completo de la pobre Tsilme, metida en su mochila y ahora medio congelada.

- ¡Tsilme! ¡Responde! - la sacudió con cuidado, pegando el oído a su pecho, donde notó un débil latido.

- Tsilme necesita ayuda. - miró a Enrielle, e incluso a Kyliana - ¿Podemos encender un fuego? ¿Tenéis aún algo de protección mágica para ella?

Si no la tenían, tendría que usar otro de los pergaminos que lady Coryn le había dado.

Paso las horas que me separan del amanecer sentado en un colchón frente a la chimenea, tratando inútilmente de hacer memoria sobre quién soy y cómo he llegado hasta este paraje gélido. Las únicas respuestas que tengo son las que me han dado mis secuestradores y mi única esperanza, que lo que dicen sea cierto y puedan hallar un remedio para el mal que me aqueja. Si hay por ahí otra gente mejor preparada y más dispuesta a ayudarme, no logro recordarlo tampoco.

Al menos me queda el consuelo de haber recuperado mis libros de hechizo y haberlos puesto a salvo, junto con el resto de mis pertenencias, en el plano Etéreo. Allí no podrán arrebatármelas.

Sin ningún otro lugar al que ir, ni amigos a los que recurrir y con el temor constante a nuevas represalias físicas por parte de mis captores, no ofrezco ninguna resistencia cuando me dicen que debo echar a andar por la nieve y entregarles no se qué dispositivo que he encontrado entre mis componentes de conjuro sin saber quién lo ha puesto ahí.

Incluso con las protecciones que soy capaz de levantar a mi alrededor, las inclemencias climatológicas hacen de la caminata un esfuerzo penoso que no tarda en minar poco a poco mi delicada salud.

La única nota positiva, si puede decirse tal cosa de mi situación, es que no hemos hallado en nuestra andadura ningún otro ser de hielo.

Kyliana abrió los ojos de par en par al ver a aquella criatura aterida de frío. Miró entonces a Freya con desaprobación. Olvidarse de su familiar había sido toda una imprudencia por su parte, casi tan grande como el hecho de llevarla hasta una tierra tan hostil como en la que se encontraban, aunque claro estaba, eso no lo sabían hasta que llegaron a aquel infierno helado. 

- No sé si se podrá hacer nada... - Dijo ucok legítima preocupación y siendo muy sincera. - No podías saberlo. Dentro de la bolsa parecía estar caliente. Pero es que hace tanto frío... - Mintió para tratar de consolar mínimamente a la elfa, quitándole responsabilidad. 

Kyliana agarró aquella criatura con ambas manos y frotó su cuerpo tratando de devolverle algo de calor. Comprobó si respiraba y si su pequeño corazón todavía latía. No deseaba que aquel ser, que no le había hecho daño a nadie, muriera de una forma tan triste. 

- Vamos pequeña criatura, reacciona... - Le dijo al oído en un murmullo casi imperceptible.

Enrielle se detuvo y se giró hacia los demás. Maldijo bajo el embozo del abrigo y agachando la cabeza se acercó al corrillo.

—Tenemos que seguir o esto se hará eterno y será peor. — hablaba alto para hacerse oír por encima del viento.

Miró la brújula en su mano como si en ella pudiese ver cuánto quedaba de aquella expedición infernal. Desde que la encontrasen en la mochila del elfo se confirmaba que era uno de sus compañeros. O eso, o la había robado. En cualquier caso, Enrielle se la pidió para guiarles el camino sin estar preguntándole continuamente. 

Levantó la vista hacia Kyliana con aquel roedor larguirucho en sus manos, y entonces se acordó de Nudillos. Ella misma había sido descuidada con sus propios animales. Suspiró.

—Este pobre bicho está tieso. ¿Es que no le llevas una mantita en la mochila? — se quejó. Después se bajó la gruesa bufanda y escupió sobre Tsilme, que descansaba en las manos de su amiga goblin. Antes de que se congelase le pasó las manos por encima, frotando con fuerza mientras movía la pelvis de forma bastante rígida a causa del frío. Empezó a canturrear mientras se movía. — Humm humm humm...  Que el pantano te proteja, comadreja.

