Partida Rol por web

El gritó alertó a Derek y le hizo sobresaltarse, ya tenía los nervios a flor de piel tras la breve conversación con Silvester. Quizás había tenido suerte pero sentía que era cuestión de tiempo que cometiese un desliz que le llevara a la tumba, por lo pronto estaba vivo y preocupado por el grito.

Lo que observó en la distancia le hizo sentir incómodo y alterado.- No puede ser.- Pensó para si mismo. Parecían Tatyana y Liselot, aunque cambiada debía ser ella. ¿Qué hacían allí? ¿Por qué les atacaban? ¿Quién les quería hacer daño? Las preguntas eran muchas y las respuestas pocas, casi como el tiempo de reacción que tenían. Miró a Silvester y vio como se puso en guardia, parecía que quería defenderlas junto al desconocido que las acompañaba. Estaban en un mal momento, crítico mejor dicho, y parecía que su suerte no iba a cambiar a mejor con la imagen del soldado recargando su arma. Silvester no parecía querer reaccionar aún pero el tiempo apremiaba, debía actuar.- Mi señor, aquellos soldados no parecen llevar ningún distintivo. Quizás estemos ante bandidos atacando a aldeanos o viajeros, creo que deberíamos actuar pero también creo que no merece la pena que usted se ponga en peligro. Déjeme adelantarme con algún soldado y comprobaremos que ocurre.- No esperó su respuesta y se adelantó. Debía mantener la calma para no dar a conocer quienes eran. Solo esperaba que lo que estaba a punto de hacer no le costase la cabeza.

Se acercó aún montado sin mirar atrás y antes de intentar negociar debía proteger a los heridos.- No hay marcha atrás pensó.- ¡Escudo!- Gritó, su mente se centró en el área alrededor de sus conocidas para levantar una barrera que detuviera la bala.- !Deteneos ahora mismo!- Volvió a gritar.- !En nombre de la casa von Wick deteneos de inmediato o no habrá perdón!

Artemi, el hombre que está en el medio del sendero junto a Tatyana y la mujer pelirroja herida, cae encima de Tatyana al ser alcanzado por un proyectil. Es un hombre fortachón, y a Tatyana le cuesta hacerlo a un lado. Artemi cae pesadamente sobre la tierra. Se lleva las manos al pecho mientras grita unas maldiciones. El disparo le destrozó la clavícula en el lado derecho.

La otra persona que está junto a Tatyana, la pelirroja, tiene una herida en la boca del estómago. A Derek le basta un vistazo para ver lo pálida que está y darse cuenta de que, sin una pronta atención, estará muerta en unos minutos.

Tatyana opta por hablarle a los dos soldados que se acercan hasta ella con intenciones de matarla. A veces las palabras son mejores que las balas... pero este no es el caso. Los soldados no están muy interesados en hablar con ella. Uno recarga la pistola, le apunta, y justo en ese momento aparece Derek Durchdenwald, a quien no ve hace seis meses. A su grito de ¡escudo! se forma una densa capa de aire que cubre a Tatyana, a Artemi y a la pelirroja, y otra más que protege a Ethel [1].

La magia de Derek es poderosa. La bala, en vez de atravesar a Tatyana, choca contra esa barrera mágica que ha conjurado, salvándola. Ethel dispara dos veces contra los soldados, pero las dos flechas les pasan cerca pero no lo suficiente [2]. Al haber delatado su posición, el otro soldado, el mosquetero, le dispara con el rifle. Nuevamente, el hombre no le acierta gracias al escudo de Derek [3]. Los soldados se miran entre ellos, no entienden qué está pasando, quién es Derek, de dónde ha salido, y qué son esas extrañas invocaciones.

Mientras tanto, Brant intenta sorprender al tercer soldado, aquel que está detrás de un árbol recargando su mosquete. Dando un rodeo entre los robles, está a punto de sorprender a su enemigo. A último momento, sin embargo, pisa una rama que al quebrarse lo alerta [4]. Inmediatamente abre fuego contra Brant, pero falla, y el cazarrecompensas se abalanza sobre él, describiendo un arco horizontal con la espada que lo alcanza en la cadera. La brigantina del soldado se lleva la peor parte del ataque [5]; suelta el mosquete, desenfunda una daga y se arroja sobre Brant.

