Partida Rol por web

Salisteis de Phandalin hace dos días.

Sabíais que estabais cerca, por lo que decidisteis apurar un poco, aunque llegaseis justo cuando el sol se estaba yendo. Aún había algo de luz cuando entrasteis en aquella arboleda, aunque a medida que os adentrabais la luz os iba dejando atrás, tanto por el paso del tiempo como por las tupidas copas de los arboles, hasta un punto que tuvisteis que encender ya las antorchas.

Los arboles eran grandes, de raíces salidas, aunque muchos de ellos estaban muertos, seguramente por algún tipo de plaga. Seguíais un antiguo camino, ahora totalmente lleno de maleza, que de vez en cuando veíais un recuerdo de algún poste de madera totalmente deshecho y podrido que anunciaba que ibais por buen camino.

Ya de lejos, entre los arboles veíais una construcción que suponíais la antigua Mansión Margaster: entrar, rescatar al alumno a poder ser con vida y volver a Phandalin. Esas fueron las indicaciones de Gundren.

Avanzasteis un poco mas hasta encontraros de frente con aquella imponente mansión que hacía mucho tiempo que había sido olvidada.

La mansión en su día debía haber sido impresionante, ahora solo quedaba un lúgubre reflejo de ella. Muros altos y paredes altas que rodeaban los dos pisos de mansión, de una piedra de color oscuro, casi como si hubiera sido tintada de negro.

El aire estaba enrarecido, era pesado, y la poca luz que os daba la noche se iba haciendo tediosa y tediosa a medida que os acercabais mas a esa construcción.

Vuestras antorchas iluminaban la entrada principal, que parecía la única vía de acceso a la mansión. Ante vosotros había unos cuantos peldaños de piedra que llevaba a un gran arco que hacía recibidor a la puerta de entrada. Una gran puerta doble de roble oscuro barraba vuestro paso en aquella entradilla.

En los laterales de la puerta, habían unas cristaleras de cristal oscurecido que apenas dejaban ver nada del interior.

Te fijas, hacia dentro de la mansión, a través de aquellas cristaleras oscurecidas de la entrada, como a lo lejos, un par -de lo que parecen- ojos azulados que os observan, totalmente estáticos.

[i}- Antorchas, en serio para que malgastan dinero en eso, pesan y huelen e ahí dos buenos motivos para o llevar trastos inútiles cubiertos de brea -[/i] durante el camino Ágnofos vio que le tocaría recordar que dentro de una edificación una antorcha podría no ser inteligente, sobretodo si el lugar era de madera.

- espero que dejemos el fuego para las cavernas, o el sótano en caso de que haya uno de piedra - cogió del suelo un puñado de piedras y encendió una, solo 20 pies de buena luz y otros tantos de luz tenue, esos pequeños juegos de hacían cómodo el día a día, y una piedra bien se podía lanzar para tener luz a cierta distancia - cuando queráis.

Obviamente ella no iba a ir delante por lo que alargó su mano para que quien quisiera ir delante alumbrara a quien necesitara esa luz para ver, pues la oscuridad no contenía secretos a sus ojos.

Con la cantidad de misiones que había y les tocaba ir a buscar a un mequetrefe perdido, esa no iba a ser su mejor noche.

Nana arruga la nariz al oír las palabras de su compañera. Habían sido dos largos días a su lado y era evidente que la delicada criatura no tenía intención de corregir su arrogante actitud. Dirige una mirada cómplice hacia su fiel compañero. No, el gnomo no, el peludo. No, el semiorco tampoco. Jadenando ruidosamente y con la mirada vacía de todo intelecto, el can que hace las veces de montura parece no pillar la sutil indirecta. Piernalarga suspira.

- Con su permiso, señorita - dice la mediana abriéndose paso hacia adelante y propinándole un ligero empellón en la pierna al pasar - No vaya usted a romperse una uña.

Mascullando lo que bien podría ser una sarta de insultos en su idioma natal, Nana se aproxima antorcha en mano hacia las recias puertas que bloquean el paso.

- Kurg, cariño, si hicieras el favor de sostenerme esto un momento - ofrece su antorcha al semiorco, dispuesta a empujar las pesadas hojas.

