Partida Rol por web

—No cabe duda de que el elfo os ha apartado convenientemente de vuestra misión —replica con severidad la señora de Wayreth ante las palabras de Kyliana—. Como vos os habéis apartado de la senda de la Neutralidad desde que nos conocimos, no penséis que soy ajena a este hecho. Que lo reconozcáis como uno de los vuestros, no habla precisamente en su favor. Este es un santuario para los tres dioses de la magia y preferiría que no se invocase a Chemos Joton entre estos muros. Pero no temáis, aquí tenéis esos diamantes que pedís como pago por vuestros servicios.

Echa mano a uno de los los saquillos de componentes de conjuro que cuelgan de su cintura y arroja a los pies de la sacerdotisa goblin una bolsita de terciopelo azul. A continuación, después de escuchar a la Túnica Roja, añade:

—Me conmueven vuestras pérdidas y agradezco vuestra sinceridad y coraje, dama Freya. Y también admiro vuestra humildad para reconocer vuestras limitaciones —no solo hay amabilidad en sus palabras, sino una calidez que parece genuina y comprensiva—. Vuestras palabras confirman mis sospechas sobre ese desconocido. Coincidiréis conmigo en que resulta muy oportuno para los intereses de nuestros enemigos el que hayáis regresado sin haber hallado ni el Portal, ni a los emisarios del Cónclave, persuadidos por las mentiras de un renegado. Si así fuera, significaría que nuestros enemigos son más astutos de lo que pensaba y no debéis avergonzaros por haber creído en sus mentiras.

Y finalmente, tras el alegato de Enrielle, concluye:

—Bien pudiera ser que no hubiera ningún demonio, sino un destacamento de caballeros de Neraka acampados junto al Portal y que el renegado os haya alejado intencionadamente de allí. Por fortuna, disponemos de los medios para escarbar en su mente y sonsacarle la verdad por muy hondo que la haya escondido.

»Os confieso que jamás oí hablar de la presencia de seres de sombra más allá del Muro de Hielo y encuentro esa posibilidad que sugerís de lo más peregrina. No obstante... —os mira a las tres largo tiempo en silencio, sopesando bien sus próximas palabras—. Supongo que, para disipar de vosotros cualquier sospecha al respecto, bien puedo concederos lo que pedís.

Chasquea los dedos y, en respuesta, un disco insustancial hecho de pura luz blanca cruza la verja encantada de Wayreth portando encima el cuerpo desmadejado e inerte del mago silvanesti que os trajo hasta aquí.

—Lo que penséis hacer, hacedlo deprisa y aquí, fuera de los muros de la Torre de Alta Hechicería —le indica a Kyliana con gesto desapasionado y tono gélido, sin quitarle los ojos de encima.

Enrielle observó el disco de luz traer al elfo, y luego clavó su mirada en Kyliana. El desprecio con que Lady Coryn se dirigía a su amiga no le gustaba un pelo, así como tampoco el rechazo hacia su nueva deidad. Entonces, mirando el colgante de calavera que colgaba en su cuello, fue cuando se planteó por qué clase de dios había cambiado a Gilean que tanto disgustaba a la señora de Wayreth.

¿Chemosh Joton? Sintió un escalofrío. Su amiga Kyliana la había traído de vuelta y la ayudaba. No era malvada. Un poco caótica, sí, pero no malvada... O eso creía. Quizás era que la veía con buenos ojos.

—El elfo nos dijo que tal vez pudiera devolvernos al portal por medio de los caminos de la magia.. Tal vez, debidamente pertrechados y descansados, podamos regresar. Si no es en los túneles cerca del portal, al poblado ursoi que ocupa la superficie. Pero como sea... — suspiró cansada pensando en tener que recorrer de nuevo el páramo helado —es algo que aún hemos de comprobar. Haz lo que tengas que hacer con él, Kyliana.

Lady Coryn se había revelado como lo que realmente era, una déspota que no sabía reconocer sus errores. Su orgullo no le dejaba reconocer que les había enviado a una muerte casi segura con escasa información y menor equipamiento. Además, juzgaba a las personas por su apariencia sin llegar a conocerles. En eso era muy parecida al maldito Emperador. Los dos estaban en la lista de Kyliana y esperaba algún día, poder obtener su venganza.

