Partida Rol por web

Las bestias aladas seguían acosándonos, pero parecía que habían aprendido a no acercarse a mi hacha... o así lo creía antes de que una de esas criaturas se lanzara contra mí a toda velocidad; aparte el cuerpo en el último momento, logrando que las lacerantes garras solo hendieran el aire, mientras alzaba el hacha por encima de mi cabeza haciendo un molinete, descargando dos tremendos golpes sobre ella a la par, que Buri hacia otro tanto, derribándola con el cuerpo destrozado

Miré a mi congénere, con los labios apretados

¿Es que solo sabes golpear lo que ya está muerto?- mascullé antes de arrancar el hacha del cuerpo de la criatura, con un horroroso sonido de succión - Espero que la próxima vez le des mejor uso a mi hacha... - dije mirando entorno mía, buscando nuevas víctimas

Los enanos parecian tener la situación controlada, pero por alguna razón al elfo le tenian un rencor descomunal, así sin más dilación me aproximo a ayudar al elfo, primero intento atacar a una de las arpias heridas con mi espada pero debido al balanceo del barco mi espada no consigue ni acercarse al objetivo, en cambio con mi otra mano hago un rápido movimiento y consigo tocar a una de las harpias menos heridas, con un poco de suerte estaba hecho...

Una de aquellas bestias se lanzó contra Marius. Caía en picado y con malas intenciones. El gladiador trató de inperponer su rodela entre las garras de aquella cosa y su cuerpo, pero aunque golpeó de refilón a la arpía, ésta logró agarrarle el brazo. 

- ¡Aaargh! - Gimió dolorido el humano.

Acto seguido lanzó un golpe con su mangual contra aquel ser horrible. Fue un golpe certero y el impacto fue duro. Esperaba que con eso bastara para que soltara su brazo. No quería verse sobrevolando el pantano atrapado por uno de aquellos monstruos alados. No sería un final digno después de todo lo que había luchado por regresar a casa.

saco mi hacha y cargo de nuevo contra la arpia que tenía mi espada incrustada, "Morir, maldita bestia y dejar a mis compañeros en paz".

El elfo recibio fuertemente el ataque, pero pudo recomponerse y tomar la rienda nuevamente, aprovehando la presencia de marius, mas sus ataque estaban careciendo de fuerza... Al parecer, estas arpias podian lograr cosas que el no pensaria serian capaces.

-Condenadas- dijo entre dientes mientras realizaba los tajos con la maravillosa espada -muere de una vez por todas!- grito al ver que no lograba grandes cosas.

El combate perdia intensidad a medida que el barco dejaba atrás las orillas del pantano y los humanos, antes debiles y asustados, ahora reaccionaban como una unidad. Los es cudos formaban para detener los ataques mientras arcos y mosquetes las hacian caer del cielo a golpe de plomo y acero. El capitan despachaba a cuantas se acercaban al timonel, donde habian formado un circulo defensor entorno a el y el alto sacerdote, que iluminaba el barco con su presencia, habia dejado claro que era el comandante por una buena razon, a sus pies, entre plumas, sangre y garras yacian los cuerpos de media docena de arpias. 

En cuestion de segundos las arpias remontaron el vuelo para alejarse hacia el oscuro pantano. A su paso recogian los cadaveres humanos que flotaban y el de algún desgraciado diablo que habia saltado por la borda para evitar el combate, cayendo despues en una muerte segura. Los gritos de agonia de los prisioneros resonaron por el pantano mientras se los comian vivos.

Los faroles del barco comenzaron a encenderse y el capitan mando al teniente, empapado entre sangre y sudor, hacer un recuento de bajas mientras se atendia a los heridos. 

Tras la última acometida las bestias aladas se largaron, dejando tras de sí un rastro de cadáveres emplumados y vacíos entre el grupo de imperiales; había sido un buen calentamiento previo a lo que esperaba que llegara y puso de manifiesto que el humano al mando no era ningún petimetre que solo sabía moverse entre nobles.

