Partida Rol por web

Gwra revolotea sobre vuestras cabezas de forma tan conveniente que la mujer no advierte su presencia. A decir verdad, la existencia de druidas entre los hombres-oso es extraña, puesto que no son tan sensibles al mundo espiritual como los de vuestra especie. Su cerebro es más grande y su comprensión del entorno y la naturaleza excepcionales, pues son fieros cazadores. Sin embargo carecen de esa vuelta de tuerca, de ese pasito más allá, de ese salto de fe para comprender y dominar las artes del chamanismo.

Cuando oye la palabra «shantak», su mandíbula se aprieta y sus músculos se tensan todavía más, si es que eso es posible.

—¡Mentís! ¡Claro que mentís! —acusa con rabia—. ¿Acaso matar a casi toda nuestra tibu no fue suficiente? Sois unos sádicos, sobretodo ese Jefe de Guerra vuestro. Conseguí clavar mi lanza en su ojo, pero parece que no lo suficientemente fuerte. Un poco más y no hubiera escapado... ¡Dejadnos en paz, sólo queremos vivir! —suplica asustada. Se acerca más a vosotros con la lanza en alto, echándoos, pues sabe que ahora mismo está en minoría—. Os manda el Caminante del Viento, ¿verdad? Ya nos hemos zafado de él una vez, ya hemos pagado el precio con ese monstruo suyo.

Zalakk se había internado a aquella oscura caverna junto a los demás en busca de respuestas y el rastro del Jefe, cuando aquella mujer-oso aparece amenazante con su lanza, el guerrero camina hacia ella sin demostrar temor alguno, aprovechando el momento justo para moverse súbitamente tomando con una mano la lanza de la mujer y pasando su brazo libre alrededor de su cuello, reduciendola en un abrazo sofocante, pero sin hacer la fuerza suficiente para asfixiarla.

-Si no dices a dónde se llevaron al Jefe te sacaré ambos ojos, a ver si lo disfrutas también-

La intervención de Zalakk me parece demasiado agresiva, pero lo cierto es que no soy un tipo muy hablador ni carismático, y no creo que hubiese logrado para convencerla de que hable. Aun así, intento mediar un poco para que no entre en pánico:-Necesitamos que nos cuentes lo que esta pasando, quien es ese Caminante del Viento? Donde esta nuestro jefe? No hemos venido con intención de haceros daño, y te prometo que si nos cuentas lo que sabes no te haremos ningún mal. Pero debes colaborar y aclararnos la situación, ya que todo parece indicar que los tuyos han capturado a nuestro jefe, y queremos recuperarlo y ponerle a salvo.-Dejo un momento para que asimile lo que acabo de decirle, y sigo con mis manos desarmadas en lugar visible para ella.-Debes creerme, no hemos venido a haceros ningún daño, solo a rescatar a nuestro compañero de clan, dinos donde esta y te dejaremos tranquila.-

Tal vez consiga tranquilizarla, y además si colabora ve que es una salida a la amenaza inminente de Zalakk, más impaciente y agresivo.

- Ick, ick, ick - el murcielaguito revolotea por el techo de la cueva tratando de detectar la presencia de más seres vivos... aunque la cosa se ha puesto interesante ahí abajo.

Kal se mantiene a una distancia prudente dela mujer oso, con la mano cerca de su cuchillo por si hiciese falta defenderse. Antes de que pueda reaccionar, en cambio, Zalakk avanza con grandes zancadas por su lado e inmoviliza a la mujer. Pareciese ser que al guerrero no le había gustado escucha que habían atacado al jefe.

Aprovechando la distracción, Kal se desentiende de la mujer y empieza a rondar por la cueva, en busca de algo que le llame la atención, o más pinturas como la de la entrada.

Aunque Zalakk es rápido intentando arrebatarle la lanza a la mujer-oso, ésta da un saltito hacia atrás a una velocidad impresionante, creando distancia y clavando su lanza de hueso contra el costado del guerrero en un acto reflejo. Neelia es rápida y es fuerte, sin duda una gran cazadora. 

