Partida Rol por web

Edward había oído de todo y, según pensaba el, estaba preparado para cualquier cosa. Dejar morir de hambre a sus presos, gasearlos hasta la muerte... pero sin duda lo que el soldado de asalto encontró en la capilla era algo totalmente inesperado.

¿Qué especie de experimentos hacían? Mantuvo la compostura, con la cara en una mueca de sonrisa grotesca, como gesto involuntario ante tal espectáculo.

Encañonó a unos cuantos de los embatados. Mientras su sargento hacía las preguntas.

- ¿Cuando nos den la información, abajo con todos? - preguntó mientras empujaba con el cañón a uno de esos científicos soltando alguna que otra risa al ver la cara de pánico que ponía al sentirse, en aquel momento, del lado de las víctimas - Mira cabrón, así se sienten los pobres que tenéis ahí atrás encerrados - se cebó con el mientras William rajaba a su rehén.

Kurt intenta hablar con ellos... como le ha indicado William... 

Sie werden sehr ruhig sein und uns sagen, wo wir hier raus sollen!

A Kurt le es dificil traducir la segunda frase...

Du hast keine Skrupel ... Also werden wir sie auch nicht bei dir haben. Für mich ist ein Nazi ein
Nazi, egal ob er mich bekämpfen oder aufgeben will. Deshalb wiederhole ich, was auch immer 
passiert, Sie werden SEHR ruhig sein und uns sagen, wo wir fliehen sollen, verstanden?

De los nazis me esperaba cualquier cosa, pero el horror que descubrimos tras las puertas de la capilla me dejó helada y con un visible gesto de desagrado y molestia en la cara. La maldad humana no tenía límites y mi primer instinto fue sujetar con fuerza el fusil dispuesta a acabar con todos los presentes, torturadores y torturados, a unos para darles un escarmiento y a los otros para darles un final digno.

Pero, con gran esfuerzo, intenté mantener la calma ya que no debíamos malgastar munición, y esperé atenta las órdenes del camarada Hardwick sin inmutarme ante la ejecución que acababa de hacer a uno de aquellos hombres vestidos con batas.

—Rápido, otrros nazis llegarr ya —dije, moviendo mi fusil de un lado a otro encañonando a los alemanes, mientras escuchaba las palas avanzar sobre los escombros—. Deberr acabarr con sufrrimiento de prisioneros también.

A pesar de las palabras de Kurt en alemán y la de los soldados, aquellos científicos no parecían estar tranquilos. Aún mantenían las manos lazadas, enguantadas, con aquella bata blanca cubierta parcialmente por la sangre y una mascarilla de tela cubriendo sus rostros. Hablan rápido, varios de ellos a la vez, pero ninguno decía nada de importancia. Tan solo rogaban por sus vidas para que no los matarais, hasta que William tomó su cuchillo y lo clavó en el pecho de unos de los nazis, pasándolo después por su cuello, el cual intentó taparse con las manos y caía al suelo de rodillas desangrándose, antes de que su vida se le escapase entre los dedos y se precipitara hacia delante quedando tendido en el suelo.

- No haber otra salida, solo pasillo por el que venís - dijo uno de ellos con tono asustado, en inglés aunque de forma algo torpe - Este ala es prisión para judíos y fugitivos, no más salidas, solo pasillo.

Las palabras de Anna estaban en lo cierto, las paladas de los nazis para abrirse camino cada vez se hacían más cercanas y tras ellas, pudisteis escuchar como varias voces alemanas se mezclaban con ruidos de cansancio y esfuerzo. Habían conseguido retirar los trozos de muro y techo que habían caído en el pasillo. Cuando entonces... de nuevo un par de pisadas metálicas se abrieron paso ante las demás. Las mismas que habíais escuchado del enorme soldado que acababa de explotar hacía unos minutos antes. Dos super soldados se acercaban y no tardaron en cruzar la esquina que daba a la puerta de la capilla, empezando a abrir fuego con grandes ametralladoras cuyos cañones giraban para no recalentarse.

La puerta de la capilla comenzó a agujerearse ante aquellas balas, las cuales impactaron en el interior de la misma sobre algunos de los científicos nazis, así como de los presos que aún permanecían con vida. Vosotros con rapidez tuvisteis tiempo de ocultaron tras columnas, incluso tras la pila bautismal, para cubriros de aquella lluvia de balas que os amenazaba desde el otro lado.