Derek intenta detener a los dos soldados que atacan a Tatyana y a Ethel. Que se detengan en nombre de la casa Wick o habrá consecuencias, dice. Entonces, de entre los árboles, sale el mismísimo Silvester von Wick en persona. Detrás suya va una escolta de unos veinticinco o treinta hombres. Tatyana y Ethel lo recuerdan vagamente de su época en Wickland. Apenas llegaron a verlo, minutos antes de que decidieran huir de su pueblo. Silvester nunca llegó a verlas. Difícilmente sepa que son las prófugas buscadas por su tía, la Vizcondesa Marlene von Wick.

—¡SUFICIENTE! —ruge.

Los dos soldados, al ver que se enfrentan a treinta hombres, se rinden. Sueltan las armas, caen de rodillas, levantan las manos y piden clemencia. La tropa Wick, mosquetes y picas en mano, apunta a Ethel, a Tatyana, y a los dos soldados que las atacaban. A cincuenta metros de distancia, Brant sigue combatiendo contra su rival, que está demasiado ocupado como para ver que sus compañeros se rindieron.

—¿Desde cuándo estás al mando, Durchdenwald? No vuelvas a darme órdenes. No vuelvas a decirme qué hacer. No vuelvas a avisarme si algo es peligroso o no —le reprocha a Derek antes de girarse hacia Ethel, que está entre los robles—. Baja el arco o abro fuego —le dice—. ¿Quiénes sois todos vosotros y qué está pasando aquí? Hablad rápido. No tengo paciencia para vuestra escaramuza de mierda.

Por las breves e impacientes miradas que le dirige a Tatyana y a Ethel, es obvio que no las reconoce y no tiene la más mínima idea de quiénes son.

En mitad de su carrera, una maldita rama seca descubrió su posición y evitó el efecto sorpresa de su llegada. Tras haber esquivado, sin demasiados apuros, el disparo del mosquete, la carga de Brant sobre su enemigo fue directa. El soldado había tenido suerte de llevar equipada una armadura ligera, de lo contrario su sangre estaría tiñendo los arbustos de rojo. "No tardará mucho".

En un combate cuerpo a cuerpo presuponía que el soldado no tendría ninguna oportunidad frente a él y menos portando una simple daga contra su espada larga. El cazarrecompensas no era consciente de todo el revuelo que se había originado unos metros atrás de él con sus compañeros de viaje, porque estaba inmerso en un combate a muerte del que solo uno saldría con vida. Y sería él. Cambiando el agarre de la empuñadura en sus manos, buscó un ataque focalizado en la abertura del costado que la brigantina no protegía. Un corte limpio en ese lugar y el hombre quedaría a su merced. Brant se puso en guardia, girando su espada.

—Habéis cometido un grave error disparando a esa gente —dijo, mirándolo fijamente a los ojos, previo paso a su próximo movimiento—. La puta se lo podía merecer, pero ellos vienen conmigo y no voy a permitir que los matéis. Ahora asume las consecuencias de tus actos —Se lanzó hacia él, levantando su espada, para repartir dos estocadas consecutivas que acabaran con su existencia.

¿El problema? Que tropezó con una piedra que no había logrado ver... "Mierda"

La charla que le dio Tatyana a los soldados parecía no haber surtido el efecto que ella quería. Seguían avanzando hacia ella con no muy buenas intenciones. La chica seguía moviéndose e intentando levantar a Artemi - ¡Artemi, por favor! ¡Reacciona! Vienen a por nosotros, necesito que colabores un poco, no puedo contigo sola... - le decía mientras le daba ligeras palmaditas en las mejillas para ver si espabilaba.

Uno de los soldados volvió a recargar su pistola y les disparó. Tatyana cerró los ojos esperando a que llegara hasta que escuchó una voz muy familiar Esa voz... Delante suya se formó una barrera que paró la bala. Giró su cabeza hacia Liselot y vio que sucedió lo mismo. Volvió a girar su cabeza hacia donde procedía esa voz familiar ¡Oh Dios mío, Derek! Se le formó una sonrisa cuando lo vio, habían pasado bastantes meses y lo echaba de menos.