- Muchas gracias por esta oportunidad. - Le respondió a la lagarta de la Torre. - Haré que recupere la memoria y llevaré a cabo un interrogatorio. Le preguntaré por sus intenciones y por su posible colaboración con los nerakanos. Todo quedará resuelto. Se lo aseguro. - Le prometió a Lady Coryn.

—No tenéis por qué dármelas. El interrogatorio lo llevará a cabo el Cónclave —sentencia la maga con un tono que no deja lugar a negociaciones—. Habéis pedido diamantes y ahí los tenéis. Habéis pedido ver al elfo y helo aquí. Rezadle a vuestro dios si deseáis hacerlo o no lo hagáis, pero el tiempo apremia y no conviene que lo perdamos ni vosotras, ni yo.

Kyliana se preparó meticulosamente para realizar el ritual que restablecería la memoria de aquel elfo que tanto les había ayudado. Colocó cuidadosamente el polvo de diamante en un cuencoa, reflejando la luz del sol que se filtraba entre las altas copas de los árboles, con destellos plateados. El polvo brillaba con un fulgor mágico, irradiando una energía antigua y poderosa.

Con movimientos gráciles, Kyliana recitó antiguas palabras de poder en una lengua olvidada, invocando la presencia de Chemosh, el dios de la muerte y la oscuridad.

- ¡Oh Chemosh, en tu inmensa divinidad, haz que éste polvo se convierta en el brebaje que restablezca la identidad de nuestro amigo. - Su voz sonaba suave pero penetrante.

Con una reverencia profunda, Kyliana extendió sus manos sobre el cuenco de plata, canalizando su poder hacia el polvo de diamante. El polvo comenzó a brillar intensamente, emitiendo un resplandor que iluminaba el rostro concentrado de la sacerdotisa, fue entonces cuando lo mezcló con agua y empezó a remover el contenido del cuenco, mezclando los elementos. En unos pocos minutos, la cura del elfo estaba lista, o eso esperaba y deseaba la sacerdotisa.

- Bebe esto. - Dijo Kyliana ofreciéndole el cuenco al cautivo elfo. - Y que tus recuerdos perdidos vuelvan a ti, restaurados por el poder de la oscuridad.

Bajo la atenta mirada de sus dos compañeras y de lady Coryn, Kyliana elabora el bebedizo a partir del diamante pulverizado y después lo consagra a su dios. Acto seguido, espolvorea sobre el inerte silvanesti los restos de piedra preciosa que quedaba en la bolsita de terciopelo. Y, finalmente, vierte entre los pálidos labios del elfo el brebaje, abriéndole la boca y estimulándole la garganta para obligarle a tragárselo.

La jefa del Cónclave hace una mueca de desagrado, imaginando lo que debe ser para el estómago de cualquiera ingerir tan aparentemente malsana poción.

Sin embargo, su gesto de empático dolor se transforma en uno de genuina sorpresa.

Enrielle miraba el ritual de su amiga Kyliana sin demasiada esperanza, pero también le cambió la expresión súbitamente.

—¡Ailas, amigo! — se acercó precipitadamente y lo agarró para llevárselo a alguna parte aunque fuera a hombros — ¡Maldita sea, era él todo el tiempo! Por los dioses, menos mal que no lo arrojamos por el ningún agujero... Claro que no nos acordaríamos de eso. Qué angustia. — miró con profundo agradecimiento a Kyliana — Gracias, amiga mía. Sin ti le hubiéramos olvidado.

Aún arrodillada junto al inerte elfo, miró a Lady Coryn.

—¿Quieres decir que irás? ¿Sola? No. Nosotras empezamos esto y nosotras lo terminaremos. Creo que estaréis de acuerdo en regresar. — dijo mirando a sus compañeras con decisión, aunque sabía que Kyliana protestaría — Pero sin duda tendremos muchas más posibilidades si nos acompañases, Lady Coryn. Descansaremos y volveremos por medio de la magia de Ailaserenth, bien preparados.

