Partida Rol por web

[DM05/21] Qui exaudis orationem nostram (Aquelarre & SWAE)

Escena principal

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26/05/2021, 00:23
Antón de Calatayud

Cuando llegaron a la aldea, la escena causó un profundo espanto en Antón. El cuerpo del joven Severo yacía con la garganta abierta y el monje, que se aproximó con afán de darle la extremaunción al muchacho, no pudo reprimir una profunda arcada que terminó en vómito ante aquella espantosa visión. Tuvo incluso que reprimir el llanto que se le atragantaba en la garganta, pero quizá haber regurgitado fue lo que evitó aquella expresión de dolor. Aun así, tratando de mirar hacia otro lado, se aproximó al cuerpo de Severo para darle la absolución y rezar una plegaria por su alma.

Por Dios, dalle sepultura a este pobre muchacho —fue todo lo que pudo musitar Antón, todavía con el rostro descompuesto, después de haber pronunciado algunas plegarias.

Por primera vez desde que había salido del monasterio, el monje se daba cuenta de que el mundo podía ser un lugar peligroso e, incluso, absurdo. «Señor, ¿por qué te llevas a este joven de forma tan absurda y cruel, por qué?», se quedó preguntándose el monje desolado. «De profundis clamavi ad te, Domine, exaudi vocem meam. Fiant aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae», rezó para sus adentros Antón, con la mirada perdida, «Desde lo profundo te he llamado, Señor, escucha mi voz. Que tus oídos atiendan la voz de mi súplica». Speravit anima mea in Domino: mi alma espera en el Señor… Antón tuvo que reprimir una lágrima de dolor.

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26/05/2021, 15:28
Lope Martínez de Alpuente

Lope miró el cuerpo del joven con una expresión fría y en silencio. Aquellas bestias endemoniadas parecían haber cumplido con su íntimo deseo de deshacerse de aquel molesto joven. No debería sentirse bien por el triste destino de Severo; no era de buenos cristianos desear ni celebrar la muerte de otra persona inocente.

Que alguien lo lleve a la aldea. Ha cumplido con su misión esforzadamente y sin temor a la muerte. Se merece una sepultura decente, nuestro recuerdo y nuestras oraciones.

Pensó que sus palabras no hacían sino agravar su pecado, mas no hallaba comportamiento más civil y prudente que mentir por la gola: Y que descanse en paz el hideputa, que no hubo tiempo a facer mayor daño en mi honor y en la honra de doña Clara...

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26/05/2021, 22:38
Director

A una distancia prudencial de la aldea fueron enterrados Severo y Othmán inaugurando el campo santo de la aldea. Tras ese incidente, los breves días invernales sin sobresaltos. Misteriosamente los lobos no se acercaron a la aldea ni mostraron interés por las ovejas, además si bien los picos de los alrededores se cubrieron de nieve, el invierno pasó de puntillas por la aldea.

Entre todos se atendían las labores de vigía en la atalaya, destacando Hugo pues era el principal responsable, al menos nominalmente. Pero siendo invierno no se esperaba movimiento de tropas y ciertamente no lo hubo.

Notas de juego

Bueno, pues el mes de mayo se acaba, tenéis lo que queda de semana y el fin de semana si queréis introducir alguna historia para vuestros personajes. Yo os seguiré el juego si queréis meter alguna trama para desarrollar los pjs. Y si no, pues no pasa nada, el fin de semana avanzo trama.

En especial quiero saber si hay bodorrio, señor Lope. ¿Hay o no hay bodorrio y noche de bodas?

También me interesa saber qué pasa con Fátima y Ahmed, ¿Vuestros pjs los acogen como dos más en la aldea?¿Les permiten mantener su fe?...Zerilo protesta si no se convierten al cristianismo, pero al final prevalece lo que digan vuestros pjs.

Luego, como comento, avanzo trama, tendremos giro final y pasamos a la tercera parte, el desafío de junio, que será de acción, muerte y destrucción.