Freya enarcó una ceja cuando Enrielle le reprochó el escaso cuidado que había tenido con Tsilme, como si ella no se sintiese ya lo bastante mal. Sin embargo, ni dijo nada al respecto, y se limitó a contemplar con una mezcla de extrañeza y diversión el peculiar rito de la legionaria.

- Gracias. - musitó, al tiempo que acariciaba a la comadreja con cara preocupada - Con todo el asunto del mago, me olvidé de protegerla.

Después de aquello, la envolvió en un paño, y se la colocó en el pecho, dentro de las ropas gruesas que la protegían.

Después de que Enrielle derrame sobre la comadreja de Freya las bendiciones del pantano con una soltura que habría enorgullecido al mismísimo Klunurig, os ponéis nuevamente en marcha.

Con la legionaria de Acero encabezando vuestra expedición, no tardáis en meteros en medio de un ventisquero que a punto está de conseguir que os extraviéis. El viento sopla con tanta fuerza que la nieve apenas os permite ver y convierte vuestro avance en un suplicio que parece no tener fin.

Para cuando la galerna amaina, descubrís con preocupación que el sol ha comenzado a descender y que apenas deben quedaros un par de horas de luz antes de que anochezca de nuevo. En el pecho de su ama, Tsilme permanece tan rígida e inerte como lo estaba cuando Freya la sacó de su mochila.

No tengo ni idea de hacia dónde nos dirigimos, ni cuánto falta para llegar. Solo sé que cada vez tengo más frío, me encuentro más débil y aumenta mi sensación de estar desperdiciando un tiempo precioso para hallar una cura a mi dolencia antes de que sea tarde. Antes de que sus efectos se vuelvan irreversibles o, peor aún, que la sintomatología se agrave todavía más.

—Si todavía falta mucho para llegar a donde quiera que vayáis, podemos acampar aquí —sugiero a mis "acompañantes"—. Me llevará unos pocos minutos y no quisiera ser sorprendido en campo abierto cuando caiga la noche. Pero si pensáis que podemos llegar a una zona resguardada mientras el sol todavía está por encima de la línea del horizonte, podemos caminar un trecho más. Yo os sigo.

—Sí, es lo mejor. Aún queda mucho, me temo. — respondió al elfo deteniendo la marcha — ¿Crearás otro refugio como el de ayer? Bien. Una vez que nos instalemos veremos qué podemos hacer con ese diamante y tu problema. ¿Tú recuerdas cómo lo hizo Lluvia Estelar, Kyliana? Hizo algo... lo machacó, creo recordar, y lo mezcló con algo en su pellejo de agua, pero puede que pidiese la intercesión de sus antepasados. No creo que el poder del pantano me permita hacer algo así.

- Descansemos. - Apoyó la idea del elfo y de Enrielle. - Mañana pediré dones a mi dios para protegernos mejor del frío. Y trataré de que pensar en como sanar tu dolencia, elfo. - Le dijo a aquel orejas picudas dándole la mano y mirándole a los ojos. - Recuperarás tu memoria. - Quiso creer en sus palabras, aunque no estaba del todo segura de poder conseguirlo.

Aquella era sin duda una de las peores situaciones en las que se habían encontrado y eso era decir mucho. Aunque no tenían ningún enemigo con consciencia y voluntad de hacerles daño, aquellas temperaturas extremas, eran tanto o más peligrosas incluso que el Gusano Negro. No las tenía todas consigo, podía ser que los dones de Chemosh no devolvieran la memoria al elfo, pero podía intentarlo. Necesitaba rezar y descansar y si todo iba como esperaba, sabrían quien era aquel túnica blanca.

Wylas hacía lo posible por mantenerse positivo, aunque tner las pelotas del tamaño de canicas por el frío no contribuía a su bienestar anímico. Pese a todo, las cosas no iban tan mal, dadas las circunstancias: todos seguían vivos (salvo que hubieran olvidado a alguien definitivamente), el túnica blanca colaboraba (tal vez por la falta de otras opciones, tal vez porque sentía que debía hacerlo, pero colaboraba), nadie había perdido ningún dedo o miembro por congelación y seguían avanzando hacia su objetivo. Que no era otro que descubrir un antiguo portal para viajar a otro mundo. Eso le ilusionaba mucho, casi compensando los sufrimientos.