- ¡Ailaserenth! - Exclamó la sacerdotisa una vez aquel hasta el momento aparentemente desconicido elfo, ingirió el bebedizo. - ¡Sabía que te conocía de algo! - Comentó sonriente.

La goblin se alegró de forma sincera de que el maestro arcano estuviera de vuelta, aunque nunca se hubiera ido. No acababa de entender como aquellos espectros conseguían que las personas se olvidaran por completo de si mismas, pero aún entendía menos como podía ser que sus amigos y familiares también les olvidaran. Para la sacerdotisa aquello era un completo misterio.

- Sinceramente, espero no volver a toparme con ninguna clase de espectro similar. - Les dijo a sus compañeros. - La idea del olvido absoluto es terrorífica. Es como si... - Hizo una pequeña pausa. - ...es como si nunca hubieras existido. Pero que la muerte...

Pese a las amplias diferencias que separaban a la goblin del elfo, estaba realmente contenta de su regreso. Con un poco de suerte, aquel trauma serviría para limar asperezas entre los dos. Al menos por su parte ese iba a ser un nuevo punto de partida. Dejaría el orgullo y el rencor atrás, pues al fin y al cabo, ambos eran miembros de pleno derecho del vendabal y era la Senda quien les había elegido a ellos para llevar a cabo el cometido que fuera que les tenía reservados y no al revés.

- Iremos con usted Lady Coryn. - Le dijo Kyliana. - Nos prepararemos como es debido y viajaremos a su lado. - Asintió con la cabeza. - No me gusta dejar cosas a medias...

—Vuestra entrega y coraje os honran. Muy pocos estarían dispuestos a regresar sabiendo el peligro que allí aguarda. Yo no quisiera demorar mi partida, pero confieso que vuestra ayuda será bienvenida y es evidente que primero necesitáis comer caliente y descansar. Seguidme, os acompañaré a vuestros aposentos.

»Por el maestro Sëlanar, no os preocupéis. Me aseguraré de que pueda reposar antes de conversar en privado con él sobre los detalles de lo que vio en las inmediaciones del Portal. Quiero prepararme bien para ese encuentro y vosotras deberíais hacer lo propio. Dependiendo del tipo de demonio que esté allí, es posible que ni siquiera mi magia baste para desterrarlo de vuelta al Abismo.

Despiertas en un lugar que en un primer momento te resulta desconocido pero que rápidamente reconoces como uno de los austeros estudios de la Torre de Wayreth, donde tanto tiempo has pasado revisando libros de hechizos y legajos antiguos.

No estás solo. Sentado al escritorio de la habitación descubres a lady Coryn. ¡Lady Coryn! La habías olvidado por completo pero ahora la recuerdas perfectamente. A ella, a todos sus encargos y a todas vuestras conversaciones.

Y no solo a ella. Te recuerdas también a ti mismo y tus andanzas.

—Me alegra que hayas despertado al fin —te saluda la Jefa del Cónclave—. He sabido por tus compañeras de vuestro accidentado viaje por el Límite del Glaciar. ¿Te encuentras mejor ahora?

Mi alegría es inmensa al despertar y ser capaz de recordarlo todo. Por angustiosa que haya sido la experiencia, el retorno de mi memoria me provoca una felicidad inconmensurable.

Me resulta increíble haberme olvidado de lady Coryn, de mí mismo y hasta de Shilara. Y, no obstante, así ha sido. En cambio, jamás olvidé mi magia pues forma parte de la esencia misma de mi alma.

—Desconozco hasta qué punto habéis sido informada de mi dolencia, señora, pero me alegra deciros que me encuentro restablecido y profundamente agradecido por ello. Temo que nunca podré agradecéroslo lo suficiente. Debéis saber que, de no haber sido por este mal que me aquejaba, jamás hubiera regresado aquí sin haber cumplido vuestro encargo. Pero, dado que por motivos ajenos a mi control nos hemos reencontrado, conviene que sepáis cuanto yo he sabido por medio de mis visiones.