A punto está de arremeter de nuevo contra Zalakk cuando las palabras de Talik calman un poco a la inquilina cuya morada habéis claramente allanado. «Parece que no me están atacando», piensa, «y ese murciélago es muy molesto».

—¿El Caminante del Viento? —se estremece al recordarlo—. Después de que vuestro clan atacase, los Cola de León nos estábamos muriendo y nos refugiamos en este bosque —traga saliva y arquea las cejas con una expresión triste—. Teníamos... teníamos miedo de salir de aquí, incluso de ir a pescar al río. Miedo a que nos matáseis. Así que nos quedamos en el bosque y tratamos de sobrevivir con lo que encontramos —suspira—. Un día, Creel el Visionario encontró unas piedras extrañamente blancas —hace una pausa—. Después de eso, —prosigue, con la voz más relajada, bajando la lanza al ver que realmente la estáis escuchando—, dijo que sus sueños nos exigían que venerásemos al Caminante del Viento que vive en este bosque. ¡Solo así nos salvaríamos y obtendríamos venganza!

»Todas las noches íbamos al altar de piedras blancas bañadas por la nieve —se estremece de nuevo—, y a veces le escuchábamos. El invierno se hacía cada vez más duro, pero sobrevivimos. Una noche, al volver de las piedras, escuchamos un terrible ruido. ¡Un monstruo abominable! ¡Un mamut con alas apareció, trayendo consigo a lobos negros de tres ojos —hace una mueca—. Los matamos a todos, pero muchos perecieron —mira a Talik con desprecio, señalando la pintura de la entrada junto a Kal—. Ahí, ahí tienes a tu shantak.

»Creel el Visionario dijo que nuestras plegarias habían sido escuchadas y que éramos dignos del Caminante del Viento —resopla, como riendo por lo bajo de forma irónica—. Que esas bestias nos habían librado de los débiles e indignos. Debíamos traer las pieles de todas esas criaturas al altar para recibir nuestra recompensa, pero a mí me parecía raro —entorna los ojos, nerviosa. Ha bajado del todo su arma y casi comienza a andar en círculos, sumergida en sus pensamientos.

»Sí, era muy, muy raro —prosigue—. Éramos como una manada de ciervos corriendo hacia la boca del lobo. ¿Y sabéis qué? Se lo dije a Creel, y se enfadó mucho, y tuve que esconderme. Corrí muchísimos por el bosque, día y noche, hasta dar con esta grieta. No sé qué ha pasado con los míos —sus ojos reflejan una gran pena a estas alturas—. Traté de volver al campamento para alertar a mis hermanas, pero allí no quedaba nadie. 

Kal escucha atentamente el relato de la mujer, sin dejar de inspeccionar la cueva. Otro escalofrío le recorre el cuerpo al oír sobre la bestia que les atacó. ¿Dice que mataron a esos monstruos...?

- ¿Qué pasó con los cadáveres de las bestias?

La mujer niega con la cabeza.

—No lo sé —admite—, no llegué hasta el altar. Creel me expulsó del clan antes de que pudiese acompañarles hasta el altar con los cadáveres. De hecho... —hace una pausa—, me alegro. No he vuelto al altar, tengo un mal presentimiento.

Estaba claro que tenían que ir al dichoso altar, donde vete a saber que podían encontrarse, nada bueno. Pero allí estaría el jefe del clan.-Y podrías decirnos dónde esta ese altar. Nos gustaría poder ir hasta allí, tal vez este la persona a la que estamos buscando y el caminante del viento. Hay algo muy extraño en esta historia que nos has contado, no termino de entender el papel de ese caminante del viento, ni quien es, ni lo que pretende.-Lo cierto es que tras escuchar a la mujer, lo único claro es que tenían que llegar hasta el altar si querían rescatar al jefe, pero todo era ahora mismo muy difícil de comprender. Iban a necesitar más información, y seguro que podrían tener muchas dificultades, no lo iban a tener nada fácil. Pero tenían que intentarlo, la supervivencia de todo el clan podía estar peligro.

