Partida Rol por web

Palzigun rechazó la bendición de Kalandri, pues en su orgullo estaba el alcanzar a la elfa por sus propios medios. Ambos salieron disparados en direcciones paralelas, siguiendo el rastro, ya fuera un hilillo de sangre, unas burbujas fuera de lugar o una corriente de agua provocada al nadar.

Cual tiburones llegaron raudos a su presa, alcanzándola de manera simultánea. Los golpes y tajos rompieron sus armas, Palzigun fue a rematarla pero Kaladri se interpuso instintivamente, deseando traerla de vuelta con vida para ser interrogada.

Thespia no necesita recurrir a su basto poder para estas nimiedades. Se mueve entre las cajas y elige por pura intuición.

Sildara parece detenerse entre las pertenencias de la capitana donde encuentra una faltriquera con correspondencia y dibujos que al poco comprende como mapas.

Shae ignora las cosas brillantes para detenerse frente a lo que huele raro encontrando así diez ungüentos curativos dispuestos en tarritos sellados con cera.

Thespia por su lado no busca, sino que su mano parece saber a dónde ir por sí sola cuando encuentra una perla carmesí del tamaño de su puño que brilla con luz propia, arde al tacto y humea.

Thespia por su lado no busca, sino que su mano parece saber a dónde ir cuando encuentra una perla carmesí del tamaño de su puño que brilla con luz propia, está ardiendo al tacto y humea.

Con tus conocimientos arcanos te das cuenta que hay algo más en esa piedra de lo que parece, pues sólo con llevarla encima sientes el calor dentro de ti, la anticipación por quemar cosas y el fuego en la punta de los dedos. Además, te entra comienza a entrar hambre - todo esto son indicaciones de algún objeto con influencia mágica y el que su contenedor fuese ignífugo adquiere todo el sentido del mundo.

Gastando una de las tarrinas, lamiendo su contenido y aplicándolo sobre tu cuerpo descubres que se siente bien, que todo huele mejor y que las pupas sufridas durante el combate, si bien ya cerradas, agradecen el ungüento y dejan de picar al cabo de poco.

Todo un descubrimiento y algo que seguro apreciarán aquellos que, al contrario que tú, no regeneran su cuerpo a velocidad pasmosa.

Qué maravilla haber aprendido Darnassiano cuando tuviste la oportunidad, de pequeña los relatos de hadas, bosques y sueños siempre te hacían gracia y, aunque fuese con la dificultad de la falta de práctica, tu mente comenzó a conectar los significados con las palabras escritas.

Con no poco interés comprendiste que la capitana llevaba una semana intercambiando mensajes con su "Amigo de la playa" a través de cartas en botellas que tiraba al mar y a las pocas horas le respondían. Aquello pareció divertir sobremanera a la capitana quien quiso conocer al que se presentaba como amante del mar y aventurero empedernido, de manera que acordaron quedar con amistades... Justo en el punto de encuentro de las tropas naga en ese mismo día.

Tu mente, sin embargo, no podía evitar distraerse de aquello que en otras novelas llamarían pruebas o indicios pero algo llegaba a tus oídos, un lamento.

- --- lugar para mí --- no me dejes caer --- alguien me ayude --- miradme, por Sulfuras, miradme --- 

Como un crepitar de llama parlante, a tus oídos el acento kálima del fuego te llegaba por tu sangre, por tu magia, Azshara y Azeroth eran uno así como tú lo eras con la tormenta y los elementos y allí, en aquel barco, algo te hablaba en elemental.

Al salir de la bodega pudisteis contemplar una escena insólita, Kalandri y Palzigun combatían fieramente en las aguas, la primera para proteger a la elfa capturada y el segundo para darle muerte. Cual alivio pudiera ser que nadie fuese a alertar al poblado de vuestro inminente ataque quedaba eclipsado por el hecho de lo que veían con sus propios ojos con incredulidad.

- ¡Ya basta! -exclamó Thespia con el rostro tenso por la ira- Cuando quien adivina en las aguas el futuro no puede confiar en su mirmidón para hacerlo realidad o el futuro que adivinaba era incierto... ¡O el mirmidón le falla!

Les indicó que se aproximasen y aguardó con sus ojos clavados en quien había sido su más leal guerrero, a lo largo de diez mil años de acontecimientos que descuajeringaron el planeta pero al que el Imperio Kaldorei había sobrevivido tornándose en el Reino Naga, nadie había sido tan cerril en su fidelidad a su casa, familia y persona. Casi le temblaban las manos al hablar.