»Os alegrará saber que hemos confirmado la existencia de un camino hasta el portal huldre, tal y como vos predijisteis. Hemos dado con él, aunque no hemos sido los primeros. Los enviados del Cónclave lo hicieron antes que nosotros y sucumbieron a resultas de ello. Yo, movido por la intuición y la prudencia (y también la buena fortuna) fui capaz de anticipar el peligro que nos acechaba y evitar compartir el mismo destino que ellos. Pues el portal no se encuentra desprotegido, sino custodiado por un gelugón del Abismo. Sobre tales y otras entidades infernales me documenté extensamente desde que me dijisteis que la Piedra de Sangre de Fistandantilus estaba en dicho plano de existencia. Y, gracias a ello, ahora podemos prepararnos convenientemente para regresar y finalizar lo que empezamos, si nos dais vuestro consentimiento. Yo convenceré a mis compañeras, si es preciso, descuidad.

—No es a mí, sino a vuestra amiga goblin a quien debes gratitud. Fue ella quien nos restituyó a todos tu recuerdo. De no haber sido por ella y por la vehemente defensa que ella y las demás hicieron de tu honorabilidad, ahora estaríamos hablando en circunstancias muy diferentes, te lo aseguro.

Sus palabras parecen desenfadadas, pero no te cabe duda de que son también sinceras y solo los Tres Dioses de la Magia saben qué habría sido de ti si el Cónclave hubiera decidido interrogarte por sus propios medios.

—Tampoco tienes que preocuparte por la predisposición de las Heroínas de la Desolación a llevar su cometido hasta el final. Todas ellas han manifestado su voluntad de seguir adelante, aun siendo conscientes del peligro que corren. Yo misma os acompañaré —adivina tu objeción y te interrumpe antes incluso de que abras la boca—. No, no discutas. Sospecho que ese demonio que has mencionado será una amenaza formidable y no podemos permitirnos ni fracasar, ni perder a más magos talentosos en esta tarea.

»Por supuesto, querré conocer los detalles de vuestra expedición. Pero será más adelante y estoy convencida de que me los darás mejor que nadie cuando así te lo pida, como siempre has hecho. Ahora el asunto más acuciante para el Cónclave es garantizar el control del Portal y eso es lo que haremos sin dilación. No esperaremos dos semanas a que Solinari nos sea propicio, partiremos mañana mismo y para poder teleportarnos todos allí necesitaré conocer con exactitud la ubicación del Portal. Existe un encantamiento que permite desplazar los recuerdos de una mente a la otra; podría tomar los tuyos, pero confieso que preferiría que me los cedieras voluntariamente.

—Señora, debéis saber que el Portal se encuentra en un laberinto helado bajo un poblado ursoi y que ellos podrían ser excelentes aliados y guardianes del lugar si así se lo demostrara el Cónclave. Yo mismo me ofrezco para mediar con este pueblo y me sentiría honrado de tener vuestra confianza, si os parece bien.

»Dicho esto, si todavía deseáis partir sin tardanza, tened la certeza de que yo estaré preparado para ello. No obstante, dadas las circunstancias, sin duda entenderéis que sea celoso de mis recuerdos después de la traumática experiencia que acabo de dejar atrás.

»Cuanto poseo y cuanto soy está al servicio de la Magia, del Cónclave por extensión y de vos misma como su líder. Tomad de mí el recuerdo de mis visiones si debéis hacerlo, pero a cambio os ruego que me ayudéis a encontrar un modo de hacer frente a la maldición de los magos. Sus efectos imposibilitantes no me permiten cumplir con mis obligaciones como debiera.

—No hay cura ni remedio para esta carga que nos han impuesto los dioses a cambio de nuestro inconmensurable poder. Y si lo hubiera, yo misma quisiera disponer de él para mí —asegura la Señora de Wayreth con una sonrisa comprensiva—. Pero te traeré algo para hacer más llevadera esa carga: un conjuro que acreciente temporalmente tu fortaleza y te proteja contra la maldición que pesa sobre todos nosotros. Su efectividad no está garantizada, pero confío en que te será de ayuda.

