Partida Rol por web

Lodo en soledad, o no, si contamos con la espada, intentó atacar de nuevo al Basilisco pero, ya estaba falto de fuerzas.

- Amiga espada, creo que éste es nuestra primera y última aventura. Ha sido un verdadero placer.

Y Lodo, ya sumamente derrumbado, atacó sin mucha gloria al Basilisco.

- ¡Ha caído uno! - gritó animando al grupo. Luego echó un vistazo a Lodo que estaba un poco en apuros. El grupo fue acercándose a éste. Mientras los demás luchaban contra aquel basilisco, Drang se colocó detrás de Lodo y colocó sus manos en su espalda - ¡Que la fuerza de Bane te acompañe! ¡Nos queda poco, un último esfuerzo! - Drang se sentía muy motivado. El hecho de que aquel grupo estuviera consiguiendo su objetivo era un claro ejemplo de la fe que hay que tener en el Dios Bane Queda totalmente demostrado...

Con vuestros últimos ataques al basilisco restante conseguís triturarlo hasta hacerlo papilla, pocos segundos antes de que pudiera terminar de matar a Lodo con sus mordiscos. Por un momento la estancia se queda en silencio, solo interrumpido por vuestros jadeos y por pequeños chorros de sangre que salen de distintas partes del cuerpo de Lodo, como una pequeña fuente.

La batalla había terminado y ante vosotros estaba el Gran Trono de Durge Aplastagusanos, que no había que ser muy listo para entender que había muerto hacia cientos de años. Postrado en su calavera había una bonita corona que no podía ser otra que la Corona del Dragón.

...

...

Una de las orejas de Mongui se movió como si fuera un perrito que había captado un movimiento a sus espaldas.

...

Luego la otra oreja de Mongui se sacudió también, apuntando de nuevo hacia vuestra espalda.

...

...

Podíais escuchar a hora todos varias voces guturales que provenían de la grieta por la que habíais descendido, pero de mucho mas al fondo. Aún parecían estar lejos.

El primero en asomarse vería como cinco trolls gigantes estaban escalando a toda prisa desde la oscura grieta hacia vosotros, no parecían demasiado contentos.

Al ver que se acercaba gente, Mongui corrió a coger la corona. No sabía quienes eran, pero si sabía que lo mismo se la podrían quitar. Así que lo primero y más importante era acercarse a mirarla. Sin miedo alguno ni pasársele por la cabeza que podía estar maldita, agarró la corona, la olfateo... y le dio un bocado intentando comerla. Por supuesto, la corona era muy grande y no le cabía en la boca, de modo que la dejó caer, como un perro deja caer la presa ante un cazador. La corona rebotó en el suelo antes de que la Kobold la cogiese de nuevo, ahora llena de sus babas y, ni corta ni perezosa se la plantase en la cabeza

—Tadaaaaaa

Los ojos de la kobold brillaban. Se sentía muy orgullosa de llevar aquella corona que era incluso más bonita que la que llevaba Drang, que a saber de donde había salido.

Drang se fijó en el camino por el que habían llegado. Puede que todavía tuviesen tiempo de huir de allí. Vio que Mongui cogió la corona y señaló el camino para salir - ¡Vamos, vamos! Si nos damos prisa, con la cuerda de Mongui podremos ascender. Ha sido un camino duro como para que ahora nos quedemos aquí esperando la muerte, ¡vamos! - dijo - ¿Sabéis que con esto nos ganaremos el respeto de todo el mundo? - preguntó.

Panza había dejado todas sus energías en ese último combate, cuando se dio cuenta de que todavía las amenazas y el peligro no cesaban.

El jefe tiene razón, hay que huir rápido de aquí. Tomemos esa coronó, volvamos a casa y festejemos la victoria cuando nos encontremos a salvo. - dijo y en seguida se puso en modo huida. Fantaseando ya en las historias que les contaría a sus compañeros osgos. Panza por fin tendría el reconocimiento que esperaba.

Y ahora que habían logrado acabar con aquellos bichos, quedando el pobre Lodo más masticado que un chicle. Resulta que venían un montón de trolls.-Si, corramos a ver si podemos escapar antes de que lleguen.-

Casi lo habían conseguido, un esfuerzo más y a la fama y montones de churris le estarían esperando.