- Halt! Feuer einstellen! - ordenó el oficial de las SS a sus hombres, los cuales detuvieron sus armas y dejaron de disparar - ¡Alto! ¡Alto el fuego!

William... ¿Que hacer?... Tu mandar...

Los alemanes que llegaban acabaron haciendo lo que Edward estaba deseando casi desde el principio, matar a algunos de aquellos científicos.

La ráfaga de disparos de ametralladoras pesadas que calló sobre la puerta de la capilla hizo que el equipo tuviera que cubrirse tras las columnas del lugar, a toda prisa.

- ¡¿Qué vas a querer hacer?! - dijo el soldado de asalto - Cuanto más nos pensamos las cosas, más delantera nos llevan tus compatriotas, a este paso nos van a acribillar y nos dejarán como si fuéramos emmental.

Edward parecía estar mosqueado, cada vez, los soldados con los que los alemanes atacaban al grupo de asalto hacían que los disparos tuvieran que mantener algo de distancia y era algo que el británico no soportaba. Por otra parte, el grupo no dejaba de vacilar ante las decisiones y eso hacía que el también tuviera que relajar su ritmo, no podía acercarse lo suficiente si no había un compañero cubriéndole las espaldas.

Entonces procesó lo que había sucedido, el oficial de las SS pidió un alto al fuego en inglés. ¿Querrían negociar? Por supuesto, tenían la fuerza de su parte, aquellos dos supersoldados, les daban toda la ventaja.

- Mierda, y ahora ¿qué quieren? - preguntó Edward mirando a su sargento.

Tras acabar con unos cuantos científicos, los nazis que nos perseguían nos alcanzaron. Con la puerta de la capilla cerrada, abrieron fuego desde el otro lado. Milagrosamente pudimos esquivar las balas a tiempo y no recibir daños, pero varios médicos y víctimas murieron por culpa del fuego.

Joder, menuda suerte...-pensé.

Cuando ya pensaba que tendríamos que disparar también un poco a ciegas a través de una puerta, escuchamos que un nazi, con un marcado acento alemán, ordenaba en nuestro idioma un alto el fuego a sus soldados.

Con un gesto ordené a Anna que preparase su rifle, porque era evidente que esos alemanes tramaban algo. Le lancé mi cuchillo a Kurt y le ordené a él y a Edward que se colocasen a ambos lados de la puerta por si podían agarrar por detrás a los alemanes que entrasen. Mientras tanto yo, sin salir de mi parapeto, comencé a dialogar con ellos.

Mi nombre es William Hardwick, y soy el sargento de este pelotón. ¿Qué es lo que quieren?

Pensar tanto cada uno de los pasos a seguir sólo estaba consiguiendo que la misión fallara por todas partes. Desde mi punto de vista había que actuar, no de manera insensata pero sí con rapidez pues de otra manera, y como venía sucediendo hasta el momento, cada vez que vacilábamos en las decisiones a tomar los nazis volvían a ganar el poco terreno que conseguíamos llevar de delantera.

Eso sólo me demostraba que no me había equivocado con el sargento, mucha palabrería y poca resolución.

Ahí estaban de nuevo los alemanes intentando cazarnos como a ratas. Por suerte conseguimos escondernos tras las columnas mientras caían bajo el fuego enemigo tanto doctores como prisioneros. No iba a llorar por ellos ya que unos se lo merecían y otros descansarían de tanto sufrimiento.

Pero los disparos cesaron por completo ante una orden dada en un inglés con marcado acento alemán.

—¿Qué coño pasa ahora? Ya nos tienen acorralados, ¿qué pretende ese hijo de puta? —corroboré el comentario hecho por Edward y, al igual que hacía el resto, esperé las órdenes del sargento que, por muy desastre que me pareciera, era mi superior en aquella misión.

Asentí en silencio a la orden que me dirigió y, parapetándome detrás de la columna todo lo que podía, busqué línea de tiro para comenzar a abrir fuego en cuanto llegara el tan ansiado momento de actuar.

Cuando el fuego hubo cesado y las primeras palabras se lanzaron por ambas partes, de nuevo se escuchó el sonido de aquellas pesadas pisadas metálicas sobre la piedra. Uno de los supersoldados se acercó a la puerta agujereada y de un golpe con su puño provocó que se abriera de par en par, desprendiendo unos cuantos trozos de madera dejando un enorme hueco donde estas se juntaban. Pudisteis ver entonces los dos enormes nazis, con armaduras de hierro y visores rojos, mirándoos fijamente, emitiendo ligeros gruñidos sin entonar palabra alguna.