-¡Volved!¡Volved malditas!¡Mi hacha aun tiene sed!- le grité a las arpías mientras me encaramaba a la borda del barco, agarrándome con una de mis callosas manazas a una soga - ¡Estúpidos pajarracos cobardes!- espeté al comprobar que no volverían

Bajé a cubierta nuevamente, colgándome el hacha a la espalda mientras me acercaba a Buri

¿Qué diablos te ha pasado?¿Acaso quieres dejarnos mal delante de estos humanos y de ese elfo?

Acto seguido extendí la mano, reclamando mi arma

- Está claro que no estás habituado a usarla... busca la tuya o procúrate otra arma ¿un buen y fiable martillo quizás?- sugerí - Voy a pedir que me den algo de beber, matar siervos del caos me deja siempre mal sabor de boca ... ¡y me lo he ganado! ¡JA! ¡Cuatro de esas criaturas han ido a reunirse con sus oscuros dioses después de probar mi hacha!- me jacté orgulloso para ocultar la decepción de seguir, indemne, sobre aquel cascarón

"¿Es que acaso nunca podré encontrar mi final?"

- Se van... - Dijo entonces con cierto alivio. 

Lo cierto era que habían causado muchas bajas. Aquellos demonios voladores habían arrebatado la vida a muchos de los suyos y como castigo, tan solo se habían llevado unos cuantos golpes y cortes. Las bajas en el bando enemigo eran muy escasas. Les habían cogido totalmente desprevenidos. La pregunta que se hacía ahora Marius era evidente. ¿Sabían los generales del peligro de atravesar ese pantano? De ser así había sido una imprudencia por su parte. De no ser así, deberían haber estudiado mejor la ruta. Fuera como fuera, lo peor ya había pasado.

- ¿Estáis todos bien? - Les preguntó a sus camaradas.

Entonces se acercó a los dos enanos.

- Has luchado bien Kargun. - Miró entonces a Buri. - Y tú, deberías agarrar con mayor firmeza el hacha. ¿Estabas todavía dormido?

Había visto que aquellos dos enanos no eran del todo de fiar. Kargun demasiado temerario, Buri demasiado dubitativo. Sólo esperaba que si debían volver a luchar espalda contra espalda, aquellas dudas que habían sembrado en el campo de batalla, se borraran de inmediato. Ante todo, deseaba confiar en sus compañeros. 

Se acercó entonces a Luis y a Ellidor y pasó sus brazos por encima de sus hombros al mismo tiempo.

- Echo de menos a Vasile, a Hans e incluso a Albert. - Les dijo en confianza. - Buenos guerreros, grandes compañeros y mejores amigos. Espero que estén bien...

No le dijo nada a Mordrak. Era un hombre extraño que le causaba escalofríos. No era el primer mago al que conocía, pero si el más siniestro. No parecía mal hombre, incluso se podía decir de él, que hasta trataba de ser agradable y simpático, pero evidentemente no lo conseguía. Al menos no con Marius.

Limpio mi espada en uno de los cadáveres de arpía y apunto con mi mano para cambiar mi rostro a uno de odio y algo de miedo - Los vientos de la magia son distintos aquí - musito para mis adentros.

- Buen combate compañeros - digo al resto de la tripulación - No sabía que habia tantas arpias en los pantanos.

Me quedo mirando a Marius de arriba a abajo, mi ropa no está destrozada, algo es algo...

Tras demostrar una resistencia aceptable ante aquellas monstruosidades aladas, no les quedó más remedio a las arpías que alejarse revoloteando a la seguridad de sus pantanos. La embarcación había seguido avanzando en todo ese tiempo y se había alejado de aquel hostil territorio, cosa que le dio a los tiradores más oportunidades para derribar a las criaturas. Se puede poner en duda el efecto a la larga que haga eso, pero nadie se cuestiona el hecho de que un engendro del caos menos en este mundo es una cosa que agradecer.

Buri relajó el brazo que sostenía el hacha y vio acercarse a un furibundo Kargun que deseaba saber más acerca de su casi nula participación en el combate. El enano se mantuvo en silencio mientras escuchaba al matador expresar su desagrado en público y su desgracia, aunque esta última solo podía notarla el rompescudos muy en el fondo de su ser. Buri no hizo más que encogerse de hombros. Respondió con voz queda y silente:

—Un enano no cambia de armas, por eso la tuya no funcionó para mí —dijo, corto y preciso mientras le devolvía el hacha al matador—. Quiero sentarme, vamos.