Detrás de Derek apareció Silvester von Wick y a la chica solo le sonaba un poco la cara. Regañó a Derek y el tono que empleó con su amigo no le gustó, pero se mordió la lengua. Los soldados se detuvieron también. Después Silvester se dirigió a todos ellos Piensa rápido Tatyana. Se levantó como pudo y echó una mano a Artemi - Señor... - comenzó diciendo con todo el respeto - Yo soy Tath Gunther y ella - señaló a Liselot - es Ethel, mi hermana - echó un vistazo hacia donde estaba Brant que parecía no darse cuenta de lo que pasaba ¿Lo llamo? Dudaba - íbamos de camino en busca de la cocatriz acompañando a nuestro compañero cuando vimos a estos tres soldados que tenían una pelea con esta pobre mujer. Ella parecía pedirles algo que le debían y éstos se lo negaron. Ante la insistencia de ella, ellos le pegaron un tiro... Nosotros intentamos socorrerla, pero la mujer, en su delirio y dolor, dio un grito que hizo que ellos volvieran hacia nosotros y nos atacaran, supongo que querían librarse de nosotros por ser testigos de la atrocidad que habían hecho... - miraba a Derek disimuladamente, aguantando sus ganas de salir corriendo a abrazarle.

No llamó a Brant porque con todo el lío y el estar rodeados no le dio tiempo a buscarlo, solo rezaba porque estuviera bien.

Brant tropieza con una piedra. El soldado, ni lento ni perezoso, le propina un puntapié en la mano, justo por debajo de la guarda del arma. La espada de de Brant sale volando y se pierde entre unos arbustos unos metros más allá [1]. Ahora la lucha es más pareja: un cazarrecompensas desarmado versus un soldado empuñando una daga. 

—¿Todo esto por defender a una puta? —masculla el soldado—. Una puta, joder, una puta, vas a morir por culpa de una puta...

Se mueve en círculos alrededor de Brant, evaluando el mejor momento para saltar encima de él. Tres segundos después lo hace. Brant y su adversario forcejean con una daga entre ambos. Tres hombres de Silvester von Wick, alertados por los ruidos de la pelea, se acercan hasta ellos. Su método para detener el pleito no es precisamente delicado. Uno de ellos dispara. No matan a Brant simplemente porque el soldado está en el medio; la bala le entra por la nuca y le sale por la frente, desparramando sus sesos sobre el cazarrecompensas. En menos de veinticuatro horas Brant se ha manchado con cerveza, sangre de oso y cerebro humano.

—Manos arriba y ve al camino con los demás —señala a donde están Tatyana, Artemi, Pavlinka y los que se rindieron—. ¿Estás viajando con las mujeres o eres del otro grupo?

¿Cómo había podido ser tan torpe? En cuestión de segundos era él quien estaba indefenso frente a su enemigo. Esperando su movimiento para realizar una llave que le sirviera como contraataque, este se abalanzó antes de lo previsto y ambos cayeron al suelo. En medio del forcejeo, una detonación tuvo lugar a su lado y de pronto todo se tiñó de rojo. El cuerpo del soldado se desplomó sin vida igual que un tronco recién talado y Brant necesitó limpiarse con el dorso de sus manos el rostro para ver quién había disparado. Nuevos soldados. ¿Qué significaba aquello? Barriendo con la mirada la zona en la que había ido a parar su espada, apartó el cadáver, obedeciendo la orden de estos mientras alzaba las manos en señal de tregua y reculaba con lentitud.

—Sí, vengo con las mujeres. Este —ladeó la cabeza hacia el difunto— y sus amigos comenzaron a disparar sin razón aparente a mis compañeros después de alojar una bala en el estómago de la mujer que hay allí moribunda en el camino —le explicó, con tono serio, al tipo que había preguntado. Retrocedió, durante su breve exposición, un par de pasos más—. Mi espada se ha perdido en ese arbusto. ¿Puedo ir a recogerla? Es un recuerdo de mi abuelo —se inventó—. No me perdonaría dejarla abandonada en un bosque que no conozco...