Nunca lo sabríais, pero tuvisteis suerte que fuera la hora del té para esos trolls refinados, y no se la saltaban bajo ningún concepto. Los basiliscos eran sus perros guardianes pero ellos eran la verdadera amenaza, y en cuanto a fuerza (y en saber preparar pastitas dulces) eran muy superiores a vosotros.

Huisteis lo mas rápido que pudisteis, la adrenalina no os dejaba apenaros por haberos dejado el resto de riquezas que escondía aquella sala, pero seguramente cuando pasaran algunos días tendríais un pequeño bajón al pensarlo.

Gracias a la cuerda mágica corristeis y salisteis de aquella cueva. Escuchabais a los trolls rugir y maldecir detrás vuestro, así que seguisteis corriendo hasta que tuvisteis que parar para recobrar el aliento.

La vuelta a casa fue agridulce, pues aún no os creíais que habíais conseguido la legendaria Corona, pero seguíais con el miedo de que aquellos monstruos os estuvieran pisando los talones. La paranoia seguía en vosotros y cualquier ruido os hacía saltar. Pasaron dos días hasta que llegasteis al fin a la seguridad de vuestro poblado.

La gente no se lo creía, de hecho no se creían que hubierais vuelto vivos y todos. Visteis mucho dinero pasar de unas manos a otras pues la mayoría del poblado había perdido las apuestas. Un loco goblin llamado Tuercas Ajram había sido el único en apostar por vosotros y ahora era el tipo mas rico de la zona.

El Gran Jefe Guerrero Tostadasangrienta no se podía creer lo que veía y lo que oía. En el salón del consejo se votó por unanimidad en mataros en ese mismo instante y así la gloria sería para ellos. Por suerte vuestra Lameculos Omagi comentó en que eso haría enfurecer a Bane y a todos los dioses por lo que finalmente decidieron daros vuestra recompensa.

¡Un gran festín y una buena recompensa! ¡Honor y gloria para los Cinco Inadaptados!

Casi sirvieron ellos de cena a aquellos horribles trolls, pero fueron rápidos y lograron salir al exterior antes de que les echasen el guante. Aun recordaba aquellos terribles gritos, que estos dieron al ver a sus bichos destripados y su corona desaparecida. Corrieron durante horas, temiendo que aquellas furiosas criaturas les cayesen encima en cualquier momento. Hasta que ya no pudieron más, y tuvieron que descansar un rato. Momento en el que acabaron con los restos de la barbacoa, que habían guardado.

Tras dos días llegaron de nuevo al clan, y casi le matan nada más verlo, tan solo gracias a sus compañeros fue reconocido como Babo. Esos primeros momentos fueron muy duros para el pobre Babo, le miraban como si de un elfo enano se tratará, y su vida corrió más peligro del habitual, cosa bastante seria y en extremo delicada. Pero tras el impulso del jefe de matarles a todos, probablemente el habría sido el primero. Las cosas se calmaron, y se convirtieron en los héroes del clan. Fama y recompensas en abundancia. Pero los intereses de Babo no eran esos, y lo cierto es que llegaron unos días muy duros, donde el pobre a puntito estuvo de pillar una buena depresión.

Pero una vez convertido en un tipo famoso y con algunos dineros, y siendo la mejor melena de todo el clan. Hasta los elfos tendrían envidia de semejante melena. Poco a poco algunas goblinitas se le fueron acercando, y a otras no perdía el mucho tiempo en hacerlo. Y como de todos es bien sabido que en ocasiones lo diferente atrae a las chiquillas, Babo entro en una espiral de relaciones, donde siempre había churris dispuestas a arrojarse en sus brazos. No faltaron de nuevo variadas y abundantes ocasiones, en las que algún novio celoso o padre protector, a punto estuvo de acabar con su vida. Pero estos fueron sin duda los más felices días que había conocido Babo, hasta ese momento de su vida.

Cuanto duraría esto, probablemente no mucho, los dineros se terminarían pronto, y solo con su melena, alguna se vería atraída por el goblin, pero pronto dejaría de ser la novedad y tendría que regresar a su difícil vida de ligón pobre e incomprendido. Pero hasta que eso ocurriese, disfrutaría de cada minuto de sus maravillosos días. Y cuando finalmente ocurriese, tendría que pensar en salir de nuevo con sus amigos a la búsqueda de un nuevo tesoro, incluso a por el que tuvieron que dejar en la cueva de los trolls, al tener que salir de forma tan precipitada. 