También podía ver como se acercaba Marius a preguntar acerca de su desempeño en el combate, como si de verdad esperase una respuesta de parte del rompescudos. El enano se limitó a quedarse viéndole con ojos cansados antes de echar a andar detrás del matador, no sin antes descubrir el paradero de su hacha. Con un poco de suerte les darían más sopa por este incidente.

las arpias se estaban retirando, las habíamos conseguido ahuyentar, por lo que me acerco a mi grupo, "¿vuestrad mercedes han recibido una herida?" les pregunto, aunque intento observar a ver si encontraba mi estoque y lo recuperaba "espero que no, ahora no tenemos a Vasile para que nos cure las heridas, espero que lleguemos a la ciudad cuanto antes, estoy deseando bajar de este barco y de los malditos bichos hideputas que hay por todos lados" 

Tras ver todo el revuelo y que las aves demoníacas ya salian corriendo, el elfo sintio cierto alivio. Su cuerpo demostro este alivio al relajarse y soltar una pesada exhalación.

Al sentir la mano de Marius asintio dando total razon a sus palabras... Vendria bien tener gente conocida para situaciones como esta y es por esto que dijo -Creo que debemos reagruparnos, curar a los heridos y armar un plan de contraataque- 

En su mente pasaban varias ideas de cosas que podrian hacerse en este preciso instante, pero un punzon de la herida hecha por la arpía le recordó el mal estado en que se encontraba. Es por ello que guardo sus armas, recogio su arco y dijo -Debo buscar un medico urgente- su rostro denotaba una cierta mueca de asombro ya que estos enemigos en verdad serian temibles en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Mientras me alejaba con Buri escuché como el grandullón, el tal Marius, me elogiaba por la carnicería practicada entre las arpías. Me detuve y torcí el gesto, escupiendo un esputo por encima de la borda antes de mirarle

Esas bestezuelas no eran rivales de verdad, eran carne de cañón... espero que no sea lo único que esos dioses oscuros tienen para echarnos encima o me sentiré muy decepcionado... casi prefiero matar sucios grobis, al menos no se largan volando- añadí antes de continuar

Tras la tormenta del combate llegaba la inquietante calma tras la batalla. Un momento que, a decir verdad, muchos preferirían evitar muriendo en combate para no ver a sus amigos y seres queridos gravemente heridos, mutilados o muertos. Y siempre cae alguien que conoces en mayor o menor medida.

Mientras los marineros forman una fila con los cuerpos de los caídos, veis como el tipo regordete que al principio del combate repartía escudos, es llevado en volandas con los miembros inertes, colgando, al igual que su cabeza, de un amasijo de tripas, jirones de carne y tela. 
El grito de un hombre al que le están cortando la pierna para que no se le gangrene atraviesa el océano. Los sollozos de aquellos que quedan vivos mientras sus amigos han muerto, resuenan como un zumbido mezclados con las voces agónicas de los heridos. A un lado y otro se ayudan a los heridos. Los muertos se separan poniéndolos en fila en la proa del barco. Ya se les atenderá más adelante.

Veis como el elfo se sienta apoyándose junto a las escaleras, mientras con esfuerzo comienza a quitarse la armadura. La roja sangre mana de una herida que le recorre el brazo y parte del hombro. Sin duda ha perdido mucha sangre.
Buri recorre silencioso, como siempre, la cubierta del barco moviendo o levantando algún cuerpo buscando algo que no aparece. Los cuerpos de las arpías muertas comienzan a ser lanzados por la borda y Marius, Luis y Mordrak parece que no lamentan nada serio.

La travesía del Wellen Brecher contínua.

El elfo pedía ser atendido por alguien, tenia en sus enseres tres unguentos para cocer, por lo que con estos pretendía que lo curasen. Mientras, su frente sudaba fría... sentía la perdida de la sangre y no le hera grata dicha sensación.