Podría intentar recogerla por su cuenta sin avisar, pero se arriesgaba a recibir un balazo (o dos, o tres).

Todo sucedió demasiado rápido para Liselot cuando intentaba proteger a su amiga a costa de revelar su posición ante aquellos soldados. Pero por obra del destino, uno que parecía estar escrito a puño y letra por todos, apareció Derek en medio de aquel escenario donde tenían todas las de perder. No sólo un disparo salió contra Tatyana, uno que rebotó gracias al poder de su amigo, sino que otro vino hacia ella e intentó esconderse cuando surgió el mismo efecto. Estaba sorprendida, emocionada, feliz y confundida. 

Lo echaba de menos y más quisiera la pelirroja ir a abrazarlo, pero debían mantener las apariencias cuando salió aquel hombre junto a un buen puñado de soldados. La advertencia que le llegó hizo que el arco termine abajo y su lobo se mantuvo tenso, pero al lado de su dueña. La explicación de su amiga era perfecta, así que alzó ambas manos en señal de rendición mientras dio unos cuantos pasos hacia delante con Tupac. El lobo tentado estuvo de ir a saludar a Derek, pero disimuladamente lo detuvo Liselot. 

—Es verdad, sólo quisimos ayudar y terminó en esto—confirmó las palabras de Tath—. Vamos por la cocatriz, tal como dijo mi hermana. ¿De dónde son? 

No pudo evitar el tener los ojos brillosos por su amigo, pero mantuvo la compostura. 

—Gracias—dijo en un tono neutral a Derek. 

Ya lo quería abrazar, pero no se podía. 

Tatyana pudo percatarse de las emociones que estaba sintiendo Liselot en ese momento. La miró y disimuladamente le guiñó un ojo, en señal de que se sentía igual que ella. No quiso añadir nada más a lo que dijo anteriormente.

Miró a Artemi para ver su estado - Y no solo hirieron a la mujer, sino también a nuestro compañero y creo que puede necesitar algo de ayuda... - lo miró preocupada.

Lo siento mi señor, no volverá a ocurrir.- Fue todo lo que dijo el sanado a Silvester. El sonido del combate que se desarrollaba metros a distancia de ellos permitió a Derek evadirse de la visión de sus conocidas y mantener la compostura. No podía dudar ni vacilar, era obvio el mirarlas que le habían reconocido, no tenía sentido que no lo hicieran pero la sentencia de muerte estaba a un mal gesto de distancia y no volvería a sentir el peso de una vida sesgada sobre el nunca más.

Mantuvo la vista al frente ignorándolas todo lo que pudo hasta que hablaron.- Si me permite mi señor a juzgar por las heridas que veo esta chica tiene razón, morirán si no se les trata rápidamente. Pido permiso para acercarme a comprobar sus estado mi señor.- No dijo más, debía dejar la iniciativa a Silvester aunque supiera que el tiempo corría en contra, las heridas sangraban y parecía que no tenían mucho tiempo. Además hablaron de una cocatriz, Derek no pudo evitar mirar hacia los lados preocupado, si esa criatura estaba cerca corrían un gravísimo peligro. Ignoró el resto de la conversación.

Uno de los hombres que apuntan a Brant revisa entre los arbustos y encuentra su espada.

—Me la quedo —le dice con una sonrisa de dientes podridos—. Muévete con los demás, antes de que te pegue un tiro.

Mientras, Tatyana y Ethel cuenta su versión de lo que sucedió.

—¡Todo lo que dicen es mentira, mi señor! —llora uno de los soldados que atacaban a Tatyana y que ahora están rendidos—. ¡Eso no fue lo que pasó! Nosotros somos soldados exploradores del Conde Manfred von Lieber, el señor de estas tierras. Lo acompañamos en la búsqueda de la cocatriz. Nuestro señor el Conde quiere cazarla y fabricar con sus plumas un vestido. Se lo regalará a la hija del Marqués de Brunner para pedir su mano en matrimonio. Nosotros estábamos vigilando este camino, cuando nos cruzamos con esa puta y sus amigos —señala a la pelirroja malherida, a Ethel, a Artemi, a Tatyana y a Brant—. ¡Intentaron robarnos! ¡Nosotros solamente nos defendimos!