Al escapar de la cueva, y tras superar el primer miedo y adrenalina por sentirse perseguido por lo que sea que fuera que habitara en aquel pozo oscuro y húmedo, Panza no pudo evitar sentir el remordimiento de haber dejado el tesoro atrás. 

Al llegar y verse recompensado en la tribu, esos pensamientos se alejaron un poco de su cabeza, y pudo darse el lujo de disfrutar de las consecuencias de lo logrado. Esto eran el respeto de algunos prójimos (no todos), el celo de algunos otros (algo que por ego, Panza disfrutó un poco), y el requerimiento continuo de los más pequeños para que Panza narrase sus peripecias con el grupo de Inadaptados, narraciones a las cuales les iba añadiendo condimentos cada vez que las contaba, hasta el punto de tergiversarlas completamente. 

Y así pasó un tiempo, y poco a poco su tribu fue perdiendo entusiasmo cuando Panza dejó de ser novedad. Y por fin, un buen día, dicho entusiasmo cesó por completo, siendo Panza quien perseguía a los niños contándoles historias de un viaje, que ahora era todo mentira. Si hasta contaba que en la cueva había un anciano dragón al que habían derrotado gracias a él. 

Pasó un tiempo más, y melancólico visitó a uno de sus antiguos compañeros, y la nostalgia lo invadió por completo. Extrañaba los días en que estuvo de viaje, la comida de Babo, las locurillas de Mongui y sobre todo la adrenalina de la batalla. Por lo que decidió embarcarse una vez más a la cueva, en busca de ese tesoro dejado atrás. En su cabeza los peligros serían menores, ya que ya se habían cargado a la mayoría de las amenazas de la cueva. No tomaba en consideración Panza el paso del tiempo.

Tras días de promover su campaña, el reclutamiento de un nuevo grupo de héroes fue funesto, los pocos reclutas que consiguió no solo eran malos soldados y malos compañeros, sino que eran de por más codiciosos, y la aventura estaba condenada al fracaso antes de empezar.

Panza partió una madrugada liderando a este grupo, y esa fue la última vez que lo vieron por estas tierras. Alguna noticia de un osgo enano vendiendo mercancías en tierras lejanas llegó a la tribu, pero nadie podía asegurar que se tratase del bueno de Panza. 

Una vez que Mongui cogió y se colocó la corona, salieron por patas de aquella cueva. Drang se sentía muy orgulloso porque era el primer grupo de aventura en el que salían todos los miembros totalmente vivos - y no solo él el único superviviente.

Corrieron y corrieron. El hobgoblin de vez en cuando miraba para atrás, para comprobar que no les iban siguiendo ni pisando los talones. Una vez que parecía que estaban a salvo, comenzaron un descanso para reponer fuerzas. No dejaban de mirar atrás. A Drang se le podía escuchar de vez en cuando haciendo unos rezos a Bane, con los cuales decía que protegería al grupo. Cuando callaban sus rezos, no paraba de darles la chapa con el éxito que tuvo la misión gracias a Bane.

Cuando llegaron al poblado, se dio cuenta de que la gente los miraba con cierta incredulidad y también cómo iba el dinero de unos a otros. Escuchó de refilón que era porque el poblado había hecho una apuesta, casi todos apostaron que no lo conseguirían. Aquello mosqueó un poco al hobgoblin, lo cual comenzó a decir a algunos que era normal que perdieran su dinero por no confiar en un grupo que tenía gran fe en Bane.

Cuando llegaron al salón, todos seguían perplejos, acto que causó gran confusión a Drang. Encima, querían matarlos ¡pero si salieron victoriosos al conseguir la corona! ¡Y por salir vivos! Menos mal que uno de los miembros de aquella corte tenía los tornillos de la cabeza en su sitio y recibieron su gran recompensa - si es que no se puede abandonar la fe en Bane...

Drang en un principio, no tenía claro qué hacer con el dinero. Notaba, que con el paso de los días, mucha gente del poblado se le iba acercando. No sabía cuáles eran sus intenciones, pero eran muy amables con él, ¿querrían su dinero? Se andaba con cuidado. En las únicas personas en las que confiaba cien por cien era en su grupo de Inadaptados.