Además, probablemente el elfo recobraría la memoria en algún momento, y ellos la memoria sobre él, la maldición o efecto mágico ese acabaría por desaparecer. Sería raro, pero mientras no se demostrara lo contrario para él el túnica blanca era una buena persona y merecía toda su simpatía. Le ayudaría en lo posible (parecía el más enclenque del grupo a excepción, tal vez, de la goblin) y le ofrecería una sonrisa amable. Si luego descubría que le odiaba o algo, bueno, mala suerte, al menos no tendría la mala conciencia por haber sido desconfiado o un "estirado" con él. Y, quien sabe, si al final decidía acabar con ellos al menos podría ser su último blanco. Eso era suficiente.

─¡Necesitamos detenernos, descansar y entrar en calor antes de continuar! ─exclamó a voz en grito para hacerse oír por encima del imperante ruido del viento.

»¡Maese túnica blanca! ¿¡Puede conjurar un refugio aquí!?

No había mucha diferencia perceptible entre el aquí y el allí en aquel desierto helado, pero sí podía haber mucha diferencia entre el ahora y el más tarde para la vida del familiar de la qualinesti...

En los escasos minutos que tarda el silvanesti en hacer que el suelo helado se levante para conformar un refugio de piedra para vosotros, el resto os quedáis helados a causa de la inactividad y la brusca bajada de las temperaturas.

Una vez dentro, descubrís que su interior es semejante al que abandonasteis hace unas pocas horas, solo que el mobiliario ha sido totalmente restaurado. Ahí está otra vez el escritorio junto a la puerta, la larga mesa de comedor en el centro rodeada de sencillos taburetes, las cuatro literas dobles y la chimenea, aunque ya no os queda nada de leña que quemar en ella y permanece apagada.

El esfuerzo de arrancar de este paisaje helado un lugar donde cobijarnos del frío extremo me deja extenuado, hasta el punto de que apenas me quedan fuerzas para colocar en la entrada una silenciosa alarma mental y refugiarme en su interior antes de caer rendido sobre la cama baja de una de las literas.

Estoy tan cansado, que descarto por completo emplear más energías en ocultar este lugar y opto por posponer la cena hasta después de haber descansado un par de horas. Los elfos no necesitamos tanto tiempo como las razas inferiores para recobrarnos de las fatigas de la jornada, pero el Arte requiere muchas horas diarias de dedicación y disciplina.

Así pues, me quito mis botas empapadas y el abrigo cubierto de nieve, me envuelvo bien en las escasas mantas de mi lecho, me abrazo a mi mochila y me sumo en una metódica meditación; esforzándome por hacer caso omiso de los ruidos, conversaciones sobre mascotas y otras distracciones igualmente menores que me rodean.

Kyliana se hizo cargo del diamante. Quería estudiar su esencia y descubrir como años atrás Lluvia Estelar había logrado encontar la manera a través de la cual, mediante un diamante de carcaterísticas similares, había conseguido restablecer la memoria cuando algunos de los miembros del vendaba la perdieron en el castillo de Tantallon. La goblin nunca había sido una gran curandera. Siempre estado más interesada en investigar otros caminos de la magia divina. Sin embargo, creía estar preparada para tratar de descubrir la fórmula de la Que-shu.

Durante su turno de guardia decidió tratar de picar el diamante, por tal de extrar algo de polvo del mismo. Eso fue lo que Lluvia hizo en el pasado y con esos polvos preparo un brebaje. Con aquel bebedizo quedaba restrablecida la memoria. Para ella sería la primera vez que utilizara los dones divinos de esa manera y no quería fallar o desperdiciar el diamante. Pero no le quedaba otra opción. Aquel elfo era peligroso y quizás si recordaba quien era y que hacía allí, fuera un aliado en aquella misión casi suicida.