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28/05/2021, 07:45
Clara

La vida se abre paso a través de las adversidades. La condición de los hombres es la alegría y celebrar las bendiciones del señor. El duelo por Severo y Othmán dio paso a la felicidad y los preparativos de boda, que se celebró el día 1 de Diciembre. 

A Clara la vida en la aldea y la convivencia con Lope le dio alas. De ser una niña tímida criada entre medias del amor que sentía por ella el obispo y la vergüenza que producía aquel pecado de juventud suyo, pasó a ser una mujer risueña y empoderada. En la intimidad con Lope demostraba en su amor aquella fiereza que había heredado de su madre, fuera quien fuese. Esa madre que la había abandonado al poco de nacer dejándole como único legado unos tatuajes de espirales en la espalda.

La mañana del Sol Invictus, Lope despertó con las primeras luces de la mañana y se encontró a Clara ya despierta observándolo con una mirada apasionada y resplandeciente - He soñado que sembrabas la vida en mí. Dime mi amor, ¿cómo quieres que se llame?

Cuando los días comenzaron a alargarse, Agnes y Zerilo comenzaron a preparar la llegada de sus familiares. Había mucho trabajo por hacer. Por suerte, ni los lobos ni las heladas se asomaron por la aldea.

Respecto a respetar el culto de Fátima y Ahmed, hubo cierta polémica al principio y Zerilo protagonizó algunas discusiones acaloradas tratando de forzar su conversión al cristianimo, pero todos los demás estuvieron de acuerdo en que los recién llegados ya habían sufrido suficiente y que si querían rezar a Allah, tampoco pasaba nada, que la vida en la sierra era muy dura, la aldea muy pequeña y vulnerable, que toda ayuda era poca. Y que era mejor que Fátima y Ahmed rezasen a Allah con sinceridad y gratitud que al Dios cristiano con falsedad y resentimiento.

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28/05/2021, 12:56
Ñeves

Ñeves ayudó en todo cuanto pudo en el trascurso de los preparativos para el enlace, acompañando a su amiga Clara y participando en la preparación del banquete y dejando que el feliz matrimonio viviera y disfrutara de su nueva vida mientras ella intentaba no pensar en el hecho de que jamás encontraría a nadie.

En uno de los días que Ñeves se encontraba dando una vuelta por la cercana sierra, oteando las inmediaciones por si alguien aparecía escuchó el sonido de unos pasos arrastrándose, desenvainó su espada y con cautela fue dirigiéndose hacia el lugar. Más lo que allí encontró no lo esperaba la joven sirvienta.

Un hombre un poco mayor que ella ataviado con una cota de mallas se encontraba apoyado sobre su espada, el filo de ésta estaba cubierto de la sangre de sus enemigos caídos. Unos 5 o 6 moros yacían muertos a sus pies, su pecho subía y bajaba a consecuencia del cansancio y su cuerpo presentaba diversas heridas y laceraciones.

Los ojos de él se toparon con los de ella durante unos segundos pues uno de los moros que parecía muerto se alzó para atacar al hombre pero Ñeves vio el movimiento antes de que éste se produjera por lo que fue con su espada para terminar con la vida de aquel moro y salvar la del guerrero que ante ella había aparecido.

El cuerpo del hombre cayó ligeramente y Ñeves se apresuró a ayudarlo, convenciéndole que la acompañara a la aldea, que allí podría descansar y curar sus heridas.

Y así fue como apareció Ñeves, cargando con aquel hombretón de poco más de 1,95 metros de altura que presentaba heridas de batalla y el cansancio de un soldado.

Su nombre era Carlos de Boadilla y se trataba del último y único superviviente de una unidad de avanzadilla que había sido emboscada por los moriscos. 

Una vez en la aldea los días y las semanas fueron pasando, Ñeves fue la encargada de cuidar de sus heridas y del hombre, escribiendo este una nota a su señor indicándole dónde se encontraba y las nuevas que habían descubierto antes de ser emboscados.