El resto de sus compañeros es consciente del esfuerzo sobremediano que está haciendo la pequeña para no soltar un sonoro improperio. Aunque menuda en comparación al resto, Nana había demostrado en más de una ocasión que su tamaño no era indicativo de su fuerza.

- Más le vale a ese p**o niñato encontrarse del otro lado de estas puertas de m****a. De lo contrario me voy a cabrear. Y mucho - comenta al tiempo que aplica fuerza sobre las puertas - ¡Ugh!

Callado. Después de todo el viaje parloteando, muchas veces consigo mismo aunque él pensara que conversaba con los demás. Ahora a las puertas Arroka estaba en silencio. Asombrado con los ojos muy abiertos y acercándose nervioso mirando todo su alrededor: puerta, escaleras, ventanas...

- tal vez, si de verdad ardiera esta casa asquerosa le haríamos salir al mocoso jijiji -una risa burlona pero no malvada adornaba la situación mientras pegaba su cara curiosa una de las cristaleras al lado de la puerta- eh... eh... equipo, no estamos sólos, ahí dentro hay algo -se giró hacia el perrete mientras colocaba sus gafas y activaba una especie de mecanismo de zoom- Perro sarnoso, dile a tu dueña que tenga cuidado si va abrir la puerta

Habían sido dos días muy largos de viaje y pero estaba seguro que la vuelta, con la recompensa ante ellos lo harían de mejor humor. Por lo menos parte de ellos. Comenzaba a anochecer y habían llegado al bosque cercano a dónde debía estar la mansión pero el sintió algo, algo bastante grave que fue confirmando lo que más temía. Había mucha muerte en la árboleda, el grupo apretaba pero les frenaba mientras acercándose a cada árbol muerto que encontraba tratando de buscar la causa que había destrozado aquella arboleda. Usaba el poder de la tierra sobre si mismo para ayudarse a saber lo que ocurría a los árboles muertos. Los tocaba, los abrazaba y se alejaba con gesto preocupado.

Buscaba animalitos a los que poder hablar, incluso le pidió a Rufus, el simpático amigo de la mediana, si con sus sentidos podía captar algún otro animal cerca pero era imposible. Por suerte, tras dos días juntos ya nadie se extrañaba de las conversaciones ligeras que mantenían Rufus y Kurg y lo bien que se llevaban. Finalmente, desistió en seguir examinando para centrarse en alcanzar a sus compañeros anotando mentalmente lo que había descubierto, su especialidad era la fauna y no la flora pero algo de ello también entendía.

Poco después de reemprender la marcha con el grupo y de que la noche se les echara encima aseguró en su bolsa y contó las buenas bayas que le quedaban y había producido en un pequeño descanso que habían echo a media mañana. Ajustó el escudo al brazo y se mantuvo alerta. Después, al ver que llegaban a la mansión y Nana encendía una antorcha, él aunque no lo necesitara para ver hizo lo propio. Con un breve susurro invocando al elemento de fuego y un chasquido de su mano, está se encendió alrededor de su mano que levantó para iluminar la zona. No era tan efectiva como la antorcha de Nana pero ampliaría un poco el radio de luz.

Escucho las palabras de Ágnofos que tenían cierto aire de superioridad. - El fuego es un elemento muy preciado para la sociedad, nos protege del frio y nos abre camino en la oscuridad. la dijo recordando un probervio sobre la naturaleza. - De todas formas, se acercó a la fría piedra y con su mano en llamas la palmeo. - Este edificio parece estar construido en piedra y esperemos que así sea pues si su estructura es de madera puede estar podrida como la mayoría de los árboles que hemos visto de camino. Yo diría que el interior es de pura piedra y que el fuego nos será de ayuda. Le dedicó una amplia sonrisa a Ágnofos y soltó una carcajada al escuchar a Arroka, aunque en su interior sabía que hacer eso era peligroso. - Esperemos comprobarlo pronto. dijo viendo como la mediana se acercaba a él y le tendía la antorcha, rápidamente comenzó a apagar su mano de fuego para no quemar la antorcha completa y se la sujeto mientras observaba lo que hacía. Se agachó al lado de Rufus y le dijo. - ¿Qué le echamos una mano? y apoyando su mano de la antorcha en el suelo extrayendo energía de la tierra la apoyó luego en el hombro de Nana, sin quemarla, para que le diera fuerzas en lo que estaba haciendo.

