Partida Rol por web

La sorpresa del ataque no hace más que comenzar.

Xazhum que se había apartado dejando sitio a Marcio, es levantado del suelo y sujetado por algo que no lográis creer. Detrás del pandillero la cariñosa niña que os ayudó y que tanto lloraba lo sujeta con una sola mano en aire, literalmente. Pero ya no es el rostro de la inocente niña, sin duda víctima de ese mal, sino el de una horrible pesadilla salida de los más oscuros rincones de la disformidad. Os mira y sonríe.

-Eres buena mujer, no podía pedir menos de quien me ha abrazado.- Una risa sarcástica surge de las profundidaes de su garganta. Su voz es como lija y su lengua bífida culebrea desde su boca como si de una serpiente se tratara.
-Has resistido mi poder, pero tus patéticos amigos no y morirán. Pero tú, tu serás mía y tu mente acabará sollozando clemencia antes de que te absorba el alma. Como hice con tantos otros.-

Ahora comprendéis porqué no hablaba ni abría la boca, de haberlo hecho su verdadera forma no podría ser ocultada.

Antes de que podáis impedirlo o recuperaros del fogonazo psíquico, lanza a Xazhum contra la pared de su izquierda. El pandillero la atraviesa por completo cayendo al otro lado.

No hay palabras para describirlo. Terror, decepción, pánico, amargura, pena. El shock de ver a alguien a quien tienes cariño traicionandote, durante la historia de la humanidad, ha bastado para enfriar el animo o encender la ira de incontables almas. Si a eso le sumas el cambio...
Grunda se encontraba en shock, pues no solo la apariencia del ser era distinta, tambien la forma de caminar, de mirar, de sonreir. Un aura de maldad emanaba de ese ser atado al cuerpo de una niña. Una maldad como la del tunel detras vuestro, que apenas comprendeis.
La salvaje psiquica retrocede hasta la pared sin ser capaz de desviar los ojos del ser.

Xazhum ya se había empezado a oler que algo no iba bien desde el momento en que la criaja se alejaba a tal velocidad del lugar donde la habían encontrado. No esperaba que en un abrir y cerrar de ojos se transformara en un ser tan pavoroso como el que ahora mismo tenía frente a sus ojos, pero si que había empezado a desconfiar en gran medida de ella y ahora...

Ahora no le quedaba otra que trata de salvar la vida así como pudiera. Que la niñita le agarrara y le lanzara con aquella fuerza contra la pared, no era algo que pudiera haber previsto. Lo que si tenía bastante claro, es que en aquel subsector, no gustaban de los hombres como él. Primero la tomaron con él los mutantes del callejón y luego el gigantón. Por suerte a esos les había dado matarile, pero con la niña... Ese era otro tema. Xazhum no se veía con fuerzas suficientes como para seguir adelante.

- ¡Joder! - Exclamó en un susurro dolorido y conmocionado por el impacto y la escalofriante transformación de la niña. 

Xazhum se puso en pie sacudiéndose el polvo y dolorido como nunca, se encaminó hasta donde se encontraba Grunda. La cogió del brazo y tiró de ella para salir de allí cuanto antes. No podían luchar ni él debido a sus heridas, ni ella al encontrarse en aparente estado de shock. La miró a los ojos, sus preciosos y profundos ojos azules. 

- ¡Tenemos que salir de aquí! - Dijo Xazhum dirigendose a sus dos compañeros. - ¡Voy a sacar a Grunda, cubrid la retirada!

Sin poder ni siquiera parpadear Grunda seguía aterrada y pendiente de la transformación que había hecho de la pequeña, la niña que había abrazado con pena y complicidad, un verdadero diablo.

Vio como lanzaba a Xaz contra la pared, con tal fuerza que su cuerpo atravesó la piedra, y sintió el dolor como si se lo hubiera hecho a ella. Aquello no estaba bien, habían abusado de su bondad, de la de todo el grupo, habían jugado con sus caracteres honestos y altruistas, ellos que se habían jugado el tipo en cumplimiento del deber.