La mano del oficial se posó sobre el hombro de uno de ellos y lo empujó hacia un lado, mientras este se movía para mostrar la figura del hombre, pequeño en comparación de sus soldados. El mismo de las SS sonrió al ver el interior de la habitación y al pequeño grupo que había en el interior. Todavía quedaba algún científico con vida, así como alguno de los presos, pero la mayoría no eran más que trozos de carne, huesos y vísceras, que habían caído bajo el gran calibre de las ametralladoras modificadas de los nazis.

– Habéis llegado muy lejos, soldados. Pero no tenéis ni idea de qué es lo que habéis encontrado – soltó una suave risa, pronunciando aquellas palabras con un marcado acento alemán en cada una de ellas – Os encontráis bajo el Schwarze Sonne, el Sol Negro – alzó un instante la vista hacia el techo de la capilla y allí podía verse una extraña forma, un enorme círculo con otro más pequeño en su interior, dividido por doce radios que se retorcían, todos iguales, simétricos – El centro del mundo a vuestros pies, hombres y mujeres de sangre impura. ¡Pero aquí…! – exclamó alzando la voz, señalando al suelo bajo sus pies – ¡Es donde nacen los elegidos de Dios!

Llevó la mano a uno de sus bolsillos y sacó un pequeño estuche, abriéndolo, mostrándoos una jeringuilla con un líquido brillante y rojo en su interior. Parecido al que las máquinas extraían de los cuerpos de los prisioneros que os rodeaban, aunque ahora estaban rotos y brillaba por el suelo mezclándose con la sangre y los escombros.

– Nein, mein Kommandant! – alzó la voz uno de los científicos que estaban en el suelo, ensangrentado, malherido. Elevando su mano hacia el oficial – ¡El suero es inestable todavía, necesitamos seguir investigando!

Pero ante aquello el oficial solo sonrió y entonces clavó la jeringuilla en su pecho con fuerza, apretando el émbolo dejando que aquel líquido entrase en el interior de su cuerpo y se mezclara con su sangre empujado por cada latido de su corazón.

– La sangre de los jotun corre por mis venas. Puedo… sentirlo… – su voz se fue quebrando, hasta que terminó haciendo un gesto de dolor, inclinando su rostro hacia abajo quedando oculto tras la gorra.

Un grito de dolor salió de su garganta cuando de pronto su cuerpo comenzó a cambiar… Su piel comenzó a teñirse de rojo a medida que el pelo se le caía, como si estuviera en carne viva, viscosa y marcada por los músculos. Los mismos que comenzaron a crecer de forma desmesurada, uno de sus brazos no tardó en rajar por completo la manga del uniforme, creciendo con notables deformidades en su carne, agrandándose a quedar monstruosa. Su otro brazo también creció pero no lo suficiente como para rajar el abrigo de piel, quedando tan solo marcado sobre el mismo. Mientras que de su cuerpo comenzaban a brotar extraños apéndices, como huesos que lo rodeaban, rasgando y perforando su uniforme, creándose extrañas formas en todo su ser.

Hasta que entonces alzó la vista, mostrando dos ojos rojos que os miraban, brillantes ante la oscuridad de aquella fría noche.

Al ver la cara transformarse del oficial, Kurt amartillea el arma y lanza dos rafagas de balas hacia el... ¿mastodonte que se habia creado delante de nosotros?... Después intenta ponerse a salvo...

Apenas me daba tiempo a pensar y procesar lo que estaba viendo. Teníamos que actuar con rapidez. En mi mente solo aparecía una idea: Estamos bien jodidos, nos va a ser muy difícil salir de esta... Así que para templar mi adrenalina, rápidamente saqué un cigarrillo, el encendedor y comencé a fumármelo.

Las drogas son malas, ¿no lo sabías?- le pregunté al nazi transformado. Luego miré a mis soldados y le di la que quizá fuese la última orden que les daba-. ¡¡Abrid fuego!!-grité mientras soltaba tres disparos al engendro que teníamos frente a nosotros, impactando en él pero no haciéndole tanto daño como yo pensaba.

Es una jodida esponja de balas...-pensé.