Volvió con una sonrisa a echarse atrás esperando la apertura de la puerta cuando Arroka avisó que en el interior había algo. - Con un poco de suerte se le ha quedado la puerta cerrada y no podía salir el pobre muchacho. dijo con la esperanza de poder acabar la misión rápido.

En el tiempo que anduviste por aquella arboleda no pudiste evitar fijarte en como poco a poco y de una manera gradual y sutil, los arboles y la vegetación se iba apagando o contaminando a medida que os acercabais a la mansión.

Sentías que tu conexión con aquel lugar era muy vaga y tenue, los arboles estaban muertos por dentro, habían cambios en la vegetación extraños pues donde debería crecer un tipo de planta mas común por la zona y el tiempo, ahí crecían plantas mas sufridas.

Había pocos animales y los pájaros que escuchabas cantaban tristes, pues seguramente no habían encontrado el mejor lugar para aparearse.

Todo esto te recordó a una de las historias que te explicó Solas, de hacía mucho tiempo cuando él mismo había sido un aventurero. Una vez descendieron por una grieta para encontrar una fortaleza hundida en un socabón. Todo alrededor estaba corrupto y parecía emanar de un punto adentró de esa fortaleza. En su caso fue un árbol de Gulthias, que había crecido de la estaca clavada en el corazón de un vampiro.

Dudabas que fuera la misma historia, pero tenías claro que había algo en esa mansión que provocaba aquel desazón en el bosque que la rodeaba.

Arroka se pegó al cristal, de uno de los laterales de la puerta, pues parecía haber visto algo. Los cristales estaban ennegrecidos y adentro estaba completamente oscuro, apenas se podían distinguir las paredes y otras formas. Sea lo que fuera, parecía que había algo brillante o que tenía algún reflejo. Ahí seguía, sin cambios.

Nana, ayudada y alentada por sus compañeros intentó abrir la puerta. Sabíais de lo que era capaz y al menos a vosotros no os conseguía engañar con su estatura, era tremendamente fuerte. Pero la puerta no se movió ni un ápice, y no era que la cerradura era fuerte, es que no notaste ni una misera sensación de movimiento en aquella madera. Como si estuvieras peleando con una montaña.

Teníais la sensación que aquellas puertas habían decidido que no querían ser abiertas.

Frustrados os echasteis unos pasos atrás y empezasteis a debatir vuestros siguientes pasos o alternativas que teníais... cuando un "creeeeeeaaaak" sonó detrás vuestro. Mirasteis atrás solo para ver como aquellas puertas habían decidido abrirse solas, bajo su propio criterio.

Dentro podéis ver que se abre un recibidor amplio. El suelo es de mármol negro. Desde fuera os parecer ver como el perfil de varias estatuas que adornan la entradilla.

Tuvo un momento de duda al ver que las puertas no se abrian y preguntó a Arroka. - ¿Seguro has visto algo? Los cristales parecen muy sucios.

Cuando Nana volvía le entrego la antorcha de vuelta y le dio una palmada en la espalda. - No te preocupes, seguro que si rodeamos la casa encontramos otra forma de entrar o unas ventanas más amplias. La sabia Mielikki nos ayudara a encontrar el camino pues esta tierra necesita de su ayuda. Si el sol te deslumbra y no te deja avanzar girate un momento y deja que la naturaleza te de sombra. Ves girate conmigo así, vosotros también. [Rufus ponte mirando al bosque] les insistió y se dio la vuelta de espaldas a la puerta.

No tardó mucho en hallar la respuesta y con un sonido estridente la puerta se abrió. - ¿Veis? La naturaleza es sabia y esas puertas eran antes parte de la naturaleza. un escalofrío sin embargo le recorrió por toda la columna al girarse y ver el interior recordando que este podía ser el origen del mal que asolaba la arboleda.

Ante la pregunta de Kurg, Arroka despegó la cara del cristal y le miró con esas lentes que ahora le hacían tener ojos de sapo.  - Más sucios que los bajos de un ñu marino, desde luego, pero he visto algo que parecía observarnos.

