Partida Rol por web

El ex legionario movió la cabeza, agarro el pellejo y le quito el tapón, sin embargo aun no se lo llevo a los labios. Volvió la mirada al hombre, y espero su respuesta. 

Actuando como si que le presentaran el agua era algo normal para él. Cuando en realidad, era lo mas lejano a la realidad. 

El campesino observó cómo Assim asistía a su compañero con el pellejo de agua, y luego se rascó la cabeza, mirando de abajo a arriba. El sol golpeaba en vuestras cabezas, pues aún era medio día, y el campesino hizo por recordar.

Así, es, hace un par de días, señor -contestó-. Pasaron por esta granja, como bien decís, uno de ellos con un carro... En aquella dirección -señaló con el brazo con el que no tenía la azada sujetaba-. Y aquella dirección era la misma en la que vosotros íbais. ¿Y qué ha hecho ese de ahí atrás? Habéis de tener cuidado, señor, de que no se os escape. Lo tenéis bien enseñado, pero podría golpearos mientras menos os lo esperáis... -añadió confirmando su creencia de que era algún tipo de esclavo o detenido-.

Miro en la dirección en la que el hombre señalo, y quedo durante unos segundos pensando en el tiempo que había entre ellos, tenia claro que habrían de apurar el paso, y ahora sabía cuánto. Si querían tener al menos dos opciones de emboscada, no deberían de descansar esa noche.

Como si de un golpe de calor se tratara, las palabras del granjero lo devolvieron a la realidad, y le dejaron con una pregunta complicada, pero a veces, menos era mas. Y este era uno de esos casos.

- Si quiere volver a ver vivos a sus hijos, se portara bien.-

Dijo sin apoyar dichas palabras con malicia, solo como si aquella fuera una verdad lapidaria, y dejo que fuera el granjero quien se planteara que cosas haría el mismo para evitar la muerte de sus descendientes.

- Muchas gracias por su tiempo. Nos queda un buen trecho. Que los dioses os guarden.-

Se despidió y empezó a andar aun con el pellejo de agua en la mano, y sin haber bebido de él. Dejando al campesino atrás y procurando no volverse a ver que opinaba de todo aquello. A fin de cuentas, ya había conseguido lo que requería, e importunar más tiempo al trabajador era innecesario.

Assim siguió al Legionario retirado así que empezó a caminar. No dijo nada, ni tan siquiera se despidió del campesino. Ese tipo era tonto de remate, A caso si el acababa como esclavo, por una deuda contraída, iba a matar a su amo? Sinceramente, por la cabeza del negro, pasó la idea de que mejor ese hombre no cayera nunca en esa situación o no viviría mucho para contarlo.

Cuando se habían alejado de las tierras del labriego, comentó:

Por la información obtenida, deberemos de aligerar nuestro paso si queremos alcanzarlo y que no sea a las puertas del campamento. Aunque eso nos llevará a tener que luchar fatigados contra legionarios más descansados que nosotros, y que nos superan x4 en número.

Hemos de atacar por la noche cuando los caballos estén fuera del carro, y evitar que ninguno de ellos pueda utilizarlos para ir a pedir ayuda.

Tras decir eso, cayó y siguió así hasta que el sol empezó a descender por el horizonte.

El hombre asintió ante la explicación, concisa pero clara, del estado de Assim para con el legionario. Después añadió algo más, justo antes de marcharos, a modo de información extra.

Tal vez déis pronto, señores, con los vuestros, pues uno de los legionarios, al parecer, se había roto un pie y apenas podía caminar. Mi mujer le vendó el pie, pero iba retrasando al grupo. Que los dioses os sean propicios -añadió, no sin echar una última mirada a Assim, no muy cariñosa precisamente-.

Finalmente dejásteis aquella granja atrás, y cominásteis durante el tercer día sin encontraros nada de interés, aparte de pastores, comerciantes y gentes a caballo o en carro.