En aquellos días la cercanía que Carlos y Ñeves mostraban iba en aumento, como si los cuidados de la mujer que había empuñado una espada y matado a aquel moro ante sus ojos  hubieran ablandado el corazón de un hombre que no creía regresar con vida y ahora la sonrisa y la compañía de aquella joven sirvienta volvía a animar su alma.

Era evidente que ambos estaban enamorados y aún así Carlos tuvo que regresar junto con su señor para lograr el permiso para asentarse en la Aldea y aquella noche la despedida de ambos amantes fue mágica y aunque el corazón de Ñeves se encogió ante la idea de que Carlos jamás regresara, un mes después apareció de nuevo en la Aldea, pidiendo la mano de la sirvienta y desposándose con ella en una íntima y sencilla ceremonia en donde únicamente estuvieron los más allegados.

Ahora la aldea contaba con un nuevo guerrero y un nuevo matrimonio.


Carlos de Boadilla

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28/05/2021, 14:48
Lope Martínez de Alpuente

Lope recibió con júbilo y regocijo a Clara en cristiano matrimonio. Y con ella sus dote, su herencia y su amor desenfrenado. El maduro soldado jamás había esperado encontrar en aquel cervatillo asustado a una mujer más resuelta en el lecho que una serrana; pero si tenía alguna queja al respecto nada dijo nunca a nadie.

Sin embargo no dejaban de intrigarle aquellos tatuajes que marcaban la piel de alabastro de la joven doncella. Quería preguntarle por ellos, mas nunca encontraba el momento adecuado. Luego pensó en encargarle a Ñeves que le preguntara, pero también se echó atrás temiendo una mala respuesta de su amantísima esposa.

Pero cuando aquella Ártemis transfigurada en Afrodita enamorada le habló de su sueño, de su semilla y de su progenie como una profetisa o como una hechicera, a Lope comenzaron a asaltarle las dudas y los temores. ¿Con quién había pecado el obispo para engendrar a una hembra tan volátil? ¿Acaso había sido encantada con alguna poció o sortilegio? ¿La había poseído algún súcubo infernal? Porque no cabía en la limitada mollera de varón que una mujer cabal y prudente pudiera mostrarse a su marido como una cortesana de Venecia.

No obstante, Lope, un hombre visceral y pragmático, consideró que ya tenía media parcela comprada en el infierno y que si antes de rendir cuentas por sus numerosos pecados podía disfrutar de un amor bello y placentero, bien estaba. Rezaba en silencio antes de la coyunda, no por arrepentimiento, sino por protegerse de que su mujer pudiera mutar en demonio en mitad della y arrancarle el alma a bocados. Incluso se hizo con algunas reliquias que escondió en el lecho; solamente por si acaso.

¿Y cómo es eso que sabes que te he preñado? —preguntó Lope con media sonrias—. ¿Es algo que te enseñaron en el convento ese de Lorca? Mira que los sueños no siempre se cumplen, esposa mía...

Notas de juego

Pues eso, que Lope no se fía de la doña y busca protección divina, pero consumar, consuma... XD

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28/05/2021, 15:55
Director

¿Y cómo es eso que sabes que te he preñado? —preguntó Lope con media sonrias—. ¿Es algo que te enseñaron en el convento ese de Lorca? Mira que los sueños no siempre se cumplen, esposa mía...

- Fue un sueño, sólo un sueño, que nada me enseñaron en el convento de Lorca. No sé si estoy embarazada, no soy adivina, pero con vuestro vigor de esposo mucho me extrañaría que al llegar el verano no creciese en mi vientre vuestro vástago. ¿No creéis vos lo mismo?


Carlos de Boadilla se instaló finalmente en la aldea, aportando dos brazos fuertes y dispuestos. Cansado de librar una guerra ajena, ahora que había conocido a Ñeves solo empuñaría un arma para defender el hogar que estaban formando juntos. La aldea seguía siendo pequeña, pero el espíritu de sus habitantes tenía las raíces fuertes y la más alta fe en su prosperidad. Los aldeanos se sentían completos, nada les faltaba.