Edward no sabía lo que podía estar pasando, el oficial alemán parecía muy seguro de si mismo, más todavía de lo que hubiera parecido alguien que sabe que lo tiene todo a favor.

Este sacó entonces un estuche en el que llevaba una dosis de alguna droga, pensó el soldado alemán que, bueno, las drogas eran usadas en el campo de batalla para que los soldados no fueran tan conscientes de que les pudieran pegar un tiro y de envalentonarlos, pero algo le decía, por el comentario del científico que aquello, a ojos de los alemanes, no era una simple droga.

No tardaron mucho en ver los resultados de aquello que el oficial se había inyectado. Por mucho que hubiera visto Edward, las drogas normales no te ponían los ojos rojos ni te ponía los músculos de aquella manera.

Edward solo reaccionó. Salió de su cobertura para acercarse unos pasos hasta que tuvo a tiro comenzó a gritar, como si eso le confiriera alguna especie de poder especial, y le propinó su primer disparo a quemarropa, deslizó el gatillo para cargar el siguiente cartucho de su Winchester intentando tener tiempo para disparar de nuevo.

Ahora entendía porqué el oficial alemán había ordenado el alto al fuego, el hombre quería demostrarnos todo su poder y enseñarnos hasta qué punto llegaba la locura humana. Ante nuestros ojos se vio el resultado de aquellos macabros experimentos, dejándome completamente paralizada durante unos segundos al ver  la bestia en la que el nazi se convirtió. Aquello era algo antinatural y por lo tanto no debía existir.

Fue ese pensamiento, así como el grito del sargento y la acción de mis compañeros lo que me sacó de mi estupor. Agarrando con fuerza el fusil me asomé detrás de mi parapeto para apuntar al monstruo que teníamos enfrente, era a él al que había que eliminar primero, pero después del segundo tiro mis ojos se elevaron al techo, hacia el mismo lugar que nos había mostrado el animal y una idea cruzó por mi cabeza. ¿Qué pasaría si me cargaba aquellas esferas?

No me lo pensé dos veces y el último tiro que disparé, antes de volver a parapetarme en mi pequeño refugio, lo hice hacia el techo y hacia aquellas esferas con rayos.

Aquellas tres enormes figuras seguían ante vosotros, los dos supersoldados equipados con pesadas armaduras y el oficial deforme e hinchado entre ellos. Tras vuestras pocas palabras no tardó en comenzar a recibir vuestros disparos y estos acertaron en su monstruoso cuerpo en su mayoría, pero aún así... parecía que nada lo afectase. Aquellas balas no lo mataban, no lo tumbaban. Tan solo lo hacía moverse ligeramente, como si hubiese recibido un empujón o un pequeño golpe, mientras se limitaba a quedarse allí de pie sin hacer nada más, dejando que le disparasen. Hasta que entonces llegó su turno.

Movió su cuello hacia un lado haciéndolo crujir, apretando sus músculos con fuerza provocando que se marcasen todavía más las enormes venas azules sobre el rojo. Las balas que se habían incrustado dentro de él empezaron a salir y cayeron al suelo con un pequeño tintineo, haciendo que sus heridas comenzaran a cerrarse.

- Seres inferiores... queréis matar a un dios, ¡yo os demostraré el verdadero poder de la raza! - vociferó mientras con un gesto de su enorme mano agarraba a uno de sus compañeros, apretándole con fuerza doblando la coraza que llevaba. Este comenzó a gritar y a gruñir, sintiendo como los huesos se partían, como la sangre comenzaba a manar de entre sus heridas. Pera luego de un solo golpe lanzar sus restos contra el otro supersoldado que lo recibió quedando aplastado contra una de las paredes - Ahora, os toca a vosotros.

Se inclinó y tomó las armas de los difuntos nazis, dos enormes ametralladoras, de mayor calibre incluso que la MG portada por Kurt. Eran armas que nunca antes habíais visto, modelos experimentales, pero estabais a punto de comprobar el resultado de la ingeniería nazi. 

Las balas comenzaron a volar sin ningún tipo de control, arrasando con todo lo que había entre vosotros y el monstruo nazi que se había creado. Los pocos supervivientes que habían quedado a las anteriores ráfagas no tardaron en recibir nuevos impactos, científicos y prisioneros, quedando sus cuerpo con enormes boquetes y sin extremidades. Pero ellos no fueron los únicos en ser alcanzados. El primero en sufrir una herida fue Kurt, demasiado expuesto al disparar su MG, recibió un disparo en el costado que le atravesó por completo llevando su sangre tras de si en una gran salpicadura. Mientra que el otro impactó en la joven rusa, la cual fue herida en el muslo antes de que se ocultara tras su último disparo.