Enrielle entró la última al refugio y cerró la puerta tras de sí. Se aflojó los ropajes de abrigo, pero no retiró ninguno. Echó un vistazo al interior sorprendida. Parecía ser que cada vez que levantaba una de aquellas casitas extrañamente volvía a tener los muebles intactos. Bien, entonces eso les serviria. La exploradora se quitó la mochila. De uno de los bolsillos sacó un hacha de mano.

—Bien, ya hemos visto que estos muebles arden bien. Si no te importa, Maese Túnica Blanca, voy a destrozar la mesa, los taburetes y una de las literas para quemarlo todo en esa chimenea. — miró al mago, pero éste ya se había dejado caer en una de las literas— Nosotras dormiremos juntas, Kyliana. Deberíamos hacerlo todos, en realidad, para preservar el calor con nuestros cuerpos.

Dicho eso pidió espacio y empezó a reducir la mesa a fragmentos de madera astillada.

— Luego cenaremos gachas. Tengo un cuenco que se llena solo. Era de Balgros. Si no os da mucho asco comer de la misma cuchara...

Freya entró en aquel refugio, idéntico al que les cobijaba la noche anterior. Eso hizo que su fe en que aquel mago pudiese haber viajado con ellos previamente aumentase un poco. 

Sin embargo, pronto desvió sus pensamientos de este asunto, ya que había otro más acuciante: Tsilme seguía sin responder a ningún estímulo ni moverse. Sin saber qué otra cosa podía hacer, sacó uno de los bebedizos curativos que llevaba en la mochila, abriéndole la boca y echándoselo a pequeñas gotas. Al ver que no reaccionaba, abrió el segundo, y se lo echó también. Tsilme seguía sin moverse, y Freya estaba cada vez más preocupada. Se acercó a Kyiliana, en un acto absolutamente desesperado.

- ¿Puedes ayudarla? Temo que, con el frío creciente, no soporte otra jornada más.

Después, ayudó a desensamblar los muebles y encender un fuego que los mantuviese a todos calientes.

- Tsilme y yo también dormiremos junto a vosotras, necesitaremos todo el calor que podamos conseguir.

Poder volver a refugiarse del frío en la casa conjurada por el túnica blanca era una bendición. Una bendición de Solinari. Adoraba a ese mago. Quién sabe, tal vez acabaran recobrando la memoria y descubriera que eran grandes amigos. Asistió con pena al espectáculo de ver cómo el esfuerzo de ese último hechizo le consumía las energías, no sólo arcanas, sino también las físicas.

─Atranquemos la puerta con lo que podamos, si algo tiene que entrar, que seamos nosotros los que decidamos hacerlo pasar...

Dicho esto, Wylas ayudó a Enrielle a desmantelar el mobiliario de la casa, utilizando una pata de la mesa para encajarla entre el suelo de madera y la puerta de la casa, a modo de barrote improvisado y, pidiéndole el hacha a Enrielle, fabricando un taco de madera para colocar en el hueco de la puerta con la misma intención: Impedir que alguien pudiese abrir la puerta desde fuera si los ocupantes no querían. O al menos dificultar dicho acceso. Si se despertaban durante la noche por ruidos en la puerta al menos tendrían unos segundos para incorporarse y presentar batalla desde el primer momento.

Y, hablando de presentar batalla, sería conveniente hacer guardias. En una casa como esa y en semejante entorno, no hacía falta mucho más que conseguir mantenerse despierto, cosa que se podía tratar de hacer dando vueltas por ella, manteniendo los pies activos... y pasando cada cierto tiempo por delante de la chimenea para calentarse el trasero.

─Haré la última guardia ─afirmó, voluntarioso. Era una afirmación que sugería en su tono que alguien se debería ofrecer a hacer la primera.

"He comido cosas mucho más asquerosas" ─estuvo a punto de decir, pero se abstuvo. Esta gente todavía tenía un concepto de él no demasiado malo, no hacía falta darles razones para confirmar las cosas que ocultaba.

─Yo comeré de esas gachas. ¿Quién era Balgros?