- Has evitado una catástrofe, Palzigun, al atraparla tan prestamente... Pero sigue viva cuando ordené su muerte y la de todos los demás -bajó la cabeza para tomar aire para luego alzar su dedo índice y anular sobre su hombro para luego lanzarlos a señalar al naga- ¡Prepárate para la batalla! Demuéstrame tu valía contra el poblado y hablaré maravillas de ti ante Lady Vashj cuando te entregue a la hueste de Colmillo Torcido -casi podían apreciarse unos reflejos de luz sobre sus ojos- Fállame en esta sencilla orden y lo que le regalaré será tu cabeza, mirmidón: Cuando lleguemos al poblado costero no quiero supervivientes ni edificios que no estén ardiendo ¿Comprendes la orden de tu señora?

la elfa seguia viva, tras la larga persecución, por cosa de la guardia real, que no me había permitido que la matase, pero antes las palabras de mi señora, “mi ssseñora, no dude que no dejare a ninguno de esssosss traidoresss con vida, llenare el cielo con el humo de sssusss casssasss quemadasss” la idea de que Thespia quiera que sirva Lady Vashj me desgarraba por dentro, pero no iba a dudar de sus ordenes, iba a seguir honrando simazul aunque estuviera bajo el servicio de otro naga, hasta conseguir mi perdon y volver a su servicio

-Vaya, vaya... qué tenemos aquí-murmuró Sildara con una ligera sonrisa.

Revolvió en todos los paquetes y papeles que encontró, con el áspero y extraño tacto del papel y el pergamino seco en sus manos, y con sus cuatro brazos y la prestidigitación desató cuerdas y envoltorios, haciendo que los papeles levitaran por la estancia como danzando, mientras los examinaba todos. Las antiguas lecciones de darnassiano de sus tutores resonaban ahora con fuerza en su mente, y podía leer aquellos documentos como si estuvieran en su lengua materna. Y vaya si contenían cosas curiosas, curiosas y un poco preocupantes. Examinó los mapas, tratando de recordar las lecciones de historia, aunque leyó con atención otras cosas. 

Eran cartas, cartas preocupantes. Aquel navío no estaba allí por casualidad. Habían quedado en ese punto y a la hora en la que iba a suceder la invasión Naga. Eso resultaba demasiado extraño como para ser coincidencia, así que se puso a escudriñarlos en busca de algo que se le hubiera pasado por alto.

Y entonces oyó la voz. Metida como estaba en los documentos darnasianos, el cambio a la lengua de las criaturas de fuego fue brusco y sorpresivo. Sildara miró a todas partes. ¿Quién demonios le hablaba en Kalimag en aquel navío? Miró por todas partes, pero al no encontrar nada decidió responder. Aquella lengua no provenía del estudio, sino de la magia en su sangre, y acudió presta a sus labios.

-¿Quién eres? ¿Dónde estás? No puedo verte. ¡Muéstrate!- dijo en Kalimag.

Sildara no daba crédito a lo que veía. No podía procesar un escenario como aquel, una visión que jamás había pensado que tendría que observar. La desobediencia ya era bastante mala de por sí, más allí, en la primera incursión seria del reino Naga en la superficie. Pero no sólo eso, Kalandri desobedecía de nuevo las órdenes y protegía a la elfa. La imagen de un Guardia real, cuyo deber era proteger a la nobleza naga, protegiendo a esa escoria, a ese animal despreciable de elfo, era como una horrenda parodia de cómo debían ser las cosas. 

Sildara notó fuego en las venas, y la ira comenzó a ganar a la incredulidad, a ganar a todo. La furia ante lo que estaba viendo la inundó de arriba abajo, hizo chispear sus ojos y arremolinarse el viento a su alrededor, removiendo ropas y velas. Pequeños relámpagos saltaron por sus nudillos mientras se acercaba hacia la escena, con el rostro transido de ira.

-Guardia Real Kalandri -su voz ya no era cortés en absoluto, era un trueno de ira- Por toda la sal del mar, ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO? ¡TE HE DADO UNA ORDEN! ¡UNA ORDEN CLARA Y SENCILLA QUE VAS A CUMPLIR! Has desobedecido mis mandatos y los de la Hidromántica no una, sino dos veces, y ahora te ordeno que asesines a esa escoria, a ese ser indigno, ¡Y TÚ LA PROTEGES! ¿HAS OLVIDADO TUS JURAMENTOS, GUARDIA REAL?

Sildara sacó una de sus dagas, un arma de hoja negra que llevaba al cinto, y la sostuvo ante sí, dejando que el filo se bebiera los rayos del sol y tenues chispas eléctricas recorrieran la hoja. 

-Tu cuello o el suyo, Guardia Real Kalandri. ¡TE LO ORDENO COMO PRINCESA Y COMO NAGA! Asesina inmediatamente a esa elfa o retírate para que el mirmidón lo haga. Atrévete a desobedecer de nuevo y esta hoja se bañará en tu sangre aquí y ahora. ¡Obedece o muere, Guardia Real!