Tal y como imaginaba, nuestras balas apenas servían de nada ante el monstruo al que nos enfrentábamos, el cual casi ni se inmutó y procedió a matar a los dos supersoldados que tenía a su lado.

Bueno, al menos no tendremos que luchar contra ellos...

Intentando pensar en algo se me ocurrió una idea. Lo más seguro es que no funcionase, pero por probar...

¡CONCENTRAD VUESTROS DISPAROS EN EL BRAZO HINCHADO!- ordené mientras volvía a disparar, esta vez solo al enorme y musculoso brazo del nazi.

Sentí un dolor intenso cuando una de las balas impactó en mi muslo y, ahogando un grito, me quedé parapetada tras la columna apretando los dientes con fuerza. Aquel cabrón me había herido pero, hasta que no consiguiera matarme, yo continuaría luchando, para eso me habían entrenado y yo confiaba en mis habilidades.

Respiré profundamente mientras intentaba olvidarme del dolor y de mi herida, antes de volver a asomarme para apuntar con cuidado entre los ojos de aquella bestia. Una sola bala que consiguió impactar en el monstruoso nazi aunque no en el lugar que a mí me hubiera gustado justo entre los ojos. Me dispuse a repetir el disparo cuando las voces del sargento me sacaron de mi concentración y varié la línea de tiro para enfocarme en el brazo tal y como el camarada Hardwick había dicho pero, bien porque había hecho el movimiento demasiado rápido o bien porque empezaba a marearme por la pérdida de sangre, fallé estrepitosamente y el disparo salió demasiado desviado.

—Mierrda —rezongué, volviendo a esconderme tras la columna.

Kurt intenta acertar en el brazo al oficial, pero solo aciera un disparo, después intenta desatascar la MG...

Edward estaba impresionado.

- Kurt, ese botín va a tener que precisar de nuestro mejor esfuerzo para poder tomarlo - dijo refiriéndose a aquellas ametralladoras con las que se había hecho el super(?¿)oficial de las SS.

Mientras hablaba, había sacado la última granada de humo, agarró la anilla con sus dientes, tiró de ella, y lanzó la granada al punto central para que alcanzase a cubrir a todos sus aliados.

Se asomó de su parapeto y disparó dos cartuchos más, buscando el punto débil que el sargento había mencionado.

- ¡Yiiiiiipeeeeeee! - gritaba Edward mientras disparaba para luego cubrirse - El cabrón es duro, señor, pero vamos a enseñarle de la pasta que están hechos los aliados a estos nazis de mierda.

Algunas balas chocaban contras la pared de piedra que había tras él, pero la mayoría impactaba contra su cuerpo creando pequeñas salpicaduras de sangre y agujeros en su cuerpo. Os habíais concentrado en su musculoso brazos y aunque la mayoría de los disparos fueron al mismo, esto no pareció dar ningún resultado. Incluso el disparo de Anna con su fusil consiguió arrancar parte del cráneo de oficial nazi, pero ni aún así lo hizo caer. A medida que la carne y el hueso se desprendían de su cuerpo, este comenzaba a regenerarse con rapidez. Uniéndose sus trozos de músculos, generando nuevo de una forma acelerada como jamás antes habíais visto. Las heridas apenas duraban unos segundos en su cuerpo, el cual rechazaba todos los ataques.

- ¿Eso es todo lo que sabéis hacer? - preguntó soltando una sonora carcajada, comenzando a caminar hacia delante mientras empuñaba las grandes ametralladoras en sus manos.

Cuando de pronto la sala comenzó a llenarse de humo gracias a la granada de que Edward había arrojado justo a tiempo. Sus armas comenzaron a sonar, rugiendo, escupiendo cada bala reventando todo lo que encontraban a su paso. Haciendo pequeños agujeros en las piedras de vuestro alrededor mientras revotaban en las paredes. Disparando sin saber quien había al otro lado, pudisteis ocultaros y ninguno salió herido. Pero aquel humo no tardaría demasiado en irse y de nuevo estaríais visibles ante él, quien cada vez se acercaba más a vosotros con lentos y pesados pasos.