* * *

Al tercer día, siendo ya por la tarde, recorríais unas lomas de cierta altura. A lo lejos, a cais medio millar de varas, vislumbrásteis, en un recodo del camino, otra pequeña granja. Al andar entre los pastos y los árboles siguiendo el trayecto, os percatásteis de que no era otra granja, pese a tener una especie de cabaña de paja y piedra, y varios techados de madera, a modo de almacenes. Cuando estuvísteis lo suficientemente cerca, pudísteis comprobar que aquello era un molino para moler el trigo. Desde el camino se veían a cuatro tipos apostados en los brazos del mismo, rodeando las dos muelas que, con el efecto giratorio de una contra otra, lograban hacer perfectamente su función.

Aquel lugar debía estar al servicio de alguna ciudad cercana, tal vez la misma ciudad de Roma, pues había allí un soldado dando cuenta, con una vara y un cordel rugoso en su punta, a varios tipos para que empujaran cuanto antes. Era sabido por cualquiera que estos trabajos solían hacerlos los prisioneros de guerra, los condenados o lo mismos esclavos. También gentes pobres si no tenían nada mejor que hacer... Un carruaje con dos mulas aguardaba en el camino, cerca del molino y de vosotros, a la espera de ser cargado con el trigo molido para llevarlo a las pertinentes panaderías romanas.

Sin embargo, no sólo esto atrajo vuestra atención.

Un legionario salió del molino y caminó unos pasos hacia el camino, como provocando un encuentro con vosotros. Esperó en medio del camino a que llegáseis, y enseguida os detuvísteis frente al tipo. Llevaba un gladio  al cinto. Al veros, os habló.

¡Alto! -os dijo-. Por órdenes de Roma, necesito de su ayuda, soldado -le dijo a Duilio, mirando de soslayo a Assim-. No sé dónde lleváis vos sólo a este esclavo, pero eso habrá de esperar. Habréis de acompañarme a mí y a un compañero de la Legión con un pie roto, el cual está esperando en el molino. Hemos requisado ese carro y esas mulas -señaló, girándose, al transporte que habíais visto al llegar- para dirigirnos ambos a nuestro acuartelamiento, al campamento de Augusta Pretoria.

Duilio se puso firme y asintió con la cabeza. Hizo un gesto a Assim para que lo siguiera y se dispuso a ir a ayudar.

De momento aquello era una ventaja. Dos soldados menos en el comitiva, y en cuento estuvieran fuera de la vista de los granjeros, podrían dar cuenta de ellos. Y solo uno parecía listo para combatir.

Espero a que el soldado les guiara y se apresuro a colaborar con al iniciativa clásica de los Legionarios. Indicando cuando veía preciso dónde ponerse a Assim o que hacer.

Assim, miró a Duilio, como esperando ver como reaccionaba. No sería él el que tomaría la iniciativa y menos ante otro legionario.

Eso les iba a retrasar, pero si les pillaban por sorpresa, bien podrían dar cuenta de ellos sin levantar sospechas de entrada. Y podrían usar las mulas y el carro para moverse sin fatigarse tanto...

No es que las mulas viajen más rápido que un hombre en paso de marcha, pero si que te evitaba el agotamiento, y te seguías moviendo...

Los dos marchásteis detrás del legionario, y éste se confió un poco. En pocos segundos pasásteis al lado del carromato con las mulas y accedísteis a lo que era el recinto del molino. Allí los tipos que había empujando los brazos del molino os miraron un instante, pero el encargado del molino sacudió aquella vara suya con punta en látigo, y dejaron de tener interés en vosotros. Actos seguido vísteis bajo una estructura con techumbre (que no llegaba a ser cabaña ni tener muros) a un legionario con el pie vendado, estirando sobre unos sacos de trigo (que ya se habían hecho a la forma y curvas de su cuerpo). Su cara de angustia y dolor lo decía todo. Aquel tipo era totalmente inofensivo dado su estado, y pese a que llevaba su uniforme de legionario.