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28/05/2021, 16:33
Antón de Calatayud

El comienzo de su tarea pastoral había sido más duro de lo que hubiera imaginado. La muerte del joven Severo cuando el grupo estaba recién llegado había sido un golpe muy duro, del cual Antón tuvo que recuperarse pronto para tratar de ayudar también a la comunidad. La aceptación de la familia de infieles en la aldea había sido un tema áspero; Antón trató de conversar a solas y tranquilo con Zerilo, para hacerle ver que era bueno su celo de cristiano, pero que deberían llevarlos de a poco al camino de la fe verdadera, y que él mismo se encargaría de hacerlo de la mejor manera que en su mano estuviera, Dios mediante.

Antón se preocupaba de todos en su comunidad. Trató de mostrarse próximo a Ximén e Hilaria, que habían perdido a su amigo, ofició las bodas de Lope y Ñeves, y se preocupó de enseñar castellano a la madre y el niño moros, para facilitar su integración con el grupo, al mismo tiempo que trataba de conversar con la madre acerca de su religión, mostrándole como, en realidad, no eran tan distinta del cristianismo, con la esperanza de que un día decidiera bautizarse y darle también ese regalo a su hijo.

Aunque estaba preocupado de ser el sustento espiritual para la aldea, a Antón no se le había olvidado su propósito inicial de encontrar a la compañía de poetas goliardos que debían andar en algún lugar de la región. Le preguntó por ello a la madre mora, por si había visto en su caminar algo así, también a Ximén e Hilaria, quienes solían dar largos paseos de exploración y debían conocer bien la región, y él mismo se permitía ligeras excursiones con la excusa de cazar conejos y otras presas menores, por ver si tenía la suerte de encontrarlos. En su cabeza, mientras tanto, imaginaba los versos que presentaría a aquellos poetas si tenía la fortuna de verlos y unirse a ellos. Un día, andaba por los bosques cercanos en estos devaneos:

Aprilis tempore, florem de arbore carpe, puella!1 No, no, no, muy obvio y rudimentario, poco sonoro —ensayaba murmurando mientras paseaba en solitario por los alrededores de la aldea—. O Amarylli, quam sub fago lenis recubas2… No, no, no, demasiado evidente el vínculo con la écloga virgiliana. Pede solum percute, poculum vino perfunde!3 Jajaja, ¡eso es, perfecto, perfecto! Optime dixisti, amice Anton!4 Qué sonoridad, qué ritmo, qué simetría tan picarona.

Al terminar de hacerlo, sin embargo, escuchó una voz junto a él:

Ansí que os gustan les rimes asonantes. Senciellu, pero efectivu, anque yo hubiera preferido mayor simetría y hubiera puesto el acusativu solum al comienzu’l versu, pa coincidir con poculum nel segundo periodu. —Antón miró sorprendido a la procedencia de aquella voz y vio, tumbado bajo un árbol, a un hombre de aspecto desgreñado, junto al cual reposaba un zurrón y un caramillo—. Soy Caitanu de Cangas de Onís, anque podéis llamarme Dionisu, que ye’l xeniu que alimenta los mios versos.

¡Un goliardo!

Frater goliarde! —exclamó Antón feliz—. Non sabéis la alegría que me da encontraros, frater Dionisu. Yo soy Antón de Calatayud y tengo versos apretados en la cabeza, tan prietos tan prietos que ya me fan doler la mollera. ¿Por qué no venís conmigo a la aldea cercana y nos regaláis unos poemas y unos sones de vuestro caramillo? Podremos a cambio ofreceros algo de carne de conejo, leche y otras vianditas. Deseo enormemente ser uno de vos y unirme a vuestra compañía, pero tengo ahora entre manos el cuidado de una nueva comunidad cristiana y espero que no os sea pesado acompañarnos un tiempo, al menos hasta que deje a estas buenas almas bien encaminadas.