»Volveré a visitarte más tarde para extraerte los recuerdos del Portal. Puedes tener la seguridad de que trataré de ser lo más quirúrgica posible y no arrebatarte nada más. Ahora descansa, recobra fuerzas y prepárate para lo que nos aguarda.

Tan pronto como lady Coryn se retira, yo me apresuro a traer de vuelta el cofre con mis pertenencias. Quiero dejar constancia por escrito de lo sucedido durante las últimas horas y asegurarme de que el pergamino con dichos sucesos esté a mi alcance cuando el encantamiento se haya consumado. Confío en la Señora de Wayreth tanto como puedo hacerlo en cualquier persona, pero lo que me pide no deja de resultarme inquietante. Una espantosa intromisión en mi mente que cercenará para siempre un fragmento de mi pasado.

A continuación, me dispongo a disfrutar de un buen baño caliente y a adecentarme antes de abandonar mis aposentos en busca de las tinturas especiales que necesitaré para transcribir el nuevo conjuro que me proporcione lady Coryn y para restituir el pergamino de convocación de un refugio.

Solo una vez puesto al día todos mis asuntos, parto en busca del dormitorio dispuesto para mis compañeras.

Después de haber disfrutado de un largo baño caliente, dejo como nueva mi blanca túnica por medio de la magia, agradecido de librarme aunque solo sea por unas horas de la pesada ropa de invierno.

Sintiéndome yo mismo por primera vez en demasiado tiempo, enfilo a los aposentos donde descansan mis compañeras. Mis amigas.

—Esperaba encontraros aquí, para poder agradeceros vuestra mediación. Según me ha informado lady Coryn, fuisteis vosotras las que evitasteis que el Cónclave me hiciera prisionero a nuestra llegada. Y a ti, Kyliana, te estoy doblemente agradecido por haberme devuelto la memoria como prometiste que harías. 

Enrielle estaba recostada cómodamente en la cama que los magos habían dispuesto para ellos. Mordisqueaba con deleite una manzana que había cogido del frutero de la mesita que, junto al resto de lechos, completaba el mobiliario de los aposentos.

—Hmm... ¿Sabéis? Estaba ya un poco harta de gachas. Tenemos que llevarnos algo de fruta para el próximo viaje. A la gente del mar, que pasa mucho tiempo sin comer fruta fresca, les sangran las encías y... — estaba comentando a Freya y a Kyliana cuando entró Ailaserenth.

Se incorporó, sonriente.

—Me alegro de tenerte de vuelta, amigo mío. Ser olvidado es un destino terrible. Kyliana y yo misma fuimos tocadas por un ser de sombra, y es más angustioso al recuperar la memoria que en la ignorancia del olvido... Al menos eso no le pasará a Wylas, aunque es poco consuelo dado como acabó. Lo recuerdas, ¿verdad? Sé que era algo así como tu aprendiz. Lo siento, Ailaserenth.

Apretó afectuosamente el brazo de Ailas y trató de apartar los pensamientos tristes de su mente pasando al enfrentamiento que tenían por delante.

—Bien, tenemos que prepararnos para derrotar a ese demonio. Tenemos que pensar una estrategia. Yo utilizaré los dones del pantano para protegerme a mí y alguien más del condenado frío, al menos un poco, y permaneceré atrás tratando de herirlo más rápido de lo que pueda sanar. Tenemos la Dragonlance de Huma, que me consta está bendecida por los dioses del Bien. Sin duda eso nos será muy útil. La llevarás tú, Freya. También nos dijiste que tiene una cola venenosa. Debemos prepararnos contra eso también con algún contraveneno. 

»Vosotros que estáis más familiarizados con la magia, tanto arcana como la de los dioses. ¿Conocéis alguna forma de que mis flechas puedan ser más efectivas? Tal vez si algún sacerdote las bendijese...