Viles mentiras, por supuesto, y Silvester, que no es hombre de muchas luces, se las cree. Hasta que habla Artemi.

—¡Mentira! —dice, entre muecas de dolor a causa del disparo que recibió—. ¡Valaev! ¡Soy Artemi Valaev, soy noble! Ellos, agh, nos atacaron, ya habían disparado antes contra, ugh, esta mujer. Vos también sois, ugh, agh… sois noble —le dice a Silvester mientras le muestra los anillos de su mano, anillos carísimos que solo un aristócrata podría permitirse—. Os pido ayuda, a mí y a mis compañeros de, agh, de viaje. Estamos, agh, viajando hacia los, los, los montes, a ver a la coca, coca, agh, cocatriz.

—¿Valaev? —Silvester frunce el ceño, luego abre los ojos—. Valaev, sí. ¡Durchdenwald! Llévate a este hombre y trátalo como si me estuvieras tratando a mí. Si algo le sucede, tu cabeza rodará. Primero a él, luego a ella. Este es Artemi Valaev, hermano del canciller Viktor Valaev y del obispo Yuri Valaev. No os preocupéis, Herr Artemi, estáis en buenas manos. Soy Silvester von Wick, sobrino de la Vizcondesa Marlene von Wick. Estoy seguro de que vuestra familia sabrá valorar nuestra buena voluntad. Vos y todos vuestros compañeros, a partir de ahora sois mis protegidos.

Se gira hacia Derek.

—¿Escuchaste eso? Ese Conde busca una cocatriz y todo para casarse con la hija de Brunner, ese cerdo hijo de puta. Prefiere entregarle su hija a él antes que a mí. Eso no va a pasar. ¡Atención! —le grita a su tropa—. ¡Formad filas otra vez! ¡Vamos hacia ese monstruo!

Media hora más tarde, Artemi y la pelirroja están recostados sobre un carromato tirado por burros. Silvester abre la caravana, y atrás van sus treinta soldados. Se reanuda la marcha: de vuelta a buscar a la cocatriz. Todos estáis viajando con la comitiva en calidad de “protegidos”, y los que os atacaron antes van como prisioneros. Ni Silvester ni sus hombres os prestan mucha atención, así que podéis hablar con tranquilidad.

El enterarse de que era el sobrino de la Vizcondesa hizo que su neutralidad se afianza completamente, dejando en claro que una mínima tontería desataría algo peor para todos. En especial para ellas dos, así que la pelirroja se mantuvo con la boca cerrada mientras pasó todo lo que pasó ya que prefería tener un perfil bajo y que acertado estuvo todo cuando fue Artemi quien salvó al grupo de aquellas malintencionadas garras. 

Así que por ello prefirió estar junto a su lobo y Tath mientras se reagrupaban, apenas asintió cuando se sugirió que se los tratase como "protegidos". Si bien era la mejor coartada, ahora mismo en verdad podía ser un sendero fangoso y ser cuidadoso era vital para permanecer con vida. De esta manera caminó junto al resto y evitó mirar a Derek, centrándose más en Tupac.

No había nada peor en el mundo para Brant que tener que obedecer órdenes ajenas y verse claramente superado en número si intentaba protestar por ello. A regañadientes, había tenido que acompañar a los soldados, viendo incluso cómo uno de ellos se quedaba con su arma entre risas. "Ya ajustaremos cuentas tú y yo... Es cuestión de tiempo que haya un momento de desgobierno en el que te tragarás los pocos dientes que te quedan" —se juró, lanzándole una dura mirada cuando estos se dieron la vuelta. 

Reunido de nuevo junto a sus compañeros de viaje, se sorprendió al ver una comitiva de ese tamaño por allí. Por suerte, que Artemi fuese un miembro de la aristocracia había facilitado las cosas para mediar con su líder, porque de lo contrario sí que estarían en serios aprietos con ese grupo comandado por el sobrino de la Vizcondesa. Cuando los dejaron a ellos cerca de la parte trasera del carromato, caminando hacia un destino que suponía les llevaría frente a la cocatriz, Brant empezó a farfullar por lo bajo, con la cabeza gacha; su comportamiento era similar al de un infante al que sus padres le quitan su pasatiempo favorito. 