Cuando los esfuerzos de Nana no dieron resultado, masculló una risa burlona sin ninguna intención de ocultarla y se giró hacia Ágnofos para que viera su imitación improvisada de alguien fuerte que se queda flojo. Aunque en el fondo sabía de la fortaleza de la mediana, y que no se moviera le resultó muy extraño.

Miró con incredulidad la ''plegaria'' de Kurg, pero mayor incredulidad la que sintió cuando de repente se abrieron las puertas. - No bajéis la guardia compañeros.

Con un movimiento ágil se colocó en el borde de la puerta junto a las visagras, echó un vistazo al interior del recibidor en busca de ese reflejo o cosa brillante que había percibido desde fuera.

- Muchacho, ¿estás ahí?

Pues si, parecía ser de piedra pero habría preferido poder dejar de lado el maloliente olor a brea. Habría supuesto que el abraza árboles también quisiera prescindir de fuego, pero lejos de ello incluso imbuyó sus propias manos del elemento que menos agradaba a la naturaleza, esos naturalistas ya no eran como antaño.

La pequeña Nana por su parte era (...) Interesante, mientras que Ágnofos maldecía al crío perdido y no lo decía por mantener la armonía, la pequeña prácticamente lo gritaba a los cuatro vientos y posiblemente solo lo dijera para animar a los presentes, sin duda la Aasimar la consideraba un buen pedrusco a superar antes de alcanzar a su propia persona, por lo que sí sus empujoncitos buscando molestarle le satisfacían Ágnofos no diría nada.

- eh! Nana - dijo usando esa exclamación para añadir una ligera burla llamándole enana de manera indirecta - parece que esa puerta tiene su orgullo, jeje.

Al parecer Arroka vio algo, y aunque era el más raro del grupo no hablaba por hablar,... A parte de las tres o cuatro horas de caminata hablando solo, bueno si, hablaba de más pero incluso su charlatanería se basaba en algo, y si decía haber visto algo Ágnofos le creía, lamentablemente sus posibles explicaciones no le llegarían a importar puesto que el hecho de que la puerta se abriera sola causó a la Aasimar tanto asombro como le erizó el pelo de la nuca.

Aparentemente fue la plegaria de Kurg lo que la abrió pero no le gustaban esas cosas, casi como si la propia muchacha estuviera de algún modo peleada con los dioses, pese a conocerlos bien le desagradaban, ellos nunca velaron por ella, por qué velar por ellos entonces...

- odio que un lugar grite trampas... Y que la puerta se abra sola me maximiza esa sensación, ¿Puedes confirmar que abrirla ha sido cosa tuya Kurg? - se acercó ligeramente sin entrar estudiando las estatuas, el suelo, paredes y techo, era algo egocéntrica sin duda pero perder un peón sin más no era inteligente, esperaba ver lógica y estudiar la sala. "Pues tampoco iría delante", ya era una frase que quienes le rodeaban conocían.

Ágnofos y Arroka estuvisteis un rato mirando aquella puerta, las bisagras y el marco a ver si encontrabais explicación a aquel truco.. pero no os parecía encontrar ningún tipo de mecanismo que explicara la apertura automática.

La puerta era de madera y parecía haber sido tintada o pintada de alguna manera. Se veía antigua aunque parecía haber conservado bien su integridad. Por la pinta de todo lo que veis, deben haber pasado decenas sino cientos de años desde la construcción de la mansión.

Ahora un poco mas cerca pero sin cruzar el umbral, y gracias a la iluminación mágica, pudisteis ver aquella antesala en la que habían varias estatuas decorándola. Las estatuas eran algo perturbadoras, pues habían esculpido varias esculturas demoníacas o diablillos en distintas posturas: riéndose, llorando, serios, enfadados, tristes, etc.. Había tres en cada lado.

Visteis que había otros escalones que llevaban a otra sala un poco mas elevada, donde de lejos se observaba una cómoda antigua, donde la tela rojiza parecía haber cedido en varios puntos mostrando el relleno que había en su interior. Encima de aquella cómoda parecía haber una pequeña muñeca de trapo olvidada por el paso del tiempo. Estaba boca abajo de cualquier manera y la cabecita estaba inclinada hacia la entrada. Sus ojos medio caídos y descosidos parecen de algún tipo de material pulido que refleja la luz, seguramente lo que había visto Arroka desde la cristalera.