La mujer os indica con cierto miedo dónde se encuentran estas piedras blancas. No quiere acompañaros ni quiere que regreséis, esa es su condición al daros toda esta información. Es una superviviente y sólo quiere sobrevivir. 

Al poco, salís de la caverna y os reencontráis con el pobre Lomo Nevado, que lleva todo este rato esperando al pie de la pared escarpada, sentado sobre sus cuartos traseros y con las orejas en punta, tratando de escuchar en todo momento para ver si Talik está en peligro. Cuando regresáis, se pone ciertamente contento, haciendo fiestas a su fiel compañero. Desde que entrasteis en el bosque, está un poco inquieto.

* * * * *

Tras otro buen rato caminando, conseguís avanzar en este laberíntico bosque. Menos mal que os ha dado las indicaciones, pues si no, nunca habríais encontrado el claro donde acabáis de deteneros. Las indicaciones son crípticas y sin sentido, como girar tres veces en la misma dirección. La lógica diría que volveríais para atrás, pero no es así. Cuanto más os acercáis, más frío hace. 

Sea como fuere, habéis llegado a vuestro destino. Se trata de un gran claro que, aunque no es cubierto por las copas de los árboles, tiene una densa y fría niebla. En el centro, un enorme altar de piedras blancas y pulidas que medirá unos veinte metros de diámetro. Están apiladas en una especie de montaña, llegando a ser tan altas como un hombre. El altar está rodeado de una tenue y delicada nieve marcada por decenas de pisadas de hombres. 

Sin embargo, no parece haber nadie más a la vista. No se oye nada. De hecho, hay un silencio inusual. Al igual que antes de cruzar el río, en la otra parte del bosque, no se oye ni un solo pájaro, ni un solo animal.

Gwra no tuvo demasiado interés por el destino de la cavernícola y la abandonó a su suerte tan pronto como sacaron toda la información que necesitaban de ella. Tampoco es como si pudieran hacer mucho más por ella, aunque ciertamente la hembra-oso diese un poco de lástima la naturaleza nunca puede ni debe ser compasiva. Los Colas de león habían sido enfrentados y vencidos por el clan de las Tres Garras y la naturaleza debía seguir su curso. Su destino estaba sellado. Sin embargo, sí escuchó con preocupación sobre los extraños rituales que el clan había empezado a llevar a cabo una vez derrotados. Aquel relato había provocado que tuviera de nuevo esa sensación extraña en el ambiente que le ponía los pelos de punta, como cuando amenazaba una tormenta eléctrica. Odiaba y temía a partes iguales esa sensación, lo único que verdaderamente la podía causar verdaderamente pavor. Aquello no era natural y la druida instintivamente se enfrentaría a ello con toda la fuerza de su ser. Sin abandonar su forma de murciélago, revoloteando por encima de las cabezas del grupo, Gwra voló junto a ellos por el bosque cuando llegaron hasta la gran montaña de piedras blancas que la cavernícola les había descrito. -Ick, ick, ick.- Trató una vez más de usar sus sentido de ecolocalización para detectar cualquier posible criatura escondida en aquél lúgubre lugar pero las ondas sonoras que emitían simplemente no volvían a ella como debieran, devolviéndole una silenciosa y gran nada. Cansada y aterrorizada se dejó caer al suelo, donde una vez más la cambiapieles volvió a adquirir su forma humana. Pero algo de su fiereza habitual había desaparecido en ella. Aferrada a la lanza de hueso con sus pequeñs manos miraba hacia alrededor con desconfianza, como un animal asustado.