-Estimado compañero...- se dirigía a uno de los que ayudaba a un herido -Podría ayudar a este desdichado a curarse estas heridas?- resaltó los cortes que tenia en el antebrazo y el hombro.

-Seria muy grata su ayuda- termino diciendo algo mareado.

agarro de nuevo mi estoque cuando encuentro el cadáver de la arpia al cual se lo deje clavado, por lo que exclamo una palabra de alegría en estaliano, por lo que me acerco a mis compañeros con mi arma en mi cinto, por lo que me acerco a Marius, el único del barco, quitando tal vez a Eldillor, con quien tenia cierta confianza "es una suerte que haya curanderos, estoy deseando llegar a la ciudad esa y bajarme de este maldito barco, no se cuanto de peligroso seran esos malditos barbaros norteños, pero no creo que sea peor que este maldito barco, ¿vuestra merced no piensa igual, camarada?"

Observo como la hilera de cuerpos de los caídos aumenta paulatinamente a medida que despejan la cubierta después del enfrentamiento, arrojando a los enemigos abatidos por la borda, todo ello en medio de la cacofonía de gritos de los heridos... bastardos afortunados, han logrado caer en combate esgrimiendo las armas

Tuerzo el gesto, eludiendo cualquier compañía mientras medito sobre mi suerte, observando como el petulante elfo requiere los cuidados de un matasanos mientras los humanos le hacen corrillo. Típico de los elfos, necesitan siempre estar arropados para sentirse importantes y grandilocuentes

Buri sigue a lo suyo con lo que aprovecho para ir a ver al sacerdote al mando de todo aquel circo

Un buen espectáculo- digo haciendo alusión a su forma de alumbrarnos - Pero ¿servirá cuando llegue el peligro verdadero?- le digo mientras me sitúo frente a él, colocando la cabeza del hacha en el suelo y apoyándome sobre ella con las manos bajo el mentón - ¿Cuál es el plan de acción? No es que me importe especialmente, siempre que me lleve frente a alguna bestia del caos que poder matar, pero no me gusta andar a ciegas... una vez en Hargendorf ¿qué? - espeté sin tapujos, buscando explicaciones concisas

Alförd Jacobsen terminó de bendecir a un hombre al que le habían abierto en vientre, cerrándoselo por completo. Después te miró con desconfianza irguiéndose en toda su altura.

-En mi pueblo procuramos presentarnos antes de pedir explicaciones. Puesto que ya sabes quien soy yo, no es necesario que me presente.-

Puede que las palabras acerca de su "actuación" seguidas de la duda de si funcionará frente al caos insultasen al sacerdote y a su fe. No era de extrañar que el seco tono cortante del comandante atrajera más de una mirada.

-Respecto a su pregunta señor enano, le diré que se embarcó como apoyo y refuerzo a los bravos combatientes de la ciudad. Eso significa que obtendrá su codiciada muerte en combate, ya sea en las murallas o fuera de ellas.-

Al fin uno de los galenos se acercó al elfo. En sus manos llevaba un cuenco con agua manchada de sangre y un trapo tan rojo como la legendaria gema del rey fénix.

Limpió la herida con el ensangrentado trapo y destapó una botellita de licor aplicándolo directamente en la herida. El escozor recorrió de inmediato la herida del elfo el cual tuvo que contenerse mucho para no gritar. De entre sus labios sacó una aguja de hierro por la que pasó un cordel de rafia. Mirándote te tendió un trozo de cuero mordido para que lo pusieras en la boca.

Sin duda la aguja iba a doler más que el licor y te prestaba esa ayuda.  

Hum.... Kargun -dije con rudeza sin amilanarme ante el sacerdote -Te tomo la palabra, sacerdote- añadí con algo parecido a una sonrisa en el rostro - solo espero que no sea ante simples bichejos y me permita entrar en los salones de Grimnir

A sabiendas que aquello sería cuanta explicación obtendría regresé junto al resto mientras la sensación dd que no había un plan de acción bailaba en mi mente

Aun me sorprendo como han llegado a convertirse en una raza en auge... actúan sin cabeza- mascullé a nadie en particular mientras me alejaba