Parecía haber mas escalones que seguían subiendo hasta otra sala.

Con la cara enrojecida, no sabéis muy bien si por el esfuerzo o por las ganas contenidas de cruzarle la cara a arcanista, Nana se vuelve hacia Kurg tras empujar sin resultado las pesadas puertas. El semiorco tenía algunas manías la mar de raras, como abrazar árboles o entablar conversación con las sucias alimañas que pueblan el bosque, pero sus palabras parecían tener un efecto relajante en la mediana. Quizá porque ella misma era una mala bestia. Eso sí, la mala costumbre que había cogido de referirse a su can con el nombre "Rufus" le sacaba de sus casillas. Vale que el chucho tuviera un nombre antes de que lo encontrara en aquel callejón, vale que el druida fuese el único capaz de saber cuál era, pero para Nana su inseparable compañero seguiría llamándose Popo. Señor Popo, para los demás.

- Mal rayo me parta - exclama al oír la puerta abrirse. Las muy condenadas seguro lo hacían para hacer quedar mal a la pequeña.

Ascendiendo nuevamente por los escalones Nana se detiene un segundo bajo el dintel, dejando que la luz de la antorcha bañe la estancia. La decoración era espantosa. Quizá fuera ese el motivo de su abandono. ¿Quién querría vivir en un sitio como aquél? Aquellas siniestras estatuas eran un frío recibimiento para los recién llegados. Seguro que quien fuera el que erigió aquella mansión no era muy dado a recibir visitas.

- ¿Recuerdas aquella vez en Thundertree? - comenta de soslayo a Arroka sin despegar la vista de los múltiples diablos - Pues esta vez la sensación es mucho peor.

Un ligero silbido atrae al perro hasta la vera de su dueña. Popo tiembla, más de lo normal. Perro cobarde. Pero al menos su buen olfato había conseguido sacarles de más de un atolladero y podía hacerlo ahora también.

- ¡Oh, qué diablos! - se dice a sí misma tras notarse titubear ante la cristalina mirada de aquella tétrica muñeca - Que no se diga que una Piernalarga se ha dejado amedrentar por cuatro telarañas. Seguidme.

Nana, acompañada de cerca por su peluda montura, se adentra en la sala con intención de acceder al nivel superior.

- Nana eres de las pocas que han durado una o dos aventuras conmigo, no es que te aprecie demasiado pero ves con cuidado ¿De acuerdo? - la muchacha se atrevió entonces a dar un paso dentro del lugar siguiendo a su canija compañera, aunque manteniendo aún distancia con las estatuas.

Con suerte, resultaría lo suficiente pequeñita como para evitar cualquier trampa, y como no quería activar nada ella, dejaría ir delante al nuevo.

Desconfiada y prudente, se preguntaba si no sería mejor pasar por detrás de las esculturas.

El escalofrío no había terminado cuando Ágnofos le preguntó si había sido cosa suya. Con el morro torcido aún por la sensación trató de recomponerse y responderla: - La diosa nos abre el camino para terminar con el mal que asola este lugar. La arboleda está muriendo y su origen es esta mansión. Dentro hay un foco de maldad tan grande que es capaz de provocar la muerte de árboles tan ancianos como los del exterior. la respondió seguro de que Mielikki había ejercido su poder para que pudieran entrar. Cerró los ojos un segundo, puso su mano libre en el pecho y levantó una plegaria. - Oh, señora bendice la llama que ebulle en mi sangre para desterrar los males que asolan la tierra. acto seguido abrió los ojos y y señaló al interior de la mansión - El fuego purificará todo mal que dañe el bosque. dijo y con un chasquido de sus dedos su mano derecha volvió a encenderse en llamas. Cuando hubo terminado se giró hacia Ágnofos: - Es una pena que la mansión no fuera de madera para quemarla entera, sería más fácil acabar con el mal y si el hombre sigue vivo sacarlo escuchando sus gritos.