Talik acarició con ganas a Lomo Nevado, y se dirigió al bosque siguiendo las instrucciones de la mujer oso. De nuevo no había ningún signo de vida, y hacia mucho frío, demasiado. Tras un rato llegaron al claro del altar, donde no vieron a nadie. Trato de ver si había alguien por allí, tal vez oculto y vigilante, pero no pudo ver nada. Y luego trato de encontrar algún sentido al claro el frío y el altar, pero tampoco pudo hallarlo.-Hemos de andar con mucho cuidado, no sabemos quien puede estar al acecho, y aquí hay muchas cosas que no entendemos. No veo al jefe, tal vez lo hayan llevado a otro lugar, o aún no hayan llegado y estén preparando el ritual. Los ciervos negros, y la otra senda que vimos al pasar el río, hay mucho por descubrir.-Y trato de seguir escudriñando los alrededores en busca de alguna pista, y alerte y preparado para responder ante cualquier amenaza. Lomo Nevado no estaba nada tranquilo en aquel bosque, y aún menos en este extraño lugar ritual. 

Kal acompaña al grupo hasta el extraño bosque, dónde tras dar varias vueltas, llegan a un claro en el que, al parecer, se ha llevado algún tipo de ritual.

Sin perder un instante, el joven se acerca a las piedras y las inspeccionar, esperando descubrir qué misterios esconde el bosque.

A Kal le llaman mucho la atención las pisadas en la nieve. Debido al largo periodo en que vivió solo, alejado del poblado, aprendió a interpretar las huellas de los hombres para comprobar que su guarida estaba a salvo. Desde entonces sabe interpretar la dirección e incluso a veces la intención de las pisadas, a juzgar por la profundidad.

Las pisadas de alrededor del altar son totalmente irreverentes, pies en todas direcciones. Parece una danza alrededor del altar. Altar donde veis un collar con tres garras entre dos piedras.

Mientras estáis en el claro, en el silencio sepulcral del bosque podéis oír cómo las copas de los árboles se mecen violentamente, cada vez más cerca. Podéis oír también una especie de rugido de algún ser gigantesco que se aproxima hacia vosotros.

El ruido y el movimiento brusco de las copas de los árboles, parecen indicar que algo de gran tamaño se esta acercando rápidamente a nuestra posición.-Rápido hay que dispersarse y ocultarse entre los árboles. Algo enorme se esta acercando volando hasta este claro.-Y se dirige a toda velocidad hacia los cercanos árboles, antes hace un gesto a Lomo Nevado para que le siga y se oculte en el bosque. 

-¡Gwra!- Con el retumbar del apabullante rugido proveniente del bosque la cambiaformas pegó un brinco sobre su sitio, retorciéndose en el aire como un felino sorprendido.

Aferrada fuertemente a su lanza, y buscando resguardarse de un ataque frontal tras la montaña de piedras blancas, las pupilas nerviosas de sus ojos brincan de un lado al otro del bosque tratando de intuir por los movimientos de la maleza la naturaleza de la criatura que avanzaba hacia ellos.

Kal no tiene tiempo de analizar la situación mucho mas, puesto que un potente rugido los pone en guardia. 

Sin perder un instante, el joven saca sus cuchillos y se refugia detrás del altar, escondido, esperando a la bestia.

En el claro, doblando los robustos árboles a su paso, aparece una criatura del averno. Un ser gigantesco de seis extremidades cubierto de un tupido pelaje níveo. Tiene el tamaño de un oso polar, o incluso más grande. Los árboles que toca para abrise paso se cubren con una fina capa de escarcha y, cuando finalmente aparece en el claro, la temperatura todavía baja más. Finalmente, parece que él es el origen de esta bajada de temperatura. Gruñe de forma grave y gutural y de su boca cae una baba que, al tocar el suelo, derrite la escarcha que genera su presencia en la hierba. 

La criatura distingue a Gwra y Zalakk junto al altar y se pone en guardia. Mueve sus extremidades medias de forma extraña y el aire gélido que emana comienza a girar a su alrededor con fuerza, formando carámbanos de hielo que reflejan la poca luz que incide en esta parte del bosque, brillantes.