Bloqueada, la salvaje sintió como el granuja se rehacía, y tiraba de ella. Le siguió como un autómata, sin reaccionar.

Al girarme detrás y oír sobre que la niña era en realidad un ser demoníaco, mi mente le cuesta asimilarlo, no sabía si era verdad o no, pero si lo era, tenía una serie de sentimientos enfrentados, pero mi entrenamiento como miembros del adeptus arbitres se imponen a mis inútiles sentimientos, "Lo vas a pagar tu traición al emperador y sobre todo a nosotros" le digo al demonio.

levanto mi arma y apunto sobre el demonio para oir como mi arma se quedaba escaquillada, "bendito emperador, ¿por que me haces esto?"

Crassus, al igual que le pasó con la horrible abominación mutante, no pudo sobreponerse a los efectos del shock. Primero fue como una tosecilla interna que iba en aumento hasta que en su cara se reflejó la locura irracional y comenzó a reír sin control, sin sentido, sin saber cómo aquella situación se apoderaba de su mente.

Sacó su arma y disparó descontroladamente.

Mientras os debatíais entre la razón y la locura, podíais notar como aquél ser infame os miraba casi con compasión, como una burla macabra hacia los sentimientos que habíais tenido hacia él. Y es que, por muchos libros que leas, muchos cuentos y leyendas o películas de terror que hayas visto, nada puede compararse al aura de miedo y maldad que rodea a un demonio.

Desde el otro lado del salón, Xazhum y Grunda intentaban escapar de aquella cosa. Crassus había sucumbido a la histeria disparando sin control y Marcio, el único con experiencia y capaz de enfrentarse a esa cosa, había barajado las cartas del destino sin que le fueran favorables. El sonoro CLICK! de su escopeta sonó como el tañido de la campa que toca duelo.

Era una misión fácil en principio, pero el horror que se ocultaba detrás era mucho más grande que eso. En un recóndito lugar de vuestra mente, rezáis al emperador.

Una sombra se recorta detrás de la demoníaca niña con un inmenso Bolter decorado con adornos dorados en la mano. Un hombre alto de pelo castaño recogido en una coleta y perilla arreglada, con un ojo biónico apunta directamente a la cabeza del ser. Su atuendo es un abrigo de casaca largo, negro y con ribetes rojos y dorados. Los botones de latón tienen estampados la forma del símbolo inquisitorial.
El desconocido sitúa el cañón de su pistola sobre la cabeza de la niña, su ojo biónico zumba enfocando su presa. El ser demoníaco se sorprende, pero no se gira.
De la boca de aquél hombre solo salen dos palabras, -Daemonium uocabatur.-

Es lo único que sale de la boca del hombre, mientras las lágrimas afloran de los inmensos ojos azules de la niña, vuelta a transformar en la encantadora criatura que era antes. Ella los mira, buscando la salvación en sus protectores mientras el dedo del inquisidor aprieta poco a poco el gatillo, como degustando el momento, incluso veis una medio sonrisa en su rostro. BLAM!

El sagrado proyectil impacta de lleno en la cabeza del ser. Los que estáis delante os protegéis de las salpicaduras que pueda producir, pero no sale nada.
El cadáver de la encantadora niña yace boca abajo, con un agujero en la parte posterior de la cabeza de la cual no sale sangre, ni sesos. Solo hay piel, hueso y un sucio y pegajoso líquido negro que emana de su cráneo por orejas, nariz y ojos, evaporándose al contacto con el aire.

Miráis al inquisidor todavía aturdidos por el suceso.

-Era un huésped menor demoníaco. Si hubiera hablado os habríais percatado de lo que realmente era, descubriendo su tapadera.- Dice guardándose la fabulosa arma en la funda. -Soy el Inquisidor Dimus Cornellius Kretchner, vuestro inmediato superior en la sagrada orden y esto es una prueba de lo que son capaces de hacer los enemigos de emperador.- dice señalando el cascaron vacío de la niña. -Era el enlace, el encargado de atraer a los humanos hasta la trampa a cambio de los órganos vitales de algunos. Un festín provechoso.- El inquisidor hace una pausa mirando con desprecio el cascarón vacío.