—Maldito desgraciado —espetó con claridad, aunque sin alzar demasiado el tono de voz, por temor a posibles represalias, buscando al tipo de los dientes podridos—. Ese sarnoso desdentado me ha robado la espada. Como tenga ocasión se va a arrepentir de robarle a un desconocido... —continuó renegando, antes de suspirar y mirar a las dos jóvenes—. ¿Estáis bien?

Después de que Artemi se presentara a Silvester como el noble que era, el primero los acogió a todos como sus protegidos. El sobrino de la Vizcondesa abría la comitiva y todos se pusieron en marcha.

Observó a Liselot que se encontraba callada. Le acarició el brazo - Todo estará bien - le susurró. Después Brant llegó a su lado y comentó que uno de los soldados le había robado la espada. Aquello indignó a Tatyana - La recuperaremos - lo miró con determinación. Luego bajó la cabeza - Yo... lo siento... tendría que haberos hecho caso y no intentar ayudar a esa mujer... - aguardó unos minutos y después dijo - voy a hablar con Derek.

Se acercó a él y caminó a su lado, seguía queriéndole dar un abrazo - Derek... ¿cómo has estado? ¿Cómo llegaste a estar con él? - señaló con la cabeza a Silvester - ¿Te está tratando bien? No me gustó el tono en el que se dirigió a ti antes... - miró hacia adelante y después a él, le sonrió - te hemos echado de menos...

Gracias mi señor, los sanaré lo mejor que pueda.- Se acercó a los heridos para comprobar su estado, no era el momento de detenerse para realizar curas tradicionales. La efectividad era prioritario y no tenían mucho tiempo, por lo que solo quedaba la magia.- !Sanar!- Gritó, canalizó sus poderes para que la curación llegase a los heridos que allí seguían recostados.- Será suficiente, o eso espero.- Pensó. Les preguntó como se encontraban y tras ello volvió a la formación.

Agradeció la falta de interés por parte de Silvester en el y sus amigas, pero aún le parecía preocupante el intentar hablar con ellas, estaba lejos pero no se atrevía. El riesgo era demasiado alto, pero por suerte o por desgracia Tatyana había tomado esa decisión por el. Sintió un pinchazo en el corazón y los recuerdos de su última reunión comenzaron a aflorar de nuevo, dolorosos y frescos como si hubiesen sido ese mismo día.- Estoy bien, aunque no lo parezca me respeta un poco o eso quiero creer. Es así con todos mas o menos. No he tenido opción, la Vizcondesa me pidió personalmente ser el sanador de la familia. Ahora trabajo para ellos.- Se sintió mal, muy mal. Sintió como había traicionado la memoria de los difuntos.- Yo también os he echado de menos. Siento como salió todo al final, siento las vidas que se perdieron. He hecho lo posible desde entonces por ayudar al pueblo, mi posición actual es fruto de esos intentos por salvar la mayor cantidad de vidas. ¿Cómo estáis vosotras?

Artemi, tirado sobre la carreta, siente cómo la magia de Derek invade su cuerpo. Su clavícula destrozada vuelve a reacomodarse y los huecos abiertos por la bala cicatrizan. Es un proceso intenso y doloroso, pero no hay mejor tratamiento que esto. Artemi se palpa el pecho, impresionado por el hechizo

—Válgame Dios, si es que estoy como nuevo. ¡Un mago! ¡Quién lo diría! Este viaje no deja de sorprenderme. Artemi Valaev, encantado de conocerte. Y ellos son Brant, Ethel y Tath, mis custodios, acompañándome a ver a la cocatriz. Aunque veo que os conocéis, ¿eh? Tengo mil anécdotas sobre hechiceros que me he cruzado en mis viajes. Te encantará escucharlas, estoy seguro. Oh, toma esto, es lo mínimo que puedo darte.

Artemi rebusca entre sus ropas y extrae una de esas bolsas de dinero que los demás ya han visto. Le da a Derek diez piezas de plata.