Lo suyo es cargarle en el carromato y viajar los cuatro guiando el carro. ¿Tú sabes manejar el carro? ¿o tal vez tu esclavo? -preguntó el soldado a Duilio-.

- Sin duda hay que cargarlo. Claro, yo manejare el carro compañero.-

Duilio saludo al otro soldado con poniéndole la mano en el hombro. Luego medio a ojo los pasos hasta la puerta y luego hasta el carro e hizo un gesto para que el otro legionario agarrara al infeliz por el otro lado.

- ¿estas listo?.- pregunto al lesionado. Era un pregunta retórica, pues no había tiempo que perder, todos sentían el apremio, aunque cada grupo por un motivo distinto.

De echo, la manera tan natural y desinteresada de prestar apoyo, chocaba con la idea clara que tenia el ex militar de pasarlos a cuchillo. Por unos segundos casi pareciera que hubiera cambiado de parecer. Era posible. Que no fuera interpretación y que no tuviera pensado atacar a aquellos hombres a la menor oportunidad.

Una mirada de soslayo a Assim dejo claro que no. Estaba siguiendo el plan más lógico, llevárselos a un sitio apartado para luego darles matarile.

Aquel soldado no dijo nada, pero se alegró de ver a otro que gastaba el uniforme de la Legión. Cuando le cargaron Duilio y el legionario que os encontró, el tipo gritó de dolor justo en el momento en que lo tomábais en volandas. Sin embargo, ambos debían volver al acuartelamiento, y así hacerlo cuanto antes. Tras llevar en volandas al herido, lo subísteis al carro, y quedó tendido ocupando prácticamente todo el hueco de carga. El herido quedó apretando los dientes. Acto seguido, el legionario tomó las armas de su compañero herido y un fardo que colocó a su lado, sobre el transporte.

Gracias, soldado -le dijo a su congénere-. Aún quedan unos días para llegar a Augusta Pretoria. Sirvo en el pelotón de Lucio Emilio Scabo, prefecto del campamento -decía-. ¿Dónde estáis destinado? ¿Y dónde íbais con éste... sujeto? -le dijo a Assim-. Y en realidad, sin esperar una respuesta muy profunda os pusísteis en marcha enseguida, conduciendo el carro y el resto a pie, claro. Mi nombre es Libio Junio -decía, presentándose, estando ya en camino al destino-, y mi compañero en desgracia Eneo Lémido. Se torció el pie por dos sitios al mismo tiempo, hasta que quebró, cruzando un paraje. Muy mal augurio.

Assim, no abrió la boca. ni siquiera hizo además de ayudar, ya que no se lo solicitaron. Si le preguntaban, díría que era el protector de Duilio. Una deuda de honor le obligaba a ello, si no se dirigían a el, les ignoraría.

Dado que Duilio dijo que el mismo conduciría el carro, habilidad que Assim no tenía, estimó oportuno ponerse a la cola del grupo, andando tras el carro. Se cubrió la boca con un trapo, típico de los hombres del desierto de donde provenía e intentó protegerse de la polvareda que levantaban los de delante. 

Donde irían un esclavo sino en el peor lugar de una comitiva... De todos modos, llegado el momento, gozaría de ventaja para conformar un ataque, rápido y silencioso.

- Lucio Emilio Scabo, no lo conozco, y aunque no recuerdo el nombre del prefecto del campamento que decís, estoy seguro de que no era ese hombre. Pero muchas cosas están cambiando por aquí. Vamos un poco mas al norte, pero nos pilla mas o menos de paso.-

Fueron las pocas palabras que Duilio dijo durante las primeras horas de viaje. Iban mas lentos de lo que quería, pero habían evitado dejar pistas cerca de ojos curiosos.

Una vez en camino, espero hasta que localizo un lugar donde podrían dejar rodar los cadaveres colina abajo sin muchas contemplaciones.

Su plan era sencillo. Y imagino que Assim no necesitaría de mucho indicativo para emprender el ataque.