—Gracias. Wylas era un buen hombre y no merecía lo que le ocurrió. Desearía poder haber evitado su muerte y, volviendo la vista atrás, me atormenta pensar que quizá pude hacerlo. Pero lo que indudablemente está fuera de mi alcance es volver atrás para enmendar mis errores. Lo que sí puedo hacer es aprender de ellos y por eso seré yo quien empuñe la Dragonlance en la próxima batalla. Yo llevaré el peso del combate cuerpo a cuerpo para que ninguno de vosotros tenga que arriesgar la vida como tantas veces lo habéis hecho.

»Si la maldición de los magos me lo permite, también lanzaré un encantamiento sobre ti para que tu puntería sea más letal y aceleraré los movimientos de todos nosotros. Lady Coryn está sujeta a las mismas restricciones que cualquier Mago de Alta Hechicería y cuanto más poderosos sean los conjuros que emplee contra el guardián del portal, tanto más afectada se verá por la debilidad, de modo que no podemos esperar a que sea ella quien lidere esta victoria.

Kyliana se abrazo a la cintura del elfo en un cariñoso abrazo. Sus palabras de agradecimiento le habían conmovido y a punto estaba de derramar una lágrima. Si no lo hizo fue simplemente por orgullo.

Kyliana lo había perdido todo. Había perdido su pasado como bibliotecario, había perdido a su dios Gilean, había perdido su propio cuerpo, había perdido la Senda de la Neutralidad y había perdido a Lluvia, Thorwyn, Löwen y a otros tantos. Sólo le quedaba una cosa, aquellos disfuncionales compañeros de aventuras. No estaba dispuesta a perderlos también. 

- Te eché de menos... - Le dijo al túnica blanca. - ... aunque no lo supiera...

Suspiró separándose finalmente del elfo con él.que tantas veces había tenido diferencias. Justo después declaró su intención de ser él quien estuviera a la vanguardia del combate contra el demonio. No estaba muy a favor de que fuera él quien se pusiera al frente, pero no iba a impedírselo. Sólo esperaba que no corriera una suerte similar a la que corrió el pobre Wylas.

- Apoyaré con sanciones y conjuros para facilitaros el combate. Yo misma intentaré ayudarte en el cuerpo a cuerpo. Espero que esta vez sí nos de tiempo a prepararnos como es debido antes de la pelea. - Deseó con fuerza.

Freya contemplaba con cierta extrañeza a Ailas, cuyo recuerdo había vuelto a su mente tras el ritual de la oscura goblin. Un pasado que se había borrado como por arte de magia, y que retornaba a ellos dando un sentido a sus inconexos recuerdos. Desde el principio el mago había estado con ellos, y solo la maldición de la criatura glacial había barrido de su memoria tal conocimiento. La elfa no podía evitar pensar en cuanto había ocurrido desde que perdieran el recuerdo del mago. Cómo este había usado su destructiva magia sin reparo de quienes le rodeaban, y cómo ella misma había descargado su estoque con letales intenciones sobre él. Todo aquello dejaba una pátina amarga en el recuerdo, pues desvelaba que encontrándose en lo desconocido podrían haber sido enemigos. 

Todas estas cosas las reflexionaba mientras disfrutaba de viandas calientes y sabrosas junto a sus compañeras de batalla, poco antes de que el mago irrumpiera. Los planes de batalla cobraban forma, aunque resultaban aún imprecisos y vagos. Cuando el mago se ofreció a empuñar él mismo la Dragonlance, Freya sintió una punzada de desafecto, pero en cierto modo también cierto alivio.

- Si quieres empuñar tú el arma de Huma, adelante. - dijo la elfa, asumiendo que el mago se cubriría de sortilegios para suplir sus carencias como luchador - Es demasiado pesada y torpe para mi gusto. Prefiero combatir de un modo más móvil y ágil, ganando la espalda del monstruo para intentar acabar con él.

Lo cierto es que nunca había luchado contra un ser así, y no terminaba de tener claro qué resultaría más efectivo. Pero su forma de combatir era más dinámica de lo que aquel grupo le requería. Si Ailas asumía el frente y Kyliana se dignaba a acompañarle, ella podría moverse con mayor libertad, como necesitaba.