Aquel Dionisu no parecía aproblemado con la propuesta de Antón y decidió unirse al monje, más con el deseo de un buen pedazo de carne que por otra cosa, pero nunca estaba de más tener un público para sus versos y canciones.

Y de este modo, Antón encontró un compañero con el cual, durante sus ratos libres, intercambiaba poemas, ideas literarias y nuevos enfoques, y soñaba con ser un goliardo más en cuanto aquella comunidad pudiera prescindir de su ayuda. Ya encontrarían algún buen reemplazo para él, que curas no faltaban en las Hispanias.

Notas de juego

*Perdón por el atraso.

1Durante el tiempo de abril, ¡agarra la flor del árbol, niña!

2Oh Amarílide, qué suavemente retozas bajo el haya.

3¡Golpea el suelo con el pie, llena la copa con el vino!

4¡Muy bien dicho, amigo Antón!

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29/05/2021, 09:17
Zerilo

Dionisiu cogió el gusto a la aldea y halló en ella una fuente de inspiración. Aunque confesó a Anton que su culo inquieto no le permitía estar largo tiempo en un mismo lugar y que antes o después partiría a saciar su ansia de conocimientos. Tenía un salvoconducto para entrar en Granada, donde pensaba visitar la biblioteca del emir, si la suerte acompañaba. Y si hallaban un buen caligrafista bien podían falsificar una copia para Anton, si este gustaba de acompañarle.

El invierno dio paso a la primavera. El deshielo hizo correr los torrentes y riachuelos repletos de agua. La sierra se cubrió de verde y los colores de las flores. El sotobosque se llenó de animalillos que corrían a esconderse al sonido de los pasos de los aldeanos.

Habían superado la crudeza del invierno y la supervivencia de la aldea estaba garantizada hasta el invierno siguiente. Pero con la primavera llegaban otros peligros como auguraba la escaramuza en la que Ñeves encontró a Carlos de Boadilla. Aletargado en invierno, también llegaba la hora de despertar al hierro y la atalaya debía ser atendida en todo momento.

A primeros de marzo se hallaba Lope en la atalaya vigilando el paso de Tiscar, disfrutando del calor del sol en una mañana despejada y fría, con el suelo cubierto de rocío, cuando llegó hasta él Zerilo.

- Buenos días, buen Lope. Desde hace unos días quería hablar con vos, mas he esperado que sea una conversación discreta, sin que nadie nos oyera. Vos y yo somos omnes pragmáticos. Hay cosas que aunque no nos gusten y no parezcan propias de buen cristiano, deben hacerse igual. Tiempo ha, os hablé de un grupo de leprosos que vivía en una cueva no muy lejos de la aldea y a los que prohibí acercarse. Pedí a Dios que en su misericordia con ellos y con nosotros se los llevase y los tuviese en su gloria. Recé porque no sobrevivieran al invierno. Pero han sobrevivido y lo que es más, hace unos días vi a Zacarías rondando. Zacarías es aquel leproso que vivió un tiempo en la aldea antes de que descubriésemos su mal. Temo que nos ronden para pedir alimentos o atención, temo que alguna de nuestras mujeres, más piadosas que sensatas, quieran ayudarles y se contagien. Temo que alguno de los niños de mi cuñado que está próximo a llegar, sea engañado en su inocencia por los leprosos para pasar tiempo con ellos y se contagie. En fin, creo que quizá vos y yo debamos acabar con este asunto de un modo definitivo. Por el bien de la aldea. No sé qué quieren de la aldea, seguramente tienen hambre. Imaginad que vuestra esposa o la mía se apiada de ellos y decide visitarlos y ayudarles porque piensa que hacerlo es cosa de persona piadosa y buena cristiana.

 

Este era el argumento de Zerilo, que necesitaba compartir su carga bien porque no confiase en la destreza de su mano a la hora de acabar con los leprosos o porque necesitaba compartir la culpa. El caso es que al caer la tarde y regresar a la aldea, Clara ya no estaba...

 

--- Fin de Qui exaudis orationem nostram (Aquel que escucha nuestras plegarias) ---