- Libio Junio, agarrad las riendas, debo apearme a evacuar un momento.-

Dijo esperando que agarra el soldado las riendas para bajarse del carro

El silencio era la excusa de Assim, quien junto a su compañero emprendían una cortina de humo y falacia ante aquellos dos hombres. El esclavo andaba detrás del carro, percibiendo los quejidos del tal Eneo Lémido exhalaba de tanto en tanto debido al traqueteo del carro golpeando las piedras y gravilla del camino. Por su parte, Duilio fue parco en palabras, sin dar demasiado detalle de sus excusas, y enseguida Libio agarró las riendas del carro, una vez que el carro se detuvo (justo en una altiplanicie que, después, acababa en hondonada). El legionario asintió, insistiendo en que no debían retrasarse demasiado. Assim, por su parte, observó a Libio cómo miraba a Duilio mientras éste se apeaba del carro: le recorría la espalda con su vista, y así lo percibía el esclavo. ¿Acaso aquel soldado no se fiaba de vosotros o había puesto ya su total confianza en vuestra persona?

Assim, siguió el camino como si nada. De pronto Duilio paró el carro le pasó las riendas al otro  soldado y se bajo. Quizás esperaba que yo me abalanzase contra el romano? El herido no era un problema, y el otro tenia las manos ocupadas. Si soltaba las riendas y los animales se asustaban fácilmente podrían despeñarse por el altozano. Y el caso es que algo no encajaba...

Ese romano seguí con su mirada a Duilio... Estaba claro que le tocaba a el, asestar el golpe...

El romano agarro un puñado de hojas de camino hasta detrás de un árbol, y se oculto tras él. Fuera de la vista del único enemigo armado, se agacho y escarbo hasta dar con un puñado de tierra. Eso serviría para los ojos, y luego entre Assim y él darían cuenta de la vida de aquel desdichado soldado.

- No tardo, ya casi esta…. Uhhh, ehh.-

Duilio hizo los ruidos arquetípicos de lo que justamente se suponía que estaba haciendo y dejaba espacio para que su compañero ganara metros de manera discreta hasta la cabeza del carromato.

Había esperado que les dieran mas información sobre el hombre que estaban cazando, sus costumbres, o si era buen o mal superior, aunque a aquellas alturas ya tenia una idea de cómo podía ser, pero el mutismo era un rasgo general en aquel viaje.

Ahora solo quedaba liquidar a aquellos hombres, y hacerlo con la suficiente diligencia para que nadie preguntara por ellos en una buena temporada.

Salió de detrás del pino y se volvió hacia el transporte mirando sin contemplaciones al que ahora agarraba las riendas.

- Nunca es buen momento, pero creo que era mejor hacerlo ahora, que dejarlo para mas tarde.-

Imaginaba que su compañero entendería la clara referencia escondida tras aquellas extrañas acciones del latino.

Mientras Duilio regresaba de detrás de aquel pino y mientras hacía una referencia a Assim (de la que el legionario Libio parecía totalmente distraído), salieorn de entre los árboles tres tipos vestidos con ropas andrajosas, e incluso sin su parte torsal, así como con sandalias simples y puñales en sus manos. Uno de ellos corría directamente hacia Duilio, otro hacia el Libio y otro, finalmente, hacia Assim. Parecía un asalto. Assim y Duilio se percataron al instante de aquella liza, lo suficientemente como para poder sacar sus armas y prepararse*

*Nota: revisando las reglas, no debería haberos pedido la tirada con Desventaja. Asique rectifico y tomo vuestros resultados normales (los altos). Con lo cual, no os pilla de sorpresa el intento de asalto encubierto de esos...¡bandidos!

Assim sacó los 2 Pugios y adoptó una postura típica de la Arena, para dar un salto sobre el hombre que cargaba contra él, y asestarle dos cuchilladas mortales. A su vez profirió un grito de guerra con ánimo de amedrentar al contrario (intimidar).

Tenían que sacarse de encima a estos tipos y acabar con los dos romanos, para que pareciera que murieron en base a este ataque...