-Le seguí la pista hace tres meses, pero no pude hallar su escondite, o como yo lo llamo, el cubiculum tenebrae, la guarida del monstruo.- El ojo biónico de color verde zumba un momento, enfocando vuestras caras.  -Os debo una disculpa, os he utilizado como cebo, sin embargo, necesitaba que no levantarais sospecha alguna sobre el demonio. Novicios, ingenuos, recién llegados a este planeta, pero con las suficientes agallas para llegar hasta aquí. Erais perfectos para el trabajo. Vuestros informes os recomendaban para esta misión. Estad orgullosos de vosotros pues ahora sé que puedo confiaros tareas más importantes.-

Sin duda alguna, la llegada del inquisidor había sido providencial. Xazhum ya se veía en el otro bario de no haber sido por él. Aunque sinceramente seguía bastante malherido como para seguir adentrándose en aquella madriguera del mal. El último golpe recibido había sido devastador para su organismo y en esas condiciones no podía seguir luchando.

- Menos mal de si llegada señor Kretchner. - Dijo el granuja. - Sinceramente, lo veía muy negro. - Le aclaró.

Miró entonces el cadáver de la niña. Un demonio la había poseído y se había adueñado de ese cuerpo. Sin embargo, esa niña no había sido siempre el receptáculo de aquella aberración salida del infierno y en cierta medida sentía lástima por ella. No tenía la culpa de haber sido elegida por el demonio. Aunque en realidad, ellos poco o muy poco podrían haber hecho por ella.

- A decir verdad... - Se dirigió de nuevo al inquisidor. - ...me engañó al principio. - Se refería a la niña. No podía quitar ojo sobre su cuerpo sin vida. - Pero luego, cuando comenzó a guiarnos por callejones oscuros, empecé a sospechar que algo malo había en ella...

Xazhum tosió. Se llevó las manos al abdomen y luego escupió sangre por la boca. El golpe contra la pared había sido muy duro. Xazhum tuvo que sentarse. Estaba hecho mierda.

- Si tenemos que adentrarnos allí... - Miró hacia la guarida. - ... tendréis que hacerlo sin mi. Estoy acabado. Necesito ir a un hospital...

parecía que el emperador no nos había abandonado, aun con el escaquillamiento de mi arma, somos salvados por el mismo inquisidor que nos había contratado, por lo que me pongo de rodillas delante suya, "Es un gran honor conocerle inquisidor, estoy en deuda con usted, estare encantado por dar mi vida en la defensa del imperio" le digo al inquisidor

Crassus volvió en sí cuando el cadáver de la niña poseida yacía ya en el suelo, incapaz de asimilar lo que había ocurrido en una mera cuestión de segundos. La mano le temblaba, avivada por el retroceso de su revólver: presa del pánico, lo había disparado sin control. La visión del mutante, que sí que le había paralizado, le había enseñado que más valía morir matando, y eso había intentado. No importaba que fuera una niña. Por mucho que su corazón —porque incluso él tenía uno— le dijera que era inocente, sus tripas se habían agitado ante la mera visión de aquello en lo que se había convertido tan repentinamente. 

No. No estaba seguro de donde lo había oido, pero en la galaxia en la que malvivían no había tal cosa como la inocencia. Ninguno de sus proyectiles puso freno al demonio que habitaba en la cría, pero los proyectiles del bolter de Dimus Cornellius Kretchner sí. Jadeando, más por el miedo que por el esfuerzo, cayó de rodillas ante la visión de aquel campeón de la Inquisición. Estaba salvado. Había sobrevivido. Había mirado cara a cara al Archienemigo, y vivía para contarlo. 