Se acercó hacia la puerta para contemplar el interior de la primera sala de la mansión, figuras del diablo que miraban hacia el centro por dónde ellos mismos tenían que pasar. Su mirada fue más allá y se encontró con una silla y en ella una muñeca de trapo que los miraba desde la situación elevada que le proporcionaban las escaleras. Sin duda algo terrorífico pero por suerte nada que se moviera. - Por lo menos son de pura piedra y no se mueven pero no me gusta como miran a la zona central. ¿Podremos llevarnos uno de recuerdo? dijo sonriendo.  - Pero quizá lo mejor sea quemar la muñeca junto a la silla, alguien la ha colocado ahí a mala baba.

Para cuando había acabado Nana ya se adentraba hacia el interior pasando entre las estatuas sin siquiera pararse a examinarlas. Y lo pero que pasaba entre ellas. Rápidamente se acercó a la primera estátua a la derecha y comenzó a examinarla, buscando ranuras o partes que fueran mecánicas y pudieran desplegar alguna trampa. También comprobó la solidez de la estatua con su peana y lo que le costaría derribarla al suelo. Quizá sólo era decoración pero era decoración antinatural y rota estaba mejor ya que no podía quemarla.

Pasasteis bajo la atenta mirada de aquellas estatuas horribles, vuestra intuición decía que algo pintaba mal en todo eso y al parecer estabais en lo correcto.

Se habían mantenido inmóviles hasta de Kurg decidió echarles un vistazo de cerca. Una de ellas lo miró cuando se acercaba, al principio fue un leve movimiento de esos ojos de piedra. Luego al otro lado de la sala escuchasteis como su hubiera un pequeño desprendimiento de piedras, otras de las estatuas parecía estar cobrando vida.

Se abalanzaron rápidamente sobre vosotros, por suerte vuestra, la intuición que teníais de aventuras pasadas os alertaron a tiempo del peligro.

Igualito que en Thundertree. La misma situación. Popo (o Rufus, según se mire) gruñe inquieto ante la desagradable revelación de que aquella pésima decoración no es tal sino gárgolas.

- ¡Oh, m****a! - increpa al aire al tiempo que saca a relucir su hacha - ¡Otra vez no!

La mediana avanza hacia la segunda estatua dando grandes zancadas. O eso cree ella. La primera estatua tendría que vérselas con Kurg si quería caer sobre el resto, y el chico parecía bastante recio. Ágnofos, sin embargo, esta expuesta y, aunque a veces le sacara de sus casillas, tenía claro que no podía dejar que aquella gárgola cayese sobre la frágil criatura.

Antes de que el ser de piedra alcance siquiera a reaccionar la mediana cae sobre ella, descargando el hacha sobre su cabeza. El arma evidentemente ha sido diseñada para una criatura de mayor altura, pero Nana parece blandirla con soltura.

[¡Arroka, bueno-para-nada! ¡No te quedes ahí parado! ¡Haz algo!] - susurra a gritos a su compañero con una voz que sólo éste puede oír.

Aquella iba a ser una noche muy larga.

- Gárgolas como no, el que controle este lugar tiene poca imaginación, yo pondría seres angelicales para que se acerquen sin miedo... - los pensamientos de la muchacha fluían mientras levantaba la ballesta del gremio apuntando a la cabeza de la Gárgola, era un placer combatir con Nana gracias a que su altura permitía disparar por encima de ella, para ayudar a Kurg en cambio necesitaría buscar un ángulo de tiro y eso hacía más complicado el combate.

- No vayas a dar un brinco ahora Nana - decía dejando ir la saeta, con bastante poca mala - maldición tenía que haber calentado antes de entrar este pedazo de madera pesa demasiado.

Iba avanzando mientras examinaba las figuras cuando notó como una de ellas movía sus ojos y alertó a sus compañeros de viaje de que pasar por aquel pasillo no sería sencillo. Con el escudo por delante llevó su mano atrás y cogió una jabalina para atacarla. Sus mano en llamas no prendió la jabalina y mantenía la visibilidad pero temía que el cuerpo semipetreo de aquella criatura fuera demasiado dura. Aún así protegido por su escudo atacó con la jabalina al frente pero falló estrepitósamente el ataque.

Las gárgolas se lanzaron al ataque contra el grupo de aventureros usando garras y mordiendo cuando podían a su oponente. En cuanto las golpeasteis notabais como que, a pesar de que acusaban los golpes, vuestro filo costaba penetrar en aquella piel pétrea.