Un día, tuvo una gran idea. Se le ocurrió fundar su propio templo de enseñanza y adoración a Bane. Allí el hobgoblin enseñaba a su manera cómo había que tener la fe en Bane - mientras más ferviente era y más notable, Bane te ayudaría más. Algunos se quedaron porque realmente era lo que les gustaba y les iba el rollo de Drang. Otros, sin embargo, veían que era demasiada intensidad para ellos y abandonaban.

Le sobró un poco de dinero, que decidió ahorrarlos y esconderlos en un lugar que sólo sabían Bane y él.

Años después.

Lodo se acercaba poco a poco a su butaca favorita: ya estaba en la tercera edad y sus huesos ya no eran lo que fueron antaño. Llegó finalmente a la butaca y se sentó.

En una de las paredes, enmarcada y protegida, se veía una espada que brillaba, pero su brillo no se debía a una pulcra limpieza, sino a un brillo propio.

- Cuántos viajes hemos hecho, querida espada - dijo Lodo - Fíjate, hoy me acordé cuando nos encontramos por primera vez, en aquella cueva.

Y como un resorte, comienza a dolerle una de sus piernas.

- Casi muero en aquel lugar, pero gracias a mis compañeros que me salvaron. Ah, la Corona, todo fue por una Corona. Y aquel fue el comienzo de una relación larga y duradera.

¿Y que fue de Mongui?

Que siguió siendo Mongui. Al salir de la cueva sus compañeros tuvieron que rescatarla varias veces, pues insistía tozudamente en perderse, puesto que, a los dos días de salir de la cueva, con la corona en la cabeza, seguía pensando que estaban de excursión. Cuando llegó a la aldea y les felicitaban apuntándolos con las armas de forma agresiva pero que, sin duda alguna era amistosa, Mongui pensaba que era porque había conseguido atrapar un ratón muy gordo para la cena. El ratón, por supuesto, acabó en la boca de la kobold. Y más tarde en el estómago.

Al contrario que a sus amigos, la experiencia no le supuso un antes y un después. Al cabo de un par de semanas no recordaba siquiera que había vivido una aventura, pero si veía que sus compañeros la trataban bien, así que era feliz. Feliz y... y algo más...

Y es que la kobold no era tampoco consciente de que sus poderes habían aumentado. No sabía que ahora podía lanzar más y más poderosos hechizos... y más incontrolables. Pero de pronto llegó un día en el que, intentando animar a Babo moviendo cosas sin tocarlas y haciendo gracias, una explosión de hechizos en cadena comenzó a ocurrir. Por lo pronto, todos los objetos a su alrededor empezaron a brillar. Mongui comenzó a perseguirlos, pero cada vez que intentaba atrapar uno, otro comenzaba a emitir una tenue luz¹. ¡Incluso Babo brilló durante unos segundos con una luz morada que hacía unos reflejos curiosos en su rubia melena!

Todos se acercaron a mirar a Mongui, ensimismados mientras la kobold daba saltitos persiguiendo luces. Por primera vez, aquellos que no la conocían empezaron a apreciarla² y se acercaban, sin poder evitarlo, como las moscas a la miel o a la mierda (que deben ser muy parecidas: las dos empiezan por "mie" y atraen a esos insectos). ¿Pero cómo no iban a sentirse atraídos? No solo era arrebatadora, sino que encima le estaba empezando a crecer un montón de pelo por todos lados, ¡Parecía un peluche!³

Mongui se paró en medio de la carrera para mirarse las manos y empezar a hacer la croqueta, feliz. Aquel pelo era suaaaaaaave. También empezó a tener otros efectos, pero nunca supo cual eran, porque justo en ese momento, la acumulación de magia era de una intensidad demasiado fuerte. La magia empezó a recorrer su cuerpo debido al inapropiado uso de cantrips para todo, abusando de ellos y rompiendo el sistema status quo mágico. Todos los que se habían acercado, presas de aquel hechizo de atracción que emitía la kobold, se vieron de pronto tirados en el suelo y confusos. Una enorme luz, una explosión, era la responsable. Cuando los ojos dejaron de hacer chiribitas, la kobold no estaba.

Nadie supo que pasó realmente con Mongui. Probablemente, ni siquiera Mongui, si es que sobrevivió. Lo último que vieron de ella fue su sombra, extendiendo los brazos muy orgullosa como mostrando algo muy chulo

—¡¡¡Tadaaaaaaaaaaaa....!!!