Un escalofrío le recorrió. El recuerdo de la refriega anterior, contra los mutantes... Había sido ella, su mirada le había reconfortado y traído de vuelta. Era una lección que no olvidaría nunca: el mal, el mal auténtico, podía esconderse detras cualquier cosa. La noción le robaba el aliento. Entonces el inquisidor confesó que habían sido cebo. No daba crédito. No diría nada, por supuesto que no, pero una sensación de abatimiento y frustración le llenó el alma. Siempre había temido a la Inquisición, pero nunca había dudado de su labor ni de su deber. Ahora que había sido víctima de los dos bandos de ese conflicto, no tenía más deseo que quitarse de en medio. Sin embargo, pese a todo lo que había vivido, la necesidad de saber seguía habitando dentro de él

—¿Cómo poseyó a la niña el demonio? —dijo, mientras se levantaba lentamente— Tengo muchas preguntas, miseñor. 

Todo había sucedido muy deprisa, y sin embargo en la mente de la salvaje se había ido plasmando cada segundo como a cámara lenta. Las balas de Crassus escupidas sin orden ni concierto, cuya trayectoria parecía poder dibujar con un láser; la niña-demonio y su mirada socarrona, hablando con sílabas ultralentas que le impidieron captar el significado, y ella en un rincón, siguiendo a Xaz, aturdida. Hasta Marcio, el más cabal, sucumbió al terror.

Hasta la aparición del Inquisidor, saliendo de la nada, con su arma apuntando a la cabeza del demonio de ojos de Grunda, y disparándola.

Unas palabras que no entendió, pero que fueron una sentencia en sí mismas.

Y aquella mirada de nuevo, la de la chiquilla desvalida pidiendo ayuda, piedad, clemencia. Y luego la muerte, extraña, un saco de piel y huesos cayendo al suelo como un plomo vaciándose de negrura, ya ni diablo ni niña.

Por fin, tras unos lentísimos segundos, las imágenes volvieron a su cadencia normal. Grunda sacudió la cabeza como si al hacerlo pudiera sacudirse de encima la escena que acababa de vivir. No fue así, pero alivió su espíritu. Y escuchó la explicación del Inquisidor con perplejidad. Un cebo. Habían sido un cebo. Estaban vivos por muy poco, pero al parecer lo habían hecho bien. Sí, no estaban muertos, eso era lo que debían haber esperado de ellos.

La voz se le quebró, pero las preguntas se entendieron:

-¿Qué clase de demonio era...? ¿Para qué los humanos? ¿Los devoraba? ¿Los enloquecía? Y los mutantes... ¿eran para ellos las vísceras que dices? Perdona, Dimus Cornellius. Pero quisiera saber qué tipo de cebo he sido...

Kretchner os miró a todos mientras su biónico ojo zumbaba.
-Levanta Marcio, no es ami a quién debes lealtad, sino al imperio de la humanidad. Nosotros somos herramientas a su servicio. A veces,- dijo mirando directamente a la salvaje.- solo se puede esperar que el plan siga adelante y confiar en el emperador. Otras veces es necesaria la habilidad de un psíquico o de un granuja para esquivar ataques.-

El inquisidor se acercó a Xazhum. Levantó una mano y su rostro se concentró en las heridas. En aquellas que podían verse y en las que no podían verse. Poco a poco el granuja se sintió mejor.

-El trabajo de la inquisición es combatir a los enemigos de la humanidad en todas sus formas y no siempre incluye el uso de armas. Como bien ha apuntado Crassus, alguien ha tenido que invocar al demonio y atarlo a... -pareció dudar un poco cuando se volvió a mirar el pellejo lleno de huesos que había ido consumiendo poco a poco el demonio.- ...un ser mortal. No son personas, sino seres malvados que utilizan cualquier treta para confundir o influir en la mente del hombre o en sus sentimientos. Alguien hay detrás de esta atrocidad, quiero saber quién es.- se giró para encararaos a todos. -Y no puedo hacerlo solo.-